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Módulo 1

Una aproximación genealógica e histórica a la constitución del discurso ético 1

1. Una aproximación genealógica e histórica a la constitución del discurso ético

1.1 Análisis genealógico e histórico del discurso ético. La Ética como filosofía práctica tendiente a especificar y fundamentar el mundo
de la vida

“Predicar moral es fácil; fundamentarla es difícil” (Schopenhauer, citado por Maliandi, 2009, p. 18)

¡Bienvenido a la lectura introductoria de Ética y Deontología Profesional! Comenzaremos esta primera aproximación a la materia
aclarando, en primer lugar, por qué consideramos importante comenzar nuestro estudio acerca de la Ética preguntándonos por su
genealogía.

Y lo hacemos de este modo, porque partimos del supuesto de que no existe una única historia posible acerca de la Ética, ni una única
manera de definir cuáles son las fronteras entre el discurso ético y otros discursos con los que está relacionado, a partir de los cuales la
Ética se constituye y reconstituye. Así, por ejemplo, y tal como veremos en extenso más 2

adelante, mientras que para los griegos la Ética consistía fundamentalmente en la búsqueda de la vida buena o la felicidad, para los
modernos, en cambio, y de acuerdo con los postulados de Immanuel Kant, la Ética se ocupaba de todo aquello vinculado con nuestros
deberes u obligaciones, independientemente de la felicidad o placer que tal cumplimiento nos reporte. Por su parte, para la filosofía
anglosajona contemporánea, el campo de la Ética se reduce al estudio del lenguaje moral (Guarilgia y Vidiella, 2011).

Es por ello que, para transitar este camino inicial, deberemos primero reconocer que la historia de la Ética como disciplina filosófica no
obedece a un desarrollo lineal sino que, por el contrario, es un camino plagado de contradicciones y de visiones, incluso a veces
contrapuestas, acerca de lo que debemos considerar como Ética, su objeto de estudio y el método más apropiado para llevar a cabo
esta tarea. En definitiva, te proponemos reconocer que no existe una única manera de responder a la pregunta ¿qué es la Ética?

Por otro lado, consideramos importante aclarar ¿de qué hablamos cuando nos proponemos un análisis genealógico e histórico del
discurso ético? De acuerdo con Albano (2004), “el método genealógico procura describir los funcionamientos del poder, sus
dispositivos, el complejo espesor de relaciones que surgen a partir de su práctica efectiva” (pp. 25-26). Y es inseparable del método
arqueológico, esto es, aquel que procura “establecer el espacio preciso de la producción discursiva en el marco mismo del discurso, es
decir, sin apelar a ninguna formación meta-discursiva” (Albano, 2004, p. 25). Ambos métodos han sido tomados del filósofo francés
Michel Foucault (1926-1984), quien oportunamente los trasladara al estudio de temas como la verdad, la sexualidad o la locura. En
nuestro caso, aplicaremos la genealogía al estudio de la Ética como discurso normativo.

Y ¿Qué es un discurso? Llamamos discurso al “conjunto de todos los enunciados en tanto dependen de una misma formación
discursiva” (Albano, 2004, p. 66), mientras que por formación discursiva entendemos:

[El] conjunto de reglas, enunciados y objetos que responden a un régimen propio de formación, emergencia, aparición y constitución.
La formación discursiva no es inmóvil, sino que se encuentra expuesta a una permanente transformación, fruto de la interacción e
intercambio con otros discursos con los que establece un sistema de intercambio, interconexión, atravesamiento, superposición y
ruptura. (Albano, 2004, p. 64). 3

¿Por qué considerar a la Ética como un discurso?

Porque al igual que otros discursos normativos, como la Moral y el Derecho, la Ética apela al lenguaje como “el intermediario mediante
el cual se formula públicamente aquello en que consisten las obligaciones de cada uno” (Guariglia y Vidiella, 2011, p. 20). Por lo tanto,
Ética, Moral y Derecho tienen que ver con nuestras obligaciones compartidas, es decir, con aquellas obligaciones que derivan de
nuestra vida en común y apelan al lenguaje como intermediario para la transmisión de estas obligaciones entre los miembros de un
grupo social y entre generaciones.
Pero, ¿son lo mismo Ética y Moral? ¿Cuáles son sus diferencias? Aunque ambas comparten una etimología común y en el uso corriente
solemos utilizar ambos términos como sinónimos, en el plano de la Filosofía debemos diferenciarlos. De acuerdo con Maliandi,
reservamos el término Ética para referirnos a la “tematización sobre el ethos” (2009, p. 17), mientras que la Moral refiere a lo
tematizado (el ethos en sí mismo).

