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ORIENTACION Y CONVIVENCIA

1 CONCEPTOS
¿Qué es de la familia?
La familia es un grupo de personas unidas por el parentesco, es la organización
más importante de las que puede pertenecer el hombre. Esta unión se puede
conformar por vínculos consanguíneos o por un vínculo constituido y reconocido
legal y socialmente, como es el matrimonio o la adopción.

Salud
La salud (del latín salus, -utis)1 es un estado de bienestar o de equilibrio que
puede ser visto a nivel subjetivo (un ser humano asume como aceptable el estado
general en el que se encuentra) o a nivel objetivo (se constata la ausencia de
enfermedades o de factores dañinos en el sujeto en cuestión). El término salud se
contrapone al de enfermedad, y es objeto de especial atención por parte de
la medicina y de las ciencias de la salud.

La felicidad es una emoción que se produce en un ser vivo cuando cree haber


alcanzado una meta deseada.
Algunos psicólogos han tratado de caracterizar el grado de felicidad mediante diversos tests, y
han llegado a definir la felicidad como una medida de bienestar subjetivo (autopercibido) que
influye en las actitudes y el comportamiento de los individuos. Las personas que tienen un alto
grado de felicidad muestran generalmente un enfoque del medio positivo, al mismo tiempo
que se sienten motivadas a conquistar nuevas metas. Al contrario que las personas que no
sienten ningún grado de felicidad que muestran un enfoque del medio negativo, sintiéndose
frustradas con el desarrollo de su vida.

El bienestar (en el sentido de ser buena persona en múltiples/varios aspectos,


honestidad, bondad, solidaridad, inclinación al servicio desinteresado, pulcritud, orden,
responsabilidad, etc. ; en inglés: well-being)12 que muchas veces se presenta como
equivalente o integrado a bienestar (en el sentido de plenitud, sentirse bien con uno mismo o
sentirse satisfecho con uno mismo o sentirse conforme con uno mismo o sentirse contento con
la vida que le ha tocado vivir ; en inglés: wellness),3456 es un estado de satisfacción personal,
de comodidad, y de confort, que de forma separada o conjunta considera como positivos y/o
adecuados aspectos tales como la salud o bienestar psico-biológico, el éxito
social y económico, el éxito profesional, el placer personal, la alegría de vivir, la armonía
consigo mismo y con el entorno, la sensación de sentirse realizado por haber podido alcanzar
ciertas metas, la presunción de haber obtenido un desarrollo personal y
una cultura adecuados, la creencia de que se es buena persona en concordancia con las
opiniones de terceras personas, etc.789
La satisfacción es un estado del cerebro producido por una mayor o menor
optimización de la retroalimentación cerebral, en donde las diferentes regiones compensan su
potencial energético, dando la sensación de plenitud e inapetencia extrema.
Cuando la satisfacción acompaña a la seguridad racional de haberse hecho lo que estaba
dentro del alcance de nuestro poder, con cierto grado de éxito, esta dinámica contribuye a
sostener un estado armonioso dentro de lo que es el funcionamiento mental.
La mayor o menor sensación de satisfacción, dependerá de la optimización del consumo
energético que haga el cerebro. Cuanto mayor sea la capacidad de neurotransmitir, mayor
facilidad de lograr la sensación de satisfacción.

La alegría (del latín «alicer» o «alecris») es una emoción agradable o una sensación de


satisfacción o placer de duración limitada. A menudo se toma como sinónimo de felicidad o
placer.1 El sentimiento opuesto es la tristeza.

La gratitud es un sentimiento, emoción o actitud de reconocimiento de un beneficio que se ha


recibido o recibirá.
La experiencia de la gratitud ha sido históricamente un foco de varias religiones del mundo,1 y
ha sido tratada de forma extensa por filósofos de la moral como Adam Smith2

La falta de comunicación entre padres e hijos

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Muchos padres viven con ansiedad el silencio de los hijos; se preocupan si
creen que les ocultan algo. Pero padres y madres tampoco lo cuentan todo,
tienen sus á reas de privacidad. Y las razones de los silencios de ambos no son
muy diferentes

