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El concepto de validez en Alf Ross

Por Eduardo Barbarosch

I. Introducción

El profesor danés Alf Ross ha sido considerado uno de los tres grandes juristas del
siglo pasado. Es indudable que junto con Hans Kelsen, uno de sus maestros, y Herbert L.A.
Hart, desde su propia visión del fenómeno jurídico realizó aportes fundamentales a la
filosofía jurídica y a la teoría del derecho. Es, sin hesitación, dentro de esos tres grandes
teóricos del positivismo jurídico el que mayor énfasis puso, no sólo en la eliminación de los
dualismos en la teoría del derecho, sino también en el intento de erradicar toda
especulación metafísica en el pensamiento científico y filosófico del derecho.

El realismo jurídico, teoría a la que Ross adhiere y propone como approach al


fenómeno jurídico, tiene cierta familiaridad con la teoría del mismo nombre de sus
maestros y colegas escandinavos. A pesar de ello, se distingue porque nunca aceptó la idea
de reducir el derecho a los puros hechos. Su crítica al realismo americano denota un
manifiesto desacuerdo con la idea que consideraba al derecho como la conducta futura de
ciertas personas en ciertas circunstancias particulares. Extrañamente para el realismo
americano, como el de Frank, las reglas jurídicas (normas) no podían ser concebidas como
tales si no se las entendía como aserciones acerca del derecho, lo que venía a significar que
ellas describían cómo el juez ha actuado o probablemente habría de actuar en el futuro en
un caso particular. Ross nos advierte que las reglas jurídicas no pueden ser vistas como
proposiciones con un contenido de conocimiento teórico acerca del futuro. No son, en su
óptica acertada, predicciones o profecías de la misma naturaleza que los pronósticos del
tiempo.1 Afirma, además, con singular lucidez, que resulta incontestable que una predicción
teórica respecto a una conducta futura no puede ser la causa eficiente de esa conducta,
como tampoco el pronóstico del tiempo es la causa que provoca, por caso, la lluvia del día
siguiente.2

Ross tenía, como se puede observar, serias objeciones al criterio explicativo o


definicional que del concepto del derecho, proponía el realismo americano. Advertía, así, la
circularidad de la definición que proponía Frank, en la medida que este tipo de definición
no podía dar cuenta de ciertas cualidades como el poder del juez para ejercer la actividad
jurisdiccional o del concepto mismo de sentencia judicial. Ambos conceptos no pueden ser
entendidos si no se supone la existencia de normas jurídicas que confieren competencias
jurídicas o significan lo que constituye una sentencia judicial. Los enunciados predictivos

1
Como apunta, con acierto, Eugenio Bulygin aquí se advierte la diferencia crucial entre el realismo
americano y el de Alf Ross. Para los realistas americanos las normas mismas eran predicciones acerca de la
conducta futura de los jueces. En Ross la predicción está involucrada exclusivamente en el concepto de
vigencia. Son los científicos del derecho los que al sostener que una norma es vigente, predicen que en el
futuro será aplicada por los tribunales. (Cfr. Eugenio Bulygin. “El concepto de vigencia en Alf Ross” en
Carlos E. Alchourrón y Eugenio Bulygin Análisis lógico y derecho, CEC, Madrid 1991, pag, 344.
2
Cfr. Ross, Alf, Hacia una ciencia realista del derecho. Crítica del dualismo en el derecho. Abeledo Perrot,
Buenos Aires, 1961, pág. 81
2

carecen de fuerza constitutiva, sólo los conceptos normativos pueden emplearse para tal fin.
Pero a los enunciados normativos se los asocia con la idea de derecho, cuya propiedad
esencial sería la validez. Ross intentará encarar como un problema crucial de toda su obra
jurídica filosófica, la antinomia entre realidad y validez.

II. La validez en “Teoría de las Fuentes”

La noción de validez fue uno de los problemas centrales en el pensamiento de Alf


Ross. En su temprana obra intitulada Theorie der Rechstquellen 3, basada en su tesis
doctoral, el jurista danés mostraba ya el comienzo de sus inclinaciones antimetafísicas. El
objeto de la ciencia jurídica no era otro que el derecho positivo, y preguntarse por las
fuentes del derecho positivo se conectaba con la pregunta acerca de la validez de un
sistema jurídico, i.e., cómo puede conocerse que una determinada regla es derecho válido.
La teoría tradicional, afirmaba Ross, había invertido mucho esfuerzo en investigar cómo
debe ser el derecho y poco y nada en investigar lo que el derecho es, y cómo y con qué
límites es posible conocer su existencia. Las investigaciones iusfilosóficas eran de carácter
ético-jurídico, y no teórico jurídico. Existía un predominio neto de estudios del derecho
natural.4

En verdad, Ross entendía que no solo las teorías iusnaturalistas confundían el


método que era compatible con una ciencia del derecho depurada de la política jurídica,
sino, también, que esa confusión se extendía a ciertas concepciones que se auto-titulaban
como positivistas. Así sostenía, que mientras no se entendiera el problema de la
positividad, las teorías del derecho oscilarían entre dos extremos el positivismo ingenuo y
el idealismo iusnaturalista. Por ese entonces, estamos hablando de su tesis doctoral,
pensaba que Kelsen había postulado con especial energía la positividad del derecho. A él
se debía en gran parte la depuración metodológica que enfrentaba, desde un punto de vista
científico, el encubrimiento de la verdad. Este ocultamiento de la verdad estaba motivado
en razones tanto políticas como ideológicas y predominaba en la teoría del Estado del
Imperio Alemán. Pero a pesar de ese reconocimiento da inicio a las observaciones críticas
que le merecía la fundamentación de la positividad del derecho que Kelsen formulara.

En Kelsen la validez de una norma sólo puede fundamentarse en otra norma. Por
ende, en algún momento debe terminarse esta fundamentación de manera arbitraria. De ahí
– nos dice – que Kelsen deba presuponer una norma originaria. Esta norma no se
fundamenta en ningún otro orden normativo, como por ejemplo un orden moral. Así Kelsen
– señala- combate severamente el intento de fundamentar el deber ser en el ser, como de
determinar el sustrato del deber ser como un ser. Kelsen, según nuestro autor, no se
propone explicarnos que significa que una norma posea validez. Existe una reconducción
de una norma válida a otra, y ello da respuesta a la pregunta sobre la validez de las normas.
No nos dice en que consiste la validez de la primera norma presupuesta de la cual se deriva
la validez de las normas jerárquicamente inferiores. El concepto es siempre hipotético, nos
dice que si queremos fundar la validez de una norma, eso puede llevarse a cabo

3
Alf Ross, Teorías de las fuentes del Derecho. Una contribución a la teoría del derecho positivo sobre la
base de investigaciones histórico-dogmáticas. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Madrid 1999
4
Alf Ross, Teorías de las fuentes del derecho, ob., cit. pag.55 y sigs.
3

reconduciendo su validez a otra validez. Ross entiende que Kelsen adopta el planteamiento
habitual vinculado a la fundamentación del derecho, quizás por continuismo histórico, pero
deja sin explicación “qué significa y cómo puede conocerse que el derecho es válido”5