Y ¿qué es el ethos? En palabras de Maliandi (2009), “en el lenguaje filosófico general, se usa hoy ‘ethos’ para aludir al conjunto de
actitudes, convicciones, creencias morales y formas de conducta, sea de una persona individual o de un grupo social”. El ethos, por lo
tanto, es un fenómeno ineludible de la vida humana; forma parte de lo que Maliandi llama la “facticidad normativa” (p. 20).

Exploremos un poco más acerca de este concepto. Desde que nacemos hasta que morimos nuestra vida está sometida a innumerables
normas de distinto tipo. A diferencia de los animales, que sólo pueden obedecer a sus instintos, los seres humanos tenemos voluntad y
libertad, podemos hacer, como sostiene Bauman (2007), las cosas de otro modo, y en este sentido somos productores de cultura.
Ahora bien, no todos los seres humanos hacemos las cosas del mismo modo. Tenemos nuestras propias pautas culturales para
satisfacer nuestras necesidades básicas de alimentación, vestimenta y afecto. Por mencionar sólo un ejemplo, en la mayoría de las
sociedades occidentales, el consumo de carne vacuna forma parte de la alimentación diaria, mientras que en sociedades de países
como la India el sacrificio y el consumo de carne de res son considerados tabú.

Entre los elementos ineludibles del ethos se encuentran las normas y los valores, entendiendo por normas a “las reglas y expectativas
sociales a partir de las cuales una sociedad regula la conducta de sus miembros” (Macionis y Plummer, 1999, p. 112); y valores a los
“modelos culturalmente definidos con los que las personas evalúan lo deseable, bueno o bello, que sirven de guía para la vida en
sociedad” (Macionis y Plummer, 1999, p. 112). 4

Esta facticidad normativa, expresada en normas y valores, es un hecho fácil de verificar en nuestra vida diaria, como así también lo es
su diversidad y las divergentes maneras que existen de juzgar una misma conducta como buena o mala, correcta o incorrecta,
dependiendo del contexto social y cultural de que se trate. Así, por ejemplo, en la antigüedad se consideraba a un eructo una buena
costumbre, un símbolo de satisfacción frente a los alimentos consumidos, mientras que hoy esa costumbre está prácticamente
erradicada y mal vista en ciertos círculos sociales. Lo mismo ocurre con ciertas prácticas sexuales vigentes durante la Edad Media, como
los cinturones de castidad o el derecho de pernada del señor feudal (Beller Taboada, 2006). Bastan estos ejemplos citados para
demostrar cómo las normas sociales y los valores que las sustentan pueden ir variando de una sociedad a otra y de un momento
histórico a otro. De esta pluralidad fáctica del ethos surgen la duda y la reflexión, sostiene Maliandi (2009).

Cuando se advierte que no todos opinan unánimemente sobre lo que se “debe hacer”, surge la duda, la pregunta básica acerca de qué
se debe hacer, y –en caso de que se obtenga para ello alguna respuesta- la de por qué se lo debe hacer. Con este tipo de preguntas se
inicia entonces la ética filosófica, que representa la continuación sistemática de la tematización espontánea: en ella se procura
explicitar (“reconstruir”) los principios que rigen la vida moral, es decir, se intenta fundamentar las normas. (Maliandi, 2009, p. 23).

Si volvemos a nuestra pregunta inicial acerca de las diferencias entre el discurso ético y el discurso moral, podríamos decir entonces
que, mientras la Moral nos brinda una respuesta a la pregunta ¿qué debo hacer? Sobre la base de las costumbres, normas y valores
vigentes en una sociedad en un momento determinado de su historia, por su parte, la Ética reflexiona acerca de los fundamentos de la
Moral, es decir, procura dar respuesta a la pregunta ¿por qué debo obedecer?

