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GASTON BACHELARD *** LA INTUICION DEL INSTANTE Neh aac aS EDICIONES SIGLO VEINTE BUENOS AIRES pa r — oe ‘Tivulo dol original francés LAINTUTION DE LINSTANT ‘Traduccién de FEDERICO GORBEA ditions Gonthier - Pacis OORGTL Queda hecho ef depésito que previene In ley 11.723, © EDICIONES SIGLO VEINTE — Maza 177 — Buenos Aires Impreso en ta Ardontina — Printed in Argentina INTRODUCCION @ Cuando un alma sensible y cultivada recuerda sus esfuerzos para trazar, segtm su propio destino intelectual, los grandes lineamientos de la Razén: cuando estudia, valiéndose de la memoria, la histo- ria de su propia cultura, ella se da cuenta que en la base de las certidumbres intimas permanece siem- pre el recuerdo de una ignorancia esencial, Hay de fal modo en el reino del conocimiento mismo, una falta original: la de tener un origen, la de no alcan- zar la gloria de ser intemporal, la de no desper- farse uno mismo para seguir siendo uno mismo, en ugar de esperar del mundo” obscuro la leccién de Ja luz. {En gué agua lustral encontraremos, no solamen- te el renacimento del frescor racional, sino mas bien cl derecho al retorno eterno del acto de razén? jCual sera la Silo que, marcindonos con el signo de la Razon pura, pondra en nuestro espiritu un orden tal que nos permita comprender el orden supremo de las cosas’ {Qué gracia divina nos dara el poder de conciliar et comienzo del ser y el comienzo del pensamiento, ¢ iniciéndonos a nosotros mismos en bn pensamiento nuevo, de retomar en nosotros, pa- % 2 3 rd Gr ~z ra nosotros, sobre nuestro propio espiritu, la tarea del Creador? Esta es la fuente de Juvencia intelec- tual que busca Roupnel, como buen brujo, en todos los dominios del espiritu y del corazén. Detras de él, inhabiles en manejar la varita de avellano, no en- contraremos vivas sin duda todas las aguas, ni tam- poco sentiremos todas las corrientes subterraneas de una obra profunda. Pero al menos querriamos decir en qué momentos de Siloé hemos acusado los impulsos mas eficaces y cuales son los temas nue, vos que Roupnel aporta al filésofo que quiere me- ditar sobre los problemas de la duracion y del ins- tante, del habito y de la vida En primer lugar esta obra tiene un foco secreto No sabemos de donde le viene el calor y la clari- dad. No podemos fijar la hora en que el misterio se hizo lo bastante claro para enunciarse como un problema. ;Pero qué importal Que surja del sufri- miento o de la alegria, cada hombre tiene en su vida esa hora luminosa, la hora donde comprende de pron- to su propio mensaje, la hora en la cual el conoci- miento, al iluminar la pasion, revela a la vez las re- glas y la monotonia del Destino, el momento ver- daderamente sintético en que, dando la conciencia de lo irracional, se transforma sin embargo en el éxito del pensamiento. Alli esta situada la diferen- cial del conocimiento, la fluxion newtoniana que nos permite apreciar cémo el espiritu surgié de la igno- rancia, la inflexin del genio humano sobre la curva descrita por el progreso de la vida. El coraje inte lectual consiste en conservar activo y_viviente ese instante del conocimiento naciente, en convertirlo en 8 la fuente inagotable de nuestra intuicion, y en di- bujar, con la historia subjetiva de nuestros errores y faltas, el modelo objetivo de una vida mejor y mas clara. A lo largo del libro de Roupnel se siente el valor de coherencia de esa accién persistente de una intuicion filoséfica escondida. Aunque el autor no nos muestra la fuente primigenia, no es posible engafiarse sobre la unidad y la hondura de su it tuicion. El lirismo que guia a ese drama filosofico que es Siloé es el signo de su intimidad pues, como escribié Renin, “lo que uno dice de si es siempre poesia”.' Este lirismo, en razén de su total espon- taneidad, aporta una fuerza de persuasion que, sin duda, no podremos manifestar en nuestro estudio. Seria necesario revivir todo el libro, seguirlo linea por linea para comprender en gué grado contribuye a sut claridad su caracter estético. demas, para leer correctamente Siloé, es preciso darse cuenta que es la obra de un poeta, de un psicdlogo, de un historia dor que se prohibe aun de ser un filésofo en el mis- mo momento en que sui meditacion solitaria le depara la mas bella de las recompensas filoséficas, la de volver ef alma y el espiritu hacia una intuicién ori- ginal. Nuestra labor principal en los estudios siguientes sera de poner en evidencia esta intuicién nueva y de sefialar su interés metafisico. Antes de iniciar nuestra exposicién, no seran inu- tiles algunas observaciones para justificar el método que hemos elegido. 1 Souvenics deatance ef de jeunesse, Préface 1, 9 y ¥ Nuestro fin no es resumir el libro de Roupnel. Siloé es un libro rico en pensamiento y en hechos. Deberia ser mas bien desarrollado que resumido. Lla- ma la atencién que, mientras las novelas de Roupnel estan animadas por un verdadero gozo del verbo, por una vida copiosa de las palabras y los ritmos, Roupnel haya encontrado en su Siloé Ja frase con- densada, enteramente ceftida al foco de Ja intuicién, Por lo tanto nos ha parecido que aqui, explicar era explicitar. Hemos retomado pues las intuiciones de Siloé lo mas proximo posible a su fuente, esforzin- donos en seguiit en nosotros mismos la animacion que esas intuiciones podian dar a la meditacién fi- losofica. Durante varios meses hemos trabajado en la armaz6n de nuestras construcciones. Por otta par- te®una intuicion no se prueba, sino que se experi- menta. Y se experimenta multiplicando 0 ain modi- ficando las condiciones de su uso. Samuel Butler dice justamente: “Si una verdad no es lo bastante sdlida para soportar que se la desnaturalice y que se la maltrate, no pertenece a una especie fuerte”! En las deformaciones que hemos infligido a las te- sis de Roupnel, se podra tal vez apreciar su verda- dera fuerza, Nos hemos servido por lo tanto en com- pleta libertad de las intuiciones de Silo y, final- mente, mas que una exposicién objetiva lo que apor- famos aqui es nuestra experiencia del libro. No obstante, si bien nuestros arabescos deforman demasiado el disefio de Roupnel, siempre sera po- sible restituir la unidad retornando a la fuente mis- 3 La vie of Uhabitude, p. 17, trad. Lorbeud, 10 ‘ teriosa del libro. Alli reencontraremos, tal como in- tentamos demostrarlo, invariablemente la misma in- tuicién. Por lo demas, el sefior Roupnel nos dice* que el titulo extrafio de su obra sélo para él mismo tiene una inteligibilidad real. {No es acaso invitar al lector a poner en el umbral de su lectura, su pro- pia Silé, el misterioso refugio de su personalidad? Se recibe entonces de la obra una leccién extrafia~ ‘mente emocionante y personal que confirma su uni dad en un nuevo nivel. Digamoslo de una vez: Siloé es una leccién de soledad. Esta es la razon de su intimidad tan profunda, el por qué de su capacidad de conservar Ia unidad de su fuerza intima, a pesar de la dispersion de los capitulos y también del juego a veces holgado de nuestros comentarios. Tomemos pues de inmediato las intuiciones rec- toras sin obligarnos a seguir el orden del libro. Se- ran esas intuiciones las que nos daran las llaves mas converientes para abrir las perspectivas mtitiples en dorde la obra se desarrolla. 2 Silos, p. 8. Cariruto Primero EL INSTANTE El virgen, el vivaz y el hermoso presente. Matiarmé Habremos perdido hasta la memoria de [nuestro reencuentro, . . Sin embargo nos reuniremos, para [separarnos y reunirnos de nuevo. Allé donde se retinen los hombres [difuntos: sobre los labios de los vivos. Samuet Butter La idea metafisica decisiva del libro de Roupnel es la siguiente: El tiempo sdlo tiene una realidad, la del Instante. En otras palabras, el tiempo es una realidad cefiida al instante y suspendida entre dos nadas. El tiempo podra sin duda renacer, pero en principio debera moriz. No podra trasladar su. ser de un instante al otro para, lograr una duracion. EL instante es ya la soledad... Es la soledad en su valor meta‘isico mas despojado. Pero una soledad de un orden mas sentimental confirma el tragico ais- lamiento del instante: mediante una especie de vio- encia creadora, el tiempo limitado al instante nos laisla no solamente de los otzos sino también de nos- Jotios mismes, puesto que rompe con nuestro pasado mas querido. Desde el umbral de su meditacién —y la medita~ cién del tiempo es la tarea preliminar a toda meta- fisica— encontraremos al filésofo frente a la afir- macién de que el tiempo se presenta como el ins- tante solitario, como la conciencia de una soledad. Veremos mag adelante cémo se reformarén el fan- tasma del pasado 0 la ilusién del porvenir; pero, ante todo, para comprender bien la obra que explicamos, 15 es preciso imbuirse de la completa igualdad del ins tante presente y de lo real. ;Cémo podria lo gue es real escapar a la marca’ del instante presente: yr ciprocamente, como evitaria el instante presente no dejar su huella en lo real? Si mi ser no toma con- ciencia de si mas que en el instante presente, como no ver que este instante es el «nico terreno donde se experimenta la realidad? Aun si debiéramos des- pués eliminar nuestro ser, es necesario en efecto par- ‘tir de nosotros mismos para demostrar el ser. To- memos primeramente nuestro pensamiento y lo set tiremos desaparecer sin cesar con el instante que pa- sa, sin un recuerdo para lo que acaba de dejarnos, sin esperanza, ya que no hay conciencia, para lo que el instante que llega nos ofrece. "Sélo del presente, y tinicamente del presente tenemos conciencia, nos dice Roupnel. El instante que acaba de escaparse- nos es la misma muerte inmensa a la que pertene- cian los mundos abolidos y los firmamentos extin- gitidos, Y el propio desconocido temible contiene, en las tinieblas del porvenir, tanto el instante que se nos aproxima como los Mundos y los Cielos que aun se ignoran”.' Roupnel agrega un argumento que contradeciremos con la sola intencién de acen- tuar todavia mas su pensamiento: "No hay grados en esa muerte que es tanto el porvenir como el pa- sado”. Para reforzar gpislamiento del instante Ile- gariamos a decir que*hay grados en la muerte y que mas fuerte que la muerte es lo que acaba de desaparecer... En efecto, la meditacion del instan- + Sifoé, p. 108. 16 te nos convence de que el olvido es mas neto en tanto destruye un pasado mas cercano, asi como la incertidumbre resulta mas conmovedora en tanto se la sitde en el eje del pensamiento que se aproxima en el suefio que solicitamos pero que ya percibimos engafioso. Del pasado mas lejano, por efecto de una permanencia completamente formal que luego estu- diaremos, un fantasma algo coherente y sélido po- dra quizas regresar y revivir, pero al instante que termina ée sonar, no podemos guardgrlo con su in- dividualidad, como un ser completo®Es preciso la memoria de muchos instantes pata lograr un recuet- do completo."Del mismo modo, el duelo mas cruel, es la conciencia del porvenir traicionado y cuando sobrevienz el instante desgarrador en que un ser querido cierra los ojos, inmediatamente se siente con qué nueva hostilidad el instante siguiente “asalta” nuestra enrazdn Este caracter dramatico del instante es tal vez sus- ceptible de hacer presentir la realidad. Lo que que- rriamos subrayar es que en una semejante ruptura del ser, la idea de lo discontinuo se impone de un modo incuestionable. Podra objetarse que esos ins- tantes drematicos separan dos dutaciones mas mo- ndtonas. Pero lamamos aqui monétona y regular a toda evolucién que no examinamos con una aten- cin apasionada. Si nuestro corazén fuera lo bastan. te amplio como para amar la vida en detalle, adver titiamos gue todos los instantes son a la vez dona- \ dores y expoliadores y que una novedad joven o tragica, siempre repentina, no cesa de ilustrar la dis- continuidad esencial del Tiempo. 17 \ IL Pero esta consagracién del instante como elemen- to temporal primordial no puede evidentemente set definitiva, excepto si hemos en principio confronta- do la nocién del instante y la nocién de duracién. Desde ese momento, aunque no haya en Siloé huella alguna de pensamiento polémico, el lector dejara de acordarse de las tesis bergsonianas. Puesto que, en este trabajo, nos hemos impuesto la tarea de con- fiar todos los pensamientos de un lector atento, de- bemos formular todas las objeciones que nacian de nuestros recuerdos de los temas bergsonianos. Es ademas guizas oponiendo la tesis de Roupnel a la de Bergson como se comprenderd mejor la intuicion que presentamos aqui. Este es cl plan que vamos a seguir en adelante Recordaremos Ja esencia de la teoria de la dura~ cion y desarrollaremos lo mas netamente posible los dos términos de la oposicion, a saber: La filosofia de Bergson es una filosofia de la duracion. La fi- losofia de Roupnel es una filosofia del instante. Lucgo trataremos de sefialar nuestros intentos de conciliacién, sin adherirnos a Ja doctrina intermedia que por un momento nos habra retenido. Si la volve- mos a exponer, es porgue se hace presente de una manera bastante natural, pensamos, en el espititu de un lector ecléctico, pudiendo retardar su decisién, En fin, despues del relato de nuestra propia d sién, veremos, que en avestra opinion, la posiciéa mas clara, mas prudente, la que corresponde a la con- ciencia mas directa del tiempo, es todavia la teoria rupneliana. Estudiemos pues en primer término la posicién bergsoniana, Segiin Bergson, tenemos una experiencia intima y directa de la duracion. Esta duracion es asimismo un dato inmedia-o de la conciencia. Sin duda puede ser mas adelante elaborada, objetivada, deformada. Los fisicos, por ejemplo, en sts abstracciones, hacen de ella un tiempo uniforme y sin vida, sin término ni dis- continuidad. Entregan entonces-ese tiempo entera- mente deshumanizado a los matematicos. Al penetrar en las probetas de lo abstracto, el tiempo se reduce a.una simple variable algebraica, la variable por ex- celencia, en edelante mas apropiada al-anilisis de lo posible que al examen de lo real, En efecto, la conti- auidad es para el matematico mas bien el esquema de la posibilidac pura que el caracter de una realidad A partir de entonces, jqué es el instante para Berg- son? No es sino un corte artificial que asiste al pen- samiento esquematico del gedmetra. La inteligencia, dada su ineptitud para acompafiar lo vital, inmoviliza el tiempo en un presente siempre facticio. Este pre- sente, es una pura nada que no llega siquiera a sepa- rar realmente el pasado y el futuro. Parece en efecto que el pasado transfiere sus fuerzas al porvenir, pa- rece también que el porvenir sea necesario para dar salida a las fuerzas del pasado y que de un solo e igual impulso vital depende la duracion, El pensa- miento, fragmento de la vida, no debe dictar sus re~ glas a la vida. Consagiada a la contemplacién del ser 19 estatico, del ser espacial, la inteligencia debe cuidarse de desconocer la realidad del devenir. Finalmente la filosofia bergsoniana reine indisolublemente el pasa- do y el porvenir. A partir de entonces es preciso to- mar el tiempo en bloque para aprehenderlo en su rea- lidad. El