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EL AÑO LITÚRGICO
El ritmo semanal con el domingo como día central es el primer eslabón de
la cadena del Año litúrgico. Con el tiempo, un domingo destacó sobre los
demás: fue el domingo de Pascua. En rigor, todos los domingos del año son
domingos pascuales, pascua semanal. La Iglesia desde el Siglo V ha impuesto
la obligación de santificar el día del Señor, día que comienza en las Vísperas, o
sea, en la tarde anterior (sábado) siguiendo la costumbre judía de contar los
días. También las solemnidades comienzan en la Víspera. Por este motivo la
misa vespertina del sábado "vale" para cumplir el precepto dominical porque en
rigor ya es domingo.
El domingo pascual, núcleo del Año litúrgico, quedó fijado por el Concilio
de Nicea reunido el año 325 que dispuso que la Pascua se celebrase el
domingo posterior al primer plenilunio del equinoccio de primavera, o dicho de
otra manera, el domingo que sigue a la primera luna llena que haya después del
22 de marzo. Por este motivo, la Pascua de Resurrección es fiesta variable, ya
que depende de la luna y necesariamente deberá oscilar entre el 22 de marzo y
el 25 de abril. Una vez fijado el domingo pascual de cada año se establecen los
demás tiempos movibles y sus fiestas: el tiempo pascual (cincuenta días
posteriores) y el tiempo cuaresmal (cuarenta días atrás) además de las
solemnidades que dependen de la fecha de Pentecostés (Santísima Trinidad,
Corpus Christi, Sagrado Corazón).
El Año Litúrgico puede decirse que se compone de tiempos “fuertes”
(Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua) en los cuales se celebra un misterio
concreto de la historia de la Salvación y otro tiempo llamado Tiempo Ordinario
en el cual no se celebra ningún aspecto concreto sino más bien el mismo
misterio de Cristo en su plenitud, especialmente en los domingos. Este Tiempo
Ordinario transcurre partido y dura treinta y tres o treinta y cuatro semanas.
Siglas empleadas:
CDC: Código de Derecho Canónico
NUALC: Normas Universales para el Año Litúrgico.
SC.: Sacrosanctum Concilium
CAPITULO 2
OBJETOS LITURGICOS
CRUZ PROCESIONAL: Signo de nuestra Redención, del Sacrificio
de Cristo y de su victoria sobre la muerte. Precede toda procesión, y se inciensa
por ser signo de Salvación.
ACETRE: Caldero de agua bendita que se usa para las aspersiones
litúrgicas. El agua se recoge del acetre y se dispersa con el hisopo.
CÁLIZ: Copa, vasija donde se bebe. Recipiente en forma de copa
con ancha apertura. En la Liturgia cristiana, el cáliz es el vaso sagrado por
excelencia, indispensable para la Misa ya que debe contener el vino que se
convierte en la Sangre Preciosísima de Cristo. Su forma, materia y estilo han
variado mucho en el curso de la historia. Los cálices solían ser de oro y tenían a
veces un valor extraordinario. Debe ser preferiblemente de metales preciosos. El
pie o soporte puede ser de otra materia. El Cáliz debe consagrarse exclusiva y
definitivamente para el uso sagrado en la Santa Misa.
COPÓN: Vaso con tapa en que se conservan las Sagradas Hostias,
para poder llevarlas a los enfermos y emplearla en las ceremonias de culto. En la
actualidad los copones suelen ser de menos estatura que los cálices para
distinguirlos de estos.
PURIFICADOR: Servilleta de lino para limpiar y secar el Cáliz, la
Patena y el Copón.
CORPORAL: Pieza cuadrada de tela sobre la que descansa la
Eucaristía. Sobre ella se pone la patena y el cáliz durante la Misa. Antiguamente la
Sagrada Hostia descansaba directamente sobre el corporal desde el ofertorio
hasta la fracción. También se pone debajo de la custodia durante la Exposición del
Santísimo. Debe de ser de lino o cáñamo y no de otro tejido. No debe llevar
bordado más que una pequeña cruz. Para guardarlo debe doblarse en nueve
cuadrados iguales.
MANUTERGIO: Toallita para secarse las manos.
CRISMERA: Vaso o ampolla donde se guarda el crisma.
CUSTODIA: Recipiente sagrado donde se pone la Hostia
consagrada de manera que se pueda ver para la adoración, sobre todo en la
Bendición eucarística y las procesiones. También se le llama ostensorium, del
latín ostendere, mostrar. Hay gran variedad de tamaños y estilos. Generalmente
tiene forma de sol, cruz o relicario.
GREMIAL: Paño cuadrado que se ciñe el obispo durante ceremonias
litúrgicas, por ejemplo en el lavatorio de los pies dela Misa del Jueves Santo. El
gremial de seda y encaje para las misas pontificas ya no se usa. Uno de lino u otro
material puede utilizarse.
HIJUELA: Paño blanco que se coloca sobre la patena (paño
circular), o sobre el cáliz (paño cuadrado).
HISOPO: Utensilio con que se esparce el agua bendita, consistente
en un mango que lleva en su extremo un manojo de cerdas o una bola metálica
hueca y agujereada para sostener el agua. Se usa con el acetre.
INCIENSO: Resinas aromáticas, granulada o en polvo, que se
queman en el incensario durante algunas liturgias. Su humo tiene fragancia.
Cuando se bendicen son un sacramental. Quemar incienso significa celo y fervor;
su fragancia: virtud; el humo que se eleva: las oraciones que ascienden al cielo.
INCENSARIO: Brasero colgado de un nudo por 3 cadenas en el cual
se echa el incienso, con una tapa móvil que se acciona por una cuarta cadena. Se
utiliza para incensar en las ceremonias litúrgicas.
NAVETA: Recipiente para el incienso, en forma de canoa, con una
cucharita para servirlo.
PALIA: Lienzo para cubrir el cáliz.
PATENA: Plato redondo donde se pone la Sagrada Hostia. Debe ser
de metal precioso como el cáliz y también debe ser consagrado exclusiva y
definitivamente para el uso en la Santa Misa.
PECTORAL: Cruz que llevan al pecho los obispos.
PÍXIDE: Cajita más pequeña que el copón donde se lleva la
Eucaristía a los enfermos.
PURIFICADOR: Pequeño lienzo que utiliza el sacerdote en la
Misa para purificar el cáliz.
PLATILLO DE LA COMUNIÓN: Para impedir que caigan partículas
en la comunión se coloca bajo la barbilla de cada comulgante.
HUMERAL: Paño que cubre los hombros del ministro cuando lleva el
Santísimo Sacramento en procesión o cuando da la bendición con El.
VINAJERAS: Las vasijas para el vino y el agua que se usan en la
Santa Misa. Generalmente son de cristal y se colocan en una bandeja pequeña.
Es permitido que sean de otro material (bronce, plata, oro e incluso de cerámica
bien sellada) siempre y cuando puedan dignamente contener los líquidos.
Usualmente tienen asas y tapones. Son de diferentes estilos y tamaños.
Tradicionalmente, para evitar confusión al utilizarlas, las vinajeras se gravaban las
iniciales "V" y "A", por el latín vinum y aqua. Las vinajeras junto con las hostias no
consagradas pueden ser llevadas en procesión por dos fieles y presentadas al
sacerdote durante el Ofertorio.
VIRIL: Pieza redonda, tradicionalmente de cristal transparente con
borde de oro o dorado, en que se pone la Sagrada Hostia para sostenerla en la
Custodia.
LAMPARA DEL SANTÍSIMO: Lámpara de aceite, cera o electricidad
que arde junto al Sagrario donde está la Eucaristía, y sirve para indicar la
presencia del Señor.
CIRIO PASCUAL: Gran vela que se bendice en la Vigilia Pascual,
símbolo de Cristo Resucitado. Se enciende en las Misas del tiempo Pascual y
algunas otras celebraciones (bautismo, confirmación, primera comunión, funeral).
CAPITULO 7
"Por esta razón, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que
expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el
pueblo cristiano pueda comprender fácilmente y participar en ellas por medio de
una celebración plena, activa y comunitaria" (SC 21).
Las posturas corporales que el Misal Romano indica (OGMR 43) son las
que resumimos a continuación:
Todas las oraciones deben oírse de pie como actitud de respeto y buena
disposición. Esta generalizada la costumbre (errónea) de oír sentados la
oración sobre las ofrendas.
CONCEPTO DE LITURGIA
La palabra Liturgia viene del griego (leitourgia) y quiere decir servicio
público, generalmente ofrecido por un individuo a la comunidad. Hoy se usa
para designar todo el conjunto de la oración pública de la Iglesia y de la
celebración sacramental.
LA LITURGIA Y EL CULTO
“La verdadera formación litúrgica no puede consistir en el aprendizaje y
ensayo de las actividades exteriores, sino en el acercamiento a laactio esencial,
que constituye la liturgia, en el acercamiento al poder transformador de Dios
que, a través del acontecimiento litúrgico, quiere transformarnos a nosotros
mismos y al mundo. Claro que, en este sentido, la formación litúrgica actual de
los sacerdotes y de los laicos tiene un déficit que causa tristeza. Queda mucho
por hacer”. BENEDICTO XVI.
