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EL INFORME ORAL EN EL PROCEDIMIENTO SANCIONADOR

Pautas para su desarrollo (06/11/2020)


Oscar ALEJOS[*]

En los últimos años, el informe oral se ha convertido en parte esencial de todo procedimiento administrativo
sancionador. Así, se ha vuelto común pedirlo y concederlo; tanto que algunos reglamentos lo contemplan
expresamente y regulan sus pormenores. Sin embargo, quedan aún muchos aspectos que permanecen
inciertos, para lo cual se vuelve necesario tener algunos criterios o pautas que permitan a las autoridades
ordenar adecuadamente el desarrollo del referido informe. En este artículo se brindan algunos apuntes sobre
dichos criterios.

MARCO NORMATIVO: 
TUO de la Ley N° 27444 – Ley del Procedimiento Administrativo General, Decreto Supremo Nº 004-2019-JUS
(25/01/2019): arts. IV num. 1.2, 70 y 248.

PALABRAS CLAVE:
Procedimiento sancionador / Informe oral / Debido procedimiento / Derecho de defensa

INTRODUCCIÓN
En los últimos años, el informe oral se ha convertido en parte esencial de todo procedimiento administrativo
sancionador. Forma parte del derecho de audiencia que implica no solo acceder al expediente, sino también
formular alegaciones (Cierco, 2001, p. 261). Precisamente, como parte del derecho a formular alegaciones, no
solo se impone a la autoridad tomar en cuenta lo que el particular acusado tiene que decir por escrito, sino
también oralmente (Cierco, 2001, p. 271). En tal sentido, es imperioso destacar las ventajas que presenta el
informe oral en contraposición con los tradicionales informes escritos.
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Estas ventajas se revelan con la práctica cada vez más común de pedir informe oral ante cualquier autoridad.
Desde los descargos se pide audiencia ante el órgano instructor, para luego pedirla ante el órgano
resolutivo; posteriormente, se vuelve a pedir ante la segunda instancia. En esa línea, se ha vuelto igual de
común conceder audiencia, incluso en casos simples. Este boom de informes orales ha generado que
algunos reglamentos lo contemplen expresamente y regulen sus pormenores; por ejemplo, el Reglamento
del Procedimiento Sancionador del OEFA regula la anticipación con la que debe programarse la audiencia,
así como su registro en video.

Sin embargo, quedan aún muchos aspectos que permanecen inciertos, para lo cual se vuelve necesario tener
algunos criterios que permitan a las autoridades tomar determinadas decisiones al momento de organizar las
referidas audiencias. Cabe adelantar que dicha incertidumbre se debe, entre otras razones, a la disparidad de
criterios de la innumerable cantidad de entidades. Es importante, por ello, poner algo de orden en este caos.

Ahora bien, adelanto que no haré aquí mayores referencias normativas, dado que nuestra norma común (el
Texto Único Ordenado de la Ley de Procedimiento Administrativo General o “TUO de la LPAG”) es más bien
escueta. La referencia principal se halla en el numeral 1.2 del artículo IV, el cual considera el derecho “a
solicitar el uso de la palabra” como parte del debido procedimiento. Sinceramente nunca entendí esta
redacción. ¿El derecho a solicitar?, ¿era necesario que me lo reconozcan? Me parece que no. Siempre hemos
tenido derecho a solicitar lo que nos venga en gana (derecho de petición, en términos legales); la cuestión es
si tenemos derecho a que nos concedan el uso de la palabra. Lamentablemente ello no tiene respuesta en la
ley. 

En la doctrina tampoco existe consenso. Por un lado, Ramón Huapaya (2013, p. 133) considera que el debido
procedimiento no implicaba necesariamente la oralidad, salvo en algunos casos especiales (trilaterales y
sancionadores). Por otro lado, Juan Carlos Morón (2017, p. 81) sí considera que el debido procedimiento
contiene el derecho a exponer oralmente; sin embargo, añade que no se trata de un derecho absoluto, por lo
que puede ser denegado por razones objetivas y debidamente motivadas.

Finalmente, también existen posiciones en doctrina que consideran la oralidad como indispensable solo en
determinados escenarios, como la actuación de “pruebas orales” (declaración de testigos, exposiciones
periciales, etc.). Se sostiene que, en estos casos, la oralidad es necesaria para garantizar un adecuado
contradictorio (Alarcón, 2007, p. 371).

