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EL PODER DEL DECRETO.

El decreto profético es uno de los temas más controversiales y mal entendidos dentro del cuerpo de
cristo; no faltan las personas que insisten en que el decreto profético es darle una orden a Dios. Hasta
los que abusan de su posición de autoridad y comienzan a declarar casas, carros, joyas o hasta esposa,
según sus deseos carnales. El decreto se ha convertido en un tema mal interpretado por aquellos que no
creen en él, y mal entendido por los que lo practican. No declaramos su voluntad para obtener un
beneficio económico, ni un capricho; nos alineamos con Dios y con su voluntad porque lo amamos y
sabemos que estar lejos de su propósito nos aleja de él.
“Un decreto es una disposición jurídica que proviene de una autoridad o poder superior que este
sujeto a las leyes del lugar que representa”
El decreto profético tiene como finalidad darle voz a la voluntad de Dios para las naciones. Podemos
activar esta voz profética al conocer su voluntad por medio de una relacion íntima con él. La
comunión con el Espíritu Santo, a través del canal de la oración, activa las dinámicas espirituales en
nosotros. Sin comunión no hay movimiento de las aguas del Espíritu, y sin este movimiento es
imposible poder decretar la palabra de forma efectiva. La autoridad que viene de Dios fluye de una
relacion íntima con él.
El decreto profético es la consecuencia del toque del Espíritu Santo en nuestra boca. Hablar la palabra
no es el resultado de una fórmula que repetimos una y otra vez, sino el ejercicio que las comunidades
proféticas deben de poner en practica guiados por Dios. El decreto profético es especifico, inspirado y
tiene congruencia total con la palabra escrita de Dios.
“Extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: «He puesto mis palabras en tu boca.
Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y destruir, para
arruinar y derribar, para edificar y plantar.» Jeremías 1:9-10”
Un decreto profético es escrito por una persona que vive bajo autoridad, porque la naturaleza misma
del decreto es legal y jurídica. Todos pueden hacer declaraciones y hablar la palabra de Dios, pero no
todos viven sujetos a autoridad. El poder del decreto está en que la palabra que hablamos primero
gobierne nuestros corazones. Las palabras retienen el código genético y espiritual de las personas que
las hablan, por eso, lo legal no puede fluir de un corazón que no camina en orden.
Las personas que viven bajo autoridad saben que cada uno de sus movimientos deben ser de acuerdo a
la ley. Cualquier movimiento que puedan realizar que quebrante la ley los volverá ilegales, y por lo
tanto perderán su posición. El decreto tiene congruencia con las leyes vigentes en la palabra de Dios.
Para poder decretar proféticamente de forma efectiva, debemos conocer cuál es nuestra posición de
autoridad como hijos de Dios. No podemos conocer nuestra posición de reyes y sacerdotes sin tener
revelación de la palabra. La biblia es nuestro mayor marco jurídico y desde la revelación fluyen los
decretos proféticos. Cuando decretamos la palabra, estamos conectando nuestras palabras con el reino
de Dios y su autoridad.
En lo natural, los decretos jurídicos para poder entrar en vigencia deben de estar firmados por las
autoridades correspondientes. Si un decreto en lo natural no lleva todas sus firmas no puede establecerse
y publicarse legalmente. Los decretos proféticos deben de estar sellados con la sangre del cordero. La
sangre del cordero sello un pacto eterno con Dios, y este sello valida lo que declara nuestra boca. No
existe decreto profético que no esté establecido legalmente mediante un pacto. Debemos unirnos con
Dios a través del pacto de Jesús para poder declarar la palabra de forma jurídica. El pacto es la firma
que asegura que la palabra que estamos declarando se va a llevar acabo. Nuestro trabajo es declarar la
palabra de Dios de forma legal y jurídica y el trabajo del reino es darle cumplimiento. Los decretos se
cumplen porque llevan el respaldo de la palabra de Dios; nosotros no podemos darle cumplimiento a lo
que decretamos porque el elemento sobrenatural es el que se encarga de su cumplimiento. Declaramos
la palabra en obediencia, teniendo conocimiento de su perfecta voluntad y después descansamos en él
con fe. El decreto profético no es una forma de manipular la realidad y formarla a nuestro antojo. Porque
todas las cosas están sujetas a la voluntad de Dios y su voluntad está en su palabra. La confesión
profética no es hablar positivamente. El decreto profético es revelación, movimiento y relacion.
“Dios no está obligado a cumplir decretos que no salieron de su boca. Toda palabra decretada que
no esté en perfecta armonía con su palabra y voluntad se convierte en un hechizo de brujería”

LA PALABRA, SU PODER CREATIVO Y EL CUIDADO DE NUESTRA BOCA.


