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Recensiones

m a materia, o acuerdos delimitadores de los nos generales me parece haberlo logrado.


poderes financieros del prelado y las institu- N o obstante, se m e ha ocurrido cotejar con
ciones, o de aquél y sus clérigos...» (pp. el original latino {Opera omnia, V , col. 33)
3 9 6 - 3 9 7 ) . Restricción de poca monta, cuan- los dos textos de la nueva traducción citados

do se tiene en cuenta que la obra de Pablo en las páginas 2 9 y 3 0 de la Introducción, y

Díaz Bodegas rotura un terreno arduo de he advertido en ellos sendos descuidos, que

por sí: tarea que, por cierto, ha llevado a pudieran considerarse como un toque de

término con magistral acierto. Pero es el in- atención para sucesivas ediciones.

conveniente de las obras bien hechas: que N o sé si habrá sido un acierto el dejar
dejan abierto el apetito y exacerbada el en su ser, o sea, sin verter al castellano, la
ansia de nuevas contemplaciones. Porque frase más conflictiva y polémica de este li-
— c o m o dijo el S a b i o — no se cansa el ojo de bro, origen circunstancial de su fama; me
ver, ni el oído de oír. refiero a la emblemática: monachatus non est
pietas.
E . de la Lama
Pasemos ahora a las anotaciones críticas
y bibliográficas, tanto de la Introducción c o m o
de la traducción. M e r e c e n sincero elogio las
Erasmo DE R O T T E R D A M , Enquiridion. Ma-
notas explicativas de las alusiones mitológi-
nual del caballero cristiano, introducción, tra-
cas y de algunas de las citas de los autores
ducción y notas de Pedro Rodríguez Santi-
paganos grecolatinos, aunque supongo que
drián, BAC («Minor», 79), Madrid 1995,
las limitaciones de espacio requeridas por la
269 pp. colección «minor» habrán impuesto en este
asunto un riguroso criterio de sobriedad.
Discípulo del Prof. José Luis Abellán, C o n todo, echo en falta una escueta indica-
Pedro Rodríguez Santidrián, que ya nos ha- ción de las fuentes comprobadas en que
bía obsequidado, hace unos años, con una Erasmo se inspiró y de los autores contem-
traducción castellana de El elogio de la locura poráneos o inmediatamente precedentes que
(Madrid 1993), publica ahora una nueva trataron temas semejantes y con idéntico ta-
versión del Enquiridion. L a antigua, del pa- lante, porque de lo contrario Erasmo emer-
lentino Arcediano del A l c o r , reeditada por gería c o m o quebrando el proceso de la his-
Dámaso Alonso, es de difícil acceso y no toria. Me explico con dos ejemplos. El
vierte el auténtico pensamiento de E r a s m o , pensamiento de que la verdad, se halle don-
aunque ése es el Erasmo conocido en el s. de se halle, es de Dios y que, por tanto, en-
XVI español. La edición erasmiana que caja siempre con la fe cristiana, es literal-
acaba de publicarse se divide en dos partes: mente agustiniano; muy anterior, pues, a
una Introducción de cincuenta páginas, que nuestro humanista. En cuanto a la crítica a
serán objeto de especial atención en esta re- los excesos de la religiosidad externa, tam-
seña, y el texto de la traducción del Enchiri- bién tiene sus precedentes: Gerson, por
dion. ejemplo, ya había criticado, con no menor
virulencia que E r a s m o , esos excesos.
V a y a m o s , ante todo, a la traducción. El
traductor dice ser «el primero en ver la dis- Continuando con las notas a pie de pá-
tancia entre el original erasmiano y la ver- gina, a mi entender deberían ser corregidas,
sión española que presenta» ( p . 4 8 ) . Es difí- en próximas ediciones, al m e n o s , las notas 4
cil, en efecto, trasladar el estilo nervudo e de la pág. 5 6 ; la 2 9 de la 7 3 ; la 16 de la
incisivo del Roterodamense. Pero en térmi- 1 2 7 ; la 5 de la 2 5 1 ; y las 7 y 8 de la 2 5 3 .

