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Universidad San Carlos De Guatemala.

Ciencias Jurídicas y Sociales.

Abogado y Notario.

Catedrático: Armando Santizo Ruiz y

Kandy Filadelfia Ramirez.

Curso: Constitucional II

TEMA:

Control De Convencionalidad.

Nombres y Apellidos

Geyser Keneth Ambrocio P.


INDICE

Páginas.

Introducción…………………………………………………………………1

CAPÍTULO I

CONTROL DE CONVENCIONALIDAD

1.1 Definición………………………………………………………………2
1.2 Etapas y Alcance……………………………………………………..3

1.3 La constitución y los tratados internacionales…………….…..…..4

CAPÍTULO II

CATEGORIAS DE CONTROL DE CONVENCIONALIDAD

2.1 El control Concentrado y El control Difuso………………………….5

2.2 El papel de control de convencionalidad en relación entre el sistema nacional y


el sistema internacional…………………………………………….….….6

2.3 La Jerarquía de los tratados internacionales sobre los derechos fundamentales


en el ardimiento de los estados………………………………………......7

Conclusiones. ………………………………………………………...........8

Recomendaciones. ……………………………………………...…..……..9

Bibliografía. ……………………………………………..………….…..…..10
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INTRODUCCION:

El Presente trabajo se denomina “Control de convencionalidad”. Concretamente,


este trabajo busca abordar en la jurisprudencia de Guatemala para verificar cuales
son los criterios interpretativos que la Corte de Constitucionalidad ha hecho con
relación al Control de Convencionalidad en materia de Derechos Humanos. Lo
positivo en estos procesos radica en que existe un compromiso notable por parte
del Estado de Guatemala en empezar a desarrollar en el marco de las
respectivas competencias de los entes estatales (Tribunal Constitucional) el
ejercicio de un Control Convencional entre los Tratados y Convenios en materia de
Derechos Humanos y las disposiciones internas tal y como lo exige la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en su Jurisprudencia. El presente trabajo
de investigación se refiere a los criterios que la Corte de Constitucionalidad ha
empleado con relación al tema del Control de Convencionalidad en materia de
Derechos Humanos. Partiendo de acá el Control de Convencionalidad se define
como un mecanismo de protección de los Derechos Humanos contenidos en el
Derecho Internacional de los Derechos Humanos el cual consiste en la
confrontación, examen o fiscalización que los jueces están obligados a realizar de
oficio entre la Convención Americana sobre Derechos Humanos y toda la
normativa interna a fin de evitar que esta violente o menoscabe los derechos
humanos que se reconocen al guatemalteco. De lo anterior, se deduce la
obligación del Estado de Guatemala frente al Control de Convencionalidad. De ahí
que se estudie los criterios que la Corte de Constitucionalidad, como parte del
Estado, realiza para la aplicación de dicho control de derechos humanos. Para
este fin se analizan una serie de seis sentencias de dicho Tribunal Constitucional
en las cuales se contienen los criterios, pautas y reglas que los jueces ordinarios y
constitucionales deben seguir para cumplir con lo ordenado por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.
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CAPÍTULO I

CONTROL DE CONVENCIONALIDAD

1.1 Definición:

El Control de Convencionalidad es considerado una herramienta esencial para la


interpretación y aplicación del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. El
concepto aparece por primera vez en la jurisprudencia contenciosa de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) en el año 2006. Hace énfasis
en la importancia de considerar el derecho internacional frente a la creación y
aplicabilidad del derecho interno. Dicho principio, toma en consideración tanto lo
estipulado en los tratados, como la interpretación y jurisprudencia que se realiza
desde la Corte. “En la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, ha surgido el concepto Control de Convencionalidad para denominar a
la herramienta que permite a los Estados concretar la obligación de garantía de los
Derechos Humanos en el ámbito interno, a través de la verificación de la
conformidad de las normas y prácticas nacionales, con la Convención Americana
de Derechos Humanos y su jurisprudencia. Esto conlleva que los Estados que han
suscrito normativa internacional en Derechos Humanos, realicen no sólo un
Examen de Constitucionalidad, referido a la adecuación a lo interno de los países
de las leyes internas con la Constitución, sino también un Control de
Convencionalidad. Este último implica la alineación y armonización de las leyes
internas de los países, con los tratados internacionales suscritos, con la finalidad
de garantizar “la protección de los derechos fundamentales de los seres humanos”
y cumplir de buena fe con los tratados y convenciones. El Estado tiene obligación
de implementar medidas para cumplir con las normas internacionales de derechos
humanos. Para el efecto, se deberá verificar la compatibilidad de normas y
prácticas internas con la normativa internacional, con la finalidad de no anular el
objeto y fin de las convenciones y tratados. Esto implica, por un lado, adecuar las
prácticas y normativa interna a través de la creación, derogación y abstención a
dictar disposiciones internas incompatibles con el objeto de los tratados y, por otro
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lado, la creación de normas y prácticas legislativas, judiciales o ejecutivas


orientadas a la observancia de garantías previstas en las convenciones. Es
preciso mencionar que el incumplimiento de responsabilidades establecidas en los
mismos, genera responsabilidad internacional. La obligatoriedad de aplicar el
Control de Convencionalidad no recae únicamente sobre el Poder Judicial sino
sobre cualquier autoridad pública, es decir, sobre todo el entramado Estatal,
demandando la participación de los tres poderes y la descentralización de su
aplicabilidad (a todo nivel). El mismo, debe realizarse ex officio7 y en el marco de
competencias y regulaciones procesales correspondientes. Al respecto, la
oficiosidad en la aplicación del control de convencionalidad recae sobre todo el
Estado en su conjunto. En este sentido la Corte IDH en el ámbito judicial ha
señalado que: el Poder Judicial debe ejercer un “control de convencionalidad” ex
oficio entre las normas internas y la Convención Americana, evidentemente en el
marco de sus respectivas competencias y de las regulaciones procesales
correspondientes” 2009. El Control de Convencionalidad aplicado por las
autoridades nacionales es denominado control primario de convencionalidad,
mientras el seguimiento que realizan los Sistemas Internacionales de Protección
de Derechos Humano, es considerado un control complementario o subsidiario, y
se aplica cuando los casos han sido sometidos a su jurisdicción y puede declarar
una eventual responsabilidad estatal. Para la apertura del derecho interno al
derecho internacional, deberá tomarse en consideración los criterios de
interpretación, la cláusula de derechos implícitos y los principios de
complementariedad, pro persona y novit curia. Cabe resaltar que la Corte no
impone un determinado modelo de control de convencionalidad, por lo que cada
Estado puede definir los criterios para alcanzar los objetivos trazados. De esta
forma, según la Corte, el Control de Convencionalidad: a) “Consiste en verificar la
compatibilidad de las normas y demás prácticas internas con la CADH, la
jurisprudencia de la Corte IDH y los demás tratados interamericanos de los cuales
el Estado sea parte; b) Es una obligación que corresponde a toda autoridad
pública en el ámbito de sus competencias; c) Para efectos de determinar la
compatibilidad con la CADH, no sólo se debe tomar en consideración el tratado,
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sino que también la jurisprudencia de la Corte IDH y los demás tratados


interamericanos de los cuales el Estado sea parte; d) Es un control que debe ser
realizado ex oficio por toda autoridad pública; y e) Su ejecución puede implicar la
supresión de normas contrarias a la Convención Americana de Derechos
Humanos (CADH) o bien su interpretación conforme a la CADH, dependiendo de
las facultades de cada autoridad pública”

Etapas principales del control de convencionalidad.

1.1 Primera etapa: Sólo se aplicaba el control abstracto y concentrado de


constitucionalidad de las leyes en materia electoral por acciones de
inconstitucionalidad. Pero, a pesar de los criterios emitidos por la SCJN, el
TEPJF, antes de la reforma electoral 2007- 2008 y de la reforma
constitucional a derechos humanos (10 de junio de 2011), aplicó el control
constitucional a través de una interpretación conforme, de manera sistemática
y funcional para maximizar los derechos humanos contenidos en los tratados
internacionales, utilizando principios como el pro persona. I.- De las primeras
sentencias en las que se maximizaron los derechos político electorales, fue el
SUP-JDC-20/2007, en el cual se impugnaba la imposibilidad de ejercer los
derechos político-electorales, al no habérsele emitido, al demandado, su
credencial para votar. Lo anterior, porque fue suspendido de sus derechos por
haber sido sentenciado por la comisión de un delito que merecía pena
corporal. Sin embargo, al actor, se le concedió el régimen de prelibertad y a
pesar de haber presentado una copia simple de la sentencia no se le entregó
el documento en comento. En su razonamiento la Sala Superior, determinó
que si bien los derechos político electorales no son derechos absolutos, sino
que pueden tener restricciones, en la legislación, y ser objetivas, razonables y
responder a un fin legítimo; en ese sentido, atendiendo a las circunstancias
del caso, no existía una necesidad que justificara mantener la suspensión de
los derechos político-electorales cuando ya se había sustituido la pena de
prisión con el régimen de pre liberación. Lo anterior lo fundamentó con
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jurisprudencia internacional, del Tribunal Europeo de Derechos Humanos


