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Con un motor dañado finalmente aterrizaron en el aeropuerto

de Menorca. Maca logró salir de la tormenta y gracias a la ruta
elaborada por su copiloto llegaron sin problemas al espacio aéreo
de la isla e iniciaron las maniobras de aterrizaje aún antes de recibir
la aprobación de la torre de vuelo.

Mario encendió a propósito el intercomunicador para que en

la cabina de mando se escucharan los aplausos y vivas de los
pasajeros a los pilotos. Sabía que en ese momento era el mejor
premio que podían recibir, el reconocimiento a la labor realizada.

Fueron varios los pasajeros que reclamaron saludarlos antes

de bajar. Tuvieron que salir a recibir los apretones de mano
emocionados de quienes habían vivido la zozobra del estruendo del
rayo golpeando el ala, las sacudidas del avión, los tumbos aquí y
allí, hasta finalmente tocar tierra suavemente, como si hubiera sido
un aterrizaje normal cotidiano.

Ahora a esperar cuándo se podía reanudar el vuelo a Palma,

en qué avión, si se podía reparar el motor dañado, etc., etc., etc.

– Tendremos para varias horas.

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 – Quizás no podamos salir hasta mañana. Voy a la torre a
comunicarme con la compañía. ¿Esperas al personal técnico y
revisas el avión?

– Ve. Yo me ocupo con Mario de todo. – apretaba su hombro

con afecto – Luego, nos debemos el brindis de siempre.

– ¡Claro!

– ¿Llamas tú y avisas en tu casa que todo bien?

– Vale. Le aviso también a tu chica. – le guiñaba un ojo.

Cuando cruzó la cabina de azafatas para ir hacia la puerta de

salida, se encontró frente a frente con Pilar.

– Excelente aterrizaje, Maca. – le sonreía.

La miró muy seria y ni le contestó. Siguió su camino a paso

más rápido.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Estaba sentada en su poltrona, con aire de “jueza”,

intentando controlar su rabia. Lo vio entrar con su sonrisa
“profesional”, dedicada a una Adela que le mostraba el camino pero
que no se dio por enterada de los “encantos” del doctor Lara.

– Hola. – ya sin sonrisa “profesional”, más bien a cara de

perro.

– Toma asiento. – le señalaba la poltrona frente a su escritorio

– Me pareció entender que la comunicación entre nosotros iba a ser
a través de nuestros abogados.

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 – Así es. – se sentaba – Pero la abogada que has elegido es
una inepta, no ha vuelto a llamar a mi letrado y esto no puede
esperar. ¿Me pides un café? No he desayunado.

– Esto es un juzgado, no un bar. A lo que viniste Óscar, no

tengo tiempo que perder.

– Ah, funcionarios, no entendéis lo que es una mínima

cortesía.

Esther lo miraba lanzando dardos envenenados invisibles, una

mueca agria en sus labios.

– Vale. Necesito disponer de mis propiedades antes de fin de

año, vamos a ampliar la clínica.

– ¿Lo dices en serio? – burlona.

– Muy en serio. – apoyaba la espalda en el respaldo y los

brazos en el costado.

– Óscar, estamos en vísperas de las fiestas, eso es imposible.

– Nada es imposible, habla con tu abogada para que se apure

a leer el acuerdo que le mandará mi abogado esta mañana.

Estuvo a un tris de mandarlo a la mierda y recriminar sus

negocios oscuros. Pero su mente tuvo ese instante de claridad que
le dijo “¡alto!”, con la voz de Nadia en estéreo advirtiéndola.

– Hablaré con mi abogada y veremos la propuesta.

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 – ¡Bien! – se levantaba – Me esperan en la clínica, tenemos
mucho trabajo. Hasta luego. – se giraba y comenzaba a dar pasos
hacia la puerta de salida.

– ¿No te olvidas de algo?

– No creo. – se detenía y la miraba frunciendo los labios.

– ¿Mara Lara, tu hija? – la rabia le salía por los poros de la piel

mientras hablaba.

– Ah, Mara. Sí. La semana que viene te llamo para que

veamos qué festivos pasa conmigo. Aún no he confirmado mis
cenas, tengo que hablar con mis padres a ver cuándo se la llevo.

