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Es la ética que trata de dar razón del fenómeno moral a partir de propuestas de una vida

buena, contiene una idea de vida planificada y medios para conseguirla. Por ello es
denominada ética de bienes o de la felicidad. son éticas sustantivas en tanto que
proponen una forma de vida digna de ser vivida, dentro de una cosmovisión que ofrece
sentido global que puede tener signos religiosos o laico. Las éticas de máximos hablan
del bien, la felicidad, las virtudes y suelen dar consejos de prudencia para orientar las
acciones en general, estas éticas consideran que la vida tiene una finalidad que es su
plenitud, vivir bien y hacer el bien. En resumen, las éticas de máximos tienen una
propuesta de plenitud y un camino para lograrla. la ética de máximos es requerida tanto
por los individuos como por las sociedades culturales. es decir que un individuo puede
proponer un modelo de vida buena o seguir las que están presentes en su tradición. El
aspecto positivo de dicha ética es que ofrece todo un horizonte de sentido y realización
personal, dentro de un contexto interpersonal. el aspecto negativo puede mostrarse
cuando dichas propuestas anulan el valor del ser humano individual y de las libertades
personales. por ejemplo, en ese caso, no podría haber objeción de conciencia, donde el
individuo se negará a participar en actos que atenten contra la vida o dignidad de otros.
[ CITATION Lun12 \l 3082 ]

El pluralismo moral no es sólo un hecho social innegable en las sociedades con


democracia liberal, resultado de una muy concreta historia, sino que puede ser
un proyecto ético de la sociedad civil, siempre que se articulen bien la ética cívica y los
restantes proyectos morales. Para lograr una articulación semejante conviene aclarar qué
diferencia a la ética cívica de los demás proyectos éticos, y un buen modo de hacerlo
consiste en dar nombres a una y otros. En este sentido, considero que las expresiones
más adecuadas son las de "ética de mínimos" y "éticas de máximos"8. Se inspiran sin
duda en el modo de interpretar el fenómeno del pluralismo, del que viene haciendo gala
en el terreno filosófico el "liberalismo político" iniciado por John Rawls con su Teoría
de la justicia, y reforzado en el año 93 con Liberalismo político9, pero -a mi juicio-
expresan de forma más adecuada la diferencia entre la ética cívica y las demás éticas de
una sociedad civil y política que las expresiones empleadas por Rawls, "concepción
moral de la justicia para la estructura básica de la sociedad" (lo que yo denomino "ética
de mínimos") y "doctrinas comprehensivas del bien" (lo que denominó "éticas de
máximos"). El significado al que se refieren estas dos formas de ética es el siguiente.
Entre las distintas concepciones de vida buena, de vida feliz, que conviven en una
sociedad pluralista, se produce una suerte de “intersección”, que compone los mínimos
a los que nos hemos referido anteriormente. Es decir, todas esas cosmovisiones, todas
esas concepciones del hombre como persona integral y de su realización en la vida
social, se solapan y de ese solapamiento surge una zona de intersección. Sin embargo,
cada grupo puede fundamentar esos mínimos compartidos en premisas diferentes,
propias de su concepción de vida buena, de su forma de entender cuál es el sentido de la
vida: en premisas y máximos religiosos o no religiosos. A esas propuestas que intentan
mostrar cómo ser feliz, cuál es el sentido de la vida y de la muerte me parece adecuado
denominarlas "éticas de máximos", mientras que la ética de mínimos no se pronunciaría
sobre cuestiones de felicidad y de sentido de la vida y de la muerte, sino sobre
cuestiones de justicia, exigibles moralmente a todos los ciudadanos. La ética civil
contendría entonces aquellos mínimos de justicia por debajo de los cuales una sociedad
no puede caer sin perder su moralidad. Por eso, a mi juicio, la "fórmula mágica del
pluralismo” consiste en compartir unos mínimos de justicia y respetar activamente unos
máximos de felicidad y sentido vital. Lo cual no significa en modo alguno, como se
entiende con excesiva frecuencia, que los mínimos sean cosa del Estado, cosa de la
comunidad política, y los máximos hayan de quedar en una presunta vida privada que
compone el mundo de la sociedad civil. [ CITATION Cor03 \l 3082 ]

