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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR

FACULTAD DE COMUNICACIÓN SOCIAL

Nombre: Antonio Israel Marín Mejía


Curso: 7mo “D”

- Tema: Escritura de un Ensayo Literario propio


Pensamiento escogido para utilizarlo como tema para escribir un Ensayo
Literario: “La injusticia es aborrecible, pero la crueldad no sabe corregirla y,
antes o después, se convierte en cómplice”.

La injusticia y la impunidad
La justicia en la vida del hombre siempre ha estado salpicada de aquello que
detestamos y aborrecemos completamente, la impunidad. Difícil y casi
imposible creemos que puede ser exterminarla, pues cada día el monstro se
hace más grande y va consumiendo con entera libertad las esperanzas de un
pueblo que mirando al cielo –como esperando el milagro– reclama justicia. Y,
cómo hablar de justicia en una sociedad donde impera la desigualdad, donde la
libertad es limitada y donde el poder político se ha constituido como una
herramienta de persecución ideológica.
Cómo pensar siquiera en justicia cuando en las cortes, juzgados y fiscalías,
predomina el compadrazgo, el pago de favores, en otras palabras, el tráfico de
influencias. Instituciones que se supone son las encargadas de impartir justicia
son las que están más abarrotadas de corrupción. Y es precisamente ese mal
uso de poder, el que ha condenado a personas inocentes y ha dejado en
libertad a los verdaderos criminales y delincuentes. Varias personas, ya
habiendo caído en el desespero, han optado por naturalizar lo injusto. Otras –
me agradaría pensar que la mayoría- aún guardan una pisca de esperanza y
esperan poder conseguir lo que parecería ser inalcanzable: lo justo.
En el mundo entero son más los casos que han quedado en la impunidad que
los casos en los cuales se ha impartido justicia. Sin temor a equivocarme diría
que todos los sistemas jurídicos del mundo han caído en este vicio, donde la
vulneración de los derechos ciudadanos es cosa diaria. Se han escrito
constituciones, leyes, normas, reglas, tratados, etc., y nada ha logrado
neutralizarla. Es válido recordar en este punto, aquel refrán que ha venido
surcando cientos de generaciones; que no ha perdido vigencia; que no tiene
fecha de caducidad y que planea quedarse por siempre. Me refiero a la frase:
“hecha la ley, hecha la trampa”. Con este refrán queda más que claro que la ley
puede ser vulnerada y puede estar catalogada como legitima, a pesar de que
esa misma regla ponga en juego la supervivencia de la sociedad.
Tanta es la rabia y la impotencia que muchos sentimos al ver que la justicia no
predomina, que pensamos que lo más acertado sería tomar la justicia por
nuestras manos y hacer sufrir a quienes creemos deben pagar por sus actos.
Sin embargo, estamos equivocados. La violencia no suele resolver ni corregir
nada, si actuásemos de esa forma tan solo nos estaríamos convirtiendo en
cómplices de lo que decíamos aborrecer. Nos convertiríamos en el reflejo de
aquello que deseamos exterminar. Pero, ¿Quedarnos sin hacer nada es la
solución? No, la justicia es una virtud fundamental para la estabilidad social,
esta implica equidad, pero sobre todo ética, y por este motivo, depende de
cada uno de nosotros actuar de acuerdo a las leyes establecidas en nuestra
sociedad y velar para que los demás también las cumplan. En caso de que no
se llegaran a cumplir estamos en la obligación de denunciarlas, si no lo
hacemos, nuevamente nos estaríamos convirtiendo en cómplices de la
injusticia y de la impunidad.
La justicia debe sobrepasar las barreras del poder, debe ser autónoma y para
ello debe desvincularse de la autoridad política. La injusticia no puede
transgredir los linderos de la libertad y de los derechos. No debería permear las
estructuras de un Estado, porque cuando lo hace solo deja consecuencias
negativas y a veces estas son irreparables. Dejar de alimentar nuestras
naciones de impunidad evitarán las crisis y guerras mundiales.

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