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INTRODUCCIÓN
Existe una interesante temática que cuenta con unos cuantos años
de discusión doctrinaria tanto nacional como extranjera y que se viene
consolidando día a día, cual es el instituto de la pena natural.
CONCEPTUALIZACIÓN
ATRIBUCIÓN LEGISLATIVA
Siendo una cuestión delegada por las provincias todo lo referido a la
legislación de fondo, entre la que se contempla, la creación del Código
Penal (art. 75 inc. 22 CN) y expresamente vedada a las provincias (art. 126
CN), no pueden éstas regular la temática, cuanto menos de manera directa,
pues de lo contrario las provincias derogarían aquella potestad soberana y
constitucional de establecer las penas, tarea ésta que se encuentra en
cabeza del Congreso Nacional.
De este modo, nada impide que la cuestión sea regulada por las
provincias como un principio de oportunidad que permita prescindir de la
acción penal frente a supuestos en que el padecimiento del autor derivado
del hecho, sea igual o superior al de la pena que eventualmente le
correspondería de ser condenado en un juicio.
Ésta razón es la que hace me pensar que ningún sentido tiene esperar hasta
la etapa de debate y decisión, máxime con todo lo que conlleva la
tramitación integral de un proceso. El enjuiciamiento penal, no solamente
supone un desgaste jurisdiccional injustificado en casos de pena natural,
sino que además implica la generación de mayores trastornos al inculpado,
cuando se sabe casi con certeza o con una probabilidad elevada que el
aseguramiento de la pena devendría desproporcionada y desventajosa.
DAÑOS COMPRENDIDOS
Parece quedar claro que comprende cualquier daño que el autor tenga que
soportar con motivo del delito, que implique una compensación de su
retribución por culpabilidad, total o parcialmente. Este daño debe tener una
entidad suficiente que lo haga equiparable a la pena forense.
Suele admitirse cuando estos males no solo son físicos sino psíquicos tal el
caso del progenitor que por su imprudencia en el manejo de vehículos
causa lesiones o la muerte de en ser querido. Vale decir entonces,
comprende cualquier pérdida de bienes que el delito le ocasione al infractor
y que a la vez, esa pérdida, pueda ocupar el lugar de la pena legal. Toda
perdida, sea moral, física o material, puede servir a los efectos de la pena
natural.
En tal aspecto, siendo las secuelas del acto delictivo posiblemente no sólo
más perjudiciales que el beneficio a obtener por el ilícito, sino incluso más
perniciosos que la pena estatal, será motivo suficiente para que una
mayoría elevada se distancie de determinadas conductas como lo explica el
autor alemán.
Además, el sujeto deberá aprender a convivir sin el bien del que con
anterioridad gozaba plenamente (tal como sucede con la libertad cuando
ésta es limitada temporalmente por la condena) y cuya perdida fue
ocasionada naturalmente a consecuencia del delito. Sin temor a
equivocarme, los efectos de la quita desplegada por el ilícito, que puede ser
física, material o espiritual, tendrán un tratamiento aleccionador mucho
mejor y efectivo que el desempeñado por el mismísimo tratamiento
penitenciario, que dicho sea de paso, es criticado hasta el cansancio por
atribuírsele que no consigue los efectos deseados.
Poco puede agregarse sobre de las teorías mixtas al respecto, pues son,
como la misma palabra lo indica, una “mixtura” de las teorías que se acaban
de desarrollar. En lo esencial, basta referir que ambas fueron sometidas a
críticas, positivas como negativas. La simbiosis se consigue entonces,
reuniendo en una teoría los aspectos indemnes de las absolutas y relativas,
para decir que la pena natural sirve a la retribución del hecho cometido y
cuando no alcance, el quantum de la pena no podrá desconsiderar el
sufrimiento que el delito le ocasionó al autor, salvo que por la inexistencia de
motivos preventivos sea innecesaria la aplicación de una sanción penal, ya
sea por insignificancia del bien jurídico lesionado o por la presencia de la
duda en relación a la necesidad de la pena.
PRINCIPIOS INVOLUCRADOS
Equidad
Humanidad
Proporcionalidad
Uno de los más grandes maestros del Derecho Penal que la historia
ha dejado, el italiano Cesare Beccaria, partiendo de la base de que el fin de
las penas no es atormentar y afligir un ente sensible, ni deshacer un delito
ya cometido; argumentó que la finalidad de la pena no es otro que impedir
al reo causar nuevos daños a sus ciudadanos, y retraer los demás de la
comisión de otros iguales, para luego aseverar que: “deberán ser
escogidas aquellas penas y aquel método de imponerlas, que guardada la
proporción hagan una impresión más eficaz y más durable sobre los
ánimos de los hombres, y la menos dolorosa sobre el cuerpo del reo”.
CONCLUSIÓN
Queda claro entonces que una sanción penal en un caso como el del
tema expuesto, no es más que un castigo de los proscriptos por nuestra
Constitución Nacional en su artículo 18. Vence todos los límites de Superior
Jerarquía Legal lo que significa lisa y llanamente la pulverización del
Individuo y del Estado de Derecho.
30/07/2013