Todo esto hizo que en el siglo XIX, el siglo de una subjetividad que
quiere emanciparse, se llegara, en muchos casos, a que lo sacro quedase
atrapado en lo operístico, recordando de nuevo aquellos peligros que, en su
día, obligaron a intervenir al concilio de Trento, que estableció la norma según
la cual en la música litúrgica era prioritario el predominio de la palabra, limitando
así el uso de los instrumentos.
Nos contesta el Concilio Vaticano II: “En el culto divino se pueden admitir
otros instrumentos, a juicio y con consentimiento de la autoridad eclesiástica
territorial competente, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso
sagrado, convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la
edificación de los fieles” (Sacrosanctum Concilium, n. 120).
EL ALTAR
Representa a Cristo y es la mesa de su sacrificio y del banquete celestial,
para quienes caminamos hacia la eternidad. Es el corazón del templo. Por eso
se lo besa, se lo inciensa. Tiene que ser de piedra o mármol, al principio el altar
era de madera, pero más tarde se prefirió que fuera de piedra que simboliza a
Cristo como roca viva. ¡Es Cristo visible! Ya desde el Antiguo Testamento se
construían altares para los sacrificios a Yahvé. Tiene que ser alto, grande.
También son objeto de culto las crismeras, las vinajeras y el vasito de las
abluciones; el incensario con la naveta, la campana o campanilla, las bandejas,
el acetre o calderillo con agua bendita para las bendiciones y aspersiones; lleva
dentro un hisopo.
CAPITULO 17
EL TEMPLO
El templo “es el edificio en el que se reúne la comunidad cristiana para
escuchar la Palabra de Dios, para orar unida, para recibir los Sacramentos y
celebrar la Eucaristía”. Está consagrado para el culto a Dios. Es verdad que
Dios está presente en todas partes, pero quiere tener un lugar visible de su
presencia en este mundo. Y esto es el templo, la casa de Dios, que más
comúnmente llamamos “Iglesia”. Por eso, siempre que vemos una iglesia, nos
acordamos de que Dios está presente en el mundo y hacemos la señal de la
cruz.
Al inicio, los primeros cristianos daban culto a Dios en casas particulares.
Lo requería la discreción y la prudencia, pues los emperadores romanos
impedían todo culto público. Fue Constantino en año 313 d.C. el que permitió el
culto público y lo revistió de solemnidad y magnificencia. Y fue él, el que mandó
construir las basílicas, que eran edificios muy grandes, en un inicio dedicadas al
rey o emperador, y después ofrecidas a Dios, el Rey de reyes.
El altar es la mesa del Señor. Así pues es ara y mesa a la vez. Debe ser
fijo, estar consagrado y se dedica a Dios. El altar se recubre con un mantel y
sobre él o cerca debe haber un crucifijo y dos candeleros al menos. También en
el presbiterio se sitúa el ambón, lugar para la celebración de la palabra y la
sede, lugar donde se sienta el presbítero que preside la Eucaristía.
LA INCENSACIÓN
El rito de incensación expresa reverencia y oración. La materia que se
coloca en el incensario debe ser incienso puro o en caso de agregarle alguna
sustancia se debe procurar que la cantidad de incienso sea mucho mayor.
EL DIACONADO PERMANENTE
En la procesión de entrada.
Al comienzo de la misa para incensar el altar, la Cruz y la imagen
solemnemente expuesta.
En la procesión y proclamación del Evangelio.
Durante el ofertorio, para incensar las ofrendas, el altar, al sacerdote
y a la asamblea.
Tras la consagración, al mostrar elevando el sacerdote el cáliz y la
sagrada forma.
El que inciensa sostiene con la mano izquierda las cadenas por su parte
superior a la altura del pecho y con la derecha por la parte inferior, cerca del
incensario y lo sostiene de manera cómoda de manera que pueda moverlo con
soltura. De igual forma recordamos que los ciriales deben mantenerse en alto
durante la lectura del Evangelio, durante la Plegaria eucarística y en la
bendición final.
Tiene que consultar el calendario litúrgico para ver las características del
día (categoría de fiesta, color, tiempo, elementos). Consulta las tablas de
precedencias, conoce el calendario y la tabla de fiestas movibles. Prepara las
lecturas del día y abre el Leccionario por la página oportuna.
Procura que haya una lámpara encendida ante el Santísimo. Cerca del
Sagrario debe haber un vasito con agua para purificarse los dedos y un
purificador.
LAS PROCESIONES
Un apartado de la religiosidad popular muy querido por las Hermandades
y Cofradías son las procesiones. La procesión es una expresión cultual de
carácter universal en la cual la piedad popular y la liturgia establecen una
relación muy peculiar. Las procesiones son manifestaciones de la fe y piedad
populares con grandes connotaciones culturales y que despiertan el sentimiento
religioso de los fieles, tal como las define el Directorio sobre la piedad popular y
la liturgia.
EL ADVIENTO
Las cuatro semanas anteriores a la solemnidad de Navidad forman el
tiempo de Adviento que es la preparación para la llegada del Salvador, dando
con el primer domingo de Adviento comienzo un nuevo año litúrgico, que
terminó el domingo anterior con la festividad de Cristo Rey (en el rito oriental-
bizantino el año litúrgico comienza con la fiesta de la Natividad de la Virgen, el 8
de septiembre).
LA CUARESMA
Cuarenta días antes del Domingo de Ramos empieza el tiempo de
Cuaresma, que la Iglesia instituye para prepararnos a celebrar los misterios
de la Pasión. Desde fines del S. II ya existe en la Iglesia un período de
preparación a la Pascua, observado con días de ayuno y penitencia.
SEMANA SANTA
Si se puede hablar a lo largo del Año litúrgico de un tiempo de gran
riqueza litúrgica ese tiempo es sin duda la Semana Santa. Domingo de Ramos,
Oficios del Jueves y Viernes Santos y la Vigilia Pascual son momentos cumbres
del año litúrgico.
Como normas litúrgicas hay que tener en cuenta que durante el Triduo
pascual no se tocan campanas (suena la popular matraca), el Altar permanece
despojado sin Cruz ni mantel desde la terminación de la Misa en la Cena del
Señor del Jueves Santo y sin flores o muy escasas y el Sagrario permanece
abierto y vacío. No suena la música y el coro, si interviene, lo hace "a capella".
LA VIGILIA PASCUAL
Es la celebración central de todo el año litúrgico, ocurre al caer el sol del
Sábado Santo.
EL TIEMPO PASCUAL
Con el domingo de Pascua, domingo sobre el que gira todo el año
litúrgico del cual es su raíz, se comienza uno de los tiempos litúrgicos fuertes: el
tiempo pascual cuya característica es la alegría. Abarca los cincuenta días
posteriores a Pascua de Resurrección (cincuentena pascual), incluyendo el
domingo pascual, y se distinguen tres períodos:
OCTAVA DE PASCUA: Son los ocho días posteriores y deben
considerarse como un solo día festivo. Termina en las Vísperas del II Domingo de
Pascua también llamado domingo “inalbis” porque era cuando los catecúmenos
que se habían bautizado en la Vigila pascual deponían las vestiduras blancas que
había llevado toda la octava.
TIEMPO PASCUAL HASTA LA ASCENSIÓN.
TIEMPO PASCUAL DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN:
En este tiempo celebramos:
La Ascensión del Señor: A los cuarenta días de Pascua, hoy
pasada al domingo VII de Pascua.
Pentecostés: Se celebra a los cincuenta días de Pascua, en el
domingo VIII después de Resurrección. Su octava ha sido
suprimida. Es el colofón del ciclo pascual, no una nueva
Pascua.
EL TIEMPO ORDINARIO
El tiempo del Año litúrgico que no tiene un carácter propio (Adviento
Navidad, Cuaresma y Pascua) recibe el nombre de Tiempo ordinario, que
abarca 33 o 34 semanas. En este tiempo no se celebra ningún aspecto
concreto del misterio de Cristo.
Para los cristianos cada día tiene un sentido cristológico: la mañana trae
el recuerdo de la Resurrección, la hora de tercia recuerda al Espíritu Santo, la
hora de sexta la Ascensión, la de nona la Crucifixión y muerte del Señor, la de
vísperas la Cena y la noche la espera escatológica del Señor. Antes de la
reforma litúrgica, el Tiempo Ordinario recibía su significado casi exclusivamente
del Santoral, habiéndose recuperado actualmente la visión global del misterio
salvífico. Según la costumbre latina, el lunes recibe el nombre de "feria
segunda" y así sucesivamente hasta la feria sexta (viernes). El sábado tiene su
nombre propio heredado de los judíos (Sabbat = descanso).
Memorias obligatorias:
SANTA MARÍA VIRGEN, REINA: El día 22 de Agosto se celebra la
memoria obligatoria de Santa María Virgen, Reina. Es la prolongación jubilosa
de la Solemnidad de la Asunción, ocho días después. Es una memoria instituida
por el papa Pío XII en 1954 para realzar la realeza de la Virgen, que no se
contradice con su condición de sierva pues fue "el que se humilla será ensalzado".
El emplear la Iglesia estos términos de realeza y rey para Cristo hacen que estos
términos cobren un nuevo sentido. "La solemnidad de la Asunción se prolonga
jubilosamente en la celebración de la fiesta de la Realeza de María, que tiene
lugar ocho días después y en la se contempla a aquella que, sentada junto al Rey
de los siglos, resplandece como Reina e intercede como Madre" (MC 6).