como el caso Hisrt vs Reino Unido,27 asimismo del Comité de Derechos
Humanos de Naciones Unidas,28 de la Suprema Corte de Canadá en el caso
Sauvé v. Canadá, entre otros instrumentos internacionales, con los cuales fijó
su razonamiento al señalar que existía una tendencia internacional hacia una
minimización del ius puniendi29 del Estado a favor de la readaptación de los
individuos y hacia proscribir la limitación de los derechos político-electorales
cuando ella no está justificada. Finalmente señaló que la suspensión de
derechos, estaba ligada con la privación de la libertad y ésta al extinguirse, la
rehabilitación de los derechos político electorales operaba de manera ipso
facto. II.- Otro caso, el que se considera, por varios autores, fundacional del
control de convencionalidad al haberse hecho una interpretación conforme,
fue el SUP-JDC695/2007, caso” Hank Rhon”, en el que se requería
determinar el alcance de lo establecido por el artículo 41 fracción VI y 42,
párrafo III, de la Constitución Política del Estado de Baja California. El primer
artículo, permitía que aquel que ocupaba un cargo, empleo, o comisión, en el
ayuntamiento, podía ser votado como gobernador, siempre y cuando se
separara del cargo que ocupaba noventa días antes de la elección a
Gobernador. En el segundo de los preceptos citados, se establecía que no
podían ser electos a esos cargos, los presidentes municipales, aún cuando se
separaran de su cargo. De acuerdo a esas normas, la pregunta en este caso
era la siguiente: ¿la limitación a ser votado en el segundo de los preceptos
tenía sustento constitucional? Aunque el TEPJF reiteró su incompetencia para
declarar las normas inconstitucionales, hizo el análisis de la debida
interpretación del artículo 42 de la Constitución Política del Estado Libre y
Soberano de Baja California, en relación con los tratados internacionales en
conjunto con el criterio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en lo
relativo a las limitantes al derecho de ser votado. El tribunal estimó que la
prohibición prevista en el artículo en cuestión, contravenía los tratados
internacionales y, en especial, a los artículos 1, 2, 29 y 30, de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, porque formaban parte del sistema
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jurídico mexicano. Señaló que dicho precepto debía interpretase en armonía


con lo dispuesto con las normas internacionales y encuadrar con los
supuestos permitidos para restringir ese derecho fundamental. En el mismo
sentido hace una explicación de la progresividad y ampliación de los derechos
fundamentales al señalar que su protección la deben observar todas las
autoridades en el ámbito de su competencia, y esa es la cualidad expansiva
de esos derechos, porque los consagrados por una autoridad federal pueden
ser ampliados por las demás autoridades en sus ámbitos espacial y personal
de validez. De la misma manera, indicó que la Constitución permitía que el
derecho internacional expandiera los derechos fundamentales consagrados
en el sistema jurídico nacional, pues sólo estaban protegidos contra cualquier
restricción o suspensión. Por lo tanto, se permitía su ampliación. En una de
sus conclusiones señaló que parte de las facultades del Tribunal era aplicar la
interpretación conforme cuando armoniza los preceptos relacionados con 26
los derechos fundamentales tutelados en los tratados internacionales siempre
y cuando su contenido potencializara los derechos fundamentales
reconocidos como principios en el sistema jurídico mexicano, es decir,
siempre exista una progresividad y una norma que ampliara su protección.
30 . La Sala Superior citó a la jurisprudencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos al indicar que se debían armonizar la legislación local con
el derecho fundamental de ser votado, acudiendo a la norma que maximizara
el ejercicio del derecho fundamental. Ante esto, se debía maximizar el
derecho a ser votado establecido en la propia Constitución (a. 35, fracción II) y
en la Convención Americana de Derechos Humanos (a. 23), ya que en caso
de limitaciones no justificadas se debían potenciar los alcances de los
derechos según la doctrina internacional de los derechos humanos y el
principio pro persona que implica, elegir la interpretación más favorable a los
intereses del ser humano. III.- Otro de los casos emblemáticos fue el caso de
“Tanetze de Zaragoza, Oaxaca” el SUP-JDC-11/2007, que versaba sobre la
postergación de celebración de la asamblea indígena, es decir, se les violaba
el derecho a poder elegir a sus autoridades a través de un decreto emitido por
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el Congreso Local que señalaba que no existían condiciones para realizar


elecciones. Al respecto la Sala Superior protegió los derechos de los pueblos
indígenas haciendo una interpretación conforme a las normas que más los
protegieran a través del principio de interpretación conforme tomando en
cuenta los tratados internacionales de derechos humanos como la CADH, el
Convenio 169 de la OIT, y el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y
Políticos. Es un caso importante porque en él se establecieron las bases para
determinar el alcance de la suplencia en los juicios promovidos por
ciudadanos pertenecientes a pueblos y comunidades indígenas para la
defensa de sus derechos político electorales se estableció con la
interpretación de las normas, que los derechos de los pueblos indígenas son
parte del sistema normativo mexicano, entre los que están el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Constitución Mexicana, la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, la jurisprudencia nacional
e internacional (bloque de constitucionalidad). Asimismo, los gobiernos
estaban obligados a adoptar medidas que fueran acorde con las tradiciones y
culturas de los pueblos indígenas, con el fin de darles a conocer sus derechos
y obligaciones, como el de participación política. (Convenio 169 de la
Organización Internacional del Trabajo, artículo 30) Los casos mencionados
en esta etapa reflejan que la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación, observaba un bloque de constitucionalidad en aras
de realizar una interpretación conforme, con la intención de maximizar y
potenciar los derechos humanos, siempre buscando la progresividad y la
aplicación del principio por homine.

1.2 Segunda etapa: Al llegar la reforma electoral constitucional 2007 y legal de


2008 se le atribuyó a todas las Salas del TEPJF la obligación de realizar un
control de constitucionalidad al caso concreto, en el cual, de primera instancia
se hiciera una interpretación conforme y en segunda sino había una posible
aplicación de una norma que protegiera de manera más amplia el derecho
que se vulneraba, podía inaplicar la norma electoral inconstitucional que haya
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sido utilizada en el asunto que se resolvía. De esta manera se reforzó el


control constitucional en materia electoral. Se adicionó al artículo 99
Constitucional el siguiente párrafo: Sin perjuicio de lo dispuesto por el artículo
105 de esta Constitución, las salas del Tribunal Electoral podrán resolver la no
aplicación de leyes sobre la materia electoral contrarias a la presente
Constitución. Las resoluciones que se dicten en el ejercicio de esta facultad se
limitarán al caso concreto sobre el que verse el juicio. I. Uno de los primeros
casos fue el SUP-JDC-2766/2008, en donde el TEPJF inaplicó una norma por
ser inconstitucional en el caso concreto, sin embargo, no expuso un control de
convencionalidad de manera exhaustiva. Se trataba de la impugnación del
artículo 154 de la Ley Electoral del Estado de Aguascalientes, porque
contravenía el párrafo segundo de la fracción I del artículo 41 de la
Constitución federal, ya que restringía la actuación de los militantes de los
partidos políticos y limitaba la facultad de promover la participación de los
ciudadanos, al regular, de manera excesiva, los actos de precampaña. El
tribunal indicó que el artículo 9 constitucional establecía que no era posible
coartar el derecho de reunirse pacíficamente con cualquier objeto lícito,
particularmente, para tomar parte en los asuntos políticos del país. Así como,
en consonancia plena con diversos instrumentos jurídicos internacionales,
como la Declaración Universal de Derechos Humanos, de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre y el Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos. En su argumentación, señaló que los instrumentos indicados
determinaban que el derecho de reunión y la libertad de asociación eran parte
de los derechos fundamentales del hombre, que no admitían restricción
alguna que hiciera restrictivo su ejercicio, sino que, por lo contrario, debía
interpretarse en un sentido que potenciara o ampliara sus alcances jurídicos.
II.- Otro caso en el cual se maximizó el derecho a ser votado en la misma
línea en que se resolvió el SUP-JDC-20/2007, ya que trata de la suspensión
de los derechos políticos-electorales, fue el SUP-JDC-98/2010, caso “Orozco
Sandoval”, en el que la Sala Superior resolvió que el demandante podía
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contender por la gubernatura de Aguascalientes, y en consecuencia revocó la


suspensión de sus derechos político-electorales, en virtud de haberse dictado
el auto de formal prisión por delito no grave. Basándose en una interpretación
conforme a la Constitución y los Tratados Internacionales. La resolución tenía
que ver con la pregunta: ¿la suspensión de los derechos político-electorales
del ciudadano prevista en la fracción II del artículo 38 Constitucional local sólo
procede cuando se prive de la libertad; ¿o bien, debe entenderse desde la
fecha del auto de formal prisión hasta que se pronuncie la sentencia
absolutoria en el proceso respectivo? Para ello la Sala Superior señaló que la
suspensión de los derechos políticos debía valorarse a la luz de principios y
derechos establecidos tanto en la Constitución y en los Tratados
Internacionales, y la jurisprudencia, es decir, a partir del sistema jurídico que
regula el derecho a ser votado, por ejemplo: a) La presunción de inocencia
(Declaración Universal de Derechos Humanos artículo 11, párrafo 1;
Convención Americana de Derechos Humanos artículo 8, párrafo segundo;
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre 26, párrafo
primero) b) El derecho a ser votado (Convención Americana de Derechos
Humanos artículo 23) De acuerdo a la valoración de todas las normas, el
TEPJF señaló que ese ejercicio de valoración se apegaba al principio de
interpretación conforme con la Constitución y explicó cuándo debe ser
ejercido, pues señala que: De esta forma, al ponderar y aplicar el principio pro
persona a través de dicha interpretación, se seleccionó o adoptó el sentido de
la norma jurídica que resultara más adecuada a la Constitución y se propició,
entonces, la maximización de ésta como norma suprema del ordenamiento
jurídico. El TEPJF argumentó que, de acuerdo con esa interpretación, era
elegible al cargo de Gobernador del Estado de Aguascalientes quien estuviera
sujeto a un proceso criminal, por delito que mereciera pena corporal, si se
encontraba disfrutando del beneficio de libertad. III.- En otro asunto que tenía
que ver con las candidaturas independientes, fue el SUP-JDC-132/2010 en el
que se impugnó la negación del registro como candidato ciudadano al cargo
de gobernador en el estado de Sinaloa. El TEPJF realizó una interpretación
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conforme a la Constitución para argumentar que la norma impugnada era