tiempo esta en la fuente misma del impulso vital. La vida puede recibir ilustraciones instantaneas, pero es en verdad Ja duracién la que explica la vida, Una vez convocada Ja intuicién bergsoniana, vea- mos de qué lado, en su contra, van a acumularse las dificultades. “Lo primero que se advierte es un efecto de rechazo de la critica bergsoniana contra la realidad del ins- tante. En efecto, si el instante es una falsa cesura, el pasado y el porvenir resultaran muy dificiles de d tinguir ya que estén siempre artificialmente separa- dos. Es necesario pues tomar la duracion en una uni- dad indestructible. De ahi todas las consecuencias de la filosofia bergsoniana: en cada uno de nuestros acZ” tos, en el menor de nuestros gestos se podria en con- secuencia aprehender el caracter acabado de lo que se esboza, el fin en el comienzo, el ser y su devenir entero en el impulso del germen, Admitamos, empero, que se pueda mezclar defini tivamente el pasado y el porvenir. En nuestro criterio, en esta tesis parece presentarse una dificultad para quien pretenda llevar hasta el fin la utilizacién de la intuicién bergsoniana*Obtenido el triunfo que supo- ne haber probado la irrealidad del instante, ;¢dmo hablar del comienzo de un acto? {Qué potencia sobre- natural, ubicada fuera de la duraci6n, concedera la 20 gtacia de marcar con un signo decisive una hora fe- cunda que, para durar, debe sin embargo comenzar? jHasta qué punto esta doctrina de los comienzos, cu- ya importancie veremos en la filosofia_rupneliana, debe permanecer en la oscuridad en fina. filosofia® opuesta que niega el valor de Jo-instantaneo! No hay duda que si tonamos la vida por su mitad, en su cre- cimiento, en su ascenso, tenemos mychas posibilida- des, con Bergson, de demostrar que"los vocablos an- tes y después casi no tienen mas que un sentido de referencia, porque entre el pasado y el porvenir se- guimos una evolucién que de acuerdo a su logro ge- neral parece continua. ;Pero si pasamos al dominio de las: mutaciones bruscas; en donde el acto creador se inscribe bruscamente, como no comprender que una era pueva se abre siempre por un absoluto? Sin embargo toda evolucién, en la proporcién en que re- sulta_decisiva, se halla denotada por instantes crea- dores, : {Dénde encentraremos con mas seguridad que en el brote de nuestra conciencia ese conocimiento del instante creador? {No es acaso alli en donde el im- pulso vital se muestra mas activo? ;Por qué intentar volver a alguna potencia sorda y hundida que mas ‘© menos ha malogrado su propio impulso, dejandolo incumplido, que ni siquiera lo ha continuado, mien- tras gue a todas luces se desarrollan, en el presente activo, innumerables tentativas de renovarnos y creat- nos? Regresemos pues al punto de partida idealista, aceptemos tomar como terreno de experimentaci6n nuestro propio espiritu en su esfuerzo por conocer?EL 2 conocim es por excelencia una obra temporal Tratemos entonces de apartar nuestro espiritu de los lazos de la carne, de las prisiones materiales. Desde que lo liberamos, y en la proporcién en que se lo li- bere, percibiremos que se convierte en el centro de mil incidentes, que la linea de su suefio se quiebra en muchisiygos segmentos suspendidos en otros tan- tos vértices“El espiritu, cuando se da al conocimiento, se presenta como una hilera de instantes netamente Hpasadortig al eocribit la historia que'el peicalogo, como todo historiador, artificialmente afiade el lazo de la duracién, En el fondo de nosotros mismos, en donde la gratuidad tiene un sentido tan claro, no aprehendemos la causalidad que conferiria una fuer- za a la duracién; buscar causas en un espinitu en el que sdlo surgen ideas constituye un problema erudito ¢ indirecto. En resumen, cualquiera sea la idea que se tenga de la duracion en si, aprehendida en la intuicion berg soniana respecto de la cual no tuvimos en estas pa ginas la pretension de juzgar, eg preciso al menos, alineandolo junto a la duracién,*conceder una reali- dad decisiva al instante ‘Tendremos, por otra parte, la ocasién de retomar el debate contra la teoria de una duracién conside- rada como dato inmediato de la conciencia. Con tal propésito mostraremos, sirviéndonos de las intuicio- nes de Roupnel, de qué manera se puede construir la daracién con instantes sin duracién, lo que esta vez constituira la prueba, positivamente creemos, del ca- racter metafisico primordial del instante y por consi- 22 wtiente del caracter indirecto y mediato de la dura- cion. Pero aboquémonos sin tardanza a una exposicién positiva. Ademas, el método bergsoniano nos autori- za en adelante a emplear el examen psicolégico. Con- cluyamos pues con Roupnel: “La idea gue tenemos del presente es de una plenitud y de una evidencia positiva singulares. Alli nos instalamos con nuestra personalidad completa, y encontramos una identidad absoluta entre el sentimiento del presente y el senti- miento de la vida.""? Desde el punto de vista de la vida en si misma sera necesario, en consecuencia, tra- tar de comprender el pasado mediante el presente, en lugar de esferzarse sin cesar de explicar el presente por el pasado. La sensacion de la duracion debera luego ser esclarecida, Tomémasla, mientras tanto, co- mo un hecho: la duracién es una sensacién como las otras, tan compleja como las otras. No tengamos in- conveniente alguno en subrayar su naturaleza en apa- riencia contradictoria: la duracién esta hecha de ins tantes sin duracién, como la linea recta esta formada por puntos sin dimensién, En el fondo, para contra- decirse, se requiere que las entidades actien en la misma zona del ser. Supongamos que establecemos que la duracisn es un dato relativo y secundario; aho- ra bien, c6mo podria la ilusién gue nos forjamos al respecto contradecir nuestra experiencia inmediata del instante? Estas reservas son formuladas aqui pa- ra gue no se nos acuse de manejarnos en un circulo 2 Silos, p. 108, 23 vicioso formal cuando lo cierto es que usamos las pa- labras en sti sentido vago, sin comprometernos con sut sentido técnico. Tomadas estas precauciones, po- demos decir con Roupnel: “Nuestros actos de aten- cién son episodios sensacionales extraidos de esa con- tinuidad Ilamada duracién. Pero la trama continua, donde nuestro espiritu borda dibujos discontinuos de actos, no es sino la construccion laboriosa y ficticia de nuestro espiritu. Nada nos autoriza a afirmar la duracién. Todo en nosotros contradice el sentido y destruye la légica posible. Por otra parte nuestro instinto esta mejor informado al respecto que nues- tra razén, El sentimiento que tenemos del pasado e el de una negacién y de una destruceién. El crédito que el espiritu acuerda a una pretendida duracion que no lo seria ya mas y en donde él no existiria mas, es un crédito sin fondo.” Sefialemos de pasada al lugar gue ocupa el acta de atencién en la experiencia del instante. Es que en efecto no hay verdaderamente evidencia mas que en Ja voluntad, en la concienci gue se tiende hasta decidir un acto. La accién que se desarrolla detras del acto perte- nece desde ya al reino de las consecuencias légica- mente o fisicamente pasivas. He ahi un matiz impor- tante que distingue Ia filosofia de Roupnel y la de Bergson: fa filosofia bergsoniana es tina [ilosofia de la accién; la roupneliana es una filosofia del acto. Para Bergson, una accién es siempre un desarrollo | continuo que ubica entre la decision y el fin —ambos | mas o menos esquematicos— una duracién siempre 1 Sites, p. 109, 24 original y seal. Para un partidario de Roupnel, un acto es ante todo una decisién instantanea, y es esta decisién la que tiene toda la carga de originalidad. Hablando de un modo mas fisico, el hecho de que el impulso en mecanica siempre se presente como la composicién de dos ordenes infinitesimales diferentes nos Hleva a estrechar hasta su limite puntiforme el instante que decide y que pone en movimiento. Una percusién, por ejemplo, se explica por una fuerza infi- nitamente grande que se desarrolla en un tiempo in- finitamente corto. Ademas, seria posible analizar el desarrollo debido a una decision expresada aun en terminos de decisiones subalternas. Se veria que un movimiento variado ~el Gnico que, con toda razén, Bergson estima real— continia obedeciendo a los mismos principios que le dieron comienzo. Sélo la ob- servacién de las discontinuidades del desarrollo llega a ser cada vez mas dificil conforme la accion que si- gue al acto sea confiada a automatismos organics menos conscientes. Es por ello que nos resulta impres- cindible volver, para sentir el instante, a los actos cla~ ros de la conciencia, ‘Cuando Ileguemos a las éltimas paginas de este ensayo, tendremos necesidad, para entender las re- laciones entre el tiempo y el progreso, de retornar a esa concepsion actual y activa de la experiencia del instante. Advertiremos entonces que la vida no pue- de ser comprendida en una contemiplacin activa; comprendesla, més que vivirla es en verdad propul- sarla, No se desliza a lo largo de una pendiente, en el eje de un tiempo objetivo que la recibiria como un canal. Ella es una forma impuesta a la hilera de ins- 25 tantes del tiempo: sin embargo es en un instante en donde encuentra su realidad primera. De ahi que, si nos transportamos al centro de la evidencia psicolo- gica, al punto en que la sensacién no es sino el refle- jo o la respuesta siempre compleja del acto volunta- tio invariablemente simple, cuando la atencién con- densada concentra la vida en la érbita de un solo ele- mento, de un elemento aislado, percibiremos que el instante es la caracteristica de verdad especifica del tiempo. Cuanto mas profundamente penetra nuestra meditacion del tiempo, mas se reduce. Sélo la pereza es durable, el acto eg instantneo, ;Como no afirmar pues que reciprocamente Jo instantineo es actual? ‘Tomemos una idea pobre, cifiamosla al instante: ella ilumina el espiritu. Al contrario, el descanso del ser es ya la nada Como no ver entonces que la naturaleza del acto, debido aun singular encuentro verbal, es la de ser actual? ;Y como no advertir enseguida que la vida es lo discontinuo de los actos? Es ésta la intuicion que Roupnel nos presenta en términos particularmen- te netos: "Se ha podido decir que la duracién era la vida. No hay duda; pero al menos es preciso colocar la vida en el marco de lo discontinuo que la contiene, y en la forma de asalto que la manifiesta.. No es ya mas esa fluida continuidad defenémenos organicos que se derraman los unos en los otros confundiéndose en la unidad funcional. El ser, extraito lugar de re- cuerdos materiales, no es sino un habito de si mismo. Todo cuanto puede haber de permanente en el ser es la expresion, no de una causa inmévil y constan- te, sino de una yuxtaposicion de resultados huidizos 26 | | ¢ incesantes, cada uno con su base solitaria, y cuya ligadura, que no es otra cosa que un habito, compone un individuo.”* Sin duda, al escribir la epopeya de la evolucién, Bergson debia descuidar los accidentes. Roupnel, co- mo historiador minucioso, no podia desconocer que | cada accion, por simple que sea, quiebra inevitable- mente la continuidad del devenir vital. Si se conside- ra la historia de la vida en detalle, resultara que es tna historia como las otras, llena de repeticiones, de anacronismos, de esbozos, de reanudaciones. Entre los accidentes, Bergson no tuvo en cuenta mas que los actos revolucionarios en los cuales el impulso vi- tal se eseindia, en los que el arbol genealogico se di- vidia en ramas divergentes. Para trazar semejante fresco, no tenia necesidad de indicar los detalles. Del mismo modo, no tenia necesidad de dibujar los obje- tos. Concluirfa por lo tanto en esa tela impresionista que es fa evolucién creadora, Esta intuicién ilustrada es mas imagen de un alma que el retrato de las cosas. Pero Ia filosofia que pretende describir Atomo por tomo, célu.a por célula, pengamiento por pensamien- to, la historia de las cosas, de los seres vivientes y del espiritu, debe Megara separar los hechos unos de ottos, porque los hechos son hechos, porque los he- chos son actos, porque los actos, si no se consuman, si se consuznan mal, deben al menos necesariamente comenzar en lo absoluto del nacimiento. Los comien- 208, putes, resultan imprescindibles para describir la 2 Silod, ». 09. a 2 cee mcrae cra: historia eficaz; es preciso, segin Roupnel, establecer una doetrina del accidente como principio. En una evolucion verdaderamente creadora, no hay sino una ley general: un accidente esta en la raiz de cada tentativa de evolucion. Asi, tanto en sus consecuencias relativas a la evo- lucién de la vida, como en su primera forma intuitiva, vemos que la intuicion temporal de Roupnel es exac~ tamente lo contrario de Ia intuicién bergsoniana. An- tes de ir mas all, resumamos mediante un doble es- quema la oposicién de las dos doctrinas Para Bergson, la verdadera realidad del tiempo es su duacién; el instante no es mas que una abstrac- cién, sin ninguna realidad. Resulta impuesto desde el exterior por la inteligencia que slo comprende el devenir al reparar en los estados inméviles. Repre- sentariamos, pues, con bastante fidelidad el tiempo bergsoniano por una linea recta negra, en la que ha- briamos puesto, para simbolizar el instante como una nada, como un vacio ficticio, un punto blanco. Para Roupnel, la verdadera realidad del tiempo es el instante; la duracién no es sino una construccién, sin ninguna realidad absoluta. Ella esta hecha desde el exterior por la memoria, poder de imaginacion por excelencia, que quiere sofiar y revivir, pero no com- prender, Representariamos por lo tanto bastante bien | el tiempo roupneliano por una linea recta blanca, re- bosante de potencia, de posibilidad, en Ja cual de re- 28 i pente, como wa accidente imprevisible, se inscribiria un punto negro, simbolo de una opaca realidad. Por otra parte, debemos advertir que dicha dispo- sicién lineal de los instantes viene a ser tanto para Roupnel como para Bergson un artificio de la ima- ginaci6n. Bergson ve en esa duracién desarrollada en el espacio un medio indirecto para medir el tiem- po. Pero Ia longitud de wn tiempo no representa el valor de una duracién y seria necesario remontar el tiempo extensible para aleanzar la duracién intensiva. ‘También en ese caso, la tesis discontinua se adapta sin dificultad: se analiza la intensidad por el niimero de instantes en donde la voluntad se aclara y se di- Tata, tan facilmente como el enriquecimiento gradual y fluyente del yo.” Hagamos ahora un paréntesis antes de. precisar mas el punto de vista de Siloé. Ti Deciamos antes que entre las dos intuiciones pre- cedentes, habiamos vacilado durante un buen tiempo, buscando aun por el camino de la conciliacion la re- uni6n, en un mismo esquema, de las ventajas de cada una de las des doctrinas. Finalmente nos satisfizo ese ideal ecléctico. No obstante, puesto que nuestra tarea consiste en estudiar en nosotros mismos las reacciones intvitivas tomadas de las intuiciones prin- 1 Cl. Bergson, Easeyo sobre for dat P82, inmediatos de tm conciencin, 29 —————— cipales, debemos hacer al lector la confesién deta llada de nuestro