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QUE ES LA CIENCIA

“En el curso de esos experimentos, ¿cuántos bellos sistemas construimos que pronto nos
vemos obligados a destruir?”
Benjamin Franklin.

“Las cosas siempre son más complicadas de lo que parecen”

Segunda ley de Murphy

“El sabio es como el cielo y la tierra, comprende imparcialmente todas las cosas”

Tao Tê Ching

“Mejor que mil palabras carentes de sentido es una única palabra razonable: la que puede
llevar paz a quien la escucha”

Siddharta Gautama (Buda)

En la educación científica, no hay que enseñar qué pensar, sino cómo pensar.

La ciencia es una actividad humana creativa cuyo objetivo es el conocimiento de la


naturaleza y cuyo producto es el conocimiento; este producto se confirma cuando hay consenso
sobre su validez en el seno de la comunidad científica experta. Tal consenso se basa sobre todo
en la reproducibilidad de los datos, cuando se siguen las indicaciones especificadas al respecto.
La razón es necesaria, pero la verificación objetiva de los fenómenos es indispensable. La
esencia de la ciencia es la experiencia, que debe ser pública y reproducible. En la ciencia, la
única que siempre tiene la razón es la naturaleza, el oficio del científico es entenderla. En
ciencia, la única verdad es la realidad.
Hasta comienzos del siglo XX, existía un único concepto de ciencia que procedía de las
ciencias exactas y fácticas, y que se definía como un proceso objetivo que se produce en el
tiempo y en el espacio, en forma independiente del observador. Es decir, los hechos se producen
como se manifiestan en esa realidad objetiva, donde pueden ser medibles, cuantificables y
experimentables, cualquiera fuera la posición del observador. Desde este punto de vista el objeto
de estudio de las ciencias sociales quedaba fuera de esa posibilidad. Sin embargo, dentro de la
nueva concepción de la ciencia y la revisión de sus leyes internas, y de su carácter cuantificable,
las ciencias sociales entran en este marco de comprensión.
También era una concepción basada en Platón, quien vivamente impresionado por el
desarrollo de las matemáticas, moldeó en ellas su teoría del conocimiento.
Este concepto mecanicista de la ciencia se puede resumir en la cita de Leonardo da
Vinci: “Nessuna umana investigazione si po dimandare vera scienza s’essa non passa per la
matematiche dimonstrazioni”(ninguna actividad humana se puede llamar verdadera ciencia si
no pasa por una demostración matemática) o a ésta de lord Kelvin: “cuando puede medir lo
que Ud. está hablando y expresarlo en números, Ud. conoce algo acerca de ello; pero cuando
no lo puede expresar en números, su conocimiento es magro e insatisfactorio” El concepto
moderno puede ser tomado de la frase de Einstein “la ciencia busca principalmente satisfacer
el anhelo de conocimiento puro”, enfatizando que hay algo más dentro nuestro que sobrepasa a
las mediciones. El científico que busca el conocimiento puro está cerca del artista que busca la
belleza. Por eso se habla de la belleza y de la elegancia de una síntesis en química orgánica, una
teoría física o una demostración matemática. El arte y la ciencia pura tienen mucho en común, y
es una lástima que tanto los artistas como los científicos, como grupos, no se hayan dado cuenta
de esto.
El creciente cuerpo de ideas llamado ciencia, puede caracterizarse como conocimiento
racional sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible. Por medio de la
investigación científica, el hombre ha alcanzado una reconstrucción conceptual del mundo que
es cada vez más amplia, profunda y exacta.
La ciencia como actividad - como investigación- pertenece a la vida social; en cuanto se
la aplica al mejoramiento de nuestro medio natural y artificial, a la invención y manufactura de
bienes materiales y culturales, la ciencia se convierte en tecnología. Sin embargo, la ciencia se
nos aparece como la más deslumbrante y asombrosa de las luminarias de la cultura cuando la
consideramos como un bien por sí mismo, esto es, como un sistema de ideas establecidas
provisionalmente (conocimiento científico), y como una actividad productora de nuevas ideas
(investigación científica).

La concepción científica de la realidad

La cuestión básica planteada cuando se pregunta por los límites de la ciencia es


realmente el problema de los límites de la existencia, o sea el significado de la realidad. Éste no
es un problema científico sino filosófico, y más específicamente, se trata de una antigua cuestión
metafísica que nunca ha sido resuelta, de uno u otro modo. La ciencia reclama a toda la
naturaleza como su dominio pero la define con criterios objetivamente estrechos: la realidad
está formada únicamente por aquellos elementos y sus relaciones que son susceptibles
(actual o potencialmente) de ser verificados empíricamente. Dentro de este marco, la ciencia
no tiene límites porque depende en gran parte de la imaginación humana. Pero como este marco
excluye las artes, la religión y la filosofía, resulta que muchas de las preguntas que más le han
interesado a la humanidad desde el principio de la historia no sólo no pueden contestarse
científicamente sino que ni siquiera pueden plantearse en términos de la ciencia. Algunas de
esas preguntas son "¿Hay un propósito, en el Universo?", "¿Por qué estoy vivo?", "¿Qué existe
en el más allá?", "¿Cuál es la naturaleza de lo bueno?", etc. En cambio, tales preguntas son
características de la filosofía y de la religión, que desde siempre han ofrecido (o intentado dar)
respuestas a ellas. Como se hacen al margen de la ciencia, resulta inútil o irrelevante debatir si
las respuestas mencionadas son verdaderas o falsas, ya que estas categorías sólo se aplican como
medida de la correspondencia de las proposiciones con la realidad.

Los valores de la ciencia

Los valores de la ciencia y de la democracia son concordantes. La ciencia prospera en el


libre intercambio de ideas, y lo requiere como una condición fundamental. Es antitética del
secreto. La ciencia no posee posiciones ventajosas o privilegiadas. Cualquiera puede derribar la
teoría del científico más importante del mundo, si puede demostrar que éste está equivocado.
Tanto la ciencia como la democracia alientan opiniones poco convencionales y un vivo debate.
Ambas exigen raciocinio suficiente, argumentos coherentes, estándares rigurosos de prueba y
honestidad. Es un bastión contra el misticismo, la superstición, el fundamentalismo y el
dogmatismo. Pone al descubierto a los falsarios y a los engaños. Asegura la corrección de los
errores. No es extraño que algunos de los disidentes más importantes en las dictaduras, como la
soviética o la china comunista, hayan sido científicos.
La belleza de la ciencia es que uno puede tener un impacto sobre ella. Es una empresa
humana cuyo comportamiento y sus leyes pueden cambiar.
En resumen, la ciencia es valiosa como herramienta para domar la naturaleza y
remodelar la sociedad; es valiosa en si misma, como clave para la inteligencia del mundo y
del yo; y es eficaz en el enriquecimiento, la disciplina y la liberación de nuestra mente.
Qué no es ciencia

En el siglo XX surgieron una serie de pseudociencias. ¿Cómo distinguir ente la


verdadera ciencia y éstas? Quizás una forma concisa y sin desperdicio es una anécdota citada
por Carl Sagan [1, pág. 55]:
“Hace muchas décadas, en una cena, se pidió al físico Robert W. Wood que
respondiera al brindis: “Por la física y la metafísica”. Por “metafísica” se entendía entonces
algo así como la filosofía, o verdades que uno puede reconocer sólo pensando en ellas.
También podían haber incluido la pseudociencia.
Wood respondió aproximadamente de esta guisa: El físico tiene una idea. Cuanto más
piensa en ella, más sentido le parece que tiene. Consulta la literatura científica, Cuanto más
lee, más prometedora le parece la idea. Con esta preparación va al laboratorio y concibe un
experimento para comprobarla. El experimento es trabajoso. Se comprueban muchas
posibilidades. Se afina la precisión de la medición, se reducen los márgenes de error. Deja que
los casos sigan su curso. Se concentra sólo en lo que le enseña el experimento. Al final de todo
su trabajo, después de una minuciosa experimentación, se encuentra con que la idea no tiene
valor. Así, el físico la descarta, libera su mente de la confusión del error y pasa a otra cosa.
La diferencia entre la física y la metafísica, concluyó Wood mientras levantaba su vaso,
no es que los practicantes de una sean más inteligentes que los de la otra. La diferencia es que
la metafísica no tiene laboratorio.”

En algunos casos, ciertas afirmaciones de disciplinas fuera del ámbito de la ciencia


pueden llegarse a someter a experimentación. En por lo menos dos casos tomados de la
filosofía, esto probó ser desastroso. La teoría del “superhombre” de Nietsche fue puesta a prueba
en un gigantesco experimento de ingeniería social por Hitler. La consecuencia, una horrorosa
guerra con un saldo de diez millones de muertos, Europa destrozada y el holocausto, sólo para
demostrar que estaba equivocada. Otra es la filosofía comunista acerca del “hombre nuevo” de
Marx y Engels, puesta a prueba por Lenin, Stalin, y sus seguidores como Pol Pot y Mao Zedong,
en un experimento de ingeniería social aún más grandioso que el nazi. El resultado: cien
millones de muertos, incontables personas esclavizadas, aún ahora, el retroceso económico de
Rusia (que a comienzos de la I Guerra Mundial estaba despegando), y derrumbe económico de
la ex - Unión Soviética, todo para demostrar que la teoría es falsa.
Un conjunto de actividades humanas son pretendidamente científicas, y se las denomina
pseudociencias o paraciencias (según uno esté en contra o a favor de ellas), como la astrología,
la quiromancia, la grafología, la adivinación, la parapsicología y la homeopatía. No son ciencia,
no por no aplicar, como a veces lo hacen, métodos científicos, sino por los fundamentos
endebles y poco serios. Tienen, como se dijo, la pretensión de ser ciencias. Sobre este tema en
particular se volverá más adelante.
Existe otro conjunto de actividades humanas que no pertenecen al ámbito de la ciencia,
son las no-ciencias. Puede haber disciplinas no científicas tan importantes como, o aún más
importantes que la ciencia misma. Son ejemplos las disciplinas artísticas, incluyendo la
literatura, las disciplinas filosóficas como la ética, la estética, y las denominadas en general
disciplinas humanísticas, y la religión. Sus cultores no pretenden hacer ciencia, aunque a veces
empleen elementos de ésta. Por ejemplo, un pintor usa la perspectiva y la geometría, pero no
pretende hacer ciencia al pintar un paisaje.

