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1 EL SER HUMANO COMO MISTERIO

1.- La especie humana


2.- Identidad human

01 La especie humana
01.1 En el principio
En el principio de los tiempos. En el comienzo de la conciencia del tiempo. En el origen de aquel
que se dio cuenta del paso de la luz a la oscuridad, de la vida a la muerte. Entonces surgió la especie
humana.
No se sabe muy bien cómo fue. Los estudiosos calculan que el primer individuo vivió hace unos
2 400 000 años.
En la segunda mitad del siglo XIX Thomas Huxley, Charles Darwin y Erns Haeckel argumentaron
que el ser humano procedía de la especie animal antropoide después de un progreso evolutivo.
Hasta llegar al Homo sapiens. A este proceso se le llama hominización. El sapiens sería el antecesor
directo de la especie humana. Detrás quedaron australopitecus, esgastery antecesor. Por cierto,
este último es el del yacimiento burgalés de Atapuerca.
Según todos los indicios, el Homo sapiens apareció hace unos 100 000 años en territorios de
África y Asia y hace unos 40 000 en la región europea. Desde entonces recorrió un largo proceso
de humanización en el que logró crear y recrear el medio en el que vivía dando origen a la cultura.
El mundo comenzó a tener conciencia de sí mismo gracias a la especie humana.

01.2 Seres vivos


Desde el punto de vista biológico el ser humano se constituye como una sola especie. En su
proceso evolutivo el Homo fue más diversificado, había más especies. El Homo sapiens es, hoy en
día, la única especie que queda del género Homo. El Homo sapiens pertenece a la familia de los
hominoideos de la estirpe de los primates.
Nuestra anatomía nos hace distintos del resto de animales.El reducido tamaño de las
mandíbulas, la complejidad y precisión de las extremidades superiores, la posición erguida sobre
dos puntos de apoyo, el gran tamaño del cerebro... Diferencias que también tenemos respecto de
los animales más cercanos a nuestra especie como el orangután, el chimpancé o el gorila, con los
que casi estamos igualados en número de cromosomas: nosotros, 23 pares, y ellos, 24.

01.3 Seres inteligentes


El nombre de Homo sapiens alude a su rasgo biológico más significativo: su capacidad de conocer
de forma racional, distinta de todas las demás especies. Esta capacidad se debe, entre otros
factores, a que en el proceso evolutivo el cerebro humano experimentó un crecimiento
significativo.
El cerebro humano es un elemento imprescindible para poder explicar la forma de vida
inteligente. Procesa la información procedente de nuestra sensibilidad y organiza el movimiento y
el comportamiento de todo nuestro cuerpo, desde la presión de la sangre al funcionamiento de los
ojos. En el cerebro se controla el conocimiento, las emociones, la memoria y el aprendizaje. Como
una gran orquesta sinfónica, el cerebro coordina sus distintas áreas para que interactúen entre
sí.
Gracias al cerebro la especie humana ha sido capaz de realizar operaciones conceptuales y
simbólicas cada vez más complejas. De todas ellas la más importante es la del lenguaje. Las
capacidades de introspección, especulación y abstracción han multiplicado las posibilidades de
adaptación al medio hasta el punto de transformarlo según nuestras necesidades. Toda la
información adquirida no se transmite por la herencia genética sino por imitación e instrucción,
por aprendizaje, lo que ha dado origen a la cultura.

01.4 Seres culturales


El antropólogo británico Ashley Montagu (1905-1999) entiende por cultura «el modo que el
hombre tiene de situarse en el mundo». Se entiende por cultura la manera de ser de una sociedad,
el modo de vivir, la forma de actuar que tienen los miembros de una comunidad humana. El
diccionario la define como el «conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su
juicio crítico» y también como el «conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado
de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.».
Lo que está claro es que la cultura es un rasgo que nos diferencia a los seres humanos del resto
de animales del planeta. Para que entiendas esta peculiaridad solo tienes que observar la historia
de la humanidad y comprobar los múltiples cambios que se han dado a lo largo del tiempo. El tratado
de apicultura que escribió el gaditano Columela hace casi dos mil años describe el funcionamiento
de las abejas de igual modo que lo podríamos describir hoy en día; su realidad es siempre la misma.