LOS DOLORES DE LA VIRGEN: El 15 de septiembre tiene su
origen en el apostolado de la orden Servita y fue extendida a toda la iglesia por
Pío VII en 1814. Los Siete Dolores de la Virgen, simbolizados en un corazón con
siete puñales, son: los padecimientos de Cristo ante la Cruz, la Crucifixión, la
muerte en la Cruz, la Lanzada, el Descendimiento, la Piedad y el Entierro. Fue
introducida en el calendario universal por el papa Pío VII en el S. XIX siendo Pío X
quien la sitúa en el 15 de septiembre. Es una memoria de origen devocional que
remonta a la Edad Media. Tiene un gran contenido teológico: recuerda la
presencia de María al pie de la Cruz. Al celebrarse al día siguiente de la
Exaltación de la Cruz “es una ocasión propicia para revivir el momento decisivo de
la historia de la salvación y para venerar junto al Hijo exaltado en la Cruz a la
madre que comparte su dolor” (MC 7).
NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO: Celebrada el 7 de octubre, fue
instituida por Pío V tras la victoria de Lepanto sobre los turcos en 1571 y entra en
el calendario universal en el S. XVIII. El contenido de la memoria no es la devoción
al Rosario sino la Virgen María, presente en el camino de Cristo y en el nuestro.
LA PRESENTACIÓN DE LA VIRGEN: El 21 de noviembre. Sixto V
la extendió a toda la Iglesia en el año 1585. El contenido de la fiesta es la memoria
del gozo de la hija de Sion que se consagra totalmente al Señor y hace relación a
la “dedicación” que la Virgen hizo de sí misma a Dios teniendo su origen en la
dedicación del templo de Santa María la Nueva en Jerusalén. Esta memoria no
tiene su base en relatos evangélicos.
Memorias libres:
EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA: sábado después del II
domingo después de Pentecostés y que se celebra al día siguiente al Sagrado
Corazón de Jesús. Instituida por Pío XII en 1944 como réplica al Sagrado Corazón
de Jesús. Su devoción de remonta al S. XVII y su sentido es evangélico ya que
"La Madre medita las palabras y los hechos del hijo en su propio corazón" (Lc 2,
19.51)
NUESTRA SEÑORA DE LOURDES: 11 de febrero, instituida por Pío
X en 1907 para recordar las apariciones de la Virgen producidas cuatro años
después de la proclamación del dogma de la Inmaculada, en 1858, a una humilde
muchachita francesa llamada Bernardita. Desde entonces Lourdes se ha
convertido en lugar de peregrinación y de curaciones milagrosas y en santuario
mariano muy importante. Su memoria ofrece la posibilidad de la contemplación de
María como fuente de agua viva y medicina de los enfermos.
NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN: 16 de julio, extendida por el
papa Benedicto XIII a toda la iglesia universal. Es un recuerdo a esta advocación
en la vertiente contemplativa, como invitación a interiorizar en la oración y en la
meditación la fe en Cristo. "María escuchaba la palabra de Dios y la cumplía,
meditándola en su corazón" tal como dice la antífona del Magníficat. Recuerda el
nacimiento de una Orden religiosa profundamente mariana que la considera
madre y hermana.
LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE SANTA MARÍA LA
MAYOR: 5 de agosto, hace referencia a la iglesia construida en Roma en honor
de la Virgen María, Santa María la Mayor o la Blanca, como réplica romana a la
basílica de la Natividad de Belén. Su historia hace referencia al sueño del patricio
Juan al cual el 5 de agosto del año 352 y siendo papa Liberio, se le apareció la
Virgen para pedirle que construyese una iglesia en su honor en la colina que
hubiese nieve. Comunicado el sueño al Papa se dirigen al monte Esquilino donde
no sólo había nieve sino que estaba dibujada en el suelo la planta de la iglesia.
Históricamente hablando fue el papa Sixto III en el año 433 quien construye la
iglesia y la ofrece al pueblo de Dios embellecida por bellos mosaicos. Esta
memoria evoca los grandes temas de María como templo de Dios y nueva
Jerusalén.
LA RELIGIOSIDAD POPULAR
La religiosidad popular es un tema muy usado y que no goza de
excesivos entusiasmos últimamente. Bueno es reproducir unas líneas de
Benedicto XVI sobre el tema escritas cuando era cardenal: “La religiosidad
popular es el humus sin el cual la liturgia no puede desarrollarse.
Desgraciadamente muchas veces fue despreciada e incluso pisoteada por parte
de algunos sectores del Movimiento Litúrgico y con ocasión de la
reforma postconciliar. Y sin embargo, hay que amarla, es necesario purificarla y
guiarla, acogiéndola siempre con respeto, ya que es la manera con la que la fe
es acogida en el corazón del pueblo, aun cuando parezca extraña o
sorprendente. Es la raigambre segura e interior de la fe”. Magníficas palabras
para valorar ese fenómeno de la religiosidad popular uno de cuyos elementos
más destacados son las Hermandades y Cofradías. El “Directorio sobre la
piedad popular y la liturgia” de la Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos nos ilustra sobradamente sobre las formas de
culto y especialmente sobre las prácticas de la piedad popular.
CLASES DE CULTO
La Iglesia católica distingue claramente tres clases de cultos: el de
LATRÍA o de adoración, el de DULÍA o de veneración, y el de HIPERDULÍA
(veneración llevada al extremo).
Solemnidad es también San José, primero entre los santos y cuyo culto
apareció en la Edad Media, "como consecuencia de la devoción a la infancia de
Jesús". Los grandes propagadores de su devoción fueron San Bernardo y
Santa Teresa de Jesús y la fijación de su fecha en el 19 de marzo es totalmente
fortuita.
A los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael se les dedica una fiesta
conjunta, en el 29 de septiembre. Celebrar la fiestas de estos arcángeles
supone celebrar la cercanía de Dios a nuestras vidas. Los ángeles aparecen en
la vida de Jesús en numerosas ocasiones: Anunciación, Nacimiento, en el
desierto le confortan y en su muerte anuncian a las mujeres la Resurrección.
LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
El esquema de la celebración eucarística tiene, como Asamblea y
reunión que es, un esquema similar al de una reunión de amigos que recibe un
anfitrión: se recibe a los que llegan, se habla y escucha, se come en común y
se despide al terminar. Así hizo Jesús en la Última Cena ya que reunió a los
Apóstoles (rito de apertura), les habló (Palabra), pronunció la bendición, les dio
de comer y beber (eucaristía) y salieron hacia el monte de los Olivos
(conclusión).
El altar debe estar cubierto con un mantel blanco digno y sobre él o cerca
se colocan dos candeleros con velas encendidas. Puede haber flores (salvo en
Cuaresma) aunque el criterio es que la ornamentación del altar sea siempre
moderada y que no se impida su visión por el pueblo. Además debe haber una
Cruz con la imagen de Cristo, o bien sobre el Altar o en un lugar cercano y
visible. También se debe seguir el criterio de que sólo debe haber sobre el Altar
los objetos que se vayan a utilizar en ese momento, debiendo retirarse cuando
no se necesiten.
El vino del Sacrificio debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin
corromper, sin mezcla de sustancias extrañas. En la celebración se le debe
mezclar un poco de agua. No se debe admitir bajo ningún pretexto otras
bebidas de cualquier género.
CAPITULO 45
LA CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
La Concelebración de la Eucaristía, expresión de la unidad del
sacerdocio, del sacrificio y de todo el pueblo de Dios, es hoy una de las formas
habituales de la Santa Misa. El Concilio Vaticano II y los diferentes documentos
de la reforma litúrgica determinaron las circunstancias del rito y su desarrollo
ceremonial. No hay duda de que la concelebración ha sido una de las
novedades más notables.
Dar golpes triples con el incensario ya que siempre deben ser dobles.
Esto es extensible al sacerdote cuando usa el incensario.
Bajo las dos especies, además de los religiosos, la pueden recibir los
fieles según el criterio de su sacerdote que lo considere pastoralmente
oportuno.
Si es bajo las dos especies no está permitido que los fieles reciban
primero la Hostia en la mano y luego la mojen ellos mismos en el cáliz. “Si la
comunión se hace por intención, el que va a comulgar, sosteniendo la patena
bajo la boca, se acerca el sacerdote, que tiene el cáliz y a su lado al ministro
que sostiene el recipiente con las partículas consagradas. El sacerdote toma
una Hostia, la moja parcialmente en el cáliz y, mostrándola dice: “El Cuerpo y la
Sangre de Cristo”; el comulgante responde: “Amen”, recibiéndola en la boca de
mano del sacerdote el Sacramento, y luego se retira”. (OGMR 287). Si es
bebiendo del cáliz, primero se tomará la Hostia y posteriormente el sacerdote
ofrecerá el cáliz para beber de él.
CAPITULO 48
Para terminar podemos citar también las orientaciones que sobre música
litúrgica nos da el Misal Romano (OGMR), el Orden de las Lecturas de la
Misa (OLM), la Ordenación General de la Liturgia de las Horas (OGLH), el
Ceremonial de los Obispos y la Instrucción sobre La Liturgia romana y la
Inculturación (25-1-1994) así como el Cantoral Litúrgico Nacional, que recoge
los principales cantos de la Misa para los diferentes tiempos litúrgicos y otros
temas.