El saber ingenuo o vulgar

El saber ingenuo es el de uso personal que se adquiere en el trato directo con los
hombres y con las cosas. Llena nuestra vida diaria y se obtiene sin buscarlo. Está formado por
opiniones que se aceptan sin mayor reflexión, por lo que se confía en él, se lo cree sin sombra de
escepticismo y no se lo somete a pruebas lógicas, y es un saber más de palabras que de
conceptos. Esto no significa que sea falso, con frecuencia es verdadero.
El saber ingenuo se apoya en la creencia de que entre el sujeto y el objeto hay una
relación sin interferencias ni distorsiones como si el sujeto fuera capaz de aprehender la realidad
en su totalidad y objetividad. En este sentido, el conocimiento vulgar no tiene en cuenta los
límites específicos de los sentidos del sujeto ni las habituales desvirtuaciones que introducen los
valores, gustos, modas, ideologías, etc.
El saber vulgar consiste en una acumulación asistemática y totalmente desorganizada de
datos sueltos y en algunos casos incongruentes, lo que impide construir una imagen total del
objeto u organizar los datos en forma coherente de modo tal que concluya en una explicación.
Esto impide una adecuada fundamentación de lo aprehendido. Este tipo de aprehensión
concluye, más que en una explicación o una teoría, en una simple opinión, creencia o
apreciación.
El saber ingenuo no se plantea en forma deliberada, previa y consciente la pretensión de
ser verdadero, característica fundamental del saber crítico o científico. Es esta autoconciencia
del saber crítico lo que lo distingue esencialmente del saber ingenuo. De la infinidad de
nociones que adquirimos y ponemos en juego en nuestra vida diaria, muchas son verdades
científicas, y en la vida moderna su número tiende a aumentar. Su carácter científico
generalmente pasa inadvertido, porque las insertamos en nuestra vida diaria y las utilizamos por
razones vitales. Pero el saber ingenuo y el científico no se oponen ni se excluyen; al contrario,
la atmósfera de saber que acompaña nuestra vida contiene, en proporción variable, partes de
ambos tipos de saber.

LA EPISTEMOLOGÍA

La epistemología (del griego ἐπιστήμη (episteme), "conocimiento", y λόγος (logos), "teoría")


es la rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es el conocimiento científico. La
epistemología, como teoría del conocimiento, se ocupa de problemas tales como las
circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a su obtención, y los criterios
por los cuales se le justifica o invalida. En Grecia, la episteme era el conocimiento reflexivo
elaborado con rigor, a diferencia del conocimiento denominado doxa. ësta era el
conocimiento vulgar u ordinario del hombre, no sometido a una rigurosa reflexión critica. De
ahí que el término "epistemología" se haya utilizado con frecuencia como equivalente a
"ciencia o teoría del conocimiento científico".
Los autores escolásticos distinguieron la llamada por ellos "gnoseología", o estudio del
conocimiento y del pensamiento en general, de la epistemología o teoría del modo concreto
de conocimiento llamado científico. Sin embargo, actualmente el término "epistemología" ha
ido ampliando su significado y se utiliza como sinónimo de "teoría del conocimiento". Así,
las teorías del conocimiento específicas son también epistemología; por ejemplo, la
epistemología científica general, epistemología de las ciencias físicas o de las ciencias
psicológicas.
Para Popper la epistemología tiene tres características: el interés acerca de la validez del
conocimiento, siendo irrelevante la forma cómo el sujeto adquiere dicho conocimiento; su
desinterés hacia el sujeto del conocimiento, es decir, se ocupa de los enunciados de la ciencia
y de sus relaciones lógicas (justificación); y poseer un carácter lógico-metodológico, es decir,
normativo y filosófico.
Para Piaget, en cambio, la epistemología le interesa la validez del conocimiento, pero
también las condiciones de acceso al conocimiento válido; por lo que el sujeto que adquiere
el conocimiento no sea irrelevante para la epistemología, sino que ésta debe ocuparse
también de la génesis de los enunciados científicos y de los múltiples aspectos de la ciencia
que trascienden la dimensión estrictamente lingüística y lógico-formal. La epistemología para
Piaget tiene además un carácter fundamentalmente científico, es decir, teórico y empírico, no
metodológico y práctico.
No es fácil distinguir la epistemología de otras disciplinas afines o de otros saberes
fronterizos con ella, cuyas fronteras son imprecisas.
En primer lugar, está la teoría del conocimiento, que en realidad es más general ya que se
refiere a todo tipo de conocimiento y no solo del científico. No no siempre es posible efectuar
la distinción entre teoría del conocimiento y epistemología, ya que la palabra "epistemología"
se impone por su mayor sencillez de sustantivo. Para obviar la dificultad se ha creado la
palabra gnoseología, pero este neologismo no ha llegado a arraigar y su uso se ha
considerado pedante, rancio y escolástico. La gnoseología o "teoría del conocimiento" es una
rama de la filosofía que se ocupa del conocimiento en general: el ordinario, el filosófico, el
científico, el matemático, etc.
En segundo lugar, está la distinción entre epistemología y filosofía de la ciencia, debido a la
elasticidad de esta última expresión. Si se toma en un sentido amplio, la epistemología sería
uno de los capítulos de la segunda, una forma de practicar la filosofía de la ciencia,
consistente en el análisis lógico del lenguaje científico.
La filosofía de la ciencia es más amplia que la epistemología. Algunas suposiciones que son
discutidas en el marco de la filosofía de la ciencia no son cuestionadas por la epistemología,
o bien se considera que no influyen en su objeto de estudio. Por ejemplo, la pregunta
metafísica de si existe una realidad objetiva que pueda ser estudiada por la ciencia, o si se
trata de una ilusión de los sentidos, es de interés en la filosofía de la ciencia, pero muchos
epistemólogos parten de que sí existe, o bien consideran que su respuesta afirmativa o
negativa es indiferente para la existencia de métodos de obtención de conocimiento o de
criterios de validación de los mismos.
En tercer lugar, hay dificultades para deslindar los campos de la epistemología y la
metodología científica. Tradicionalmente se ha considerado que la epistemología no
estudiaba los métodos científicos, ya que éstos eran objeto de una parte de la lógica llamada
"metodología"; la epistemología en concreto tenía como objeto el estudio crítico de los
principios, hipótesis y resultados de las diversas ciencias. Actualmente no se considera
admisible esta distinción. Resulta difícil hoy hacer un estudio crítico de los principios de las
diversas ciencias, de su valor y objetividad, sin preguntarse al mismo tiempo sobre la
naturaleza y valor de los procedimientos a través de los cuales se forman las ciencias y se
llega a elaborar un conocimiento científico. Por ello en la actualidad se considera a la
metodología dentro del campo de la epistemología, no dentro del de la lógica, como se lo
hacía antiguamente.
La metodología es más restringida que la epistemología. El metodólogo no pone en tela de
juicio el conocimiento ya aceptado como válido por la comunidad científica sino que se
concentra en la búsqueda de estrategias para ampliar el conocimiento. Por ejemplo, la
importancia de la estadística está fuera de discusión para el metodólogo, pues constituye un
camino para construir nuevas hipótesis a partir de datos y muestras. En cambio, el
epistemólogo a la vez podría cuestionar el valor de esos datos y muestras y de la misma
estadística.
Los problemas de la epistemología
Los problemas planteados en la actualidad por la epistemología pertenecen a dos grandes
grupos. Unos son de carácter general, ya que abarcan la totalidad de las ciencias. Otros son
específicos de cada grupo de ciencias, se refieren a una sola ciencia o a alguna rama de una
determinada ciencia.
En primer lugar, la epistemología se plantea problemas que se refieren a las relaciones entre
las diversas ciencias. La pluralidad de las ciencias, su incesante proliferación, sus
superposiciones y enlaces, su dispersión, llevan a preguntarse por los problemas de su
coordinación. Hoy nadie pretende construir un sistema rígido e inmutable en el que cada
ciencia tendría su lugar propio y definido con sus diversos compartimentos, pero un cuadro
de referencia siempre es necesario y lo único que se exige es que sea manejable y abierto, que
refleje el estado presente de la ciencia y admita enlaces y reorganizaciones.
En segundo lugar, la epistemología se plantea también el problema de las relaciones entre
los dos grandes grupos en que se distribuyen las ciencias: las ciencias formales (lógica y
matemáticas), y las ciencias de lo real.
En tercer lugar, también la epistemología se ocupa de problemas referidos al análisis de
algunas nociones comunes a todas las ciencias o a la mayoría de ellas. El matemático, físico,
naturalista y lexicógrafo se sirven también de definiciones, pero ¿tienen el mismo
significado? Para el matemático la probabilidad es objeto de cálculo; el físico sabe que sus
métodos inductivos desembocan en probabilidades y considera a todas sus leyes como
probabilidades; el historiador se pregunta sobre la probabilidad de los testimonios: ¿se trata
siempre de una misma probabilidad en estas diversas ciencias, o si no, cómo se organizan
entre sí estos diversos sentidos?
En cuarto lugar, se ocupa de las dos maneras de concebir las relaciones entre lo teórico y lo
experimental de las ciencias, o, lo que es casi lo mismo, en el significado de las teorías. Es en
las ciencias de la naturaleza (pero no exclusivamente en ellas) donde se manifiesta más
claramente tal desacuerdo en las dos maneras de concebir las relaciones entre la parte teórica
y la experimental, o, lo que es casi lo mismo, el significado de las teorías: ¿intentan
profundizar en nuestro conocimiento de los fenómenos buscando, detrás de las leyes, las
causas explicativas, o bien, no son más que una sistematización de un conjunto de leyes?
En quinto lugar, se encuentran los problemas específicos del primer grupo de ciencias, las
ciencias formales. La relación entre la lógica y la matemática un tema demasiado complejo
para ser tratado en este texto en particular, ya que no nos ocupamos en él de las ciencias
formales.
En sexto lugar se plantean los problemas epistemológicos comunes a las ciencias de la
realidad, que tienen como modelo la física, ya que al hablar de dichos problemas casi siempre
se piensa en ella. Los problemas principales son tres: la construcción de los conceptos, la
estructura de las explicaciones y la validez de las conclusiones. Los problemas relativos al
método experimental y a la naturaleza y justificación de los procedimientos inductivos
ocupan un lugar importante en dichos estudios, pero el gran problema es el de su unidad:
¿pueden agruparse todas las ciencias de la realidad en un solo tipo fundamental, cuyo modelo
más completo sería la física?, ¿sobre qué base lo harían?, ¿deben quedar irremediablemente
separadas en dos o tres ramas?
En séptimo lugar están los problemas más particulares relacionados con las ciencias de la
vida y las ciencias del hombre. En estas ciencias se encuentran conceptos fundamentales
comunes a la física, como el de ley, pero aparecen también conceptos ajenos a ella, como el
de ser; estas ciencias hablan de hechos, pero también de valores. Puede analizarse un ser
como una intersección de leyes, pero se elude así la característica esencial de su
individualidad. Pueden considerarse los valores como datos de hechos, pero ¿estos hechos
son de la misma naturaleza que la de los hechos que trata la ciencia del mundo físico? Los
conceptos propios de estas ciencias como los de tendencia, función, éxito y fracaso, normal y
patológico, finalidad, son problemáticos y exigen análisis epistemológicos más específicos.
El problema más grave es saber si estas nociones pueden interpretarse con el lenguaje de la
física, o cuando menos ponerse de acuerdo con él. Además, la presencia en las ciencias
humanas de nociones como conciencia, actividad voluntaria, lenguaje, utensilios, política,
religión, arte, han hecho surgir nuevos conceptos y problemas, como por ejemplo, en este
nuevo campo ¿hay que sustituir la comprensión por la explicación? ¿las finalidades pueden, y
de qué manera, considerarse causas?; ¿en qué medida, o en qué forma, la aplicación del
instrumento matemático es posible y deseable? En el interior de estas ciencias se plantea la
cuestión de su homogeneidad y de su jerarquía. En ocasiones, una de estas disciplinas e
incluso una teoría surgida de una de ellas preside el conjunto o se atribuye una función
rectora. Así, en el siglo XIX, la historia no sólo se desarrolla por sí misma, sino que
predomina en todas las partes en donde se habla del hombre, y el materialismo dialéctico de
Marx y Engels o el psicoanálisis, habiendo nacido en el seno de una de estas ciencias, han
servido de principio general de explicación para todos los temas humanos.