En esta obra- la tesis que dedicara a Kelsen- Ross apunta la crítica a quien era su
maestro. La problemática que plantea es que no advierte como puede establecerse una
relación entre la validez del derecho y su relación con las circunstancias empíricas dadas.
Cómo es posible – se pregunta- sobre las bases kelsenianas derivar la validez de un derecho
determinado aquí y ahora. Piensa que Kelsen, como normativista puro, no podía afirmar
como de hecho sucedió que: “Sería simplemente absurdo pretender acudir, para
comprender hoy la naturaleza del Estado ruso, a la norma originaria que, con anterioridad a
la Revolución, cualquiera que persiguiera ese mismo fin epistémico habría de tener en
cuenta: la que establece que la suprema autoridad es el Zar absoluto. Y la única razón por la
que esto sería absurdo es que el ordenamiento así identificado no ofrecería posibilidad
alguna de interpretar el conocimiento de hecho de los rusos como razonable, esto es, como
ajustado a normas”6

Ross critica, en este punto, la idea vertida por Kelsen para dar solución a esa
cuestión. Kelsen suscribía la tesis que el poder se había convertido en derecho. Al cambiar
la ideología del Estado simultáneamente cambiaba la norma fundamental presupuesta. Esta
nueva norma fundamental presupuesta era la que confería suprema autoridad jurídica a los
factores de poder triunfantes. Para Ross esto era erróneo, un cambio fáctico en la ideología
no podía provocar una alteración de la propia norma fundamental. Admite sí que Kelsen
tiene una explicación para establecer una relación entre la norma fundamental y el mundo
del ser: “La norma fundamental habrá de ser necesariamente arbitraria desde un punto de
vista estrictamente jurídico, pero que no por ello ha de serlo desde otro punto de vista”7 Es
una norma, que funciona como un principio de economía epistémica que se hace extensivo
al conocimiento normativo, y que en el caso exige presuponer como derecho válido un
orden eficaz. De ahí se desprendería para Kelsen la conexión funcional entre la esfera de
validez del derecho y la esfera de los hechos empíricos. Ross considera dudoso la
existencia de este principio atribuido a Mach, y termina remitiéndose a la crítica de
Verdross, la que dice compartir.

Así, Ross en su obra de juventud da la razón a Kelsen en su crítica de la concepción


del derecho como un ser natural (natural o cultural), pero también afirma que debe
abandonar la doctrina del derecho como un puro deber ser. Y asevera que solamente hay un
camino para intentar alcanzar una teoría del derecho aceptable: atacar el presupuesto común
en que descansan las teorías existentes, la radical diferencia categorial entre ser y deber ser.
Pues todas las teorías descriptas fracasan por sostener de alguna u otra manera tal diferencia
radical. Ello se debe, cree, a que si se inscribe el derecho en el ámbito del ser, quedará
como un trozo de realidad natural, al que resulta imposible añadirle o hacerlo participar en
el deber ser. Si bien es cierto, nos dice, que se intenta vincular esta realidad natural a una

5
Alf Ross, Teorías de las fuentes del derecho, ob., cit., pag. 322
6
Alf Ross “Teorías de las fuentes del derecho, ob, cit, pags, 322, 323, cita de la obra de Hans Kelsen,
Soziologischer und juristischer Staatsbegriff.
7
Alf Ross, Teorías de las fuentes del derecho, ob, cit, pág, 323
4

validez ética puramente ideal, esto debe ser rechazado, pues la validez positiva se integra de
dos componentes no jurídicos: “una pura realidad natural y una pura validez ética.”8

Tampoco la solución puede encontrarse en considerar al derecho como un deber ser,


pues resultaría imposible relacionarlo con la realidad. La validez positiva del derecho se
disolvería en una lógica sistémica de carácter no empírico. Para el Ross de “Teoría de las
Fuentes”, existen buenas razones para enfrentar a la separación entre ser y deber ser. Piensa
que Kelsen ha descrito y definido el deber ser como categoría en completa oposición al ser,
pero no ha desarrollado el concepto hasta sus últimas consecuencias. El sistema de Kelsen
carece, en su opinión, de una teoría del conocimiento normativo que muestre de qué manera
la validez encuentra fundamento en una unidad sistémica. Critica a su maestro haber
quedado anclado en una concepción formal de la validez en la que los juicios de deber ser
son derivados de una primera validez, que si bien es hipotéticamente presupuesta, es, sin
embargo, inderivada, absoluta, y con fundamento en sí misma.9 Como se puede observar
esta es una crítica que lejos de quedar como algo meramente contingente y propio de una
obra de juventud, va a continuar en asedio constante a una de las hipótesis fundamentales
de la teoría kelseniana.

Observa Ross que si bien Kelsen en contraposición a las doctrinas del derecho
natural absoluto, no postula un principio jurídico supremo determinado, pues su norma
fundamental es indeterminada, hipotética y formal, esto puede admitirse en cierto sentido
pero no en otro. Aclara que la palabra “absoluto” es ambigua. Cuando se dice que el
derecho natural postula un principio jurídico absoluto, significa que es absolutamente
determinado, que es incondicional, que no permite elección. En ese sentido no puede
sostenerse que la norma de Kelsen sea absoluta. Ello en razón de que es condicional, tiene
carácter hipotético-indeterminado, es accesible a una elección. Pero ello, según Ross, no es
suficiente para afirmar que Kelsen hubiera eliminado el carácter absoluto de la norma
hipotética fundamental. Pues absoluto significa algo opuesto a relativo. Relativo es lo que
está en relación con algo distinto que lo determina (absoluto = estar ligado a la nada),
significado que el jurista danés extrae de Schopenhauer. Afirma, entonces, que en ese
sentido la norma originaria no es relativa, sino absoluta. Rige, aunque de forma
presupuesta, en forma absoluta, no tiene relación con nada y carece de fundamento: “Es la
validez por antonomasia, la norma absoluta, la norma en sí. Por más que se la dote de un
contenido condicional e indeterminado, su forma, su significado, como norma, sigue siendo
absoluto.”10

III. La validez en “Hacia una ciencia realista del derecho”

Muchos años después de la publicación de su tesis doctoral, Ross hace un replanteo


del tema de la validez. Una de sus hipótesis principales tiende a dar un nuevo rumbo al
realismo jurídico. Para ello se propone sostener que la validez no comporta nada objetivo o
concebible. Es sólo un término común usado cada vez que se racionalizan ciertas vivencias
emocionales. No hay más que meras vivencias de validez que se intentan racionalizar, pero

8
Alf Ross, Teorías de la fuentes del derecho, ob,cit, pág, 327
9
Alf Ross, Teorías de las fuentes del derecho, ob,cit, pág, 329
10
Alf Ross, Teorías de las fuentes del derecho, ob, cit, pag. 329, nota 76
5

que sólo alcanzan a ser ilusiones de objetividad.11 La tesis a la que apunta el jurista danés es
que únicamente comprendiendo las vivencias jurídicas de validez, es posible superar el
dualismo entre dos mundos uno el de los hechos, el otro metafísico el de las ideas eternas o
el reino de la validez.

