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1 3 Koyre Del Mundo-Cerrado
1 3 Koyre Del Mundo-Cerrado
1 3 Koyre Del Mundo-Cerrado
AL UNIVERSO INFINITO
por
ALEXANDRE KOYRÉ
S I G L O V E IN T IU N O
DE ESPAÑA EDITORES
Traducción de
CARLOS SOLÍS SANTOS
sig lo veintiuno de españ a editores, sa
P RINCIPE DE VER G AR A, 78. 28006 MADRID. ESPAÑA
PREFACIO ..........................................................................................................................
IN TRODUCCIO N.............................................................................................................
i. e l f ir m a m e n t o Y l o s c ie l o s (Nicolás de Cusa y Mar
cellus Palingenius) ..........................................................
II. LA NUEVA ASTRONOMIA Y LA NUEVA METAFISICA (N. Co-
pémico, Th. Digges, G. Bruno y W. Gilbert) .........
III. LA NUEVA ASTRONOMIA CONTRA LA NUEVA METAFISICA
(El rechazo del infinito de Johannes Kepler) .........
IV. COSAS NUNCA VISTAS E IDEAS JAMAS SOÑADAS: EL DES
CUBRIMIENTO DE NUEVOS ASTROS EN EL ESPACIO DEL
MUNDO Y LA MATERIALIZACION DEL ESPACIO (Galileo
y Descartes) .......................................................................
v. e x t e n s io n in d e f in id a o e s p a c io i n f i n i t o (Descartes
y Henry More) ................................................................
v i. d io s y e s p a c io , e s p í r i t u y m a t e r ia (Henry More) ...
VII. e s p a c io a b s o l u t o , t ie m p o a b s o l u t o y s u s r e l a c io
n e s c o n d io s (Malebranche, Newton y Bentley) ...
v i n . la d iv in iz a c ió n d el e s p a c io (Joseph Raphson) ...
IX. DIOS Y EL m u n d o : ESPACIO, MATERIA, ETER Y ESPIRITU
(Isaac Newton) ................................................................
X. ESPACIO ABSOLUTO Y TIEMPO ABSOLUTO: EL MARCO
de la a c c io n d iv in a (Berkeley y Newton) ..............
XI. EL DIOS DE LOS DIAS LABORABLES Y EL DIOS DEL SABBATH
(Newton y Leibniz) .........................................................
X II. CONCLUSION: EL ARTIFICE DIVINO Y EL «DIEU FAINEANT».
INDICE DE ILUSTRACIONES...................................................................................
INDICE ANALITICO
PREFACIO
Todo el m undo adm ite que el siglo xvn sufrió y llevó a cabo
una revolución espiritual muy radical de la que la ciencia
m oderna es a la vez raíz y fruto ‘.T a l revolución se puede
describir (y de hecho ha sido descrita) de muy diversas m a
neras. Así, por ejemplo, algunos historiadores han situado
su aspecto más característico en la secularización de la con
ciencia, en su alejam iento de objetivos transcendentales y su
acercam iento a otros inm anentes; es decir, en la sustitución
del interés por el otro m undo y la otra vida en favor de la
preocupación por esta vida y este mundo. Algunos otros lo
han situado en el descubrim iento que la conciencia hum ana
hace de su subjetividad esencial y, por tanto, en la sustitu
ción del objetivism o de medievales y antiguos por el subje
tivismo de los m odernos. Incluso otros lo han situado en el
cam bio de relaciones entre Gecopia y izpa&ç, en el hecho de
que el viejo ideal de la vita contem plativa cediese su lugar
al de la vita activa. M ientras que el hom bre medieval y anti
guo tendía a la pura contem plación de la naturaleza y del
ser, el m oderno aspira a la dom inación y señorío.