LAS BASES FILOSÓFICAS DE LA CIENCIA

La filosofía es algo intermedio entre la teología y la ciencia. Como la teología,


consiste en especulaciones sobre asuntos en los que, hasta hoy, no se ha logrado alcanzar
ningún conocimiento definitivo; pero, como la ciencia, se apoya en la razón en lugar de la
autoridad, sea tradicional o por revelación. Todo el conocimiento objetivo pertenece a la
ciencia; todos los dogmas pertenecen a la teología. Pero entre la ciencia y la teología persiste
un área de nadie, sujeta a ataques de ambos lados; tal tierra de nadie es la filosofía [2].
La categoría concebida por Rusell como filosofía es un híbrido interesante, formado
por ideas racionales sobre la naturaleza pero que no son susceptibles de documentación
objetiva. A primera vista, el conjunto de estas categorías apenas si alcanzaría para llenar un
delgado volumen; sin embargo, hasta la revisión más superficial del catálogo de cualquier
biblioteca importante debería convencer al interesado de que la filosofía no peca (ni nunca ha
pecado) de moderación en la longitud de sus textos o de modestia en la extensión de sus
reclamos.
Todo el majestuoso edificio de la ciencia contemporánea descansa en dos proposiciones
metafísicas. Con el término “metafísico” se indica lo que es lógico pero no demostrable, o
sea un sinónimo de lo que es “filosófico” para Rusell. Esas dos proposiciones pueden
enunciarse como sigue:

La regularidad de la naturaleza no reconoce excepciones, o sea que la realidad es


consistente con ella misma, o como dijo Einstein: "Dios no juega a los dados." Todo esto
significa que el universo está construido de acuerdo con ciertos principios y reglas que son
inviolables. Las leyes de la naturaleza son el destino mismo, que siempre se cumple. Esto
excluye a los milagros, que en esencia son excepciones a las leyes de la naturaleza, instancias
en que la regularidad se suspende. Esta proposición se puede rastrear hasta los libros de
filosofía natural de Aristóteles.

El hombre posee la capacidad de comprender la regularidad de la naturaleza. Este


postulado es menos rígido que el primero, seguramente porque se refiere al ser humano.
Propone que el hombre es capaz de comprender a la naturaleza, de conocer sus leyes y de
descifrar sus misterios. Esta proposición tampoco es demostrable experimentalmente e incluso
se ha considerado como arrogante, como generada en un injustificado sentido de omnipotencia
humana. Pero de la misma manera que el primer postulado metafísico de la ciencia, la
proposición de que el hombre puede ir descubriendo poco a poco los secretos del mundo que le
rodea e incluso los que se esconden dentro de él mismo se apoya en la historia y tiene como
testigo a la propia ciencia. Obviamente, si no creyéramos que podemos entender el mecanismo
íntimo de la naturaleza, sería fútil intentarlo, y la ciencia sería una misión imposible.

Naturalmente, los escépticos y los partidarios del oscurantismo pueden señalar a la


inmensidad de nuestra ignorancia como prueba en contra de la pretendida capacidad humana
para entender a la naturaleza. No importa. Los científicos no estamos acostumbrados a
rendirnos antes de haber dado la batalla, entre otras razones porque ya llevamos ganadas
muchas, entre ellas, no pocas que al principio parecerían desesperadas. Además, sólo existen
dos motivos para que la ciencia no pueda intentar resolver un problema determinado: o no es
un verdadero problema científico (no está enunciado dentro de la realidad y en términos
operacionales), o todavía es demasiado complejo para las armas técnicas y conceptuales con
que contamos en la actualidad. Un ejemplo de un problema pseudocientífico es la existencia
del alma, que realmente sólo se resuelve con un acto de fe. En cambio, un ejemplo de
complejidad actualmente insuperable es la solución a la estructura funcional del sistema
nervioso central en los animales superiores incluyendo al hombre.

Las bases de la ciencia moderna son metafísicas. Este hecho ni la debilita ni le


proporciona fuerzas especiales, ni tampoco es bueno o malo. Simplemente, es así, y tanto los
científicos como los usuarios de la ciencia debemos reconocerlo y aceptarlo, como aceptamos
la existencia de la naturaleza misma.

CLASIFICACIÓN DE LAS RAMAS DE LA CIENCIA

La ciencia es única, como lo prueba la estrecha interrelación entre las diferentes


disciplinas, pero está dividida en ramas que se denominan a su vez también “ciencias”.

Ciencia formal y ciencia fáctica.

No toda la investigación científica procura el conocimiento objetivo. Así, la lógica y la


matemática - esto es, los diversos sistemas de lógica formal y los diferentes capítulos de la
matemática pura- son racionales, sistemáticos y verificables, pero no son objetivas. No dan
informaciones acerca de la realidad: simplemente, no se ocupan de los hechos. La lógica y la
matemática tratan de entes ideales: estos entes, tanto los abstractos como los interpretados, sólo
existen en la mente humana. A los lógicos y matemáticos no se les da objetos de estudio: ellos
construyen sus propios objetos. Es verdad que a menudo lo hacen por abstracción de objetos
reales (naturales y sociales). Más aún, el trabajo del lógico o del matemático satisface a menudo
las necesidades del naturalista, del sociólogo o del tecnólogo. Pero la materia prima que
emplean los lógicos y los matemáticos no es fáctica sino ideal.
La lógica y la matemática, por ocuparse de inventar entes formales y de establecer
relaciones entre ellos, se llaman a menudo ciencias formales, precisamente porque sus objetos
no son cosas ni procesos sino formas en las que se puede verter un surtido ilimitado de
contenidos, tanto fácticos como empíricos. Esto es, podemos establecer correspondencias entre
esas formas (u objetos formales), por una parte, y cosas y procesos pertenecientes a cualquier
nivel de la realidad, por la otra. Así es como la física, la química, la fisiología, la psicología, la
economía y las demás ciencias fácticas recurren a la matemática, empleándola como
herramienta para realizar la más precisa reconstrucción de las complejas relaciones que se
encuentran entre los hechos y entre los diversos aspectos de los hechos; dichas ciencias no
identifican las formas ideales con los objetos concretos, sino que interpretan las primeras en
términos de hechos y de experiencias (formalizan enunciados fácticos). Estas interpretaciones
son, dentro de ciertos límites, arbitrarias; vale decir, se justifican por el éxito, la conveniencia o
la ignorancia. En otras palabras, el significado fáctico o empírico que se les asigna a los
objetos formales no es una propiedad intrínseca de los mismos De esta manera, las ciencias
formales jamás entran en conflicto con la realidad. Esto explica la paradoja de que, siendo
formales, se aplican a la realidad: en rigor no se aplican, sino que se emplean en la vida
cotidiana y en las ciencias fácticas a condición de que se les superpongan reglas de
correspondencia adecuada. En suma, la lógica y la matemática establecen contacto con la
realidad a través del puente del lenguaje, tanto el ordinario como el científico.