02 Identidad humana
02.1. Cuerpo y alma
La Biblia llama Ruah al aliento de Dios sobre la vida cuando es inspirado sobre el hombre (Gn
2,7). Bashar es el término contrapuesto a Ruah y significa 'carne en el sentido de aquello de mí
que se puede tocar'.
En el ámbito de la filosofía griega, Sócrates (469-399 a.C.) pensaba que lo esencial del ser
humano era su razón. Su discípulo Platón (427-347 a.C.) admitía que el alma humana era un complejo
de tres facultades en la que el «logos» o razón trataba de controlar a las otras dos, la pasión y el
deseo. De este modo Platón explica por qué al ser humano le cuesta tanto vivir solamente según la
razón. Las necesidades del cuerpo dan lugar a las pasiones y deseos, actuando, por tanto, como
cárcel para el alma. Para Platón el ser humano es esencialmente alma. Aristóteles (384-322 a.C.)
después mantendrá esta distinción pero solo como dos conceptos no divisibles en la realidad.
Los evangelios trataron de narrar la experiencia que sus autores y las primeras comunidades
de seguidores tuvieron de Jesús de Nazaret. Posteriormente el cristianismo se empapó de
platonismo con San Agustín, quedando marcada la concepción del ser humano por la división cuerpo-
alma. Más tarde Santo Tomás hablará del cuerpo y del alma como principios o aspectos del ser
humano y no como realidades separables. El Concilio Vaticano II, al referirse al ser humano, habla
de persona «uno en cuerpo y alma» (Gaudium et Spes 14).

02.2. Identidad personal


El término «persona» procede de la voz griega prosopon, que significa 'máscara'. Se trata del
antifaz que el actor se colocaba para representar su papel y hacer resonar su voz. En los primeros
siglos del cristianismo se trató de aclarar el significado del misterio de la Trinidad y se empleó
este término para referirlo al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y también para hablar del ser
humano.
El filósofo romano Boecio (480-524) entendía por persona la «sustancia individual de naturaleza
racional». Mucho más tarde Kant (1724-1804) enriquecerá el concepto añadiéndole la capacidad
de libertad para darse leyes y, por tanto, crear un entorno moral. La libertad es propia del ser
humano y le hace ser un fin en sí mismo.

02.3.Dignidad humana
La dignidad del ser humano se fundamenta en su libertad. La conducta humana es escasamente
instintiva y mayoritariamente aprendida. Esto significa que, con el paso del tiempo, cada uno se va
configurando de una manera determinada. Dependiendo del ambiente en el que se crece la
socialización será de una u otra forma. Los esquemas de comportamiento y la adaptación al medio
variarán de una a otra persona.
En todas, la libertad es un factor fundamental de desarrollo. En todos y cada uno de los seres
humanos la libertad establece la obligación de respetar al otro, porque los demás son dignos en sí
mismos por el hecho de ser personas.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) proclama en su artículo primero:
«Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de
razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros».

02.4. Abiertos a la trascendencia


Desde los primeros tiempos de su paso por este mundo, el ser humano experimentó la posibilidad
de una continuidad más allá de la vida. Por otra parte, la gran cantidad de cambios y
transformaciones naturales que se producían a su alrededor tenían sentido en la intervención de
fuerzas superiores que lo organizaban todo, que castigaban y premiaban, que daban muerte o vida.
La experiencia de una realidad que está más allá de lo material y finito muestra que el ser humano
es una criatura abierta a la trascendencia. Toda aquella persona que lo experimenta tiene
dificultad para describirla. Resulta imposible enunciarla con exactitud. Desde ese momento se
establece una relación con lo trascendente que resulta fascinante. Es el comienzo de la
religiosidad, de la relación con la divinidad,con lo trascendente, con Dios. Cautiva, seduce y llena
de paz. Compromete la vida entera y le da sentido. La relación se hace cercana con el próximo y el
lejano. Lo humano entra en una nueva dimensión y la dignidad de la persona se subraya..
Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin
distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole,
origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional
del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país
independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a
cualquier otra limitación de soberanía.
2.- LA CRITICA A LA RESPUESTA
RELIGIOSA
01 La crítica a la respuesta religiosa. Humanismo frente a las religiones
El ser humano es un misterio al que las personas religiosas dan respuesta desde su experiencia.
Hay quienes plantean críticas a la respuesta religiosa. Vamos a ver estas críticas: el Humanismo
ilustrado y existencialista y la crítica al Humanismo y a la razón de los «maestros de la sospecha».