constitucional y por ello no debía ser inaplicada. El tribunal reiteró que si bien,
conforme con el artículo 133 de la Constitución, los tratados e instrumentos
internacionales suscritos por el Estado mexicano forman parte del sistema
jurídico mexicano también es que los derechos humanos no tienen un
carácter absoluto o ilimitado, sino que su configuración puede definirse en las
leyes de cada país. Así mismo, señaló que las leyes locales no están exentas
de ser leídas conforme a la Constitución, por lo tanto, tampoco deben estar en
contra de los instrumentos internacionales. Agregó que los tratados
internacionales son instrumentos expansivos o potencializadores de los
derechos humanos que ha reconocido el sistema jurídico mexicano. Por ello,
revisa con relación al tema de su estudio: el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la
sentencia de la Corte IDH: Castañeda Gutman vs. Estados Unidos Mexicanos
del 6 de agosto de 2008, por la cual se reconoce que el derecho internacional
no impone un sistema electoral determinado ni una modalidad específica para
ejercer los derechos de votar y ser elegido. Finalmente, indicó que en el
asunto era necesario aplicar el mismo test para el control de convencionalidad
que la misma Corte IDH realizó para cerciorarse que la restricción al derecho
político-electoral de ser votado, consistente en que la solicitud del registro de
una candidatura federal corresponde a los partidos políticos, esté ajustada a
derecho internacional público.

1.3 Tercera etapa: A partir de la reforma constitucional en la materia de los


derechos humanos, y la interpretación que hace de la SCJN respecto control
de constitucionalidad y convencionalidad en el expediente Varios 912/2010,
se habla de un control difuso en materia electoral que deben aplicar todas las
autoridades, es decir, ahora las autoridades electorales tanto administrativas
como jurisdiccionales deben realizar un control de la Constitución y de la
Convención a través de una interpretación conforme y de observar el bloque
de constitucionalidad. Sin embargo, sólo los tribunales electorales tienen la
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facultad de inaplicar las normas que sean inconstitucionales. I.- En el SUP-


JDC-641/2011 fue una sentencia en la cual estaba involucrada la expulsión de
un militante del Partido Acción Nacional, en la resolución se observa un
interesante ejercicio de ponderación entre la Libertad de expresión y la
libertad de asociación de los partidos políticos, en tanto que en el ejercicio de
poder opinar y expresarse el militante en comento, había hecho declaraciones
a favor de otro partido político y esto se había difundido en varios medios de
comunicación, y por otro lado, estaba en juego su derecho de asociación al
partido político que pretendía expulsarlo. En el caso el TEPJF hace una
interpretación conforme de cada uno de los derechos mencionados, no sólo
con la Constitución y los tratados internacionales, sino también fundamentó su
argumentación con jurisprudencia internacional. Todo ello para resolver que
en primer lugar el artículo del estatuto del partido responsable era
inconstitucional respecto a que no señalaba los tipos de sanciones y por otro
lado, que las declaraciones emitidas por el militante habían rebasado sus
derechos para poder expresarse respecto al partido al que pertenecía. II.- En
otro caso, la Sala Superior llevó a cabo un control difuso de constitucionalidad
mediante una interpretación conforme a favor de los derechos del pueblo
indígena Purépecha de Michoacán, en la comunidad de Cherán para
protegerles sus derechos a la libre autodeterminación y su autogobierno, en el
SUP-JDC-9167/2011. La población de Cherán pedía elegir a sus gobernantes
bajo el sistema de usos y costumbres, sin embargo, al no estar reguladas en
el estado de Michoacán, el Instituto Estatal Electoral, les informó que no tenía
facultades para realizarlas. El TEPJF enfatizó que el Consejo General del
Instituto Electoral de Michoacán al haberse limitado a señalar que no tenía
atribuciones para resolver la petición del pueblo de Cherán, no cumplió con lo
señalado en la reforma constitucional en materia de derechos humanos que
establece que todas las autoridades (jurisdiccionales o no) tienen el deber de
observar en la interpretación y aplicación de los derechos humanos
reconocidos en la Constitución y en los tratados internacionales
correspondientes, de manera que se aplique la norma que más favorezca.
1

Interpretada a su vez por la SJN en el expediente Varios 912/2010. La


interpretación de las normas que debió observar la citada autoridad
administrativa fue: el artículo 1º constitucional en relación con lo dispuesto en
los artículo 2o de la Carta Magna; 1, apartado 1, del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos; 1, apartado 1, del Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales; 5, apartado b), 6 y 8 del
Convenio número 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre
Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes Convenio, así como
4, 5 y 20 de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los
Pueblos Indígenas. Asimismo, indicó que de acuerdo a la reforma de
derechos humanos, no existía jerarquía entre las normas de derechos
humanos previstas en la Constitución y aquellas de los tratados
internacionales de derechos humanos, y en aras de una interpretación
armónica, en materia de derechos humanos, determinó el bloque de
constitucionalidad aplicable al caso: “Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, artículo 2º; Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, artículo 1 y 5; Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales artículos 1 y 5; Convenio número 169 de la Organización
Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países
Independientes artículos 2, 5, 7, 8; Declaración de las Naciones Unidas sobre
los Derechos de los Pueblos Indígenas artículos 1, 3, 5, 20, 33, 34.” Para el
caso concreto una interpretación pro persona, se aplicaba de forma extensiva
a los derechos de los pueblos indígenas, para potenciar su ejercicio y su la
protección más amplia. Por consiguiente, ninguna entidad estatal podía ser
indiferente a las obligaciones que establecía el artículo 1º constitucional, y de
los demás artículos constitucionales que exigían el reconocimiento y debida
protección de la diversidad étnica y cultural de los pueblos indígenas.
Además, la Sala Superior añadió que, el reconocimiento y protección del
derecho de autogobierno de los pueblos indígenas no podía vulnerarse con el
pretexto de que tenía que estar regulado por las leyes secundarias; ya que lo
importante era que el derecho se encontraba contenido en la Constitución
1

Federal y en los referidos instrumentos internacionales. Y para ello, las


autoridades tenían la responsabilidad de interpretar los derechos humanos de
conformidad con el bloque de constitucionalidad en su conjunto y ejecutar las
obligaciones de respeto, protección, garantía y promoción que le impone de
buena fe.

ALCANCE DEL CONTROL DE CONVENCIONALIDAD.

Contenido y alcance del control de convencionalidad


Una vez analizada la evolución de la jurisprudencia de la Corte IDH en torno
al control de convencionalidad, es importante resolver algunas cuestiones
relativas al contenido y alcance de la figura, así como su forma de
implementación:
a) El desarrollo de las interacciones a que hemos hecho referencia, tiene
como base una interpretación de los estándares interamericanos sobre
derechos humanos desde una mirada normativa y no meramente
pragmática. Por tanto, todo agente del Estado para el cumplimiento de sus
labores deberá tomar en consideración las normas y la jurisprudencia
interamericana sobre derechos humanos. Un ejemplo de la forma concreta
en que se da el análisis solamente constitucional, donde no se
consideraron las obligaciones del Estado con relación a la CADH. Se
señalo que la jurisdicción interna no se debió limitar a evaluar si la norma
era constitucional o no, sino también se debía analizar si la ley esgrimida
violo o no la convención: El análisis del CICP no debería haberse limitado
a evaluar si la LDCP era inconstitucional. Mas bien, la cuestión debería
haber girado en torno a si la ley también era convencional. Es decir, los
tribunales de Barbados, incluso el CJCP y ahora la Corte de Justicia del
Caribe, deben también decidir si la ley de Barbados restringe o viola los
derechos reconocidos en la convención.

De tal manera es necesario que las interpretaciones constitucionales y


legislativas referidas a los criterios de competencia materia y personal de la
1

jurisdicción militar en México, se adecuen a los principios establecidos en la


jurisprudencia de este tribunal los cuales han sido reiterados en el presente
caso. Bajo ese entendido, este tribunal considera que no es necesario ordenar
la modificación del contenido normativo que regula el articulo 13 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

En resumen, lo que pide la Corte es que al momento de resolver un caso o


tomar cualquier decisión estatal lo que debe hacerse es determinar los hechos
relevantes sobre los cuales debe tomarse una cierta decisión; luego, analizar
el sistema normativo que se va utilizar y es aquí donde tiene un primer
impacto del control de convencionalidad, ya que se amplia robustece el
sistema normativo aplicable pues no solo queda limitado a las normas de
origen interno, sino también a aquellas de origen internacional que han sido
recepcionadas internamente. Finalmente, lo que procede es hacer un ejercicio
interpretativo para aplicar dichas normas a la situación concreta y en dicha
interpretación se debe tener consideración el contenido y alcance que la
jurisprudencia de la Corte IDH ha dado a las normas convencionales (tanto
obligaciones generales como derechos específicos).

