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MARÍA DE NAZARET: MODELO BÍBLICO

— ¡Mamá, mamá, allá vienen los adventistas!


— ¡Corre hijo, trae un paño, voy a limpiar el cuadro de la virgen!
Así respondió mi abuela al aviso de mi padre. Ella comenzaba a dudar acerca de
si había sido una buena idea haber aceptado el ofrecimiento de estudiar la Biblia con
estos protestantes. En realidad, no estaba interesada, solo quería parecer amable.
— ¿Buenas tardes, doña Tomasina? — así se llamaba mi abuela. — ¿Cómo está?
— Hola, don Martínez, estoy muy bien gracias a Dios y a la virgen, por supuesto.
Esto lo decía mientras limpiaba y besaba el cuadro de la virgen María que colgaba
en un lugar especial del salón. En realidad, era una estrategia dirigida a provocar una
discusión con sus visitantes que le diera la oportunidad de anular su acuerdo de estudiar
la Biblia con ellos. Sin embargo, su plan se vio frustrado con la respuesta del señor
Martínez y su acompañante.
— Nos alegra saber que usted es una mujer devota de la virgen María. ¡Ojalá
todas las mujeres fueran como ella!
— Así es, don Martínez, —contestó mi abuela con una mezcla de chasco y
sorpresa pues se suponía que esa sería una estrategia infalible para librarse de esos
protestantes que, según había escuchado en la misa, odiaban a la virgen María, la
“madre de Dios”.
El señor Martínez mostró una gran madurez espiritual al respetar las creencias de
mi abuela. Esto le dio la oportunidad de no cerrar la posibilidad que se presentaba de
mostrarle el mensaje bíblico. Quizás no lo conocía, pero puso en práctica el principio del
evangelismo que aprendí del veterano pastor Rafael Calonge: “contacto, con tacto”.
María de Nazaret, la madre de Jesús. “Pocos datos tenemos de su carácter, pero
el ser elegida de entre todas las mujeres para servir de madre al Mesías, deja suponer
que destacaba por una serie de virtudes que la hacían idónea para esa grave
responsabilidad […]”.1
“En Palestina, el lugar que ocupaban las mujeres era bajo. En la oración de la
mañana, el judío le daba gracias a Dios porque no le ha hecho ‘gentil, o esclavo, o
mujer’”.2 En muchos aspectos, una mujer judía era poco más que un esclavo3. De hecho,
“la mujer estaba obligada a obedecer a su marido como a su dueño”.4

1
Roberto Badenas, y Davide Sciarabba. Vida y enseñanzas de Jesús (Berrien Springs, MI: CHADT, 2020), 141.
2
William Barclay, Comentario Al Nuevo Testamento, Tomo 4 (Barcelona, España: Editorial CLIE, 1994), 15.
3
Ver Joachim Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús (Madrid, España: Ediciones Cristiandad, 2017), 460.
4
Ibídem.
Esta fue la dura realidad bajo la cual nació una descendiente de la tribu de Judá
de la familia de David, a quién pusieron por nombre María. Nada se sabe acerca de sus
primeros años en Nazaret de Galilea. Sin embargo, así como el árbol se conoce por los
frutos, al estudiar el registro bíblico podemos advertir algunos rasgos de la personalidad
de María que descubren las virtudes que adornaban su carácter y son una ventana que
facilita la comprensión de su persona y legado.

Este artículo tiene como propósito iluminar la historia de María tal cual nos la
muestra la Escritura, resaltando sus virtudes a fin de aumentar la comprensión de su
testimonio y así fortalecer la tolerancia y madurez en el trato de este tema frente a otros
cristianos. Además, de su ejemplo obtenemos elecciones válidas para nuestra vida
espiritual.
La responsabilidad de un gran privilegio
El primer relato que nos cuenta acerca de María se ha llegado a conocer como la
Anunciación. Este evento registrado en Lucas 1, ocurrió en algún momento del último
lustro del siglo I a.C. El ángel Gabriel, quien siglos antes había explicado los sueños al
profeta Daniel, había sido designado para anunciar el cumplimiento de la promesa
mesiánica. “¡Alégrate, favorecida de Dios! ¡El Señor está contigo!” (Lucas 1:28), fueron
las primeras palabras del divino emisario.

El mensaje del ángel demuestra la alta estima en la que Dios tenía a esta joven
anónima Nazaret. Aunque, como era bien sabido entre los judíos, “¿Acaso de Nazaret
puede salir algo bueno? (Juan 1:46). Es que “la gente sólo presta atención al aspecto de
las personas, pero el SEÑOR ve su corazón” (1 Samuel 16:7, PDT).