– ¡¡¿Tú no piensas estar con ella?!! – se ponía de pie furiosa.

– No he dicho eso, no tergiverses mis palabras. – la señalaba

con el dedo.

– ¡¡Cabrón!!

– Esther, – la miraba condescendiente – no te conviene

enfadarme. Creo que tu posición en este divorcio no es la mejor de
todas, ¿no? – elevaba las cejas y sonreía – Te llamaré por Mara la
semana que viene.

Interiormente contaba hasta cien. Tenía que controlar su ira,

sus ganas de lanzarle el portátil por la cabeza, sus más primitivos
instintos feroces, le costaba mucho, apretaba las manos contra el
escritorio. Creía escuchar la voz de Nadia como un eco fuerte en su
mente, “¡alto, contrólate! ¡ya le haremos pagar a este
joputa!”

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 -.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Después de comunicarse con la sede de la empresa en

Madrid, salió de la torre de control y bajó a la terminal
aeroportuaria. Fue hasta una cabina telefónica y llamó a su casa,
habló con Magda, le explicó la situación y luego habló con Sam, que
ya estaba acostumbrada a esos “percances”. No sabía si volvería al
día siguiente, dependía de los tiempos de la compañía para
solucionar su traslado a Palma. Luego llamó a Julia al bufete.

– ¿Seguro estáis bien? – intranquila.

– Nena, fue un aterrizaje tranquilo, ahora esperamos que nos

digan cuándo nos vamos a Palma y cómo.

– Maca, ¿el motor colapsó? – le temblaba la voz,

impresionada.

– Cariño, no es la primera vez que volamos con un solo motor.

La tormenta se fue tan rápido como llegó, si hubiéramos salido una
hora después, la evitábamos. Una vez que la rodeamos, fue fácil.

– Ay, lo cuentas como si no hubiera pasado nada.

– Gajes del oficio, venga, que tu chico me hizo un plan de ruta

perfecto. – sabía que eso quitaría hierro al asunto y la calmaría.

– ¿Sí? – se le notaba la sonrisa tonta en el tono de voz.

– Cuando volvamos, me lo agasajas bien, que lo merece.

– Vale. ¿Cuándo volvéis?

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 – Apenas lo sepa, te llamo. Oye, ¿alguna novedad del
juzgado?

– Nada.

– ¿No me citan a declarar de nuevo?

– No sé cuándo, en todo caso pediremos nosotras declarar,

apenas averigües con tu vecina qué hizo con la maleta.

– Vale. ¿Llamaste por el expediente de la pérdida de mi

credencial?

– Sí. Estoy esperando, me dijeron que lo buscaban urgente.

Dime, tu ex ligue, ¿te dijo algo?

– No le dirijo la palabra Julia.

– Maca, si hablas con ella a lo mejor te aclara algo que…

– Nena, si hablo con ella es para mandarla a la mierda y no

creo que eso nos convenga, ¿no?

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Nadia había llegado a última hora de la tarde con los informes

que Valdez había conseguido en la reunión con el jefe de Brigada
Central de Estupefacientes de la Policía Nacional. Se iniciaría una
investigación interna para determinar si había habido alguna
filtración que hubiera puesto al descubierto al policía colombiano
asesinado en el avión, a la vez que la Policía de Palma estaba en
camino de registrar la casa del occiso en busca de mayores datos
sobre los contactos del hombre. En Madrid se investigaría al listado

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de pasajeros sentado alrededor del occiso, alguno de ellos era “el”
o “la” probable asesino/a.

Después de completar la pizarra con los nuevos datos y

charlar entre ellos las hipótesis que les venían a la mente, Nadia se
quedaba a solas con la jueza.

– Yo tengo la misma impresión que Sandemetrio. A la

comandante la usaron. – se acomodaba en la poltrona, con una taza
humeante de café.

– Tú como Sandemetrio os resistís a la idea de que pueda

estar involucrada. – revolvía su taza de tila.

– ¿Tú no? – sonreía, conocía el efecto que la mujer había

causado en ella.

– Ni me resisto ni la acepto. Estoy tratando de mantener la

objetividad. – tomaba un sorbo de su taza.

– Y en sueños te la follas, jeje. – decía por lo bajo empezando

a tomar su café.

