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EL ACTO DE FE
1. Introducción
La fe cristiana es el correlato de la revelación divina:
- La revelación es la llamada de Dios al hombre; la respuesta a esta llamada es la fe.
- Por tanto, la teología de la fe vendrá determinada por la teología de la revelación.
La fe es la respuesta humana a la revelación divina
- cuyo centro y fundamento es CRISTO (objeto de la fe),
- gracias a la iluminación interior del ESPÍRITU SANTO (la fe, obra de la gracia),
- implicando a la totalidad del HOMBRE (totalidad, credibilidad, certeza de la fe),
- en el seno de la Iglesia (eclesialidad de la fe).
2. El objeto de la fe
Hay que distinguir entre la fe subjetiva o fides qua y la fe objetiva o fides quae. A esta dimensión
objetiva de la fe es a la que nos referimos ahora.
La revelación y la historia de la salvación son cristocéntricas porque alcanzan en Jesucristo su centro y
plenitud. Como correlato de la revelación, la fe es también cristocéntrica. Si la revelación viene por
Cristo (desde el Padre y en el Espíritu), la fe va por Jesús (hacia el Padre y en el Espíritu).
- La fe en el AT se fundamenta en las promesas hechas por Dios a los Padres y que ha cumplido parcialmente
en la historia de Israel, liberándolo en situaciones de opresión (Egipto, Babilonia). La fe es confianza firme en
la fidelidad de Yahvé (Sal 18,3: «Yahvé es mi roca») que intervendrá de nuevo en la historia para salvar a su
pueblo cumpliendo definitivamente sus promesas.
- La persona de Jesús es el cumplimiento de todas las promesas del AT.
Él es el revelador definitivo de Dios: la imagen visible de Dios invisible (Col 1,15), el que nos da a conocer
al Padre (Jn 1,18) y en quien conocemos al Padre (Jn 14,9: «El que me ha visto a mí ha visto al Padre»).
Más aún, Jesús mismo es la revelación definitiva de Dios. Esto se subraya particularmente en Jn. Creer
es acoger a Jesús como palabra definitiva de Dios (Jn 13,20: «Quien me acoja a mí, acoge a Aquel que
me ha enviado); por eso transforma la fórmula creer en Dios del AT en creer en Cristo (Jn 14,1: «No se
turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí»); creer es vivir en comunión personal de
vida con Cristo (Jn 3,16: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que
crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna»).
- Tras la muerte de Jesús, la fe consistirá en la aceptación de kerygma, del testimonio apostólico sobre Jesús
centrado en su muerte, resurrección y exaltación como Kyrios. Creer es reconocer y aceptar el acto salvífico
de Dios realizado en Cristo. La fe, por tanto, tiene su origen en la escucha del testimonio objetivo sobre Jesús
(Rm 10,17: «Por tanto, la fe viene de la predicación», “fides ex auditu”).
El Vaticano II ha planteado la idea de la hierarchia veritatum que existe dentro de la fe (UR 11): hay un
ordenamiento jerárquico de las verdades de fe según su conexión con el núcleo fundamental de la fe
que es el misterio de Cristo. Los contenidos de la fe tienen su verdad profunda en su relación con
Cristo y deben ser interpretados a partir del misterio de Cristo.
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- En el s. V surge el «semipelagianismo» en ambientes monásticos del sur de Francia que sostiene que el
“initium fidei” es obra propia del hombre. Dios espera que el hombre dé el primer paso para conferirle la
gracia, de modo semejante a como es el enfermo quien tiene que decidir ir al médico para poder ser curado
por él. El hombre puede querer ser justo por sí solo, pero no puede hacerse justo sin Dios. Esta tesis fue
definitivamente rechazada en el II Concilio de Orange (529) donde se afirma que es imposible hacer un acto
de fe «sin la preveniente gracia de la divinidad».
- La tradición teológica desde S. Tomás ha distinguido entre la llamada exterior (el mensaje predicado y
escuchado, “ex auditu”) y la llamada interior (la acción del Espíritu Santo que hace posible la comprensión de
ese mensaje).
La acción del Espíritu eleva la voluntad y el entendimiento del hombre y hace comprender de una
manera nueva y significante la llamada de Dios y la figura de Jesús. El Espíritu constituye una “lumen
fidei” que llena de sentido el mensaje escuchado (Sal 36,10:«Tu luz nos hace ver la luz»).
Esta gracia que suscita y sostiene la fe es una especie de segunda revelación divina, que no aporta
nuevos contenidos pero que hace eficaz en cada hombre la revelación histórica conocida.
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- Vaticano I: El fundamento de esta certeza es la autoridad del Dios que se revela, el cual es infalible.
- La aparición de la duda o la oscuridad de la fe es humanamente legítima y normal:
Puede entenderse debido a la desproporción existente entre la llamada de Dios y las posibilidades de
respuesta del hombre, que le obliga a replantear continuamente su salir de sí mismo hacia el misterio de
Dios.
S. Tomás definía la fe como asensus cum cogitatione. Esta cogitatione refleja la inquietud en el
asentimiento.
En la duda, el creyente se afianza y purifica mediante la reflexión, la oración y la confianza.
Ninguna objeción contra la fe puede llevar determinantemente a la pérdida de fe, lo mismo que ningún
razonamiento puede llevar necesariamente a ella, pues no se basa en la evidencia.
5. Eclesialidad de la fe
Como vimos, la fe implica a la totalidad del hombre. Una de las dimensiones constitutivas del hombre
es su sociabilidad y, por tanto, la fe debe de tener esta dimensión. La Iglesia es el medio social de la fe
cristiana.
- CaICa 181: «Creer es un acto eclesial. La fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe».
En el mismo acto de creer se da una doble atribución de sujeto: es la persona la que cree, y es al
mismo tiempo la Iglesia la que cree. Para que la fe sea personal y eclesial al mismo tiempo es preciso
que se dé una cierta identificación del sujeto creyente con la Iglesia, la cual conlleva dos aspectos:
- Por una parte, el creyente está en la Iglesia y recibe de ella la fe. La Iglesia es anterior al creyente individual,
el cual sólo puede vivir de y en una tradición de fe.
La Iglesia salvaguarda y explica infaliblemente el depósito de la fe asistida por el Espíritu Santo.
- Por otra parte, la Iglesia no es un puro ente de razón, sino realización histórica y expresión de la communio de
los creyentes.
“¿Extra Ecclesiam nulla fides?” De la misma manera que fuera de la Iglesia hay vestigios de Iglesia,
elementos eclesiales que, en definitiva, tienden hacia la plena comunión eclesial, puede haber también
fe fuera de la Iglesia institucional como participación de la fe eclesial y orientada hacia ella.
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