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Fotografía macro con objetivos invertidos

Por: 
Juan Antonio Guerrero (texto y fotos)

La técnica de invertir objetivos cuando practicamos fotomacrografía ha despertado mucha curiosidad, sobre
todo por lo económico y accesible del material necesario y la proliferación de las réflex digitales. Expondré
aquí mis experiencias en estos meses de uso intenso de una Canon 300D con un par de objetivos invertidos
y un resumen de las preguntas frecuentes que se me han formulado.

¿Cómo invertir el objetivo?


La primera dificultad a superar es cómo colocar el objetivo invertido en la cámara. Pues bien, en el mercado se
pueden encontrar adaptadores, sobre todo el famoso anillo inversor de Novoflex. Es algo caro, pero de un plumazo
solucionamos casi todos los problemas derivados de esta técnica: la pérdida del control del diafragma desde la
cámara y de todos los automatismos.

Yo, sin embargo, opté por una solución casera más económica, que consiste en pegar un filtro sin cristal a una tapa
de la cámara previamente agujereada. Esto también plantea un pequeño problema: la tapa se va desgastando con el
uso y al cabo del tiempo tendremos que fabricarnos otra. Además tendremos que trabajar con el diafragma cerrado,
con lo cual se hace muy difícil enfocar, tendremos que aprovechar los días luminosos y hay que practicar mucho.
Otra opción económica y más sólida es pegar el filtro sin cristal a un adaptador de rosca M42 a bayoneta, aunque
tampoco conservamos los controles del diafragma ni el AF. Obviamente, también podemos añadir tubos de
extensión o un fuelle a un anillo inversor, aumentando la magnificación a límites increíbles.

¿Qué objetivos usar?


Mucha gente me ha preguntado qué pasaría si invirtiera su objetivo macro de 100 mm para este propósito. Mi
respuesta, para la frustración del personal, es que saldría perdiendo magnificación, y su flamante objetivo que da
una magnificación de 1:1 sin problemas se convertiría en un valor de 1:7. Hay que usar objetivos de una distancia
focal de 50 mm o menos. Para hacernos una idea, un 50 mm nos da aproximadamente una ratio de 1:1. Ese valor es
igual en una digital que en una de cámara de 35 mm, pero como en la réflex digital el sensor es más pequeño que la
película, aparentemente tenemos más magnificación. Eso es debido al “recorte” producido, porque la imagen se
capta en un área menor, pero hablando con propiedad sigue siendo 1:1. La ventaja es la misma que con el uso de
teleobjetivos, pero no podemos decir que la ratio es 1.6:1, por ejemplo, porque no es cierto. Si captamos una imagen
de 18x24 milímetros y el sensor es de 18x24 milímetros, eso es 1:1. Aclarado esto, sigo con los objetivos.

Con un 28 mm invertido alcanzamos la gloriosa cifra de 2.8:1, suficiente para fotografiar la cabeza de una libélula o
una mosca pequeña de cuerpo entero. Y de ahí en adelante, con angulares más cortos, la ratio aumenta más y más.

En cualquier caso la manera de comprobar si nuestro viejo (o nuevo) objetivo sirve para invertirlo es muy sencilla: Lo
colocamos a mano delante de la cámara y hacemos unas pruebas con diferentes diafragmas en una situación de
bastante luz y, si funciona, entonces hay que buscar un adaptador. Si, además, disponemos de una réflex digital, las
pruebas se hacen y se comprueban inmediatamente. Hay que verificar, sobre todo, que no aparezcan aberraciones
cromáticas y distorsiones importantes. Si éste es el caso mejor descartar ese objetivo y buscar otro.

En general siempre es mejor usar un objetivo de focal fija que un zoom, principalmente porque siempre da más
calidad y el resultado es más previsible. Los zooms, aparte de ofrecer menos definición, son caprichosos en su
rendimiento con los tubos de extensión y, si a esto le sumamos que los estamos colocando en posición invertida, el
efecto puede ser bastante pobre. Pero por probar no perdemos nada.

La calidad que se obtiene depende, obviamente, de los objetivos y también del diafragma que usemos. Si lo
cerramos mucho, tendremos problemas de difracción y, si lo cerramos poco, nos quedaremos sin profundidad de
campo. Tras algunas pruebas he llegado a la conclusión de que lo mejor es trabajar en torno a f/16 y a f/11 si añado
los tubos de extensión a la fórmula. Hay un interesante artículo de Luis Monje titulado La difracción en fotografía
sobre la difracción en esta web, donde se puede profundizar en este fenómeno.
Aquí podéis ver un recorte al 100% de la foto de la mantis. Sólo se le ha aplicado un poco de enfoque con el
programa Acdsee. La foto está tomada con un Pentax 50 mm invertido y el diafragma en f/11.

Según vamos consiguiendo más magnificación, la profundidad de campo va cayendo en picado. A 5:1 es difícil tener
un milímetro de insecto a foco. Este problema se soluciona encontrando el plano de enfoque adecuado, es decir,
una parte de la superficie del insecto que quede paralela al plano focal (a la película o al sensor, para entendernos) y
que muestre la información que queremos del animal.

Un ejemplo lo tenemos en este probablemente Lixus iridis jovencito. Para mí es un insecto complicado de fotografiar
por su extraña anatomía, su morro prominente y sus antenas al final de éste. Aquí he intentado resolver el problema
siguiendo la línea de la cabeza hasta el final de su antena izquierda. Se ve perfectamente su aspecto y sin embargo
la profundidad de campo es muy poca.

Una cuestión importante a tener en cuenta es que según aumentamos la ratio, también vamos acortando la distancia
de enfoque. Con un 50 mm tendremos que colocar la cámara a unos 10 cm del sujeto; con un 28 mm a unos 4 cm y,
si encima colocamos tubos de extensión, nos tendremos que acercar a 3 cm o menos. Esto plantea la siguiente
pregunta.

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