Personalmente considero que la oralidad sí forma parte del debido procedimiento, dadas las ventajas que
tiene frente al alegato escrito. Esas ventajas revelan que se ha convertido en una exigencia esencial para
garantizar el derecho de defensa. Evidentemente existen escenarios en los cuales su necesidad es más
intensa (por ejemplo, actuación de determinadas pruebas). De ahí que el pedido de informe oral debe ser
concedido en algunos casos sin que exista razón válida para denegarlo; mientras que, en otros casos en
donde su exigencia es menos intensa, sí puede ser válidamente denegado mediante decisión motivada.

En suma, nos movemos en un terreno incierto, lo cual nos brinda amplia libertad para rebotar ideas. En las
líneas que siguen, pretendo brindar algunos apuntes sobre los criterios que, observando la práctica de
diversas entidades, considero son los más relevantes y deberían empezar a perfilarse como las reglas del
juego.

I. LAS VENTAJAS DE LA ORALIDAD


Vivimos acostumbrados a un procedimiento esencialmente escriturado (Jinesta, 2011, p. 98). Los oficios,
cartas y resoluciones se imprimen, firman y notifican por medios físicos a los ciudadanos. Los escritos de
descargo, apelación y otros, son también impresos, firmados y presentados en físico. El resultado es un
expediente físico, gordo e interminable. He aquí un primer problema.

El expediente físico encierra demasiada información. Entre tantos escritos, oficios, copias, etc., quien revisa el
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expediente no hace sino enfrentarse a una maraña de información, las más de las veces, innecesaria. ¿Por
qué tanta información?, ¿por qué tantos documentos?

Soy fiel creyente de que la respuesta está en la falta de oralidad. En efecto, la razón por la que los
ciudadanos presentan una cantidad ingente de escritos se debe a que nunca están seguros de haber
agotado todos sus argumentos, de haber sido entendidos o leídos por quien resuelve. Existe un temor
generalizado y, probablemente, fundado, respecto a la falta de lectura de los escritos por parte de la
administración.

Dicho temor nunca desaparecerá, ni siquiera asegurando una adecuada motivación en donde el decisor se
pronuncie sobre cada uno de los argumentos del ciudadano. En efecto, la motivación se aprecia cuando la
resolución ya está emitida, cuando el partido ya ha terminado. Mientras tanto, el imputado no sabe si lo han
leído y, por ende, seguirá con su avalancha de escritos.

Lo curioso es que dicho temor (fundado o no) genera que el ciudadano presente más y más escritos,
buscando que sus argumentos sean leídos. Sin embargo, dicha acumulación de información y papel tiene el
efecto contrario. Ante tanta información, no se lee, se lee poco o se lee mal.

¿La solución? Hay varias. Una poco atractiva, pero aplicada en otros países, es la limitación de escritos y su
extensión . Esta podría ser una buena solución, pero atenta contra la flexibilidad que caracteriza al
procedimiento administrativo. Además, no creo que la ciudadanía esté preparada para lo que podrían
interpretar como un recorte a su derecho de defensa. Asimismo, no creo que la administración esté
preparada para lo que sería la aplicación de dicha regla y sus excepciones. 

¿Otra solución? La oralidad. Hablemos de las ventajas de la oralidad. Son precisamente aquellas que se
contraponen a los defectos de la escritura, mencionados anteriormente. 
Oralmente se pueden exponer los argumentos que están por escrito. Gracias a la posibilidad de grabar las
audiencias en video, no cabe argüir que “las palabras se las lleva el viento”. Así como se puede revisar
nuevamente el expediente para leer una y otra vez un escrito, también se puede ver el video de la audiencia
una y otra vez.

En la audiencia se puede formar un diálogo con la autoridad que resuelve. Las preguntas son bienvenidas y,
por ello, el imputado puede precisar, explicar o aclarar lo que fuera necesario. Cabe notar que, de esta forma,
no solo se facilita la vida del imputado, sino también del órgano resolutivo, pues así aclara las dudas que
puede tener. Este contacto directo entre quien resuelve y el acusado es lo que se denomina inmediación,
elemento esencial de la oralidad (Santofimio, 2017, p. 417) .