– ¡Nadia! ¡Por favor! ¡Las paredes escuchan! ¡Recuerda! –

alarmada, enérgica aunque en voz baja.

– Vale. Venga, cuéntame lo que te dijo Mar de la propuesta de

tu ex. – dejaba la taza sobre el escritorio.

– Si soy inteligente, si quiero sacar el divorcio lo antes posible

y quedarme con una buena pasta, más mi casa, más la custodia de
Mara y las visitas cada tanto del “señor” de acuerdo a mi
conveniencia, firmo ya mismo y me olvido de Óscar Lara.

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 Nadia la miraba achinando los ojos.

– ¿Vas a firmar entonces? ¿No seguimos con la investigación?

Esther iba a responderle cuando sonaba su celular, miraba la

pantalla, era de su casa. Levantaba la mano y le indicaba a Nadia
que esperara.

– Mamá, dime.

– Nena, recién regresamos del parque.

– ¡Qué bien!

– Quería tu aprobación para hacer algo.

– Desde cuándo necesitas mi aprobación, tú haces lo que

quieres.

Nadia escuchaba esto y sonreía, haciendo un gesto de “ ¡y

cómo!”.

– Para esto sí, nena. Tiene que ver con la Nochebuena.

– Ya, no me digas que quieres armar el belén y blablabla.

– ¡¡¡Noo!!! No lo hice cuando eras pequeña, no lo voy a hacer

ahora.

– ¿Entonces?

– Verás. Sam le regaló a las nenas un arbolito de navidad con

estrellas y luces de colores. ¡Y un papanuel! ¡Le hace tanta ilusión a
esta chica eso!

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 – Ya. – cogía aire – Bueno, dile que muchas gracias de mi
parte y ya veremos cómo hacemos con ese arbolito y el papanuel y
toda esa fantasía.

– ¿Papanuel? ¿Eh? – le hacía gestos de “ ¡qué locura!” con las

manos mientras hablaba, Esther le hacía señas que esperara.

– Ya le dije muchas gracias. La cuestión es otra. Dile a Nadia

que aunque hable bajo la escucho, eh.

– Vale, mamá. – ¡qué radar tenía en la oreja! – Venga, dime de

una vez lo que me quieres preguntar.

– Como Nadia y Candela van a pasar las fiestas en casa…

– ¡Mamá! ¡Todavía no he hablado con Nadia sobre eso!

Nadia hacía gestos desesperados queriendo saber de qué no

habían hablado.

– Nenaa. Ya verás que es como te digo. Bueno, continúo. Se

me ocurrió que podríamos invitar a Maca, Sam y Pedro a pasarla
con nosotros, están solitos, bueno, con esa chica Julia que es
majísima, ah, ¡¡qué chica tan guapa!! Ya verás qué gente buena
cuando los conozcas en persona.

-.-.-.-.-.-.-

Bus, barco y desde ahí al puerto de Palma. Otro minibus

fletado por la empresa los dejó en casa de Maca; como en el viaje
anterior, Pilar se quedaría en un hotel.

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 Mientras el resto de sus colegas se organizaba para la comida
nocturna y los turnos de ducha, Maca se ocupó de avisar a los suyos
que ya estaban en casa y se fue directo a hablar con la vecina
Almudena.

– ¡Maca! ¡Hola! Escuché la noticia en la tele, hablaban mucho

de la pericia de la piloto para el aterrizaje. ¿Ha encontrado todo
bien?

– Todo muy bien, Almudena. Venía a pedirle mi maleta. – sin

preámbulos, directo al tema, eludiendo el tema de su aterrizaje de
emergencia.

– ¿Su... su...? – la mujer se había puesto evidentemente

nerviosa.

– Mi maleta de Volare, la que le prestó Samantha.

– Yo.... eh... se la devolví.

– No. No se la devolvió.

– Su .... su... esposa no debe recordarlo, a los pocos días se la

llevé.

– Samantha lo recuerda bien, no se la devolvió. ¿Dónde está

mi maleta Almudena? – insistía, enérgica y con cara de enfado.

Estaban paradas en la puerta de la casa de la mujer. Se

acercaba el marido de la señora, un hombre de unos cuarenta y
tantos años, moreno, alto, algo excedido de peso.