En esa obra Ross adelanta alguna explicación que considera satisfactoria para el
problema metafísico de la validez, noción que entiende debe ser eliminada o reducida a un
elemento de la realidad. En consecuencia considera razonable entender al orden jurídico
como un todo de significado en donde se entrelazan la compulsión que emana del orden, lo
que genera ciertas conductas interesadas, como también ciertos impulsos desinteresados de
acción que llevan la nota de la validez y ciertas reglas de competencia que establecen la
autoridad. La compulsión y la validez se encuentran necesariamente asociadas. Así la
validez dejaría de ser algo a-priori o de carácter trascendental perteneciente a la esfera
moral.

La validez específicamente jurídica la entiende como una actitud de conducta


desinteresada inducida por el poder social de sugestión de la costumbre. Existe – según
Ross – en todo sistema jurídico dos motivos que interactúan un temor a la compulsión y
una creencia en la validez o autoridad del derecho. Esto implica que todo sistema jurídico
debe contar con un procedimiento para el ejercicio válido de la compulsión física.
Autoridad y competencia son entonces en esta etapa de su pensamiento los elementos
centrales de todo sistema jurídico. Rechaza a la coacción como un elemento central, pues, a
través de esa caracterización, lleva a un regreso al infinito.

IV. La vigencia del derecho en “Sobre el derecho y la justicia”

Llegamos así a la que ha sido considerada, con razón, la obra más relevante del
autor danés. El libro intitulado: “Sobre el derecho y la justicia”12 refleja una clara evolución
de Ross hacia el positivismo lógico, y en su versión metaética al escepticismo moral con
una postura emotivista. Es por cierto que esta postura lo lleva a poner énfasis en el
concepto de “derecho vigente”, limitando el alcance que, en la teoría del derecho, pudiera
tener la noción arraigada de validez.

El concepto de vigencia aplicable a un orden jurídico abarca en la tesis de Ross dos


rasgos característicos ambos parciales: Por un lado el acatamiento regular externamente
observable de una pauta de acción, y, por el otro, la experiencia de esta pauta de acción
como una norma socialmente obligatoria.13 Nos dice que estos dos aspectos parciales
superan el dualismo metafísico entre realidad y validez. Pues el aspecto, que podemos
considerar, ahora interno al derecho, la fuerza obligatoria no es una entidad derivada de
principios a priori, sino una experiencia, que podemos caracterizar como psicológica.
Recordemos que Ross entiende que las normas jurídicas son directivas dirigidas a los
jueces y funcionarios en general del sistema, y en consecuencia, ese sentimiento de
obligatoriedad es el de los jueces o funcionarios que deben aplicar las normas. Además,

11
Alf Ross, Hacia una ciencia realista del derecho, ob, cit, pag. 16
12
Alf Ross, Sobre el derecho y la justicia, Eudeba. 1963
13
Alf Ross, Sobre el derecho y la justicia, ob,cit, pag, 37
6

considera que la ciencia del derecho se basa en el postulado del principio de verificación.
Pues el principio de verificación corresponde sea, también, aplicado a la ciencia social
empírica. De ahí que exprese: “... Esto significa que no debemos interpretar las
proposiciones acerca del derecho vigente como proposiciones que aluden a una validez
inobservable o “fuerza obligatoria” derivada de principios o postulados a priori, sino como
proposiciones que se refieren a hechos sociales. Es menester poner en claro cuáles son los
procedimientos que permiten verificarlas, o cuáles son las implicaciones verificables de
ellas.”14 La ciencia del derecho para Ross es una ciencia de hechos y las proposiciones de
los juristas son un tipo de aserciones que expresan: “D es derecho vigente” en el país P, y
esto es una predicción que D en el futuro será aplicada por los jueces”15

El problema que para el positivismo jurídico significa interpretar el concepto de


validez como fuerza obligatoria del derecho ha sido objeto de una de las más agudas
reflexiones críticas que Ross aportara a la teoría del derecho. En su crítica al idealismo de
la filosofía jurídica, entiende que éste no ha podido explicar satisfactoriamente cómo un
mero acto de legislación positiva, que tiene el carácter de un fenómeno social, pueda
producir algún otro efecto que no sea también social, algo así como obligaciones válidas de
naturaleza a priori.16

V. El problema de la validez en su polémica con Kelsen

El blanco de sus críticas, en ese sentido, ha sido su maestro Kelsen. En las


conferencias que Alf Ross tuviera oportunidad de brindar en Buenos Aires en 1960, sobre
el concepto de validez y el conflicto entre el Positivismo Jurídico y el Derecho Natural,
expresó con singular claridad que debía entenderse por positivismo jurídico. Esto es, cómo
dentro de una de las tesis del positivismo jurídico, la de que ella es una doctrina que
pertenece a la metodología de la ciencia del derecho debe ser tratada la idea de validez.17
Ross advierte que existen tres funciones y significados de la palabra “validez”. El primero,
es el usado en forma corriente en las exposiciones de la doctrina del derecho vigente para
indicar si un acto jurídico, como por ejemplo, un contrato, un testamento, o una orden
administrativa tiene o no los efectos jurídicos deseados. El acto será considerado inválido o
nulo, si no los tiene. El segundo: “La validez de una norma significa su existencia efectiva
o realidad, por oposición a una regla meramente imaginada o a un mero proyecto.” Esta
función es externa, la de un observador que afirma que una regla o un sistema de reglas
existen. El juicio es una aserción fáctica que se refiere a un conjunto de hecho sociales.
Esto, nos dice, no se distingue claramente en el idioma inglés.18 En el caso se está hablando
de la vigencia efectiva del derecho, de su existencia, que es distinta a la noción de validez.