01.1 El Humanismo renacentista


Se pueden llamar humanistas aquellas propuestas de sentido que colocan en el centro la dignidad
del ser humano, su libertad y su responsabilidad.
El término se acuñó en el Renacimiento. En esa época, se reaccionó frente a la tradición
medieval. Se renovó la lectura de textos clásicos griegos y romanos y se afrontó la vida desde una
nueva perspectiva.
Dos personajes fueron ejemplo de este humanismo renacentista:
 Pico della Mirandola que, como cristiano, dialoga con la tradición filosófica griega y con la
mística judía, sosteniendo que la dignidad humana es universal.
 Erasmo de Rotterdam, que proclama el derecho a discrepar, a criticar razonablemente las
instituciones que se quedan ancladas en sí mismas.

01.2 El Humanismo ilustrado. El deísmo


El ideal renacentista fracasó. Las luchas políticas por el control de Europa, con el trasfondo de
enfrentamiento religioso, dieron lugar a guerras, persecuciones y torturas. Una serie de autores
propusieron que el ideal humanista para lograr la paz y la concordia solo podía conseguirse si las
religiones quedaban reducidas y dominadas por una razón «ilustrada».
Así, algunos de los «ilustrados» franceses, se distanciaron de las religiones como medios de
humanización y convirtieron la experiencia religiosa en una filosofía, llamada «deísmo». Voltaire
destacó en esta época como crítico de todas las religiones. El gran medio de reforma fue la razón.
Los ilustrados pensaban que la razón humana, solucionaría todos los problemas de la humanidad y
traería la paz y la concordia universal.

01.3 El existencialismo no creyente


Sin embargo, el optimismo ilustrado no resistió el paso del tiempo. Consiguió animar procesos
de pensamiento autónomo y de libertad política muy impor- tantes. Pero las dos guerras mundiales
una enorme desilusión: la razón humana no bastaba para solucionar el mal. Por eso, tras la Segunda
Guerra Mundial surgió un nuevo movimiento que quería reivindicar la persona humana desde una
nueva óptica más desesperanzada. Es el existencialismo. Los existencialistas heredaron de la
Ilustración la idea de que el Humanismo no es compatible con la propuesta religiosa. Destacan:
Jean Paul Sartre y Albert Camus.

Jean Paul Sartre


(1905-1980) Fue uno de los grandes literatos franceses del siglo XX. Fue premio Nobel de
Literatura. Obras suyas son: El sery la nada y La náusea.
El centro de su pensamiento radica en reconocer que el ser humano es un «serpara-sí», que
puede transformarse a sí mismo. Es decir, no tenemos marcado nuestro destino, somos totalmente
libres. Por eso, no existe Dios. Si Dios existiera, no seríamos, como somos, totalmente libres. Dios
es incompatible con la libertad humana. El único límite para mi libertad total son los otros. Por ello,
en cuanto límites a mi libertad, «el infierno son los otros».
Esta libertad es una responsabilidad infinita que, cuando nos hacemos conscientes de ella, nos
provoca una enorme angustia. En el fondo, da igual nuestro sentido de la vida. Estamos «arrojados»
a la existencia sin sentido alguno. El absurdo de la existencia lleva al sentimiento más lúcido: la
náusea.
Albert Camus
(1913-1960) Escritor francés, fue, como Sartre, premio Nobel de Literatura. Obras suyas son:
La peste y El mito de Sísifo.
Para él, el problema central es el mal y el sufrimiento del ser humano. Confiando solo en lo que
ve y toca, el ser humano se encuentra ante un abismo oscuro de sinsentido, empujado hacia la
muerte, rodeado del mal y la enfermedad. Según él no cabe la esperanza religiosa, que da el salto
en la oscuridad confiado en Dios, ni el olvido sumergido en el placer. Consciente de la nada que le
rodea, su propuesta es el héroe. Consciente de la imposibilidad de vencer el mal, el ser humano no
debe renunciar a convertir su vida en una lucha constante contra él. El ser humano es como Sísifo,
condenado por los dioses a subir una roca hasta la cima de un alto monte para que, después, la roca
rodara de nuevo hasta el valle. Pero debemos ver a Sísifo feliz: sabe que nunca vencerá, pero nunca
dejará de pelear por conseguirlo. En esta pelea sin fin y sin esperanza contra el mal se puede
encontrar la felicidad en medio de la nada de la existencia.