– Buenas noches, comandante. ¿Cuál es el problema?

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 Maca apenas había intercambiado algún saludo con el
hombre durante su estadía en Palma.

– Buenas noches. Estoy hablando con su señora.

– Me pide una maleta que Samantha me prestó y que yo le

devolví. – se giraba a contarle a su marido mientras se restregaba
las manos incómoda.

– Ya tiene su respuesta, comandante.

– No es así, Almudena no se la devolvió.

– Comandante, su esposa es... – meneaba la cabeza – no es

una persona con muchas luces, para decirlo de alguna manera.

– ¿Y eso qué tiene que ver? Recuerda muy bien todo, no sufre
amnesia. – de mal modo.

– En este caso, se ha olvidado que mi mujer se la devolvió. –

pasaba un brazo por el hombro de su mujer para mostrar su apoyo.

Maca iba a comentar algo acerca de avisar a la policía, pero

guardó silencio, Julia le había sugerido no hacer amenazas ni hablar
del tema en extenso.

– Ya veo que no la tenéis. – tragándose la rabia que

amenazaba con explotar ahí mismo.

– Porque se la devolví a Samantha. – ahora no mostraba

nerviosismo – ¿Algo más? – con orgulloso enfado.

– No.

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 – Aguarde que le devolvemos sus llaves. No queremos saber
nada más con usted, después de esto. Almu, ¿dónde están?

– En el primer cajón del mueble de la sala.

La mujer se cruzaba de brazos y miraba a Maca con desdén

mientras su marido iba a por las llaves.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Darle una excusa para no invitarlas, a esa conclusión llegaron

con Nadia. No era momento de comentar a su madre que esa mujer
“del parque” que tanto la fascinaba estaba imputada por una
felonía y el juzgado de Esther llevaba el caso. Una cosa era
compartir un momento en el parque, otra cosa entablar una
amistad, se repetía Esther antes de ir a la sala después de haberse
dado una ducha y ponerse el pijama y la bata.

Su madre no tocó el tema en presencia de Mara, lo hablaría a

solas con su hija luego, cuando la cría se fuera a dormir. Mientras
tanto, no se privó de cotillear los dimes y diretes de la susodicha.

– ¡Comandante de un avión Esther! Es como tú, una mujer

emprendedora y valiente. ¡Mujeres de este siglo!

– ¡Mamá! – meneaba la cabeza, esas exageraciones de su

madre la incomodaban, no quería que comentara con nadie de su
“hija jueza” – Espero que no hayas estado alardeando de mi puesto
de funcionaria judicial.

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 Encarna fruncía los labios y negaba. Eso no lo hacía, ¡noo!,
salvo en el pueblo que estaba lejos de los estrados judiciales de
Madrid y del control de su hija.

– Sam dijo que le va a pedir que nos lleve a pasear en un

avión. – terminaba de escribir algo en su cuaderno, mientras
escuchaba los comentarios de su abuela y su madre.

– Ya. – cogía aire y miraba el cuaderno de matemáticas de su

hija, obviaba responderle, ya llegaría el momento de hablar con esa
comandante y poner coto a tanto regalo y tanto obsequio a su
familia – Ah, qué bien, la maestra te ha puesto una nota de
felicitación por tu trabajo.

– Sí, terminé rápido y la maestra me pidió que ayudara a

María Luz, le cuestan mucho las divisiones.

– Muy bien. – seguía husmeando el cuaderno de su hija.

– Esther, en la primavera nos vamos a Santiago de

Compostela con Carmen.

– Ah, muy bien, mami. Hace tiempo que querías hacer ese
viaje. – levantaba la vista del cuaderno y sonreía a su madre.

– Yo también quiero ir, mami.

– Mara, la abuela y Carmen van a caminar mucho y a visitar

iglesias y monasterios. Te vas a aburrir.

– Pero no tienes que pagar nada mami, Candela también

puede venir y no nos aburrimos juntas.

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 – ¿Por qué no tendría que pagar nada? – se giraba a
cuestionar a su madre.

Encarna levantaba los hombros y ponía cara de “no rompí un

plato”.

– Nos regalan los pasajes de ida y vuelta.

Esther levantaba las cejas esperando que terminara el relato.