14
Alf Ross, Sobre el derecho y la justicia, ob,cit, pag,39
15
Eugenio Bulygin ha vertido una crítica a esta interpretación de la tarea del jurista o dogmático del derecho.
Sostiene, entiendo con razón, que el jurista en su tarea no tiene el propósito de hacer predicciones, sino, más
bien, formular aserciones referidas al presente.(cfr. “ El concepto de vigencia en Alf Ross, en Análisis Lógico
y Derecho, ob,cit, pag, 345)
16
Alf Ross, Sobre el derecho y la justicia, ob,cit, pag,68
17
Cfr. “El concepto de validez y el conflicto entre el positivismo jurídico y el derecho natural” Revista
Jurídica de Buenos Aires, 1961, IV pag, 47 y ss.
18
Es por ello que Ross hace alusión a la confusión en la que habría incurrido Hart al criticar su obra “On Law
and Justice”. Revista Jurídica de Buenos Aires.
7

Pero existe un tercer sentido de validez. “Validez” en ética y en derecho natural se usa para
significar la cualidad apriorística, específicamente moral, llamada también la “fuerza
obligatoria” del derecho, que da lugar a una obligación moral correspondiente.19

Quien sostiene que el orden jurídico vigente, proveniente de una fuente social, es
válido en el sentido que es acreedor a la obediencia, en el tercer sentido antes citado, no es
genuinamente un positivista, sino desde el punto de vista de Ross un “cuasi-positivista.” En
la terminología moderna un positivista ideológico.20 Por eso aclara Ross que la tolerancia y
un sometimiento no crítico que se atribuye al positivismo frente al régimen de Hitler, solo
puede atribuirse a ese tipo de positivismo – esta escuela del derecho natural- y no al
positivismo conceptual en el sentido de una teoría empirista en el campo de la filosofía
moral.

Como se ve Ross apunta contra una noción de validez en sentido normativo que no
cumple ninguna función en la descripción y explicación de la realidad del fenómeno
jurídico. Su función exclusiva – en sus propias palabras – consiste en reforzar el orden
jurídico, pues cumpliría la función de declarar que las obligaciones jurídicas de ese orden
no son meras obligaciones jurídicas respaldadas por sanciones, sino también deberes
morales.

Ross entiende que Kelsen, sin proponérselo, al definir el concepto de validez como
fuerza obligatoria, está admitiendo que existe un deber moral de obedecer el derecho. El
autor que comentamos, manifiesta que el pensamiento jurídico está recargado de conceptos
ideológicos que, en todo caso, reflejan experiencias emocionales, pero no tienen ninguna
función en la descripción de la realidad que es lo que constituye el objetivo de la ciencia
jurídica. El analista, pues tiene la misión de rechazar, no aceptar, la idea de validez.

Afirma Ross que la teoría pura del derecho de Kelsen continúa el pensamiento
cuasi-positivista al no superar la idea de que un sistema jurídico vigente posee una validez
normativa. Pues para Kelsen la existencia de una norma es su validez y ello significa que
“los individuos deben comportarse como la norma estipula” y así se pregunta el profesor
dinamarqués, “si la norma en su contenido inmediato, expresa lo que los individuos deben
hacer. ¿Qué significa decir, entonces, que los individuos deben hacer lo que deben
hacer?”21

Si bien Kelsen tenía un programa empirista al parecer ello no armoniza con la idea
de la fuerza obligatoria inherente al derecho, o con el deber de obedecer el derecho que
tiene un fuerte contenido moral. En verdad, Kelsen no admitió que el sentido que él
imprimía a la noción de validez como fuerza obligatoria o como un deber de obediencia al
derecho tuviera un sentido moral o un fundamento metafísico. Entiende, el autor de la
teoría pura del derecho, que el punto de vista de una ciencia del derecho positivo, la validez
19
Cfr. Revista Jurídica de Buenos Aires, 1961,IV, pag, 83
20
En un reciente trabajo Bruno Celano enfoca el concepto de validez en Kelsen y se propone demostrar que
puede ser una herramienta conceptual útil y coherente en la estructura de una explicación no-cognitivista de
las normas y en el discurso normativo. Y finalmente que recurrir a ella es consistente con el positivismo
jurídico. Cfr. Validity as Disquotation en Analisi e diritto 1999, a cura di P.Comanducci e R.Guastini.
21
Cfre Revista Jurídica de Buenos Aires op,cit, pag, 83
8

del derecho positivo o del por qué se debe cumplir con sus exigencias, no puede tener como
respuesta que así lo ordena la naturaleza o Dios. Pues ninguna de esas presuntas fuentes
confiere autoridad a los padres de la constitución, ni a las instancias normativas derivadas
de la voluntad de éstos.

El interrogante que deviene es si estas afirmaciones de Kelsen son suficientes para


eliminar toda connotación metafísica, como no le parece a Ross, en torno a la noción de
validez como fuerza obligatoria. El propio Kelsen se hace cargo de la respuesta y critica los
pasajes en los cuales Ross atribuye que las ideas de validez (en el sentido de validez de
deber ser) son construcciones metafísicas erigidas sobre la base de una falsa interpretación
de la ‘fuerza obligatoria’, experimentadas en la conciencia moral. Para el jurista vienés no
hay nada de metafísico en la categoría formal con la que se construye la noción de validez
de su teoría, que no tiene la pretensión de formular un contenido material para esa forma
categorial. No supone ninguna idea material a priori de justicia. Kelsen afirma que la
validez objetiva del derecho, tal como él la sostiene se halla condicionada por el
presupuesto de una norma fundamental.22 El reproche de especulación metafísica a la
noción de validez sería infundado – a criterio de Kelsen – ya que la validez normativa,
subraya- es condicionada e hipotética.

Esta respuesta de Kelsen ya había sido prevista por Alf Ross, como hemos visto, en
su obra de juventud. Si bien la norma básica no es absoluta y es condicionada, para Ross es
absoluta en tanto no es relativa a otra norma. Ross se propone hacer evidente la inutilidad
de la norma fundamental, más cuando ella es presentada en oposición a una concepción
realista del derecho. Ross pretende probar una conexión entre la norma y la realidad social.
Esto excluye toda noción idealista de la validez ya sea material o formal.23 El fenómeno
jurídico es explicado por este autor por el concepto de derecho vigente. Ello implica
reconocer empíricamente una realidad social que consiste en este campo en la aplicación
del derecho por los tribunales, el derecho en acción, y las normas que operan efectivamente
en la conciencia del juez, porque este las vive como socialmente obligatorias. Estas normas
no solo permiten comprender las acciones de los jueces, en tanto esquemas significativos,
sino también predecir sus conductas futuras. Las normas vigentes constituyen una
abstracción de una realidad social empírica y, por lo tanto, la hipótesis de Ross, eliminaría
toda especulación de orden metafísico.