Tales caracterizaciones no son en absoluto falsas y no
cabe duda de que señalan aspectos más bien im portantes
de la revolución espiritual (o crisis) del siglo xvn; aspectos
que ejem plifican y nos ponen de m anifiesto personajes como
1 Cf. A. N. Whitehead, Science and the modern world, Nueva
York, 1925; E. A. Burtt, The metaphysical foundations of modern
physical science, Nueva York, 1926 [hay traducción castellana de
Roberto Rojo, Los fundamentos metafísicos de la ciencia moderna,
Buenos Aires, Sudamericana, I960]; J. H. Randall, The making of
the modern mind, Boston, 1926; el libro clásico de Arthur O. Love-
joy, Great chain of being, Cambridge, Mass., 1936 [hay traducción
castellana, La gran cadena del ser, Buenos Aires, Nueva Visión, 1945],
y mis Études Galiléennes, París, 1939.
6 Alexandre Koyré
Montaigne, Bacon, Descartes o la expansión general del es
cepticismo y del librepensam iento.
Con todo, en mi opinión, no son más que aspectos con
com itantes y expresión de un proceso más profundo y funda
m ental, cuyo resultado fue, como se dice norm alm ente, que
el hom bre perdiese su lugar en el m undo o, quizá más exac
tam ente, que perdiese el propio m undo en que vivía y sobre
el que pensaba, viéndose obligado a transform ar y sustituir
no sólo sus conceptos y atributos fundam entales, sino inclu
so el propio m arco de su pensam iento.
Es posible describir aproxim adam ente esta revolución
científica y filosófica (en realidad resulta imposible separar
en este proceso los aspectos filosóficos de los puram ente
científicos, ya que son interdependientes y están estrecha
m ente conectados) diciendo que conlleva la destrucción del
Cosmos; es decir, la desaparición, en el campo de los con
ceptos filosófica y científicam ente válidos, de la concepción
del m undo como un todo finito, cerrado y jerárquicam ente
ordenado (un todo en el que la jerarquía axiológica determ i
naba la jerarquía y estructura del ser, elevándose desde la
tierra oscura, pesada e im perfecta hasta la m ayor y m ayor
perfección de los astros y esferas celestes2. Además, ese
Cosmos se ve sustituido por un universo indefinido y aun
infinito que se m antiene unido por la identidad de sus leyes
y com ponentes fundam entales y en el cual todos esos com
ponentes están situados en un mism o nivel del ser. Todo
esto, a su vez, entraña que el pensam iento científico desesti
me toda consideración basada sobre conceptos axiológicos,
como son los de perfección, arm onía, sentido y finalidad,
así como, para term inar, la expresa desvalorización del ser,
el divorcio del m undo del valor y del m undo de los hechos.
Aquí trataré de presentar, al menos en sus grandes líneas
de desarrollo, este aspecto de la revolución del siglo xvn;
es decir, la historia de la destrucción del Cosmos y de la
infinitización del universo3.
2 La concepción del cosmos está ligada a la visión del mundo
geocéntrico tan sólo prácticamente; esto es, históricamente. Sin em
bargo, es posible divorciarla completamente de esta última, como
hace, por ejemplo, Kepler.
3 La historia completa de la transformación de las concepciones
Introducción 7
No cabe duda de que una historia plena y com pleta de
dicho proceso exigiría una narración larga, com pleja y com
plicada. Así, habría de tratar la historia de la nueva astrono
mía en su desplazam iento desde concepciones geocéntricas
hacia las heliocéntricas y en su desarrollo técnico de Copér-
nico a Newton, am én de la nueva física en su continua ten
dencia hacia la m atem atización de la naturaleza y su hinca
pié concom itante y convergente en el experim ento y la teoría.
Debería tratar la resurrección de viejas doctrinas filosóficas
y el nacim iento de otras nuevas aliadas o contrarias a la
nueva ciencia y al nuevo enfoque cosmológico. Debería de
dar cuenta de la form ación de la «filosofía corpuscular»,
esa extraña alianza de Demócrito y Platón, así como de la
lucha entre «plenistas» y «vacuistas» y de la disputa entre
partidarios y enemigos del mecanicismo estricto y de la
atracción. H abría que discutir los puntos de vista y la obra
de Bacon, Hobbes, Pascal y Gassendi, Tycho Brahe y
Huygens, Boyle y Guericke, así como tam bién los de muchos
otros.
a Ibid., p. 105.