b) El control de convencionalidad incorpora en el análisis de la adecuación de


la normativa y actos del Estado a la CADH, también la interpretación que
ha realizado la Corte IDH de las normas de la Convención. Para el
cumplimiento de buena fe de las obligaciones internacionales del Estado,
el rol de la jurisprudencia interamericana es determinante, puesto que las
pautas interpretativas que emanan de dicha jurisprudencia, son la guía que
podrán utilizar los agentes del Estado para cumplir con sus funciones.
Asimismo, permite un dialogo jurisprudencial (entre la jurisdicción
internacional e interna) que enriquece los estándares de protección de los
derechos fundamentales. En este sentido, el control de convencionalidad
permite que la regulación interamericana sobre derechos humanos sea un
complemento eficaz de la legislación interna del Estado. En efecto, en los
sistemas normativos relativos a derechos humanos pueden existir laguna y
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antinomias. Las lagunas pueden ser absolutas u relativas; las primeras


serian aquellos casos en que el sistema interamericano; las relativas
serian aquellos casos en que existe una cierta normal, pero está planteada
de términos incompletos y esto impide su aplicación en la realidad. Las
antinomias hacen referencia a las contradicciones entre las normas
internas y los compromisos internacionales del Estado. Mediante las
normas y la jurisprudencia interamericana se pueden superar lagunas
absolutas, incorporando al ordenamiento normas que están reguladas en
la CADH. También se superan lagunas relativas, dando concreción a las
normas redactadas como principios generales que requieren aplicación
concreta, tanto recurriendo a las normas y la jurisprudencia interamericana
incorporadas al IDH. Asimismo, las normas y la jurisprudencia
interamericana incorporadas al sistema normativo interno permiten tener
una base normativa para aplicar dichas normas y no las internas que se
encuentran en contradicción con la normativa internacional, sin apartarse
de la obligación que tienen las autoridades nacionales de aplicar las
normas jurídicas vigentes en el Estado. De esta forma, la figura del control
de convencionalidad aclara que, en caso de lagunas o antinomias, las
autoridades deben hacer un ejercicio hermenéutico en el ámbito de sus
competencias para preferir la normativa de origen internacional que
permite una mejor protección de los derechos humanos. El control de
convencionalidad debe ser realizado de oficio por toda autoridad pública.
La oficialidad del control de convencionalidad por iniciativa propia. Esto es
jueces deben realizar el control de convencionalidad por iniciativa propia.
Esto es de suma importancia para dar pleno cumplimiento de las
obligaciones internacionales; sin embargo, esta oficialidad siempre debe
concordarse con las capacidades procesales que tengan cada juez en el
ámbito de sus competencias. No podrían excusarse las autoridades en el
hecho de que no ha existido una solicitud explicita de realizar dicho
ejercicio de compatibilidad.
1

c) El control se realiza dentro del ámbito de competencias y regulaciones


procesales de la autoridad pública En esto la Corte IDH ha sido prudente y
ha señalado que no es posible imponer desde el control internacional un
tipo particular de control de derechos humanos en el ámbito interno. Lo
que si es claro es que la elección del Estado en este sentido no es
discrecional, sino que el diseño institucional por el que opte debe permitir
cumplir con las obligaciones internacionales del Estado y dar efectividad a
los derechos en el ámbito interno. La contracara de esta libertad de diseño
institucional es que el Estado no puede excusar un incumplimiento de sus
obligaciones internacionales en la normativa interna.

La constitución y los tratados internacionales

La Constitución Política de la Republica de Guatemala:

actualmente la Constitución Política de la República de Guatemala es donde se


determina basándose en los derechos de los pobladores del país, la manera de su
administración y la estructura de los distintos poderes Públicos.

Está localizada la Constitución en el lugar más elevado del sistema jerárquico de


las leyes, la cual se le conoce como la Carta Magna o ley de leyes. Podemos decir
en palabras más sencillas que es la unión de leyes que dirigirá la nación de
Guatemala. La idea de la Constitución está basada de un texto que determina los
sistemas fundamentales de los derechos y la libertad de los ciudadanos y los
poderes e instituciones del orden político.

Esta se entiende como un grupo de reglamentos basados y organizados en la


sociedad política, para garantiza la libertad e instauración de las autoridades.

Actualmente la constitución emitida para la fecha de 1986, es la ley que rige las
actuaciones en el marco legal de esta nación; decretada por la Asamblea Nacional
Constituyente el día 31 de mayo del año 1985; contiene en su composición 281
artículos y 22 órdenes provisionales.
1

Sus más importantes novedades son: la instauración de la Corte de


Constitucionalidad y el puesto de Procurador de los Derechos Humanos.

En el año 1993 se incluyeron varios cambios concernientes al antejuicio de los


comisionados; En una consulta popular en 1988 fueron rechazados los cambios
constitucionales que el Congreso de la República de Guatemala había admitido
para modificar el Estado de Guatemala y posibilitar el desempeño de los Acuerdos
de Paz.

En la Corte de Constitucionalidad se ha indicado, que uno de los indicios básicos


del derecho guatemalteco es el de la autoridad constitucional que compromete el
vértice del ordenamiento jurídico, lo cual podremos encontrar en la Constitución
como ley superintendente, aplicada tanto para los que gobiernan como para los
gobernados.

En esta Constitución se contemplan aspectos como: Queda terminantemente


prohibido anular las leyes y su distribución, no podrán ser limitados o tergiversado
los derechos que la Constitución garantice. Quiere decir que no habrá ninguna ley
que podrá contradecir sus propias órdenes. Los juzgados en el dictamen o la
decisión que tomen se basaran en la Constitución, que predominará sobre
cualquier ley o acuerdo.

Funciones
En la Constitución se contemplan una serie de atribuciones y facultades con
carácter de obligatoriedad:

 Instaura la organización de la Administración, estableciendo las autoridades


que tendrán la facultad de aplicarla en nombre del Estado.
 Asigna las funciones que cada autoridad desempeñará en su cargo.
 Decreta cuales son los derechos primordiales de los ciudadanos.
 Establece quién posee la autoridad constitucional.
Para realizar cualquier cambio en la constitución de Guatemala se debe reformar a
través de dos medios:

 El primero es por medio de una Asamblea Nacional Constituyente.


 La segunda es a través del voto de la población del país, mayores de edad.

Primera parte Dogmática: abarca íntegramente los derechos humanos,


igualmente conocidos como los fundamentales. Escritos textualmente en la
constitución, para obtener más seguridad y que no sean quebrantados por ningún
acuerdo; de esta forma se podrá ofrecer una protección segura, que ampare a
todos los ciudadanos.
Los derechos humanos o fundamentales son:
1

 Derechos propios o individuales, la cual está dirigida al individuo en sí,


como un ente individual.
 Derechos Colectivo o Sociales, son dirigidas al individuo en masa, a través
del desarrollo de las comunidades.
 Derechos cívico políticos, donde se administra a la sociedad y nacionalidad
de sus ciudadanos.
 Segunda Parte Orgánica o Autoridades: abarca la manera en que la
nación vaya a organizarse, a fin de poder gestionar adecuadamente sus
funciones públicas.
 Tercera Parte Procesal Constitucional: el propósito es que se cumplan lo
que se ha establecido en la constitución, evitando su violación y
sancionando cuando sea necesario, para mantener en orden el hilo
constitucional.

TRATADOS INTERNACIONALES:

Tratado internacional es un término que designa los acuerdos jurídicos entre


diferentes Estados o entre un Estado y un organismo internacional.
Estos acuerdos establecen compromisos de parte y parte que, en principio,
facilitan las relaciones bilaterales entre naciones, sea a nivel económico, político,
cultural o científico, etc.

Los tratados internacionales se rigen por las normativas jurídicas del derecho
internacional. Normalmente se hacen por escrito, aunque pueden hacerse
verbalmente. Aquellos tratados que se establecen por escrito son controlados por
la Convención de Viena.

Para que un tratado internacional pueda efectuarse, es necesario que los


participantes cumplan con un conjunto de condiciones, entre las que se pueden
señalar:

 Capacidad jurídica: las entidades deben tener legitimidad para garantizar el


cumplimiento de los compromisos.
 Voluntad expresa de los países involucrados.
 Justificación del tratado en términos de objeto y causa.
 Cumplimiento del protocolo establecido (negociación, adopción del texto,
autenticación, prestación del consentimiento y demás fases y tareas).
Quedan por fuera de esta definición los acuerdos entre Estados y empresas
públicas de un Estado, debido a que dichas empresas se rigen por el derecho
internacional privado.
1

CAPÍTULO II

CATEGORIAS DE CONTROL DE CONVENCIONALIDAD

El control concentrado, el Control Difuso:

El "control difuso de convencionalidad" constituye un nuevo paradigma que deben


de ejercer todos los jueces mexicanos. Consiste en el examen de compatibilidad
que siempre debe realizarse entre los actos y normas nacionales, y la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (CADH), sus Protocolos adicionales, y la
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH),
único órgano jurisdiccional del Sistema Interamericano de Protección de los
Derechos Humanos, que interpreta de manera "última" y "definitiva" el Pacto de
San José.

Se trata de un estándar "mínimo" creado por dicho Tribunal internacional para que
en todo caso sea aplicado el corpus iuris interamericano y su jurisprudencia en los
Estados nacionales que han suscrito o se han adherido a la CADH y con mayor
intensidad a los que han reconocido la competencia contenciosa de la Corte IDH;
estándar que, como veremos más adelante, las propias constituciones o la
jurisprudencia nacional pueden válidamente ampliar, para que también forme parte
del "bloque de constitucionalidad/convencionalidad" otros tratados, declaraciones
e instrumentos internacionales, así como informes, recomendaciones,
observaciones generales y demás resoluciones de los organismos y tribunales
internacionales.

En otras palabras, el "parámetro" del "control difuso de convencionalidad" (que


como mínimo comprende la CADH, sus protocolos adicionales y la jurisprudencia
de la Corte IDH), puede ser válidamente ampliado en sede nacional cuando se
otorgue mayor efectividad al derecho humano en cuestión. Lo anterior, incluso, lo
permite el artículo 29.b) de la CADH al establecer que ninguna disposición del
Pacto de San José puede ser interpretado en el sentido de que "limite el goce y
ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar reconocido de acuerdo
con las leyes de cualquiera de los Estados partes o de acuerdo con otra
convención en que sea parte uno de dichos Estados"; la propia jurisprudencia de
la Corte IDH así lo ha reconocido en la Opinión Consultiva 5/85 (relativa a la
colegiación obligatoria de periodistas), precisamente al interpretar dicho dispositivo
convencional: "si a una misma situación son aplicables la Convención Americana y
1

otro tratado internacional, debe prevalecer la norma más favorable" (párr. 52). En
este sentido, la circunstancia de no aplicar el "estándar mínimo" creado por la
Corte IDH por considerar aplicable otra disposición o criterio más favorable (sea
de fuente nacional o internacional), implica, en el fondo, aplicar el estándar
interamericano.

