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No Castiguemos a los niños

Compartimos este artículo escrito por la Educadora Marisa Moya de Madrid España Vía Escuela Gran Vía
 
La familia es el espacio por excelencia donde el niño debe aprender, primero a reconocer y después a
interiorizar principios, valores y normas. Paradójicamente verbos como pegar, castigar, ignorar, aislar, son
frecuentes en la relación entre adultos y niños. Quedan arrinconados otros que serían instrumento valioso y
aunque lento, poderoso si lo que se pretende no es la mera solución puntual sino la formación de la
personalidad. Se trata de comprender, empatizar, guiar, revelar. Así como los primeros pasos en algunos
aprendizajes los acompañamos como progenitores con sabia paciencia (comer, gatear, sentarse, andar) sin
despeinarnos con las frecuentes vacilaciones y caídas… algo se nos dispara, no sé muy bien si en el cerebro o
en el corazón, cuando la tarea se trata de lidiar con lo emocional.
La carencia de información sobre las características del desarrollo infantil unido a la necesidad
urgente de “parar” conductas indeseadas o molestas, dan lugar a estrategias que nos distancian de la finalidad
perseguida y que sin embargo exigimos al niño, autorregulación, calma, reflexión. Muchas razones nos
pueden hacer caer en la tentación de descartarlas, alegamos dificultad de llevarlas a la práctica o
señalamos carácter ilusorio, incluso las percibimos como desacertadas. O tal vez, simplemente no reparamos
en que el niño aprende de lo que vive y experimenta y más de lo que hacemos que de lo que decimos porque
somos su modelo.
Si la meta es que nuestro pequeño desarrolle valores y normas que le hagan sentir en armonía
consigo mismo y con los demás ¿qué nos pasa a los adultos cuando queremos transmitírselos? ¿puede
reconocer en nuestras palabras, gestos y actitudes aquello que con tanta fuerza deseamos? ¿perseguimos
denodadamente la paz con herramientas de violencia? Algunas de estas estrategias como los castigos cuentan
con la aceptación y reconocimiento social tal vez avalados por la práctica tradicional que les da pretendida
legitimación. Son útiles en el momento, pero ¿qué experiencias, sensaciones y conceptos estamos
alimentando? El castigo no es la consecuencia racional a un comportamiento equivocado, es el ejercicio de la
incompetencia adulta en la resolución de un problema. Ni siquiera permite aprender del error. Es en cierta
manera, sometimiento y agresividad.

Si lo expuesto hasta ahora resulta cercano y se vive desde la angustia no hay que culpabilizarse, no
se trata de ser padres perfectos sino como decía Bettelheim, ser buenos padres. Llegados a este punto para,
respira, piensa quién y cómo es tu pequeño… empezarás a vislumbrar las claves.

 Comprende que un niño de uno o dos años tiene un lenguaje incipiente, eso quiere decir que no
razona, su desarrollo intelectual está en proceso de maduración y no alcanzan a comprender los argumentos
adultos.
 Piensa que está obligado a ser tenaz y repetitivo hasta la saciedad, esa es la manera que tiene de
conocer y de fijar los aprendizajes que va adquiriendo en pequeñas parcelas de la realidad. Tiene genuinos
intentos de influir, calmando o haciendo rabiar no por insidiar, ambos intentos tienen el mismo interés que
no es otro que contemplar las emociones de los que le rodean.
 Empatiza con su emotividad, ten en cuenta que pasa de un estado de ánimo a otro sin parpadear y no
tiene capacidad prácticamente para autorregularse.
 Atiende cuando precisa expresar sus sentimientos, tiene escasos recursos y la medida desajustada.
Llorar, reír, mostrar ira, enfado… tiene que interactuar sobre los estados emocionales de los demás
para evocar respuestas de las que extrae aprendizajes.

Si se suman todos los aspectos que definen a un niño de esta edad aprecias que responder con obediencia y/o
sumisión a todas las pautas adultas es casi como pedir peras al olmo. No quisiera desorientar, no estoy poniendo
en alza la laxitud educativa, ni decir que no haya que enseñar en cada oportunidad de vida lo que se debe hacer y
lo que no porque si dejas a un niño sin directrices se sentirá inseguro y peligrará su construcción personal. Un
NO nacido del afecto sitúa y da confianza. Entonces ¿hay alguna fórmula, cuál es el secreto de niños tranquilos y
felices? Si crees que se debe educar para la paz hay que mostrársela desde que nace.
 Establece pocas normas para que el niño aprenda a discriminar entre lo que debe respetar y lo que
tiene margen para negociación.
 Ofrece oportunidades de participación, en vez de ordenar acostúmbrate a los beneficios de la
pregunta. Hay muchas ocasiones en las que se les puede dar a elegir, el niño se sentirá contemplado como
sujeto con iniciativa y estará más motivado a responder positivamente.
 No grites, no pegues, no aísles, no castigues, el castigo corta un mal comportamiento, pero es
coerción, no enseña más que rebeldía o apatía.
 Si la conducta es peligrosa para él u otro, para el comportamiento y con serenidad espera a que su
malestar emocional remita, después, habla con él para que aprenda a conocer qué sentimiento le hizo
responder de esa manera y facilita alternativas o soluciones distintas de la utilizada por el niño para que vaya
conociendo que las situaciones difíciles no se resuelven desde la represión o la agresividad, sino desde el
diálogo, la reflexión y la tolerancia.
 Sé modelo de lo que demandas, no podrás enseñar tranquilidad, comprensión y empatía si no la
utilizas cuando interacciones con él.