Adicionalmente la audiencia evita que el imputado crea (fundada o infundadamente) que no ha sido leído o
escuchado. Aquí tiene frente a frente al que resolverá su caso. No debería existir mayor duda. Por ende, no
debería empeñarse en presentar más y más papeles. La idea es que, en la audiencia, el funcionario no solo
puede escuchar los pedidos del administrado, sino además resolverlos en el acto, sin necesidad de que sean
presentados escritos innecesarios (Gordillo, 2014, p. 438).

Finalmente, pero no menos importante, la oralidad permite la concentración de actuaciones. Si se empieza a


promover la oralidad, el siguiente paso será eliminar actuaciones innecesarias del procedimiento, dado que
en una sola audiencia se pueden llevar a cabo distintos actos: formulación de alegatos, actuación de pruebas,
etc. (Jinesta, 2011, p. 107). En un solo acto se pueden realizar múltiples acciones, sin necesidad del esquema
tradicional “presentación de escrito – correr traslado – absolver – resolver”. Por tanto, se garantiza mayor
celeridad en el desarrollo del procedimiento (Jinesta, 2011, p. 108).

Vale notar que estas bondades no son incompatibles con la escritura, de manera que la oralidad no la
sustituye totalmente, sino que la complementa (Cierco, 2001, p. 271; Gordillo, 2014, p. 437) .
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II. ALGUNAS REGLAS DE JUEGO
Ahora bien, las audiencias deben darse de la mejor forma posible, si queremos obtener todos los beneficios
antes mencionados. En ese sentido, son necesarias determinadas reglas (en sentido lato) que, sin la
necesidad de ser escritas, deberían ser adoptadas por quien dirige la audiencia (Jinesta, 2011, p. 109). Me
permito exponer aquí algunas de dichas reglas o pautas.

1. La antesala: El pedido de audiencia y su concesión


Como he señalado anteriormente, el debido procedimiento –en los términos del TUO de la LPAG– implica el
derecho a solicitar el uso de la palabra. Nada se dice respecto de cómo debe responder la administración. Sin
duda, tendrá que motivar su respuesta, sobre todo si es negativa. Caso contrario, se estaría actuando
arbitrariamente. 

Es más, dada su incorporación como parte del debido procedimiento, su denegatoria no solo debería estar
motivada, sino que se debe exigir un estándar de motivación mayor. Así lo ha entendido también el Tribunal
Constitucional (años antes de la modificación de la LPAG) en la sentencia recaída en el Expediente N° 3075-
2006-PA/TC, al señalar que la facultad de conceder o denegar el informe legal no es “absolutamente
discrecional”, debiendo darse motivos contundentes para denegarlo.

En ese sentido, sea que lo consideremos parte o no del debido procedimiento, lo cierto es que el acusado
puede pedir informe oral y la administración puede conceder su pedido o rechazarlo, pero siempre de forma
motivada. El informe oral queda así fuera del arbitrio de la administración.

En línea con ello, se encuentra el tema de la programación. El TUO de la LPAG, en su artículo 70, regula la
comparecencia estableciendo que el día en que debe comparecer el citado no puede ser antes del tercer día
de recibida la citación. He ahí una primera pauta: al menos tres días deben transcurrir entre la citación a la
audiencia y su celebración. 

Ahora, si bien la norma es clara y útil al fijar un parámetro, lo cierto es que debería considerarse que el lapso
de tres días es un tiempo mínimo. En efecto, el tiempo entre citación y audiencia debe responder a la
necesidad de preparar el informe oral (Morón, 2017, p. 82), el cual depende a su vez de la complejidad del
caso. Así, una audiencia de alegatos puede requerir menos preparación que una audiencia de pruebas, y
viceversa. Dependerá del caso concreto. Queda en manos del órgano resolutivo fijar un plazo prudencial y
razonable.

2. Oralidad de verdad: En la audiencia no se lee


Un aspecto importante que se deja de lado es que la audiencia sirve para que las partes puedan exponer
oralmente sus argumentos. En el caso del procedimiento sancionador, el imputado tiene la posibilidad de
exponer su defensa oralmente frente a las personas que están llamadas a resolver.

Lo que acaban de leer parece redundante y, en ese sentido, podría pensarse que es innecesario ahondar más;
sin embargo, ello no es así, al menos por lo que revela la práctica.

