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CAPITULO XI:

JORGE GUILLERMO FEDERICO HEGEL

La línea del pensamiento racionalista se encuentra en Kant y se desemboca en la


teoría del derecho de Kelsen hizo que se producirá un impacto en los estudios de
la ciencia del derecho. No pasa lo mismo con el pensamiento del filósofo alemán
Jorge Guillermo Federico Hegel. Aunque también este pensador, tiene la fortuna
de ser popularizado por epígonos menores y de servir antecedente intelectual a
las dos fórmulas radicales del estado moderno: estado fascista y el estado
comunista.

La filosofía de Hegel logra andar la lógica inflexible propia de un pensamiento


racionalista con respuesta a los cambios históricos.

La filosofía del Derecho humano de Hegel, su filosofía de la historia crítica y su


consideración del Espíritu absoluto son las partes quizás más importantes e
influyentes de su filosofía y unas de las más fáciles para entender.

El Estado, dice, representa el estadio último de desarrollo del Espíritu objetivo. El


espíritu individual, que, en razón de sus pasiones, prejuicios, y ciegos impulsos, es
sólo en parte libre, sujeto del yugo de la necesidad (lo opuesto a la libertad), sólo
puede alcanzar su plena realización por medio de la libertad del ciudadano. Este
yugo de la necesidad se expresa primero como reconocimiento de los derechos de
los demás, luego como moralidad, y finalmente como moral social, en la que la
primera institución es la familia. La suma de familias forma la sociedad civil, que,
sin embargo, pese a su forma imperfecta de organización se compara con el
Estado. El Estado es el cuerpo social perfecto de la Idea, y en este momento del
proceso es Dios mismo. El Estado, estudiado en sí mismo, pone a nuestra
consideración la ley constitucional. En relación con otros Estados, desarrolla la ley
internacional; y en su curso general a través de las vicisitudes de la historia pasa a
través de lo que Hegel llama «dialéctica de la Historia». Hegel sostiene que
la Constitución es el espíritu colectivo de la nación y que el gobierno es el cuerpo
de tal espíritu. Cada nación tiene su propio espíritu individual, y el más grande de
los crímenes es el acto por el cual el tirano o el conquistador apagan el espíritu de
la nación. La guerra, dice, es un medio indispensable de progreso político. Ella es
una crisis en el desarrollo de la idea que toma cuerpo en los diferentes Estados, y
sale victorioso de esta crisis, ciertamente el mejor de los Estados. La «base» del
desarrollo histórico es, entonces, racional, puesto que el Estado es el cuerpo de la
razón como espíritu. Todos los aparentemente contingentes eventos de la historia
son en realidad pasos lógicos en el desarrollo de la razón soberana que es
corporizada por el Estado. Pasiones, impulsos, intereses, carácter, personalidad:
todos ellos son la expresión de la razón o instrumentos que la razón forma para su
propio uso. Nosotros, por tanto, para entender los acontecimientos históricos
debemos verlos como el duro, desagradable trabajo de la razón hacia la plena
realización de sí misma en perfecta libertad. En consecuencia, podemos
interpretar en puros términos racionales, y disponer en categorías lógicas la
sucesión de los eventos históricos. De esta manera, una amplia visión de la
historia revela tres importantes pasos de desarrollo. La monarquía oriental (el paso
de la unidad, de la supresión de la libertad), la democracia griega (el paso de la
expansión, en que la libertad estaba perdida en una demagogia inestable) y
la monarquía constitucional cristiana (que representa la reintegración de la libertad
en el gobierno constitucional).

También en el Estado, el espíritu está limitado por la sujeción a otros espíritus. El


Estado es la etapa final en el proceso de obtener la libertad, y recibe el nombre
de Espíritu Absoluto en el arte, en la religión y en la filosofía, en la que se hace
sujeto de sí mismo.

En el arte, el espíritu opera una intuitiva contemplación de sí mismo y la expresa


en el arte material, y el desarrollo de las artes ha sido condicionada por la siempre
creciente docilidad con que el arte material se ayuda a sí mismo en la
actualización del espíritu o idea.

En religión, el espíritu siente la superioridad de sí mismo frente a las limitaciones


particulares de las cosas finitas. Aquí, como en la filosofía de la historia, hay tres
grandes momentos: la religión oriental, que exagera la idea de infinito, la religión
griega, que da una indebida importancia a lo finito, y el cristianismo, que
representa la unión de lo infinito y lo finito. Por encima de ellas, el Espíritu
Absoluto, como filosofía, trasciende los límites impuestos a él también en el
sentimiento religioso, y, descartando la representación intuitiva, alcanza toda la
verdad bajo la forma de la razón. Sea lo que fuere de la verdad tanto en el arte
como en la religión esta es contenida en la filosofía, de una manera mucho más
alta y más libre de todas sus limitaciones. La filosofía es, entonces, «la más
grande, libre y sabia fase de la unión del espíritu subjetivo y objetivo, y el fin último
de todo desarrollo

La gran influencia de Hegel se debe en gran medida a la indudable vastedad del


esquema de la síntesis filosófica que concibió y parcialmente realizó. Una filosofía
que emprende la tarea desde la lógica abstracta hasta la filosofía de la historia,
posee un gran atractivo para aquellos que están inclinados hacia la metafísica.

Pero la influencia de Hegel es también debida en gran medida a dos


circunstancias extrínsecas. Su filosofía es la máxima expresión de aquel espíritu
de colectivismo que caracterizó al siglo XIX, y es también la aplicación más
extendida del principio de desarrollo que dominó el pensamiento del siglo XIX en
literatura, ciencia e incluso en teología. En teología, especialmente, Hegel
revolucionó el método de investigación. La aplicación de su noción de desarrollo al
criticismo bíblico y a la investigación histórica es obvia para cualquiera que
compara el espíritu y el propósito de la teología contemporánea con el espíritu y
propósito de la literatura teológica de la primera mitad del siglo XIX. En ciencia y
también en literatura la substitución de la categoría del hacerse por la categoría de
ser es en verdad un hecho patente, y es debida a la influencia del método de
Hegel. En economía política y en la ciencia política el efecto de la concepción
colectivista del Estado en Hegel suplanta en larga medida la
concepción individualista que había dominado desde el siglo XVIII hasta el XIX.

Concluyo que, el desarrollo de la historia humana se produce gracias a lo que él


llama espíritu objetivo, que utiliza a las voluntades particulares de los individuos
para progresar.
El primer problema de la teoría hegeliana, la primera crítica que se le puede hacer,
es que trata de elaborar una teoría universal, de la historia de la humanidad.
  Aun existiendo leyes que rijan nuestro destino, algo que también cuestiona el
pensador vienés, en cualquier caso tales leyes nos serían incognoscibles.
Hegel considera posible, y de hecho es su pretensión, crear una teoría que
abarque todo el devenir de la historia de la humanidad, por lo que incluye la
política, la filosofía, la religión o el arte en la misma teoría explicativa. Desde
arriba, colocándose en un punto de vista superior pretende explicarlo todo.
Pero nosotros sabemos que el hecho de elegir unos datos en lugar de otros, ya
que es imposible aprehender todos los hechos existentes del mundo físico, ya nos
involucra. Es imposible situarse más allá, verlo todo desde la lejanía.

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