La "obligatoriedad" en nuestro país de este nuevo "control difuso de


convencionalidad" se debe: a las cuatro sentencias condenatorias al Estado
mexicano (2009-2010) donde expresamente refieren a este "deber" por parte de
los jueces y órganos vinculados a la administración de justicia, en todos los
niveles, para ejercerlo; a lo dispuesto en los artículos 1º (obligación de respetar los
derechos), 2º (deber de adoptar disposiciones de derecho interno) y 29 (normas
de interpretación más favorables) de la CADH, vigente en nuestro país desde el 24
de marzo de 1981, a lo dispuesto en los artículos 26 (Pacta sunt servanda) y 27
(no invocación del derecho interno como incumplimiento del tratado) del Convenio
de Viena sobre el Derecho de los Tratados (1969), vigente en nuestro país desde
el 27 de enero de 1980; a la reforma constitucional en materia de derechos
humanos, vigente desde el 11 de junio de 2011, particularmente a los nuevos
contenidos normativos previsto en el artículo 1º constitucional,  y a la aceptación
"expresa" de este tipo de "control" por la Suprema Corte de justicia de la Nación,
como parte importante del cumplimiento de la sentencia de la Corte IDH en el
Caso Radilla Pacheco, al conocer del expediente Varios 912/2010, resuelto el 14
de julio de 2011; lo cual implicó, entre otras cuestiones, aceptar también el "control
difuso de constitucionalidad", al realizar una nueva interpretación del artículo 133
constitucional a la luz del vigente artículo 1º del mismo texto fundamental. 

La Suprema Corte de justicia utiliza como uno de sus argumentos torales el


contenido normativo del reformado artículo 1º constitucional, cuestión que
estimamos fue determinante si consideramos la primera ocasión que discutieron C
N.º 215, párr. 234; Caso Rosendo Cantú y Otra vs. México. Excepción Preliminar,
Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 31 de agosto de 2010. Serie C N.º
216, párr. 219; y Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México. Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de noviembre de
2010, párr. 225. En este último asunto se precisa que dicha obligación recae no
sólo en los "jueces", sino en general en todos los "órganos vinculados a la
administración de justicia" de "todos los niveles" (sean locales o federales). los
ministros dicho asunto en septiembre de 2010 y la manera en que resolvieron el
amparo en revisión 989/2009 (fuero militar), en agosto de 2009 (además de haber
influido, seguramente, los otros tres casos posteriores de condena al Estado
mexicano por parte de la Corte IDH sobre el mismo tópico). 

De ahí la importancia de realizar una primera aproximación a este nuevo "control"


que deben emprender todos los jueces y órganos de administración de justicia
mexicanos, a la luz de la reciente reforma constitucional.

El objetivo que pretendemos en este modesto trabajo es doble. Por una parte,
establecer los vínculos estrechos entre la técnica de la "interpretación conforme" y
1

el "control difuso de convencionalidad", en términos generales y sin referencia a


un país determinado, toda vez que la Corte IDH no lo ha realizado de manera
expresa; de ahí que pensemos, como lo sostuvimos en su momento en nuestro
"voto razonado" en el Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México, de 26 de
noviembre de 2010, que existen diversos grados de "intensidad" y "realización" del
"control difuso de convencionalidad", según las competencias de cada juez y del
particular sistema de control constitucional previsto en cada Estado. Sobre esto
último, conviene precisar, desde ahora, que el "control difuso de convencionalidad"
que adopta la Corte IDH en su jurisprudencia a partir del año 2006 (con
precisiones y desarrollos posteriores), no implica, necesariamente, que los países
que han aceptado su jurisdicción deban "adaptar" sus sistemas de control
constitucional a uno de tipo "difuso", sino que apliquen ese tipo de control de
convencionalidad a cualquiera de los sistemas existentes (concentrado, difuso o
mixto).

En realidad, lo que implica dicho "control" es la obligación de todos los jueces


nacionales (como parte del Estado) de ejercerlo, de oficio, dentro del ámbito de
sus respectivas competencias y regulaciones procesales. La Corte IDH no puede
(ni lo ha pretendido), convertirse en un órgano que "defina" o "imponga" los
sistemas de control constitucional que cada país adopta, como resultado de su
propia cultura, realidad y contexto histórico.

Lo que pretendemos en este trabajo, en consecuencia, es tratar de aproximarnos


hacia una "teoría general" sobre la aplicabilidad por parte de los jueces nacionales
del "control difuso de convencionalidad" (que preferimos denominarlo así para
diferenciarlo del "control de convencionalidad" que realiza la Corte IDH en sede
internacional).

Este análisis es válido si comprendemos que dicho "control" es aplicable a


cualquier tipo de sistema de control constitucional existente en América Latina, sin
que se dirija exclusivamente a los "jueces constitucionales". Lo anterior debido,
como lo trataremos de evidenciar, a que el "control difuso de constitucionalidad"
no consiste simplemente en dejar de aplicar la norma nacional por ser contraria al
"parámetro" de convencionalidad, sino que implica, en primer término, tratar de
"armonizar" la norma nacional con la convencional; lo cual significa realizar una
"interpretación conforme" de la norma nacional con la CADH, sus protocolos y la
jurisprudencial convencional (como estándar mínimo), para desechar aquellas
"interpretaciones" contrarias o incompatibles al parámetro convencional; por lo
que, en realidad, se realiza un "control" de la interpretación que no cubra dicho
parámetro. Y este ejercicio de compatibilidad lo puede realizar cualquier juez
dentro de sus respectivas competencias, quedando reservada la "inaplicación" o
"declaración de invalidez" de la norma inconvencional, exclusivamente a los
jueces que dentro del sistema nacional tengan competencia para ello.

En el caso mexicano, la intensidad del "control difuso de convencionalidad"


aumentó, al haber aceptado recientemente la Suprema Corte de justicia de la
Nación el "control difuso de constitucionalidad" (por la "nueva" interpretación que
1

se hace del artículo 133, en relación con el vigente artículo 1º constitucional);


apartándose de su tradicional jurisprudencia que venía reiterando desde la década
de los años cuarenta del siglo pasado; es decir, ahora tienen los jueces locales
dentro de su competencia la posibilidad de "inaplicar" la norma
inconstitucional/inconvencional al caso particular, lo que les permite ejercer, de
oficio, el "control difuso de convencionalidad" con una intensidad fuerte.

Lo anterior requerirá de reformas legislativas que permitan realizar con


"efectividad" este control, a luz de lo resuelto por la Suprema Corte y de los
nuevos paradigmas del artículo 1º constitucional, en relación, fundamentalmente,
con los artículos 99, 103, 105, 107 y 133 constitucionales (sin que sea obstáculo la
falta de reglamentación para que desde ahora puedan válidamente realizar dicho
control); teniendo también presente la "articulación" que necesariamente debe
existir con el "derecho procesal constitucional local", es decir, con los subsistemas
previstos en las entidades federativas que prevén garantías y jurisdicciones para
la protección de los derechos humanos. Esto implicará, también, una intensa
capacitación y actualización de los jueces sobre los contenidos del derecho
internacional de los derechos humanos y, particularmente, de la jurisprudencia de
la Corte IDH, así como del funcionamiento de la nueva técnica interpretativa de las
normas relativas a los derechos humanos prevista en la cláusula de interpretación
conforme (constitucional y convencional); criterio hermenéutico, por cierto, "no
disponible" por el intérprete; es decir, no es "optativo" para el juez, sino que
constituye un mandato constitucional obligatorio cuando se trate de interpretar
normas de derechos humanos.

En segundo lugar, nuestro análisis pretende dejar abierto un camino por recorrer
en los próximos años por nuestros jueces al interpretar los derechos humanos.
Pretendemos visualizar cómo el nuevo canon interpretativo para las normas de
derechos humanos previsto en el párrafo segundo del artículo 1º constitucional, se
convertirá en la principal herramienta para lograr la apertura del derecho nacional
al derecho internacional de los derechos humanos; en una "llave de acceso" a un
territorio novedoso y de amplio espectro (más allá de lo regional), incluso al
derecho internacional en general, toda vez que el párrafo 1º de ese mismo
precepto otorga rango constitucional a los derechos humanos previstos en
cualquier tratado internacional, sea cual sea su denominación y especificidad
(bloque constitucional).

Esta apertura, evidentemente, amplía el parámetro para ejercer el "control difuso


de convencionalidad"; es decir, se extiende más allá del corpus iuris
interamericano y de su jurisprudencia, para comprender ahora a todos los
derechos humanos previstos en los tratados internacionales (en general) y los
criterios interpretativos que emitan los órganos que conforme al mismo tratado se
encuentren legitimados para interpretarlos, especialmente los tribunales
internacionales (como pueden ser los emitidos por el Tribunal Internacional de
justicia, la Corte Penal Internacional o el Tribunal Internacional del Mar), dado que,
eventualmente, pueden producir criterios en materia de derechos humanos. Así,
mientras el primer párrafo establece un "bloque constitucional" (normas que
1

integran el texto constitucional), el segundo párrafo refiere a una "pauta" o "criterio


hermenéutico" de las normas de derechos humanos (con independencia de su
rango o jerarquía), que será el instrumento fundamental que utilicen los jueces en
esa materia.