En este esfuerzo reflexivo de la Ética por fundamentar las normas y valores morales, el discurso ético busca no sólo afirmar, consolidar,
sostener y legitimar nuestros principios morales, sino también cuestionar, develar y esclarecer tales principios. Es por ello que la
reflexión ética es inseparable de la crítica. Fundamentación y crítica son, en opinión de Maliandi (2009), tareas opuestas pero
complementarias, en la medida que la consolidación de las normas y valoraciones morales será mucho más fuerte cuantos más
embates por parte de la crítica pueda resistir. Volveremos sobre este tema de la crítica en apartados posteriores cuando desarrollemos
la teoría de 5

Kant, ya que constituye un tema crucial para la Ética normativa. Por lo pronto, solo diremos -retomando a Michel Foucault, con quien
iniciamos esta lectura- que, para este autor, la crítica debe ser genealógica en su finalidad y arqueológica en su método.

Arqueológica --y no transcendental-- en el sentido de que no buscará identificar las estructuras universales de todo conocimiento o de
toda acción moral posible, sino que tratará a los discursos que articulan lo que pensamos, decimos y hacemos como eventos históricos.
Y esta crítica será genealógica en el sentido de que no deducirá de la forma de lo que somos, aquello que nos sea imposible hacer o
conocer, sino que desprenderá de la contingencia que nos ha hecho ser lo que somos, la posibilidad de no seguir siendo, pensando o
haciendo lo que somos, hacemos o pensamos. (Foucault, 1994, p. 14).

Por su parte, los autores Guariglia y Vidiella (2011) distinguen las fronteras entre la Ética y la Moral apelando a la diferenciación
conceptual entre moral positiva, moralidad y moral crítica, entendiendo por moral positiva al conjunto de preceptos y reglas de
conducta que afectan a un grupo humano determinado. En este sentido, el término moral estaría restringido al ámbito de un grupo o
institución social. Por moralidad, en cambio, entienden nuestra capacidad para juzgar acerca de la adecuación o no de una acción
determinada a la concepción moral del grupo. Finalmente, por moral crítica comprenden el conjunto de principios y normas
universalmente válidos a partir del cual juzgamos dichas conductas. Es decir que la moral crítica, a diferencia de la moral positiva, sería
aquella que apela a ciertos criterios objetivos y universalmente válidos y que exceden los marcos restrictivos de las distintas morales
positivas. En tal sentido, podríamos concluir que la moral crítica es equivalente a la Ética, en tanto esfuerzo por fundamentar
racionalmente las normas y valores morales.

En un sentido similar, Aranguren (1994) distingue entre moral vivida, lo que aquí hemos llamado moral a secas o moral positiva, y
moral pensada que sería el término equivalente al de la Ética como reflexión acerca de lo moral.

Veamos nuevamente estas diferencias con un ejemplo. En septiembre de 2013 la noticia de una niña yemení de 8 años que habría
muerto en su noche de bodas causó un gran revuelo internacional y puso en cuestionamiento la validez de esta costumbre y sus
fundamentos. Pese a 6

que la noticia fue desmentida luego por las autoridades de Yemen, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se calcula que cada
día se casan 39.000 niñas menores de 18 años (Infobae, 2013). Esto abre el interrogante desde el punto de vista ético acerca de la
moralidad de este tipo de práctica, sobre todo si tomamos como criterio, por ejemplo, los derechos universales de los niños y niñas, y
no los fundamentos culturales y religiosos de Yemen que sustentan sus prácticas. Dicho en otros términos, desde el punto de vista de la
moral positiva, se trata de una práctica correcta, ligada a costumbres ancestrales y con fundamento religioso. Ahora bien, desde el
punto de vista ético, en cambio, podemos cuestionar la validez de estos fundamentos teniendo en cuenta los derechos universales de
niños y niñas.

Imagen 1: Foto galardonada de National Geographic 2011 que retrata las bodas arregladas en Yemen.

Fuente: Infobae, 2013. Recuperado de http://goo.gl/zMcGk4

¿Cuál es tu opinión personal respecto a este tipo de prácticas como las bodas de niñas menores de edad con varones adultos o la
prohibición de estas niñas al acceso a la educación en algunas partes del mundo?