Una primera gran división de las ciencias consiste entonces en diferenciarlas en


formales (o ideales ) y fácticas (o materiales). Esta ramificación preliminar tiene en cuenta el
objeto o tema de las respectivas disciplinas; también da cuenta de la diferencia de especie entre
los enunciados que se proponen establecer las ciencias formales y las fácticas: mientras los
enunciados formales consisten en relaciones entre signos, los enunciados de las ciencias
fácticas se refieren, en su mayoría, a entes extracientíficos: a sucesos y procesos. La división
también tiene en cuenta el método por el cual se ponen a prueba los enunciados verificables:
mientras las ciencias formales se contentan con la lógica para demostrar rigurosamente sus
teoremas (los que, sin embargo, pudieron haber sido adivinados por inducción común o de
otras maneras), las ciencias fácticas necesitan más que la lógica formal: para confirmar sus
conjeturas necesitan de la observación y/o experimento. En otras palabras, las ciencias fácticas
tienen que mirar las cosas y, siempre que les sea posible, deben procurar cambiarlas
deliberadamente para intentar descubrir en qué medida sus hipótesis se adecuan a los hechos.
La mayoría de los epistemólogos contemporáneos consideran el principal objetivo de
las ciencias fácticas o empíricas (en lo que respecta a las ciencias naturales, el acuerdo sobre
este punto es prácticamente unánime) es la explicación y la predicción de los hechos.
Aunque se tratará más detalladamente la explicación llamada nomológico - deductiva,
también se hará referencia a otros tipos de explicación como la estadística, la teleológica y la
genética ya que hay ciencias que hacen uso frecuente de estas últimas. Interesará mostrar,
asimismo, la relación entre explicación y predicción, teniendo en cuenta que un gran poder
predictivo es uno de los mayores logros que cualquier disciplina científica puede exhibir.
¿Cuáles son los fines de las ciencias fácticas? Hay, en primer lugar, un fin general
común a todas las ciencias, que es el conocimiento. Cada disciplina científica intenta conocer la
porción de la realidad que se ha adjudicado como su campo de estudio. En el caso de las
ciencias fácticas, esa finalidad general se especifica en los siguientes objetivos: la explicación y
la predicción de los hechos. Algunos epistemólogos, especialmente de las ciencias sociales,
agregan como objetivos la interpretación y la comprensión, de las cuales hablaremos al
referirnos a ese tipo de ciencias.
Se ha considerado también que otra finalidad de la ciencia ligada obviamente a la
primera, es la transformación de la realidad. Según este punto de vista, sobre el cual no
existe consenso, la ciencia no se propone solamente conocer la realidad sino también
modificarla; su adopción tiene como consecuencia una íntima relación entre ciencia y
tecnología.
En cuanto al método empleado por las ciencias fácticas, recordemos el rasgo que lo
diferencia del método de las ciencias formales: puesto que las ciencias fácticas hablan acerca
del mundo, deben confrontar sus afirmaciones con la realidad; en otras palabras, deben
someter sus enunciados a cierto tipo de control fáctico. También conviene recordar que las
ciencias fácticas, que hacen uso de la deducción, necesitan de las formales. La lógica y sobre
todo la matemática son utilizadas instrumentalmente y presupuestas por las ciencias fácticas.
Habría en este aspecto cierta asimetría entre los dos tipos de ciencias: las fácticas necesitan
de las formales, pero las formales no parecen necesitar de las fácticas, aunque, sin éstas, su
utilidad se verla considerablemente reducida, ya que dejarían de contribuir al conocimiento
del mundo.
¿Cuáles son las ciencias fácticas? Su número y variedad son grandes. Algunas son muy
antiguas, como la física, la astronomía y la historia, cuyos orígenes se remontan a la
antigüedad clásica. Otras surgieron durante los siglos XVII y XVIII, como la química y la
economía. Otras son mucho más recientes, como la lingüística, la sociología y la psicología.
En nuestro siglo han surgido, dentro de estas ciencias generales, muchas ramas nuevas, como
especificaciones de sus objetos de estudio; por ejemplo, dentro de la biología, la genética, la
microbiología y la inmunología. Otras ciencias han aparecido como manifestaciones
independientes, aún cuando se ocupen de campos de estudio que en realidad son
interdisciplinarios, como ocurre, por ejemplo, con la ecología.
La lista de las ciencias fácticas no está terminada. Por un lado surgen disciplinas nuevas
o ramas nuevas de disciplinas viejas; por el otro se reestructuran disciplinas ya existentes, o
algunas ramas son absorbidas por otras; a veces también aparecen disciplinas nuevas cuyo
campo de estudio se superpone con el de otras ya existentes. Citaremos algunos ejemplos: la
informática y la cibernética nacieron en este siglo; la genética y la biología molecular son
ramas nuevas de la biología; la mecánica estadística es una reestructuración de la
termodinámica clásica y, por último, el campo de estudio de la ecología se superpone con el
de disciplinas que existían desde antes.
Otra división en boga es entre ciencias exactas y naturales y ciencias sociales. Las
primeras involucran tanto las matemáticas como las ciencias fácticas relacionadas con la
naturaleza (pero no con el hombre como ente social), mientras que las segundas incluyen las
ciencias relacionadas con el ser humano y sus relaciones: psicología, historia, sociología, etc. En
algunas ocasiones, las ciencias exactas y naturales se denominan “duras” y a las sociales,
“blandas”, definición que no es del agrado del autor, por considerarla peyorativa.

La clasificación de las ciencias fácticas

Precisamente esta gran cantidad de disciplinas fácticas hace sumamente difícil una
satisfactoria clasificación de ellas, y son muchas las distintas clasificaciones que se han
propuesto. A título de ejemplo, se presenta en el cuadro I una posible subdivisión.

Cuadro I
Clasificación de las ciencias fácticas
 física
 química
 biología
 naturales  psicología
  astronomía
  ecología
Ciencias fácticas   geografía

  economía
  sociología
 sociales  historia
 ciencia política
 lingüística

Como suele ocurrir con las clasificaciones, en algunos casos surgen dudas con respecto a
dónde situar determinadas disciplinas o con respecto a si la clasificación propuesta es
exhaustiva, es decir, si no queda alguna disciplina que no tenga ubicación dentro de ella. La
psicología, por ejemplo, tiene aspectos íntimamente relacionados con lo biológico, pero también
otros que son claramente sociales. Alguien podría preguntarse por qué no se han incluido
disciplinas tales como la medicina, la ingeniería o la contabilidad. La razón es que se trata de
tecnologías más que de ciencias propiamente dichas.
Las ciencias naturales son disciplinas científicas que tratan de explicar fenómenos
naturales, es decir, aquéllos en los cuales el hombre, con sus relaciones sociales y su libertad
de elección y decisión, no es el objeto de estudio. Son ejemplos la física, la astronomía, la
química, la biología. Las disciplinas que se ocupan del estudio del ser humano (como ser
dotado de voluntad y libertad) y sus relaciones sociales se denominan ciencias sociales.
Lo dicho podría sugerir que no hay una clasificación de las ciencias aceptada en forma
unánime. En efecto, es así, pero de ello no debe inferirse que toda posible clasificación sea
inútil. Aquí se adopta la amplia clasificación que divide las ciencias fácticas en naturales y
sociales, debido a que ambos grupos de ciencias comparten los mismos métodos y objetivos.

LA ESTRUCTURA DE LA CIENCIA

La ciencia moderna está basada en tres elementos distintos, que aparecieron en tiempos
muy diferentes durante la evolución de nuestra sociedad. Estos tres elementos pueden
identificarse de varias maneras, pero una de las más claras es presentándolos como tres
renuncias sucesivas a sendas posturas filosóficas que en sus épocas se juzgaron inexpugnables.
Tales renuncias pueden caracterizarse de la manera siguiente:

1.- Renuncia a las explicaciones sobrenaturales de los fenómenos propios de la naturaleza.

Este paso en el desarrollo de la ciencia ocurrió en Grecia hace unos 2.500 años (en el
siglo V a.C.), cuando un pequeño grupo de pensadores conocidos como los filósofos
presocráticos empezaron a abandonar sus creencias primitivas y mitos tradicionales sobre la
creación del mundo y la naturaleza de todas las cosas, y a sustituirlos por teorías que no tenían
elementos divinos o sobrenaturales, sino que se limitaban exclusivamente a los componentes
propios de la realidad. Se dice que la ciencia y la filosofía se iniciaron cuando Tales de Mileto
(siglo VI a.C.) propuso: "Toda la realidad está formada por agua'', como respuesta a la antigua
pregunta sobre la composición del Universo. Aunque se antoja que la proposición de Tales de
Mileto es demasiado simple para constituirse en el cimiento de toda la ciencia y de toda la
filosofía, no es el contenido de la frase sino su sentido general lo que la hizo importante, y no
es lo que dice sino lo que excluye lo que la hizo inmortal. En efecto, Tales no habla de Titanes,
de Zeus o del Olimpo; su única referencia es a un elemento de la realidad; su proposición se
refiere al mundo natural y por lo tanto posee una virtud insigne: se puede examinar
objetivamente para determinar si es cierta o no. Otros filósofos presocráticos, como
Anaxímenes, Anaximandro, Parménides, Empédocles, Alcmeón, etc., hicieron otras
proposiciones, distintas a la de Tales en su contenido pero semejantes en su renuncia a
elementos sobrenaturales. En la historia del pensamiento científico, éste es indudablemente el
paso más importante porque lo hace posible.

2.- Renuncia a la búsqueda de respuesta a las grandes preguntas, como por ejemplo, ¿de qué
está formado el Universo?, o ¿cual es la finalidad de la existencia del hombre?

El siguiente paso en la evolución de la ciencia fue él más prolongado y probablemente el


más doloroso, porque culminó con la abdicación de la filosofía como Regina Scientiarum y el
surgimiento de los distintos precursores de las diferentes ciencias actuales. Se caracteriza por la
sustitución de las denominadas “grandes preguntas” sobre la naturaleza por otras menos
ambiciosas, más simples y aparentemente intrascendentes, pero con una propiedad maravillosa:
son potencialmente susceptibles de respuesta. Sin embargo, renunciar a las grandes preguntas
era necesario pero no suficiente para que surgiera la ciencia, sobre todo cuando persistía la idea
de que las respuestas correctas podían ser generadas por puro raciocinio1 . En otras palabras, el
1
No se crea que esta posición ha desaparecido totalmente. Aún hay filósofos que creen que sólo razonando se
puede llegar a soluciones científicas. Son los racionalistas puros.
principal y único instrumento utilizado para explorar a la naturaleza era el cerebro del
investigador, quien pensando intensamente y obedeciendo el principio de la consistencia lógica
interna podía descubrir la verdad sobre los fenómenos naturales. Este fue el "modo griego de
mirar al mundo", que con frecuencia es identificado con el método científico. Es indispensable
afirmar con toda vehemencia que tal postura es característica de la filosofía, pero que no tiene
nada que ver con la ciencia; de hecho, se trata de una postura típicamente anticientífica.

3) renuncia al intento de contestar cualquier pregunta (grande o pequeña) sobre la


naturaleza por medio del uso exclusivo de la razón.

Después de la renuncia a las explicaciones sobrenaturales de la realidad, y de la renuncia


a las grandes preguntas sobre la naturaleza, lo que todavía faltaba para que surgiera la ciencia
moderna era la renuncia a la autoridad de la razón. Esto no quiere decir que debía hacerse sitio a
la sinrazón; lo que significa es que debía aceptarse que, para entender a la realidad, la razón es
necesaria pero no suficiente. El elemento que falta es absolutamente indispensable para que la
ciencia exista, es una conditio sine qua non; es la experiencia, al contacto continuo con la
realidad por medio de observaciones, comparaciones, analogías y experimentos.

La naturaleza de la realidad

Un concepto de la investigación científica postula, explícita o implícitamente, la


existencia de un mundo exterior cuya realidad es independiente de la del hombre de ciencia
que lo examina; en otras palabras, si no hubiera científicos, la realidad seguiría estando "ahí
afuera", tan repleta de hechos maravillosos y de leyes inmutables como siempre. La ciencia
resulta ser una mera reproducción, imperfecta pero perfectible, del mundo en que vivimos, y por
lo tanto depende y se subordina en forma absoluta a su naturaleza y su estructura. Aquéllos que
adhieren a esta posición en forma absoluta se suelen denominar realistas.