fracaso. Habriamos querido, en principio, dar una dimen- sién al instante, transformarlo en una especie de ato- mo temporal que retendria en si mismo una cierta du- racién. Nos dijimos entonces que un acontecimiento aislado debia tener una historia corta y légica respec- to de si mismo, en lo absoluto de su evolucién interna. Comprendimos que su comienzo podia depender de un accidente de origen externo; pero para brillar, de- clinar y por ultimo morir, reclamamos que sea con- cedida al ser, por aislado que estuviera, su parte de tiempo. Aceptibamos que el ideal de la vida sea la vida ardiente de lo efimero, pero desde la aurora al vuelo nupcial exigimos para lo efimero su tesoro de vida intima, La duracién debia ser siempre una rique- za profunda ¢ inmediata del ser. Tal nuestra primera posicién en lo concerniente al instanfe que hubiera sido entonces un pequefio fragmento del discontinto bergsoniano. Veamos lo que tomamos acto seguido al tiempo rupneliano. Imaginabamos que los tomos tempora- les no podian tocarse o, mas bien, que no podian fun- dirse uno en el otro. Lo que impediria siempre esta fusion, es la imprescriptible novedad de los instantes cuya doctrina del accidente en Siloé nos habia con- vencido. En una doctrina de la sustancia, que no esté por otra parte lejos de ser tautoldgica, se pasara con facilidad de un instante al otro las calidades y los recuerdos; no se lograra nunca que lo permanente ex- plique el devenir. Si por lo tanto la novedad es esen- cial al devenir, llevamos todas las de ganar si pone- 30 I \ \ mos esta novedad a la cuenta del Tiempo mismo: no. es el ser el que es nuevo en un tiempo uniforme, sino el instante que, renovandose, devuelve el ser a la li- bertad o a la suerte inicial del devenir. Ademas por su ataque, el instante se impone de un golpe por com- pleto: es el factor de la sintesis del ser. En esta teo- ria, el instante conserva ineludiblemente su indivi- dualidad. En cuanto a saber si los atomos temporales. se tocaban o si se hallaban separados por una nada, este problema nos parecia secundario. O quiza, por el hecho de cue aceptabamos la constitucién de ato- mos tempora.es, a los que debimos pensarlos aisla~ damente y en relacion a la claridad metafisica de la intuicién, advertimos gue era necesatio un vacio — que de hechc exista o no— para imaginar correcta- mente el atomo temporal. Nos’parecio pues favorable ‘condensar el ‘iempo en torno al niicleo de accién don- de el ser se reencontraria en parte. aprovechando al maximo en e. misterio de la Siloé cuanto hace falta de invencion y de energia para devenir y progresar. Finalmente, aproximando las dos doctrinas llega- bamos a un Lergsonismo parcelado, a un impulso vi- tal que se quebraba en impulsiones, a un pluralismo temporal que, al aceptar duraciones diversas, tiempos individuales, parecia presentarnos medios de andlis tan flexibles como ricos, Pero es muy raro que las intuiciones metafisicas fundadas en un ideal ecléctico tengan una fuerza du- rable, Una intuicién fecunda debe pasar, primero, la prueba de su unidad. No tardamos en percibir qué, mediante nuestra conciliacion, habiamos congregado las dificultades de las dos doctrinas. Era preciso ele- is 31 git, no al final de nuestros desarrollos, sino en la base misma de las intuiciones, Ahora vamos a explicar como hemos pasado de la atomizacién del tiempo donde nos habiamos deteni- do, a la aritmetizacién temporal absoluta tal como la afirma sin claudicacién Roupnel En primer lugar, lo que nos habia seducido, lo que nos habia hecho avanzar en la impasse donde nos de- batiamos, era una falsa concepcién del orden de las entidades metafisicas: manteniendo el contacto con la tesis bergsoniana, gueriamos introducir la dura- cién en el espacio mismo del tiempo. Reconozcémos- lo: s6lo se trataba de un postulado. No podemos juz~ gar su valor sino en funcién de la clazidad del aleance de la construccién que ese postulado favorece. Pero seguimos teniendo el derecho a priori de partir de un postulado distinto y de intentar una nueva construc- cién en donde la duracién resulte deducida y no pos- tulada. Sin embargo esta consideracién a priori no habria bastado para que reencontremos la intuicion de Roup- nel. En efecto, quedaban en favor de la concepcién de la duracién bergsoniana todas las pruebas que Bergson habia acumulado sobre la objetividad de la duracién. Sin duda, Bergson nos pedia que sintiéra- mos la duracién en nosotros, en una experiencia in- tima y personal. Pero no terminaba alli: nos probaba objetivamente que dependiamos de un solo impulso, arrastrados todos por un mismo oleaje. Si nuestro aburrimiento o nuestra impaciencia alargaba la hota, siel gozo acortaba la jornada, era la vida impersonal, 32 la vida de los otros la que nos devolvia a la justa | apreciacién de la Duracién. Bastaba con colocarnos delante de una experiencia simple: un terrén de azii- car que se disuelve en un vaso de agua, por ejemplo, para compreader gue a nuestro sentimiento de la du- racién correspondia na duracién objetiva y absoluta. El bergsonismo pretendia de tal modo alcanzar el dominio de la medida, sin descuidar en absoluto la evidencia de la intuicién intima. Tenia lugar en nues- tra alma una comunicacin inmediata con la calidad temporal del ser, con la esencia de su devenir; pero el reino de Ja cantidad del tiempo, por indirectos que sean nuestros medios para estudiarlo, constituia la reserva de la objetividad del devenir, Todo parecia pues salvagtardar la primitivez de la Duracién: la evidencia intuitiva y las pruebas discursivas. Veamos ahora como se enturbia nuestra propia confianza en la tesis bergsoniana La critica einsteniana de la duracién objetiva nos desperté de ruestros stteiios dogmaticos. Enseguida se nos hizo evidente que esta critica destruye lo absoluto de lo que dura, conservando, como hemos de verlo, lo absoluto de lo que es, es de- cit lo absoluto del instante. EI pensamiento de Einstein hiere con la rela- tividad al lapso, a la “longitud” del tiempo. Esta longitud se revela relativa respecto de su método de medida. Se nos dice que luego de un viaje de ida y vuelta por el espacio a bastante velocidad, la tierra habria envejecido algunos siglos en tanto que nues- to reloj s6lo nos indicaria el pasaje de unas cuantas 33 ° i | el instante, bien determinado, sigue siendo, en la doc- t horas. Mucho mas breve seria el viaje necesario para ajustar a nuestra impaciencia el tiempo que Bergson postula como fijo y necesario para que el terrén de aziicar se disuelva en el vaso de agua. Es preciso subrayar de inmediato que tal cosa nada tiene que ver con vanos juegos de calculo. La reélatividad. del_lapso_para_sistemas_en_movi- miento es desde hoy un-dato cientifico, Si se cre- yera tener el derecho de rechazar en ese punto la lec- cién de la ciencia, seria preciso que se nos permita dudar a nuestra vez del concurso de las condiciones fisicas en la experiencia de la disolucién del azticar y de la interferencia efectiva del tiempo con las va- riables experimentales. Por ejemplo, jesta todo el mundo de acuerdo en que dicha experiencia de diso- Tucién pone en juego la temperatura? Y bien, para la ciencia moderna también pone en juego la relatividad del tiempo. No se parcela Ia ciencia, se la acepta por entero. Asi, sibitamente, con la Relatividad, todo cuanto | se telacionaba con las pruebas externas de una Du- | racidn iinica, principio claro de la ordenacién de los \ acontecimientos, era destruido. El metafisico debia replegarse sobre su tiempo local, encerrarse en st propia duracién intima. El mundo no ofrecia —al menos de inmediato— garantia alguna de convergen- cia para nuestras duraciones individuales, vividas en Ja intimidad de la conciencia. Pero he aqui ahora lo que merece ser destacado: trina de Einstein, an_absolufo, Para conferirl valor de absoluto, basta con considerar el instante 34 — Mecesario uni en_su_estado sintético. como un punto-en-el espacio- tiempo-En otras palabras, hay. que tomar al ser como. auna-sintesis-que-se-apoya a la vez si ioy. eLtiempo. Esta en el punto de confluencia del lugar, y del presente: hic ef nunc; no aqui y mafiana, tam- poco alla y hoy, En estas dos dltimas formulas, el punto se dilataria en el eje de las duraciones:o en el eje del espacio; tales formulas, que por un lado es- capan a una sintesis precisa, darian pie a un estudio relativo a la duracién y al espacio. Pero desde que se acepta soldar y fundir los dos adversarios, el ver- bo ser recibe por fin su potencia de absoluto. En este mismo lugar y en este mismo momento, aqui la simultaneidad es clara, evidente, precisa; aqui la sucesién se ordena sin desmayo y sin oscuridad. La pretensién de tomar como algo claro en si la si- multaneidad de dos'elementos localizados en puntos, del espacio ciferentes, es rechazada.en la doctrina de Einstein. Para establecer esa simultaneidad seria )_una_experiencia_en Ja cual pudiéramos asentarnos scbre ef éter {ijo. ET twacase ae Miche son impugna Ta esperanza de“concretar dicha expe- riencia. Tenemos pues que llegar a definir indirecta- mente la simultaneidad en dos lugares diferentes y, consecuentemente, es preciso ajustar la medida de la duracién que separa instantes distintos a esa defini cién siempre relativa de la simultaneidad. No hay concomitancia segura que no sea acompaiiada por una coincidencia. Asi, volvemos de nuestra incursién por el dominio del fenémeno con la conviccién de que la duracién solo se aglomera de una manera ficticia, en una at- 35 mésfera de convenciones y de definiciones previas y que su unidad no resulta de la generalidad y de la pureza de nuestro examen. Por el contrario, el ins- tante se revela susceptible de precision y de objetivi- dad; sentimos en él la marca de la fijeza y de lo absoluto. i Vamos a convertir ahora al instante en el centro de condensacién en torno del cual dispondriamos una duracion que desaparece, justo lo necesario de con- tinuo para producir un atomo de tiempo aislado des- tacandose sobre la nada y para entregar a la Nada sus dos figuras en hueco decepcionantes segiin se mi- re hacia el pasado o hacia el porvenit? Esta fue nuestra dltima tentativa, antes de adop- tar sin compromiso alguno el punto de vista neta- mente contrastado de Roupnel. Expongamos pues la razon que decidié nuestra conversion. Cuando aun teniamos fe en la duracién bergsonia- na y cuando, para estudiarla, nos esforzabamos en depurar y por consecuencia en empobrecer el dato, nuestros esfuerzos chocaban siempre contra el mis~ mo obstaculo: nunca lograbamos vencer el caracter de prodiga heterogeneidad de la duracién. Culpable de tal cosa era naturalmente nuestra ineptitud para meditar, para desprendernos de lo accidental y de la novedad que nos asaltan, Nunca llegabamos a per- dernos fo bastante para reencontrarnos, jamas alean- zabamos a tocar y a seguir ese reguero uniforme don- de la duracién desplegaba una historia sin historias, una incidencia sin incidentes, Habriamos querido un 36 devenir que fuera como un yuelo en un cielo limpido, un vuelo que no desplazara nada, al que nada se le opusiera, impulso en el vacio; en resumen, el devenir en su pureza y en su simplicidad, el devenir en su ! soledad. {Cuantas veces hemos buscado en el deve- nir elementos tan claros y coherentes como los que Spinoza tomaba de su meditacién del ser! Pero frente a la impotencia de encontrar en nos- otros mismos esas grandes lineas unidas, esos gran- des trazos simples mediante los cuales el impulso vi- tal debe representar el devenir, estabamos natural- mente empeiiados en buscar la homogeneidad de la duracidn limitandonos a fragmentos cada vez menos extendidos. A pesar de ello, siempre fracasabamos. jLa duracién no se limitaba a durar, sino que vivia! Por reducido que fuese el fragmento considerado, un examen microscopico bastaba para revelar una mul- liplicidad de acontecimientos: siempre se trataba de bordados, nunea de la tela en bruto; siempre sombras y reflejos sobre el espejo mévil del rio, jamas el olea~ je limpido. La duraciéa, como la substancia, sélo no: depara fantasmas. Duracién y substancia funcionan, una respecto de Ia otra, en una desesperante corre~ lacién, la fabula del tramposo trampeado: el devenir es el fenémeao de la substancia, la substancia es el fenémeno del devenir. iPor qué no aceptar entonces, como metafisica~ mente mas sensato, la igualdad del tiempo y del acci- dente, lo que viene a igitalar el tiempo a st fenémeno? El tiempo solo es perceptible por sus instantes; la du- racién —veremos como— no es sentida sino por me- dio de los instantes, La duracién es un polvo de ins- 37 (antes, mejor, un grupo de puntos que tn Jendmeno de perspectiva solidariza mas 0 menos estrechamen- te.’ Pues es facil advertir que ahora es preciso des- cender hasta los puntos temporales sin dimension in- dividual alguna. La linea que reiine los puntos y que esquematiza la duracién no es sino una funcién pa- noramica y retrospectiva; de ella mostraremos luego su caracter subjetivo indirecto y secundario. Sin pretender desatrollar largamente las eviden- cias psicologicas, indiquemos simplemente agui el ca- racter psicolégico del problema. Sepamos gue la expe- riencia inmediata del tiempo no es la experiencia tan fugaz, tan dificil, tan sabia, de la duracién, sino la experiencia indolente del instante aprehendido siem- pre como inmévil. Todo lo que es simple, todo lo que es fuerte en nosotros, todo cuanto es durable tam- bién, es el don de un instante. ‘Antes de combatir en el terreno mas dificil, seiia- lemos por ejemplo que el recuerdo de la duracién se cuenta entre los recuerdos menos durables. Nos acor~ damos de haber sido, no de haber durado. La lejania en el tiempo deforma la perspectiva de la longitud, pues la duracién depende siempre de un punto de vista. Ademas, jqué es el recuerdo puro de la filoso- fia bergsoniana sino una imagen tomada en su ais- lamiento? Si tuvi¢ramos tiempo para estudiar, en una obra mas larga, el problema de la localizacion tem- poral de los recuerdos, nada nos costaria demostrar Jo mal situados que estan, la manera artificial con que 1 Guyau docin descle un punto de sista, es verdad, més psicol6gico ‘que nosotros: "La idea del tiempo... sa reduce a un efecto de perspec- tha” (ba Gendse de Tides du temps. Préface) 38 encuentran un orden en nuestra historia intima. El bello libro de Halbwachs sobre “el contexto social de Ja memoria’ nos probaria en todas sus paginas que nuestra meditacion no dispone en absoluto de una trama psicoldgica sélida, esqueleto de la duracion muerta, en donde podriamos naturalmente, psicolégi- camente, en la soledad de nuestra propia conciencia, determinar la ubicacién del recuerdo evocado. En el fondo, tenemos necesidad de aprender y reaprender nuestra propia cronologia y, pata ese estudio, recu- rrimos a los cuadros sin6pticos, yerdaderos restime- nes de las coincidencias mas accidentales. Es asi co- mo en los corazones mas sencillos llega a inscribirse la historia de los reyes. Si prestaramos poca atencién ala Historia contemporanea, conoceriamos mal nues- tra propia historia, 0 al menos estaria plagada de