En tanto en relación con la norma fundamental, en el momento de su polémica con


Kelsen, cuando éste todavía no había renunciado a ésta, insiste: “Finalmente, si se rechaza
en forma radical toda censura ética, como hace Kelsen, y si se acepta simplemente como
derecho el orden que tiene efectividad, la validez específica como categoría formal se
transforma en algo superfluo. Kelsen intenta determinar la naturaleza del derecho positivo
prescindiendo de la realidad psicológica y social. La imposibilidad de ello se hace patente
cuando llegamos a la hipótesis inicial: (norma básica o Grundnorm) Mientras
permanecemos en los peldaños inferiores del orden jurídico, es posible diferir el problema
remitiéndonos a una norma superior. Pero este procedimiento no puede ser empleado

22
Hans Kelsen, Contribuciones a la Teoría Pura del Derecho, Centro Editor de América Latina, 1969, pag,
41-43
23
Cfr.Manuel Atienza, Introducción al Derecho, Barcanova, Barcelona 1985,pag, 242
9

cuando llegamos a la hipótesis inicial. A esta altura la cuestión de la relación de la norma


con la realidad se hace inevitablemente urgente. Si el sistema ha de tener sentido, resulta
claro que la hipótesis inicial no puede ser arbitrariamente elegida. El propio Kelsen dice
que tiene que ser elegida de tal manera que comprenda el sistema que está efectivamente en
vigor. Pero entonces resulta claro que, en realidad, la efectividad es el criterio del derecho
positivo, y que la hipótesis inicial, una vez que conocemos qué es derecho positivo, sólo
cumple la función de otorgarle la “validez” que exige la interpretación metafísica de la
conciencia jurídica, aunque nadie sepa en qué consiste tal “validez”.”24

Ross desarrolla una tesis en torno a lo que considera plausible entender por validez
dentro del fenómeno jurídico. En primer lugar rechaza la tesis que sostiene que existe una
relación estrecha entre el derecho y la fuerza. Según esta tesis las normas jurídicas tendrían
como rasgo principal el de estar respaldadas por la fuerza. Ross entiende que el derecho, el
sistema normativo jurídico se refiere a la aplicación de la fuerza. Y en estrecha vinculación
con esto se encuentra la cuestión que puede considerarse sociológico jurídica y que
pretende descubrir cuáles son los motivos que impulsan a los hombres a actuar de una
manera lícita.

Existen, para él, dos clases de motivos humanos principales: 1) impulsos fundados
en necesidades que se originan en mecanismos biológicos y que son vividos como
“intereses”; e 2) “impulsos incubados en el individuo por el medio social, que son vividos
como un imperativo categórico que lo “obliga”, sin referencia a sus “intereses” o incluso en
conflicto directo con éstos.25 Esta clasificación de Ross tiene aplicación actual en lo que se
distingue entre las razones prudenciales y morales. A esta últimas se les atribuye una
interpretación metafísica, pues se entiende, erróneamente, que existiría una conciencia de
una “validez” superior, la que en tanto que “deber” es contrapuesta a la naturaleza sensual
del hombre y a los intereses que surgen de ésta.

En el plano relativo a las normas jurídicas en cuanto ellas se dirigen a los jueces y
que, además, funcionan como pautas de decisión, da por sentado que los jueces se mueven
por impulsos desinteresados, por un puro sentimiento de deber y no por el temor a las
sanciones o por intereses. Ross considera y da por sentado que sería imposible edificar un
sistema jurídico eficaz si no existiera dentro de la magistratura un sentimiento vivo y
desinteresado de respeto y obediencia hacia la ideología jurídica en vigor.26

VI. La existencia y la validez de las reglas jurídicas (Hart-Ross)

El sentimiento vivo y desinteresado, del que nos habla Ross, introduce en el debate
el problema del punto visto interno y externo del fenómeno presentado por la existencia de
reglas. Una clara crítica de Hart se advierte en la recensión de la obra On Law and Justice
de Ross27. De acuerdo con Hart es atinado considerar estos dos aspectos cuando está en

24
Alf Ross, Sobre el derecho y la justicia, op, cit, pag, 69
25
Alf Ross, Sobre el derecho y la justicia, op, cit, pag, 81
26
Alf Ross, Sobre el derecho y la justicia, op, cit, pag, 81
27
H.L.A.Hart, Realismo escandinavo, en El ámbito de lo jurídico, Pompeu Casanova y Juan José Moreso Eds.
Crítica. Barcelona. 1994
10

juego el discurso de reglas o normativo. Entiende, sin embargo, que Ross incurre en un
error al asimilar el aspecto interno a una “emoción” o “sentimiento”, como si todo se
redujera a una particular experiencia psicológica. Para Hart el aspecto interno de todo
discurso normativo requiere de proposiciones, y éstas no serían metafísicas, aunque su
lógica y estructura sea diferente a los enunciados de hecho o a las expresiones de
sentimientos.28

Hart entiende y refleja lo ya sostenido en su obra el Concepto de Derecho, que la


separación entre el aspecto externo e interno de las reglas no puede entenderse como la
separación entre la conducta física y los sentimientos. Lo que se separa, y en forma radical,
son dos tipos de enunciados. Esta distinción es oportuna cuando un grupo social se conduce
en sus asuntos mediante reglas. Un observador externo al grupo puede informar sobre la
uniformidad del comportamiento y como reacciona en forma hostil o crítica frente a las
desviaciones, ya sea a través de las personas particulares o de los órganos oficiales. El
observador puede no aceptar o aprobar las reglas que sigue el grupo en cuestión. Este
observador también puede predecir las conductas futuras y las reacciones ante futuras
desviaciones. Pero, para Hart, algo más se requiere si se quiere afirmar la existencia de
reglas y no meramente una convergencia de hábitos de conducta. Pues los miembros del
grupo que las siguen no expresarán aserciones de hecho acerca de lo que ellas hacen o
harán en el futuro. Las expresiones ahora serán usadas como crítica de su propia conducta y
la de otros acorde con ciertas pautas de conducta que ellos aceptan como un estándar.

El vocabulario que se utiliza es, para Hart, indicativo del punto de vista interno.
Expresiones como ‘yo (tu, él, ellos) debo/ben hacer esto’, o como ‘debe’, ‘tiene que’,
‘correcto’ o ´incorrecto’, no describen, desempeñan una función normativa crítica y tiene
un significado. Estas expresiones internas no predicen comportamientos probables,
consisten en una reacción frente a desviaciones que se consideran injustificadas. Estos
enunciados internos manifiestan la aceptación de esos estándares y los constituyen en
razones para las reacciones que se consideran justificadas. Dice Hart que este tipo de
enunciados internos no pueden ser confundidos, sin más, con “sentimientos de
compulsión”, pues aunque puedan existir no son condiciones necesarias ni suficientes para
su uso normativo.29

Ross, señala, en su respuesta a Hart, que las reglas jurídicas no pueden ser
identificadas por métodos conductistas. Que él rechazó el conductismo como una forma de
explicar el aspecto normativo del fenómeno jurídico.30 Una práctica uniforme de conducta
no es suficiente para afirmar que una regla existe. Pero el jurista danés no puede entender el
sentimiento de obligatoriedad, como un acto reflexivo de aceptación, tal como lo entiende
Hart. El sentimiento de obligatoriedad, o que la regla sea socialmente entendida como