01.4 Diálogo con el existencialismo increyente


Según el cristianismo Dios no se opone en absoluto a la libertad del ser humano, sino que la
potencia. Dios, por amor, nos crea radicalmente libres. Los existencialistas siguen teniendo una
imagen de Dios ajena a la propuesta cristiana. Es una precomprensión errónea e injustificada.
Los otros no nos impiden la libertad sino que nos hacen más libres, sin ellos no podemos ni existir.
El cielo es el encuentro con los otros en el amor.
El mal es el gran desafío al sentido de la vida, la esperanza cristiana en que el amor puede
vencerlo no es una ilusión, sino una opción que multiplica la fuerza de la lucha contra el mal. La
propuesta heroica de Camus confía en que merece la pena la lucha, como el creyente confía en que
podremos vencer finalmente el sufrimiento del mal. Dios nos llama a ser «héroes».

02 Los maestros de la sospecha


Junto a estos humanismos no creyentes que hemos presentado, se encuentran, posturas que
ponen en cuestión la idea de la razón ilustrada y que, criticando la religión, critican también la
confianza ilustrada en la razón.
Paul Ricoeur calificó a tres de ellos «maestros de la sospecha».

02.1. Friedrich Nietzsche


Filósofo alemán (1844-1900). Destacan sus obras: Así habló Zaratustra y Ecce Homo.
Nietzsche recoge las ideas de Schopenhauer, quien afirma que es imposible llegar a conocer el
sentido y la esencia de la existencia. Solo tenemos aquello que en nuestra voluntad se representa.
Nietzsche expresa esta ausencia de una referencia universal de sentido con una parábola: un
profeta, Zaratustra, baja del monte para anunciar que «Dios ha muerto». Es decir, ya nadie puede
delegar en Dios el sentido de nada. Todo depende de nosotros... No podemos ser ya «corderos»
que dependen de lo que dice Dios o una antigua tradición. Los valores tradicionales de Occidente
están muertos. No hay referencia alguna segura para la persona. Y eso es terrible. Es necesario
que emerja el «superhombre», la persona que es consciente de que todo depende solo de él. El
«superhombre» se define por su voluntad. Su «voluntad de poder» es la que decide cómo se
representa el mundo, cuál es su puesto en él, y la que empuja al ser humano a conseguir su
propósito, sea cual fuere.
Por ello, la imagen en la que se sentía representado Nietzsche era la de Dionisos, el dios de la
embriaguez, del exceso, debe vencer a Apolo, el dios del orden, de la medida impuesta desde fuera.
El cristianismo, basado en algo externo, Dios, y propone la compasión por el otro y es una moral de
débiles y esclavos.

Diálogo desde la fe
La persona no depende de sí misma para ser. Somos con los otros, nos construye el encuentro
con otros, no nuestra voluntad soberana. De hecho, esta voluntad, si no se encauza desde Dios-
amor, destruye. El centro que hace feliz y da vida a la persona no es la voluntad de poder, sino la
«voluntad de querer».
Es cierto que el sentido de la existencia es una opción personal e intransferible, que ya no viene
dada por la sociedad como antes. Pero lo que define al ser humano no es el «superhombre» movido
por su voluntad, sino el amor que nos humaniza y nos permite aprender, convivir y disfrutar. La
compasión no solo no es de débiles, sino que requiere más valentía y entrega que imponerse a los
demás.
Nietzsche opone Dios y ser humano. Si existe Dios, el ser humano no es libre para ser él mismo
de forma totalmente libre. Pero no dice por qué. Los cristianos proponemos que Dios, siendo amor,
nos impulsa a una libertad total. Depende de nosotros aceptar su propuesta o negarnos.