Ante esta dimensión que afrontarán los jueces y el peligro de la "fragmentación"


que pudiera existir del derecho internacional, los principios de "armonización" y
"pro persona" (contenidos en la cláusula de interpretación conforme del segundo
párrafo del artículo 1º constitucional), se convierten, además de una guía o pauta
interpretativa, en la "clave" para lograr la máxima efectividad de los derechos
humanos.

El control difuso de convencionalidad, por su parte, sale del ámbito de


competencia de la Corte Interamericana y se inserta en el ámbito de competencia
de cada uno de los Estados parte de la Convención Americana. Ante la lógica de
que las disposiciones contenidas en la Convención Americana forman parte del
derecho interno, y que éste debe adecuarse a las disposiciones de la Convención
misma (artículo 2 de la Convención Americana), la Corte consideró que los
Estados debían velar por ella también en el ámbito nacional. Por esta razón
determinó que el control de convencionalidad no debía ejercerse solamente por
ella y que no debía ser ella quien realizara este control en primera instancia. Fue
así que aproximadamente tres años después de comenzar a desarrollar
doctrinariamente el tema del control de convencionalidad en distintos votos
razonados, la Corte Interamericana resolvió en el cuerpo de una sentencia en el
caso Almonacid Arellano contra el Estado de Chile, que: En esta sentencia el
criterio que ya había sido establecido en los votos razonados anteriores se volvió
más específico, al determinar que serían los jueces del Estado quienes también
estaban obligados a realizar el control de convencionalidad. El criterio se sustentó
y se desarrolló todavía más en el caso de los Trabajadores cesados del Congreso
en contra del Estado de Perú también en el 2006, donde la Corte retomó y
sustentó el criterio que ya había establecido en el caso Almonacid. El desarrollo
importante en este caso, es que se establecía que los órganos en general,
aludiendo a la totalidad, del Poder Judicial debían realizar el control de
convencionalidad “ex oficio entre las normas internas y la Convención Americana,
evidentemente en el marco de sus respectivas competencias y de las regulaciones
procesales correspondientes”. 9 En esta sentencia la Corte IDH, además de
señalar la obligación de los jueces de realizar el control de convencionalidad
(continuando ya una consistente línea doctrinaria sobre esta obligación), agrega
que ese control debe ser de oficio; es decir que no debe ser una atribución que
debe exigir el actor del caso en concreto para que lo realice el juzgador, sino que
los jueces del poder judicial deben llevarlo a cabo por sí mismos.10 El criterio que
emite la CoIDH en “Trabajadores cesados del Congreso”, indica que el juez que
está habilitado para ejercer el control de constitucionalidad, debe asimismo
practicar el control de convencionalidad, es decir, le requiere el doble control.
(Sagúes 121, 2010) Néstor Sagúes para estos efectos, se pregunta, ¿qué ocurre
si según el régimen vigente en un país determinado, hay jueces del Poder Judicial
no habilitados para ejercer el control de constitucionalidad, el que se reserva, por
1

ejemplo, solamente a su Corte Suprema o a una Sala Constitucional de la Corte


Suprema? Y agrega que, como un control total o parcial concentrado, (caso como
el de México) señala algunas alternativas, entre ellas una reforma constitucional.
La Corte Interamericana obliga al juez local a practicar directamente el control de
convencionalidad, y que ese oficio no necesita estar autorizado por la Constitución
o autoridades domésticas, sin perjuicio de sus competencias. Y si una norma local,
constitucional intenta impedir el control de convencionalidad al juez apto para
realizarlo, dicha norma sería “inconvencional” por oponerse, a la jurisprudencia de
la Corte Interamericana de Derechos Humanos. (Sagúes 123, 2010) Una vez
explicadas las diferencias entre el control concentrado y el control difuso de
convencionalidad, es necesario ver de qué forma puede llevarse cada uno de los
controles.

El papel de control de convencionalidad en relación entre el sistema


nacional y el sistema internacional.

Pocos académicos pretenden adicionar al control de convencionalidad con el


adjetivo difuso. Otros se inclinan por la existencia de un control convencional
externo realizado por instancias internacionales, frente a uno de índole interno
confiado a órganos nacionales. En ambos casos, tanto el llamado control de
convencionalidad difuso como el control de convencionalidad interno, se
encomienda a autoridades de naturaleza judicial. Ahora, creo que esas
clasificaciones muestran creatividad y sobre todo mayor utilidad la segunda, no
obstante, las dos resultan un tanto empeñadas en limitar el método de control a
órganos judiciales.

El objeto fundamental del control de convencionalidad consiste a) en hacer


respetar y cumplir el contenido de los tratados internacionales jurídicamente
vinculantes al Estado demandado; b) en hacer respetar y cumplir el contenido de
la jurisprudencia emanada de la interpretación y aplicación de los convenios y
protocolos internacionales; c) en hacer respetar y cumplir el contenido de las
normas internas o precedentes judiciales o administrativos que por sí solas o en
forma armónica al derecho internacional de los derechos humanos —o viceversa
— resulten aplicables en favor de la dignidad humana; y d) en reparar los ultrajes
a los derechos humanos e indemnizar a la víctima o víctimas de la violación.

¡Así es como debe entenderse y funcionar ese sistema!

Sin embargo, el fin de esos métodos me hace pensar en una mejor opción. En
efecto, tanto el control constitucional como el control de convencionalidad tienen
por objeto hacer respetar y potenciar los derechos y libertades previstos a nivel
interno o externo, la única diferencia técnica estriba en las instancias encargadas
de ejercerlo, por lo regular jueces.
1

De ser cierta esa idea, valdría pensar en una tendencia más abierta, esto es,
aquella que permita emplear un método común que no choque con el Poder
Judicial. Con esa visión, mi idea consiste en adoptar una simple actividad
protectora de los derechos humanos, la cual parte de un margen de acción más
extenso y no limitado a un solo tipo de autoridad, sino que incluso puede ser
operado por cualquier persona.

Me inclino por esa tendencia con independencia del nombre que se le asigne o el
órgano que la emplee. Reitero, su objeto es el mismo: tutelar la dignidad humana,
procurar su pleno desarrollo y reparar o indemnizar una violación al derecho
humano violado, pero operarla de la manera más amplia posible.

Considero que la técnica con que se ejerce el control de constitucionalidad


concentrado o difuso es la misma que se atribuye al control convencional interno o
externo, empero, sigue siendo mejor opción hablar de una simple, no simplista,
actividad protectora de los derechos humanos que no tenga las reticencias de un
control reservado a jueces nacionales o internacionales, con independencia de
que se adopte una postura que distinga entre control convencional original,
derivado o difuso, pues continúa limitándose a juzgadores cuando la actividad
protectora puede ser ejercida por ciudadanos y autoridades aunque no sean
jueces, ya que a nadie se le puede impedir actuar en favor de su raza o medio
ambiente.

Nuestra afirmación, no impide que el resultado de la actividad protectora pueda


ser revisada a través de las instancias que correspondan, de ahí mi postura en
fomentar una competencia abierta en materia de reconocimiento y protección de
los derechos humanos, esto es, una simple actividad protectora de los mismos.

El artículo 1o. constitucional en México no distingue y dice: "todas las autoridades,


en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar,
proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de
universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad...

La idea de un control limitado o dirigido a jueces es acorde al sistema vigente en


los Estados Unidos de América, país que no se encuentra sometido a ninguna
autoridad trasnacional, ni convenio internacional protector de la dignidad humana,
sino a referentes provenientes del texto o interpretación de su norma suprema;
situación que a su vez muestra una tendencia diferente a la que México requiere
en materia de respeto y desarrollo de los derechos humanos.

Por ello, el título de este apartado remite a una lógica y notable transición en
materia de tutela y preservación de la dignidad humana, la cual no debe
confundirse o mezclarse con ideas tendentes a limitar su ejercicio a jueces, ya que
las posturas extremadamente técnicas sólo obstaculizan el ámbito de
reconocimiento y garantía. Propongo la adopción de la actividad protectora o
tutelar de los derechos humanos en vez de un "control difuso de
convencionalidad", "control convencional difuso" o "control convencional interno"
1

limitado a juzgadores y alejado del citado precepto 1o. de la Constitución


mexicana. Veamos por qué.

El origen moderno del principio de supremacía constitucional se debe al


federalismo estadounidense y México, en esencia, lo contempla desde la
Constitución de 1824 y literalmente lo prevé en el artículo 126 de la Constitución
Federal de 1857, pasando de allí al contenido del artículo 133 de la norma
suprema de 1917.

Pasar de una supremacía constitucional a otra de naturaleza convencional, no es


del todo plausible. La idea de apelar al principio de jerarquía cuando se trata de
instrumentos que reconocen y salvaguardan derechos, significa olvidar el avance
interpretativo generado en sedes académicas o instancias nacionales e
internacionales de justicia.

De qué serviría ponderar o armonizar un contenido normativo si el diálogo termina


a partir de una sola pregunta ¿qué documento tiene superioridad en el caso? Cuya
respuesta plantea una solución de tipo legalista que, trasladada al ámbito protector
de los derechos humanos, priva de escuchar las razones o debates que pudieran
suscitarse ante un aparente conflicto entre el ejercicio de derechos o su
contemplación en abstracto.

No creo en la transición de supremacía constitucional a convencional, sino en la


interpretación armónica del contenido de la Constitución y los derechos de fuente
internacional, es decir, partir de la idea de que esos derechos son una extensión al
catálogo de derechos expresos o implícitos previstos en la norma suprema y, por
tanto, la interpretación debe ser en conjunto y en beneficio de sus destinatarios: el
ser humano y su entorno social, político, económico y ambiental.