28
Recordemos que Alf Ross en “On Law and Justice”, mantenía una posición afín con la del positivismo
lógico y, en consecuencia, adscribía a la tesis de que los términos morales carecían de sentido.
29
H.L.Hart, Realismo escandinavo, op,cit, pag, 462
30
Eugenio Bulygin entiende que Ross mantiene una tesis conductista aunque diferente a la del realismo
americano. La tesis de Ross podría calificarse de conductista en la medida que admite que la vigencia del
derecho depende de la conducta del juez. Una norma es aplicada (vigente) cuando es usada por el juez para
justificar su decisión. Cfr. El concepto de vigencia en Alf Ross, en Análisis Lógico y Derecho, pags, 352 y ss.
C.E.C.Madrid.1991.
11

obligatoria por las personas, no es otra cosa que una actitud, y ella es el resultado de una
intención en la mayoría de los casos inconsciente. Ross afirma que Hart decanta demasiado
este sentimiento psicológico para transformarlo en un acto reflexivo y deliberado.31

VII. La cuestión de la validez en “Lógica de las normas”.

Creo conveniente tratar de esclarecer por qué Ross rechaza que el sentimiento de
obligatoriedad, salvo en casos excepcionales, pueda convertirse en un acto reflexivo y
deliberado. Para ello debemos tener en cuenta los aportes que el autor que comentamos
hiciera en su obra de la madurez.32 En el análisis del discurso que encara en esta etapa,
alejándose parcialmente de su adhesión al empirismo lógico, nos propone considerar el
discurso directivo. Así señala que un enunciado en discurso directivo es una forma
lingüística que expresa un directivo, esto es, una idea acción concebida como forma de
conducta. El uso directivo del lenguaje puede ser analizado semánticamente y se distingue
por el operador que se utiliza. La expresión: ‘Pedro, cierra la puerta’ y ‘Pedro está cerrando
la puerta’, se distinguen por la diferencia en el operador. En el primer caso, nos dice Ross,
el enunciado es un directivo cuyo elemento representativo puede ser caracterizado con la
expresión ‘(El cerrar la puerta por Pedro) así debe ser’, que nos señala su contenido
significativo. En el segundo ejemplo estamos ante una proposición en la cual el contenido
significativo emana del operador ‘(El cerrar la puerta por Pedro) así es’. Ross aclara,
consecuente con su postura empirista, que no puede comprender lo que significa, no que el
tema es real, sino que debería ser real, en el enunciado directivo. Asevera que es un hecho
empírico que las expresiones directivas se usan para influir en la conducta, y que en gran
medida tienen éxito, sin mediar transmisión de información. Considera que la fuerza
motivadora del directivo no está en la expresión misma, sino en las circunstancias en el que
el directivo se usa.33 El operador aludido para los directivos no expresa un elemento
semántico común para todos los directivos. Su función, expresa, consiste en indicar que la
idea acción que es su tema, está presentada como forma de conducta, y no pensada como
real. La idea acción no es por si misma motivadora, pero si el agente a quién se dirige el
directivo resulta motivado, la idea-acción le dice cómo actuar.

Es por ello que las palabras de la ley carecen en sí mismas de fuerza motivadora,
sólo cuando esas palabras son usadas de manera tal que implican un acatamiento a las leyes
o a la constitución, determinan nuestra dirección. Las expresiones con significado directivo
o también denominadas deónticas, expresiones verbales tales como ‘debes’, ‘estás
obligado’, ‘está permitido’ etc., tanto pueden aparecer con significado indicativo o
directivo. El primer caso se da cuando la dogmática jurídica describe el derecho existente,
pero cuando un policía dice “Está prohibido estacionar aquí” debe tomarse como un
directivo. La distinción que antecede muestra la distinción que hace Hart entre los aspectos
internos y externos de las reglas. En consecuencia la característica de un directivo es que
describe una forma de conducta y, en circunstancias apropiadas, evoca en la persona a la
que se dirige la respuesta de realizar esa forma de conducta. Entre los directivos que
integran la clase de los personales, puede establecerse una diferencia entre los mandatos e

31
Alf Ross, Hart sobre el concepto del derecho, op, cit, nota 23, pag, 466
32
Alf Ross, Lógica de las normas, Editorial Tecnos Madrid. 1971
33
Alf Ross, Lógica de las normas, op, cit, pag.42.
12

invitaciones sancionadas, los mandatos e invitaciones de autoridad, y las peticiones


condicionadas por la simpatía. Nuestro interés se centra en la distinción que hace Ross de
los dos primeros, y en las subclases que predica de los mismos que son a saber: aquellos
emitidos en el interés del que habla, en el interés del que escucha y desinteresados. Un
acto interesado es un acto cuyo efecto, si tiene éxito, es satisfacer al agente. Actos
desinteresados son aquellos cuyos efectos no satisfacen necesidades del agente. Brotan en
general de impulsos imperativos, cuya motivación es independiente de la satisfacción de
necesidades: son los realizados por sentimiento de deber.34

El directivo está sancionado si quien lo emite, para motivar el cumplimiento, está


dispuesto, y así lo dispone, a aplicar sanciones o castigos para el caso de incumplimiento.
El castigo puede ser más o menos fuerte y acompañar a un mandato tanto interesado como
desinteresado. Todo esto es una cuestión de grado para Ross, un mandato interesado como
desinteresado puede ser resistido por una motivación más fuerte a no cumplirlo, como la
orden de un gangster o la legislación de un Hitler, serán mandatos de cumplimiento
obligado, en todos los casos existe un sentimiento de compulsión. Pero cuando un directivo
es legalmente sancionado, en circunstancias que los agentes consideran normales, se sentirá
que la exigencia es válida. No es el miedo al castigo lo que impulsa al cumplimiento sino el
sentido de deber. Los directivos de autoridad los ejemplifica Ross de la siguiente forma: “A
puede ser considerada una autoridad por B, en el sentido de que B tiene una actitud de
espontánea obediencia hacia los directivos que A le dirija. Por tanto, B cumple, no a causa
de ninguna sanción, sino en virtud de una tendencia desinteresada que surge por respeto a la
autoridad de A. B se siente obligado a obedecer a causa del derecho de A a mandar. Ross
señala que el poder o autoridad de A no es en sí mismo nada, salvo una proyección de la
actitud de sumisión de B.” Ejemplos de este tipo de sumisión son la relación entre los
creyentes y una autoridad religiosa, un grupo con su líder o los buenos ciudadanos con la
autoridad reconocida en el poder. Distingue así Ross entre poder y autoridad, no siempre
quien ejerce el poder tiene autoridad. El atracador amenaza con violencia a la víctima y
apela al interés de ella, evitar el castigo. No existe, como en el caso anterior una sumisión
desinteresada. En el derecho el poder se entiende como autoridad para ejercer la violencia.
Sin embargo, como afirmara más de una vez Ross, ningún gobierno podría gobernar sólo
por el terror o la amenaza de la fuerza. La organización política requiere del
reconocimiento de los ciudadanos y el respeto a la autoridad en la que subyace la noción de
validez como un sentimiento que genera actitudes desinteresadas de obediencia.35 Esto no
tiene una explicación y menos una justificación moral en el pensamiento del jurista danés.
Es una disposición psicológica y, entiendo, ajena a lo que hoy se considera la pretensión de
corrección o legitimidad de la autoridad.