Quien ha participado en una audiencia en sede administrativa coincidirá que, en muchos casos, se usa y
abusa de las “presentaciones”, las mismas que contienen una cantidad excesiva de texto. No menos inusual
es que los ponentes lean dichos textos o se guíen demasiado del mismo.

¿El resultado? El informe oral se convierte en un informe escrito. Tan es así que hasta la presentación se
queda en manos de los funcionarios, como un escrito más que servirá para engordar el expediente. 

Más allá de esta desnaturalización del informe oral, el (mal) uso de las presentaciones cargadas de texto
tiene otro efecto indeseado: la distracción de las personas que resuelven. El uso de presentaciones cargadas
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de texto distrae a la audiencia, quienes se enfocan en la presentación y no en la exposición. En suma, el
informe oral se torna en inútil.

Frente a esta triste realidad, se vuelve necesario fijar una regla esencial: limitar el uso de las presentaciones.
De permitirse su uso, debería utilizarse exclusivamente para ilustrar visualmente a la audiencia sobre
aspectos que efectivamente necesitan de esa ayuda (fotografías, videos, líneas de tiempo, etc.).

3. Concentración: Aprovechemos la audiencia al máximo


La audiencia tiene una ventaja importante que no puede dejarse de lado: es el acto en el que todos los
involucrados se encuentran. En ese sentido, la audiencia representa una oportunidad que puede
aprovecharse para realizar más actos que simplemente el informe oral.

En efecto, se encuentra aquí el imputado, quien resuelve y, en algunos casos, el que acusa e instruye. Es esta
una oportunidad para presentar una prueba, actuarla, correr traslado de algún escrito, entre otros. Las
oportunidades son infinitas y todo depende de cómo organice la audiencia el que la convoca.

La idea es que, en la audiencia, se pueden concentrar diversos actos de prueba, exposición, etc. Es
importante que se vea este aspecto como una gran oportunidad para mejorar la celeridad del
procedimiento.

4. Inmediación: Quien participa es quien resuelve


Nuevamente esta regla de juego podría parecer innecesaria, superflua, demasiado evidente; sin embargo, la
práctica nos muestra otra vez que no lo es.

Se dice que la audiencia promueve la inmediación, es decir, la cercanía de quien resuelve a las partes de
forma directa. Es el momento cumbre en el que el imputado se ve cara a cara con quien tiene en sus manos
la decisión de sancionar o archivar el caso. La importancia del momento implica que el imputado tenga la
satisfacción de hablar directamente con quien resolverá.

Pese a ello, se han visto casos de cambio de funcionarios luego de la audiencia y, sin embargo, no se ha
vuelto a convocar otra audiencia. Se presume que la primera basta, porque el imputado ya pudo hablar,
como si hablar fuera lo importante en sí mismo. Claro que no. El imputado quiere hablar, pero con quien
resuelve.

Por ahí podría decirse que, al final de cuentas, el imputado habló con el funcionario a cargo (vocal, director,
gerente, etc.), como si el cargo fuera lo relevante. Falso nuevamente. Lo relevante es hablar con la persona
detrás del cargo, la que tendrá las dudas, preguntará, y evaluará el caso para resolver.

5. Estructura: La importancia de no ser interrumpido


Este es un tema de orden. Sucede que, en la práctica, es común interrumpir al litigante para realizar
preguntas, formular objeciones o dirigir la exposición en un sentido. 

Esa práctica debe descartarse. La interrupción tiene la potencialidad de perjudicar la concentración del
litigante y, por ende, su discurso. La búsqueda de la verdad material debe propiciar que el acusado (o su
abogado) diga todo lo que tiene que decir, de la forma más ordenada y libre posible. Ello no implica que no
haya una etapa de preguntas, pero dicha etapa debe realizarse después de la exposición.

Esta recomendación cobra más sentido si se permite la participación del órgano instructor en el informe oral.
En efecto, la exigencia de orden se vuelve mayor si participan más personas. 

6. Preguntas: Busquemos la verdad 


En línea con lo anterior, la etapa de preguntas es crucial para llegar a la verdad material (Jiménez, 2011, p.
200). Aquí es importante recordar que la administración tiene el deber de resolver sobre la base de unos
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hechos acreditados que son los que la habilitan a actuar (Cordero, 2006, p. 185). 