Es verdad que la relativización del concepto de soberanía y su clasificación en


interna y externa provocó la flexibilización del principio de supremacía
constitucional, lo cual no es sinónimo de inexistencia o inutilización de ese
lineamiento, sino de entender que la carta magna debe ser interpretada en forma
compatible al ámbito internacional y viceversa, sin soslayar la esencia del Estado y
sus principios rectores, los cuales no podrán ser reformados a partir de leyes o
resoluciones inferiores, salvo que privilegien el principio de progresividad o el
ejercicio razonable del Estado y los derechos humanos que reconoce.

Considero que, en vez de intentar adoptar una supremacía convencional,


debemos postular el principio de coordinación entre los sistemas nacionales e
internacionales y viceversa, en aras de privilegiar a la dignidad humana de manera
acorde a las particularidades de cada región, de cada Estado, de cada sector, de
cada caso y de cada persona, recordemos ¡nadie sobra!

Además, la procedencia del principio pro persona, en su variante de preferencia


normativa, permite superar el criterio de interpretación jerárquica y atender a la
norma que mayor beneficio otorgue a la persona, de ahí que la idea de
1

supremacía convencional también sea relativa y tampoco obligue en forma tajante


a las instancias internacionales, quienes en todo momento deberán atender a los
cambios sociales que experimenta la región y, en dado caso, aplicar la norma que
más ventajas ofrezca o reconozca al ser humano, con independencia de que sea
nacional o internacional o provenga de una interpretación interna o externa.

Sólo podría hablarse de supremacía convencional en el caso de que la región


americana tuviera interés en constituir un Estado transnacional de derecho o una
comunidad americana similar a la europea, pero dicha tendencia aún no se debate
con fuerza en el ámbito jurídico y político de nuestro continente americano, por lo
cual, la intención de sustentar un principio de supremacía de los tratados
internacionales ostenta los mismos vicios de la preminencia constitucional de
mediados del siglo pasado. No descarto posibles ventajas en la creación de una
comunidad americana, pues existen algunos matices que nos orientan a pensar de
esa forma; sin embargo, debemos transitar hacia ello de manera consciente y
mientras eso no suceda, el Estado no debe imponer principios o interpretaciones
que a nada práctico conduzcan.

La Jerarquía de los tratados internacionales sobre los derechos


fundamentales en el ardimiento de los estados:

Es común afirmar que vivimos en la era de la globalización y de la


interdependencia marcada por el surgimiento del pluralismo jurídico a escala
global. Este fenómeno se caracteriza por la multiplicación de instancias
productoras de derecho supranacionales que dan origen a normas que se
entrecruzan de manera constante. El pluralismo jurídico global es resultado de la
crisis del modelo centralista de producción del derecho vinculada al Estado-nación
y de la fragmentación y descentralización de los centros de producción jurídica.
Esa fragmentación ha derivado en última instancia en lo que algunos autores
llaman la feudalización del derecho.

Según lo expuesto por Alfonso de Julios-Campuzano, el panorama que el


pluralismo jurídico global nos presenta es el de la interpenetración de normas
pertenecientes a distintas esferas de producción jurídica que coinciden parcial o
totalmente en sus ámbitos de validez y que se relacionan entre sí mediante
esquemas de Inter legalidad. En este contexto marcado por el pluralismo jurídico,
el derecho del Estado se convierte en una de las diversas expresiones de
juridicidad que compiten entre sí para regular una misma materia. A su lado es
posible reconocer otros derechos más o menos informales: i. e. el derecho global,
el derecho internacional, el derecho transnacional, el derecho regional, etcétera.
La consecuencia de esta pluralidad es que el fenómeno jurídico deja de ser visto
como un sistema único y singular y empieza a concebirse más como un complejo
de sistemas superpuestos que coinciden en un determinado territorio. De acuerdo
con el autor citado, la interdependencia que supone la globalización ha puesto fin
a los ordenamientos estatales autárquicos y conclusos. El derecho de nuestro
1

tiempo —dice— es emergente e informal. Es un derecho des territorializado, sin


confines, con dimensiones cada vez más inabarcables que termina por desbordar
al Estado. Se trata de un derecho que no tiene un origen único y que puede
adoptar múltiples formas: es poroso, flexible, dúctil, cambiante y adaptable.

En el marco del pluralismo jurídico típico de la globalización (la globalización


jurídica) existen varias propuestas que buscan explicar las relaciones entre el
derecho internacional y el derecho interno. Todos estos planteamientos se
caracterizan por rechazar tanto el monismo como el dualismo tradicional. Uno en
particular sostiene que entre ambos órdenes se da una especie
de acoplamiento realizado por las instituciones administrativas y judiciales
mediante el uso de dos instrumentos: la doctrina de la interpretación conforme y la
doctrina del efecto directo de las normas internacionales.

La mediación o "acoplamiento" —señala Von Bogdandy— pueden llevarlo a cabo


tanto las instituciones políticas como las instituciones administrativas y judiciales.
En este último caso, el efecto interno de las normas internacionales suele
derivarse de la doctrina del efecto directo y de la doctrina de la interpretación
conforme. De ahí que parezca lógico que la deconstrucción de la pirámide a través
del concepto de "acoplamiento" debe conducir a la exploración y a la construcción
más elaborada de estas dos doctrinas. No en vano, si el acoplamiento entre las
normas del derecho internacional y las normas del derecho interno que pueden
efectuar las instituciones administrativas y judiciales se sustenta en gran medida
en estas dos doctrinas, de ellas depende la intensidad de tal acoplamiento.

Tanto el alcance del efecto directo como el de la interpretación conforme han de


estar determinados por el derecho constitucional interno. Éste es su fundamento y
determina sus límites. Digamos que el efecto directo de las normas internacionales
estará cuanto más legitimado si goza del respaldo de la Constitución. Ello es
evidente si se repara en que el efecto directo puede incidir sobre diversas
cuestiones constitucionales de principal importancia como la vida democrática del
país, la separación de poderes y la protección de los derechos humanos. A su vez,
la interpretación del derecho interno conforme a las normas del derecho
internacional deberá estar basada en el contexto interpretativo general de la
Constitución.

Ambas doctrinas —dice el autor citado— deben sustentarse en un equilibrio entre


diversos principios constitucionales como son la cooperación internacional, por
una parte, y el gobierno democrático, la subsidiariedad y la protección de los
derechos fundamentales, por la otra. Teniendo en cuenta que su fundamento se
encuentra en el derecho constitucional interno, es probable que las doctrinas
asuman diferentes matices de significado en los distintos ordenamientos
constitucionales, desde el momento en que se basan en historias constitucionales
muy distintas.

Siendo así, el acoplamiento entre el derecho internacional y el derecho interno no


implicaría romper de lleno con la idea de la pirámide jurídica y con la racionalidad
1

sistemática del derecho que le es inherente. Pero sí supondría replantear las


relaciones entre ambos sistemas en el marco del pluralismo jurídico y de la
existencia de múltiples niveles de juridicidad que se superponen y a menudo
conflictúan entre sí.

Otra propuesta doctrinal apunta a la idea de transconstitucionalismo en las


relaciones entre el derecho internacional y el derecho estatal en el contexto de un
sistema jurídico mundial de niveles múltiples caracterizado por jerarquías
entrelazadas. El transconstitucionalismo surge cuando un problema jurídico-
constitucional involucra a más de dos órdenes normativos del mismo tipo o de
especies diversas. La relación entre los distintos ordenamientos del sistema
jurídico mundial no es de supra y subordinación recíproca. Más bien prevalecen
entre ellos las relaciones heterárquicas y las jerarquías entrelazadas.

El fenómeno del transconstitucionalismo cobra singular importancia en conexión


con el tema de los derechos humanos. Ésta es una cuestión que corta
transversalmente todos los órdenes del sistema jurídico mundial de niveles
múltiples. Se habla entonces de un transconstitucionalismo pluridimensional de los
derechos humanos. Frente a un problema transconstitucional en el que están
involucrados este tipo de derechos, resulta imprescindible una articulación
concomitante de los diversos órdenes para encontrar la solución idónea. Como ha
dicho Marcelo Neves:

El camino más adecuado en materia de derechos humanos parece ser el "modelo


de articulación" ("engagement modelo"), o mejor, de entrelazamiento transversal
entre órdenes jurídicos, de tal manera que todos se presenten capaces de
reconstruirse permanentemente mediante el aprendizaje con las experiencias de
órdenes jurídicos interesados concomitantemente en la solución de los mismos
problemas jurídicos constitucionales de derechos fundamentales o derechos
humanos.

Según la teoría que se examina, la comunicación entre órdenes jurídicos diversos


en materia de derechos humanos asumiría la forma de un entrelazamiento
pluridimensional propiciado por las decisiones de algunos tribunales que los
atravesarían transversalmente. La existencia de problemas constitucionales que
involucran a órdenes diversos (problemas en los que están en juego derechos
humanos) sería lo que al final generaría su entrelazamiento para la búsqueda
constante de soluciones. Si esto es así, el derecho internacional de derechos
humanos y el derecho interno —a la luz del transconstitucionalismo— actuarían
entrelazada mente en los de un diálogo continuo que propiciara el aprendizaje
mutuo e hiciera posible la alteridad.

... el transconstitucionalismo implica —en resumidas cuentas— el reconocimiento


de que los diversos órdenes jurídicos entrelazados en la solución de un problema-
caso constitucional —a saber, de derechos fundamentales o humanos y de
organización legítima del poder— que sea concomitantemente relevante,
deben buscar formas transversales de articulación para la solución del problema,
1

cada uno de ellos observando al otro, para comprender sus propios límites y
posibilidades de contribuir para solucionarlo.

