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Cántico creado en 1757 por el creyente Robert Robinson, habla de la gracia de Dios.
Basado en 1 Samuel 7:12, su mensaje enterneció y alentó el corazón de muchos
cristianos en diversas partes del mundo.
El himno “Fuente de la vida eterna”, escrito por el autor inglés Robert Robinson en
1757, es uno de los cánticos cristianos más admirados a nivel mundial. Aunque su
mensaje espiritual ha enternecido y alentado el corazón de muchos evangélicos que han
entonado sus melodiosas palabras dándoles significado, la belleza de esta canción
resalta aún más cuando se descubre la cadena de acontecimientos asociados con sus
orígenes y se explora la trascendencia que ha logrado a lo largo de sus 258 años de
historia.
Robinson nació el 27 de septiembre de 1735, en la ciudad británica de Swaffham, en el
seno de un hogar cristiano pobre. Como cualquier familia, sus padres tuvieron elevadas
aspiraciones para su hijo. La esperanza de su madre Mary Wilkin era que un día pudiese
convertirse en pastor y predicar la Palabra de Dios. Sin embargo, esa posibilidad pareció
desvanecerse en 1740 cuando su padre murió inesperadamente. Entonces, con poco
dinero para sobrevivir, Wilkin ya no contó con las imprescindibles reservas para que
Robert fuese al colegio.
En 1752, tres años después de llegar a la capital de Inglaterra, Robert Robinson acudió
sin mayores expectativas a una reunión de reavivamiento espiritual convocada por un
concilio local. Sin embargo, el Espíritu Santo usó la incisiva predicación de George
Whitefield para cambiar por entero la dirección de su vida. Al respecto, anotó en su
diario lo siguiente: “nacido de nuevo el 24 de mayo de por la poderosa evangelización
de George Whitefield”. Después, a lo largo de tres años y siete meses, reafirmaría su
confianza en el Creador.
Escritor prolífico, Robert Robinson tuvo una larga trayectoria como misionero cristiano.
En sus más de treinta y cuatro años al servicio del Salvador lideró una iglesia en
Cambridge que llegó a congregar a más de mil seguidores de Jesucristo. El 9 de junio de
1790 el Señor llamó a su encuentro a este dedicado siervo que dejó un sinfín de
alabanzas entre las que se destacó el himno “Fuente de la vida eterna”.
Fuente de la vida eterna
y de toda bendición;
tu piedad inagotable,
abundante en perdonar;
te quisiéramos cantar,
de ellas te compadeciste
llénalos de tu verdad;
y de toda santidad.
Guíanos en obediencia,