En ese camino, la administración debe discriminar aquellos hechos que son irrelevantes de aquellos que sí
importan y están debidamente probados; en suma, le corresponde determinar el “hecho neto” (Rodríguez de
Santiago, 2016, p. 34). De ahí que se sostenga que el procedimiento administrativo es un procedimiento
epistémico, en el sentido en que se recaba información para reconstruir la verdad y resolver conforme a ella
(Rodríguez de Santiago, 2016, p. 42).

Dicha búsqueda de la verdad es particularmente importante en el procedimiento sancionador, dado que la


presunción de licitud (art. 248 del TUO de la LPAG) fija un estándar de prueba elevado .

Teniendo ello en cuenta, la audiencia debe considerarse como una oportunidad perfecta para llegar a dicha
verdad material y cumplir con el estándar probatorio que exige la norma. Lo dicho aplica para la actuación
de pruebas, pero también para la etapa de formulación de preguntas por parte del decisor. Sobre esta última
etapa quisiera brindar algunas pautas. Veamos dos.

En primer lugar, es necesario evitar preguntas tendenciosas (Paula, 2019, p. 137) que, antes que buscar la
verdad material, buscan que el litigante incurra en error, aprovechándose de determinados sesgos
cognitivos. Recordemos que aquí el órgano resolutivo no está en contra del acusado, sino a favor de la
verdad material para decidir el caso, sea archivando o sancionando. En ese sentido, es imprescindible olvidar
las tristemente célebres “destrezas legales” y enfocarse en la búsqueda de la verdad.

En segundo lugar, se debe evitar preguntas cerradas que limitan innecesariamente la exposición. En un
escenario en el cual se busca llegar a la verdad material, es mejor el uso de preguntas abiertas que permitan
que el expositor se explaye, dado que así se permite que la administración averigüe todos los hechos
necesarios para resolver adecuadamente; sin perjuicio de lo cual, el órgano resolutivo no debe
necesariamente fiarse de las respuestas, sino valorarlas conjuntamente con otros medios de prueba que
permitan arribar a la verdad de los hechos . Ello no es óbice para que se controle adecuadamente la
exposición, de manera que esta no se extienda innecesariamente.

7. Igualdad de armas: Si no se puede ser, al menos parecer


Hay un tema importante y es si el órgano instructor debe estar presente en el informe oral. Algunos podrían
pensar que no, aduciendo una falta de imparcialidad. Me parece que esa posición es errónea.

El órgano instructor es el que, valga la redundancia, instruye el procedimiento, pero además recomienda
sancionar, de ser el caso. Es respecto de su informe que el imputado formula los descargos que informará
ante quien resuelve. 

Siendo así, no veo inconveniente en su participación en la audiencia. Más bien, la veo saludable. Así –en la
línea de celeridad y concentración– se le permite explicar su informe, refutar aquello que el imputado alegue
y eventualmente absolver las dudas del órgano resolutivo. ¿Por qué no permitirse su participación?
Sinceramente, no veo razón alguna.

Distinto es que debe existir un control sobre la participación del órgano instructor, siguiendo para ello el
modelo penal. En ese sentido, el instructor no participa en la audiencia para hacer preguntas al imputado,
como si fuera a resolver. Si se permite ello, sí se vulnera la imparcialidad, pues entre el instructor y quien
resuelve no habría diferencia. En términos sencillos: está prohibido el cargamontón contra el imputado.

Si bien podría discutirse que, al final del día, el imputado se va a su casa, mientras el instructor y el decisor se
quedan en el mismo edificio, lo cierto es que ese problema es estructural (Danós, 2019, p. 38; Huapaya y
Alejos, 2019, p. 58) y resulta ajeno a la audiencia. Evidentemente, dicho problema no se soluciona con la
declaración de la LPAG sobre la separación entre órgano instructor y decisor, pero tampoco se soluciona
eliminando la participación del instructor en la audiencia. 
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En ese sentido, para que la audiencia se celebre a cabo sin vicios ni indicios de parcialidad, basta con
respetar el principio de igualdad. Si bien ello no garantiza imparcialidad total por el problema estructural
mencionado, al menos parecerá que sí.