Nuevamente tenemos aquí el interrogante sobre la naturaleza de las actitudes


desinteresadas. Ross descarta que pueda afirmarse la existencia de una validez como
cualidad suprasensible fundada en conceptos metafísicos- religiosos. Ni la inspiración
divina, ni tampoco una supuesta razón pura concebida como una facultad de la mente
humana, pueden suministrar a-priori un conocimiento de la validez. La experiencia de la
validez tiene que ser considerada como un fenómeno psicológico empírico, que debe ser

34
Alf Ross, Lógica de las normas, op,cit, pag, 45
35
Alf Ross, Lógica de las normas, op,cit, pag,46
13

estudiado y explicado por la psicología. Una explicación posible de este fenómeno consiste
en verlo como un proceso de condicionamiento. Este condicionamiento es el que genera
actitudes espontáneas de aceptación u obediencia a la autoridad, como puede advertirse
tanto en la práctica militar como en la relación de padres a hijos. Una autoridad de facto
como una de jure puede explicarse por medio de estos condicionamientos espontáneos.
Todo régimen de facto tiende a convertirse en un régimen de jure. 36 Toda obediencia a la
ley, en consecuencia depende de una combinación de motivos interesados y
desinteresados.37

Ross señala que las reglas legales constituyen cuasi-mandatos que entran en la
clasificación más amplia de directivos impersonales. Ellos se caracterizan porque su
autoridad se deriva no de una persona en particular sino de un sistema de normas. En una
breve explicación Ross pretende mostrar que la autoridad y el poder coactivo que sostienen
las reglas legales no pueden localizarse en ningún individuo o grupo de individuos, sino
que ha de adscribirse únicamente al sistema al orden legal como tal. “Una orden para
circular de un policía no deriva de una cualidad propia del hombre en tanto policía, sino de
su cargo que a su vez depende del orden legal que lo ha creado”38 De esa manera clasifica a
los cuasi-mandatos como heterónomos, que están dados en servicio del interés de la
sociedad. Su fuente de efectividad es el miedo a las sanciones y respeto a la autoridad
personal.

La distinción entre proposiciones y directivos es de fundamental importancia para


comprender el problema de la verdad y de la validez de los enunciados. Ross señala que es
una cuestión muy disputada si con respecto a los directivos tiene lugar un acto análogo a la
aceptación de las proposiciones. Es cosa admitida que la aceptación de una proposición es
un acto declarativo. La aceptación de la proposición no es un acto volitivo que dote a ella
de su valor de verdad. Quien acepta integrar una institución formula un acto volitivo que es
esencial para su ingreso y por ende es constitutivo. La verdad de una proposición es una
propiedad de ella que no depende de nuestras voliciones o deseos. La aceptación de una
proposición – señala Ross - es simplemente el reconocimiento de que esa propiedad está
presente. Existen procedimientos de comprobación para establecer, tanto en la vida
ordinaria como en la ciencia, la verdad o falsedad de las proposiciones. Y a pesar de la
falibilidad de los procedimientos de verificación se sostiene el ideal de objetividad. Se
admite la posibilidad de un conocimiento objetivo.

No es lo mismo lo que puede sostenerse con relación a los enunciados directivos.


Ross entiende que la aceptación de un directivo moral es constitutiva de la regla. La regla
es considerada válida porque se le acepta como válida. Esto supone aceptar una postura
metaética no-cognoscitiva. No hay, en el caso de los directivos, una propiedad que les sea
inherente, que los convierta en válidos como es el caso de la verdad de las proposiciones.
Para las doctrinas cognoscitivas de la moral la situación es distinta. La validez es una
propiedad de los directivos y la aceptación sería declarativa. De ahí que se hable de un
conocimiento práctico o moral para diferenciarlo del conocimiento teórico. Esta tesis asume

36
El concepto de autoridad, como puede advertirse, en Ross es puramente descriptivo y no normativo.
37
Alf Ross, Lógica de las normas, op, cit, pag,48
38
Alf Ross, Lógica de las normas, op, cit, pag.55
14

que existiría una intuición racional que tiene su raíz en la naturaleza humana o que es una
manifestación de la voz de Dios, la que nos permitiría descubrir la objetividad moral. Esta
última posición, como se puede observar, y así lo asevera Ross, no hace otra cosa que hacer
afirmaciones metafísicas vacías con el propósito de defender una creencia en la objetividad
moral que es una mera ilusión.

Ross adhiere a la tesis de que para que una norma sea considera establecida es
necesario que se encuentre en correspondencia con los hechos sociales. Ello significa que la
forma de conducta presentada en la regla sea seguida por los miembros de la sociedad en la
mayoría de los casos. Se requiere una regularidad externa de conducta que no es otra cosa
que una conformidad observable. Pero esto no es suficiente, entiende, como Hart, que la
existencia de una regla legal para distinguirse de la existencia de los meros hábitos de
conducta no obligatorios, supone un punto de vista interno a la regla, que es la conciencia
de seguirla y la obligación de hacerlo así. El problema pendiente es comprender en que
consiste esa interiorización que genera un sentimiento de obligación.

Ross tiene una respuesta: “A cualquier experiencia de obligación, la rectitud, el mal,


la aprobación o la desaprobación, la llamaré experiencia de validez. Debe estar claro que
este término designa ciertos fenómenos psicológicos, y ‘validez’ no es sino la característica
peculiar de estas experiencias” 39 Ross rechaza el tratamiento conductista de Geiger sobre
la existencia de normas y de obligatoriedad de una norma. La observación externa por sí
sola no es suficiente para establecer tal regularidad. “La regularidad judicial, señala Ross,
no es externa, habitual y estática, sino interna, ideológica y dinámica.” Mas adelante
afirma: “Las reglas jurídicas se dirigen a aquellos que tienen autoridad, a los órganos del
Estado, y la fuente de su efectividad es la lealtad de dichos órganos a la Constitución y a las
instituciones derivadas de éstas. Junto con las sanciones no violentas de desaprobación y
crítica que esta actitud implica”40

La crítica tenaz al concepto de validez que Ross iniciara desde sus obras de
juventud, pareció encontrar eco en lo que reconoce como una apertura mental de Kelsen al
revisar sus ideas sobre la norma básica. Kelsen afirma: “... mi norma básica es una norma
ficticia basada en un acto de volición ficticio... En la norma básica se concibe un acto de
volición ficticio, que realmente no existe”. Ross asevera categóricamente: “ ...Una vez que
está claro que la idea de norma básica no puede mantenerse como prerrequisito
cognoscitivo necesario como postulado del pensamiento jurídico, y que no corresponde
tampoco a ninguna realidad, hay que ir hasta el final: debe abandonarse la doctrina de la
norma básica”41

VIII. CONCLUSIONES

El approach de Ross al derecho a través de su teoría realista intenta emplear


claramente una estrategia reduccionista de todos los dualismos, como ya la había iniciado
su maestro Kelsen, pero sobre fundamentos claramente empiristas lo que implica un paso

