¿Para qué sirve la literatura? ¿Cuál es la pertinencia
de la literatura en la vida? ¿En qué consiste su poder? ¿Es la vida más rica para los que leen que para los que no leen? ¿La lectura hace mejores personas? (Compagnon, Sartre, Calvino, Nietzche, Steiner, García Montero, Lledó, Muñoz Molina, Larrosa)
¿Por qué leer literatura en la escuela? ¿Qué sentido
tiene la literatura en la formación de los niños y los jóvenes? ¿Ayuda la literatura a la construcción de su identidad individual, social y cultural? ¿Les ayuda a ser quienes son (Lledó)? Finalidad de la investigación (Sanjuán, 2007; Sanjuán y Senís, 2017)
“Ha llegado el momento de volver a hacer el elogio
de la literatura, de protegerla del desprecio, en la escuela y en el mundo” (Compagnon, 2008: 54).
Reivindicación del poder insustituible de la
literatura en la formación de los seres humanos. Propósito del trabajo: indagar en el poder transformador de la literatura en los estadios iniciales de la construcción de la identidad, desde la primera infancia hasta el fin de la adolescencia. Marco teórico
La experiencia de la lectura y la construcción del yo
(Rosenblatt, 1938/2002; Salinas, 1948; Lewis, 1961; Larrosa, 2003; Sánchez Corral, 1995, 2003). La función de la ficción literaria en el desarrollo psíquico del individuo (Vygotsky, 1930; Bettelheim, 1976; Bruner, 1986) Sociología cualitativa de la lectura y etnografía de la lectura (Lahire, 2002; Bahloul, 2002; Petit, 1999, 2001, 2008; Peroni, 1998; Argüelles, 2003) Investigación sobre respuestas lectoras de niños y adolescentes (Sarland, 1991; Sipe, 1998; Petit, 1999; Cuesta, 2006; Sanjuán, 2013; Calvo, 2015) Metodología investigadora Investigación etnográfica basada en el análisis de documentos memorialísticos de escritores que relatan y analizan de forma pormenorizada cómo fue su relación temprana, en su infancia y adolescencia, con el lenguaje literario y en qué medida la literatura ejerció un papel decisivo en la construcción de su personalidad. Proceso de obtención de resultados de abajo a arriba (de los datos a la teoría). Categorías de análisis emergentes de los textos autobiográficos considerados. Parte de un trabajo más amplio, con más autores (Sanjuán, 2007). Aspectos significativos en las experiencias tempranas de lectura literatura. Categorías emergentes (1)
1. El descubrimiento del lenguaje poético y la
magia de las palabras (literariedad): la dimensión estética de la literatura. 2. La sonoridad de la palabra poética oral. 3. Literatura y vida: la plenitud de la experiencia lectora, la literatura como forma de vida intensificada. La literatura como vía de conocimiento. El poeta como modelo vital. 4. La cultura y la literatura como vía para el ascenso social, superación de un entorno pobre. Aspectos significativos en las experiencias tempranas de lectura literatura. Categorías emergentes (2)
5. La literatura como refugio, como espacio
íntimo. 6. Modos de leer y releer. 7. Representaciones sociales y culturales de la lectura. Lo prohibido. Los contextos históricos. 8. Las experiencias tempranas de escritura como respuesta a las experiencias lectoras. 9. El azar y el canon en la selección de las lecturas personales. 10.La lectura en la escuela. El canon, las actividades, los mediadores. Algunos testimonios autobiográficos: Fernando Alonso (2002, “El más grande de los tesoros”):
Es cierto que en cualquier momento podemos leer las aventuras de Simbad y
de Aladino, Viaje al centro de la Tierra, Robinson Crusoe, La isla del Tesoro o Los viajes de Gulliver; pero ya no podremos hacerlo con la fascinación y el entusiasmo con que los hubiéramos leído en el momento adecuado; cuando nos habrían descubierto el magnetismo de los mundos mágicos y misteriosos; el arrojo, el desinterés y la entrega con que los protagonistas se lanzan a la aventura; la solidaridad ante los problemas compartidos; la relatividad de las cosas y la grandeza de muchos mundos poblados por personas diferentes que piensan, sueñan, ríen y sienten igual que nosotros; la diversidad de tantos mundos diferentes que nos llevaría a pensar que todos somos iguales. […]. Todos estos libros, todas estas historias llegadas en el momento adecuado nos ayudaron a agrandar la mirada y el espíritu; nos enseñaron a mirar en profundidad y a valorar los pequeños detalles. Cuando uno mira en profundidad los pequeños detalles, la realidad se magnifica, se llena de vida y de plasticidad, y nos desvela los múltiples significados que encierra. (: 21-22) Xavier P. Docampo (2002, “Leer, ¿para qué?”):
La lectura, siendo como es para el lector competente un acto