MAYTE RIUS

 10/01/2014 06:17 | Actualizado a 10/01/2014 17:19

María considera que tiene una comunicación fluida y una relación de confianza
con sus hijos, pero nunca les ha hablado de la relación estable que mantiene
desde hace siete años y que inició después de separarse. “Es mi vida íntima, que
en nada les afecta”, asegura. Juan despide cada día a sus hijos a la puerta del
colegio como si se marchara a trabajar aunque hace más de un año que está en
paro. “No quiero que se preocupen por un problema que ellos no pueden
resolver”, comenta. Ana alerta a su hija sobre todos los peligros que pueden
acecharla cada vez que sale por la noche, pero no le ha explicado el embarazo no
deseado que interrumpió en su juventud ni el accidente de coche que tuvo cuando
volvía de una fiesta con sus amigos en estado de embriaguez. “No me gustaría
perder autoridad moral o que cuando les regañe me digan que yo también lo
hacía”, justifica.

Como María, Juan y Ana hay muchos padres y madres que no hablan con sus
hijos de sus relaciones sexuales, de sus problemas económicos y laborales o de
sus errores de juventud. Y otros muchos que no les relatan sus miedos, sus
preocupaciones, las tensiones familiares, sus problemas legales o los secretos de
familia. Pero no existen muchos datos al respecto. Hay múltiples investigaciones
sobre la comunicación familiar, pero suelen focalizarse en la capacidad de
diálogo de las familias, en si padres e hijos hablan a menudo y de qué, o sobre
qué cuentan o no cuentan los hijos. Porque, aunque cada chaval y cada entorno
familiar es diferente, lo habitual es abordar la comunicación familiar desde la
preocupación que suscita en padres y madres la aparición de la intimidad, los
silencios o las ocultaciones a medida que los niños crecen y entran en la
adolescencia. “El miedo excesivo de los padres, la desconfianza, ahuyentan la
comunicación; el adolescente detecta la ansiedad de los padres por saber sus
cosas y si lo vive como una intrusión se cierra, provocando más
incomunicación”, explica Jorge Tió, psicólogo clínico y coordinador del equipo
de atención al menor de la Fundació Sant Pere Claver.

Sin embargo, la reserva que muestran la mayoría de hijos tiene que ver con la
aparición de la intimidad al acercarse o llegar a la adolescencia y difiere poco de
las reservas que mantienen los padres sobre lo que consideran su privacidad o sus
secretos personales. Lo constató Javier Urra, doctor en Psicología y también en
Ciencias de la Salud, cuando hace cinco años decidió dar un giro a su libro ¿Qué
ocultan nuestros hijos? (La Esfera de los Libros) y preguntar también a
los padres qué no cuentan ellos. Su investigación puso de manifiesto que un
porcentaje importante de hijos dice que no oculta nada a sus padres y que son
muchos los padres y más las madres que aseguran contar todo a sus hijos. Pero
también detectó que unos y otros se reservan algunos temas y por muy parecidas
motivaciones. Los hijos callan sobre todo con quién van, qué hacen cuando salen
o las malas notas por pudor, por miedo a su reacción o para no preocuparles,
entre otras razones, y los padres eluden conversar sobre sus problemas
económicos, laborales o familiares, sobre su vida sexual o sobre sus gamberradas
de jóvenes para no preocuparles, porque consideran que no son temas adecuados
para ellos o por vergüenza.

Sinceros, no transparentes. “Es normal, preventivo y sano que niños,


adolescentes, jóvenes y adultos oculten algunos temas, defiendan su intimidad,
no se sientan asediados, invadidos; hay que ser sinceros y no mantener
secretismos y zonas fantasmas, pero tampoco hace falta ser transparente, hay
cosas que se pueden callar para poder convivir”, justifica Urra.

Y enfatiza que las generaciones anteriores ocultaban mucho más porque


la distancia entre padres e hijos era abismal e imperaba el respeto y el miedo al
progenitor. “Nuestros antepasados se llevaron más secretos a la tumba; antes el
padre hablaba poco, el trato era de usted y se tapaban las vergüenzas; los trapos
sucios se lavaban en casa, no se preguntaba por no molestar, existían las queridas
pero nadie se daba por enterado”, comenta. Por el contrario, considera que ahora
la privacidad personal se está perdiendo “porque todo el mundo se desnuda
emocionalmente y cuenta enseguida lo que le pasa con los hijos o con la pareja a
pesar de que hay cosas que es mejor manejarlas a solas, y no porque sean
importantes, sino porque son íntimas, tuyas”.