02.2.Sigmund Freud
Médico y psiquiatra austriaco (1856-1939). Algunas de sus obras son: El porvenir de una ilusión,
Tótem y tabú... Freud es uno de los creadores del psicoanálisis. Para él, el ser humano está marcado
por su psique, la mayor parte de la cual es inconsciente, no racional.
Para Freud nuestra personalidad tiene tres partes:
 El «ello», donde están el verdadero motor de nuestras acciones, las pulsiones instintivas
inconscientes, sobre todo sexuales y agresivas. El «ello», donde están el verdadero
motor de nuestras acciones, las pulsiones instintivas inconscientes, sobre todo sexuales
y agresivas.
 El «super-yo», que son los ideales por los que nos regimos y según los que nos juzgamos
a nosotros mismos.
 El «yo», el espacio consciente que intenta armonizar el ello y el super-yo desde el
principio de realidad (útil-inútil).
Freud enraíza las enfermedades mentales en el desequilibrio de estos factores. Hace una
interpretación de la religión limitada a una lectura reduccionista.
Para él la religión es una neurosis obsesivo-compulsiva, que nace de un teórico enfrentamiento
padre-hijo en la infancia. Cuando el niño descubre que su padre no es omnipotente, proyecta esta
imagen hacia fuera, a un Dios omnipotente que le protege y así evita la angustia de una existencia
que depende de él mismo. Por tanto, la religión no es más que un mecanismo de defensa.
Freud también hace una lectura histórica del origen de la religión. Piensa que surge del asesinato
del líder original del grupo tribal por los mismos miembros de la tribu, hartos de su poder. Pero,
una vez asesinado, sienten su ausencia y se sienten culpables. Por eso proyectan en un tótem su
imagen y la adoran.

Diálogo desde la fe
Freud reduce el hecho religioso a una serie de casos de enfermos. No es cierto que todas las
personas religiosas sean en absoluto neuróticas obsesivas. Además el hecho religioso no tiene que
ver con un padre todopoderoso. El cristianismo no cree que Dios proteja al ser humano del mal,
sino que es libre para luchar con él y para aceptar el sufrimiento.
Freud convierte su propio esquema psicoanalítico en la única vara de medir y adecua todo a esa
vara de medir. Con lo que, desconoce la experiencia religiosa personal (que es el centro de toda
religión) y no se da cuenta de que el hecho religioso no evita en absoluto la angustia de la libertad
y de la toma de decisiones. De hecho la hace más consciente. No pocos autores han señalado cómo
el mismo Freud podría haber proyectado en sus ideas sus experiencias religiosas negativas vividas
en la infancia.
También es verdad que algunas veces los términos religiosos sirven a algunas personas para
justificar desórdenes psicológicos serios que deben ser tratados.
Su lectura histórica del origen de la religión no tiene ninguna base científica. Ni el tótem es una
realidad universal, ni siempre representa a un antepasado realmente existente, ni tiene que ver
con la mayoría de las formas religiosas antiguas ni modernas.

02.3 Karl Marx


Filósofo, sociólogo y economista alemán (1818-1883). Sus obras principales son: Manifiesto
comunista y La sagradafamilia.
Marx, junto a Frederich Engels, funda una corriente de pensamiento crítica, el marxismo.
Él es el autor de la teoría del «materialismo histórico», una forma de comprender el discurrir de
la Historia que defiende que el único motor de la historia humana y de las culturas son las formas
de producción de bienes materiales.
Así, para él, las explicaciones del mundo, entre ellas la religión, son solo una superestructura
ideológica que crean las clases dominantes, las que controlan la producción y sus beneficios, para
mantener su dominio sobre las demás personas. Son formas falsas de presentar la realidad
(«ideologías») que buscan justificar que ellos vivan de los beneficios del trabajo de otros.
La religión es, entonces, una ideología más: una máscara para ocultar y, a la vez, sostener el
régimen económico injusto. Marx la denomina el «opio» del pueblo: como esa droga, piensa él que
la religión promete una felicidad ilusoria que mantiene a las personas soportando la injusticia real
y las deja ajenas a la felicidad real.
Es cierto que Marx también señala que, en el fondo, la religión tiene algo de protesta contra la
dureza de esta existencia oprimida, pero la solución que propone, que él entiende que es
exclusivamente el «cielo» es absurda y aleja a la persona de este mundo. Por tanto, es necesario
el fin de la religión para conseguir la liberación de la opresión. Solo así el ser humano será libre
para ver la realidad de opresión, tomar conciencia de ella y liberarse.
Diálogo desde la fe
Marx parte del presupuesto de que toda religión necesariamente justifica la injusticia
estructural. Pero eso no es cierto. En muchas ocasiones personas religiosas se han enfrentado a
la injusticia estructural desde su experiencia religiosa.
Los profetas del Antiguo Testamento denuncian, en nombre de Dios, la injusticia de los
terratenientes. Jesús denuncia, y le cuesta la vida, el dominio del Templo sobre los excluidos de
Israel. La Doctrina Social de los papas y la vida de muchos cristianos en América Latina, África y
América han denunciado con fuerza los mecanismos de explotación y la opresión estructural de
nuestro mundo, llegando a dar testimonio de su compromiso con los pobres incluso con su vida.
Dios no mantiene al oprimido en un sueño futuro sino que le impulsa a mirar cara a cara este mundo
y, desde su amor, le da la fuerza para liberarse y liberar a los demás de toda injusticia, que ofende
a Dios.
Pero también es verdad que no pocas veces los cristianos han olvidado su miSión profética,
justificando la opresión de los pobres con palabras vacías seudorreligiosas o callando ante la
injusticia que les beneficiaba.

