La sustitución del suelo agrícola por un sustrato de cultivo reduce
considerablemente la capacidad tampón del medio en el que se desarrollan las raíces. Esto presenta la ventaja de facilitar el control del cultivo, y el inconveniente de hacerlo más vulnerable a la incidencia de factores no controlados. El conocimiento preciso de las propiedades físicas del sustrato, junto con el manejo del agua de riego, proporcionan las herramientas adecuadas para potenciar el control del cultivo mediante el control de las relaciones aire-agua, y para minimizar las repercusiones negativas derivadas de la incidencia inevitable de factores no controlados. El estudio de las propiedades físicas de los sustratos se plantea como un modelo de cultivo, que a su vez consta de dos submodelos. El primero relaciona las variables medidas en laboratorio con las condiciones físicas creadas en el entorno radicular. El segundo relaciona estas condiciones físicas con la respuesta del cultivo. En este trabajo se aborda el primero de estos dos submodelos. El valor predictivo de un modelo es tanto mayor cuanto mayor sea la fiabilidad de las mediciones efectuadas, y cuanto más fiable sea el modelo de simulación empleado.