CAPITULO 49
PROEMIO
Testimonio de fe inalterada
Lo que así fue enseñado por el Concilio está sobriamente expresado por
fórmulas de la Misa. Así lo pone ya de relieve la expresión del Sacramentario
llamado Leoniano: «cuantas veces se celebra el memorial de este sacrificio se
realiza la obra de nuestra redención». Esto se encuentra acertada y
cuidadosamente expresado en las Plegarias Eucarísticas; pues en éstas el
sacerdote, al hacer la anamnesis, se dirige a Dios en nombre también de todo el
pueblo, le da gracias y le ofrece el sacrificio vivo y santo, es decir, la ofrenda de la
Iglesia y la víctima por cuya inmolación el mismo Dios quiso devolvernos su
amistad; y ora para que el Cuerpo y la Sangre de Cristo sean sacrificio agradable
al Padre y salvación para todo el mundo.
8. Hoy, en cambio, aquella “norma de los Santos Padres”, que seguían los
correctores del Misal de San Pío V, fue enriquecida con innumerables escritos de
eruditos. Al Sacramentario Gregoriano, editado por primera vez en 1571, siguieron
los antiguos sacramentarios romanos y ambrosianos, repetidas veces editados
con sentido crítico, así como los antiguos libros litúrgicos de España y de las
Galias, que han aportado muchísimas oraciones de gran belleza espiritual,
ignoradas anteriormente.
9. Por eso, la “norma de los Santos Padres” pide, no sólo que se conserven
aquellas cosas que nuestros inmediatos predecesores nos transmitieron, sino que
también se abarque y se estudie profundamente todo el pasado de la Iglesia y
todas las formas de expresión con las que la fe única se ha manifestado en
contextos humanos y culturales tan diferentes entre sí, como pueden ser los
correspondientes a las regiones semitas, griegas y latinas. Esta perspectiva más
amplia, nos permite ver cómo el Espíritu Santo suscita en el pueblo de Dios una
maravillosa fidelidad en la conservación inmutable del depósito de la fe, aunque
haya tanta variedad de ritos y oraciones.
12. Por eso, el Concilio Vaticano II, congregado para adaptar la Iglesia a las
necesidades de su oficio apostólico en estos tiempos, miró profundamente, como
lo hizo el Concilio de Trento, el carácter didascálico y pastoral de la sagrada
Liturgia. Y aunque ningún católico niega la legitimidad y eficacia del sagrado rito
celebrado en latín, también pudo conceder que: “En no pocas ocasiones el empleo
de la lengua y vernácula puede ser de gran utilidad para el pueblo”, y autorizó su
uso. El ardiente interés con que fue acogido en todas partes este decreto hizo que,
bajo la dirección de los Obispos y de la misma Sede Apostólica, se permitiera el
uso de la lengua vernácula en todas las celebraciones con participación del
pueblo, con lo cual se entiende más plenamente el misterio que se celebra.
Así, de manera más abierta, una parte del nuevo Misal, ordena las
oraciones de la Iglesia a las necesidades de nuestro tiempo; tales son,
principalmente, las Misas rituales y por diversas necesidades, en las que
oportunamente se combinan lo tradicional y lo nuevo. Y así, mientras que algunas
expresiones provenientes de la más antigua tradición de la Iglesia han
permanecido intactas, como lo descubre el mismo Misal Romano, editado tantas
veces, otras muchas han sido acomodadas a las actuales necesidades y
circunstancias; otras, por el contrario, como las oraciones por la Iglesia, por los
laicos, por la santificación del trabajo humano, por la comunidad de las naciones y
por algunas necesidades propias de nuestro tiempo, han sido elaboradas
íntegramente, tomando los pensamientos y muchas veces hasta las mismas
expresiones de los recientes documentos conciliares.
Al usar textos de tan antiquísima tradición, valorando la nueva situación del
mundo actual, pareció que no se hacía agravio a tan venerable tesoro si se
cambiaban ciertas expresiones, con el fin de adaptarlas convenientemente al
lenguaje teológico de nuestro tiempo y para que respondieran de verdad a la
condición presente de la disciplina de la Iglesia. De aquí que algunas expresiones
relativas al juicio y al uso de los bienes terrenos, fueron modificadas, y también
algunas otras que se refieren a formas externas de penitencia, propias de la
Iglesia de otras épocas.
Es así, entonces, como las normas litúrgicas del Concilio de Trento han sido
razonablemente completadas y perfeccionadas en varias partes por las normas
del Vaticano II, que llevó a término los esfuerzos por acercar más a los fieles a la
Liturgia, esfuerzos realizados durante cuatro siglos, y especialmente en los últimos
tiempos, debido principalmente al interés que por la Liturgia suscitaron San Pío X
y sus sucesores.
Capítulo I
21. Así, pues, esta Instrucción se propone dar, tanto los lineamientos
generales con los cuales se ordene idóneamente la celebración de la Eucaristía,
como exponer las normas para la disposición de cada forma de celebración.
Y así, él debe empeñarse en que los presbíteros, los diáconos y los fieles
laicos comprendan siempre más profundamente el genuino sentido de los ritos y
de los textos litúrgicos y, de esta manera, alcancen una activa y fructuosa
celebración de la Eucaristía. Para el mismo fin vigile celosamente que sea cada
vez mayor la dignidad de dichas celebraciones, para lo cual servirá muchísimo que
promueva la belleza del lugar sagrado, de la música y del arte.
Capítulo II
29. Cuando se leen las sagradas Escrituras en la Iglesia, Dios mismo habla
a su pueblo, y Cristo, presente en su palabra, anuncia el Evangelio.
Por eso las lecturas de la Palabra de Dios, que proporcionan a la Liturgia un
elemento de máxima importancia, deben ser escuchadas por todos con
veneración. Aunque la palabra divina en las lecturas de la sagrada Escritura se
dirija a todos los hombres de todos los tiempos y sea inteligible para ellos, sin
embargo, su más plena inteligencia y eficacia se favorece con una explicación
viva, es decir, con la homilía, que viene así a ser parte de la acción litúrgica.
30. Entre las cosas que se asignan al sacerdote, ocupa el primer lugar la
Plegaria Eucarística, que es la cumbre de toda la celebración. Vienen en seguida
las oraciones, es decir, la colecta, la oración sobre las ofrendas y la oración
después de la Comunión. El sacerdote que preside la asamblea en representación
de Cristo, dirige estas oraciones a Dios en nombre de todo el pueblo santo y de
todos los circunstantes. Con razón, pues, se denominan «oraciones
presidenciales».
35. Las aclamaciones y las respuestas de los fieles a los saludos del
sacerdote y a las oraciones constituyen el grado de participación activa que deben
observar los fieles congregados en cualquier forma de Misa, para que se exprese
claramente y se promueva como acción de toda la comunidad.
38. En los textos que han de pronunciarse en voz alta y clara, sea por el
sacerdote o por el diácono, o por el lector, o por todos, la voz debe responder a la
índole del respectivo texto, según éste sea una lectura, oración, monición,
aclamación o canto; como también a la forma de la celebración y de la solemnidad
de la asamblea. Además, téngase en cuenta la índole de las diversas lenguas y la
naturaleza de los pueblos.
42. Los gestos y posturas corporales, tanto del sacerdote, del diácono y de
los ministros, como del pueblo, deben tender a que toda la celebración
resplandezca por el noble decoro y por la sencillez, a que se comprenda el
significado verdadero y pleno de cada una de sus diversas partes y a que se
favorezca la participación de todos. Así, pues, se tendrá que prestar atención a
aquellas cosas que se establecen por esta Instrucción general y por la praxis
tradicional del Rito romano, y a aquellas que contribuyan al bien común espiritual
del pueblo de Dios, más que al deseo o a las inclinaciones privadas.
43. Los fieles están de pie desde el principio del canto de entrada, o bien,
desde cuando el sacerdote se dirige al altar, hasta la colecta inclusive; al canto del
Aleluya antes del Evangelio; durante la proclamación del Evangelio; mientras se
hacen la profesión de fe y la oración universal; además desde la invitación Oren,
hermanos, antes de la oración sobre las ofrendas, hasta el final de la Misa,
excepto lo que se dice más abajo.
Por otra parte, estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la
estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas
razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para
la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la
genuflexión después de la consagración.
44. Entre los gestos se cuentan también las acciones y las procesiones, con
las que el sacerdote con el diácono y los ministros se acercan al altar; cuando el
diácono, antes de la proclamación del Evangelio, lleva al ambón el Evangeliario o
libro de los Evangelios; cuando los fieles llevan los dones y cuando se acercan a
la Comunión. Conviene que tales acciones y procesiones se cumplan
decorosamente, mientras se cantan los correspondientes cantos, según las
normas establecidas para cada caso.
El silencio
A) Ritos iniciales
Entrada
Acto penitencial
51. Después el sacerdote invita al acto penitencial que, tras una breve
pausa de silencio, se lleva a cabo por medio de la fórmula de la confesión general
de toda la comunidad, y se concluye con la absolución del sacerdote que, no
obstante, carece de la eficacia del sacramento de la Penitencia.