Otra opinión muy común sobre la ciencia es que se trata de una aventura del
pensamiento, de un triunfo de la imaginación humana. De acuerdo con esta idea, el científico
posee una gran fantasía, es una especie de poeta de la naturaleza. La investigación de estructuras
y/o funciones pertenecientes a la realidad consiste primariamente en inventar los esquemas más
viables y después obtener la información necesaria para decidir hasta dónde la realidad se ajusta
a lo estipulado por la imaginación científica. Según este concepto de la ciencia la realidad que
conocemos es una mezcla de nuestra imaginación y lo que está "ahí afuera", aunque esto
último desempeña un papel secundario, y en muchas ocasiones irrelevante. Es como si la ciencia
fuera una estructura creada por el científico en función de la realidad pero casi independiente de
ella, como son las obras de muchos artistas. Sus sostenedores se suelen denominar popperianos.

Un caso extremo es el de los solipsistas, que sostienen que no hay nada “ahí afuera”, que
lo único que existe es el yo, y que la “realidad” es una construcción del yo. Es una postura
totalmente anticientífica y estéril.

La verdad es que la ciencia es las dos cosas, descubrimiento e invento de la realidad.


El mundo externo, el "ahí afuera", realmente existe, pero para conocerlo de manera completa
estamos obligados a seguir ciertas estrategias, dictadas no sólo por la realidad misma sino por
nuestra naturaleza biológica específica como Homo sapiens; una de estas reglas es que el
camino más directo entre el mundo exterior y nuestra ideas de él es a través de la fantasía y de la
imaginación. En otras palabras, para conocer al mundo, lo primero que debe hacer el científico
es inventarlo; pero para saber si su invención es correcta (o mejor aún, para saber hasta dónde
equivocada), lo siguiente que debe hacer el científico es compararla con la realidad. A la parte
de esta comparación que revela semejanza entre la invención y la realidad se le conoce como
descubrimiento científico.

EL CONOCIMIENTO

El conocimiento verdadero es tan raro que hasta su misma naturaleza es motivo de


discusión en medios académicos. EI filósofo se pregunta: ¿cuáles son las diferencias entre
entender, conocer, saber y creer? El científico, casi siempre ignorante de los esfuerzos
filosóficos relacionados con su campo, sólo distingue entre dos categorías: el conocimiento
científico, o sea la información obtenida por medio de una serie de construcciones teóricas
sometidas a rigurosas pruebas objetivas (experimentales o de otra índole) realizada
personalmente y filtradas a través de otros investigadores, con las mismas o con otras
técnicas, ampliamente diseminadas a través de los medios de difusión más críticos dentro de
la especialidad, de modo de asegurar su percepción y análisis por la comunidad internacional
experta e interesada en el campo; y el seudoconocimiento, constituido por las respuestas al
mismo problema generadas por la fe y/o la intuición, o bien por corazonadas, deseos,
ilusiones, sueños, caprichos, tradiciones, convivencias, angustias, tragedias, esperanzas y
otras formas mas de ideación y de sentimientos.
Ignoramos casi todo lo que representa la realidad que nos rodea y de la que nosotros
mismos formamos parte; lo que realmente conocemos de la naturaleza es una fracción
pequeñísima, casi infinitesimal, de todo lo que ella contiene. Una de las expresiones más
dramáticas de la magnitud de nuestra ignorancia es la de Newton, cuando dijo: Yo no sé cómo
me juzgue la posteridad, pero yo siempre me he visto como un niño jugando en la playa,
divertido en encontrar de vez en cuando una piedra más lisa o una concha más bella que las
demás, mientras el gran océano de la verdad yace completamente desconocido frente a mí.
Desde épocas prehistóricas y hasta nuestros días, casi toda la humanidad ha llenado este
inmenso vacío con invenciones fantásticas y sobrenaturales, repletas de magia y
antropomorfismo. Es lo que los antropólogos actuales conocen como el pensamiento primitivo,
refiriéndose así no a una estructura mental que pertenece al pasado sino a una forma de pensar
ingenua y simplista, gobernada por categorías absolutas y con un fuerte componente mágico. El
mundo primitivo no es un mundo antiguo, más bien es un mundo infantil. Y está
ampliamente diseminado en nuestra sociedad actual, inclusive en las más avanzadas.

El conflicto humano acerca del conocimiento no es ni simple ni reciente: se trata de algo


muy complejo y también muy antiguo. El problema ha estado vigente e irresoluto desde tiempo
inmemorial: ¿qué hacer cuando se ignoran una parte o hasta todos los elementos que deberían
conocerse para decidir? A través de la historia, el hombre ha producido dos respuestas a esta
pregunta ancestral:

1) la más antigua, la tradicional y la más popular ha sido y sigue siendo: "inventa lo que no
sabes, adivina lo que ignoras, rellena tu ignorancia con fantasía;"
2) la respuesta minoritaria ha sido y sigue siendo: "detente ante lo desconocido, confiesa tu
ignorancia, vive en la realidad de la incertidumbre. ''

La filosofía de la ciencia enseña que las decisiones racionales siempre deberán hacerse
sin información completa, que nuestro destino es adivinar la conformación más probable del
sector de la naturaleza cuya estructura nos interesa y trabajar incansablemente en averiguar hasta
dónde nuestra imaginación realmente corresponde a la realidad. El resultado de este proceso es
lo que llamamos conocimiento. Y nada más.

Los rasgos esenciales del tipo de conocimiento que alcanzan las ciencias de la naturaleza
y de la sociedad son la racionalidad y la objetividad.
Por conocimiento racional se entiende:
a) que está constituido por conceptos, juicios y raciocinios, y no por sensaciones, imágenes,
pautas de conducta, etc.
b) que esas ideas pueden combinarse de acuerdo con algún conjunto de reglas lógicas, con el
fin de producir nuevas ideas (inferencia deductiva). Éstas no son enteramente nuevas desde
un punto de vista estrictamente lógico, puesto que están implicadas por las premisas de la
deducción: pero son gnoseológicamente nuevas en la medida en que expresan
conocimientos de los que no se tenía conciencia antes de efectuarse la deducción;
c) que esas ideas no se amontonan caóticamente o simplemente en forma cronológica, sino que
se organizan en sistemas de ideas, esto es, en conjuntos ordenados de proposiciones
(teorías).

Que el conocimiento científico de la realidad es objetivo significa:

a) que concuerda aproximadamente con su objeto de estudio; vale decir, que busca alcanzar la
verdad fáctica;
b) que verifica la adaptación de las ideas a los hechos recurriendo a una relación peculiar con
los hechos (observación y experimento), la cual es controlable y hasta cierto punto
reproducible independientemente del observador.

Los resultados y las conclusiones de la investigación han de representar las formas en


que los procesos manifiestan su existencia. Tal existencia no depende de las sensaciones, ni
tampoco del pensamiento, las pasiones, la voluntad, la imaginación o la ignorancia del
investigador. La investigación científica se refiere a procesos que existen objetivamente y, a la
vez, ella misma es objetiva en tanto da cuenta, con fidelidad cada vez más aproximada, de los
procesos existentes y su comportamiento. Por eso el conocimiento que resulta de la
investigación puede ser verificado y confirmado en cualquier momento y por cualquier persona.
La prescripción de que las hipótesis científicas deben ser capaces de aprobar el examen de la
experiencia, es una de las reglas del método científico. La aplicación de esta prescripción
depende del tipo de objeto, de los alcances propuestos por el investigador y de los medios de
que éste dispone. En todo caso, la objetividad y la verificabilidad son esenciales en el
conocimiento y la investigación científica. Si el conocimiento logrado no es verificable no
podría decirse que la investigación aporta conocimiento objetivo.
Ambos rasgos de la ciencia fáctica, la racionalidad y la objetividad, están íntimamente
soldados. Así, por ejemplo; lo que usualmente se verifica por medio del experimento es
alguna consecuencia - extraída por vía deductiva- de alguna hipótesis. Otro ejemplo: el
cálculo no sólo sigue a la observación sino que siempre es indispensable para planearla y
registrarla. La racionalidad y objetividad del conocimiento científico pueden analizarse en un
cúmulo de características a las que pasaremos revista en lo que sigue.

El carácter matemático del conocimiento científico - esto es, el hecho de que es


fundado, ordenado y coherente- es lo que lo hace racional. La racionalidad permite que el
progreso científico se efectúe no sólo por la acumulación gradual de resultados, sino también
por revoluciones. Las revoluciones científicas no son descubrimientos de nuevos hechos
aislados, ni son perfeccionamientos en la exactitud de las observaciones, sino que consisten en
la sustitución de hipótesis de gran alcance (principios) por nuevos axiomas, y en el reemplazo
de teorías enteras por otros sistemas teóricos. Sin embargo, semejantes revoluciones son, a
menudo provocadas por el descubrimiento de nuevos hechos de los que no dan cuenta las
teorías anteriores, aunque a veces se encuentran en el proceso de comprobación de dichas
teorías; y las nuevas teorías se tornan verificables en muchos casos, merced a la invención de
nuevas técnicas de medición de mayor precisión o basadas en nuevos descubrimientos. Por otro
lado, estas sustituciones no siempre son completas (como el de la sustitución de la teoría del
flogisto por la de la oxidación). En muchos casos, el cuerpo teórico anterior queda incluido
dentro del nuevo como un caso particular o un caso límite, como es el caso de la física
Newtoniana, dentro de la relativista y la cuántica.

PRINCIPALES CARACTERISTICAS DE LA CIENCIA FÁCTICA.


[Extraído principalmente de la ref. 3]
Figura: Mario Bunge.

1) El conocimiento científico es fáctico: parte de los hechos, los


respeta hasta cierto punto, y siempre vuelve a ellos. La ciencia
intenta describir los hechos tales como son, independientemente
de su valor emocional, político, religioso o comercial. En todos los
campos, la ciencia comienza estableciendo los hechos. Esto
requiere curiosidad impersonal, desconfianza por la opinión
prevaleciente, y sensibilidad a la novedad.
Los enunciados fácticos confirmados se llaman usualmente datos
empíricos; se obtienen con ayuda de teorías (por esquemáticas que
sean) y son a su vez la materia prima de la elaboración teórica. Una
subclase de datos empíricos es la de los datos de tipo cuantitativo:
los datos numéricos y métricos se disponen a menudo en tablas, las más importantes de las
cuales son las tablas de constantes (tales como las de los puntos de fusión de las diferentes
sustancias).

