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española y sus
causantes
José Ramón San Juan
Recopilación de una serie de artículos
escritos en febrero de 2010, con ocasión de
la crisis griega, que motivó enérgicas
exigencias por parte de la UE, y los intensos
rumores acerca de su extensión a España.
Mientras esperamos -inútilmente- la „refundación‟ (¿) del capitalismo prometida
en su día por Sarkozy o las „severas‟ reformas acariciadas virtualmente por
Obama, los mercados financieros -es decir, la economía especulativa- siguen
haciendo de las suyas impunemente a costa de la economía real. Ganar mucho
dinero de modo fácil y rápido es el único objetivo de los actores que
condicionan el rumbo de esos mercados.
Estamos ante un círculo vicioso que está teniendo sus peores consecuencias
en el terreno social y amenaza con poner fin, de una vez por todas, al estado
del bienestar, que tanto odian quienes, contra toda evidencia que no sea su
propio beneficio, sostienen la bondad de la autorregulación, o lo que es lo
mismo, la soberanía omnímoda de los dueños del dinero.
Nadie tiene „medidas milagro‟ para sacar a corto plazo a las economías
nacionales de la grave crisis provocada por las prácticas fraudulentas e
irresponsables que la han provocado. Y mucho menos si éstas se mantienen
arrogantemente impunes. El teórico milagro de las economías asiáticas
inmunes -especialmente la de China- se debe precisamente a su carácter
periférico respecto a la economía occidental y también a su vigilancia férrea del
conjunto de la propia economía. Ellos serán, en última instancia, los grandes
beneficiarios de una crisis sistémica que sitúa a Occidente ante el espejo de su
propia decadencia.
Cuando uno lee lo que lee y oye lo que oye en los más diversos medios acerca
de la etiología de la crisis y la gestión que de la misma está haciendo el
Gobierno español no puede evitar pensar que hay un exceso de ignorancia o
de mala fe, o -lo que es peor aún- una conjunción inquietante de ambas.
II
Para entender mejor lo que está pasando basta visitar hoy la web del „Financial
Times‟, que se abre, con caracteres muy destacados, con el título “Los
especuladores apuestan 8.000 millones contra el euro”. La operación, que FT
atribuye sin mayores precisiones a inversores y a los nunca bien ponderados
'hedge funds', respondería a una supuesta preocupación de esos
especuladores ante el posible contagio de la crisis de deuda griega a España, a
la que el estúpido y ofensivo humor británico incluye entre los „cerdos‟ (PIGS,
por las iniciales de Portugal, Italy -e Ireland-, Greece y Spain) de la UE.
Lo cierto es que no hay razón ninguna para pensar que España no podrá hacer
frente a la razonable deuda que tiene ni para creer que no podrá superar la
recesión en un plazo próximo. Todo ello, por supuesto, si los mercados no se
empeñan en lo contrario. No hay nada que haga más daño en el terreno de la
economía que las maniobras alarmistas de los especuladores.
Aquí no hay gurú que valga. Estamos ante una situación totalmente nueva y los
economistas improvisan, vacilan y rectifican tanto o más que Zapatero.
Recientemente el primer ministro portugués, José Sócrates, recordaba al Nobel
de Economía Paul Krugman, muy crítico con España en particular y con los
PIGS en general, que él era el autor de la lapidaria frase “los déficits salvaron al
mundo”.
III
Algo era ello: la famosa "rigidez" que impide que los empresarios puedan
reducir los costes laborales e invertir (supuestamente) más. He ahí la piedra en
el zapato zapatero. No hay que preguntarse cuál es la filosofía económica de
FT ni a qué intereses responde su línea editorial. Lo que no le gusta a este
diario ultraliberal (ni al Wall Street Journal, dicho sea de paso) ni a los 'hedge
funds' que han protagonizado el ataque al euro es la permanencia de signos
del estado de bienestar. Quieren que todo el monte sea orégano, pero ese
parece ser sólo uno de sus propósitos.
'Le Monde', diario francés ajeno a las manipulaciones del capitalismo indecente
e impune, glosa hoy la crisis griega en un editorial bajo el título "Especulacion",
en unos términos desgraciadamente infrecuentes en la 'mainstream' mediática
mundial. Señala en primer lugar la amarga paradoja que supone que, un año
después de que los estados de ambas orillas del Atántico salvasen a la banca
mediante inyecciones de dinero estimadas en el 25 por 100 del PIB, los mismo
bancos beneficiarios ataquen a los países endeudados por su causa.
El problema con los 'hedge funds' es que -al igual que el resto del mercado
financiero, pero en mayor grado y con mayor virulencia- "pueden actuar de
manera concentrada y con un máximo de publicidad para arrastrar al mercado
en el sentido que les convenga". Son poderes fácticos guiados en principio por
la codicia y que pueden conducir a crisis gravísimas si generan un efecto
dominó alarmista o, como en el origen de la crisis sistémica, si promocionan
productos virulentamente tóxicos como una oportunidad interesante de
inversión.
IV
Entre los analistas predominan los que limitan el objetivo del ataque al euro a
un propósito meramente especulativo: pura rutina de los inescrupulosos 'hedge
funds'. Los más interpretativos creen que el mercado decidió 'poner a prueba' la
fortaleza del euro mediante esa operación. Demasiado inocuo, si se tienen en
cuenta, por un lado, los magros beneficios económicos que habría reportado el
ataque en el caso de prosperar y, por otro, el carácter ilusorio de la expectativa
de que tal ataque fuera ignorado por los países de la eurozona.
Tanto los 'hedge funds' internacionales como el resto del sector financiero ven
con diverso grado de preocupación los propósitos comunitarios de aumentar el
control y la vigilancia sobre los mercados y califican las medidas que están
estudiando los parlamentarios europeos de 'proteccionistas'. ¿Se puede llamar
proteccionismo al propósito de adoptar las precauciones necesarias para evitar
que, nuevamente, una minoría de desalmados codiciosos provoque una crisis
desastrosa, similar a la que ahora sufre la economía mundial?
En el lenguaje ultraliberal sí. Los buitres financieros, crecidos por haber salido
casi indemnes del batacazo financiero que provocaron y por la relativa
indefensión en que se encuentran los países que intentan pagar los platos
rotos por ellos, no dejan de ejercer toda la presión de que son capaces -que es
mucha y muy poderosa- para que la llamada 'industria de servicios financieros'
siga funcionando con la misma autonomía e irresponsabilidad que antes de la
crisis.
En Estados Unidos lo están haciendo mediante el uso de 'lobbies', largamente
entrenados y arraigados en el sistema político, que inmovilizan y frustran las
reformas anunciadas por Obama. En Europa el 'lobbysmo', engendro de
naturaleza claramente antidemocrática, carece -afortunadamente- de poder y
tradición. Para obtener los mismos resultados es preciso recurrir a otros
procedimientos, además de la utilización de la prensa servil a sus intereses,
como Financial Times. El ataque al euro, más allá de lo que concluyen los
análisis melífluos tiene todas las trazas de haber sido una advertencia o -más
claramente- una amenaza ante las medidas que se proyectan.
Ese sería el auténtico fracaso del sistema, una tragedia que puede convertir la
paz social en un grato recuerdo.