03 El positivismo cientificista
Otra de las posiciones que se quiere reclamar «humanista» encontró sus fuentes en el avance
de la ciencia. Desde el siglo XVII se generaliza una nueva forma de concebir el método científico:
ya no hay que aceptar lo dicho por los antiguos ni por tesis filosóficas, sino que el punto de partida
de la ciencia es el experimento, el análisis directo de la realidad.
El éxito de esta metodología experimental hace que Occidente desarrolle una técnica
impresionante, que ha hecho que nos paseemos por el espacio, que venzamos antiguas
enfermedades mortales o que seamos capaces de comunicarnos inmediatamente con cualquier
parte del planeta.
Esta fuerza de la ciencia hizo que una serie de autores propusiera que la ciencia ocupara el
lugar que antes ocupó la religión.

03.1 Auguste Comte


El filósofo francés Auguste Comte ( 1798-1857) expuso claramente esta propues- ta. Para él la
historia del mundo se dividía en tres estadios: que analizó en su obra Curso de filosofía positiva.
El estadio religioso, donde el centro se ponía en relatos míticos, que él entendía, erróneamente,
como fantasías.
El estadio filosófico, en el que el centro radicaba en el pensamiento racional abstracto; pero
acabado este, surge el estadio definitivo de la conciencia humana. c) El estadio positivo, en el que
la ciencia explica el sentido de la experiencia humana y todo queda resuelto.
Comte llamó a esta propuesta «positivismo» y creía que sería la religión del futuro. La ciencia
se independiza de la religión... para convertirse en una nueva religión. Así, siguiendo la ciencia, el
ser humano será capaz de liberarse a sí mismo, sin la necesidad de ningún Dios, de la enfermedad,
del sufrimiento, incluso de la muerte... La ciencia es el nuevo Mesías que nos salvará.
Esta idea de que la ciencia es necesariamente incompatible con le fe tiene hoy nueva vigencia
en los llamados «nuevos ateos», como R. Dawkins, que entienden que la ciencia es la única respuesta
a todas las preguntas humanas y que la fe religiosa es, necesariamente, fuente de violencia, por lo
que debe ser combatida.
Diálogo desde la fe
La Iglesia considera buena y necesaria la labor independiente de la ciencia. Aporta enormes
beneficios a las personas y es una muestra de nuestra vocación de ser «cocreadores» con Dios.
Pero el objetivo de la ciencia es diferente del de la religión: la ciencia quiere comprender «cómo
funciona» la realidad. La religión se ocupa de «qué sentido» tiene. Ambas pueden convivir y
dialogar. Como decía Einstein: «la ciencia sin la religión es coja; la religión sin la ciencia es ciega».
Y no es verdad que los seres humanos religiosos seamos necesariamente violentos: los ejemplos de
Ghandi, de Luther King, de Buda, del mismo Jesús, son evidentes. Lo que sí es violencia es juzgarnos
a todos como peligrosos solo por nuestra fe.

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