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Introducción
En los pacientes con Enfermedad Renal Crónica (ERC), existe una amplia evidencia sobre la
asociación de HTA (hipertensión arterial) con la progresión de ERC y el mayor riesgo cardiovascular
(CV) asociado.
En los últimos años, ha tomado relevancia el hecho de que existe una mejor correlación
entre los valores de presión arterial (PA) con el daño de órganos blanco y eventos, cuando los datos
provienen de mediciones hechas fuera de la consulta médica, como las provenientes del monitoreo
ambulatorio de la presión arterial (MAPA) y del auto monitoreo domiciliario de la presión arterial
(MDPA), en vez de cuando se utilizan mediciones que se toman por el médico durante la consulta.
Este hecho es especialmente relevante en los pacientes hipertensos con ERC.
Es por ello que las mediciones fuera de la consulta han ido ganando un importante terreno,
para el diagnóstico y manejo de la HTA; ello ha sido recientemente reflejado en la literatura médica.
La toma de posición de la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial sobre MAPA y MDPA, junto
con otras numerosas evidencias, refieren que existen dos poblaciones que tienen indicación
específica para el uso de estas técnicas de registro de PA fuera de la consulta: los pacientes
diabéticos y los pacientes con ERC. Las guías y recomendaciones actuales sugieren que basar el
diagnóstico y tratamiento de la HTA solamente en las mediciones del consultorio podría resultar en
un error diagnóstico y en un inadecuado manejo. MAPA y MDPA son más apropiados. 1
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La MDPA ha surgido como una manera de mejorar la precisión diagnóstica, la estratificación
de riesgo, la adherencia del paciente y la efectividad de la intervención terapéutica. La precisión en
el diagnóstico es especialmente importante entre los pacientes con ERC; se estima que
aproximadamente la mitad de estos pacientes presenta HTA de guardapolvo blanco, o bien, HTA
enmascarada u oculta. Los datos muestran que MDPA supera, como predictor de progresión de ERC
a estadio terminal o muerte, a los controles de PA en consultorio. También se reportó superioridad
de esta técnica como predictor de HVI (hipertrofia ventricular izquierda), evento CV fatal y no fatal,
y mortalidad global en población general; esto mismo ha sido convalidado en pacientes con ERC
estadios 3 a 5 y en pacientes en hemodiálisis. Asimismo, MDPA es un método mucho mejor
aceptado por el paciente que el MAPA, aunque tiene la desventaja ante el MAPA de que no permite
medir el comportamiento nocturno de la PA.
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previamente hipertensos es del 22%, incluso alcanza el 17,3% entre los pacientes portadores de PA
limítrofe o prehipertensos. Ello, comparado con una prevalencia de ERC entre individuos
normotensos del 13,4%. Más importante que su alta prevalencia es el hecho de que menos del 10%
de los pacientes con HTA que tenía ERC era consciente de ello. Estos elementos le otorgan a la
búsqueda o rastrillaje de la ERC dentro de los pacientes HTA una enorme importancia, ya que se
encuentran en alta probabilidad de padecerla, siendo que al menos uno de cada cuatro pacientes la
presenta.
Otro de los elementos de relevancia entre los pacientes hipertensos con ERC es la elevada
prevalencia de hipertensión de difícil manejo y de HTA resistente. Mientras que en la población de
hipertensos la prevalencia es de alrededor del 10%, entre los pacientes con ERC alcanza el 25%,
siendo aún más alta entre los diabéticos con ERC, donde supera el 35%.
El rastrillaje de la ERC en esta población se hace de la misma manera que en el resto de las
poblaciones descriptas como de alto riesgo: de manera muy simple, económica y al acceso de
cualquier estructura sanitaria existente. Lo que adquiere suma importancia, tomando en cuenta que
quienes tienen la responsabilidad principal de buscar la afectación renal son los médicos que hacen
atención primaria de la salud y que trabajan, en general, en lugares de baja complejidad, sumado al
hecho de que debe buscarse en un porcentaje muy importante de la población adulta.
Si ambas evaluaciones son normales podríamos casi descartar que el paciente hipertenso
tenga una lesión renal de potencial implicancia para la su salud. En algunas circunstancias, muy poco
frecuentes, una ecografía renal podría ser necesaria para completar la búsqueda.
