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José Fernando Pérez Aguilar

Lettura dei filosofi medievali


20 ottobre 2020

2. Agostino, Confessiones
Libro XI

Ahora comentamos el libro XI de las Confesiones, donde S. Agustín reflexiona sobre el


tiempo. Llama la atención la lógica y profundidad con que aborda, desde una perspectiva
filosófica -metafísica-, el ser del tiempo. Después de tener distintos acercamientos para
intentar entender qué es el tiempo, entender si el tiempo es, cómo es que existe si ya pasó y
entonces ya no es, o cómo existe si no ha llegado y entonces aún tampoco es. Profundiza
desde distintas perspectivas con una auténtica inquietud al respecto que no es vana, pues en
entender esta dimensión se está jugando toda su cosmovisión: entender al mundo y entender a
Dios, y es en esa relación por la cuál se plantea esta reflexión sobre el tiempo (9). Es muy
conocido el enunciado que hace con respecto del tiempo, con su épica frase sobre la pregunta
de qué es el tiempo: “si no me lo preguntas, sé que es; pero si me lo preguntas, no lo sé”.

Uno de los aspectos que puede impresionar más del texto es cómo Agustín es
consistente en su discurso aborda desde una perspectiva gnoselógica, con toda franqueza, éste
problema que se plantea. En su teoría del conocimiento deja clara la intencionalidad del
conocimiento, es decir, que todo conocimiento, al ser abstraído como concepto partiendo a la
realidad, remite a la realidad misma y no al concepto, y por tanto, nunca se “despega” de la
realidad. Con esto, Agustín logra mantener un hilo conector entre la abstracción del tiempo
como “ente” y su devenir en la realidad (si es que realmente es). Es como si tuviera un lazo
conectando en su mente con la realidad, más aún, de la mente de Dios creador con la
realidad del mundo creado; lo contingente con lo necesario, lo finito con lo eterno. Y es ahí
por donde gira -avanza y retrocede, va y viene- el pensamiento de Agustín. Intenta conectar
esas verdades eternas con la realidad práctica y tangible, con el movimiento del sol y de las
cosas, con el simple transcurrir ordinario de cada jornada. Y es en ese monólogo interior
donde se da cuenta de cuan grande es lo que intuye, pero mucho más grande es lo que
desconoce. Podemos decir que toda esta cuestión a Agustín le interesa porque quiere saber

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quién es él para Dios y cómo y dónde es que lo conoce. Al final, descubre que es un su alma
donde mide el tiempo (36), en en su alma donde tiene ese encuentro de Dios y del mundo.

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