2) El conocimiento científico trasciende los hechos: descarta hechos, produce nuevos


hechos y los explica, extrapolando el conocimiento derivado a aquéllos hechos que no han sido
aún producidos. El sentido común o saber ingenuo parte de los hechos y se atiene a ellos: a
menudo se limita al hecho aislado, sin ir muy lejos en el trabajo de correlacionarlo con otros o
de explicarlo. En cambio, la investigación científica no se limita a los hechos observados: los
científicos exprimen la realidad a fin de ir más allá de las apariencias; rechazan el grueso de los
hechos percibidos, por ser un montón de accidentes; seleccionan los que consideran que son
relevantes, controlan hechos y, en lo posible, los reproducen. Incluso producen cosas nuevas,
desde instrumentos hasta partículas elementales; obtienen nuevos compuestos químicos, nuevas
variedades vegetales y animales, y al menos en principio, crean nuevas pautas de conducta
individual y social.
Más aún, los científicos usualmente no aceptan nuevos hechos a menos que puedan
certificar de alguna manera su autenticidad; y esto se hace, no tanto contrastándolos con
otros hechos, sino mostrando que son compatibles con lo que se sabe. Vale decir que los
científicos no consideran su propia experiencia individual como un tribunal inapelable; se
fundan, en cambio, en la experiencia colectiva y en la teoría.
El conocimiento científico racionaliza la experiencia en lugar de limitarse a describirla;
la ciencia da cuenta de los hechos no inventariándolos, sino explicándolos por medio de
hipótesis (en particular, enunciados de leyes) y sistemas de hipótesis (teorías). Los científicos
conjeturan lo que hay tras los hechos observados, y continuamente inventan conceptos (tales
como los de átomo, campo, masa; energía, adaptación, integración, selección, clase social, o
tendencia histórica) que carecen de correlato empírico, esto es; que no corresponden a preceptos,
aun cuando presumiblemente se refieren a cosas, cualidades o relaciones existentes
objetivamente. No percibimos los campos eléctricos o gravitatorios o las clases sociales:
inferimos su existencia a partir de hechos experimentales, y tales conceptos son significativos
tan sólo en ciertos contextos teóricos.
Este trascender la experiencia inmediata, este salto del nivel observacional al teórico, le
permite a la ciencia mirar con desconfianza los enunciados sugeridos por meras coincidencias;
le permite predecir la existencia real de cosas y procesos ocultos a primera vista, pero que
instrumentos (materiales o conceptuales) más potentes pueden descubrir. Las discrepancias
entre las previsiones teóricas y los hallazgos empíricos figuran entre los estímulos más fuertes
para edificar teorías nuevas y diseñar nuevos experimentos. No son los hechos por sí mismos
sino su elaboración teórica y la comparación de las consecuencias de las teorías con los datos
observacionales la principal fuente del descubrimiento de nuevos hechos.

3) La ciencia es analítica: la investigación científica aborda problemas circunscriptos,


uno a uno, y trata de descomponerlo todo en elementos (no necesariamente últimos o siquiera
reales). Los problemas de la ciencia son parciales y consecuentemente también lo son sus
soluciones. Al comienzo los problemas son estrechos o es preciso estrecharlos. Pero, a medida
que la investigación avanza, su alcance se amplía. El análisis, tanto de los problemas como de
las cosas, no es tanto un objetivo como una herramienta para construir síntesis teóricas. La
investigación comienza descomponiendo los objetos en sus componentes para descubrir su
mecanismo interno de funcionamiento, y luego debe examinar la interdependencia de las partes
para reconstruir el todo en términos de sus partes interconectadas, es decir, una combinación de
reduccionismo y holismo.

4) La investigación científica es especializada: una consecuencia del enfoque analítico de


los problemas es la especialización. No obstante la unidad del método científico, su aplicación
depende en gran medida del objeto; esto explica la multiplicidad de técnicas y la relativa
independencia de los diversos sectores de la ciencia. Sin embargo, es menester no exagerar
diversidad de las ciencias al punto de borrar su unidad metodológica. El viejo dualismo
materia/espíritu había sugerido la división de las ciencias en ciencias de la naturaleza, y ciencias
del espíritu. Pero estos géneros difieren en cuanto al objeto, a las técnicas y al grado de
desarrollo, no en lo que respecta al objetivo, método y alcance.
La especialización no ha impedido la formación de campos interdisciplinarios, tales
como la biofísica, la bioquímica, la fisicoquímica, la psicofisiología, la psicología social, la
teoría de la información, la cibernética, o la investigación operacional.

5) El conocimiento científico es claro y preciso: sus problemas son claramente


comprensibles y bien definidos, sus resultados son claros, a diferencia del conocimiento
ordinario o ingenuo que es vago, impreciso, superficial e inexacto. El conocimiento científico
procura la precisión: nunca está enteramente libre de vaguedades, pero se las ingenia para
mejorar la exactitud. Nunca está del todo libre de error, pero posee una técnica única para
encontrar errores y para sacar provecho de ellos.
La claridad y la precisión se obtienen en ciencia de las siguientes maneras:

a) los problemas se formulan de manera clara: lo primero, y menudo lo más difícil, es


distinguir cuáles son los problemas. No se pueden obtener soluciones si no se sabe
cuál es el problema. Un buen problema es más importante que una buena respuesta.
b) la ciencia parte de nociones que parecen claras al no iniciado y las complica,
purifica, y eventualmente las rechaza: la transformación progresiva de las nociones
corrientes se efectúa incluyéndolas en esquemas teóricos. Así, por ejemplo,
"distancia" adquiere un sentido preciso al ser incluida en la geometría métrica y en la
física.
c) la ciencia define la mayoría de sus conceptos: algunos de ellos se definen en
términos de conceptos no definidos o primitivos, otros de manera implícita; esto es,
por la función que desempeñan en un sistema teórico (definición contextual). Las
definiciones son convencionales, pero no se las elige caprichosamente, y deben ser
respetadas fielmente para evitar inconsecuencias. Cuando se omite definir algún
objeto de la ciencia, esto es una fuente de graves problemas que pueden invalidar
todo el proceso investigativo.
d) la ciencia crea lenguajes artificiales, inventando símbolos (palabras, signos
matemáticos, símbolos químicos, etc.). A estos signos se les atribuye significados de-
terminados por medio de reglas de designación. Los símbolos básicos serán tan
simples como sea posible, pero podrán combinarse conforme a reglas determinadas
para formar configuraciones tan complejas como sea necesario (las leyes de
combinación de los signos que intervienen en la producción de expresiones complejas
se llaman reglas de formación). Es bien conocido el término de origen inglés
“jargon” (jerga) referido al lenguaje especial con que se entienden los científicos de
una dada rama del conocimiento.
e) la ciencia procura siempre medir y registrar los fenómenos. Los números y las
formas geométricas son de gran importancia en el registro, la descripción y la
interpretación de los sucesos y procesos. En lo posible, tales datos debieran disponerse
en tablas o resumirse en fórmulas matemáticas. Sin embargo, la formulación ma-
temática, deseable como es, no es una condición indispensable para que el
conocimiento sea científico; lo que caracteriza el conocimiento científico es la
exactitud en un sentido general antes que la exactitud numérica o métrica, la cual
es inútil si media la vaguedad conceptual. Más aún, la investigación científica
emplea, en medida creciente, capítulos no numéricos y no métricos de la matemática,
tales como la topología, la teoría de los grupos, o el álgebra de las clases, que no son
ciencias del número y de la figura, sino de la relación.

6) El conocimiento científico es comunicable: no es inefable sino expresable, no es


privado sino público. No existe una ciencia secreta, oculta o hermética. El lenguaje científico
comunica información a quienquiera haya sido adiestrado para entenderlo. Hay ciertamente
sentimientos oscuros y nociones difusas, incluso en el desarrollo de la ciencia (aunque no en la
presentación final del trabajo científico).
La comunicabilidad es posible gracias a la precisión, y es a su vez una condición
necesaria para la verificación de los datos empíricos y de las hipótesis científicas. Aún
cuando por razones comerciales o políticas se mantengan en secreto durante un tiempo algunos
trozos del saber, deben ser comunicables en principio para que puedan ser considerados
científicos. La comunicación de los resultados y de las técnicas de la ciencia no solo perfecciona
la educación general sino que multiplica las posibilidades de su discusión, confirmación o
refutación. La verificación independiente ofrece las máximas garantías técnicas y morales; y
ahora es posible en muchos campos, en escala internacional. Por esto, los científicos consideran
el secreto en materia científica como enemigo del progreso de la ciencia: la política del secreto
científico es, en efecto, el más eficaz originador del estancamiento en la cultura, en la tecnología
y en la economía, así como una fuente de corrupción moral.

7) El conocimiento científico es verificable: debe aprobar el examen de la experiencia.


No todas las ciencias pueden experimentar; y en ciertos capítulos de la astronomía y de la
economía se alcanza una gran exactitud sin ayuda del experimento. La ciencia fáctica es por
esto empírica en el sentido de que la comprobación de sus hipótesis involucra la experiencia;
pero no es necesariamente experimental y, en particular, no es agotada por las ciencias de
laboratorio, tales como la física y la química.
La prescripción de que las hipótesis científicas deben ser capaces de aprobar el
examen de la experiencia es una de las reglas del método científico: la aplicación de esta regla
depende del tipo de objeto, del tipo de la hipótesis en cuestión y de los medios disponibles. Por
esto se necesita una multitud de técnicas de verificación empírica. La verificación de la fórmula
de un compuesto químico se hace de una manera muy diferente que la verificación de un cálculo
astronómico, o de una hipótesis concerniente al pasado de las rocas o de los hombres. Las
técnicas de verificación evolucionan en el curso del tiempo: sin embargo, siempre consisten en
poner a prueba consecuencias particulares de hipótesis generales (entre ellas, enunciados de
leyes). Siempre se reducen a mostrar que hay, o que no hay, algún fundamento para creer que
las suposiciones en cuestión corresponden a los hechos observados o a los valores medidos.

