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Por otra parte, hay un entrelazamiento entre ideas filosóficas griegas y orientales. Filón de
Alejandría, representante del Platonismo medio, supone el encuentro de estos planteamientos
platónicos y la fe judía. Alegóricamente identifica el Dios bíblico con el Ser platónico o con el ser
en tanto que ser, la esencia aristotélica. El logos supone para Filón el mediador entre el Dios
trascendente y los hombres. El fin del hombre es una aspiración a su unión con Dios.
También es perceptible un resurgir del pitagorismo, los cuales consideran las Ideas como
números identificados como pensamientos en la mente de dios.
PLOTINO
Defiende, como Platón, un dualismo ontológico, entre el ser inteligible y el sensible, pero
intenta superarlo con la afirmación de un único principio supremo, el Uno. Afirma
rotundamente la relevancia y trascendencia del Uno y establece una dependencia jerárquica
entre los seres inferiores respecto al Uno. Intenta superar la escisión platónica entre los dos
mundos introduciendo instancias intermedias entre el Uno y lo sensible.
El fin de la Dialéctica de Plotino es el retorno a la unidad, que se realiza sobre todo a través del
ser humano. El ser humano corpóreo tiende a liberarse, tiende al Uno. El alma, unida al cuerpo
material, se halla en un estado violento pero en ella hay un deseo de liberarse de su prisión y de
retornar al Uno, que es su primer principio y el Bien por excelencia. Los individuos sólo son si
son Uno. La pluralidad involucra el olvido del Uno; el pecado es el olvido del Alma respecto a su
origen primero. Si no hay individuos separables no hay redención posible. Para Plotino, el Uno y
el Bien se identifican, el Uno-Bien es fuente de vida y no solamente es la meta a la que aspira
toda alma sino que es la fuente de donde todo emana. El Bien, es la luz, es el objeto de
conocimiento y también lo que ilumina, el método de conocimiento, y la vista, el ojo (órgano
sensorial) es el intermediario entre el cuerpo y el alma. Para Plotino como para Platón, cuando
se produce el contacto con la luz exterior ya no hay distinción entre ésta y la luz interior. Vemos
la luz que estaba en nosotros y retornamos al Bien, sólo entonces es posible la acción y el
comportamiento verdaderamente morales. Tras la contemplación, debemos aprender a vivir la
vida diaria, debemos concentrarnos interiormente para estar listos para acoger nuevamente la
presencia divina; esto se consigue mediante la práctica de las virtudes.
El camino de la ascensión a través de las virtudes hacia el Uno es difícil pero no imposible. La
purificación es un esfuerzo humano que no requiere ninguna ayuda externa sino que es el
resultado del propio esfuerzo individual. Una vez alcanzada la purificación, la identidad con el
Uno, se alcanza el éxtasis, la compresión de que no hay mediación entre el Uno y el yo, el
individuo, el sujeto humano descubre plenamente su propio yo cuando se olvida de sí mismo
como algo distinto y separado de su principio fundamental, y se reencuentra en esa máxima
simplicidad que es la realidad primordial del Uno. En el éxtasis, el Alma se ve deificada y
colmada de Uno. Plotino se vuelve místico. Se trata de un contemplar que implica unión con lo
contemplado, en la que no cabe la distinción sujeto-objeto. Pero la unión definitiva con la
divinidad, que será eterna, sólo acontece tras la muerte.
Las consecuencias de todo lo expuesto sobre la concepción plotiniana del ser humano son las
siguientes. En Enéadas VI Plotino habla de tres hombres, lo que hay que entender en el sentido
de que hay tres almas o, más exactamente, y dado que para Plotino el alma es una naturaleza
una y simple, como que hay tres potencias del alma. El primer hombre es el alma considerada
en su unión con la Inteligencia-hipóstasis; el segundo hombre es el alma en tanto que capaz de
pensamiento discursivo (intermedio entre lo sensible y lo inteligible); el tercer hombre es el
alma en cuanto que vivifica al cuerpo terrenal. Las almas individuales estaban contenidas en el
Alma Universal y podían contemplar al Nous y a través del Nous, al Bien mismo. El ser humano
es sobre todo su alma, pero también tiene un componente material, el cuerpo. Plotino
considera que el alma ha cometido una doble culpa: la primera, la de separarse, individualizarse
del Alma Universal; la segunda, la de olvidarse del Uno al entregarse a la materia (cuerpo) y a las
pasiones del mundo sensible.
El alma individual debe someterse al cuerpo que le ha correspondido, vivificarlo y dirigirlo hacia
la virtud. Plotino distingue las virtudes cívicas/políticas (prudencia, fortaleza, templanza y
justicia) cuya función es controlar los apetitos y pasiones y por encima, la sabiduría. Por encima
de éstas están las virtudes purificativas, que separan afectivamente el alma del cuerpo, de las
cosas superfluas. Por último, las virtudes paradigmáticas, que ponen al ser humano en
disposición de contemplar lo inteligible. Luego, se abre paso la vía racional de acceso al Bien.
Plotino recalca que los seres humanos son objeto de apetitos (quieren cosas, les gustan
cosas...), pero que no sufren inadvertidamente estos apetitos, sino que tienen la capacidad de
tomar conciencia de ellos, de hablar de ellos e incluso, como hacen los filósofos, de clasificarlos
o recomendar medidas para mitigarlos. El ser humano virtuoso va tras lo que verdaderamente
tiene valor, por lo que Plotino divide a estos en: virtuosos y la mayor parte de los seres
humanos. Éstos, a su vez, se dividen entre los que desde su estado no virtuoso respetan la
virtud, participan algo de ella, y el resto, la mayoría, que olvidándose de la virtud, producen los
males y serán causantes de las desgracias por las que serán juzgados.