“ Ibid., p. 107. Una vez más, podría verse en esta concepción de
Nicolás de Cusa la prefiguración de la teoría de la atracción mutua
de los cuerpos celestes.
El firmamento y los cielos 25
Algunos de los argum entos en favor de la relativa per
fección de la Tierra son un tanto curiosos. Así, pues, estan
do convencido de que el m undo no sólo es ilim itado, sino
tam bién que está poblado en todas sus partes, Nicolás de
Cusa nos dice que de la supuesta imperfección de los habi
tantes de la Tierra no se puede concluir nada relativo a la
im perfección de la Tierra, conclusión que nadie, que yo
sepa, había sacado nunca; al menos no en su época. Sea
como sea, el caso es que Nicolás de Cusa afirm a q u e 24
... no je puede decir que este lugar del mundo [sea menos per
fecto porque es] la morada del hombre, los animales y los vege
tales, que son menos perfectos que los habitantes de las regiones
del Sol y otros astros. En efecto, aunque Dios sea el centro y la
circunferencia de todas las regiones estelares y aunque procedan
de El los habitantes de todas las regiones con naturalezas de
diversa nobleza, a fin de que tan vastas regiones de los cielos
y de los astros no permanezcan vacías y que no sólo esta Tierra
esté habitada por seres menores, aun así no parece que, según
el orden de la naturaleza, pueda haber naturaleza más noble
o más perfecta que la naturaleza intelectual que mora aquí en
esta Tierra como en su región, aunque haya en otros astros ha
bitantes pertenecientes a otro género. Ciertamente el hombre no
desea otra naturaleza, sino tan sólo la perfección de la suya
propia.
Pero, como es natural, hemos de adm itir que en el m is
mo genus puede haber varias especies diferentes que incor
poran la m ism a naturaleza com ún de un modo más o me
nos perfecto. Así, a Nicolás de Cusa le parece bastante
razonable la conjetura de que los habitantes del Sol o la
Luna estén colocados m ás alto que nosotros en la escala
de la perfección: son más intelectuales y espirituales que
nosotros, menos m ateriales y lastrados por la carne.
Por últim o, Nicolás de Cusa declara que el gran argu
m ento que deriva la bajeza a p artir del cambio y la corrup
tibilidad no tiene más valor que el resto. En efecto25, «puesto
que hay un m undo universal y puesto que todos los astros
particulares se influyen m utuam ente en determ inada pro
porción», no hay razón para suponer que el cambio y la
24 Ibid., p. 107.
25 Ibid., pp. 108 ss.
26 Alexandre Koyré
degeneración se produzcan solamente aquí, sobre la Tierra,
y no en todas partes del Universo. De ningún modo; tenemos
todas las razones para suponer —aunque, por supuesto, no
podam os saberlo— que en todas partes ocurre igual, tanto
más cuanto que esta corrupción que se nos presenta como
la característica especial del ser terrestre no es en absoluto
una destrucción real; es decir, la pérdida total y absoluta de
existencia. En realidad es la pérdida de una form a particular
de existencia. Fundam entalm ente no se trata tanto de una
plena desaparición cuanto de una disolución o resolución
de un ser en sus elem entos constituyentes y su reunifica
ción en otra cosa, proceso que puede tener lugar —y que
probablem ente tenga lugar— en todo el Universo, siquiera
sea porque la estructura ontológica del m undo es funda
m entalm ente la m ism a en todas partes. Realmente, expresa
en todas partes y del mismo modo tem poral, es decir, m u
table y cam biante, la perfección inm utable y eterna del
Creador.
Como vemos, en la obra del cardenal Nicolás de Cusa,
respira un nuevo espíritu, el espíritu del Renacimiento. Su
m undo no es ya el cosmos medieval, aunque aún no es en
absoluto el Universo infinito de los m odernos.