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Recensiones

T o d a s estas son notas explicativas del texto de cualquier idea de libertad, de tolerancia,
erasmiano. A d e m á s , habría que sustituir las etc., que se halle en los autores españoles o
notas 62 y 6 4 de la Introducción por sendas americanos a partir de 1550. Hace unos
referencias a J e a n - C l a u d e M a r g o l i n , Erasmo, años (cfr. RevEspTeol 44 [1984] 397-439),
humanista cristiano, entrevista publicada en pude ocuparme de este tema, y señalé que
« 2 0 0 0 años de Cristianismo», Madrid 1979, — a m i p a r e c e r — incluso el m i s m o Bataillon
V , p p . 2 4 y 2 5 respectivamente. A s í m i s m o , podía haber sido víctima de sus propios pre-
albergo dudas de que las palabras puestas juicios, interpretando a priori sub specie Eras-
en boca de E r a s m o , en la p. 45 de la Intro- mi al Maestro Venegas. Otro tanto intuí,
ducción, sean de él y no más bien del citado diez años más tarde, al preparar la edición
Margolin, que hablaba de memoria. crítica de la obra de fray J u a n de Z u m á r r a -
ga Regla cristiana breve ( P a m p l o n a 1 9 9 4 ) . Por
V e a m o s ahora algunas de las tesis sos-
ello, me habría gustado ver citados, en la
tenidas por el traductor. L a Introducción, he-
Introducción, j u n t o con la bibliografía mane-
cha al aire de Marcel Bataillon, especial-
jada por el traductor, otros estudios que
mente al de su famoso Erasmo y España, y al
de El erasmismo español de José Luis Abellán, puntualicen las generalizaciones de Batai-

rezuma el vigor apologético y el empuje llon, como, por ejemplo, el artículo de

proselitista común entre los erasmistas. El Eugenio Asensio, El erasmismo y las corrientes

autor, en efecto, se considera llamado «a espirituales afines (1951).

saldar la deuda que los españoles tenemos


con R o t e r o d a m o » , y « m e place también sa- I. A d e v a Martín
ber que he intentado cerrar un abismo de
cuatro siglos en la traducción del Enquiri-
dion. Y espero que sea el inicio de una pre- José Miguel E S P I N O S A S A R M I E N T O , El Se-
sencia de la gran obra del príncipe de los minario de El Escorial en tiempos de San Antonio
humanistas en nuestros días» ( p . 48). Este Marta Claret (1861-1868), EUNSA («Colec-
propósito, al que no regateo ningún aplau- ción Ciencias de la Educación»), Pamplona
so, m e estimula a esbozar alguna considera- 1995, 210 pp.
ción —necesariamente breve por exigencias
de la revista— sobre las cincuenta páginas
En los últimos años han ido aparecien-
de Introducción.
do — n o sólo en España; también en Fran-

Me ceñiré al erasmismo español, que, cia, Portugal, Italia, Inglaterra— estudios

c o m o Aquiles a H o m e r o , ha tenido en M a r - diversos sobre seminarios o colegios eclesiás-

cel Bataillon al cantor de sus glorias. Es tan- ticos, que demuestran un notable interés de

ta la documentación que este benemérito rango histórico en contraste con el desafecto

hispanista acumula, son tantos los descubri- real que dedica a tales instituciones la socie-

mientos que presenta y es tan sincera la de- dad europea de finales de siglo. Baste pen-

voción que profesa y contagia al Roteroda- sar — s i n ánimo de exhaustividad— en tra-


mense, que insensiblemente genera una bajos como el de Antón Pazos sobre el
aceptación confiada y acrítica de sus afirma- Seminario de P a m p l o n a , el de Enric Subirá
ciones, hasta el punto de generar cierta for- i Blasi sobre el Seminario de Barcelona, o el
m a mental o m o d o de interpretar la realidad de A l d o G i r a u d o sobre el ambiente clerical
española súb specie Erasmi. Tal mentalidad de T u r í n en el primer tercio decimonónico,
acude sin más al criptoerasmismo o al eras- para valorar la fuerza evocadora de unas pá-
m i s m o soterrado, para explicar la presencia ginas, que hablan en época de gran sequía

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