“Para siempre, oh SEÑOR, permanece tu palabra en los cielos. Salmos 119:89”
El reino de los cielos se define como una "Estructura para gobernar en orden, con justicia, poder y
esencia”. Todos los reinos de la tierra tienen un rey, una cultura, leyes y un mismo lenguaje. Así mismo
el reino de los cielos tiene características especiales de cultura, forma y gobierno. Una de las
características del reino, es su forma de hablar. Los códigos de lenguaje que Dios habla los dejo en su
palabra impresa; nuestra oración y vocabulario deben de estar llenos de estos códigos de lenguaje para
que puedan ser productivos y afectar las esferas espirituales. Lashon Hakodesh significa "lengua Santa"
y es el lenguaje con el que se escribió la biblia. Los hijos del reino hablan el mismo vocabulario que
habla el Espíritu Santo. Sin este vocabulario es imposible comunicarse con Dios de forma efectiva.
“BERESHÍT (Por el principio) BARÁ (creó) ELOHÍM (Dios) Alef-Tav (primero y último)
HASHAMÁIM (los cielos) VEÉT HAÁRETZ (la tierra). Génesis 1:1” Biblia Hebrea.
En el principio de la creación Dios formo todas las letras de la Torá y ellas fueron el plano arquitectónico
con el que la creación fue traída a la realidad natural (Alef, Tav, son la primera y última letra del
abecedario hebreo). La creación primero existió en la palabra de Dios de forma espiritual y después se
manifestó en lo natural. YHWH escribió la Torá, la hablo y dio a luz la creación por medio de la Torá.
La misma boca de Dios creo al mundo por medio de las palabras. La declaración profética primero se
manifiesta de forma espiritual por medio del habla y después con el pasar del tiempo se manifiesta en
lo natural. Nosotros debemos de mantener FIRME nuestro vocabulario profético, sin importar que cosas
podamos estar viendo, la confesión de nuestra boca no debe variar. Cuando nos conectamos con la
palabra de Dios nos conectamos con su esencia y esto solo se logra por medio de la fe. El que mantiene
su posición de fe mantiene firme la palabra dentro de sí.
“Hablar y crear es vivir en la imagen divina; hablar sin crear es negar esa imagen”
La creación responde a los códigos de lenguaje con las que fue formada, al hablar la palabra de Dios
estamos hablando a la esencia de las cosas creadas. En informática a esto se le conoce como “código
fuente”. El código fuente es el vocabulario con el que una computadora se programa para que pueda
funcionar correctamente. Los programadores acceden a este código para tener acceso a los algoritmos
desarrollados por sus creadores y así modificar o solucionar los problemas. Todo lo creado por Dios
ha sido programado para darle a él toda la gloria, hay un código oculto en la creación que tiene un
origen divino y espiritual. Los animales, la tierra, el universo y el hombre fueron formados por medio
de la palabra, por este motivo todo lo que Dios hizo tiene dentro suyo el código de la adoración.
La palabra de Dios no es solo un libro histórico donde quedo registrada la historia de Israel; la palabra
es el vocabulario y la voz de Dios para la actualidad. El verbo profético que el Espíritu Santo dejo en
cada palabra de la biblia, es la voz de Dios para los hombres actualmente. Todos los movimientos de
Dios para el presente y el futuro están escritos en su bendita palabra; en la biblia se encuentra el final
de los días del hombre y todo lo que sucederá en el futuro. La palabra escrita es inquebrantable y
gobierna a todos los hombres por igual sin importar si están de acuerdo o no. La palabra de Dios es
soberana y por medio de ella los hombres van a ser juzgados o redimidos en el día del juicio. La voz de
Dios quedo escrita en cada página de la biblia, por eso este libro tiene características sobrenaturales. Es
imposible que el ser humano viva fuera de la influencia de la voz escrita de Dios.
“El universo no sostiene a la palabra de Dios; la palabra de Dios sostiene al mundo. Si quitamos la
esencia de la palabra, el mundo dejaría de existir”
Si llenamos nuestro vocabulario con palabras de fe sobre nosotros descenderá la Shekina de Dios. No
existen palabras inocentes y sin contenido, porque todas las palabras tienen una intención detrás. El
sello del pensamiento es el vocabulario y cuando abrimos nuestra boca para hablar es imposible borrar
nuestras palabras. Debemos de tener un cuidado especial de nuestras palabras porque por medio de ellas
podemos crear y también podemos destruir. Imaginemos que nuestras palabras fueran un puño de arena
que tiramos al viento. Es fácil tomar la arena y soltarla al aire, pero seria imposible volver a recoger la
misma cantidad. De la misma manera, cuando no tenemos freno en nuestra boca y hablamos como los
incrédulos se nos dificulta detener el efecto de esas palabras habladas mal. La incredulidad hace difícil
que podamos conectar nuestro lenguaje con la esencia del cielo y recibir de él.
Debemos de mantener un vocabulario que le de gloria a Dios en todo momento y ser muy cuidadosos
con las palabras que hablamos. El Espíritu Santo tiene que convertirse en el filtro que examine todo
nuestro vocabulario, para evitar hablar palabras necias que nos conecten con ambientes espirituales
negativos. La única forma de detener el efecto negativo de las palabras habladas mal es el
arrepentimiento. Si llegamos a fallar en algún momento podemos correr al trono de la gracia a recibir
misericordia y el perdón de nuestros pecados. Si con nuestras palabras lastimamos a alguien -en la
medida de lo posible- debemos de pedir perdón a esa persona.
“Cuando no hablamos bien, no podemos orar bien”

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