Pero esta visión pesimista de la vida es equilibrada por Plotino doblemente, al considerar que el
alma individual y la materia forman parte del proceso por el que el Uno muestra y despliega su
potencialidad, y al ver en la vida, además, una oportunidad para que el alma recorra a la inversa
el próodos, logrando la unión e identificación total con el Uno, puesto que ha aprendido el Bien,
en contraste con la maldad de la materia. El mal es reparable.
El alma demasiado unida al cuerpo por sus deseos inferiores tiene que recuperarse eliminando
de ella toda la maldad, debe purificarse. La purificación es un esfuerzo humano que no requiere
ayuda externa sino que es el resultado del propio esfuerzo individual. Una vez alcanzada la
purificación se alcanza el éxtasis, la comprensión de que no hay mediación entre el Uno y el
individuo; se alcanza la plenitud del ser, se asciende hacia el Bien. Se trata de un contemplar
que implica unión con lo contemplado, en la que no cabe la distinción sujeto-objeto. Pero la
unión definitiva con la divinidad, que será eterna, sólo acontece tras la muerte.
EL ALMA HUMANA: CULPA Y PURIFICACIÓN
La realidad divina, la verdadera realidad, finaliza con el Alma, incorpórea. A partir de aquí se
entra en el mundo de tinieblas, el sensible. Lo incorpóreo genera lo corpóreo, el Alma se
encuentra entre dos mundos y en este terreno intermedio se encuentran los seres humanos. El
ser humano está formado por la parte espiritual, el alma, y la parte corruptible, la materia, el
cuerpo. En Enéadas VI Plotino habla de tres hombres, lo que hay que entender en el sentido de
que hay tres almas o, más exactamente, y dado que para Plotino el alma es una naturaleza una
y simple, como que hay tres potencias del alma. El primer hombre es el alma considerada en su
unión con la Inteligencia-hipóstasis; el segundo hombre es el alma en tanto que capaz de
pensamiento discursivo (intermedio entre lo sensible y lo inteligible); el tercer hombre es el
alma en cuanto que vivifica al cuerpo terrenal. Nuestra alma estaba asociada con el Alma
Universal, conocía el Bien mismo y disfrutaba de la felicidad perfecta. ¿Por qué querría el Alma
Universal descender a los cuerpos?
El retorno dialéctico, la huida, se da en dos etapas, la que discurre desde el mundo sensible al
inteligible y una vez que el Alma ya está en el mundo inteligible, mediante el proceso
epistrófico, retorna al Uno.
En la primera etapa el alma debe liberarse del cuerpo, que es materia, y de las sensaciones,
pasiones, etc. Esto se consigue con el recogimiento, la soledad, el desprendimiento de todo, se
llega así a la imperturbabilidad estoica; el alma se vacía de todo para así dejarse poseer por el
Bien. También se consigue mediante la práctica de las virtudes. Plotino distingue las virtudes
cívicas/políticas (prudencia, fortaleza, templanza y justicia) cuya función es controlar los
apetitos y pasiones y por encima, la sabiduría. Por encima de éstas están las virtudes
purificativas, que separan afectivamente el alma del cuerpo, de las cosas superfluas. Por último,
las virtudes paradigmáticas, que ponen al ser humano, al alma en disposición de contemplar las
ideas inteligibles. Luego, se abre paso la vía racional de acceso al Bien.
Plotino recalca que los seres humanos son objeto de apetitos (quieren cosas, les gustan
cosas...), pero que no sufren inadvertidamente estos apetitos, sino que tienen la capacidad de
tomar conciencia de ellos, de hablar de ellos e incluso, como hacen los filósofos, de clasificarlos
o recomendar medidas para mitigarlos. El ser humano virtuoso va tras lo que verdaderamente
tiene valor, por lo que Plotino divide a éstos en: virtuosos y la mayor parte de los seres
humanos. Éstos, a su vez, se dividen entre los que desde su estado no virtuoso respetan la
virtud, participan algo de ella, y el resto, la mayoría, que olvidándose de la virtud, producen los
males y serán causantes de las desgracias por las que serán juzgados. La transformación total de
la vida interior corresponde a las virtudes purificadoras y paradigmáticas.
Una vez purificada el alma, se conocerá a sí misma como parte del alma universal, como parte
de lo divino. Sintiéndose iluminada por la Inteligencia, verá en sí lo que de divino posee y, a
partir de este momento, se producirá la unión, la identificación total con el Uno, el éxtasis, la
comprensión de que no hay mediación entre el Uno y el individuo; se alcanza la plenitud del ser
(el alma debe adherirse a esta luz, no por medio de la luz de otro ser sino por ella misma,
porque aquello que la ilumina es lo que ella debe contemplar…¿Cómo se hace?..Despójate de
todo!). En el éxtasis, el Alma se ve deificada y colmada de Uno. Es un contemplar que implica
unión con lo contemplado, una identificación total en la que no cabe la distinción sujeto/objeto.
En este punto adquiere sentido el tema de la huida, pues Plotino cree posible abandonar lo
sensible y lo material en vida del hombre: la felicidad, que es el fin último del hombre, debe ser
posible en esta vida. La unión mística con la divinidad es "natural", al menos en la medida en
que se conquista sin necesidad de una gracia especial por parte de la divinidad. Pero la unión
definitiva con la divinidad, que será eterna, sólo acontece tras la muerte.