Bajo esta misma lógica es que no se debería permitir la participación de la autoridad resolutiva en la
audiencia que se lleve a cabo ante la autoridad revisora, en el marco de un procedimiento recursivo. La razón
es que aquí no se enfrentarían acusado contra quien lo acusa, sino acusado contra quien ya lo ha
condenado. En el primer caso el debate puede ser fructífero; en el segundo caso, no. En el primer caso, el
acusado se enfrenta a un órgano cuya función es principalmente investigar y acusar, por lo que tiene sentido
la contienda para demostrar si la acusación tiene fundamentos; en el segundo caso, el acusado se enfrentaría
a una autoridad cuyo deber de resolver ya fue cumplido, por lo que nada tiene que hacer en la evaluación
del recurso. Permitir que participe la autoridad resolutiva es como permitir que el juez de primera instancia
participe en una audiencia ante la segunda instancia.

De ahí que sea inaceptable la modificación realizada al Reglamento de Supervisión, Fiscalización y Sanción
del Osinergmin por medio de la Resolución N° 035-2020-OS/CD. Conforme a esta, el órgano sancionador
puede pedir audiencia y participar en la misma. Ello es un despropósito, pues implica tratar a la autoridad de
primera instancia como parte en el procedimiento recursivo.

8. Registro: La memoria es frágil


Sobre este punto no vale la pena ahondar mucho. Es relativamente claro que las audiencias deben registrarse
en audio o video. Las razones son varias. Primero, se debe garantizar que el expediente siga cumpliendo su
fiel función de reflejo y constancia de todas las actuaciones. 
En su oportunidad, Christian Guzmán (2011, p. 607) defendió el carácter escrito del procedimiento, partiendo
de la necesidad de mantener un expediente; sin embargo, en la medida que los informes orales pueden
registrarse en audio o video, su argumento pierde fuerza. Lo dicho no implica que abogue por un
procedimiento total ni predominantemente oral, pero sí me parece necesario abandonar la idea del
procedimiento escrito como único modelo.

El tema de seguridad del expediente tampoco debería representar un problema, dadas las herramientas
tecnológicas para la gestión de seguridad de la información. Vale la pena anotar que este es un aspecto
fundamental que debe estar en la agenda de cualquier administración pública en su camino a convertirse en
una verdadera administración digital (Huapaya, 2019, p. 88).

Una segunda razón para registrar la audiencia consiste en que la memoria es frágil, de manera que el
registro en audio o video permite a todos los participantes recrear lo sucedido y, de ser el caso, tomar las
acciones pertinentes.

9. Medios alternativos: La era digital


Un último punto importante es el uso de medios telemáticos para llevar a cabo la audiencia. Su importancia
se ha puesto de manifiesto con la reciente crisis pandémica que nos viene azotando desde marzo de 2020
(espero que, a la publicación de este artículo, ya hayamos superado este episodio).

El tema no es extraño para la administración pública peruana. El Organismo Supervisor de las Contrataciones
del Estado (OSCE) lleva a cabo varias de las audiencias por medios telemáticos, considerando que buena
cantidad de contratistas se encuentran en provincia y sería insensato pedirles que se trasladen a la capital
para una audiencia.

Siendo así, no veo mayor inconveniente en que esta práctica se extienda para que, de estar todos de
acuerdo, puedan llevarse a cabo audiencias por medios telemáticos. Ello, además, guardaría sintonía con la
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voceada administración digital.

III. PEQUEÑA REFLEXIÓN SOBRE LA NORMA COMÚN O POR QUÉ NO TODOS DEBERÍAN HACER LO
QUE LES DA LA GANA
Antes de concluir este pequeño ensayo, quisiera responder una pregunta que me parece necesaria: ¿Dónde
se debe regular todo esto?, ¿se debe regular?

En mi opinión, no es necesario que se regule. Bien podría quedar al buen criterio de quien resuelve y maneja
la audiencia, de esa manera se permitiría mayor flexibilidad.

Sin embargo, si se pretendiera regular, debería hacerse en el TUO de la LPAG como norma común que aplica
a todos los procedimientos. De esta forma, se facilitaría la vida del ciudadano: es más fácil mirar una norma,
en lugar de varias. Asimismo, se evita la tentación de las diversas entidades de regular sus propias reglas,
apartándose indebidamente de la norma común en perjuicio del ciudadano (Huapaya, Shimabukuro y Alejos,
2019, pp. 12-14).

