Está en la página 1de 2

IN MEMORIAM DEREK WALCOTT

Las enfermeras saben a la perfección su trabajo.


Y el verso dónde terminar. La épica que te mantiene
atado a una silla de ruedas no opaca lo mejor

de esas playas donde se forjó el que mejor


de todos sabía que la lluvia lo esperaba
una vez alcanzara el final del surco

arado bajo el yugo por los bueyes.


No fue perjudicial reconocerte
entre los que estaban en aquella

fiesta. Si un anciano y venerado extranjero


podía escapar de la veneración que lo rodeaba,
la puerta estaba abierta de par en par

y entramos a la que no era nuestra casa.


Dicen que estás muerto, pero no se me olvida
la bronca que te mandaste entre ese montón

de aspirantes que te escuchábamos


como esas noches en que subíamos hasta la Virgen
y jurábamos de guata haberla oído: Kalafquén

y la Daniela amanecían en el pasto del Santa Lucía


tres días después de haber abandonado sus aposentos.
Los usuarios del transporte público no pueden apartar

su mirada: una pareja se está besando el mismo día


de tu muerte. Una pareja se está besando a los pies
de Gabriela Mistral y los indios involuntarios

que la rodean. Una veneración cayendo


con lo que sea que ilumina aquellas playas
donde la mitología reemplazó a los pescadores

y la pobreza no fue menos pobre. Cada uno se siente


libre de encerrarse como monjes de clausura
al interior de su propia celda. Orar
está fuera de discusión. Pareciera que estoy
escribiendo en inglés. Te pido disculpas
por no haberlo comprendido, pero

el día de acción de gracias otra vez nos


pilló lejos de nuestro hogar y las luces
de aquellos edificios eran incapaces

de calmar el frío de aquellos meses.


Los botes varados en la arena no son
parte de un ejército que no ha sido nunca

derrotado. Pero sí están a la espera


de que alguien los empuje mar adentro
para echar las redes en el agua y pescar

un par de zapatos que nadie se quiere


poner. Eso tampoco es una derrota.
Ni tuya ni de los pescadores. El día

que vuelvan con los peces alguien


los habrá multiplicado y habrán
navegado sobre el vino porque

alguien tenía que casarse y


alguien tenía que beberlo.
La silla de ruedas seguirá

girando. Estés o no estés


sobre ella. El círculo
se completa solo.

Ninguno de los dos es necesario.

También podría gustarte