¿Crees que podemos apelar a ciertos criterios universales para cuestionar/criticar este tipo de prácticas? 7

Por lo expuesto, podríamos concluir que la Ética es aquella disciplina filosófica “que pretende acceder de modo discursivo y reflexivo al
fenómeno moral” (Guariglia y Vidiella, 2011, p. 23). Ello supone un doble esfuerzo -tal como veremos en la lectura del Módulo 2-, ya
que se trata de reflexionar sobre nosotros mismos, es decir, mirarnos a nosotros mismos, nuestras prácticas y costumbres más
arraigadas con una actitud crítica. Esto no siempre es tarea fácil, sobre todo cuando se trata de reflexionar acerca del ethos en el que
hemos sido socializados, y, por ello mismo, tendemos a naturalizarlo. Pensemos, por ejemplo, ahora ya no en el matrimonio entre niñas
y adultos varones, sino en la vigencia y en la validez del matrimonio heterosexual en nuestras sociedades contemporáneas. ¿Hasta qué
punto sigue siendo válido, hoy en día, el argumento de la reproducción y la necesidad de conservación de la especie humana para
sostener el matrimonio heterosexual? ¿Violan algún principio ético universal las nuevas configuraciones familiares madre-madre,
padre-padre? ¿Son éticamente reprochables las técnicas de reproducción asistida que de algún modo contribuyen a estas nuevas
configuraciones?

Cuando nos planteamos este tipo de preguntas desde el punto de vista de la Ética, deberemos pasar del nivel prereflexivo del ethos al
nivel reflexivo. En el primero, nos dice Maliandi (2009), “nos encontramos con la normatividad pura, no cuestionada aún, la conducta
ajustada a determinadas normas, simplemente y las maneras de juzgar tal conducta, especialmente cuando ésta se aparta de aquellas
normas” (p. 47). Mientras que en el nivel reflexivo, en cambio, que es el propio de la Ética normativa, nos encontramos con el esfuerzo
racional y sistemático por esclarecer qué es el ethos y explicitar cuáles son sus fundamentos. En este sentido, Maliandi (2009) afirma
que la Ética es la encargada de realizar una reconstrucción normativa, ya que se trata del esfuerzo sistemático por explicitar un saber
pre-teórico o pre-filosófico que toda persona ya posee por el simple hecho de constituirse como un ser racional. En definitiva, la Ética
parte de un tipo de saber pre-reflexivo, el saber moral, y como éste ya es parte del ethos, la Ética con su tematización reconstruye al
ethos.

Ahora bien, si todos, en tanto seres racionales, conocemos de manera intuitiva cómo debemos comportarnos en sociedad, ¿qué
sentido tiene la Ética? ¿Vale la pena este esfuerzo reflexivo? Maliandi (2009) apelando a Kant responderá que sí, dado que “el saber
ingenuo del deber puede ser víctima por parte de las naturales inclinaciones” (p. 30).

Dicho en otros términos, los seres humanos tendemos a racionalizar y justificar nuestras conductas. Y muchas veces tendemos también
a autoengañarnos. Por lo tanto, es tarea de la razón domar nuestras inclinaciones naturales y convertirlas en aliadas del deber. En
definitiva, la razón no sólo cumple una función teórica, a saber, conocer el mundo de los fenómenos, sino también práctica, ya que nos
ayuda a determinar cómo 8

nos debemos comportar en sociedad. Es por ello que el ámbito propio de la Ética es el de la “filosofía práctica” (Maliandi, 2009, p. 30).

¿En qué sentido la Ética es normativa y práctica a la vez? Tal como veremos a continuación, al referirnos a los niveles de la reflexión
ética, la Ética normativa es “la búsqueda de los fundamentos de las normas y valoraciones” (Maliandi, 2009, p. 54) y corresponde al
segundo nivel de reflexión ética, luego de la reflexión moral (que es pre-filosófica). Sin embargo, la Ética es normativa sólo de un modo
indirecto, ya que ella misma no prescribe las normas morales sino sólo reflexiona acerca de ellas. Dicho en términos de Hartmann
(citado por Maliandi, 2009) “la Ética no establece los principios éticos, sino que ayuda a descubrirlos” (p. 19).