39
Alf Ross, Lógica de las normas, op, cti, pag.85
40
Alf Ross, Lógica de las normas, op,cit, pag,87-89
41
Alf Ross, Lógica de las normas, op, cit, pag.147
15

más, que no alcanzara Kelsen, en la eliminación de principios o postulados de naturaleza


metafísica. Raz ha denominado a este tipo estrategias que adoptan algunas teorías del
derecho con la expresión “reduccionismo semántico”. El reduccionismo semántico significa
que los enunciados normativos, acerca de lo que se debe hacer pueden ser traducidos en
forma equivalente a enunciados descriptivos de cualquier clase de hechos. De ese intento
no existen pruebas completas en la obra de Ross.42 Pero algunos autores afirman que
conviven en su teoría elementos que posibilitan interpretaciones reduccionistas y no
reduccionistas de los enunciados relativos a lo que el derecho dispone o a lo que con
arreglo a éste debe hacerse.43

Las tesis no-reduccionistas sostienen que la existencia de las normas jurídicas no


puede ser reducida exclusivamente a fenómenos sociales como regularidades de conducta;
que no es suficiente afirmar que pueden ser descriptas por su duración en el tiempo; que
tienen una existencia que se verifica en tal o cual grupo y no en otros; que han sido creadas
o han dejado de existir; que tienen su origen en una fuente que se puede identificar
empíricamente y que son aplicables en los casos que ellas mismas determinan. Consideran
como una condición central o crucial incluir otro concepto sin el cual no podía
comprenderse satisfactoriamente lo que se considera la normatividad del derecho, o lo que
es lo mismo explicar las normas como juicios de deber y que son utilizadas en
razonamientos prácticos justificatorios de acciones y decisiones.44

Se entiende que Hart puso de resalto este problema de la normatividad del derecho,
supo advertirlo y desarrolló la tesis de que la existencia de reglas de derecho no puede
explicarse satisfactoriamente si no se tienen en cuenta una clase de enunciados jurídicos
que no son descriptivos, y son los que se utilizan para exigir, justificar o criticar acciones.
Este tipo de enunciados ha sido caracterizado por Hart como enunciados internos, son
genuinos enunciados normativos que expresan juicios prácticos en los que se ponen de
manifiesto la aceptación de normas y se usan éstas como criterios de evaluación de las
conductas.

Entiendo que, en este sentido, queda en claro que Ross cuando habla de la vivencia de
obligatoriedad que experimentan los jueces, ante las normas del sistema jurídico que
aplican, no la entiende con el carácter de un juicio reflexivo de aceptación. La experiencia
de validez admite la descripción de un observador externo de ese hecho y desde el punto
de vista interno no supone un juicio práctico de aceptación. Recordemos que el enunciado
directivo no impulsa por sí mismo a la acción o decisión, sino que requiere - en la hipótesis
de Ross - un contexto particular y un condicionamiento que provoca o causa acciones
espontáneas. Los jueces condicionados por sentimientos de validez de carácter ideológico
se encontrarían motivados para tomar las decisiones de aplicar lo que el derecho dispone.

42
Es menester dejar en claro que Ross no se propuso traducir las normas a enunciados o aserciones fácticas.
Ross ha sido consecuente con la tesis de que las normas son directivos de los cuales no se puede predicar que
sean verdaderos o falsos. Por ende no se los puede asimilar a enunciados teóricos y no tienen contenido
cognoscitivo.
43
Juan Carlos Bayón Mohino, La normatividad del derecho: deber jurídico y razones para la acción, pag, 21,
nota 8.CEC, 1991.
44
Juan Carlos Bayón Mohino, La normatividad del derecho: deber jurídico y razones para la acción, pag, 24.
CEC, 1991
16

La conducta de los jueces no se explica mediante una interpretación conductista. Incluso los
cambios en la conducta del juez pueden entenderse y predecirse si se toman en
consideración hechos ideológicos. Las decisiones judiciales se ven como regularidades
constituidas por una ideología.

Esta tesis de Ross le sirve para fundamentar en que consiste la vigencia del derecho
y cómo, en consecuencia, la aplicación del mismo por los jueces le permite a la ciencia del
derecho verificar ese dato. Sin embargo, se ha entendido que el sentimiento de
obligatoriedad que, para Ross, sería el aspecto interno de las reglas jurídicas, es superfluo.
La solución la habría encontrado el propio Ross, aunque no la advirtió integralmente,
cuando afirmara: “En segundo lugar, se requiere una definición más precisa de lo que
significa que la regla es aplicada por los tribunales... Su aplicación práctica, en
consecuencia, solo puede significar que en las decisiones en que se dan por probados los
hechos condicionantes de dicha regla, ésta forma parte esencial del razonamiento que funda
la sentencia y que, por lo tanto, la regla en cuestión es uno de los factores decisivos que
determinan la conclusión a que el tribunal arriba.”45 Entiendo que esta interpretación de
Ross del aspecto interno de las reglas como impulso psicológico, entraña una presentación
acorde con el reduccionismo semántico en el sentido descripto por Raz, que es, por
supuesto, poco proficua como se ha señalado.

Si bien Ross mantuvo su tesis realista y en consecuencia trató de evitar los conceptos
normativos en la mayor parte de su obra, no ha sido consistente cuando trata la solución del
problema de la paradoja auto-referencia de la norma que establece el procedimiento para la
reforma constitucional. Su solución introduce un criterio normativo de validez que no se
compadece con la crítica que, en ese sentido, dirigiera contra Kelsen y de la que se
congratulara por la renuncia de éste. Así nos dice: “ Ahora bien, mi idea es que la paradoja
constitucional queda solucionada si admitimos la existencia de una norma básica de este
tipo como fundamento último de la validez de un orden jurídico que contenga reglas para la
reforma de la constitución tales como el art. 88 de la Constitución danesa.”

A pesar de algún tipo de inconsistencia que no falta en ninguno de los grandes


autores de la teoría del derecho, debemos insistir que la obra de Alf Ross perdura en el
pensamiento jurídico actual. Las razones son variadas pero quizá la fundamental es que
Ross no fue un dogmático aferrado a sus propias ideas. Por el contrario ha sabido en el
decurso de su vida dedicada al estudio y a la investigación reformular su sus supuestos
epistemológicos ofreciendo en sus tesis lo mejor del desarrollo del pensamiento filosófico
contemporáneo.

45
Esta respuesta de Ross, Eugenio Bulygin la considera la alternativa correcta y la denomina la variante
lógica. Serviría para eliminar el planteo psicologista, la vigencia de las normas sólo consistiría en que ellas
son usadas, sin que importe que sentimientos acompañan a tal uso. Ese uso explicaría el aspecto interno de las
reglas de Hart que permite distinguir entre los meros hábitos y lo que se considera reglas jurídicas. Esto daría
lugar al lenguaje típicamente normativo.

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