Quizás compartes con María no ser reconocida por tu fama o riqueza. No


obstante, puedes tener la certeza de que eres muy amado a los ojos Dios. De la misma
manera que Dios nos mira, la Escritura nos quiere enseñar a mirar a los demás con los
ojos de Dios, a no considerar a nadie como inferior solo por su apariencia u origen.

María quedó perpleja. Quizás, como el resto de las mujeres judías de la época,
no estaba acostumbrada a los halagos. No obstante, la indicación del ángel logró disipar
sus pensamientos: “María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios” (Lucas
1:30, DHH).

Las siguientes palabras del ángel trasformarían para siempre a esta joven
campesina. “Vas a quedar embarazada, y darás a luz un hijo, al cual pondrás por nombre
Jesús. Un hijo que será grande, será Hijo del Altísimo. Dios, el Señor, le entregará el
trono de su antepasado David, reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su reinado
no tendrá fin” (Lucas 1:31-33, BLPH).

“Yo no tengo relaciones conyugales con nadie; ¿cómo, pues, podrá sucederme
esto?” (Lucas 1:34, BLPH). La lógica repuesta de María fue respondida por el ángel con
una explicación más o menos detallada de la forma en la que Dios obraría la milagrosa
concepción.
El cuidado de Jesús en sus años de infancia, que es probablemente la más grave
responsabilidad otorgada a persona alguna, se confió a alguien que había demostrado
su fidelidad en lo secreto, en las cosas pequeñas. Esto nos recuerda las palabras de
Jesús: “El que es fiel en lo muy poco también es fiel en lo mucho, y el que en lo muy
poco es injusto también es injusto en lo mucho” (Lucas 16:10).

Ser fiel en lo poco. Este es un principio que debemos aplicar no solo en el aspecto
espiritual, sino también en todos los ámbitos de nuestra vida. Cada día se presentan
microoportunidades que al aprovecharlas desarrollamos actitudes y habilidades que nos
preparan para tareas mayores. A menos que nos acostumbremos a identificar y a
explotar estas oportunidades que Dios nos ofrece, no seremos capaces de reconocer Y
mucho menos aprovechar otras mayores.

“He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38),
fue la espontánea respuesta de la joven virgen. Esta aparente espontaneidad fue el
resultado de un corazón ejercitado vez tras vez en el servicio. María había desarrollado
una fidelidad anónima, aquella que no espera ser reconocida, que no busca el aplauso
de los demás, esa que trabaja en lo secreto, pero que Dios recompensa en público.
¡Un terrible descuido!
Cada año los judíos de toda la nación y los de la diáspora peregrinaban a
Jerusalén para celebrar alguna de las tres fiestas especiales: la Pascua, Pentecostés y los
Tabernáculos según se establecía en la Torah (Éxodo 23:14-17; Deuteronomio 16:16 y Levítico
23:4-8)5.

José de Nazaret, padre putativo de Jesús, subía cada año a Jerusalén para celebrar la
pascua. Sin embargo, aquel año no era como los demás, la felicidad característica del
peregrinaje era acentuada esta vez por la presencia de Jesús, quien, cumplidos sus 12
años, se sumaba por vez primera a la compañía para celebrar el Bar Mitzva.6 Además,
los acompaña María, quién, aunque no tenía la obligación de asistir a las fiestas anuales
en Jerusalén7, no se perdería la oportunidad de acompañar a su hijo en su paso a la
adultez religiosa.

Sin embargo, el regocijo que de seguro marcaba aquellos días de peregrinación


fue abruptamente interrumpido durante la marcha de regreso al percatarse José y María
de que el querido iniciado no estaba entre ellos. ¡Terrible descuido! Horribles presagios
se apoderaron de los desconcertados padres. El niño cuya vida había sido objeto de

5
Las fiestas son las siguientes: 1) La de los panes sin levadura (Éxodo12:15–20; Levítico 23:5–8), que celebra el éxodo
de Egipto [primavera]; 2) la de la siega, llamada generalmente fiesta de las semanas[...] o Pentecostés [verano][...] y
3) la de la cosecha final, llamada la fiesta de los tabernáculos o de las enramadas [otoño] (Levitico 23:34–43). La
Biblia de las Américas de estudio 2000, Éxodo 23:14.
6
Al respecto Roberto Badenas indica: “Se supone, a partir de la tradición de la celebración de la mayoría de edad
espiritual a los 12-13 años, que Jesús asume allí por primera vez su condición de "hijo del mandamiento" (Bar Mitzva),
y se responsabiliza personalmente de sus deberes religiosos (Lucas 2:41-42)”. Roberto Badenas, y Davide Sciarabba.
Vida y enseñanzas de Jesús (Berrien Springs, MI: CHADT, 2020), 143.
7
Ver Joachim Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús (Madrid, España: Ediciones Cristiandad, 2017), 464.
persecución desde su infancia, ahora se encontraba vulnerable a las ignominiosas
intenciones de cualquier malhechor.8