Respecto a los temas que padres e hijos no se cuentan, Urra detecta que se están
produciendo cambios. “Creo que en los últimos años los hijos silencian mucho
todo lo relacionado con el uso que hacen de las nuevas tecnologías: con quién se
comunican, qué páginas ven, qué consumos hacen…; y los padres ahora callan
sobre todo los problemas económicos acuciantes, sus relaciones fuera de la pareja
y los consumos y adicciones, como la ludopatía”, señala.
El sociólogo Javier Elzo opina que en las actuales circunstancias los padres
también dejan en zona de sombra muchos temas politicoeconómicos. “En mi
generación, las cosas que no contaban los padres eran las historias familiares
escabrosas, como las aventuras de juventud de una tía o el maltrato de algún
familiar; ahora muchos padres han de ocultar otro tipo de trapos sucios, como los
pelotazos que les han llevado de ser hijos de campesinos en un pueblo a vivir en
un gran chalé en las inmediaciones de una gran ciudad; y en el País Vasco hace
años que se ocultan temas políticos y esa sombra se irá ampliando a medida que
se produzcan excarcelaciones”, explica. Y añade que hay dos grandes temas
sobre los que muchos padres tampoco suelen hablar demasiado con los hijos,
como no lo hicieron en su día anteriores generaciones: su propia sexualidad y los
conflictos entre madres e hijas.

Urra coincide en que hay muchas familias donde de temas de política, religión y
orientación sexual no se habla porque se sabe que existen diferentes
posicionamientos y evidenciarlos supondría un conflicto emocional que afectaría
a las relaciones. “En general, lo que parece bochornoso o se sale de la regla se
tiende a callar; conozco padres que están en la cárcel y no lo cuentan, o madres
que ocultan esa realidad a los hijos y les explican que el padre se ha ido a trabajar
al extranjero para que no lo vean como un ladrón”, comenta. Y explica que
aunque padres y madres no soportan que los hijos oculten cosas porque lo
perciben como un riesgo, se preocupan y quieren supervisar sus vidas, sí se
sienten en el derecho de callar ellos las cuestiones que puedan preocupar a sus
vástagos o hacerles sufrir, o aquellas que consideran que no tienen edad de
entender adecuadamente.

Sin embargo, el psicólogo Jorge Tió advierte que los adolescentes son muy
sensibles a las actitudes para con ellos y que una forma de reconocer sus aspectos
adultos e ir construyendo una nueva relación adulta con ellos es haciéndoles más
partícipes de los asuntos de la familia. Y explica a los padres que a veces esos
silencios de su hijo que tanto les preocupan sólo significan que no tiene nada qué
decir, que todo está todavía demasiado desordenado y mezclado en su cabeza.
Otras veces, callan por vergüenza, “por el temor a ser ridiculizados en las
incipientes capacidades de adulto o descubiertos todavía como un niño, o por la
culpa y el miedo a decepcionar o a ser agredidos por ello”, arguye Tió.

De la nimiedad al secreto inconfesable. A juzgar por las experiencias que recogió


Urra en su investigación, entre las privacidades que se reservan los hijos hay de
todo. Desde el joven que confiesa ocultar a sus padres que escupe por la ventana
hasta el que esconde que violó a una chica, pasando por el que no se atreve a
explicar que no está de acuerdo con el régimen de visitas de sus padres
separados, los que no cuentan a sus padres que sus amigos se ríen de ellos, lo que
se descargan de internet, su orientación sexual, que han recurrido a la
prostitución o que consumen alcohol. En el aspecto cuantitativo, los temas que
más callan las más de 2.000 chicas de entre 8 y 20 años consultadas por Urra son
las relaciones con chicos, dónde van o lo que hacen cuando salen, si tienen novio,
las peleas con los amigos y los suspensos. En el caso de los chicos (1.946
entrevistados), los temas más silenciados son las malas notas y las relaciones con
chicas, aunque a partir de los 15 años también callan mucho dónde van, qué
hacen, si beben o sus preocupaciones.