anacronismos. Es mediante una eleccién tan insigni- ficante como la de un Presidente de la Republica co- mo localizemos con rapidez y precisién tal recuerdo intimo: jno prueba esto que no hemos conservado la menor huella de Jas duraciones difuntas? La memo- ria guardiana del tiempo no guarda sino el instante; no conserva nada, absolutamente nada, de esa sen- sacién complicada y ficticia que es la duracién. La psicologia de la voluntad y de la atencion —esa voluntad de la inteligencia— nos dispone asimismo a admitir como hipétesis de trabajo la concepeion rupneliana del instante sin duracién, No cabe duda que en dicha psicologia la duracién s6lo podria inter- venir indirectamente; se advierte con bastante facili- dad que ella no es una condicién primordial: con la duracién es posible medir la espera, aunque no la 39 Se as 3 : i atencién misma que recibe todo st valor de intensi- dad en un solo instante. Este problema de la atencién se presento natural- mente en el mismo nivel de las meditaciones que pro- seguiamos sobre la duracién. En efecto, puesto que personalmente no podiamos fijar durante mucho tiem- po nuestra atencién en esa nada irreal que representa el yo despojado, debimos habernos sentido tentados de romper la duracion en el ritmo de nuestros actos de atencién. Y también alli, frente a un minimo de imprevisto, intentando reencontrar el reino de la in- timidad pura y desnuda, nos dimos cuenta de pronto que esa atencién dirigida hacia nosotros deparaba por su propio funcionamiento esas deliciosas y fragi- les novedades de un pensamiento sin historia, un pensamiento sin pensamientos. Este pensamiento en- teramente dirigido sobre el cogito cartesian, no tie~ ne duracién. Su evidencia le viene de su carécter ins- tantaneo; sélo adquiere una conciencia clara de si mismo por el hecho de que esta vacio y es solitario. Espera, pues, en una duracién que no es sino una nada de pensamiento y en consecuencia una nada efectiva, el ataque del mundo. El mundo le propor- ciona un conocimiento, y es aun en un instante fe- cundo en que la conciencia atenta se enriquecera con un conocimiento objetivo. Ademas, puesto que la atencion tiene la necesidad y el poder de rehacerse, permanece entera cada vez que lo hace. También la atencién es una serie de co- mienzos, esta constituida de esos renacimientos del espiritu que tornan a la conciencia cuando el tiempo crea instantes. Aparte de eso, si llevaramos nuestro 40 —~ “cia es el min examen a ese estrecho dominio donde la atencién se convierte en decision, veriamos lo que hay de fulgu- rante en una voluntad en la gue convergen la eviden- cia de los motivos y la alegria del acto, Recién en- tonces podriamos hablar de condiciones propiamente instantaneas. Estas condiciones son rigurosamente preliminares, mejor dicho, pre-iniciales ya que vienen a ser antecedentes de aquello que los geémetras lla- man las condiciones iniciales del movimiento. Por esta raz6n ellas son metalisicamente-y no abstractamente instantaneas, Al contemplar un gato al acecho, se ve- 14 el instante def mal inscribiéndose en Jo real, en tanto que un bergsoniano se pondria siempre a con- siderar la trayectoria del mal, por cefiido que sea el examen que haga de la duraci6n. Sin duda, el salto, al desencadenarse, desarrolla una duracién de acuer- do con las leyes fisicas y fisiologicas, leyes éstas que regulan los conjuntos complejos. Pero hubo antes el proceso complicado del impulso, el instante simple y criminal de la decision. Por lo demas, si dirigimos esa atencion sobre el espectaculo cue nos rodea, si én lugar de ser la aten- cién para el pensamiento intimo, la tomamos como atencién para la vida, advertiremos de inmediato que ella surge siempre de,una coincidencia. La coinciden- mo de novedad necesaria para fijar nuestro espiritu. No podtiamos poner atencién en un ‘proceso de desenvolvimiento en el cual la duracion seria el Ginico principio de ordenacién y de diferen-, ciacién de los acontecimientos. La novedad es condi-') cion para que el pensamiento intervenga, para que la | conciencia se afirme y la vida progrese. Sin embargo. 41 i i en su principio, la novedad es evidentemente siempre instantanea Por fin, lo que Ilevaria a cabo el mejor analisis de la psicologia de la voluntad, de la evidencia y de la atencién, es el punto del espacio-tiempo. Desgracia- damente, para que este analisis resulte claro y pro- batorio, seria preciso que el lenguaje filoséfico, o aun el lenguaje comin haya asimilado las doctrinas de la Relatividad. Desde ya se percibe que tal asimilacion ha comenzado, pero que esta lejos de haber termi nado. Creemos, no obstante, que por esa via llega- remos a concretar la fusion del atomismo espacial y del atomismo temporal. Cuanto mas intima sea la fu- sién, mejor comprendefemos el valor de la tesis de Roupnel. ¥ de esta manera percibiremos con claridad su caracter concreto. El_complejo. espacio-tiempo- conciencia, es el atomismo de triple esencia, es la mé- nada aficmada en su triple soledad, sin comunicacion alguna con las cosas, sin comunicacién con el pasado, sin comunicacién con las almas extranjeras. Pero todas esas presunciones parecerén tanto mas débiles cuanto gue ellas tienen en su contra muchos habitos de pensamiento y de expresion. Por otra par- te, nos damos cuenta que no convenceremos de pri- mera intencién, y que a muchos lectores el terreno psicoldgico puede parecerles poco propicio a tales in- vestigaciones metafisicas. {Qué hemos esperado acumulando todas estas ra- zones? Simplemente mostrar que. si es necesario, aceptariamos el combate en terrenos mas desfavora- bles. Pero la posicién metafisica del problema es en 42 suma mas fuerte, Es alli adonde ahora vamos a diti- git nuestro esfuerzo, Tomemos pues la tesis en toda ‘su nitidez. La intuicién temporal de Roupnel afirma + I* el caracter absolutamente discontinuo del tiem- po; * 2° el carécter absolutamente puntiforme del ins- tante, La tesis ce Roupnel logra pues la aritmetizaci completa y mas franca. del tiempo. La duracién solo es un nimero cuya unidad es el instante Para mas claridad, enunciemos también, como co- rolario, la negacién del caracter realmente temporal © inmediato de la duracién. Roupnel dice que “el Es- pacio y el Tiempo no parecen infinitos sino cuando no existen”.! Bacon ya habia advertido que “nada es mas vasto que las cosas vacias”. F inspirindonos en. estas formulas, podemos decir sin deformar, creemos, [phpeasamierto de Roupnel, que solamente la nada es ontinua, Iv Al escribir lo precedente, sabemos muy bien qué réplica vamos a provocar. Se nos dita que la nada del tiempo es precisamente el intervalo que separa los instantes de verdad marcados por los acontecimien- tos. Se nos concederé, si hace falta, para vencerno: anejor, que los acontecimientos tienen un nacimiento 1 sites, p. 126 | | \ i } instantaneo, que aun si es preciso son instantaneos, pero se exigira un intervalo que tenga una existencia real para distinguir los instantes. Se querra hacernos decir que ese intervalo es verdaderamente el tiempo, cién, esta obligado a decir: largamente, durante, mientras tanto. La duracién estd en la gramatica, tanto en la morfologia como en Ja sintaxis. Si, las palabras preceden el pensamiento, estan an- el tiempo vacio, el tiempo sin acontecimientos, el tiempo que dura, la duracién que se prolonga, que se mide. Pero nos obstinaremos en afirmar que el tiem- po no es nada si no pasa nada en él, que la Eter- nidad carece de sentido antes de la creacién; que la nada no se mide, que no podria tener dimensién, Nues del tiempo totalmente aritmet zada se opone a una tesis comiin, pudiendo, pues, chocar con las ideas comunes, pero conviene que nuestra intuicién sea juzgada por ella misma; puede tes que nuestro esfuerzo por renovar un pensamien- to. Hay que emplearlas tales como estan. ;Pero la funci6n del filésofo no es acaso la de deformar bas- tante el sentido de las palabras para extraer lo abs tracto de Io concreto, para permitir al pensamiento evadirse de las cosas? ;No debe, como el poeta, “dar un sentido mas puro a las palabras de la tribu"’? (Ma- llarmé). Y si reflexionamos en el hecho que todas las f palabras que traducen los caracteres temporales es. | tn implicadas en las metaforas puesto que toman | parecer pobre aunque debe reconocerse que hasta una parte de sus raices de sus aspectos espaciales, se / /* aqui ella es, en sus desarrollos, coherente consigo advertira que no estariamos desarmados en el terreno misma. polémico, eximiéndosenos sin duda de aquella acu- Si por otra parte aportamos un principio que ins- sacion de manejarnos en un circulo vicioso verbal tituye un sucedaneo de la medida del tiempo, enton- El problena de Ja medida queda sin embargo en ces habremos frangueado un recodo, el iiltimo sin du- pie; es alli donde evidentemente la critica debe pa- da en donde nos espera la critica. recer efectiva: puesto que la duracién se mide, ella Formulemos esta critica lo mas brutalmente po- tiene una dimension y ostenta por lo tanto el signo sible, claro de su :ealidad. En su tesis, se nos dira, usted no puede aceptar ‘Veamos pues si este signo es verdaderamente in- una medida del tiempo asi como tampoco una division mediato. Intentemos mostrar de qué manera, a nues- del tiempo en partes alicuotas;y sin embargo, usted tro juicio, deberia formularse la apreciacion de la du- afirma como lo hace todo el mundo que la hora dura | racién en la intuicién rupneliana sesenta minutos, que el minuto vale sesenta segundos, Usted no puede hablar sin emplear todos los adver- bios, todas las palabras que evocan lo que dura, lof gue pasa, lo que se espera. En su misma investiga- si iQué es lo que da al tiempo su apariencia de con- tinuidad? Es el hecho por el cual podemos, parece, al imponer un corte alli donde queremos, designar un 44 45 “ge | | r fenémeno que ilustra el instante azbitrariamente de- signado. Asi, estariamos seguros que nuestro acto de conocimiento se halla librado a una libertad de exa- men total. Es decir que pretendemos ubicar nuestros actos de libertad en una linea continua puesto que en cualquier momento podemos experimentar la efi- cacia de nuestros actos. Estamos seguros de todo eso, pero solo de eso. Vamos a expresar el mismo pensamiento en un lenguaje algo diferente que, ademas, deba parecer a primera vista el equivalente de la primera expresion. Diremos que: podemos experimentar a eficacia de nuestros actos cuantas: veces lo queramos. Aqui surge una objecién. jLa primera manera de expresarnos no supone acaso la continuidad de nue: tro ser, y no es esta continuidad supuesta como si ca- yera de su peso la que ponemos a la cuenta de la n? {Pero qué garantia tenemos pues de la continuidad atribuida de tal modo a nosotros mis- mos? Bastaria que el ritmo de nuestro ser deshilva- nado corresponda a un ritmo del Cosmos para que nuestro examen acertara a cada paso; 0 mas simple- mente, para probar lo arbitrario de nuestro corte, se- ria suficiente que nuestra ocasién de accién intima corresponda a una ocasién del universo; en resumen: | que una coincidencia se afirme sobre un punto del | espacio-tiempo-conciencia. Desde ese momento, y es nuestro argumento mas importante, fodas las veces nos parece, en la tesis del tiempo discontinuo, el exac- to sinénimo de la palabra siempre tomada de la tesi del tiempo continuo. Si se nos permite esta analogia, 46 todo el lenguaje de lo continuo nos seré dado me- diante el uso de esta clave. Por otra parte, la vida pone a nuestra disposicion una riqueza tan prodigiosa de instantes que, frente a la cantidad que tomamos, parece muy indefinida. Nos damos cuenta que podriamos consumir mas, de ahi la creencia de que podriamos consumir a discre- cién. Ahi reside nuestra impresién de continuidad in- tima. Una vez comprendida la importancia de una concomitancia que se expresa por un acuerdo de los instantes, la jnterpretacin del sincronismo se vuelve evidente en la hipétesis de lo discontinuo rupneliano: también alli debe establecerse un paralelismo entre las intuiciones de Bergson y las de Roupnel: Dos fenémenos son sincrénicos, dira el filésofo Ven si estén siempre de acuerdo. Se trata de adecuar los devenires a las acciones, y éstas a layuéllas. EI filésofo rupneliano dira: Dos fenomenos son sincrénicos si toda vez que el primero esta presente, el segundo lo esta igualmente. Se trata de hacer coin cidir recomienzos y acciones. ¢Cual es la formula mas prudente? Decir, con Bergson, que el sincronismo correspon- de a dos desenvolvimientos paralelos, es ir um poco mas alla de las pruebas objetivas, es agrandar el do- minio de nuestra verificacién. Rechazamos esa extra- polacion metafisica que afirma un continuo en si, en tanto estamos siempre frente a lo discontinuo de nuestra experiencia, E] sincronismo surge pues de una \Aumeracién concordante de los instantes eficaces, no 47 | aparece nunca como una medida en cierto sentido | geométrica de una duracion continua. Es muy probable que se nos detenga en ese punto con la siguiente objecién: admitiendo también que el fenémeno de conjunto sea susceptible de un examen acerca del exacto esquema temporal del enfoque ci- nematografico, no se puede ignorar, se nos dir, que una division del tiempo resulta de hecho siempre po- sible, siempre deseable atin si se quiere seguir el des- arrollo del fenémeno en cada una de sus sinuosida~ des; y entonces se nos citara a una super filmadora que describe el devenir cada diez milésimas de se- gundo. {Qué nos impedira entonces dividir el tiempo? La razén por la cual nuestros adversazios postulan una division sin término, es que proyectan invariable- mente sn analisis a nivel de una vida de conjunto, resumida en la curva del impulso vital. Puesto que vivimos una duracién que parece continua en un exa- men macrosc6pico, estamos obligados, para el exa- men de los detalles, a apreciar la duracién en frac- ciones siempre mas pequenas de las unidades que elegimos. El problema cambiaria de sentido si considerara- mos la construccién real del tiempo a partir de los instantes, en lugar de su divisién siempre facticia a | partir de la duracién. Veriamos entonces que el tiem- po se multiplica sobre la base del esquema de las co- rrespondencias numéricas, lejos de dividirse sobre la del esquema del seccionamiento de un continuo. 