Sus temores eran bien fundados. “Familias enteras iban a Jerusalén”.9 Multitudes
abarrotaban la ciudad. El teólogo Joachim Jeremías estima en 125.000 los peregrinos
que asistían a Jerusalén para celebrar la pascua. Esto unido a los 55.000 habitantes de
Jerusalén, sumaban 180.000 personas que se apretujaban en la ciudad santa durante la
festividad.10 Para algunos esto era la mejor ocasión para ejecutar cuestionables
acciones.

Entre los peligros que asaltaron la cabeza de los angustiados padres podemos
mencionar: muertes por aplastamientos a causa de estampidas.11 Disturbios provocados
por extremistas12, entre ellos los Zelotes quienes concebían como un deber ineludible
celebrar las santas festividades.13 El bandolerismo que reinaba en los caminos de acceso
a la ciudad y que provoca frecuentes noticias acerca de atracos a los comerciantes.14
Además, debemos mencionar la realidad topográfica de Jerusalén que estaba
caracterizada por profundos barrancos.15

Después de tres días angustiosos de búsqueda, finalmente hallaron el niño sano


y salvo “en el templo sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles
preguntas” (Lucas 2:46). El relato muestra las palabras de reproche de María, una madre
angustia que intenta entender que ha pasado.

El cuidado de Jesús en sus años de infancia, como toda familia, era un deber
sagrado para sus padres. La actitud negligente de José y María habían expuesto a
graves peligros a Jesús, por lo tanto, considero este descuido de su sagrado deber el
pecado de José y María.

Sin embargo, el niño comprendió que no había mejor lugar y más seguro para
estar, que en el templo. Hago mía la oración del profesor Roberto Badenas, si alguna
vez pierdes a tu hijo, deseo que lo encuentren en el templo.

Como cristianos estamos llamados a caminar con Jesús y a no “perderlo”. Quizás


en el camino más de una vez tengamos que hacernos la pregunta: ¿Dónde habré dejado
a Jesús? Sin embargo, de María aprendemos que debemos volver a buscar su presencia

8
Ver Lucas 2: 43-46.
9
G.J. Wenham et al., Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno (El Paso, Tx: Casa Bautista de Publicaciones, 2003),
1022.
10
Ver Joachim Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús (Madrid, España: Ediciones Cristiandad, 2017), 114.
11
Ver Ibíd., 120.
12
Ver Ibidem.
13
Ver Ibíd., 108.
14
Ver Ibíd., 54.
15
Ver Ibíd., 80.
y, parafraseando a Elena White, aunque pueden pasar varios días de búsqueda
angustiosa, seguramente le hallaremos y recobraremos la paz perdida.16
El gran legado de María
Dieciocho años después, en las bodas de Caná de Galilea17, una situación de
necesidad hizo resaltar la fe de María quién quizás ya era conocida como “la viuda de
José”18. “Y como faltó el vino, la madre de Jesús le dijo: —No tienen vino. (Juan 2:3).
María manifestó ser una mujer solícita ante las necesidades ajenas. Aunque quizás “un
poco impaciente en su natural orgullo materno de que su hijo muestre que es el ungido
de Dios”.19

Jesús le dijo: —¿Qué tiene que ver eso conmigo y contigo, mujer? Todavía no ha
llegado mi hora” (Juan 2:4). Para muchos, el hecho de que Jesús se refiriera a su madre
con la expresión “mujer” es considerado como una desconsideración, sin embargo,
el término guvnai, “mujer” […] es usualmente un título de respeto. Está en
armonía con la importancia asignada en el judaísmo al honor debido a los
padres”. Al usar esa expresión, Jesús, establece un grado de distancia
entre él y su madre tal y como se muestra en la tradición sinóptica.20

No obstante, a la aparente negativa de Jesús, María obró por fe como si la


respuesta de Jesús hubiese sido positiva. En su mandato a los que servían encontramos
la mayor enseñanza de esta mujer, y el que consideró su gran legado: “Hagan todo lo
que él les diga” (Juan 2:5).21
Deja claro que ella, como madre, no puede ordenar un favor de Jesús
simplemente en virtud de su relación de parentesco con él. Tal vez, como Agustín
[de Hipona] sugiere, ella tenía que aprender que su relación con Jesús como
discípula era más importante que su relación con él como madre”.22
Una fiel discípula