8) La investigación científica es metódica: no es errática sino planeada: Los


investigadores no tantean en la oscuridad: saben lo que buscan y cómo encontrarlo. El
planeamiento de la investigación no excluye el azar; sólo que, al hacer un lugar a los
acontecimientos imprevistos, es posible aprovechar la interferencia del azar y la novedad
inesperada. A veces, se introduce el azar en forma deliberada, como por ejemplo para uniformar
una muestra y para eliminar sesgos debidos a preferencias inconscientes del investigador. El
planeamiento se hace sobre la base de lo que se sabe de antemano: teorías, hechos conocidos,
hipótesis. Se propone el uso de reglas o técnicas que resultaron útiles en el pasado, pero que
pueden ser perfeccionadas.

9) El conocimiento científico es sistemático: una ciencia no es un agregado de


informaciones inconexas, sino un sistema de ideas conectadas lógicamente entre sí. Todo
sistema de ideas, caracterizado por cierto conjunto básico (pero refutable) de hipótesis
peculiares y que procura adecuarse a una clase de hechos, es una teoría. Todo capítulo de una
ciencia especial contiene teorías o sistemas de ideas que están relacionadas lógicamente entre sí.
Esta conexión entre las ideas puede calificarse de orgánica, en el sentido de que la sustitución de
cualquiera de las hipótesis básicas produce un cambio radical en la teoría o grupo de teorías.

10) El conocimiento científico es general: ubica los hechos singulares en pautas


generales, los enunciados particulares en esquemas amplios. El científico se ocupa de un hecho
singular en la medida en que éste es miembro de una clase o caso de una ley: más aún,
presupone que todo hecho es clasificable y legal (es decir, obedece a una ley). No es que la
ciencia ignore la cosa individual o el hecho irrepetible; lo que ignora es el hecho aislado. Por
esto la ciencia no se sirve de los datos empíricos - que siempre son singulares- como tales; éstos
son mudos mientras no se los manipula y convierte en piezas de estructuras teóricas. El
científico intenta exponer los conceptos universales que se esconden en el seno de los propios
hechos singulares. La generalización es el único medio que se conoce para adentrarse en lo
concreto, para apresar la esencia de las cosas (sus cualidades y leyes esenciales).

11 ) El conocimiento científico es legal: busca leyes (de la naturaleza y de la cultura) y


las aplica. Las ciencias fácticas buscan encontrar las leyes que relacionan los hechos singulares,
y presuponen que éstas existen. Estas leyes expresan la esencia de las cosas, las variables
relevantes y las relaciones invariantes entre ellas. Algunas leyes expresan hechos y otras pueden
explicar otras leyes. Los enunciados de las leyes a su vez se organizan en una estructura de
niveles.
Los enunciados de las leyes son transitorios, y expresan el conocimiento de los
fenómenos a los cuales se refieren en un cierto momento histórico.

12) La ciencia es explicativa: intenta explicar los hechos en términos de leyes, y las
leyes en términos de principios. Los científicos no se conforman con descripciones detalladas;
además de inquirir cómo son las cosas, procuran responder a la pregunta de cómo y por qué
ocurren los hechos como ocurren y no de otra manera.

13) El conocimiento científico es predictivo: trasciende la masa de los hechos de


experiencia, imaginando como puede haber sido el pasado y cómo podrá ser el futuro. La
predicción es, en primer lugar, una manera eficaz de poner a prueba las hipótesis; pero también
es la clave del control o aún de la modificación del curso de los acontecimientos. La predicción
científica, en contraste con la profecía, se funda sobre leyes y sobre informaciones específicas
fidedignas relativas al estado de cosas actual o pasado.
La predicción científica se caracteriza por su perfectibilidad antes que por su certeza.
Más aún, las predicciones que se hacen con la ayuda de reglas empíricas son a veces más
exactas que las predicciones penosamente elaboradas con herramientas científicas (leyes,
informaciones específicas y deducciones). Pero, en tanto que la profecía no es perfectible y no
puede usarse para poner a prueba hipótesis (tanto si se cumple como si no lo hace), la predicción
es perfectible y. si falla, nos obliga a corregir nuestras suposiciones, alcanzando así una
concepción más profunda. Por esto la profecía exitosa no es un aporte al conocimiento teórico,
en tanto que la predicción científica fallida puede contribuir a él.
Puesto que la predicción científica depende de leyes y de datos de información
específica, puede fracasar por inexactitud de los enunciados de las leyes o por imprecisión de la
información disponible. (También puede fallar, por supuesto, debido a errores cometidos en el
proceso de inferencia lógica o matemática que conduce de las premisas (leyes e informaciones)
a la conclusión (enunciado predictivo)).

14) La ciencia es abierta: no reconoce barreras a priori que limiten el conocimiento. Si


un conocimiento fáctico no es refutable en principio, entonces no pertenece a la ciencia sino a
algún otro campo del conocimiento.

15) La ciencia es útil: porque busca la verdad, la ciencia es eficaz en la provisión de


herramientas para el bien y para el mal. La utilidad de la ciencia es una consecuencia de su
objetividad: sin proponerse necesariamente alcanzar resultados aplicables, la investigación los
provee a la corta o a la larga. La sociedad moderna paga la investigación porque ha aprendido
que la investigación rinde. Por este motivo, es redundante exhortar a los científicos a que
produzcan conocimientos aplicables: no pueden dejar de hacerlo. Es cosa de los técnicos
emplear el conocimiento científico con fines prácticos y los políticos son los responsables de
que la ciencia y la tecnología se empleen en beneficio de la humanidad. Los científicos pueden,
a lo sumo, aconsejar acerca de cómo puede hacerse uso racional, eficaz y bueno de la ciencia.

16) La ciencia es pública: El conocimiento científico es de dominio público. No está


limitado a ciertos iniciados ni hay que pagar por utilizar el conocimiento científico. Es gratis
para quien lo quiera emplear y esté en condiciones intelectuales para ello. Tan pronto se dan a
conocer, los resultados de la investigación quedan a disposición de todos y se caracterizan por
los dos atributos constitutivos de los bienes públicos: es imposible su apropiación privada, es
decir, nadie puede usarlos en exclusiva, y una vez publicados quedan a disposición de todos.
Esto es cierto estrictamente en la investigación básica, pero puede tener sus limitaciones en la
investigación aplicada, donde a veces se desemboca en el patentamiento de un resultado. En ese
caso, la aplicabilidad libre es postergada por el período protegido por la patente (pero su
conocimientos sí es libre).

CIENCIA Y TECNOLOGÍA

No conviene aplicarle al pasado las categorías de nuestro tiempo; en épocas primitivas


los conceptos de ciencia y tecnología no estaban claramente diferenciados. No fue sino hasta el
siglo V a. C., en la época de Pericles, que en Grecia se inició la separación de la ciencia y la
tecnología, pero tuvieron que pasar muchos siglos para que se completara.
La técnica precientífica era primordialmente una colección de recetas pragmáticas no
entendidas, muchas de las cuales desempeñaban la función de ritos mágicos. La técnica
moderna es, en medida creciente - aunque no exclusivamente- ciencia aplicada. La ingeniería
es física y química aplicadas, la medicina es biología aplicada, la psiquiatría es psicología y
neurología aplicadas, y debiera llegar el día en que la política se convierta en sociología
aplicada.
Pero la tecnología es más que ciencia aplicada: en primer lugar, porque tiene sus
propios procedimientos de investigación adaptados a circunstancias concretas que distan de
los casos puros que estudia la ciencia. En segundo lugar, porque toda rama de la tecnología
contiene un montón de reglas empíricas descubiertas antes que los principios científicos en
los que, si las mencionadas reglas son confirmadas, terminan por ser absorbidas.
La tecnología no es meramente el resultado de aplicar el conocimiento científico
existente a los problemas prácticos: la tecnología viva es, esencialmente, e1 enfoque científico
de los problemas prácticos, es decir, el tratamiento de estos problemas sobre un fondo de
conocimiento científico y con ayuda del método científico. Por esto la tecnología es fuente de
conocimientos nuevos.
La conexión de la ciencia con la tecnología no es, por consiguiente, asimétrica. Todo
avance tecnológico plantea problemas científicos, cuya solución puede consistir en la invención
de nuevas teorías o de nuevas técnicas de investigación que conduzcan a un conocimiento más
adecuado y a un mejor dominio del asunto. La ciencia y la tecnología constituyen ciclos de
sistemas interactuantes que se retroalimentan positivamente el uno al otro. El científico torna
inteligible lo que hace el técnico y éste provee a la ciencia de instrumentos y de
comprobaciones. El técnico no cesa de formular preguntas al científico, añadiendo así un motor
externo al motor interno del proceso científico
Normalmente, el desarrollo tecnológico tiene algunas características particulares que la
diferencian de la investigación pura. Se trata generalmente de un resultado definido, con menor
incertidumbre en lo que se va a hallar, excepto de su posibilidad de aplicación en escala y su
valor económico. El objetivo está acotado, de modo que por lo general no se exploran caminos
divergentes que se descubren durante el proceso. Normalmente, se hace por convenio con
empresas. Los convenios de transferencia de tecnología, cuando son importantes, demandan,
casi necesariamente, la existencia de un trabajo en equipo. El principal valor es el resultado y
que sea económico, y cuando el cronograma lo exige se recurre al mejor resultado compatible
con el tiempo y medios disponibles (y si no se puede obtener el mejor resultado, se tendrá uno
que sea lo que más se aproxime a él, o lo que esté disponible con el conocimiento existente en
ese mismo momento). Esto da lugar a que exista poca libertad de desarrollo. En principio, al
lado de los resultados, lo que más interesa es el cumplimiento de los cronogramas y los plazos
que son normalmente rígidos. La originalidad no es fundamental como en ciencia pura. La
copia, inadmisible en ciencia pura, puede ser aceptada y aún premiada. La investigación no sólo
debe ser de calidad, sino también de utilidad. Con respecto a la publicidad, en muchos casos se
da la situación contraria a la de la investigación en ciencia pura: hay acuerdos de
confidencialidad, es decir, protegen a la tecnología que se crea, a través del secreto, porque es lo
que le da valor como bien.
Si bien la investigación aplicada generalmente no produce conocimiento puro, hay
excepciones: de todas las investigaciones que hizo Pasteur, sólo una (la investigación de la
actividad óptica del ácido racémico) se puede considerar una investigación en ciencia pura, el
resto es investigación aplicada, a pesar de haber dado origen a una rama de la ciencia, la
microbiología, y a mucha información pura.