43 El vocablo fraccién es ademas ambigiio. En nues. tra opinion, habria que evocar aqui la teoria de Ja fraccién tal como Couturat la habia resumido. Una fraccién es el agrupamiento de dos ntimeros enteros, en donde el denominador no divide verdaderamente al numerador. Entre los partidatios de lo continuo temporal y nosotros, acerca de este aspecto aritmé! co del problema, la diferencia es la siguiente: nues- tros adversarios parten del numerador al que toman como una cantidad homogénea y continua —y sobre todo como una cantidad conocida inmediatamente— para las necesidades del andlisis; dividen este dato por el denominador que queda librado asi a Jo arbi- trario del examen, tanto mas arbitrario cuanto mas fino es el examen; nuestros adversarios podrian asi- mismo temer “‘disolver” la duracién si Ilevaran el analisis infinitesimal demasiado lejos. Por el contrario, nosotros partimos del denomina~ dor gue presenta el signo de la riqueza de instante del fendmeno, base de Ja comparacién; éste nos es conocido naturalmente con la, mayor justeza. No pretendemos, en efecto, que seria absurdo te- ‘ner menos precision en el instrumento de medida que en el fenémeno que sirve para medir. Apoyandonos en esta base, nos preguntamos entonces cuantas ve- ‘ces corresponde a ese fenémeno precisamente escan- dido una actualizacién de un fenémeno mas pere- 2080; los logros del sincronismo nos dan, en fin, el numerador de la fraccién. Las dos fracciones asi constituidas pueden tener 49 1 | : el mismo valor. No estén construidas de la misma manera, Por cierto, entendemos la abyeccién tacita: jno falta, para fijar Ja cuenta de los logros, que un di- rector de orguesta Weve una medida por afuera y por encima de los dos ritmos comparados? En otras palabras no es de temer, se nos dird, que vuestro anilisis utilice técitamente el término durante que no habéis pronunciado? Toda Ia dificultad de la tesis rupneliana estriba en efecto, en evitar las palabras tomadas a la psicologia usual de la duracién. Una vez mas empero, si uno quiere ejercitarse en medi- tar yendo del fenémeno rico en instantes al fend- meno pobre en instantes —del denominador al nu- merador— y no a la inversa, se advertira que es posible eximirse, no solamente de las palabras que establecen la idea de duracién, lo que no seria mas que tn logro verbal, sino principalmente de la idea misma de duracién, Jo que prueba que en ese domi- nio donde reinaba como duefia, slo podria ser uti- lizada como sirvienta. Demos, para mayor claridad, un esquema de la co- rrespondencia; luego, efectuemos en ese esquema las dos lecturas, la que esta en lenguaje de duracion y la que esta en lenguaje de instantes, sia abandonar en esta doble lectura la tesis rapneliana. Supongamos que el fenémeno miacroscépico esté representado por la primera linea de puntos: 1 Ponemos estos puntos sin preocuparnos por ef in- tervalo entre ellos puesto que para nosotros no es 50 alli en donde Ia duracién adquiere su sentido, 0 su esquema, ya que el intervalo continuo es a nues-) tro juicio la nada y ésta no tiene desde Iiego mas llongitud” que duracién ; Supongamos que el fenémeno mas finamente es- candido esté representado, siempre con las mismas reservas, por la segunda linea de puntos. 2 Acerquemos los dos esquemas Si leemos ahora a la manera de los partidarios de lo continuo, de arriba a abajo —lectura rupneliana in embargo— diremos que mientras que el fendme- no 1 se produce una vez, el fenémeno 2 se produce tres veces. Recurriremos a una duracién que domine Jas series, duzacién en donde nuestro vocablo “mien- tras" adquiere su sentido, y que se esclareceré en Joe dominios cada vez mas netos, tales como los del minuto, la hora, el dia ‘Si por el contrario leemos el sincronismo como lo hacen los partidarios absolutos de lo discoritinuo, de abajo a arriba, diremos, que.una vez cada tres, a los fenomenos que se manifiestan con mucha frecuen- cia (fenémenos que estan muy cerca del tiempo real) corresponde un fenémeno de tiempo macroscépico. En el fondo las dos lecturas son equivalentes, pe- ro Ja primera esta demasiado Iena de imagenes; la segunda concuerda mas con él texto primitivo. Precisemos nuestro pe ra, En la orquesta del Mundo, es cierto que hay (cama gue a menudo se callan, pero es falso jue siempre kay un instrumento que suena, El mun- amiento con una metafo- (!)"'” 51 do esta regulado segtin una medida musical impues- jta por la cadencia de los instantes. Si pudi¢ramos ‘oir todos los instantes de la realidad, comprenderi mos que no es la corchea la que esta hecha de pe- dazos de una blanca, sino la blanca que repite la corchea. Es de esta repeticién de donde nace la im- presion de continuidad. Desde ese momento, se comprende que la riqueza relativa en instantes nos prepara una especie de me- dida relativa del tiempo. Para poder efectuar la cuenta exacta de nuestra fortuna temporal, medir en suma todo lo que se repite en nosotros mismos, se- ria necesario vivir en verdad todos los instantes del Tiempo. Es en esta totalidad donde obtendriamos el verdadero despliegue del tiempo discontinuo, en tanto que en la monotonia de la repeticion reencon- trariamos la impresin de la duracién vacia y en con- secuencia pura. Fundado en una comparacién nu- mérica con la totalidad de los instantes, el concepto de riqueza temporal de una vida o de un fenémeno particulares adquiriria entonces un sentido absoluto, segtin la manera c6mo esta riqueza sea utilizada, 0 mas bien, segin la manera como ella malogra su rea- lizacién. Pero esta base absoluta no es negada: con- tentémonos con balances relativos. Ya estamos cerca de una concepcién de la dura- cién-riqueza que debe brindar los mismos servicios que la duracién-extension. Advertiremos que esta concepeién de cuenta, no sélo de los hechos, sino so- bre todo de las ilusiones, lo cual, psicolégicamente hablando, es de una importancia decisiva, pues la vida del espiritu es ilusién antes de ser pensamiento. 52 L Comprenderemos también que nuestras. ilusiones constantes, reencontradas sin cesar, no son ya mas Ja ilusion pura y que al meditar nuestro error nos acercamos a la verdad. La Fontaine tiene razon cuando habla de las ilusiones “que no nos engafian nunca aunque nos mienten siempre”. El duro rigor de los metafisicos sabios puede en- tonces aflojarse, y nosotros volvemos a las orillas de Silo donde se reconcilian, complementandose, el es- piritu y el co:az6n, Lo que forma el caracter afectivo de la duracisn, la alegria o el dolor de ser, es la proporcién o la desproporcién ‘de las horas de vida utilizadas como hora de pensamiento 0 como hora de simpatia. La materia desdefia ser, la vida desdenia vivir, el corazén desdefia amar. Durmiendo es como perdemos el Paraiso. Sigamos asimignio la perspec- tiva de nuestra pereza: el atomo irradia y existe con frecuencia, utiliza un gran ndmero de instantes, pero no todos. La célula viviente, mas avara respecto de sus esfuerzos, sélo utiliza la fraccién de posibilida- des temporalzs que le depara el conjunto de atomos que la constituyen, En cuanto al pensamiento, éste utiliza la vida bajo forma de relimpagos irregulares. A través de estos tres filtros muy poces instantes Ile-| gan a la conciencia, Es entonces cuando, mientras vamos a la bisqueda de los instantes perdidos, sentimos un sordo sufri- miento, Recordamos aquellas horas ricas que se in- crustan en el sonar de las campanas de Pascua, de esas campanas de la resurreccién cuyos golpes no se cuentan porque lo que cuenta es cada uno de ellos, porque cada uno tiene un eco en nuestra alma des- 53 pierta. Y este recuerdo de alegria se transforma en un remordimiento cuando ‘comparamos a esas horas de vida total las horas intelectualmente lentas por- que son relativamente pobres, las horas muertas por- que estan vacias —vacias de designio, como decia Carlyle hablando del fondo de su tristeza—, las ho- ras hostiles interminables, ya que no dan nada. Y sofiamos con una hora divina que ofreceria todo No la hora plena, sino la hora completa. La hora en donde todos los instantes del tiempo serian utiliza- dos por la materia, la hora en la cual todos los ins tantes realizados en la materia serian utilizados por la vida, la hora en la que todos los instantes vivientes serian sentidos, amados, pensados. La hora, en con- secuencia, donde la relatividad de la conciencia des- apareceria, puesto que la conciencia seria la exacta medida del tiempo completo. | _ Finalmente, el tempo objetivo es el tiempo maxi- | mo: el que contiene todos los instantes. Esta hecho \del conjunto denso de los actos del Creador. Vv Nos faltaria ahora dar cuenta del caracter vecto- rial de la duracién, indicar lo que constituye la direc- | ciéi del tiempo, en qué una perspectiva de instantes desaparécidos puede ser Hamada pasado, en qué una perspectiva de espera puede Ilamarse porvenir. Si en verdad hemos podido hacer comprender la significacion primordial de la intuicion propuesta por nel, debera admitirse que el pasado y el por 54 : venir —como la duracién— corresponden a impre- siones esencialmente secundarias e indirectas. Pasa- do y porvenir no afectan a la esencia del ser y aun menos a Ja esencia primera del Tiempo. Para Roup- nel, repitamoslo, el Tiempo es el instante, este ins- tante presente que asume toda la carga temporal. El pasado esta tan vacio como el porvenir. El_porvenir esta tan muerto como el pasado. No hay una dura- cién en el seno del instante; éste no alimenta una fuer- za en un sentido o en otro. No tiene dos caras: es en- tero y solitario. Por mas que se medite acerca de la esencia, no se encontrara en el instante la raiz de una dualidad su‘iciente y necesaria para pensar una di- reecion, Por otra parte. cuando uno quiere, bajo la inspi racién de Reupnel, entregarse a la meditacién del In tante, se advierte que ul presente no pasa, ya que no se abandona un instante sino para reencontrar otro; la’ conciencia es conciencia del instante y la concien- cia del instante es conciencia: dos formulas tan veci- nas que nos ponen frente a-la mas préxima de las reciprocas y afirman una asimilacién de la conciencia pura y de la realidad temporal. Una vez que la con- ciencia ha sido englobada en una meditacién solit2- tia, adguiere la inmovilidad del instante aislado. Tomado en el aislamiento del instante, el tiempo puede admitir una homogeneidad pobre pero pura. Ademis esta homogeneidad del instante no prueba nada contra la anisotropia que resulta de las agrupa- ciones que periniten recobrar la individualidad de las duraciones perfectamente subrayadas por Bergson. Dicho de otra manera, puesto que no hay nada en el 55 i i 4 instante mismo que nos permita postular una dura- cin, puesto que no hay tampoco nada que pueda dar enseguida razén alguna de nuestra experiencia, aun- gue sea real, asi como de lo que llamamos pasado y porvenir, es necesario que tratemos de construir la perspectiva de instantes que designa por si misma el pasado y el porvenir. No obstante al escuchar Ja sinfonia de los instan- tes, se sienten frases que mueren, frases que caen y que son Ilevadas hacia el pasado. Pero esta huida hacia el pasado, por el hecho mismo de que ella es una apariencia secundaria, resulta completamente re- lativa. Un ritmo se extingue en relacién a otra parti- tura de la sinfonia que contintia. Mediante el siguien- te esquema podriamos representar bastante bien esa declinacién: El tres por cinco deviene dos por cinco, después uno por cinco, luego aparece el silencio de un ser que nos abandona en tanto que alrededor el mundo sigue resonando, Con este esquema, es facil comprender lo que hay alli a la vez de potencial y de relativo en eso que lla~ mamos, sin haber precisado los limites, la hora pre- sente. Un ritmo que contintia sin cambiar es un pre- sente que tiene una duracién; este presente que dura esta hecho de miltiples instantes que desde un pun- to de vista particular tienen asegurada una perfecta monotonia. Es con tales monotonias que estan hechos 56 Jos sentimientos durables que determinan la indivi- dualidad de un alma particular, La unificacion puede ademas establecerse en medio de circunstancias muy diversas. Para quien sigue amando, un amor difunto es a la vez presente y pasado; es presente para el co- raz6n fiel; para el coraz6n desdichado es pasado. Es pues sufrimiento y consuelo para el corazén que acep- ta al mismo tiempo el sufrimiento y el recuerdo. Es lo mismo que decir que un amor permanente, signo de un alma durable, es otra cosa que stfrimiento y feli- cidad, y también que un sentimiento que dura, al trascender la contradicci6n afectiva, adguiere un sen- tido metafisico. Un alma amante experimenta verda- deramente la solidaridad de los instantes repetidos. con regularidad. Reciprocamente un ritmo uniforme de instantes es una forma a priori de la simpatia. Un esquema conteario al priuier esquema nos mos- traria un ritmo que nace y nos daria los elementos de la medida relativa de su progreso. El oido musical oye el destino de la melodia y sabe cémo concluira la frase comenzada. Nosotros pre-oimos el porvenir del sonido del mismo modo que prevemos el porvenit de una trayectoria. Nos tendemos con todas nuestras fuerzas hacia el porvenir inmediato: esta tensién ori gina nuestra duracion actual. Tal como Io dijo Gu- yau, es nuestra intencién la que ordena verdadera- mente el porvenir como una perspectiva cuyo centro de proyeccién somos nosotros. “Hay que desear, hay que querer, hay que extender la mano y andar para crear el porvenir. El porvenir no es eso que viene ha- cia nosotros. sino aquello hacia lo que nosotros va- 57 mos”. El sentido y el aleance del porvenir estan ins- critos en el presente. De tal modo, construimos tanto en el tiempo como en el espacio. Hay aqui una persistencia metaforica que sera preciso esclarecer. Reconoceremos entonces que el recuerdo del pasado y la prevision del porve- nir se fundan en habitos. Y como el pasado no es sino un recuerdo y el porvenir una previsién, pode- mos afirmar que pasado y porvenir no son otra cosa que habitos. Por otra parte estos habitos estan lejos cle ser inmediatos y precoces. Finalmente digamos que los caracteres que nos muestran al Tiempo como algo que dura, tales aquellos que hacen que el Tiem- po se delinee siguiendo las perspectivas del pasado y del porvenir, no son, en nuestra opinién, propieda- des de primer orden. La filosofia debe reconstruiclos apoyandose en la tinica realidad temporal inmediata- mente dada al Pensamiento: la realidad del Instante. Veremos que sobre este punto se condensan todas las dificultades de Siloé. Pero estas dificultades pue- den provenir de las ideas preconcebidas del lector. Si sostuviéramos bien fuerte los dos extremos de la cadena que vamos a fijar, comprenderemos mejor mas adelante el encadenamiento de los argumentos. He aqui pues nuestras dos conclusiones en aparien- cia contradictorias que tendremos que conciliar: I" La duracion no tiene una fuerza directa; el tiem- po real no existe verdaderamente sino por el instante aislado, se halla entero en lo actual, en el acto, en el presente. 1 Guyau, La gondse de Pidée du tems, p. 33. 