Un planteamiento más específico que los anteriores pues se refiere a la relación


existente entre el derecho internacional y el derecho constitucional interno, es el
que se basa en las ideas de complementariedad y retroalimentación. De acuerdo
con este esquema, las normas internacionales de derechos humanos pasan a
integrar, precisar y enriquecer el contenido de los derechos constitucionales.

Esta perspectiva, considera que las normas del ordenamiento interno y del
internacional tienen un sentido y alcance que debe articularse en un sistema en
donde ninguno anule al otro ni estén en pugna, sino que deben aplicarse de tal
modo que se alcance una congruencia armonizante... Al concebir la relación entre
derecho interno y sistema internacional como una forma de complementar
contenidos y protección, el sistema internacional no sólo cumple el rol de suplir los
vacíos que deja la inactividad en el ámbito interno de un Estado, sino que también
se erige como una fuente directa a aplicar en el resguardo de los derechos
humanos.

En el contexto latinoamericano, la relación cada vez más estrecha entreel derecho


internacional y el derecho constitucional interno supone que el primero ya no actúa
subsidiariamente ante la falta del segundo, sino que los dos se relacionan de
manera recíproca. Uno influye en el desarrollo del otro y viceversa.

Podemos ver que existe una relación recíproca entre ambos sistemas, en donde el
sistema interno de cada Estado se enriquece de los aportes normativos y
jurisprudenciales del sistema internacional y en donde, también, el sistema
internacional mira el desarrollo normativo constitucional de los Estados para
emprender la concreción de nuevos instrumentos internacionales o para
enriquecer su argumentación jurisprudencial.

En materia de derechos humanos se observa cierta tendencia hacia la


incorporación de estándares sustantivos internacionales mediante dos vías: la
normativa institucional —a través de reformas constitucionales y legislativas—, y la
jurisprudencial. Así, en este último caso, la jurisprudencia constitucional
latinoamericana ha experimentado una evolución notable hacia el reconocimiento
del derecho internacional de los derechos humanos y, en especial, de los criterios
fijados por la Corte Interamericana a través de sus resoluciones. Pero también el
derecho constitucional interno de los Estados ha influido en el sistema
internacional aportando contenido y alcance a los derechos humanos reconocidos
internacionalmente. Habría pues una retroalimentación entre los dos sistemas que
iría más allá de la mera complementariedad.

Una última propuesta enfatiza la idea de coordinación mutua entre las normas


internacionales de derechos humanos y el derecho interno. Los desafíos
contemporáneos en esta materia impiden seguir hablando de las formas
tradicionales en que ambos sistemas han venido relacionándose entre sí
1

(incorporación, penetración, adecuación, etcétera). La vía ideal para proteger a los


derechos humanos debe ser la coordinación entre ambos sistemas.

Desde este enfoque de la coordinación mutua, el vínculo entre normas del


derecho internacional y normas del derecho interno comprende un abanico de
posibilidades de cooperación entre las que destacan algunas formas ya
mencionadas como el efecto directo y la interpretación conforme, pero también
otras de suma importancia como el control de convencionalidad.

Llegado a este punto quisiera remarcar que todos los planteamientos que he
mencionado hasta ahora —con independencia de que algunos pudieran ser
mejores que otros— tienen el mérito de reconocer que en el mundo
contemporáneo la relación entre el derecho internacional y el derecho estatal
difícilmente puede seguir analizándose con base en la dicotomía monismo-
dualismo. No es posible ignorar que en nuestros días esa relación está
condicionada por la presencia del pluralismo jurídico global. Tampoco se trata de
aceptar acríticamente el conjunto de doctrinas pluralistas. Pero sí sería
recomendable que toda propuesta seria comenzara por reconocer la importancia
de ese fenómeno. Ahora bien, a mi modo de ver, el debate académico y
jurisprudencial en nuestro país a propósito de la jerarquía de los tratados
internacionales sobre derechos humanos ha venido desarrollándose casi siempre
a espaldas de todos estos planteamientos pluralistas. Tal parece que la relación
entre el derecho internacional y el derecho estatal sigue siendo vista por una
amplia mayoría de estudiosos en términos de un monismo arcaico con la
Constitución en la cúspide. Esta concepción fue la que finalmente logró imponerse
en una polémica decisión del Pleno de la SCJN que analizaré enseguida.

CONCLUSIONES:
1

1. Guatemala como Estado Constitucional y Democrático, compuesto por pueblo,


territorio y gobierno, cuya génesis fundacional se encuentra en la Constitución
Política de la República de Guatemala de 1985 la cual lo posiciona como garante
de los Derechos Humanos reconocidos en dicha ley fundamental y en los demás
tratados y convenciones internacionales en materia de Derechos Humanos que el
Estado ha ratificado y/o aprobado y no puede alegar violación a la soberanía
estatal so pretexto para no aplicarlos.

2. El Estado de Guatemala está obligado a regir las obligaciones internacionales


que contraiga con otros Estados o cualesquiera otras organizaciones
internacionales con personalidad jurídica de conformidad a los principios de: ex
consensu advenit vinculum, (todo tratado vincula a las partes en tanto éstas hayan
dado su consentimiento), pacta sunt servanda (lo acordado en un tratado debe ser
fielmente cumplido por las partes según lo pactado); y, pacta tertis nec nocent nec
prosunt, (al indicar que un acuerdo será obligatorio sólo para las partes del mismo)
así como a las demás reglas y prácticas internacionales con el propósito de
contribuir a la libertad, el respeto y defensa de los derechos humanos.

3. La evolución de los derechos humanos ha hecho que el reconocimiento de


estos en los últimos años se consolide en el ámbito internacional, lo que ha
permitido la instalación del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y,
este a través de sus fuentes normativas y jurisprudenciales, así como por las 87
instituciones que vigilan su estricta aplicación buscan el efecto útil de sus fuentes
a lo interno del Estado.

4. El Estado de Guatemala es parte del Sistema Interamericano de Derechos


Humanos porque ratificó en 1978 la Convención Americana de Derechos
Humanos y en 1987 se sometió a la jurisdicción contenciosa de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. De ahí su obligación de observar y aplicar
el Control de Convencionalidad en materia de Derechos Humanos.

5. El Control de Convencionalidad es una herramienta y/o mecanismo de


protección de los Derechos Humanos reconocidos en el corpus iuris (cuerpo
normativo) del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, el cual en
Guatemala a la fecha sigue siendo desconocido y hasta cierto punto confuso por
quienes tienen la obligación de aplicarlos. Esta situación de mantenerse puede
provocar que el Estado pueda ser demandado ante la Corte Interamericana de
Derechos Humanos debido a que se está atentando en contra de los efectos útiles
de los tratados en materia de Derechos Humanos que ha ratificado y/o aprobado
el Estado.

6. Existe un compromiso notable por parte del Estado en empezar a desarrollar en


el marco de las respectivas competencias de los entes estatales, especialmente,
de la Corte de Constitucionalidad un efectivo ejercicio del Control de
Convencionalidad entre los Tratados y Convenios en materia de Derechos
Humanos y las disposiciones internas. Esto especialmente puede observarse en
1

los expedientes números 2151-2011; 3334-2011; 2275-2014; 1097-2015 y 3438-


2016.

RECOMENDACIONES:

1. Que los jueces de la jurisdicción ordinaria que utilicen o empleen ex oficio en


cada una de las resoluciones judiciales que dicten el control de convencionalidad,
para lo cual deberán hacer un verdadero examen de convencionalidad entre las
normas aplicables al caso concreto y la Convención Americana de Derechos
Humanos entre otras, a fin de no menoscabar derechos humanos reconocidos
supranacionalmente a los guatemaltecos.

2. La labor de inducción y fortalecimiento en el tema del Derecho Internacional de


los Derechos Humanos en cuanto a los jueces se desarrolle por la Unidad de
Capacitaciones de la Escuela de Estudios Judiciales adscrita al Organismo
Judicial.

3. Modificar el pensum de la carrera de Derecho de las diferentes universidades


del país sean públicas o privadas en lo que respecta al curso de Derecho Procesal
Constitucional a fin de agregar para su desarrollo semestral un tema concerniente
al tema del Control de Convencionalidad ya que a la fecha solamente se estudia el
Control de Constitucionalidad.

4. Se exhorta al Colegio de Abogados y Notarios de Guatemala que entre los


diplomados que se imparten a nivel nacional a los agremiados de dicho Colegio se
desarrollen aquellos que aborden la temática de los Derechos Humanos, la
situación de estos a nivel internacional y los mecanismos con que se cuentan para
protegerlos al momento de ser menoscabados por conductas oficiales y/o
estatales. 89

5. Se desarrolle labor de difusión y de educación a los entes que forman parte del
Sistema de Justicia Penal a fin de informar a los usuarios y demás ciudadanos los
Derechos Humanos que se les reconoce desde la normativa internacional y de los
mecanismos con que cuentan para poder garantizarlos y exigirlos, entre estos el
control de convencionalidad.
1

BIBLIOGRAFIA:

Carbonell, Miguel y Salazar Pedro (coords). 2011. La reforma constitucional


de derechos humanos: un nuevo paradigma. México: IIJ-UNAM

Consulta a trámite. Expediente Varios 912/2010. SCJN.

Del Rosario, Marcos. 2012. Universalidad y primacía de los derechos


humanos. Ensayos en torno a la consolidación de los derechos humanos
como factores supremos en el sistema constitucional mexicano. México:
UBIJUS

Ferrer Mac-Gregor, Eduardo. 2012. “Interpretación conforme y control difuso


de convencionalidad. El nuevo paradigma para el juez mexicano”, en: Ferrer
MacGregor, Eduardo (coordinador). El control difuso de convencionalidad.
Diálogo entre la Corte Interamericana de Derechos Humanos y los jueces
nacionales. México: Fundación Universitaria de Derecho, Administración y
Política, S.C.,
1

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