Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Pignatiello Policial Campero
Pignatiello Policial Campero
1. Introducción
2. Facundo: elementos
para una historia policial
Las historias de detectives, las más ricas en consecuencias entre todas las
asecuciones de Poe, pertenecen a un género literario que satisface al postulado
baudelairiano. Su análisis constituye una parte del análisis de la propia obra
de Baudelaire, sin perjuicio de que éste no escribiera ninguna historia seme-
jante. Les fleurs du mal conocen como disiecta membra tres de sus elementos
decisivos: la víctima y el lugar del hecho (Une martyre), el asesino (Le vin
de l’assassin), la masa (La crépuscule du soir).6
3. El detective y la sociedad
6
Walter Benjamin, Iluminaciones ii, Jesús Aguirre, trad. y pról., Madrid, Taurus,
1972, p. 58.
7
“A partir del 2 de mayo [de 1845] y a lo largo de tres meses [el Facundo] se publica
como folletín en El Progreso, primer diario chileno, fundado por Sarmiento y su compatriota
Vicente Fidel López”, Susana Zanetti, “Prólogo”, en Domingo Faustino Sarmiento, Facundo,
Madrid, Alianza, 1988, p. 9. Esta misma velocidad del folletín es compartida por el modo
de producción y difusión de la literatura policial en sus inicios.
8
Sarmiento, Facundo [n. 7], p. 38. Todas las referencias a Facundo pertenecen a
esta edición, en adelante sólo se indicará la página entre paréntesis en el texto.
9
Para este punto pueden verse dos estudios ya clásicos. El primero es de Piglia,
que trabaja con la idea de que las citas erróneas en Facundo implican, por un lado, la
apropiación de esa cultura letrada y central por parte de una cultura periférica y, por otro,
la influencia bárbara en ese mismo acto de apropiación, véase Ricardo Piglia, “Notas
sobre Facundo”, Punto de Vista (Buenos Aires), año iii, núm. 8 (marzo-junio de 1980),
pp. 15-18. El segundo es de Ramos y, a partir del texto de Piglia, desarrolla la idea de
que en la propia corrosión de esos saberes legitimados por Sarmiento existe también
una autorización de su saber, que se reclama como distinto porque “esa ‘espontaneidad’,
esa cercanía a la vida, ese ‘discurso inmediato’ era necesario para representar el ‘mundo
nuevo’ que el saber europeo, a pesar de sus propios intereses, desconocía”, Julio Ramos,
Desencuentros de la modernidad en América Latina: literatura y política en el siglo xix,
México, fce, 2003, p. 24.
Este estudio que nosotros no estamos aún en estado de hacer por nuestra
falta de instrucción filosófica e histórica, hecho por observadores compe-
tentes, habría revelado a los ojos atónitos de la Europa un mundo nuevo en
política, una lucha ingenua, franca y primitiva entre los últimos progresos
del espíritu humano y los rudimentos de la vida salvaje, entre las ciudades
populosas y los bosques sombríos (p. 39).
10
Me refiero al caso emblemático de “The mistery of Marie Rogêt” en que Dupin
—pero también Poe ya que se trata de un caso real irresuelto al momento de la publica-
ción del cuento— resuelve un asesinato leyendo única y exclusivamente la prensa. Este
precedente creó el mito del detective sedentario, que luego Jorge Luis Borges y Adolfo
Bioy Casares parodian con el personaje de Isidro Parodi, detective amateur que devela
enigmas policiacos sin salir de su celda.
11
Carlo Ginzburg, “Morelli, Freud y Sherlock Holmes: indicios y método científico”,
El signo de los tres: Dupin, Holmes, Peirce, Umberto Eco y Thomas A. Sebeok, eds.,
Barcelona, Lumen, 1989, p. 146.
12
Diego Galeano, Escritores, detectives y archivistas: la cultura policial en Buenos
Aires, 1821-1910, Buenos Aires, Biblioteca Nacional-Teseo, 2009, p. 51.
13
Roger Caillois, “La novela policial”, en id., Sociología de la novela, Buenos
Aires, Sur, 1946, p. 66.
14
Ginzburg, “Morelli, Freud y Sherlock Holmes” [n. 11], p. 142.
la colonia alemana o escocesa del sur de Buenos Aires […] las casitas son
pintadas; el frente de la casa, siempre aseado, adornado de flores y arbus-
tillos graciosos; el amueblado, sencillo, pero completo; la vajilla, de cobre
o estaño, reluciente siempre; la cama, con cortinillas graciosas, y los habi-
tantes, en un movimiento y acción continuos. Ordeñando vacas, fabricando
mantequilla y quesos, han logrado algunas familias hacer fortunas colosales
y retirarse a la ciudad, a gozar de las comodidades (p. 66).