58 2° No cbstante el ser es un lugar de resonancia para los ritmos de los instantes y, como tal, podria decirse que tiene un pasado asi como se dice que un eco tiene una voz. Pero ese pasado no es otra cosa que un habito presente y este estado presente del pasado es también una metafora. En efecto, para nosotros el habito no esta inscrito en una materia, en un espa- cio, Sélo puede tratarse de un habito sonoro que si gue siendo, creemos, esencialmente relativo. El ha bito que, a nuestro juicio, es pensamiento resulta de- masiado aéreo para grabarse, demasiado inmaterial para dormir en Ja materia. Es un juego que contintia, una frase musical que debe volver porque forma par- te de una sinfonia en la que desempeiia un papel. Sera al meaos de este modo como intentaremos aso- ciar, mediante el habito, el pasado y el porvenir Naturalmente, por el lado del porvenir, el ritmo es menos solido. Entre las dos nadas: ayer y maiiana, no hay simetria alguna. El porvenir no es mas que un preludio, una frase musical que llega y se extasia. Una sola frase. E] Mundo no se prolonga sino me- diante una preparacién muy corta. En la sinfonia que se crea, el porvenir sélo esta asegurado por algu- nas medidas, Desde el punto de vista humano, la falta de sime- tria entre el pasado y el porvenir es radical. El pa- sado es en nosotros una voz que ha reencontrado un eco. Damos asi una fuerza a fo que no es mas que una forma, mejor dicho, damos una forma tinica a la plu- ralidad de las formas. Gracias a esta sintesis, el pa sado adquiere el peso de la realidad Pero el forvenir, por tenso que sea nuestro deseo, 59 Las es una perspectiva sin profundidad. No tiene, en ver dad, ningtin vinculo sdlido con lo real. Por esta ra- 26n decimos que el porvenir esta en el seno de Dios. Todo esta podra quizas aclararse si logramos resut- mir el segundo tema de la filosofia rupneliana. Ha- blaremos del habito, al que Roupnel estudia en pri mer lugar. Si hemos trastrocado el orden de nuestras observaciones, se debe a que la negacién absoluta de la realidad del pasado es el postulado temible gue en. principio hay que admitir para juzgar bien la dificul- tad que existe al tratar de asimilarlo a las ideas co- rrientes sobre el habito. Resumiendo, en el capitulo siguiente nos hemos de preguntar cémo es posible conciliar la psicologia usual del habito con tna tesis que niegue al pasado una accién directa ¢ inmediata sobre el insfante presente, VI Sin embargo, antes de iniciar este capitulo, podsia- mos, en la medida que tal fuera nuestro objeto, bus- car en el dominio de la ciencia contemporénea algu- nas razones que fortificaran la intuicion del tiempo discontinuo, Roupnel no dejé de tender un puente en- tre su tesis y la descripcién moderna de los fenome- nos de radiacion en la hipétesis de los quanta." En el fondo, la contabilidad de la energia alémica se realiza empleando la aritmética mas bien que la 1 CL, Sifeg, p. 121. 60 geometria, Esta contabilidad se expresa con frecuen- cias mas que con duraciones y la manera de contar en “cuantas veces” substituye poco a poco a la que emplea “cuanto tiempo”, Ademés en el momento en que Roupnel escribia, casi no podia prever toda la amplitud que iban a to. mar las tesis de la discontinuidad temporal, tales co- mo fueron presentadas al Congreso del Instituto Sol- vay en 1927. Al leer asimismo los trabajos modernos sobre las estadisticas atémicas, advertimos que se vacila en fijar el elemento fundamental de esas esta- disticas. {Qué se debe enumerar: electrones, quanta, grupos de energia? Donde poner la raiz de la indi- vidualidad? No es nada absurdo Ilegarse hasta una realidad temporal también ella para encontrar el ele. mento movilizado por el azar. Desde ese momento, se torna concebible una cancepcién estadistica de. los instantes fecundos, tomados cada uno en su aisla- miento y ea su independencia. Habria igualmente que efectuar interesantes apro- ximaciones entre el problema de la existencia positiva del atomo y su manifestacién siempre instanténea, Desde distintos puntos de vista, podrian interpretar ‘se_bastante_bien_los_problemas_de-la—radiacién—di- ciendlo que el étomo solo existe en el momento en que ¢cambia. Si afiadimos a esto que el cambio se efectia bruscamente, debemos admitir que todo lo real se condensa en el instante; tendria que hacerse la cuen- ta de su energia valiéndose de los impulsos, no de las velocidades. Por el contrario, si se mostrara la importancia del instante en el acontecimiento, se pondria en evidencia 61 todo lo que hay de débil en la objecién, esqrimida si cesar, del cardcter supuestamente real del “intervalo que separa dos instantes. Para las concepciones esta- disticas del tiempo, el intervalo entre dos instantes no es sino un intervalo de probabilidad: cuanto mas su nada se extiende mayor es la posibilidad de que un instante venga a ponerle fin. La acentuacién de esta posibilidad es la que da la medida de su dimension. La duracién vacia, la duracién pura sélo tiene enton. ces una dimensién probable.\El Atomo, desde que cesa de_izradiar,_pasa.a_tener_una existencia energética virtual; ya no consume nada mas, la velocidad de sus clectrones no usa ninguna energia; tampoco econo- miza, en ese estado virtual, esa potencia que podria liberar luego de un largo reposo. No es sino un ju- guete abandonado; menos atin, sélo es una regla de juego completamente formal que organiza simples posibilidades. La existencia volvera al atomo, con la suerte. En otras palabras, el atomo recibir el don de un instante fecundo peto lo recibira por azar, co- mo una novedad esencial, segiin las leyes del célculo de probabilidades, porque, tarde 0 temprano, es ne- cesario que todas las partes del Universo tengan su parte de Ja realidad temporal, porque lo posible es una tentacién que lo real termina siempre por aceptar. Por otra parte, el azar obliga sin crear un lazo con una necesidad absoluta. Se comprende entonces que el tiempo, que no detenta verdaderamente accion real alguna pueda dar la ilusion de una accién fatal Si en varias ocasiones un atomo ha quedado inactive en tanto que los atomos vecinos irradiaron, el momen. to de actuar es cada vez mas probable para ese ato- 62 mo por largo tiempo adormecido y aislado. Bl reposo aumenta la probabilidad de la accién, aunque no pre- para realmente la accién. La duracién no actéia “a la manera de una causa”,'sino que actia a la mancra de probabilidad. También aqui el principio de causali- dad se expresa mejor en el lenguaje de la numeracién de los actos que en el lenguaje de la geometria de las acciones que daran. “—Sin embargo, todas estas pruebas cientificas estiin fuera de nuestra indagacién presente. Si las desarro- llaramos, apartariamos al lector del fin perseguido. En efecto, sélo queremos aqui emprender un trabajo de liberacin por la intuicién. Como la intuicién de lo continuo nos oprime a menudo, resulta sin duda Stil interpretar las cosas con la intuicién inversa. Piénsese lo que se piense de la fuerza de nuestras demostraciones, no hay que desconocer el interés en multiplicar las intuiciones diferentes, cosa que esta en la base de la filosofia y de la ciencia. A nosotros mismos nos sorprendis, leyendo el libro de.Roupnel, Ja leccién de independencia intuitiva que recibimos al desarrollar una intuicién dificil. Mediante la dialéc- tica de las intuiciones lograremos servirnos de las in- tuiciones sin correr el riesgo de que tal cosa nos en- ceguezca. Considerada en su aspecto filosdfico, la intuicién de lo discontinuo ayuda al lector que quiere seguir, en los diversos dominios de las ciencias fisi cas, la introduccion de las tesis de Ja discontinuidad. 4 Bergson, Exsayo sobre lor datos inmedtintos de 1a concienela, p, 147. 63 ; El tiempo es lo mas dificil de pensar como algo dis- continuo. La meditacién de esta discontinuidad tem- poral concretada por el Instante aislado nos abrir pues los caminos mas directos para establecer una | pedagogia de lo discontinuo. 64 Capiruto IL EL PROBLEMA DEL HABITO Y EL TIEMPO DISCONTINUO. Cada alma es una melodia ate debemes Heanutar. MaLLARRRE A primera vista, tal como lo indicamos, el proble- ma del habito parece insoluble a partir de la tesis temporal que acabamos de desarroller. En efecto, habiamos negado la persistencia real del pasado; de~ mostramos que el pasado estaba muerto del todo cuando el instante nuevo afirmaba lo real. Pero su cede que en conformidad con Ia idea que uno tiene generalmente del habito, nos veremos constreiiidos a restituir al habito —ese legado de un pasado di- funto— la fuerza que da al ser una figura estable bajo el devenir en. movimiento, Podemos pues temer que estemos en una impasse. Vamos a ver cémo po- dremos reencontrar los grandes caminos de las intui- Giones filoséficas fecundas, si seguimos con confianza a Roupnel en este dificil terreno. El mismo Roupnel indica el cardcter de su tarea: “Ahora hay que conferir al dtomo las realidades que le hemos arrebatado al Espacio y al Tiempo, y sacar partido de los despojos arrancados a esos dos solita- ios expoliadores del Templo”.' Pasa que, en efecto el ataque dirigido contra Ja realidad atribuida al os. 1 Sitos, p. 127, i 67 He pacio continuo no es menos vivo que el ataque con- tra la realidad atribuida a la duracién, tomada como un continuo inmediato, que hemos presentado. Para Roupnel, el Atomo tiene propiedades espaciales de la misma manera y tan indirectamente como tiene pro- piedades quimicas. En otras palabras, el atomo no se substantifica tomando un- trozo de espacio, lo que vendria a ser la armaz6n de lo real; lo que hace es exponerse en el espacio. EI plano del atomo no hace sino organizar puntos separados, asi como su devenir organiza instantes aislados. Ni en el espacio ni en el tiempo se encuen- tran pues las fuerzas de solidaridad del ser. En otra parte no actiia mas sobre aqui gue antes sobre ahora, El ser visto desde afuera esta doblemente bloquea~ do en la soledad del instante y del punto. A esta so- ledad fisica redoblada se agrega, como ya lo hemos dicho, la soledad de la conciencia en el momento en que queremos aprehender al ser por adentro, Como no ver alli un fortalecimiento de las intuiciones Jeib- nizianas. Leibniz negaba la solidaridad directa y ac- tiva de los seres distribuidos en el espacio. Por el contrario, la armonia preestablecida suponia en el seno de cada monada una verdadera continuidad cumplida por la accién de un tiempo universal y ab- soluto a lo largo del cual se explicaba la perfecta concordancia de todas las ménadas. En Siloé encon- tramos una negacién suplementaria: la de la solidari- dad directa del ser presente con el ser pasado. Pero, una vez mas, si esta solidaridad de los instantes del tiempo no es ni directa, ni conocida, si, en otras pa- labras, no es la duracién la que liga inmediatamente 68 Jos instantes reunidos en grupos de acuerdo con cier- tos principios, resulta mas necesario que nunca de- mostrar cme una solidaridad no directa, no tempo- ral, se manifiesta en el devenir del ser. En resumen, es preciso que hallemos un principio que reemplace la hipétesis de la armonia preestablecida. A ello tien- den, pensames, las tesis rupnelianas sobre el habito Nuestra tarea sera pues la de demostrar, en princi- pio, que el habito es algo concebible aun cuando se lo separe de ese pasado que le sirve de apoyo, pasado postulado gratuitamente y por error como directa~ mente eficaz. Acto seguido mostraremos que ese ha- bito, definido esta vez en la intuicién de los instantes aislados, explica al mismo tiempo la permanencia del ser y Su progreso. Pero hagamos un paréntesis. Nuestra posicién es dificil; la de nuestros adversa~ rios, por el contrario, es de una sorprendente facili- dad. Veamos por ejemplo cémo todo es simple para el pensamiento realista, para el pensamiento que “realiza” todo. En primer lugar el ser es la substan- cia, la substancia que es al mismo tiempo, por la gra- cia de las definiciones, el soporte de las cualidades y el soporte del devenir. El pasado deja una huella en la materia, pone de tal modo un reflejo en el pre- sente: esta, rues, siempre materialmente vivo. Si se habla del getmen, el porvenir aparece como prepa- tado materialmente con la misma facilidad con que la célula cerebral custodia el porvenir. En cuanto al habito, resulta initil tratar de explicarlo, puesto que es él guien explica todo. Baste con decir que el cere- 69 4 bro es la reserva de los esquemas motores para com- prender que el habito es un mecanismo puesto al ser- vicio del ser por los esfuerzos pasados. El habito di- ferenciara pues la materia del ser a punto de orga- nizar la solidaridad del pasado y del porvenir. ;Cual es, en el fondo, la palabra-fuerza que ilumina toda esta psicologia realista? Es la palabra que descifra una insceipcién. Desde el momento en que decimos que el pasado o el habito se hallan inscritos en la ma- teria, todo esté explicado, no hay mas preguntas gue formular. Seamos a nuestro turno mas exigentes. Para nos« otros una inscripcién no explica nada. Enunciemos en principio nuestras objeciones contra la accién ma- terial del instante presente sobre los instantes futu- ros, por ejemplo que el germen seria susceptible de ejercerla en Ja transmisién de las formas vitales. Co- mo lo sefiala Roupnel, resulta sin duda “una conve- niencia particularmente facil del lenguaje la de in- vestir al germen con todas las promesas que concre- tara el individuo, asi como la de atribuirle el patri- monio concentrado de los habitos que realizaran en el ser sus formas y funciones”. Pero cuando decimos que el total de esos habitos esté contenido en el ger- men, es preciso que se comprenda bien el sentide de la expresién. o mas bien el valor de la imagen. Nada seria mAs peligroso que imaginarse al germen como un continente cuyo conjunto de propiedades vendria a ser el contenido, Asociar Jo abstracto con lo con- creto es imposible aqui, y por otra parte nada queda- ria explicado.' Resulta curioso acercar a esta critica 2 Sifoé, p. 34, 70 una objecién metafisica expuesta por Koyzé en su analisis del pensamiento mistico: “A pesar de todo, querriamos insistir en la concepcién del germen que reencontramos, escondida 0 expresada, en cualquier teoria organicista. La idea del germen es, en efecto, un mysterium. Ella concentra, por decitlo asi, todas las particularidades del pensamiento organicista; es una verdadera unién de contrarios, aun de contradic- torios. El germen es, podriamos decir, lo que 6! mis- mo no es. Es ya lo que aim no es, solamente lo que sera. Es, puesto que de otro modo no podria serlo. No es, puesto que de otro modo como Ilegaria a serlo? El germen es, a la vez, la materia que evolu- ciona y la gofencia que lo hace evolucionar. El ger- men actéia sobre si mismo. Es una causa sui; si no la de su ser, al menos la de su desarrollo. Parece cierto que el entendimiento no sea capaz de comprender este concepto: para la logica lineal, el cireulo orga- nico de Ja vida se transforma necesariamente en un circulo vicioso”.' La raz6n de esta confusion plena de contradicciones proviene sin duda del hecho de que se han unido dos definicionés diferentes de la subs- tancia que debe abarcar al mismo tiempo el ser y el devenir, el instante real y la duracién pensada. lo concreto y lo construido, © para decirlo mejor con Roupnel, lo concreto y Jo abstracto. Si en la generacién de los seres vivos —cuando un plan normativo es sin embargo concebible— no se llega a comprender claramente la accién del instante presente sobre los instantes futuros, cuanto mas pru- 4A, Koyré, Boohme, p. 181, a dente debe uno ser al postular la inscripcién de los mil acontecimientos confusos y mezclados del pasado en la materia encatgada de actualizar el tiempo des- aparecido, En primer lugar, {por qué la célula nerviosa registra ciertos acontecimientos y no otros? Mas precisamen- te: geomo puede conservar el habito una regla y una forma en ausencia de una accién normativa o esté- tica? Los partidarios de la duracién no dejan de mul- tiplicar y de prolongar las acciones temporales. Quie- ren beneficiarse a la vez con la continuidad de la ac- cién gradualmente y con la discontinuidad de una accién que permaneceria latente y que alcanzaria a lo largo de la duracién el instante propicio para re- nacer. Seguin ellos, un habito se refuerza tanto du- rando como repitiéndose. Los partidarios del tiempo iscontintio se ven a menudo sorprendidos por la no- vedad de los instantes fecundos que dan al habito su flexibilidad y su eficacia; mediante una entrada en el habito, ellos querrian explicar su funcién y su persis tencia, asi como el primer toque del areo determina el sonido que ha de seguir. El habito sdlo puede utilizar la energia en tanto ésta se desgrane segiin un ritmo particular. Tal vez sea en ese sentido que se puede interpretar la proposicién rupneliana: “La energia no es sino una gran memoria™.’ En efecto, sdlo puede ser utilizada por la memoria; es la memoria de un ritmo. En nuestra opini6n, el habito es por lo tanto un acto restituido en su novedad; las consecuencias y el desarrollo de ese acto quedan a merced de habitos 2 Silos, p. 10. 72 subalternos, sin duda menos ricos, pero que también gastan su energia propia obedeciendo a los actos pri marios que los dominan, S, Butler ya habia observado que la memoria esta afectada sobre todo por dos fuerzas de naturaleza opuesta: “la de la novedad y la de Ia rutina, por los incidentes 0 los objetos que son para nosotros, o los mas familiares, 0 los menos familiares”? Pensamos que, frente a esas dos fuer- zas, el ser reacciona mas bien sintéticamence que dia- lécticamente; asi, definiriamos el habito como una asimilacién rutinaria de una novedad. Pero con esta nocion de retina no introducimos una mecanizacién inferior, lo que nos expondria a que se nos acusara de estar en un circulo vicioso, No, aqui interviene una cuestion de relatividad de puntos de vista y des- de que se lleva el examen al terreno de la rutina. se advierte que ella se beneficia, asi como los habitos intelectuales mas activos, con el impulso suministrado por la novedad radical de los instantes, Examinemos el juego de los habitos jerarquizados; alli se vera que una aptitud no sigue siendo ella misma sino cuando se esfuerza en superarse, cuando es un progreso. Si el pianista no quiere tocar hoy mejor que ayer, en- tonces se esta abandonando a habitos menos claros. Si se ausenta de la obra, sus dedos perderan pronto el habito de correr sobre el teclado. El alma es la gue en verdad mueve Ja mano, Es preciso pues aprehen- der el habito en su crecimiento para aprehenderlo en su esencia; resulta, asi, por incremento de logros, la } Butter, Le vie of Phabitado, trad, Larbaud, p. 149. 73 sintesis de la novedad y de la rutina y esta sintesis ¢s llevada a cabo por los instantes fecuindo Se comprende desde entonces que las grandes creaciones, la creacién de un ser vive por ejemplo, exija en su comienzo una materia de algain modo fres- ca, dispuesta a recibir con fe la novedad, Eso es lo que Butler quiere decinos: "Es imposible tratar de explicar cémo la parcela de materia mas reducida pudo impregnarse de tanta fe hasta el punto de que uno deba considerarla como el comienzo de la Vide es imposible asimismo determinar en qué consiste esa fe, Todo lo que se puede decir al respecto es que di- cha fe forma parte de la esencia de todas las cosas ¥ que no se apoya en nada. Es, diriamos, todo, por- que funciona en el plano de la sintesis de los instan- tes; pero substancialmente no es nada. puesto que pretende trascender la realidad del instante. Toda- via aqui, la Fe es espera y novedad. Nada menos tradicional que la fe en la vida. El ser que se ofrece a la vida, ebrio de novedad, esti también dispuesto a tomar el presente como una promesa del porvenir. La mayor de las fuerzas es la ingenuidad. Precisa- mente, Roupnel sefialé el estado de recogimiento en que se encuentra el germen de donde surgira la vida Ha comprendido todo cuanto habia de libertad afir- mada en un comienzo absoluto. El germen es sin dada un ser que por algtin lado imita, que recomien- 2a, pero que sélo puede recomenzar verdaderamente en la exhuberancia de un comienzo (début). Empe- 1 Ch Butter, toc. eit, pp 2 Idem, p. 128, 150, 181 74 | zat (débuter) es su verdadera funcién. “El germen no Ileva en si otra cosa que un principio de procrea- cion celular.’ En otras palabras, el germen es el co- mienzo (début) del habito de vivie. Si leemos una continuidad en la propagacién de la especie. se debe a que la nuestra es una lectura grosera; tomamos a los individuos como testigos de la evolucién, cuando en realidad son sus actores. Con toda razéa, Roup- nel aparta todos los principios mas 0 menos materia listas propuestos para asegurar una continuidad for- mal a los seres vivientes. “Tal vez hemos dado la im- presién, dice, de pensar que los gérmenes no consti tuian elementos discontinuos. Investimos al gameto de la herencia de las edades como si él hubiera esta- do presente. Pero declaremos de una vez por todas que la teoria de las particulas representativas nada tiene que ver con la presente teoria. No es necesatio en absoluto introducir en el gameto elementos que habrian sido constantes legatarias del pasado y eter- nos actores del devenir. Para interpretar el papel que le asignamas, el gameto no tiene necesidad de los mi- celles de Naegeli, de los gemmuiles de Darwin, de los angenes de De Vrits, como asi tampoco del plas ma germinativo de Weissmann. Es autosuficiente, se abastece a si mismo de su substancia actual. de st vir~ tud actual y de su hora: vive y muere siendo entera- mente contemporaneo, La herencia que le corresponde ¥ que toma s6lo la recibe del ser actual. Es éste quien Jo ha const:uido con un cuidado apasionado, y como si las llamas de amor en donde naciera lo hubieran 4 Stef, p. 33. 75 oS =. a1 “2 despojado de todas sus servidumbres funcionales, lo restablecié en su: poderio original y lo restituy6 a sus pobrezas iniciales”’* En el fondo, mas que la continuidad de la vida es la discontinuidad del nacimiento lo que conviene ex- plicar. Alli podremos medir la verdadera potencia del ser. Esta potencia, como lo veremos, es Ja vuelta a la libertad de lo posible, a sus miltiples resonancias nacidas de la soledad del ser. Pero este punto aparecera sin duda mas netamente una vez que hayamos desarrollado, utilizando los te- mas del tiempo discontinuo, nuestra teoria metafisica del habito. Il Para ser mas claros, formulemos nuestra tesis opo- niéndola de inmediato a las tesis realistas. Por lo comin, se dice que el habito se halla ins- crito en el ser. Creemos que habria que decir, em- pleando el lenguaje de los gedmetras, que el habito esta exinscrito al ser. En principio, el individuo, en tanto él es complejo, corresponde a una simultaneidad de acciones instan- taneas; solo se reencuentra a si mismo en la medida en que esas acciones simultaneas recomienzan. Tal vez nos expresariamos con claridad si dijésemos que un individuo tomado en la suma de sus cualidades 2 Silos, p. 98. y de su devenir corresponde a una armonia de rit- mos temperales. En efecto, a través del ritmo se com- prendera mejor esta continuidad de lo discontinuo que ahora necesitamos establecer para ligar las cimas del ser y trazar su unidad. Del mismo modo que el ser franquea el vacio temporal que separa los ins- tantes, el ritmo franquea el silencio. El ser se conti- nia por el habito, como el tiempo dura merced a la densidad regular de los instantes sin duracion. Es al menos en ese sentido que interpretamos la tesis sup- neliana: “EI individuo es expresin, no de una causa constante, sino de una yuxtaposicion de recuerdos in- cesantes fijados por la materia y cuya ligadura no es otra cosa que un habito a caballo de todos los otros. E] ser no es mas que un extraiio lugar de recuerdos; casi podria decirse que esa permanencia de la que se cree dotaco sélo es la expresién del habito de si mismo"? En el fondo, la coherencia del ser no esta hecha de las cualidades y del devenir inherentes a la materia; ella es arménica y aérea, es fragil y libre como una sinfonia. Lin habito particular es un ritmo sostenido, en donde todos los actos se repiten uniformando con. bastante exactitud su valor de novedad, pero sin per- der nunca ese caracter dominante de ser una nove- dad. La dilucién de lo nuevo puede legat hasta tal punto que el habito puede pasar a veces por incons- ciente, Parzce que la conciencia, intensa como lo era en el primer intento, se ha perdido ahora al dividirse entre todas las repeticiones. Pero economizando, la 2 Sites, p. 26. i i at novedad se organiza; inventa en el tiempo en lugar de inventar en el espacio. La vida encuentra ya la regla formal en la regulacion temporal, el érgano es construido por la funcién; y para que los organos sean complejos basta con que las funciones sean acti vas y frecuentes, Todo se reduce de nuevo a utilizar un ntimero creciente de los instantes que ofrece el ‘Tiempo. El atomo, que parece ser que utiliza el ma- yor numero de instantes, encuentra habitos tan s6- lidos, tan durables y regulares, que terminamos por tomar justamente sus habitos por propiedades. Asi, caracteres que estan hechos de tiempo bien utiliza do, de instantes ordenados, pasan por ser atributos de una substancia. No es sorprendente pues que se hallen en Siloé f6rmulas que parecen obscuras a quien vacile en hacer descender hasta la materia las instrucciones que nos depara el examen de nuestra vida consciente: “La obra de los tiempos pasados esta consagrada a la vigilancia en la potencia y la inmovilidad de los elementos, y por todas partes afir. mada por las pruebas que Ilenan el silencio y const tuyen la atencién de las cosas”.' Pues para nosotros como para Roupnel, las cosas son las que estan mas atentas al Ser, y es esta atencién puesta en aprehen- der todos los instantes del tiempo la que les da su per- manencia. La materia es asi el hdbito de ser mas uni- formemente realizado, puesto que ella se forma al nivel mismo de la sucesién de los instantes. Pero volvamos al punto de partida del habito psico- logico, ya que alli esta la fuente de nuestro deba- 4 Siloé, p. 101. 78 te. Dado que los habitos-ritmos que constituyen la vida del espititu como la vida de la materia se mani- fiestan en tegistros miltiples y diferentes, uno tiene la impresién que siempre es posible encontrar, bajo un habito efimero, otro mas estable. Resulta pues mas que suficiente para caracterizar a un individuo una jerarquia de habito. Seria facil caer en la tentacién de postular un habito fundamental. Elegiriamos en tal caso el simple habito de ser, ese que es el mas unido, el mas monétono; este habito consagraria la unidad y la identidad del individuo; aprehendido por Ja conciencia seria, por ejemplo, el sentimiento de la duracién. Pero creemos que es preciso reservar a la intuicion que nos aporta Roupnel todas las posibili- dades de interpretacién. Sin embargo, no nos parece gue el individuo sea algo tan netamente definido como lo ensefia la filosofia escolar: no se debe hablar ni de la unidad ni de la identidad del yo fuera de la sin- tesis realizada por el instante. Los problemas de la isica contemporanea nos inclinan asimismo a creer que es igualmente peligroso hablar de la unidad y de la identidad de un atomo particular. El individuo, sea en el plano de la materia, de la vida o del pensa- miento, es una suma bastante variable de habitos no. censados. Como todos los habitos que caracterizarian al ser, si fueran conocidos, no se benefician simulta- neamente de todos los instantes que podrian actuali- zarlos; Ja unidad de un ser parece siempre afectada por la contingencia. En el fondo, el individuo no es ya mas que una suma de accidentes; pero, ademas, es- ta suma es en si misma accidental. Al mismo tiempo, esta suma sufre del hecho que la riqueza de los ha. 79 bitos no ha sido regida con la atencién suficiente. La identidad global esta hecha entonces de repeticiones mas o menos exactas, de reflejos mas o menos deta- llados. Es indudable que el individuo se esfuerza en copiar el hoy sobre el ayer; esta copia es por otra par~ te auxiliada por la dinamica de los ritmos, pero tales ritmos no estan todos en el mismo punto de su evo- lucién; asi, la mas sélida de las permanencias espiri- tuales, de identidad deliberada, afirmada en un ca- racter, se degrada en la semejanza. La vida Ileva en- tonces nuestra imagen de espejo en espejo; somos de tal modo reflejos de reflejos y nuestro coraje esta constituido por el recuerdo de nuestra decision. Pero por firmes que seamos, no nos conservaremos nunca enteros porque nunca hemos sido conscientes de la totalidad de nuestro ser. Ademas es posible vacilar respecto del sentido con que debe leerse una jerarquia. jLa verdadera poten- cia reside en mandar o en obedecer? Es por ello que nos resistimos finalmente a la tentacion de buscar bitos dominantes entre los mas inconscientes. Por el contrario, la concepcién del individuo como suma in- tegral de ritmos es quizas susceptible de una interpre- tacion cada vez menos substancialista, cada vez mas lejos de la materia y mas cerca del pensamiento. Plan- teemos el problema en el lenguaje musical, ;Qué lle- va ala armonia, qué le da verdaderamente movimien- to? {La melodia o el acompafiamiento? ;No es posible dar la fuerza de evolucién a la partitura mas can- tante? Pero dejemos las metaforas y digamoslo sin mas: el pensamiento dirige el ser. Es por el pensa- miento oscuro 0 claro, por lo que ha sido comprendido 80 y sobre todo querido, en la unidad y la inocencia del acto, que los seres se transmiten su herencia. Asi todo ser individual y complicado dura en la medida en que se constituye una conciencia, en la medida en que su voluntad se armoniza con las fuerzas subalternas y halla ese esquema del consumo econémico que es un habito. Nuestras arterias tienen Ja edad de nuestros habitos. De esa manera indirecta un aspecto finalista llega aqui a enriquecer la nocion de habito. Roupnel no ha- ce lugar a la finalidad sino antes de tomar las pre- cauciones mas minuciosas. Seria realmente anormal conferit al porvenir una capacidad de requerimiento real, en una tesis donde se niega al pasado una fuer- za real de causalidad. Pero si encaramos la intuicion de Roupnel y pone- mos, con él, las condiciones temporales en el mismo nivel que las condiciones espaciales, en tanto que Ja mayor parte de los filésofos atribuyen al espacio el privilegio de tener una explicacién que no necesita ser justificada, advertiremos entonces que los pro- blemas se presentan bajo una luz mas favorable. Tal el caso del finalismo. En efecto, es sorprendente que en el mundo de la materia toda direccion privilegiada sea en tiltima instancia un privilegio de propagacién Desde ese momento, en nuestra hipotesis, podremos decir que si un acontecimiento se propaga mas rapido sobre un cierto eje de un cristal, se debe a que una cantidad mayor de instantes son utilizados sobre ese eje en lugar de hacerlo en otra direccién. Del mismo modo, si la vida acepta la afirmacién