Aletha Solter revisa, cuestiona muchos aspectos tradicionales de crianza. Aquí tenéis sus veinte alternativas
al castigo:

 Busca necesidades subyacentes. Ejemplo: Da algo a tu hijo con lo que jugar mientras haces cola.
 Ofrece información y razones. Ejemplo: Si tu hijo colorea la pared, explica por qué coloreamos sólo
en papel.
 Busca sentimientos subyacentes. Reconoce, acepta y escucha los sentimientos. Ejemplo: Si tu hijo
pega a su hermana pequeña, anímale a que exprese su enfado y sus celos de manera inofensiva. Él podría
necesitar llorar o rabiar.
 Cambia el entorno. A veces es más fácil que tratar de cambiar al niño. Ejemplo: Si tu hijo saca cosas
de los armarios de la cocina repetidamente, pon un cierre de seguridad en los armarios.
 Busca alternativas aceptables. Redirige el comportamiento de tu hijo. Ejemplo: Si no quieres que tu
hijo construya un fuerte en el comedor, no digas simplemente no. Dile dónde sí puede construir uno.
 Demuestra cómo quieres que tu hijo se comporte. Ejemplo: Si tu hijo tira de la cola a un gato,
muéstrale cómo se cuida a un gato. No confíes solo en las palabras.
 Da elecciones más que órdenes. Tomar decisiones otorga poder a los niños. Las órdenes invitan a
una lucha de poder. Ejemplo: “¿Te gustaría lavarte los dientes antes o después de ponerte el pijama?”
 Haz pequeñas concesiones. Ejemplo: “Dejaré que te saltes el lavarte los dientes esta noche porque
estás muy cansado”.
 Proporciona un periodo de preparación. Ejemplo: Si tienes invitados para cenar, dile a tu hijo cómo
esperas que se comporte. Sé específico. El role-playing puede ayudar a preparar al niño para situaciones
potencialmente difíciles.
 Deja que ocurran las consecuencias naturales (cuando sea apropiado). No rescates
demasiado. Ejemplo: Un niño que no cuelga su traje de baño y su toalla podría encontrarlos todavía mojados
al día siguiente. (Pero no crees consecuencias artificiales).
 Comunica tus propios sentimientos. Di al niño cómo te afecta su comportamiento. Ejemplo: “Estoy
cansado de recoger migas en el salón”.
 Usa acciones cuando sea necesario. Ejemplo: Si tu hijo insiste en cruzar la calle corriendo, agárrale
la mano firmemente (mientras le explicas los peligros).
 Abraza a tu hijo. Los niños que se comportan de forma agresiva u odiosa se pueden beneficiar del
abrazo, de un modo amoroso y compasivo, que les permita canalizar sus sentimientos reprimidos en
lágrimas curativas.
 Retira a tu hijo de la situación y quédate con él. Usa el tiempo para escuchar, compartir sentimientos,
abrazar a tu hijo, y resolver conflictos.
 Hacerlo juntos. Se juguetón. Muchas situaciones de conflicto se pueden convertir en
juegos. Ejemplo: “Hagamos que somos los siete enanitos mientras limpiamos.” “Hagamos turnos
cepillándonos los dientes el uno al otro.”
 Distiende la situación con risas. Ejemplo: Si tu hijo está enfadado contigo, invítale a expresar su
enfado con una divertida pelea de almohadas contigo. Juega tu parte rindiéndote dramáticamente. La risa
ayuda a resolver la rabia y los sentimientos de impotencia.
 Haz un trato, negocia. Ejemplo: Si estás preparado para irte del parque y tu hijo se lo está pasando
bien, alcanza un acuerdo con él acerca del número de veces que podrá tirarse del tobogán antes de irse.
 Hacer juntos resolución de conflictos. Discute los conflictos en curso con tu hijo, expón tus propias
necesidades, y pídele ayuda para encontrar soluciones. Determina las normas junto con tu hijo. Ten
reuniones familiares.
 Revisa tus expectativas. Los niños pequeños tienen sentimientos y necesidades intensos y son
naturalmente ruidosos, curiosos, desordenados, tercos, impacientes, exigentes, creativos, despistados,
miedosos, egocéntricos, y llenos de energía. Trata de aceptarlos como son.
 Tómate un descanso. Abandona la habitación y haz lo que necesites para recuperar la compostura y
el buen juicio. Ejemplo: Llama a un amigo, llora, medita, o date una ducha. 

No te engañes a ti mismo el hecho de que no razonen no es excusa para posponer un tratamiento comprensivo
y respetuoso de los conflictos, en sus neuronas estás escribiendo firmeza, seguridad, confianza y afecto.

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