– La chica esta Maca, tiene pasajes gratis y también

hospedaje bueno muy económico, nos lo cede.

– ¡¡¿Qué?!! ¡¡No, mamá!! ¡¡Desde ya te digo que no!!

Su madre la miraba asombrada, también su hija. Había

levantado la voz y su rostro estaba serio y tenso.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

La copa tradicional con su copiloto después de algún vuelo

problemático. No habían podido tomarla en el aeropuerto de
Menorca, habían tenido mucho jaleo con reuniones técnicas,
conversaciones con los responsables de Volare en Palma y en
Madrid, más los pertinentes y burocráticos informes.

Merche y Mario se habían ido a dormir en el dormitorio con

cama matrimonial. Ellos se habían quedado en la sala, con la
música de Abba, que al copiloto lo ponía de buen humor y era casi
una cábala post accidentes, sonando suave de fondo.

– ¿Qué te ha dicho Julia?

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 – Va a pedir una ampliación de la declaración. – sorbo de
brandy.

– Es llamativo lo de esta mujer. – movía su copa y miraba el

vaivén del líquido.

Maca afirmaba con la cabeza y volvía a tomar otro sorbo de

brandy.

– Maca. – pensativo – ¿No estará implicada esta gente? El

marido fue bastante rudo, por lo que cuentas.

Maca parecía caer en la cuenta del hecho y lo miraba absorta.

– A ver. – depositaba la copa en la mesa pequeña frente al

sofá – La mujer nerviosa, el tío salta como un león a reafirmar los
dichos de su mujer y casi echarte de su casa. Es evidente que no
tienen la maleta, ¿por qué?

– Van a decir que Sam lo olvidó y como Sam tiene problemas.

– Sam es mucho más capaz de defenderse de lo que crees. –

trataba de decirlo con suavidad, se estaba metiendo en el terreno
delicado de la vida privada de la comandante.

– ¿Tú también crees que la subestimo? – no había disgusto en

su voz, más bien duda genuina y dolorosa.

– En tu afán de protegerla, por todo lo que le ha pasado, creo

que algo, sí.

Maca bajaba la vista, la sinceridad de Guastavino la había

estremecido.

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 – Sé que no tengo límites con ella. Soy casi una madre
avasalladora, a veces noto que se siente incómoda. En Cambridge
tenía su trabajo, era bastante independiente, Lois sabía cómo
tratarla.

Guastavino estiraba su mano y cogía la de Maca, dándole un

fuerte apretón. Los ojos de la piloto se llenaban de lágrimas.

– Si yo no me hubiera hundido con la muerte de Lois, si no me

hubiera vuelto a España, ese pijo hijo de puta no se hubiera
aprovechado de ella, Guastavino.

– No te sigas culpando por lo que sucedió.

– Cada vez que lo recuerdo me vienen ganas de tomarme un

avión a Cambridge y pegarle dos tiros al tío. ¡Libre de culpa y cargo!
Y la pobre terminó en un centro de desintoxicación, después de
haber sido violada por él y sus amigos. – meneaba la cabeza y las
lágrimas caían sin freno.

Guastavino se giraba y quitaba la copa de la mano de la

piloto, cogiendo luego las dos entre las suyas.

– Maca, no puedes remediar lo que pasó. Sam es una chica

positiva, no se ha quedado en el pasado. Yo la veo muy bien,
queriendo aprender nuestro idioma, encantada con esa belleza de
hijo que tenéis, ocupándose de él, criándolo con mucho amor.

– Mi pobre niña, ahora su enfermedad. – lloraba sin consuelo.

– Macarena – con afecto – ¿has pensado que fue ella quien te

ubicó en España y te llamó para contarte?, ¿que ella hizo la

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denuncia y no se acobardó ante las amenazas y el maltrato de la
policía y los abogados del niñato rico?

Maca levantaba la vista y se quedaba pensativa esperando

que continuara hablando.

– Fue ella quien te pidió ayuda porque los de servicios

sociales le iban a quitar a su hijo apenas naciera.

Maca asentía con la cabeza.

– Sam es más fuerte de lo que crees. Es hora que hables con

ella, le expliques lo que sucede y verás cómo sabe decir con
claridad lo que pasó con tu maleta.

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