de los instantes segiin una cadencia especial, crece con mas 81 rapidez en una diteccién especial; se presenta como una serie lineal de células porque ella es el restimen de la propagacién de una fuerza de generacion ho- mogénea. La fibra es un habito materializado; esta hecha de instantes bien elegidos, fuertemente asocia- dos por un ritmo. Desde ese momento, si nos pone- mos frente a la gran variedad de eleccién que ofre- cen los instantes discontinuos ligados por los habites, resulta evidente que podra hablarse de cronotropis- mos que corresponden a los diversos ritmos que cons- tituyen al ser viviente. Tal es nuestra interpretacion en la hipétesis rupne- liana de la multiplicidad de las duraciones reconocidas por Bergson, quien, desde su punto de vista, metafo- riza cuando evoca un ritmo y escribe:"No hay ritmo tinico de la duracién; es posible imaginar ritmos dife- rentes, los cuales, mas lentos o mas rapidos, medirian el grado de tensién o de relajamiento de las concien- cias, y, por alli, determinan el lugar que ocupan en la serie de los seres”.! Nosotros decimos lo mismo. pero en un lenguaje directo, traduciendo, creemas, direc- tamente la realidad. En efecto, hemos dado la reali- dad al instante; el grupo de instantes es el que forma naturalmente, a nuestro juicio, el ritmo temporal. Para Bergson, puesto que el instante no era sino una abs- traccién, era preciso el concurso de los intervalos “de elasticidad desigual” para forjar ritmos metaféricos. Aunque la multiplicidad de Jas duraciones esta muy bien evocada, esa tesis de la elasticidad temporal no Ja explica. Una vez mas, queda a nuestro cargo ten- 1 Borgson, Matiére ot méoroire, p. 231 82 der sobre el esqueleto de los instantes una trama sufi- cientemente regular como para dar a la vez la impre- sion de Ja continuidad del ser y de la rapidez del devenir. Como lo indicaremos mas adelante, encon- traremos verdaderamente la coherencia temporal fun- damental que corresponde para nosotros al simple ha- bito de ser, en Ia medida en que tendemos nuestra conciencia hacia un proyecto mas o menos racional. Esta repentina posibilidad de eleccién de los ins- tantes creadores, esta libertad de su enlace en ritmos distintos proporcionan dos razones sumamente ade- cuadas para hacernos comprender la imbricacién de los devenires de las diversas especies vivientes. Des- de hace tiempo estamos impresionados por el hecho que las diferentes especies estan coordenadas tanto historica como funcionalmente. El orden de la suce~ sion de las especies da el orden de los érganos coexis~ tentes en un individuo determinado. En nuestra opi- nion, la ciencia natural consiste en una historia o una descripciéa: el tiempo es el esquema que la mo- viliza, la coordinaci6n finalista, el esquema que la des- ctibe mas claramente. Dicho de otro modo, en un solo ser particular, la coordinacién y el finalismo de las funciones son los términos correspondientes de un mismo hecho. El orden del devenir es de inmediato el devenir de un orden. Lo que se coordina en la es- pecie se ha subordinado en el tiempo, y viceversa. Un habito consiste en un cierto orden de los instan- tes elegido sobre la base del conjunto de los instantes del tiempo; funciona con una altura determinada y con un timbre particular. Es un haz de habitos que nos permite continuar siendo en la multiplicidad de 83 nuestros atributos dejéndonos la impresién de que he- mos sido, mientras que no podriamos encontrar en nosotros, como raiz substancial, otra cosa que la rea lidad que nos depara el instante presente, De igual modo, podemos proponer fines y objetivos para el futuro porque el habito es una perspectiva de actos, sta invitacion del habito a proseguir el ritmo de actos bien ordenados es, en el fondo, na obligacion de naturaleza casi racional y estética. Lo que nos constrifie a perseverar en el ser son pues menos las fuerzas que las razones, Esta coherencia racional y estética de los ritmos superiores del pensamiento es la que forja la lave de la cupula del ser Esta unidad ideal confiere a la filosofia a menudo amarga de Roupnel un poco de ese optimismo racio. nal —mesurado y valiente— que inclina el libro hacia los problemas morales. De tal mado nos vemos enea minados a estudiar, en un nuevo capitulo, la idea del Progreso en sus relaciones con la tesis del tiempo dis- continuo. 84 : Capiruto II] LA IDEA DEL PROGRESO Y LA INTUICION DEL TIEMPO DISCONTINUO Si el ser que mas quiero en el mundo (viniera) a pre guntarme qué debe elegir, y cual es el refugio mas pro- fundo, menos vulnerable y mas dulce, le aconsejaria que proteja su destino en el refu- gio del alma que se perfec- ciona. MABTERLINCK En la tesis de Roupnel sobre el habito se advierte una dificultad que querriamos elucidar. El esfuerzo que supone esta aclaracion nos levara lo mas natu- ralmente posiole a liberar la metalisica del progreso en relacion con las intuiciones de Siloé. Esa dificultad es la siguiente: para penetrar todo el sentido de la idea de habito, es preciso asociar dos conceptos que, a primera vista, parecen contradecir- se: la repeticion y el comienzo. No obstante esta su- jecion desaparece si admitimos que todo habito par- ticular reside en la dependencia de ese habito gene ral —claro y consciente— que es la voluntad. Asi, definiriamos de buen grado el habito tomado en su sentido pleno con el siguiente criterio que concilia los dos contrarios precipitadamente opuestos por la cri- tica: el habite es la voluntad de comenzar a repetirse a si mismo. Si en verded comprendemos la teoria de Roupnel, no podemos tomar el habito como un mecanismo des- provisto de accion innovadora. Bn caso de decir que el habito es una potencia pasiva se incurriria en una contradiccién. La repeticion que lo caracteriza es una repeticién que exponiéndo.e construye, Por otra par~ 87 te, lo que gobierna al ser reside menos en las circu tancias necesarias para subsistir que en las condicio- nes suficientes para progresar. Para suscitar el ser es necesario una cabal medida de novedad. Butler dice muy bien; ‘La introduccién de elementos ligera- mente nuevos en nuestra manera de actuar nos resul- ta ventajosa: lo nuevo se funde entonces con lo viejo y esto nos ayuda a soportar la monotonia de nuestra accion. Pero si el elemento nuevo nos es demasia- do extrafio, la fusién de lo nuevo con los viejo no se efectita, pues la Naturaleza parece tener el mismo ho- rror por toda desviacion demasiado grande de nues- tra practica ordinaria como por la ausencia de cual- guier desviacion”.’ De tal modo el habito se convierte en progreso. De ahi la necesidad de desear el pro- greso para que el habito conserve su eficacia. En to- das las ocasiones, este deseo de progreso es el que da su verdadero valor al instante inicial que desen- cadena un habito. Es indudable que a Roupnel se le ha presentado la idea del eterno retorno; pero de inmediato ha com- prendido que esa idea fecunda y verdadera no podia constituir un absoluto. Al renacer, acentuamos la vida. {Pues no resucitamos en vano!... {El re-comienzo no esté hecho de un eterno siempre, idéntico para siempre a si mismo! Nuestros actos cerebrales, nuestros pensamientos, son retomados de acuerdo al rito de habitos siempre mas experimentados y estan investidos de fidelidades fisicas sin cesar aumentadas. En tanto nuestras faltas agravan sus contornos funes- 1 Loo, cit, p. 159. 88 tos, precisan y empeoran sus formas y efectos nuestros actes titiles y benéficos colman con sus fir mes huellas ‘a pista de los pasos eternos. Cada vez que se comienza’ una firmeza se agrega en el acto, y, paulatinamerte, aporta a los resultados la abundancia desconocida. No decimos que el acto sea permanente, sino que se ve aumentado sin cesar por la precision de sus origenes y de sus efectos. Vivimos cada obra nue- va como la obra que pasa: pero la vida lega a la vida todas sus huellas frescas, Cada vez mas prendado de su rigor, el acto vuelve a pasar sobre sus intenciones y sus conseciencias, completando con ello lo que no termina nunca. Y las generosidades crecen en nues tras obras y multiplican en nosotros... En la an- tigiiedad, aquel que nos ha visto —sensual azcilla y barro doliente— arrastrar por la tierra un alma pri- mitiva, jnos reconoceria acaso en nuestros mejores momentos... .? Venimos de lejos con nuestra sangre tibia... y he aqui que somos el Alma con sus alas y el Pensamiento en medio de la tormenta..."* Un. destino tan largo prueba que al volver eternamente a las fuerzas del ser, encontramos el coraje del vuelo (essor) renevado. Mas que una doctrina del eterno retorno, la tesis rupneliana es una doctrina de la eter~ na reanudacién. Ella representa la continuidad del coraje en la discontinuidad de las tentativas, la conti- nuidad del ideal a pesar de la ruptura que implican los hechos. Siempre que Bergson habla? de una continui- dad que se prolonga (continuidad de nuestra vida in- 2 Silos, p. 180. 2 Cf. Bergson, Duracién y simultaneidad, p. 70. 89 terior, continuidad de un movimiento voluntario) nos esta diciendo que se trata de una forma discontinua que se reconstituye. Todo prolongamiento efective es una adici6n, toda identidad una semejanza. Nos reco- nocemos en nuestra naturaleza porque nos imitamos a nosotros mismos y porque nuestra personalidad es asi el habito de nuestro propio nombre. Podemos pues proyectar sobre el porvenir la unidad de un alma Porque nos unificamos en torno de nuestro nombre y de nuestra dignidad ~esa nobleza del pobre. Esta copia que rehacemos sin cesar debe ademas mejorar- se, 0 de lo contrario el modelo iniitil se opaca y el alma, que no es sino una persistencia estética, se di- suelve. Para la monada, nacer y renacer, comenzar 0 reco- menzar, es siempre la misma accién. tentada. Pero oeurre que las ocasiones no son siempre las mismas, ni todas las reanudaciones son sinerénicas, ni todos los instantes no son utilizados ni ligados por los mis- mos ritmos. Como las ocasiones sélo son sombras de condiciones, toda la fuerza permanece en el seno de los instantes que producen el renacimiento del ser y vetoman la tarea ya comenzada. En tales reanudacio- nes se manifiesta una novedad esencial que aparenta ser una libertad y es asi como el habito, mediante la renovacién del tiempo discontinuo, puede devenir un progreso en toda la acepcién del término. De tal modo la teoria del habito se concilia en Roupnel con la negacion de la accién fisica y mate- rial del pasado. Sin duda, el Pasado puede persistir, pero, creemos, solamente como verdad, como valor racional, como un conjunto de armoniosas lamadas 90 hacia el progreso. Si se quiere, el Pasado es un domi- nio facil de actualizar, pero solo se actualiza en la medida en que ha sido un logro. El progreso queda entonces aseguirado por la permanencia de las condi- ciones logicas y-estéticas. Esta filosofia de la vida de un historiador resulta clarificada por la confesion de la inutilidad de la his- toria en si, de la historia como suma de hechos. Es Giesto que hay fuerzas hist6ricas que pueden revivie, pero para gu ello suceda deben recibir la sintesis del instante asi como incorporar el “vigor del atajo nosotros diriamos la dinimica de los ritmos—. Na- turalmente Roupnel no separa la filosofia de la histo- ria y la filosofia de la vida. Y aun alli el presente do-~ mina sobre todo: a propésito de la génesis de las es- pecies, escribe: “Los tipos que se mantienen no son tales debido a su papel histdrico, sino a su papel ac tual. Las formas embrionarias sGlo pueden recordar lejanamente las formas especificas adaptadas a las condiciones de vida histéricas. La adaptacion que las ha coneretado ya no tiene actualidad. Son, si se quie- re, las adaptaciones desafectadas. Son los despojos en los que ua raptor se ampara, pues se trata de for- mas de tipos pasados al servicio del prdjimo. Su inte: dependencia activa reemplaza su independencia abo- lida, Valen en la medida en que se llaman.. .""? Reen- contramos asi de un modo invariable la supremacia de Ia armonia presente sobre una armonia preestableci- da, la cual, ce acuerdo a la intuicion leibniziana, car- garia el pasado del peso del destino. * sits, p. 58 1 EARN eee lidas y mas cohe- rentes para enriquecer el ser resultan las condiciones de progreso; Roupnel resume su punto de vista en esta proposicion que tiene mas sentido cuanto que esta inscripta en la parte del libro consagrada al exa- men de las tesis biolégicas: “La asimilacion ha pro- gresado en la medida en que la reproduccién progre- saba""* Lo que persiste es siempre lo que se regenera. u Por iiltimo, las razones mas s Naturalmente, Roupnel sintié todo lo que el ha- bito, tomado en su aspecto psicolégico, aporta de facilidad respecto al progreso. “La idea de progre- 80”, dice justamente, “se halla logicamente asociada a la idea de recomienzo y de repeticion. El habito tiene ya por si mismo la significacién de un pro greso; el acto que vuelve a comenzar, como resul- tado del habito adquirido, se recomienza con mas rapidez y precision; los gestos que lo ejecutan pier- den su amplitud excesiva, su complicacion inatil se simplifican y se abrevian. Los movimientos par: sitos desaparecen. El acto reduce su gasto a lo e trictamente necesario, a la energia indispensable, al tiempo minimo. A la vez que el dinamismo se me- jora y precisa, la obra y el resultado se perfeccio- Todas estas observaciones son lo bastante clasicas 2 Sites, p. 74. 2 Sitos, p. 157, 92 como para que-Roupnel no tenga necesidad de insis- tir; sin embargo agrega que su aplicacién a la teoria de la instantaneidad del ser comporta algunas difi cultades, En elfondo, la dificultad de asegurar él progreso por encima de un pasado del que se ha de- mostrado su ineficacia es la msma que la que hemos encontrado cuando queriamos fijar en ese mismo pa- sado las raices del habito. Es preciso, pues, volver sin cesar al mismo punto y luchar contra la falsa claridad de la eficacia de un pasado abolido, puesto que en esta eficacia se basa el postulado de nues- tros adversarios. La posicién de Roupnel es parti cularmente franca. Al postular dicha eficacia, dice, Vvenimos a ser las victimas de la constante ilusion que nos hace creer en la realidad de un tiempo ob- jetivo y nos Ileva a aceptar sus pretendidos efectos En la vida del ser, dos instantes que se suceden tienen entre si la independencia que corresponde a la independencia de los dos ritmos moleculares que cellos interpretan. Esta independencia que descono- cemos cuando se trata de dos situaciones consecu- tivas, se afirma ante nosotros cuando considéramos fendmenos que no son inmediatamente consecutivos Pero es entonces cuando pretendemos poner en la cuenta de la duracién que las aparta, la indiferen- cia que las separa. En realidad, solo cuando comen- zamos a reconocerle a la duracién esa energia disol- vente y esta virtud separativa, empezamos a hacerle justicia a su naturaleza negativa y a su capacidad de no ser sino nada. Que la tomemos en dosis pe- quefia o fuerte, no altera el hecho de que la dura- cion es siempre una ilusion. Y la potencia de su nada 93

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