En cuanto a su sentido práctico, ya en el siglo IV a. C. Aristóteles ubicaba a la Ética entre las ciencias prácticas junto a la Economía y la
Ciencia Política, diferenciándolas de las ciencias teóricas, entre ellas la Metafísica, la Física y la Matemática.

Las ciencias prácticas son aquellas que:

 Se preocupan por el hombre, en su capacidad de autoconocimiento o como fuente de acción;

 Su método es el dialéctico (parte de premisas que forman parte de la opinión común de los hombres acerca de la acción y busca
mejorarla por medio de la argumentación); y

 Su propósito es mejorar la acción o praxis.

Mientras que las ciencias teóricas:

 Tienen como objeto las cosas que no cambian o cuyo principio de cambio se encuentra en ellas mismas;

 Se método es el análisis de los principios o causas de estas cosas; y

 Su propósito es el conocimiento demostrativo o teórico (Lord, 1996)

9
Figura 1: Comparación ciencias teóricas y prácticas.

Ciencias teóricas:

 Metafísica o Teología.

 Física.

 Matemática.

 Biología.

 Psicología.

Ciencias prácticas:

 Ética: ciencia del carácter.

 Economía: ciencia de la administración familiar.

 Ciencia Política: ciencia de gobernar la ciudad.

Fuente: Elaboración propia.

Sin embargo, es necesario ir un poco más allá en nuestra argumentación, ya que la aplicabilidad de la Ética como filosofía práctica es un
poco más compleja. Así, como dijimos que la Ética es normativa sólo de un modo indirecto, ya que ella no determina las normas sino
que se pregunta por su fundamentación, del mismo modo la Ética “no se ocupa de aplicar las normas sino de determinar cómo y
cuándo esa aplicación es válida” (Maliandi, 2009, p. 64). En definitiva, la Ética es práctica no porque indique lo que hay que hacer en
una situación concreta sino porque ayuda al hombre a orientar racionalmente su acción.

En síntesis, podríamos concluir que la Ética tiene tres funciones primordiales:

1) Aclarar qué es el ethos, indagando acerca de su estructura general, es decir, aquello que es común a los distintos tipos de ethos.

2) Fundamentar las normas (o cuestionar su fundamentación) mediante argumentos racionales.


3) Aplicar “a los distintos ámbitos de la vida social los resultados de las dos primeras” (Cortina, 2000, p. 28)1.

1 A estas tres funciones también podríamos agregar una cuarta: “aclarar lo mejor posible el sentido y el uso del lenguaje moral”
(Maliandi, 2009, p. 25), aunque, en verdad, dicha función le corresponde a la Metaética, tal como veremos a continuación.

En su intento por aclarar qué es el ethos, Maliandi (2009) identifica ciertas dicotomías que están siempre presentes, más allá de la
variabilidad 10

espacial y temporal del ethos y que revelan su estructura peculiar. Particularmente, el autor identifica dos dicotomías intraéticas: la
“dicotomía deontoaxiológica (horizontal)” (p. 35) y la “dicotomía axiológica (vertical)” (p. 35); y una extraética, la “dicotomía
ontodeóntica” (p. 35)

La dimensión deontoaxiológica comprende las normas y valores y busca dar respuestas a dos preguntas esenciales para la Ética “¿qué
debemos hacer? y ¿qué es lo valioso en sí mismo?” (Maliandi, 2009, p. 36). Ya hemos hecho referencia con anterioridad a que las
normas y los valores son dos de los componentes esenciales del ethos y que es tarea de la Ética fundamentar esas normas y valores. A
su vez, éstos también han dado lugar a dos corrientes teóricas: la Deontología (o Ética del deber) de Kant y la ética material de los
valores, representada por autores como Hartmann y Scheler. Por lo tanto, los opuestos binarios norma-valor, deber-bien, imperativo-
juicio de valor, right-good (correcto-bueno en la filosofía anglosajona) y conciencia moral-conciencia de lo moral, forman parte de esta
dimensión horizontal del ethos.

Figura 2: Dimensión deontoaxiológica de la Ética.

