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Ciudad de México para un viajero bogotano: Paralelos y cotidianidad

Ser habitante de una capital y viajar hacia otra fuera del país puede generar un déjà vu
debido a algunas cosas que se comportan de manera equivalente. En general, la diversidad
cultural, la forma en que se movilizan las personas en su devenir cotidiano, algunos lugares
o hasta el trabajo informal crean la sensación de ya haber vivido lo mismo. No obstante, de
forma particular las diferencias entre las ciudades son notables y la riqueza cultural que se
ofrecen en ambas son inconmensurables. A continuación, algunos ejemplos del por qué se
llega a sentir que no se está muy lejos de casa cuando se viaja de Bogotá a Ciudad de
México.
Por un lado, para los chilangos y cachacos (nombres como se conocen a los oriundos de
CDMX y Bogotá respectivamente) es evidente la oportunidad de acceder a la diversidad
pues su hogar es el lugar en que se agrupan diferentes rasgos de las demás ciudades y
territorios que pertenecen a la misma nación. Muestra de esto a nivel gastronómico es la
venta de las tlayudas en algunos puestos callejeros de la Ciudad de México, estas son un
alimento de origen prehispánico provenientes del Estado de Oaxaca ubicado al sur de
México, es una gran tortilla de maíz nixtamalizado con grasa de cerdo, carne de res asada,
“quesillo” o queso oaxaca, repollo y por supuesto salsa picante, su precio es de 20 a 60
pesos mexicanos (1 a 3 dólares). En Bogotá se encuentran platos como la bandeja paisa o
mamona a la llanera, a 20.000 pesos (7 dólares aproximadamente), que son procedentes de
distintas partes del país a precios muy cómodos y accesibles. También se puede hallar en
puestos callejeros de la CDMX los chapulines y en varios restaurantes una sopa muy
famosa y autóctona conocida como pozole, sus respectivos paralelos en Bogotá podrían ser
las hormigas culonas y el mute. Estas coincidencias culinarias hacen que un habitante de la
CDMX y uno de la capital colombiana puedan conocer algo de su país a través de la
diversidad que encuentra constantemente en su propia ciudad.
Por otro lado, son análogos también aspectos como el transporte o lugares muy comunes
como la carrera Séptima en Bogotá y la Calle Francisco I. Madero, el Correo Mayor y San
Victorino. Con respecto al transporte, en la Ciudad de México sí existe el metro y en
Bogotá aún no, pero hay patrones que se comparten, ya que se replican los mismos
inconvenientes: tráfico lento, excesiva venta ambulante, inseguridad, etc. Ahora bien, la
Séptima y la Calle Madero son largas peatonales que están ubicadas en el centro de ambas
ciudades y usualmente las transitan multitudes de personas buscando un lugar para comer o
comprar algún producto, también muchas personas dan color y un toque de festividad al
estar disfrazadas, interpretando instrumentos o realizando algún acto casi circense para
ganarse la vida. Por su parte, San Victorino en Bogotá y el Correo Mayor en CDMX son
mercados de múltiples locales y productos de incierta proveniencia en los que se
encuentran desde cortaúñas y peines para el cabello hasta herramientas para la
construcción, a muy buenos precios pero ideal para recatear.
Otro aspecto recurrente en ambas ciudades es el exceso de informalidad laboral que se
logra ver y hasta escuchar, pues si se tiene la grandiosa oportunidad de estar hospedado en
algún barrio popular, en horas de la mañana en CDMX se puede escuchar lo siguiente: “Se
compran colchones, refrigeradores o algo de fierro viejo que venda…” desde el altavoz de
una camioneta que recorre las calles. En Bogotá sucede algo muy similar: “chatarra, cobre,
aluminio, se compra…” es usualmente lo que despierta a algunos habitantes de los barrios
populares.
Un viajero bogotano en Ciudad de México se maravillará por la arquitectura de sus
edificios más emblemáticos, por las pulquerías, por los mercados artesanales, por las luchas
libres en las plazas de la ciudad, por los vestigios de civilizaciones prehispánicas, por los
tacos al pastor, pero no dejará de sentir que no está tan lejos de casa por cosas tan
cotidianas como el encuentro constante con la diversidad, el transporte, lugares que
aglutinan multitudes y ciertos sonidos que son pieza clave de la composición del paisaje
urbano.

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