Entender las relaciones entre la ética civil y las éticas de máximos como las propias de
un juego de suma cero, en el que lo que unos ganan lo pierden otros, es erróneo. Para
llevar adelante una sociedad pluralista de modo que crezca moralmente en vez de perder
tono moral, las relaciones entre mínimos y máximos han de ser las propias de juegos de
no suma cero, en los que todos los jugadores pueden ganar, siempre que tengan la
inteligencia moral suficiente como percatarse de que lo que importa es crear un mundo
más humano, conjugando esfuerzos. Los juegos cooperativos, cuando el objetivo es
común, son sin duda más inteligentes moralmente que los conflictivos. En este sentido,
resultan sumamente fecundos los esfuerzos realizados para descubrir los elementos
morales comunes a todas las religiones, como los del Parlamento de las Religiones
Mundialesl1. Y también en este sentido resulta más interesante ir detectando los
mínimos compartidos desde las distintas tradiciones que imponerlos desde la cultura
política liberap2. Reforzar esos mínimos y ampliarlos es el mejor modo de evitar el P á
g i n a | 9 conflicto entre las civilizaciones que pronostica Samuel P. Huntington,
evitando que las éticas de máximos se utilicen como armas arrojadizas desde intereses
espurios. En este orden de cosas quisiera aventurar algunas propuestas que -a mi juicio-
podrían hacer de la articulación entre ética civil y éticas de máximos una articulación
justa con la naturaleza de las cosas y encaminada a potenciar el tono moral de las
sociedades, en vez de debilitarlo. Los mínimos se alimentan de los máximos Con la
relación de no absorción logramos únicamente una coexistencia tranquila, no una
auténtica convivencia pacífica de colaboración. Y en este punto conviene recordar que
los mínimos se alimentan de los máximos, es decir, que quien plantea unas exigencias
de justicia lo hace desde un proyecto de felicidad en el que cree, por eso sus
fundamentos, sus premisas, pertenecen al ámbito de los máximos. Ciertamente, existen
fundamentaciones filosóficas para la ética de mínimos, pero laspersonas en la vida
cotidiana no se mueven habitualmente por fundamentaciones de mínimos, sino por
proyectos de felicidad y vida buena. Por eso es preciso buscar las motivaciones últimas
en el ámbito de los máximos, con la conciencia clara de que también desde esos
proyectos es posible ir descubriendo nuevas exigencias de justicia que aumenten el
acervo mínimo. Fortalecer esos grandes proyectos, que no se defienden de forma
dogmática, sino que están dispuestos a dejarse revisar críticamente, es una de las tareas
urgentes en las sociedades pluralistas, porque los máximos alimentan los mínimos y
mantienen el pluralismo. A mayor abundamiento, los poderes políticos deberían
aprovechar, en el buen sentido de la palabra, el potencial dinamizador de los máximos.
Porque la política no es sólo el arte de eliminar problemas, sino sobre todo el de intentar
resolverlos de modo que la solución favorezca el bien de los ciudadanos. [ CITATION
Cor03 \l 3082 ]

Los máximos han de purificarse desde los mínimos Si los mínimos cívicos se alimentan
de los máximos y pueden encontrar desde ellos nuevas sugerencias de justicia, no es
menos cierto que con frecuencia las éticas de máximos deben autointerpretarse y
purificarse desde los mínimos. En el caso de la religión cristiana, por ejemplo, el
mandato del amor ha de encarnarse en la vida cotidiana, lo cual supone, como mínimo,
hacer elecciones justas. Un buen número de cristianos ha entendido sobradamente
exigencia tan obvia y, sin embargo, otros muchos -trátese de instituciones o de
personas-con la coartada de la caridad han olvidado la justicia, tal como la entiende una
ética cívica. El recuerdo de la Inquisición es en estos casos paradigmático, pero no es
preciso remontarse tanto en el tiempo porque ejemplos de lo dicho sobran en nuestros
días, en nuestros países y en nuestras profesiones. En todos estos casos se expresa una
nefasta tendencia: la de atentar contra exigencias de justicia pro causas presuntamente
de más elevado rango (amor, Estado, solidaridad grupal). Cosa que vienen haciendo
creyentes y no creyentes en la vida cotidiana. [ CITATION Cor03 \l 3082 ]

La ética de máximos es las éticas de la felicidad, es decir, se refieren al bien y la


autorrealización personal, pues intentan dar razón del fenómeno moral a partir de
propuestas de vida buena, contiene una idea de vida planificada y medios para
conseguirla. Esta ética propone una forma de vida digna de ser vivida dentro de una
visión religiosa o laica; y constituye el “momento teológico” de la ética.

RELACION ENTRE ÉTICA DE MÁXIMOS Y ETIAC DE MÍNIMOS:

La ética civil o mínima es la reflexión filosófica sobre los criterios que posibilitan la
convivencia pacífica de ciudadanos con distintas morales, esta ética pone de relieve
aquello común en las distintas morales, y sí hay rasgos comunes, ya que, para empezar,
las diferentes morales coinciden en ser adhesiones personales desde las que se pretende
orientar el obrar humano. La ética civil es una ética mínima porque no dicta todas las
normas a seguir, sino sólo -es un "sólo" de modestia, que no de falta de importancia-
aquellas normas exigibles a todos los ciudadanos para crear una convivencia humana, o
sea, la propia de una sociedad que respeta los seres humanos. La ética civil o mínima
habla de lo correcto y justo, pero sin agotar el tema de lo bueno, de lo que planifica al
ser humano, o sea, de la felicidad. La ética de máximos, en cambio, es la reflexión
filosófica sobre los criterios que, una vez garantizada la convivencia de los ciudadanos,
propugna un determinado estilo de vida buena, de vida feliz; ahora bueno es más que
correcto, justo o debido, es algo deseado como fuente de satisfacción personal. Lo
debido es aquello que, por pura coherencia con las condiciones de posibilidad de todo
querer, no podemos dejar de desear, más el deseo de felicidad no lo vive como
plenamente satisfactorio porque, siguiendo la etimología, no hace lo suficiente. Sin
embargo, toda ética de máximos lo es, al mismo tiempo, de mínimos, pues una felicidad
injusta es un absurdo moral -una contradicción ética-, dado que la felicidad, por
definición, es vida buena. Pero más allá de los mínimos de justicia, más allá de la
convivencia, se apuesta por una concepción determinada de la felicidad, se llevan a
cabo opciones concretas en aras de una vida plena.[ CITATION Ste15 \l 3082 ]

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