52. Después del acto penitencial, se tiene siempre el Señor, ten piedad, a
no ser que quizás haya tenido lugar ya en el mismo acto penitencial. Por ser un
canto con el que los fieles aclaman al Señor e imploran su misericordia, deben
hacerlo ordinariamente todos, es decir, que tanto el pueblo como el coro o el
cantor, toman parte en él.
Colecta
Si se dirige al Padre: Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Si se dirige al Padre, pero al final se menciona al Hijo: Él, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
B) Liturgia de la palabra
Silencio
57. Por las lecturas se prepara para los fieles la mesa de la Palabra de Dios
y abren para ellos los tesoros de la Biblia. Conviene, por lo tanto, que se conserve
la disposición de las lecturas, que aclara la unidad de los dos Testamentos y de la
historia de la salvación; y no es lícito que las lecturas y el salmo responsorial, que
contienen la Palabra de Dios, sean cambiados por otros textos no bíblicos.
Salmo responsorial
Homilía
Los domingos y las fiestas del precepto debe tenerse la homilía en todas las
Misas que se celebran con asistencia del pueblo y no puede omitirse sin causa
grave, por otra parte, se recomienda tenerla todos días especialmente en las ferias
de Adviento, Cuaresma y durante el tiempo pascual, así como también en otras
fiestas y ocasiones en que el pueblo acude numeroso a la Iglesia.
Profesión de fe
68. El Símbolo debe ser cantado o recitado por el sacerdote con el pueblo
los domingos y en las solemnidades; puede también decirse en celebraciones
especiales más solemnes.
Oración universal
Por su parte, el pueblo, de pie, expresa su súplica, sea con una invocación
común después de cada intención, sea orando en silencio.
C) Liturgia Eucarística
Cristo, pues, tomó el pan y el cáliz, dio gracias, partió el pan, y los dio a sus
discípulos, diciendo: Tomad, comed, bebed; esto es mi Cuerpo; éste es el cáliz de
mi Sangre. Haced esto en conmemoración mía. Por eso, la Iglesia ha ordenado
toda la celebración de la Liturgia Eucarística con estas partes que responden a las
palabras y a las acciones de Cristo, a saber:
En seguida se traen las ofrendas: el pan y el vino, que es laudable que sean
presentados por los fieles. Cuando las ofrendas son traídas por los fieles, el
sacerdote o el diácono las reciben en un lugar apropiado y son ellos quienes las
llevan al altar. Aunque los fieles ya no traigan, de los suyos, el pan y el vino
destinados para la liturgia, como se hacía antiguamente, sin embargo el rito de
presentarlos conserva su fuerza y su significado espiritual.
También pueden recibirse dinero u otros dones para los pobres o para la
iglesia, traídos por los fieles o recolectados en la iglesia, los cuales se colocarán
en el sitio apropiado, fuera de la mesa eucarística.
74. Acompaña a esta procesión en la que se llevan los dones, el canto del
ofertorio (cfr. n.37 b), que se prolonga por lo menos hasta cuando los dones hayan
sido depositados sobre el altar. Las normas sobre el modo de cantarlo son las
mismas que para canto de entrada (cfr. n. 48). El canto se puede asociar siempre
al rito para el ofertorio, aún sin la procesión con los dones.
76. En seguida, el sacerdote se lava las manos a un lado del altar, rito con
el cual se expresa el deseo de purificación interior.
77. Depositadas las ofrendas y concluidos los ritos que las acompañan, con
la invitación a orar junto con el sacerdote, y con la oración sobre las ofrendas, se
concluye la preparación de los dones y se prepara la Plegaria Eucarística.
En la Misa se dice una sola oración sobre las ofrendas, que se concluye
con la conclusión más breve, es decir: Por Jesucristo, nuestro Señor; y si al final
de ella se hace mención del Hijo: (Él) que vive y reina por los siglos de los siglos.
Plegaria Eucarística
Rito de la comunión
81. En la Oración del Señor se pide el pan de cada día, que para los
cristianos indica principalmente el pan eucarístico, y se implora la purificación de
los pecados, de modo que, en realidad, las cosas santas se den a los santos. El
sacerdote hace la invitación a la oración y todos los fieles, juntamente con el
sacerdote, dicen la oración. El sacerdote solo añade el embolismo, que el pueblo
concluye con la doxología. El embolismo que desarrolla la última petición de la
Oración del Señor pide con ardor, para toda la comunidad de los fieles, la
liberación del poder del mal.
Rito de la paz
82. Sigue el rito de la paz, con el que la Iglesia implora la paz y la unidad
para sí misma y para toda la familia humana, y con el que los fieles se expresan la
comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental.
En cuanto al signo mismo para dar la paz, establezca la Conferencia de
Obispos el modo, según la idiosincrasia y las costumbres de los pueblos.
Conviene, sin embargo, que cada uno exprese la paz sobriamente sólo a los más
cercanos a él.
83. El sacerdote parte el pan eucarístico, con la ayuda, si es del caso, del
diácono o de un concelebrante. El gesto de la fracción del Pan realizado por Cristo
en la Última Cena, que en el tiempo apostólico designó a toda la acción
eucarística, significa que los fieles siendo muchos, en la Comunión de un solo Pan
de vida, que es Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo, forman un
solo cuerpo (1Co 10, 17). La fracción comienza después de haberse dado la paz y
se lleva a cabo con la debida reverencia, pero no se debe prolongar
innecesariamente, ni se le considere de excesiva importancia. Este rito está
reservado al sacerdote y al diácono.
Comunión
85. Es muy de desear que los fieles, como está obligado a hacerlo también
el mismo sacerdote, reciban el Cuerpo del Señor de las hostias consagradas en
esa misma Misa, y en los casos previstos (cfr. n. 283), participen del cáliz, para
que aún por los signos aparezca mejor que la Comunión es una participación en el
sacrificio que entonces mismo se está celebrando.
Por otra parte, cuando no hay canto, se puede decir la antífona propuesta
en el Misal. La pueden decir los fieles, o sólo algunos de ellos, o un lector, o en
último caso el mismo sacerdote, después de haber comulgado, antes de distribuir
la Comunión a los fieles.
89. Para terminar la súplica del pueblo de Dios y también para concluir todo
el rito de la Comunión, el sacerdote dice la oración después de la Comunión, en la
que se suplican los frutos del misterio celebrado.
— Si se dirige al Padre, pero al fin se menciona el Hijo: Que vive y reina por
siglos de los siglos.
— Si se dirige al Hijo: Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
D) Rito de conclusión
c) La despedida del pueblo, por parte del diácono o del sacerdote, para que
cada uno regrese a su bien obrar, alabando y bendiciendo a Dios.
d) El beso del altar por parte del sacerdote y del diácono y después la
inclinación profunda al altar de parte del sacerdote, del diácono y de los demás
ministros.
Capítulo III
97. No rehúsen los fieles servir con gozo al pueblo de Dios cuantas veces
se les pida que desempeñen algún determinado ministerio u oficio en la
celebración.
En el ministerio del altar, el acólito tiene sus ministerios propios (cfr. núms.
187 - 193) que él mismo debe ejercer.
102. Es propio del salmista proclamar el salmo u otro cántico bíblico que se
encuentre entre las lecturas. Para cumplir rectamente con su ministerio, es
necesario que el salmista posea el arte de salmodiar y tenga dotes para la recta
dicción y clara pronunciación.
103. Entre los fieles, los cantores o el coro ejercen un ministerio litúrgico
propio, al cual corresponde cuidar de la debida ejecución de las partes que le
corresponden, según los diversos géneros de cantos, y promover la activa
participación de los fieles en el canto. Lo que se dice de los cantores, vale
también, observando lo que se debe observar, para los otros músicos,
principalmente para el organista.
107. Los demás ministerios litúrgicos que no son propios del sacerdote o
del diácono, y de los que se habló antes (núms. 100 - 106) también pueden ser
encomendados, por medio de una bendición litúrgica o por una destinación
temporal, a laicos idóneos elegidos por el párroco o por el rector de la iglesia. En
cuanto al ministerio de servir al sacerdote en el altar, obsérvense las normas
dadas por el Obispo para su diócesis.
Capítulo IV
En la Misa que celebra el Obispo, o en la que está presente sin que celebre
la Eucaristía, obsérvense las normas que se encuentran en el Ceremonial de los
Obispos.
113. Dese también mucha importancia la Misa que se celebra con una
determinada comunidad, sobre todo con la parroquial, ya que representa a la
Iglesia universal en un tiempo y en un lugar determinados, y en especial a la
celebración comunitaria del domingo.
114. Pero entre las Misas celebradas por algunas comunidades, ocupa un
lugar especial la Misa conventual, que es parte del Oficio cotidiano, o la Misa que
se llama “de comunidad”. Y aunque estas Misas no conlleven ninguna forma
peculiar de celebración, sin embargo, es muy conveniente que se hagan con
canto, y sobre todo con la plena participación de todos los miembros de la
comunidad, sean religiosos o sean canónigos. Por lo cual, en ellas ejerza cada
uno su ministerio, según el Orden o el ministerio recibido. Conviene, pues, que
todos los sacerdotes que no están obligados a celebrar en forma individual por
utilidad pastoral de los fieles, a ser posible, concelebren en ellas. Además, todos
los sacerdotes pertenecientes a una comunidad, que tengan el deber de celebrar
en forma individual para el bien pastoral de los fieles, pueden también concelebrar
el mismo día en la Misa conventual o “de comunidad”. Es preferible, pues, que los
presbíteros que están presentes en la celebración eucarística, a no ser que estén
excusados por una justa causa, ejerzan como de costumbre el ministerio propio de
su Orden y, por esto, participen como concelebrantes, revestidos con las
vestiduras sagradas. De lo contrario llevan el hábito coral propio o la sobrepelliz
sobre la sotana.