En el caso de pacientes diabéticos que tengan análisis de orina normales para proteínas,
está indicado buscar pérdidas de pequeñas cantidades proteicas, rango entre 30 y 300 mg/24 h, o
mediante búsqueda de alteraciones de la relación albúmina/creatinina urinaria (se consideran
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valores anormales índices por encima de 20 mg/g creatinina, en el hombre, y de 30 mg/g de
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creatinina, en la mujer). Esta búsqueda puede hacerse de manera exploratoria, con tira reactiva, y
es preferible realizarla en orinas al acecho, preferentemente en la primera micción matinal. En los
pacientes hipertensos diabéticos, la presencia de microalbuminuria (MA) tiene implicancia clínica
sobre la potencialidad de progresión de la enfermedad renal, siendo la MA mucho más prevalente
entre los hipertensos (15 a 20%) que entre los normotensos (4 a 6 %), según distintos reportes.
Si bien la ERC nos preocupa por la posibilidad de progresión a la pérdida de la función renal
que requiera sustitución de la misma, debemos resaltar que quienes llegan a esta situación son los
sobrevivientes de lo que les ocurre a la mayoría de los pacientes con ERC, que es la muerte temprana
de causa CV. Por esto, los tratamientos deben priorizar la posibilidad de modificar el riesgo y la
morbimortalidad CV y, obviamente, retardar o detener la progresión de la ERC.
Para obtener mejores resultados es necesario utilizar estrategias integradas sobre los
distintos factores de riesgo, los factores de riesgo cardiovascular clásicos y aquellos propios de la
ERC. Por esa razón, las drogas antihipertensivas son sólo una parte del tratamiento.
Lograr un control persistente de la PA entre los pacientes con ERC constituye un objetivo
esencial del tratamiento, necesario no sólo por retardar la progresión de la ERC, sino también para
evitar las complicaciones, esencialmente, las CV. Durante muchos años se creyó que cuanto más
baja se mantuviese la PA, en la ERC, era mejor para los pacientes. Actualmente, se han logrado
reconocer situaciones particulares que han hecho que este criterio inicial se haya modificado
parcialmente.
En los pacientes con ERC, el logro del objetivo de PA a < de 140 mmHg es lo fuertemente
recomendado por las diversas guías, dado que el beneficio de alcanzarlo es muy alto.
Debe tenerse en cuenta que, si bien un mayor descenso de PA puede producir una caída
más acentuada de la proteinuria, esto es bueno siempre y cuando el descenso de PA no comprometa
el flujo sanguíneo renal. Cuando el flujo está previamente comprometido (p. ej.: por lesión en
grandes y pequeños vasos renales), una mayor caída de PA puede hacer que el flujo caiga aún más
y comprometa tanto la presión de filtración como el filtrado glomerular. De esta manera, se
enmascararía el beneficio potencial por cifras más bajas de PA y, más aún, podría implicar un
perjuicio, especialmente en pacientes con diabetes y/o nefroangiosclerosis y sin proteinuria, donde
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no hay claros beneficios en reducción de eventos renales o CV y sí, en cambio, una mayor incidencia
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de eventos adversos. Una revisión sobre el tema muestra que, en pacientes con ERC estadios 2 y 3
e HTA, sólo hubo beneficios por reducción de la PAS (presión arterial sistólica) a <130 mmHg, en
eventos renales duros y eventos CV, en el subgrupo de pacientes proteinúricos.
La ingesta de cloruro de sodio debe ser de 5-6 g/día, para la mayoría de los pacientes, de lo
contrario, no se logrará el objetivo de PA. La dieta hiposódica produce disminución de proteinuria >
al 30% y más allá de la simple caída de PA. Los beneficios dependen, también, de los cambios
hemodinámicos renales, ya que disminuye la hiperfiltración glomerular. Simultáneamente, también
existe un menor porcentaje de eventos duros renales, en definitiva, el objetivo del tratamiento. La
ingesta alta de sodio interfiere con drogas antihipertensivas, como bloqueantes del SRAA (sistema
renina-angiotensina-aldosterona), y favorece la proteinuria. Sin embargo, esta indicación no está
ubicada en la primera línea del tratamiento de la HTA, en la ERC, además de ser altamente
costo/efectivo. Como todos los logros vinculados con los cambios de hábitos, requiere una
estrategia diferente a la convencionalmente utilizada, un trabajo educativo, en conjunto con
políticas públicas sobre reducción del consumo de sal.
Alguna alerta debemos tener, si la disminución de la ingesta de sal es tan intensa que genere
contracción del volumen y caída de la PA, comprometiendo el flujo renal, especialmente cuando se
usa tratamiento con diuréticos y drogas que bloquean el SRAA, ya que podemos generar caída de la
presión de filtración, con caída del filtrado glomerular y el consiguiente perjuicio.