Por lo que respecta a los padres, aunque los temas silenciados con más frecuencia
son los relacionados con la economía familiar y los problemas familiares y de
pareja, Urra apunta que durante la elaboración del estudio le sorprendió el
elevado número de padres que calla todo lo relacionado con gamberradas y
travesuras hechas de pequeño o de adolescente para no dar ideas y para no perder
la autoridad. “Si los padres compartieran con sus hijos los detalles de su infancia
y adolescencia, las situaciones embarazosas que vivieron y los amores no
confesados, las decepciones, las frustraciones… serían más aceptados,
comprendidos y queridos, porque sólo desde la confianza compartida con sentido
del humor y el diálogo puedes comunicarte con los adolescentes”, asegura.

Otro capítulo amplio de zonas privadas de los padres tiene que ver con sus
miedos, dudas y preocupaciones sobre la muerte, la enfermedad, el dolor, las
amistades… Unas veces es por no preocuparles, pero a menudo ocurre que para
los padres no es fácil sincerarse ni hablar de sentimientos con los hijos. Según el
informe Comunicación y conflictos entre hijos y padres, editado por la Fundación
de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), apenas la mitad de los padres dice que
le resulta fácil hablar de los problemas a sus hijos y una cuarta parte reconoce
que a veces no se atreve a perdirles lo que quiere. “Aunque la intimidad es
irrenunciable, quizá los padres, además de desvivirse por sus hijos, deberían
comentar sus sentimientos y aconteceres, abrirse más a sus hijos desde la
sinceridad, explicarles algunos sinsabores, miedos, dudas… y dar un primer paso
que facilite posteriormente el de los hijos” hacia una relación de confianza,
reflexiona Urra. Y para aquellos que temen desmontar su imagen de referente o
perder autoridad recuerda que “todos los padres defraudan a los hijos en algo, y
viceversa; es así, debe de ser así; de esta forma las nuevas generaciones han de
andar su propio camino”.

En todo caso, tanto la investigación de Urra como la de la FAD ponen de


manifiesto que, tengan o no zonas privadas, son mayoría las familias que
consideran que disfrutan de una buena comunicación entre padres e hijos. En
general, de las encuestas se deduce que son más fluidas las conversaciones con
las madres que con los padres. Dos de cada tres jóvenes encuestados por la FAD
declaraban estar muy satisfechos de cómo hablan con su madre, pero sólo cuatro
de cada diez cuando se trata del padre. No obstante, cuando se trata de hablar de
los problemas, es ligeramente superior el porcentaje de chavales que consideran
más fácil hacerlo con el padre (41% frente a 38%). Y en la investigación de Urra
había un 15% de padres y un 10% de hijos que aseguraban no callar nada entre
ellos.

LAS RAZONES DE LOS SILENCIOS DE LOS HIJOS

“No me entienden”
Muchos adolescentes están convencidos de que sus padres son incapaces de
ponerse en su piel y no entenderían lo que pasa por su cabeza o lo que sienten. En
realidad, dicen algunos psicólogos, lo que ocurre es que el adolescente a veces no
se entiende ni él mismo y precisa sentirse incomprendido para compararse y
valorarse.
“Se enfadan”
Con frecuencia los hijos no cuentan cosas porque piensan que serán sancionados
por ello o que les impondrán prohibiciones y les recortarán libertades. Muchos
ven en el silencio una salida para no tener que escuchar broncas ni sermones o ser
sometidos a un interrogatorio.

“Por vergüenza”
Algunos chavales prefieren no compartir conductas o sentimientos con sus padres
por temor a ser ridiculizados, por pudor y falta de confianza, o porque no quieren
ser juzgados por ellos.

“No me toman en serio”


Otra de las razones aducidas por los adolescentes para no hablar de su vida
privada es que sus padres restan importancia a sus emociones, le responden con
que no piense en tonterías o que todavía es muy pequeño.