15
Llamo policial clásico al que mantiene las características del policial inglés de
entre guerras, en que el caso se presenta bajo la forma de un enigma lógico que la mente
privilegiada de un detective debe resolver. George Grella, “The formal detective novel”,
en Robin W. Winks, ed., Detective fiction: a collection of critical essays, Englewood
Cliff, Prentice-Hall, 1980, pp. 84-85. En caso de que no se indique lo contrario, la tra-
ducción es mía.
16
Jorge Luis Borges, “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, en id., El Aleph, Madrid,
Alianza, 1998, p. 63.
4. El delincuente y la sociedad
Inglaterra produjo entre 1830 y 1840, entre otras cosas, una exacerbada
preocupación sobre el crimen y los criminales. Las importantes transforma-
ciones en la sociedad (el reemplazo del hombre por la máquina, la creciente
visibilidad de la mujer en la economía, la desaparición de los aprendices,
el ambiente insalubre de las fábricas, el crecimiento de la población en
los nuevos pueblos industriales) predispuso a la gente a creer que las pa-
siones estaban yendo más allá de los límites impuestos por la moral y las
costumbres y que, por consiguiente, Inglaterra estaba experimentando una
ola de criminalidad sin precedentes. Este diagnóstico consensuado generó
una política criminal centrada en la noción de responsabilidad individual:
si la gente pudiera recuperar el control sobre sus propios impulsos, el
crimen descontrolado se reduciría a una preocupación manejable. Sobre
esta infraestructura de ansiedades populares, los publicistas, novelistas y
reformadores sociales llegaron a construir la idea de una “clase criminal”
separada de una “clase respetable”.17
17
Ricardo Donato Salvatore, Wandering paysanos: state order and subaltern expe-
rience in Buenos Aires during the Rosas era, Durham, Duke University Press, 2003, p. 167.
20
Masa rural y masa urbana están claramente distinguidas por Sarmiento. La primera
es la “montonera” y está siempre descrita en términos negativos: “asociación bélica”
(p. 107), “masas ignorantes” (p. 112) etc. Cuando se refiere a la masa urbana como
condición para constituir una ciudad civilizada, habla de “sociedades numerosas” (p. 73)
en contraposición a la “desasociación” propia del campo. Dabove analiza el espacio de
la “pulpería” en Facundo como epítome de esa masa rural en tanto lugar de reunión que
no conforma una sociedad, sino apenas una “multitud”: “The pulpería as a microcosm of the
“su alma ha pasado a este otro molde, más acabado, más perfecto;
y lo que en él era sólo instinto, iniciación, tendencia, convirtióse en
Rosas en sistema, efecto y fin” (p. 35). Descripción de un asesino
perfeccionado y despiadado. El enigma a descifrar no es tanto el ase-
sinato de un bárbaro cometido por otro más sagaz y ambicioso, sino
lo que este crimen esconde, que es la propia naturaleza del asesino
como epítome del “enigma de la organización política de la República”
(p. 38). Este crimen develado echa luz también sobre una determinada
forma de organización política: el delito fundante de la República. Un
origen criminal de la forma política del adversario viene a conformar
el principal argumento de deslegitimación en la contienda partidaria.
Desentrañar el enigma de Barranca Yaco23 es al mismo tiempo un
modo de introducir el develamiento de ese otro enigma que es el
programa de gobierno posterior a Caseros.24
La amenaza contra la vida civilizada de las ciudades está
encarnada en un agente externo, un sujeto mitad humano-mitad
geográfico que vive en el margen de la civilización. Por lo tanto,
el Facundo se propone como una historia de observaciones sobre
el hombre de la multitud rural, que a falta de sociedad que influya
en su formación tiene a la naturaleza como medio de desarrollo
personal, psicológico, idiosincrásico.25 La “montonera” del campo
decimonónico es nombrada por Sarmiento en tanto fuera de la
ley porque los gauchos cuando se juntan lo hacen para delinquir.
La preocupación por las multitudes se traslada al campo. Las masas
están en la periferia de la ciudad y vienen sobre ella. La “montonera”
es, finalmente, el episodio de masas que permite la reflexión sobre
se refuerza con la adjudicación a ese mismo sujeto de una imposibilidad mental de pen-
sarse a sí mismo en términos históricos: “Los pueblos en masa [las montoneras] no son
capaces de comparar distintivamente unas épocas con otras; el momento presente es para
ellos el único sobre el cual se extienden sus miradas”, Sarmiento, Facundo [n. 7], p. 114.
23
Barranca Yaco es el nombre del lugar donde matan a Quiroga.