CONCLUSIONES
El objetivo de este breve ensayo no ha sido otro que poner de manifiesto la creciente importancia de la
oralidad en el procedimiento administrativo, específicamente en el procedimiento sancionador. La práctica ya
había revelado dicha importancia.

Sin embargo, como toda práctica relativamente nueva o poco institucionalizada, existen muchos vacíos
respecto de cómo debe llevarse a cabo una audiencia o qué reglas y pautas deben seguirse. Estos vacíos se
traducen en incertidumbre, precisamente lo que no necesitamos.
En este ensayo he procurado brindar algunas pautas, las más de las veces obvias. En otros casos, son temas
discutibles (como la presencia del instructor), pero justamente la idea es abrir el debate y la discusión
fructífera que nos permita llegar a una mejor respuesta.

Siendo así, quisiera terminar abandonando la zona de incerteza, y dejarlos con una cuota de certidumbre. El
informe oral se ha convertido en una etapa esencial, necesaria y sumamente importante en el procedimiento
administrativo. La discusión sobre su concesión debe estimarse zanjada; el debate pasa entonces por definir
cómo debe llevarse a cabo. ¡Qué empiece la discusión!

[*] Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudios de Maestría en Derecho
Administrativo y Regulación del Mercado en la Universidad de Piura. Asociado en CMS Grau.  

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
•Alarcón, L. (2007). El procedimiento administrativo sancionador y los derechos fundamentales. Madrid:
Civitas.
•Cierco, C. (2001) La nueva regulación del derecho de audiencia en los procedimientos administrativos
comunitarios vinculados a la protección de la competencia. Revista de Administración Pública, (155).
•Cordero, L. (2000). Los hechos y los supuestos de hecho para el ejercicio de potestades administrativas.
Aplicación a un caso práctico. Revista de Derecho público, (62).
•Danós, J. (2019). La regulación del procedimiento administrativo sancionador en el Perú. Revista de Derecho
Administrativo, (17).
•Gordillo, A. (2014). Tratado de derecho administrativo y obras selectas. Tomo 2: La defensa del usuario y del
administrado. Buenos Aires: Fundación de derecho administrativo.
•Guzmán, C. (2011). Tratado de la administración pública y del procedimiento administrativo. Lima: ECB.
•Huapaya, R. (2013). Administración pública, derecho administrativo y regulación. Estudios y cuestiones. 2da
edición. Lima: Ara Editores.
•Huapaya, R. (2019). Reflexiones para el tránsito de una administración electrónica hacia una administración
8
digital en el ordenamiento público peruano. La proyección del derecho administrativo peruano: estudios por
el centenario de la Facultad de Derecho de la PUCP. Lima: Palestra.
•Huapaya, R. & Alejos, O. (2019). Los principios de la potestad sancionadora a la luz de las modificaciones del
Decreto Legislativo 1272. Revista de Derecho Administrativo, (17).
•Huapaya, R.; Shimabukuro, N.; y, Alejos, O. (2019) Cinco afrentas al régimen sancionador común de la Ley
del Procedimiento Administrativo General. Actualidad Jurídica, (311).
•Jiménez, R. (2011). Los principios de impulso de oficio y verdad material en el procedimiento administrativo.
Derecho PUCP, (67).
•Jinesta, E. (2011). Oralidad en los procedimientos administrativos: perspectivas, problemas y ventajas. AÍDA
Opera prima de derecho administrativo, (9).
•Letelier, R. (2018). El precio del statu quo. Sobre el estándar probatorio en las sanciones administrativas.
Revista de derecho, (XXXI), 1.
•Morón, J. (2017). Comentarios a la Ley del Procedimiento Administrativo General. (Tomo I. 12da edición).
Lima: Gaceta Jurídica.
•Paula Ramos, V. (2019). La prueba testifical. Traducción de Laura Criado. Madrid: Marcial Pons.
•Rodríguez de Santiago, J. (2016). Metodología del derecho administrativo. Madrid: Marcial Pons.
•Santofimio, J. (2017). Compendio de derecho administrativo. Bogotá: Universidad Externado de Colombia.

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