“Para que no se entrometan”


Algunos hijos levantan barreras de privacidad porque quieren hacer cosas por
ellos mismos o para evitar que sus padres se apresuren a ofrecer una solución a
sus problemas, hagan críticas precipitadas a sus decisiones, o intervengan en los
conflictos o relaciones con sus amigos.

“Son unos indiscretos”


La falta de discreción de los padres es otra de las razones que aducen los jóvenes
para no confiarles cuestiones que consideran íntimas o privadas. Hay padres que
no dan relevancia a la intimidad de sus hijos y comentan las confidencias que les
han hecho con otros miembros de la familia, con compañeros del trabajo, con
amigos…

“Para no preocuparles”
A veces los silencios de los hijos son un intento de proteger a los padres de un
disgusto, bien porque se sienten culpables de haber hecho algo que no debían,
bien porque los ven frágiles o estresados. Esta es la razón aducida a menudo para
no hablar sobre las nuevas parejas de los padres separados. A veces también
ocultan sus propias tristezas o las discusiones con los amigos “para no causarles
pena”.

“Para no decepcionarles”
Hay jóvenes que no cuentan a sus padres todos aquellos aspectos de su vida que
puedan enturbiar el concepto que tienen de ellos, la imagen de hijo idílico,
responsable o decidido.

“No tengo confianza”


Hay chicos que consideran que la comunicación con sus padres está restringida a
los grandes problemas y los grandes discursos y no tienen confianza para hablar
de lo que consideran intrascendente.

LAS RAZONES POR LAS QUE CALLAN LOS PADRES

“Para no preocuparles”
El sentido de protección lleva a muchos padres a silenciar todos aquellos
problemas, deudas, enfermedades o asuntos que consideran que pueden causar
sufrimiento a los hijos.

“Es mi intimidad”
Muchos padres no hablan a sus hijos de la parte de su vida que no comparten con
ellos o que no les atañe directamente. Pueden ser cuestiones laborales,
sentimentales, enfermedades…

“No son temas adecuados a su edad”


Hay temas que padres y madres no comentan con sus hijos convencidos de que
no los comprenderán o porque consideran que no son adecuados para su
educación o para las convicciones ideológicas y culturales que tratan de
transmitirles. En unos casos pueden ser problemas legales, de pareja, de trabajo,
conflictos familiares…
“Para no transmitirles inseguridad”
 Hay padres que silencian sus miedos, preocupaciones o debilidades para no
transmitir inseguridad y que no tienen el control absoluto de sus vidas.

“Por su indiscreción”
A veces los padres callan algunas cuestiones porque temen que los hijos hablen
de ello fuera de casa y quieren proteger su imagen o la de la familia.

“Por temor a no ser un buen ejemplo”


Con frecuencia padres y madres callan cosas que consideran vergonzantes, sus
fracasos o sus gamberradas de juventud por temor a no ser un buen ejemplo para
sus hijos o para evitar que estos las utilicen para justificar sus propias malas
conductas.

"Para no crear mal ambiente”


Muchos silencios relacionados con los problemas de pareja o con conflictos
familiares buscan eludir tensiones añadidas con los hijos.

“Para no lastrar sus relaciones”


Hay padres y madres que se callan problemas familiares o conflictos con amigos
para no influir en los posicionamientos de los hijos.

Una de las problemáticas sociales que afecta más a un individuo son los
conflictos familiares. Recordemos que la familia es la célula fundamental de la
sociedad, es el espacio donde el individuo se forma y adquiere grandes rasgos de
su personalidad, cultura y estilo de vida por medio de la orientación familiar.
Cuando el individuo enfrenta conflictos de índole familiar se ve afectado en los
diferentes ámbitos de su vida.

La falta de comunicación es una de las principales causas del desequilibrio


familiar. La falta de comunicación conlleva a una desintegración de los objetivos
como familia, los cuales son muy comunes debido a las responsabilidades de
cada integrante de la familia: trabajo, estudios y demas actividades fuera de casa,
sin embargo; se debe procurar siempre realizar actividades en conjunto para
fortalecer el lazo de los miembros de la familia.
 
Cuando los conflictos no logran ser solucionados por ellos mismos (los integrantes
de la familia) es necesario que acudan a un un especialista, con el fin de que les
oriente a solventar la situacion.

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