16
Elena de White, El Deseado de todas las gentes (Buenos Aires, Argentina: ACES, 2007), 45.
17
Se piensa que se trata de Kirbet Qana, a unos 13 km al norte de Nazaret […]. Caná significa “el lugar de cañas”.
Abundan las cañas en pantanos cerca de Kirbet Qana, y allí se han encontrado fragmentos de alfarería que datan
de los tiempos romanos. CBA Juan 2:1
18
Al respecto, en su reseña de Lucas 2:51, el Comentario Bíblico Adventista establece: “Durante aquellos 18 años
Jesús [entre la edad 12 a 30 años] fue conocido por los vecinos como “el carpintero” de Nazaret (Marcos 6:3) y el
“hijo del carpintero” (Mateo 13:55). José murió en algún momento de los 18 años mencionados, pues al terminar
ese tiempo se habla de la “carpintería que había sido de José” (DTG 84; cf. 118-119). La última referencia bíblica
indirecta a José en el relato de la vida de Cristo se halla en Lucas 2:51”.
19
Roberto Badenas, y Davide Sciarabba. Vida y enseñanzas de Jesús (Berrien Springs, MI: CHADT, 2020), 144.
20
Ibíd., 269.
21
Énfasis añadido.
22
Ibíd., 270.
Es de resaltar la última mención que de esta mujer aparece en las Escrituras23.
Fue con ocasión de otra de las fiestas anuales judías, esta vez la de Pentecostés cuando,
junto a otros ciento veinte discípulos y discípulas de Jesús, María esperaba el
cumplimiento de la promesa del Espíritu Santo. “Todos estos perseveraban unánimes en
oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos”
(Hechos 1:14). María era una mujer de oración y llegó a ser una fiel seguidora de Jesús.

La ascensión de Jesús, lo mismo que para los discípulos y los hijos de José, pudo
significar un punto de inflexión en la comprensión de María del ministerio de Jesús. Ya
no lo consideraba tan solo como su hijo, lo aceptaba como su salvador. Este era el último
eslabón de una larga cadena de eventos que esta madre de Nazaret atesoraba en su
corazón desde el día del anuncio del ángel.

Aquella mujer que en algún momento se unió a los hijos de José para intentar
disuadir a Jesús de su misión (Marcos 3:31), ahora se unía a estos y a los discípulos
para esperar el cumplimiento de la promesa del derramamiento de Espíritu Santo.

En este relato, María “es distinguida de las otras ‘mujeres’ [al ser la única
mencionada por nombre], pero de una manera que excluye la idea de que ella tuviese
preeminencia alguna sobre los discípulos. La hallamos con los demás en oración dirigida
a su Hijo glorificado”.24

Volviendo a nuestra historia inicial, la sabiduría que mostró el señor Martínez abrió
las puertas del mensaje adventista a mi familia, y poco tiempo después, por la gracia de
Dios, ella, junto a su esposo y sus doce hijos se bautizaron en la iglesia adventista local.

Al finalizar nuestro estudio sobre la vida de María reconocemos su fidelidad


anónima, su espontanea disposición al servicio, su fe decidida y su entrega total al
servicio del Maestro. Estas virtudes eran y siguen siendo altamente valoradas por Dios.
Su ejemplo, al igual que José el hijo de Jacob, Daniel, Esther y muchos otros, es motivo
de inspiración y un modelo a seguir para todos hoy.

Es mi deseo que este artículo haya arrojado luz en cuanto al conocimiento del
relato de esta mujer destacada de la historia bíblica, ayudando a comprender su
testimonio, ejemplo y legado cristocéntrico y de ese modo tener profundice nuestra
comprensión integral del mensaje bíblico. Pero, sobre todo, que sirva de motivación para
seguir el legado que encontramos en María, muy especialmente el que considero más
importante: “Hagan todo lo que él [Jesús] les diga” (Juan 2:5).25

23
Es digno señalar que el Evangelio de Lucas es el libro de la Biblia que más hace referencia a María. No es de
sorprender que la última mención a la madre de Jesús también aparezca en un libro escrito por Lucas, el autor del
evangelio homónimo.
24
Roberto Jamieson, A. R. Fausset y David Brown, Comentario exegético y explicativo de la Biblia tomo II: El Nuevo
Testamento (17ª ed., El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 2002), 238.
25
Énfasis añadido.
Luis Rafael Fajardo. -

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