solitario, está dotada de la virtud de hacerte sentir que no estás solo […]. El ser humano, consciente o inconscientemente, se plantea de continuo la gran pregunta de ¿qué hago yo aquí? Y se lanza a recorrer el largo y ancho camino de la vida sin más deseo que el de dar respuesta a esa pregunta. Algunos hemos entendido que la respuesta puede estar en los libros, no por ser libros, sino porque el camino hacia la respuesta está en los otros seres humanos del pasado y del presente. He ahí la mejor pista que yo conozco para indagar la razón por la cual leemos aquellos que lo hacemos. No es un absoluto, pero tenemos una pequeñísima convicción de que la literatura puede explicar el mundo. […]. De cualquier problema relacionado con la vida, sea de tipo social o de tipo existencial, la literatura puede proporcionarnos análisis más profundos que otras formas de abordarlos, […], debido a su capacidad de mostrar todos los aspectos de la cuestión, incluso los más escondidos. (: 46-48). Josefina Aldecoa (2004, En la distancia):
La deslumbrante revelación del conocimiento es el punto de partida para cualquier
actividad intelectual. El mundo de los libros, la pasión por la lectura precozmente despertada, suponen un estímulo decisivo que acelera la constante evolución, el creciente interés por lo desconocido, el cauce para dar forma y sentido no sólo a la función intelectual sino también a la sensibilidad y a la capacidad de acercamiento solidario hacia el resto de los seres humanos. Mirando atrás, me reconozco en la niña que fui, me veo frente a mi madre pidiéndole que me explique lo que no entiendo, siguiendo sus orientaciones y aceptando su ayuda. Y me veo también en los largos veranos, en la bohardilla de mis abuelos maternos, tumbada sobre una manta frente al balcón, en el cuarto de las manzanas, leyendo sin cesar, devorando ávidamente cuentos, hojeando Alrededores del mundo y otras revistas de viajes que mi abuelo atesoraba y me impulsaba a leer. […]. Mis primeros recuerdos están unidos a esa casa y sobre todo a mi abuelo, un hombre muy inteligente, autodidacta, librepensador, ateo, republicano. Conmigo se esmeró. Me hizo depositaria desde muy pronto de muchas de sus creencias y cuando aprendí a leer me dejó libros a veces muy complicados para mi edad. Por ejemplo: Los Miserables de Víctor Hugo, o Las mil y una noches, en dos tomos grandes, a los nueve años. (pp. 20-21 y 32). Francisco Ayala (1982, Recuerdos y olvidos):
En fin, una voracidad insaciable me hizo tragar,
desordenadamente, una gran cantidad de letra impresa, procurando digerirla. Pero mi manera de leer, quizá por benéfica contrapartida de mi escasa memoria, no me causó la confusión mental que hubiera podido temerse. Parecería que mi atención filtra y absorbe sólo aquello que en alguna manera me es consustancial; y esto queda incorporado a mi mismo ser como elemento propio y no prestado. Por eso, quizá me ha sorprendido siempre esa distinción que suele hacerse entre lo vivido y lo libresco. Para mí la lectura de un libro, sean cuales fueren su índole y materia, constituye una experiencia vital como cualquiera otra, a veces más intensa que muchas otras, y no deja en mi mente residuo alguno postizo: la escasa virtud retentiva de mi memoria descarta enseguida todo lo que no me he apropiado al leer. (: 120). Fernando Savater (2003, Mira por dónde) :
Supongo que mi adicción temprana y sempiterna al modernismo proviene
en gran parte de las poesías que me recitaba –y muy bien, por cierto- [mi padre] cuando yo aún no tenía ni diez años. Disfrutábamos especialmente, él declamando y yo bebiendo la música verbal del nicaragüense, con el cortejo y los claros clarines de La marcha triunfal […]. Nuestra trova favorita, en cualquier caso, era Sonatina, a la que llamábamos familiarmente “Margarita”: “El aire está cargado de esencia sutil de azahar; / Margarita, te voy contar un cuento”. Cuando llegaba aquel redoble sentía un emocionado cosquilleo en la espina dorsal: “Y el rey hizo desfilar / cuatrocientos elefantes a la orilla de la mar”. […]. Pero fue otro verso de esa misma composición el que me hizo sentir por vez primera la fuerza de un adjetivo atinado: “los cisnes unánimes en el lago del azur”. Al principio, la unanimidad de los cisnes sólo me resultó verbal, no evidente, porque ni siquiera estaba familiarizado con lo que significaba la palabra. Pero una tarde, en el minúsculo estanque de la plaza de Guipúzcoa que entonces albergaba varios cisnes, me detuve a verlos pasar deslizándose en paralelo sin agitar el agua. Y comprendí de pronto, con revelación fulgurante, que eran unánimes y sólo unánimes serían ya para siempre. ¡De modo que la palabra podía transfigurar a la cosa! El pabellón de malaquita y el gran manto de tisú no eran sino hermosos sonidos, pero la unanimidad predicada de los cisnes descubría y precisaba su verdad dormida. Me enseñaba a ver la realidad, no sólo a nombrarla. ¿Cómo renunciar ya a ese hechizo prodigioso de la palabra justa, una vez descubierto? (: 33-35)