I. MISA CON EL PUEBLO
115. Se entiende por “Misa con el pueblo” aquella que se celebra con
participación de los fieles. Conviene, pues, en cuanto sea posible, que la
celebración se realice con canto y con el número adecuado de ministros,
especialmente los domingos y las fiestas de precepto; no obstante, también puede
celebrarse sin canto y con un solo ministro.
b) En el ambón: el leccionario.
Es loable que se cubra el cáliz con un velo, que puede ser del color del día
o de color blanco.
119. En la sacristía, para las diversas formas de celebración, prepárense
las vestiduras sagradas (cfr. núms. 337 - 341) del sacerdote, del diácono y de los
otros ministros:
Todos los que se revisten con alba, usarán cíngulo y amito, a no ser que
por la forma del alba no se requieran.
Ritos iniciales
125. Sigue el acto penitencial. Después se canta ose dice el Señor, ten
piedad, según lo establecido por las rúbricas (cfr. n. 52).
127. En seguida el sacerdote, con las manos juntas, invita al pueblo a orar,
diciendo: Oremos. Y todos, juntamente con el sacerdote, oran en silencio durante
un tiempo breve. Luego el sacerdote, con las manos extendidas, dice la colecta.
Concluida ésta, el pueblo aclama: Amén.
Liturgia de la palabra
129. Después, el salmista, o el mismo lector, recita o canta los versos del
salmo y el pueblo, como de costumbre, va respondiendo.
130. Si está prescrita una segunda lectura antes del Evangelio, el lector la
proclama desde el ambón, mientras todos escuchan, y al final responden a la
aclamación, como se dijo antes (n. 128). En seguida, según las circunstancias, se
pueden guardar unos momentos de silencio.
El sacerdote ayudado por el acólito o por otro ministro recibe las ofrendas
de los fieles. Al celebrante llevan el pan y el vino para la Eucaristía; y él los pone
sobre el altar; pero los demás dones se colocan en otro lugar adecuado (cfr. n.
73).
153. Concluida la Oración del Señor, el sacerdote solo, con las manos
extendidas, dice el embolismo Líbranos de todos los males, terminado el cual, el
pueblo aclama: Tuyo es el reino.
El sacerdote regresa al altar y recoge las partículas, si las hay; luego de pie,
en el altar o en la credencia, purifica la patena o el copón sobre el cáliz; después
purifica el cáliz diciendo en secreto: Haz, Señor, que recibamos, y seca el cáliz
con el purificador. Si los vasos son purificados en el altar, un ministro los lleva a la
credencia. Sin embargo, se permite dejar los vasos que deben purificarse, sobre
todo si son muchos, en el altar o en la credencia sobre el corporal,
convenientemente cubiertos y purificarlos en seguida después de la Misa, una vez
despedido al pueblo.
Rito de conclusión
170. Pero si a la Misa sigue alguna otra acción litúrgica, se omite el rito de
conclusión, es decir, el saludo, la bendición y la despedida.
Ritos iniciales
Liturgia de la palabra
Liturgia Eucarística
Rito de conclusión
187. Las funciones que el acólito puede ejercer son de diversa índole y
puede ocurrir que varias de ellas se den simultáneamente. Por lo tanto, es
conveniente que se distribuyan oportunamente entre varios; pero cuando sólo un
acólito está presente, haga él mismo lo que es de mayor importancia,
distribuyéndose lo demás entre otros ministros.
Ritos iniciales
Liturgia Eucarística
Ritos iniciales
195. Cuando hubiere llegado al altar, hace inclinación profunda con los
demás. Si lleva el Evangeliario, se acerca al altar y coloca el Evangeliario sobre él.
Después, juntamente con los otros ministros ocupa su lugar en el presbiterio.
Liturgia de la palabra
204. Por una causa especial, como sería el mayor sentido que tiene un rito
o de una festividad, se concede facultad de celebrar o concelebrar varias veces en
el mismo día, en los siguientes casos:
Ritos iniciales
Liturgia de la Palabra
Liturgia Eucarística
Es muy loable que se canten las partes que deben ser dichas
simultáneamente por todos los concelebrantes y que en el misal están
embellecidas con nota musical.
d) Por eso, Padre, nosotros, tus siervos, y Mira con ojos de bondad, con las
manos extendidas.
225. Por Cristo, Señor nuestro, por quien sigues creando es dicho sólo por
el celebrante principal.
Plegaria Eucarística II
a) Por eso te pedimos que santifiques, con las manos extendidas hacia las
ofrendas.
228. Las intercesiones por los vivos Acuérdate, Señor, de tu Iglesia y por
los difuntos Acuérdate también de nuestros hermanos, conviene encomendarlas a
uno u otro de los concelebrantes y las pronuncia él solo con las manos extendidas,
en voz alta.
230 Desde Por eso, Padre, te suplicamos, hasta Dirige tu mirada, sobre la
ofrenda lo dicen simultáneamente todos los concelebrantes, de este modo:
a) Por eso, Padre, te suplicamos, con las manos extendidas hacia las
ofrendas.
b) Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado y Del mismo
modo, acabada la cena, con las manos juntas.
Plegaria Eucarística IV
233. Desde: Por eso, Padre, te rogamos, hasta Dirige tu mirada, sobre esta
Víctima lo dicen simultáneamente todos los concelebrantes, de este modo:
a) Por eso, Padre, te rogamos, con las manos extendidas hacia las
ofrendas.
b) Porque Él mismo, llegada la hora y Del mismo modo, tomó el cáliz con
las manos juntas.
Rito de la comunión
237. Después, con las manos juntas, el celebrante principal dice la monición
antes de la Oración del Señor, y en seguida, con las manos extendidas,
juntamente con los demás concelebrantes, quienes también extienden las manos,
y con el pueblo, dice la Oración del Señor.
238. Líbranos de todos los males, Señor, es dicho sólo por el celebrante
principal, con las manos extendidas. Todos los concelebrantes, juntamente con el
pueblo, dicen la aclamación final: Tuyo es el reino.
245. La Sangre del Señor se puede tomar o bebiendo directamente del cáliz
o por intinción, o con una cánula, o con una cucharilla.
Rito de conclusión
Ritos iniciales
259. Luego, con las manos juntas, dice: Oremos, y después de una pausa
conveniente, dice, con las manos extendidas, la oración colecta. Al final, el
ministro aclama: Amén.
Liturgia de la palabra
264. Sigue la oración universal, que también puede decirse en esta Misa. El
sacerdote introduce y concluye la oración, pero el ministro dice las intenciones.
Liturgia Eucarística
Rito de conclusión
Genuflexión e inclinación
Incensación
Con dos movimientos del turíbulo se inciensan las reliquias y las imágenes
de los Santos expuestas para pública veneración, y únicamente al inicio de la
celebración, después de la incensación del altar.
El sacerdote inciensa las ofrendas con tres movimientos del turíbulo, antes
de la incensación de la cruz y del altar, o trazando con el incensario el signo de la
cruz sobre las ofrendas.
Las purificaciones
279. Los vasos sagrados son purificados por el sacerdote, o por el diácono
o por el acólito instituido, después de la Comunión o después de la Misa, en
cuanto sea posible en la credencia. La purificación del cáliz se hace con agua o
con agua y vino, que tomará el mismo que purifica. La patena, como de
costumbre, límpiese con el purificador.
281. Cuando la sagrada Comunión se hace bajo las dos especies el signo
adquiere una forma más plena. De esta forma, en efecto, el signo del banquete
eucarístico resplandece más perfectamente y expresa más claramente la voluntad
divina con que se ratifica la Alianza nueva y eterna en la Sangre del Señor, así
como también la relación entre el banquete eucarístico y el banquete escatológico
en el reino del Padre.
283. La Comunión bajo las dos especies se permite, además de los casos
expuestos en los libros rituales:
A los fieles, que quizás quieran comulgar solo bajo la especie de pan,
déseles la sagrada Comunión de esta forma.
285. Para distribuir la sagrada Comunión bajo las dos especies, prepárese:
a) un cáliz de suficiente capacidad o varios cálices si la Comunión se hace
bebiendo directamente del cáliz, pero previendo siempre prudentemente que al
final de la celebración no quede de la Sangre de Cristo más de lo que es prudente
para ser bebida.
Capítulo V
I. PRINCIPIOS GENERALES
290. Todas las iglesias serán dedicadas o, por lo menos, bendecidas. Sin
embargo, las catedrales y las iglesias parroquiales serán dedicadas con rito
solemne.
294. El pueblo de Dios, que se congrega para la Misa, posee una coherente
y jerárquica ordenación que se expresa por los diversos de ministerios y por la
diferente acción para cada una de las partes de la celebración. Por consiguiente,
conviene que la disposición general del edificio sagrado sea aquella que de alguna
manera manifieste la imagen de la asamblea congregada, que permita el
conveniente orden de todos y que también favorezca la correcta ejecución de cada
uno de los ministerios.
