La felicidad es un pensamiento escurridizo, es un concepto personal. Posiblemente un
misterio para cada persona que intenta alcanzarla, que se debe analizar desde el asombro, la humildad y la curiosidad. Nosotros mismos debemos estar bajo las condiciones adecuadas para poder experimentarla. No es un destino, sino el camino que cada ser humano se plantea vivir. La felicidad no es lo que colma los sentidos, es lo que colma el corazón. No está sujeta a hechos pequeños como ver o sentir algo bonito, no es subjetiva. La felicidad realmente está sujeta al sentido de la vida. Está sujeta al amor sin miedo al mal o la muerte. El amor es el antídoto ante el miedo. Nuestra naturaleza precisa del miedo, pero esta debe estar en la dosis adecuada, porque de lo contrario pasa a ser pánico. Mientras que el amor debe formar parte de nosotros como agradecimiento, es por ello que, el miedo y el agradecimiento no pueden estar dentro de nosotros, ya que son incompatibles. Estamos atados a descubrir todo lo que nos rodea, pero pasamos de lado de nosotros mismos, de nuestro interior espiritualmente hablando. La felicidad la sujetamos a situaciones materiales y olvidamos que puede estar sujeta a esto, pero no es la totalidad. Personalmente hablando, conectarme con mi espiritualidad ha cambiado mi vida. Desde muy pequeña he sido una persona muy miedosa, y mi mayor miedo siempre ha sido la muerte. Me costó muchísimos años encontrar paz espiritual porque sentía que la religión bajo la que fui bautizaba no me la daba como lo necesitaba. Tenía unas metas, sabia como alcanzarlas, pero no disfrutaba del camino. No fue hasta que tuve un montón de cambios buenos y malos en mi vida, que empecé a plantearme la necesidad de encontrarme a mí misma y conectarme con mi lado espiritual, porque la vida me estaba agotando y necesitaba hacer algo al respecto. La meditación, lo poco de yoga que he podido hacer, la conexión conmigo misma, mis luchas contra el miedo y el deseo de encontrarme y vivir mis días de manera positiva, cambiaron por completo mi manera de vivir. Para nada es un camino fácil, y muchas personas no lo entienden. Cada uno lucha contra sus propios impedimentos y tenerlo todo no siempre es la solución. Amar, perdonar, agradecer y buscar ayuda cuando se necesita, forman parte de la clave para vivir en paz y feliz.