24
El 3 de febrero de 1852 tiene lugar la Batalla de Caseros en la que se enfrentan el
ejército de la Confederación Argentina al mando de Juan Manuel de Rosas y el Ejército
Grande —del que participó Sarmiento— comandado por Justo José de Urquiza. La
batalla termina con la derrota de Rosas y su renuncia como gobernador de la provincia
de Buenos Aires, con lo cual se abre paso a la proclamación de la Constitución de 1853
y luego a la sucesión de gobiernos liberales.
25
La masa rural aparece en Facundo como una forma puramente irracional e instin-
tiva, incapaz de pensar. Como señala Laclau, la adjudicación de rasgos de racionalidad
individual a los sujetos colectivos se inicia en el pensamiento occidental en la segunda
década del siglo xx, más precisamente en 1921 con la publicación de Psicología de las
masas y análisis del yo de Sigmund Freud, véase Ernesto Laclau, La razón populista,
Buenos Aires, fce, 2009, p. 75.
6. Hacia el policial
26
Alfred Ébelot, La Pampa: mœurs sud-américaines, París/Buenos Aires, Maison
Quantin/Escary, 1890.
27
Sandra Gasparini, “Cuento de fogón desde Tierra Adentro: umbrales de los géneros
en Una excursión a los indios ranqueles”, en Graciela Batticuore, Loreley El Jaber y
Alejandra Laera, comps., Fronteras escritas: cruces, desvíos y pasajes en la literatura
argentina, Rosario, Beatriz Viterbo, 2008.
28
De un modo análogo a lo que sucede con el Calíbar de Sarmiento, señala Piglia
los casos de Hemingway y Poe en relación con el desarrollo posterior tanto del policial de
enigma como de la serie negra: “En la historia del surgimiento y la definición del género,
el cuento de Hemingway ‘Los asesinos’ (1926) tiene el mismo papel fundador que Los
crímenes de la calle Morgue (1841) de Poe con respecto a la novela de enigma. En esos
dos matones profesionales que llegan de Chicago para asesinar a un ex boxeador al que no
conocen, en ese crimen por encargo que no se explica y en el que subyace la corrupción
en el mundo del deporte, están ya las reglas del thriller, en el mismo sentido en que las
deducciones del caballero Dupin de Poe preanunciaban toda la evolución de la novela de
enigma desde Sherlock Holmes a Hércules Poirot”, Ricardo Piglia, “Lo negro del policial”,
en Daniel Link, comp., El juego de los cautos, Buenos Aires, La Marca, 2003, p. 45.
Bibliografía
—————, “Lo negro del policial”, en Daniel Link, comp., El juego de los
cautos, Buenos Aires, La Marca, 2003.
Poe, Edgar Allan, “El hombre de la multitud”, en Cuentos, vol. 1, Julio Cortázar,
trad., pról. y notas, Buenos Aires, Alianza, 2007.
Ramos, Julio, Desencuentros de la modernidad en América Latina: literatura
y política en el siglo xix, México, fce, 2003.
Ramos Mejía, José María, Las multitudes argentinas, Buenos Aires, Tor, 1956.
Rivera, Jorge B., “Las primeras traducciones del género”, en id. y Jorge Laffor-
gue, Asesinos de papel, Buenos Aires, Colihue, 1996, pp. 117-119.
Salvatore, Ricardo Donato, Wandering paysanos: state order and subaltern
experience in Buenos Aires during the Rosas era, Durham, Duke University
Press, 2003.
Sarmiento, Domingo Faustino, Facundo, Susana Zanetti, pról. y notas, Madrid,
Alianza, 1988.
Setton, Román, “Los inicios del policial argentino y sus márgenes: Carlos Oli-
vera (1858-1910) y Carlos Monsalve (1859-1940)”, HeLix (Universidad
de Heidelberg), núm. 2 (2010), pp. 119-134.
Waleis, Raúl, La huella del crimen, Román Setton, ed., notas y posfacio, Buenos
Aires, Adriana Hidalgo, 2009.
Resumen
Abstract
In the literary and journalistic imagination of the 19th century, big city crowds
were the perfect hideout for both murderers and criminals. It is in this context
that detectives surfaced as the main characters of detective fiction. However,
there is a rural forerunner to these characters: the pathfinder, a sort of detective
of the countryside. This kind of texts, with rural investigators and criminals,
has had a significant development in Argentina throughout history and up to the
present day. This narrative form, which the author refers to as “rural detective
fiction”, arose in the mid-nineteenth century. In Facundo, Sarmiento is the
first writer to introduce elements of rural criminality, treating them in a similar
fashion to the emerging genre. This paper aims to examine the origins of this
particular genre in the aforementioned work.
Key words: detective fiction, rural detective fiction, pathfinder, Domingo Faus-
tino Sarmiento.