Los fieles y los cantores ocuparán el espacio que más les facilite su activa
participación.
EL ALTAR Y SU ORNATO
298. Es conveniente que en todas las iglesias exista un altar fijo, que
signifique más clara y permanentemente a Cristo Jesús, la Piedra viva (1Pe 2, 4;
Ef 2, 20); sin embargo, para los demás lugares dedicados a las celebraciones
sagradas, el altar puede ser móvil.
Se llama Altar fijo cuando se construye de tal forma que esté fijo al suelo y
que, por lo tanto, no puede moverse; se llama “móvil” cuando se puede trasladar.
300. Dedíquese el altar, tanto el fijo como el móvil, según el rito descrito en
el Pontifical Romano; adviértase que el altar móvil sólo puede bendecirse.
303. Es preferible que en las iglesias nuevas que van a ser construidas, se
erija un solo altar, el cual signifique en la asamblea de los fieles, un único Cristo y
una única Eucaristía de la Iglesia.
304. Por reverencia para con la celebración del memorial del Señor y para
con el banquete en que se ofrece el Cuerpo y Sangre del Señor, póngase sobre el
altar donde se celebra por lo menos un mantel de color blanco, que en lo referente
a la forma, medida y ornato se acomode a la estructura del mismo altar.
Durante el tiempo de Adviento el altar puede adornarse con flores, con tal
moderación, que convenga a la índole de este tiempo, pero sin que se anticipe a la
alegría plena del Nacimiento del Señor. Durante el tiempo de Cuaresma se
prohíbe adornar el altar con flores. Se exceptúan, sin embargo, el Domingo
Laetare (IV de Cuaresma), las solemnidades y las fiestas.
306. Sobre la mesa del altar se puede poner, entonces, sólo aquello que se
requiera para la celebración de la Misa, a saber, el Evangeliario desde el inicio de
la celebración hasta la proclamación del Evangelio; y desde la presentación de los
dones hasta la purificación de los vasos: el cáliz con la patena, el copón, si es
necesario, el corporal, el purificador, la palia y el misal.
308. Igualmente, sobre el altar, o cerca de él, colóquese una cruz con la
imagen de Cristo crucificado, que pueda ser vista sin obstáculos por el pueblo
congregado. Es importante que esta cruz permanezca cerca del altar, aún fuera de
las celebraciones litúrgicas, para que recuerde a los fieles la pasión salvífica del
Señor.
EL AMBÓN
Conviene que por lo general este sitio sea un ambón estable, no un simple
atril portátil. El ambón, según la estructura de la iglesia, debe estar colocado de tal
manera que los ministros ordenados y los lectores puedan ser vistos y escuchados
convenientemente por los fieles.
311. Dispónganse los lugares para los fieles con el conveniente cuidado, de
tal forma que puedan participar debidamente, siguiendo con su mirada y de
corazón, las sagradas celebraciones. Es conveniente que los fieles dispongan
habitualmente de bancas o de sillas. Sin embargo, debe reprobarse la costumbre
de reservar asientos a algunas personas particulares. En todo caso, dispónganse
de tal manera las bancas o asientos, especialmente en las iglesias recientemente
construidas, que los fieles puedan asumir con facilidad las posturas corporales
exigidas por las diversas partes de la celebración y puedan acercarse
expeditamente a recibir la Comunión.
Procúrese que los fieles no sólo puedan ver al sacerdote, al diácono y a los
lectores, sino que también puedan oírlos cómodamente, empleando los
instrumentos técnicos de hoy.
315. Por razón del signo conviene más que en el altar en el que se celebra
la Misa no haya sagrario en el que se conserve la Santísima Eucaristía.
317. Tampoco se olviden de ninguna manera las demás cosas que para la
reserva de la Santísima Eucaristía se prescriben según las normas del Derecho.
Capítulo VI
320. El pan para la celebración de la Eucaristía debe ser de trigo sin mezcla
de otra cosa, recientemente elaborado y ácimo, según la antigua tradición de la
Iglesia latina.
322. El vino para la celebración eucarística debe ser “del producto de la vid”
(cfr. Lc 22, 18), natural y puro, es decir, no mezclado con sustancias extrañas.
325. Así como para la edificación de las iglesias, también para todos los
utensilios sagrados, la Iglesia admite el género artístico de cada región y acoge
aquellas adaptaciones que están en armonía con la índole y las tradiciones de
cada pueblo, con tal que de todo responda adecuadamente al uso para el cual se
destina el sagrado ajuar.
330. En cuanto a los cálices y demás vasos que se destinan para recibir la
Sangre del Señor, tengan la copa hecha de tal material que no absorba los
líquidos. El pie, en cambio, puede hacerse de otros materiales sólidos y dignos.
338. La vestidura propia del diácono es la dalmática, que viste sobre el alba
y la estola; sin embargo, la dalmática puede omitirse por una necesidad o por un
grado menor de solemnidad.
339. Los acólitos, los lectores y los otros ministros laicos, pueden vestir alba
u otra vestidura legítimamente aprobada en cada una de las regiones por la
Conferencia de Obispos (cfr. n. 390).
340. El sacerdote lleva la estola alrededor del cuello y pendiendo ante el
pecho; pero el diácono la lleva desde el hombro izquierdo pasando sobre el pecho
hacia el lado derecho del tronco, donde se sujeta.
c) El color verde se usa en los Oficios y en las Misas del Tiempo Ordinario.
d) El color morado se usa en los Tiempos de Adviento y de Cuaresma.
Puede usarse también en los Oficios y Misas de difuntos.
347. Las Misas Rituales se celebran con el color propio o blanco o festivo;
pero las Misas por diversas necesidades con el color propio del día o del tiempo o
con color violeta, si expresan índole penitencial, por ejemplo, núms. 31. 33. 38; las
Misas votivas con el color conveniente a la Misa que se celebra o también con el
color propio del día o del tiempo.
348. Además de los vasos sagrados y de las vestiduras sagradas, para los
que se determina un material especial, el otro ajuar que se destina, o al mismo uso
litúrgico, o que de alguna otra manera se aprueba en la iglesia, sea digno y
corresponda al fin para el cual se destina cada cosa.
I. ELECCIÓN DE LA MISA
Por el mismo motivo, elegirá con moderación las Misas de difuntos: pues
cualquier Misa se ofrece tanto por los vivos como por los difuntos y en la Plegaria
Eucarística se tiene una memoria de los difuntos.
Sin embargo, donde los fieles aprecian especialmente las memorias libres
de la bienaventurada Virgen o de los Santos, satisfágase su legítima piedad.
356. Al elegir los textos de las diversas partes de la Misa, tanto del Tiempo,
como de los Santos, obsérvense las normas que siguen.
Las lecturas
357. Para los domingos y para las solemnidades se asignan tres lecturas,
esto es: del Profeta, del Apóstol y del Evangelio, con las cuales es educado el
pueblo cristiano en la continuidad de la obra de salvación, según el admirable plan
divino. Empléense rigurosamente estas lecturas. En Tiempo Pascual, según la
tradición de la Iglesia, en vez del Antiguo Testamento, se emplea la lectura de los
Hechos de los Apóstoles.
Para las fiestas se asignan dos lecturas. Sin embargo, si la fiesta, según las
normas, se eleva al grado de solemnidad, se agrega una tercera lectura, que se
toma del Común.
En las memorias de los Santos, a no ser que tengan lecturas propias, se
leen habitualmente las asignadas a la feria. En algunos casos se proponen
lecturas apropiadas, esto es, que iluminan un aspecto particular de la vida
espiritual del Santo o de su obra. El uso de estas lecturas no hay que urgirlo, a no
ser que en efecto lo aconseje una razón pastoral.
358. En el Leccionario Ferial se proponen las lecturas para todos los días
de cada una de las semanas y para el transcurso de todo el año. Por tal motivo, se
elegirán estas lecturas preferentemente para el día al cual son asignadas, a no ser
que se celebre una solemnidad o una fiesta, o bien una memoria que tenga
lecturas propias del Nuevo Testamento en las cuales se hace mención del Santo
celebrado.
Estos leccionarios se han preparado para que los fieles sean conducidos,
mediante la escucha más apropiada de la Palabra de Dios, a comprender más
plenamente el misterio en el que participan y para instruirlos en un amor más
encendido de la Palabra de Dios.
360. Al elegir entre las dos formas que presenta un mismo texto, hay que
guiarse también por un criterio pastoral. Se da, en efecto, algunas veces, una
forma larga y una forma más breve del mismo texto. En este caso, conviene tener
en cuenta la posibilidad de los fieles de escuchar con provecho la lectura más o
menos extensa, como también su posibilidad de oír el texto más completo, que
será explicado después en la homilía.
361. Pero cuando se concede la facultad de elegir entre uno y otro texto ya
definido, o propuesto a voluntad, habrá que atender a la utilidad de los que
participan, esto es, según se trate de emplear un texto que es más fácil o más
conveniente para la asamblea reunida, o de un texto que hay que repetir o
reponer, que se asigna como propio a alguna celebración y se deja a voluntad
para otra, siempre que la utilidad pastoral lo aconseje.