Norma

Deber

Imperativo

Right

Conciencia moral

Valor

Bien

Juicio de valor

Good

Conciencia de lo moral

Fuente: Maliandi, 2009, p. 35.

Por su parte, a diferencia de la anterior, la dimensión axiológica es una dimensión vertical porque tiene como característica distintiva
que:

Separa lo mejor de lo peor (jerarquía) y lo positivo de lo negativo (polaridad axiológica). La ley por la cual a todo valor positivo se le
opone un valor negativo (disvalor) –a lo bueno se opone lo malo, a lo bello lo feo, a lo sagrado lo profano, a la salud la enfermedad,
etc.- es lo que se conoce como polaridad axiológica. (Maliandi, 2009, p. 39). 11

Figura 3: Dimensión axiológica de la Ética.

Mal disvalor no deber inmoral injusticia deshonor wrong


Bien valor deber moral justicia honor right

Fuente: Maliandi, 2009, p. 38.

Finalmente, Maliandi (2009) se refiere a una tercera dimensión que no es interna a la Ética, sino que da cuenta de la bipolaridad entre
lo ético y lo extráetico y que el autor denomina ontodeóntica. De esta dimensión destacaremos la oposición entre el carácter
normativo, prescriptivo y evaluativo del discurso ético, frente al carácter descriptivo o neutral del discurso de la ciencia2.

2 Para mayores precisiones sobre cada una de estas dimensiones, se invita a leer el texto Ética: conceptos y problemas, de Maliandi
(2009), capítulos 1 y 2.

Figura 4: Dimensión ontodeóntica.

Facticidad

Ser

Hecho

Descriptivo/neutral

De facto

Vigencia

(Geltung)

Verdadero-falso

Deseado-no deseado

Modos aléticos

Normatividad

Deber ser

Valor/norma

Valorativo

Normativo

Prescriptivo

De jure

Validez

(Gültigkeit)

Bueno-malo

Debido-indebido

Deseable-indeseable

Modos deónticos

Fuente: Maliandi, 2009, p. 42. 12


.

De acuerdo con Guariglia y Vidiella (2011), desde un punto de vista lingüístico la Ética se ocupa primordialmente de proposiciones
prescriptivas y evaluativas o valorativas. Por oposición a las proposiciones descriptivas, que son aquellas que expresan propiedades
universales y pueden ser comprobadas empíricamente, las proposiciones prescriptivas, no describen un objeto o acción, sino que
prescriben el modo a seguir. Es decir, “imponen que se realice o que se deje de realizar la acción que se enuncia” (Guariglia y Vidiella,
2011, p. 29).

Por lo tanto, la relación entre la proposición y el mundo es inversa en ambos casos. Ya que, de acuerdo con la lógica positivista, en la
proposición descriptiva el mundo es anterior a las palabras. Dicho en otros términos, el lenguaje se refiere siempre a una realidad que
es preexistente. En las proposiciones prescriptivas, en cambio, esta relación se invierte, “la proposición precede al estado de cosas en el
mundo, porque éste cambiará de acuerdo con la proposición a partir del momento en que ella es emitida o conocida” (Guariglia y
Vidiella, 2011, p. 30).

Es por ello que el status lógico de ambos tipos de proposiciones es también diferente, ya que sólo podré predicar la verdad o falsedad
de una proposición descriptiva en función de esa correspondencia que exista o no con el mundo exterior; mientras que las
proposiciones prescriptivas sólo podrán ser correctas o incorrectas.

Finalmente, existe un tercer tipo de proposiciones que denominamos evaluativas o valorativas. Son aquellas que expresan
valoraciones o evaluaciones y “reflejan siempre la valoración o punto de vista del hablante con respecto a un estándar de valores”
(Guariglia y Vidiella, 2011, p. 31).

Podemos presentar sintéticamente las diferencias hasta aquí señaladas en la Tabla 1. 13

Tabla 1: Tipos de proposiciones.

Tipo de proposición Proposición Valores del metalenguaje Ontología

Descriptiva “La mesa es marrón” Verdadero/Falso La proposición se ajusta


al mundo

Prescriptiva “Está prohibido fumar” Correcto/Incorrecto El mundo se ajusta a la


proposición

Evaluativa “La mesa es buena” Preferencia/Rechazo -------------------

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