CIENCIA E INVESTIGACIÓN

Nada es más práctico que la teoría


Ludwig Boltzmann

Ley de Felson: Robar ideas de una persona es plagio; robarlas de muchas es investigación. [4]

La investigación es la forma en que la ciencia estudia la naturaleza e incrementa su


conocimiento. Cualquiera sea el concepto de ciencia del que se parta, investigación implica
aporte original al conocimiento existente.
La investigación es un conjunto de fases, de actuaciones sucesivas en la búsqueda de una
respuesta a una situación que se ha presentado como problemática; el método, en cambio, es el
camino a seguir en esa búsqueda, o sea, el procedimiento a utilizar expresado a través de normas
y reglas genéricas de actuación científica.
Es importante diferenciar entre el trabajo de diagnóstico de una situación o estado de
conocimiento sobre algo, de un análisis en profundidad sobre un tema, y un trabajo de
investigación. El primero puede ser la base preparatoria para el último. Ambos pueden
realizarse con la misma técnica de rastreo de la información, pero el objetivo los diferencia.
Investigar es, en esencia, el proceso de resolución de un problema, que culmina en
una o más conclusiones. Es un camino para conocer la realidad. De una manera muy
general, remite a la adquisición de conocimientos acerca de un aspecto de la realidad, con el
fin de actuar sobre ella.
En cambio, un diagnóstico o un análisis pueden ordenar, explicar, clasificar, pero
no busca aclarar puntos oscuros con nuevos aportes al conocimiento científico. Es un
trabajo válido para aplicar las técnicas de la investigación científica, pero no tiene la
jerarquía de la investigación.
Aplicado al campo de la ciencia, la investigación conduce a un procedimiento
reflexivo, sistemático, controlado y crítico, que tiene como finalidad descubrir o interpretar
los hechos y fenómenos, relaciones y leyes de un determinado ámbito de la realidad.
Requiere una formulación precisa del problema y de un diseño metodológico en el que se
expresen los procedimientos para buscar la o las respuestas implicadas en la formulación de
un problema. Exige comprobar y verificar los hechos o fenómenos que se estudian mediante
la confrontación empírica.
De acuerdo a las finalidades con que se aborda la búsqueda de respuestas de la situación
problema, se puede distinguir entre:
Investigación básica, pura o fundamental: se realiza a fin de acrecentar los
conocimientos científicos, sin interesarse directamente en sus posibles aplicaciones o
consecuencias prácticas como previamente determinadas. Es más formal y persigue
propósitos teóricos. A su vez se podría distinguir entre investigación teórica fundamental,
que formula nuevas teorías, leyes, métodos de abordaje de la realidad, etc.; e investigación
teórica destinada al conocimiento de algún aspecto de la realidad o a la verificación de
hipótesis, la solución de determinados problemas.
En este tipo de investigación se plantean nuevas hipótesis, se elaboran teorías y se
buscan leyes generales de los fenómenos naturales y sociales. Comprende la observación y el
análisis de las propiedades, estructuras y relaciones de todo tipo de fenómenos con el
propósito de descubrir leyes generales, a partir de esquemas explicativos y teorías de
interpretación. Los resultados de una investigación básica son usualmente publicados en
revistas científicas u otros medios similares, pero salvo raras excepciones, no son
negociables.

Investigación aplicada, constructiva o utilitaria: se denomina así el trabajo creativo y


sistemático emprendido con el fin de lograr nuevos conocimientos científicos que contribuyan a
la solución práctica de problemas específicos y predeterminados, que deben ser explicitados en
los objetivos de la investigación. En resumen se puede decir que la investigación aplicada
comprende a las actividades dirigidas a acrecentar el conocimiento científico, con un objetivo
práctico predeterminado. Depende de los descubrimientos y avances de la investigación básica
y se enriquece con ellos. Busca el conocer para el hacer, para actuar.

Desarrollo experimental: Se denomina así el trabajo creativo y sistemático que


partiendo de la utilización práctica del conocimiento científico y técnico existente, como
también del conocimiento empírico, se dirige a la introducción de nuevos materiales, productos,
dispositivos, procesos y métodos o bien mejorar aquéllos que ya existen. Se incluye la
construcción y prueba de prototipos, así como la construcción y operación con fines
experimentales de plantas piloto. Deben diferenciarse las actividades de desarrollo dirigidas a
obtener nuevos productos, procesos, etc., de las destinadas a modificar los ya existentes.
Algunos consideran esta actividad como formando parte de la investigación aplicada.

Actividades asociadas: Son aquéllas tareas científicas y técnicas (no incluidas en las
actividades anteriores), necesarias para la realización de las actividades de investigación y
desarrollo, y que son útiles para que sus resultados puedan ser incorporados en los procesos
productivos. Comprenden:
Recolección sistemática de datos científicos y tecnológicos de uso general,
inventarios, preparación de mapas, compilación de estadísticas, etc. Se excluye la
recolección de datos que forma parte del trabajo de un proyecto de investigación y
desarrollo determinado. Los datos se pueden referir a fenómenos naturales, sociales,
económicos, etc. Se incluye la actividad científica de museos, zoológicos y jardines
botánicos (exceptuando las de investigación y desarrollo), observatorios científicos
(astronomía, meteorología, contaminación de la atmósfera, glaciología, sismología),
oficinas sectoriales de estadísticas (económicas, educativas, sanitarias, etc.) y otros.
Normalización, metrología y control de calidad: que son tareas técnicas de
notable relevancia. Se entiende por normalización el estudio sistemático de nociones,
productos, medidas, métodos y operaciones diversas, destinados a fijar por convención las
reglas y normas a seguir o las condiciones necesarias par alcanzar ciertos objetivos de
identificación, comparabilidad, uniformidad o intercambiabilidad. La metrología
comprende las actividades de control y supervisión de pesos y medidas: sólo incluye el
examen y calibrado de los elementos y aparatos de uso científico - técnico, para señalar la
tolerancia y error aceptable de los mismos. Excluye las actividades destinadas a crear
nuevas técnicas dirigidas al establecimiento de pesos y medidas, lo que está involucrado
en investigación y desarrollo. El control de calidad consiste en las tareas no rutinarias
dirigidas al análisis, inspección y verificación de materiales, productos, muestras, etc., por
medio de procedimientos establecidos, con el fin de garantizar la calidad de los
procedimientos, técnicas o productos utilizados u obtenidos.
Otras actividades científicas y tecnológicas, que no se incluyen en los rubros
explicitados anteriormente. Pueden ser: estudios jurídicos, administrativos, etc.,
destinados a la aplicación práctica o al patentamiento de los inventos, estudios y proyectos
para la producción y comercialización, una vez finalizada la etapa de desarrollo
experimental. Se incluyen proyecciones estadísticas y otros recursos técnicos utilizados
para esos propósitos, servicios públicos de carácter científico no incluidos en las
especificaciones de puntos anteriores, actividades de destino e incorporación de nuevos
procesos, métodos, productos, etc.

Niveles de investigación

Dentro de las ciencias fácticas es posible distinguir tres niveles de investigación, que
indican diversos grados de profundidad, diferentes exigencias y dificultades metodológicas:

Nivel descriptivo: Consiste en caracterizar un fenómeno o situación concreta, indicando sus


rasgos más peculiares o diferenciadores. Es una forma de producir información que puede ser
utilizada para todo tipo de trabajos o puede constituir una especie de estímulo para las
reflexiones teórico - explicativas que hay que hacer a partir de lo dado. Se trata de responder a
las siguientes preguntas:
¿Qué es?
¿Cómo es? (es decir, sus propiedades)
¿Dónde está? (en qué lugar, físico o conceptual)
¿De qué está hecho? (Cómo es su composición)
¿Cómo están sus partes - si las tiene - interrelacionadas?
¿Cuánto? (cantidad)

Nivel clasificatorio: Se alcanza al ordenar, disponer o agrupar en clases los hechos o


fenómenos analizados, sobre la base del descubrimiento de propiedades comunes. La
clasificación es fundamentalmente una tarea de categorización, consistente en agrupar objetos
discriminándolos, dentro de un conjunto, en una serie de subconjuntos. Esta discriminación se
hace de acuerdo a ciertas similitudes, características, cualidades o propiedades en común.
Agrupar determinada clase de hechos o fenómenos y conocer su distribución es una forma de
facilitar la manipulación de los mismos.

Nivel explicativo: Es el nivel más profundo de investigación, en el que se explican las causas o
mecanismos de un fenómeno y/o se inserta el fenómeno en un contexto teórico, de modo que
permita incluirlo en una determinada generalización o legalidad. Se intenta dar cuenta de la
realidad o de hacerla comprender a través de leyes científicas o de teorías.
Las leyes señalan aquellos hechos o fenómenos que se dan en determinadas
condiciones. La teoría - en la que se integran leyes - constituye un sistema explicativo global
que culmina con la comprensión de la realidad.

Las etapas de la investigación científica son las siguientes:

1. Formulación del problema


2. Fase exploratoria: consulta y recopilación documental (material
bibliográfico, recopilación de datos, etc.)
3. Diseño de la investigación, consistente en la elaboración y elección del
marco teórico, la organización del material de consulta, la planificación de
los experimentos u observaciones a realizar, y la especificación de la
precisión y las técnicas necesarias.
4. El trabajo de campo, consistente en la prueba previa de los instrumentos y
procedimientos, la preparación de la comunidad donde se realizará la
investigación (puede ser una comunidad humana, de animales de
experimentación, o pueden ser sistemas inanimados como compuestos
químicos), y la obtención y recolección de datos (mediante encuestas,
entrevistas, experimentos, observación, etc.)
5. Trabajo de gabinete: consiste en la clasificación de los datos obtenidos, su
análisis, elaboración e interpretación, y la redacción del informe.

Debe tenerse en cuenta que esta enunciación no es cronológica. Por ejemplo, la


realización de experimentos suele ser acompañada con la interpretación simultánea de los
resultados, que dan lugar a nuevos experimentos, y a veces a reformulación del problema, del
marco teórico o la planificación de nuevas experiencias o a una nueva exploración
bibliográfica. Cuanto más original sea la investigación, más se retroalimentarán las diversas
etapas, mientras que un trabajo de investigación realizado en un área muy trillada seguirá una
marcha tranquila y ordenada.

BIBLIOGRAFIA CITADA

1.-C. Sagan, El Mundo y sus Demonios, Planeta, Buenos Aires (1997)


2.-R. Pérez Tamayo, Acerca de Minerva, SEP, México, 1987
3.-Mario Bunge La ciencia, su método y su Filosofía, Ediciones Quinto Sol
4.-A. Bloch, Ley de Murphy III, Razones equivocadas de por qué las cosas salen mal. Ed.
Diana, México, 1992

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