Esto puede suceder cuando el mismo texto debe ser leído de nuevo en días
cercanos, por ejemplo, el día domingo y el día siguiente, o cuando se teme que
algún texto produzca algunas dificultades en alguna asamblea de fieles. Sin
embargo, cuídese de que en la elección de los textos de la Sagrada Escritura no
se excluyan continuamente algunas partes de ella.
362. Además de las facultades para elegir algunos textos más apropiados,
de los cuales ya se habló, se concede facultad a las Conferencias de Obispos, en
circunstancias particulares, para indicar algunas adaptaciones en lo referente a las
lecturas, sin embargo, con la condición de que los textos se tomen de un
leccionario debidamente aprobado.
Las oraciones
363. En cualquier Misa, a no ser que se indique otra cosa, se dicen las
oraciones propias de esa misma Misa.
Pero en las ferias del Tiempo Ordinario, además de las oraciones del
domingo precedente, pueden elegirse las oraciones de otro domingo del Tiempo
Ordinario o una de las oraciones por diversas necesidades, que se encuentran en
el Misal. Sin embargo, siempre está permitido tomar de esas Misas la sola colecta.
De esta manera se presenta una más rica abundancia de textos, con los
que se nutre más copiosamente la oración de los fieles.
Sin embargo, en los tiempos más importantes del año, esta adaptación ya
se hace en el Misal, por medio de oraciones propias que se ofrecen para los días
pertinentes en esos tiempos.
Plegaria Eucarística
364. Muchos de los prefacios con los que se enriquece el Misal Romano
miran a que el tema de la acción de gracias resplandezca más plenamente en la
Plegaria Eucarística y a que los diversos aspectos del misterio de salvación se
propongan con luz más abundante.
365. La elección entre las Plegarias Eucarísticas, que se encuentran en el
Ordinario de la Misa, se rige oportunamente por estas normas.
El canto
366. No está permitido sustituir por otros cantos los incluidos en el Ordinario
de la Misa, por ejemplo, para el Cordero de Dios.
368. Puesto que para los fieles bien dispuestos la liturgia de los
Sacramentos y de los Sacramentales hace que casi todos los sucesos de la vida
sean santificados con la gracia divina que emana del Misterio Pascual y puesto
que la Eucaristía es el Sacramento de los sacramentos, el Misal proporciona
modelos de Misas y de oraciones que pueden emplearse en las diversas
ocasiones de la vida cristiana, por las necesidades de todo el mundo o de la
Iglesia universal o local.
371. Entre las Misas de este género se cuentan las Misas Rituales, las
Misas por diversas necesidades, las Misas para diversas circunstancias y las
Misas Votivas.
373. Las Misas por diversas necesidades y las Misas por diversas
circunstancias se eligen para circunstancias determinadas, a veces, o en tiempos
establecidos. De éstas, la Autoridad competente puede elegir Misas a favor de los
que suplican, según lo establezca la Conferencia de Obispos en el transcurso del
año.
374. Si se presenta alguna necesidad más grave, o por utilidad pastoral, por
mandato o con licencia del Obispo diocesano, puede celebrarse la Misa que está
convenga con ella, todos los días, exceptuadas las solemnidades, los domingos
de Adviento, Cuaresma y Pascua, los días dentro de la Octava de Pascua, la
Conmemoración de todos los fieles difuntos, el Miércoles de Ceniza y las ferias de
Semana Santa.
376. En los días en que se celebra una memoria obligatoria o una feria de
Adviento hasta el 16 de diciembre inclusive, del tiempo de Navidad desde el 2 de
enero, o del tiempo pascual después de la Octava de Pascua, se prohíben de por
sí las Misas por diversas necesidades, por diversas circunstancias y las votivas.
Pero, si una verdadera necesidad o utilidad pastoral lo exige, en la celebración con
pueblo puede emplearse la Misa que, a juicio del rector de la iglesia o del mismo
sacerdote, sea conforme con esa necesidad o utilidad.
377. En las ferias durante el año en las que se celebran memorias libres o
se hace el Oficio de la feria, puede celebrarse cualquier Misa o emplearse
cualquier oración por diversas necesidades, exceptuadas, sin embargo, las Misas
rituales.
380. Entre las Misas de difuntos ocupa el primer lugar la Misa Exequial, que
puede celebrarse todos los días, excepto las solemnidades de precepto, el Jueves
santo, el Triduo Pascual y los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua,
observando, además, lo que hay que observar, según las normas del Derecho.
383. Estimúlese a los fieles, especialmente a los familiares del difunto, para
que también participen por medio de la sagrada Comunión en el sacrificio
eucarístico ofrecido por el difunto.
384. Si la Misa Exequial está directamente unida con el rito de las exequias,
dicha la oración después de la Comunión, y omitido el rito de conclusión, se hace
el rito de la última recomendación o despedida; éste rito solamente se celebra
cuando está presente el cadáver.
Tengan además los pastores especial consideración por aquellos que, con
ocasión de las exequias, están presentes en las celebraciones litúrgicas o
escuchan el Evangelio y sean acatólicos, o católicos que nunca o casi nunca
participan en la Eucaristía, o también que parece han perdido la fe: los sacerdotes
son ministros del Evangelio de Cristo para todos.
Capítulo IX
386. La renovación del Misal Romano llevada a cabo en nuestro tiempo, por
mandato de los decretos del Concilio Ecuménico Vaticano II, puso cuidadosa
atención y esmero en que todos los fieles pudieran tener, en la celebración
eucarística, aquella participación consciente y activa, que exige la naturaleza
misma de la Liturgia y a la que los mismos fieles, en virtud de su condición, tienen
derecho y obligación.
387. El Obispo diocesano, que debe ser tenido como el gran sacerdote de
su grey, de quien deriva y depende en cierto modo la vida de sus fieles en Cristo,
debe fomentar, conducir y vigilar en su diócesis la vida litúrgica. A él, en esta
Instrucción, se le confía ordenar la disciplina de la concelebración (cfr. núms. 202;
374), establecer las normas acerca de los que sirven al sacerdote en el altar (cfr.
n. 107), acerca de la distribución de la sagrada Comunión bajo las dos especies
(cfr. n. 283), acerca de la construcción y disposición de las iglesias (cfr. n. 291). Y
le corresponde a él mismo, en primer lugar, fomentar el espíritu de la sagrada
Liturgia en los presbíteros, diáconos y fieles.
388. Las adaptaciones, de las que se hablará más adelante, que piden más
amplia coordinación, deben ser determinadas en la Conferencia de Obispos,
según la norma del Derecho.
Los gestos de los fieles y las posturas corporales (cfr. antes n. 43)
Los gestos de veneración referentes al altar y al Evangeliario (cfr. antes
n. 273).
Los textos de los cantos de entrada, de preparación de los dones y de la
Comunión (cfr. antes núms. 48; 74; 87).
Las lecturas que deben ser tomadas de la Sagrada Escritura para
circunstancias especiales (cfr. antes n.362).
La forma de dar la paz (cfr. antes n.82).
El modo de recibir la sagrada Comunión (cfr. antes núms. 160; 283).
El material del altar y de los utensilios sagrados, especialmente de los
vasos sagrados y, además, el material, la forma y el color de las
vestiduras litúrgicas (cfr. antes núms. 301; 326; 329; 339; 342-346).
Sin embargo, es mejor que en las regiones que tienen un mismo idioma, en
cuanto sea posible, haya una misma traducción para los textos litúrgicos,
especialmente para los textos bíblicos y para el Ordinario de la Misa.
Les corresponde también juzgar qué formas musicales, qué melodías y qué
instrumentos musicales pueden admitirse en el culto divino y hasta qué punto
pueden ser realmente adaptados o adaptarse al uso sagrado.
Conviene que en la edición del Misal las celebraciones que son propias
para toda la nación o jurisdicción, se incluyan en su lugar dentro de las
celebraciones del calendario general, pero las que son para una región o una
diócesis, colóquense en un Apéndice particular.
397. Obsérvese también el principio según el cual cada una de las Iglesias
particulares debe estar de acuerdo con la Iglesia Universal, no sólo en la doctrina
de la fe y de los signos sacramentales sino también en los usos universalmente
recibidos de la ininterrumpida tradición apostólica, que deben observarse, no sólo
para evitar los errores, sino también para transmitir la integridad de la fe, porque la
ley de la oración de la Iglesia corresponde a su ley de la fe.
El Rito Romano constituye parte insigne y preciosa del tesoro litúrgico y del
patrimonio de la Iglesia Católica, cuyas riquezas contribuyen al bien de la Iglesia
Universal, de tal manera que su pérdida la perjudicaría gravemente.
Este Rito no sólo conservó en el decurso de los siglos los usos litúrgicos
oriundos de la ciudad de Roma, sino que también de modo profundo, orgánico y
armónico, en sí les dio toda su fuerza a algunos otros que se derivaban de las
costumbres y de la índoles de diversos pueblos y de diversas Iglesias particulares,
ya de Occidente, ya de Oriente, adquiriendo así alguna índole suprarregional. Y en
nuestros tiempos la identidad y la expresión de unidad de este Rito se encuentra
en las ediciones típicas de los libros litúrgicos publicados por la autoridad del
Sumo Pontífice y en los libros litúrgicos correspondientes a éstos, aprobados por
las Conferencias de Obispos para sus jurisdicciones, y reconocidos oficialmente
por la Sede Apostólica.