No caben dudas de que el bloqueo del SRAA constituye el núcleo central de la estrategia
farmacológica, en pacientes con ERC. Los agentes que inhiben el SRAA reducen eficazmente la PA,
la proteinuria y la progresión de la ERC, así como los eventos CV asociados. Los resultados son más
evidentes en pacientes con proteinuria > 300 mg/d. A pesar de la recomendación que hacen las
guías en tal sentido, el bloqueo del SRAA tiene, en estos pacientes, una baja tasa de uso, no
superando el 35-40%, en pacientes con indicación precisa. Esto se basa, fundamentalmente, en la
preocupación médica por el aumento de la creatinina plasmática y la hiperpotasemia.
Si bien la hiperpotasemia ocurre más frecuentemente entre estos pacientes, el riesgo sigue 5
siendo muy bajo y no debería limitar su uso, sino hacer los controles. Debemos prestar especial
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atención cuando: los niveles de potasio plasmático sean >4,5 mEq/l o exista un IFGe
< 45 ml/min/1.73 m2 o una caída con el tratamiento del IFGe >30% o de la PAS >15 mm Hg, ya que
existe mayor riesgo de hiperpotasemia. El riesgo comienza a aumentar cuando la potasemia es > de
5,5 mEq/l.
Con el aumento de la creatinina sérica, que puede observarse como consecuencia del
tratamiento, se recomienda no interrumpir los bloqueadores del SRAA, mientras aquella no sea >
30% de la creatininemia basal. Un aumento inicial de la creatinina, de hasta el 30%, con estas drogas,
es un buen indicador de estabilización de la función renal a largo plazo. Después del incremento
inicial, la creatinina sérica tiende a estabilizarse, en los primeros dos a tres meses de iniciado el
tratamiento.
La posibilidad de uso de doble bloqueo del SRAA debe quedar en manos de especialistas.
Con los antialdosterónicos existe poca experiencia, en los pacientes renales. Los niveles más
altos de aldosterona, junto con la retención inadecuada de sodio y la hiperactividad simpática, son
los tres factores determinantes para su uso en la HTA de difícil control o resistente, muy prevalente
en esta población. Los resultados, aunque escasos, parecen hasta ahora alentadores, ya que logran
controlar mejor la PA, descender la proteinuria, sin caída del IFGe. El uso de dosis bajas de
espironolactona en pacientes con HTA resistente produce una caída promedio de PA significativa,
sin riesgo exagerado de hiperpotasemia; el aumento del potasio > de 5,5 mEq/l es excepcional.
Obviamente, que se requiere ampliar la experiencia, particularmente con IFGe muy bajos.
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proteinuria, el beneficio nefroprotector no se hace evidente y no se atenúa la tasa de progresión de
la ERC.
Esto es un tema muy controvertido aún y, como ya dijimos, quizás no exista una única cifra
como objetivo y debamos adecuarla a cada condición clínica. Hay mucha evidencia en el sentido de
que los pacientes jóvenes se benefician con PA más bajas. Recientemente, el estudio SPRINT mostró
que incluso en pacientes no jóvenes y con elevado riesgo CV, quienes alcanzan PAS más bajas
(120 mmHg) tuvieron menos eventos CV combinados y muerte que aquellos con PAS dentro del
rango hasta ahora recomendado (135 mmHg). Otro hecho llamativo es que esto no se debió al
descenso de los accidentes cerebrovasculares, como hubiese sido más esperable, sino a un
importante descenso en los episodios de insuficiencia cardíaca. Los pacientes del estudio eran
mayores de 55 años, y un 30 % de ellos tuvo ERC, con un IFGe entre 20 y 60 ml/min/173 m2.
En el subgrupo de pacientes renales, el beneficio era muy significativo y similar al del resto de los
pacientes. Una posterior revisión del tema, aparecida hace unas pocas semanas, parece confirmar
estos hallazgos.
Finalmente, es probable que algunos pacientes con ERC, no jóvenes y con riesgo
cardiovascular alto, pudiesen beneficiarse con PAS más bajas que las recomendadas hasta ahora por
las guías (<140 mmHg). No está resuelto aún cómo identificar a aquellos pacientes que no se
benefician o, incluso, que podrían perjudicarse con PAS más bajas, para también poder protegerlos.
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