Los historiadores m odernos han reclam ado tam bién el
honor de haber afirm ado la infinitud del Universo para un
escritor del siglo xvi, M arcellus Stellatus Palingenius 26, au-
“ Marcellus Stellatus Palingenius, cuyo nombre verdadero era
Pier Angelo Manzoli, nacido en La Stellata entre 1500 y 1503, es
cribió con el título de Zodiacos vitae un poema didáctico que se
imprimió en Venecia (probablemente) en 1534, haciéndose rápida
mente popular entre los protestantes, siendo incluso traducido al
inglés, francés y alemán. La traducción inglesa (Zodiake of Life),
hecha por Bamaby Goodge, apareció en 1560 (los primeros tres li
bros), y en 1565 se imprimió el poema completo. Parece que en
cierta ocasión Palingenius incurrió en sospecha de herejía, aunque
sólo quince años después de su muerte (acaecida en 1543), esto es,
en 1558, el Zodiacus vitae fue incluido en el Index librorum prohibi-
torum. Bajo el papado de Pablo II, sus huesos fueron desenterrados
y quemados; cf. F. W. Watson, The Zodiacus Vitae of Marcellus
Palingenius Stellatus: An old school book, Londres, 1908, y F. R. John
son, Astronomical Thought in Renaissance England, pp. 145 ss., Bal
timore, 1937.
El firmamento y los cielos 27
tor de un libro muy leído y popular, Zodiacus vitae, que se
publicó en Venecia en latín en el año 1534 (traduciéndose
al inglés en 1560). Mas, en mi opinión, con m ucha menos
razón que en el caso de Nicolás de Cusa.
Palingenius, profundam ente influido por el resurgim iento
neoplatónico del siglo xv, rechazando, por tanto, la autori
dad absoluta de Aristóteles, aunque en ocasiones lo cite
aprobatoriam ente, puede haber tenido algún conocimiento
de la visión del m undo de Nicolás de Cusa y puede que se
haya sentido anim ado por su ejem plo a negar la finitud de
la creación. Con todo, no es seguro, ya que, excepción hecha
de la afirm ación un tanto enérgica de la im posibilidad de
poner lím ites a la acción creadora de Dios, no hallam os en
sus enseñanzas ninguna referencia a las doctrinas peculia
res de la cosmología de Nicolás de Cusa.
Así, por ejemplo, al discutir la estructura general del
Universo nos dice n:
Mas algunos han pensado que podemos considerar toda
estrella como un mundo,
y tienen a la Tierra por una estrella apagada, si bien la
menos importante de todas.
Es obvio que a quien tiene en m ente es a los antiguos cosmó
logos griegos y no a Nicolás de Cusa. Hay que notar, ade
más, que Palingenius no com parte sus opiniones. Las suyas
son muy otras, pues no considera que la Tierra sea un
astro. Por el contrario, m antiene constantem ente la oposición
entre las regiones terrestres y celestes, siendo precisam ente
la im perfección de la prim era la que le lleva a negar que
sea el único lugar poblado del mundo.
C iertam ente2>,
... vemos que
Los mares y la Tierra están llenos de diversos tipos de
criaturas.
27 Zodiacus vitae, 1. vn, Libra, 11. 497-99; trad, ingl., p. 118;
cf. A. O. Lovejoy, The great chain of being, pp. 115 ss., Cambridge,
Mass., 1936; F. R. Johnson, op. cit., pp. 147 ss.
!! Zodiacus vitae, 1. ix, Aquarius, 11. 601-3 (trad., p. 218).
28 Alexandre Koyré
Se ha de pensar entonces claramente que los cielos se han
creado vacíos y hueros
o están más bien vacías y hueras las mentes de quienes
nos persuaden de tal cosa.
Está claro que no podemos com partir los errores de esas
«mentes hueras». E stá bien claro q u e 29
... los cielos contienen criaturas y cada astro además
es una ciudad celeste y asentamiento de Santos, donde
Reyes y súbditos residen,
no formas y sombras vanas de cosas (como tenemos pre
sentes aquí)
sino Reyes perfectos y gente también, todas las cosas son
perfectas allí.
Sin embargo, Palingenius no afirm a la infinitud del m un
do. Es cierto que, aplicando consistentem ente el principio
al que Lovejoy ha dado el nom bre de principio de plenitud 30,
niega la finitud de la creación de Dios, diciendo31:
Hay algunos que suponen que el fin de todas las cosas
sobre los cielos se produce, sin saltar más allá.
De modo que más allá de ellos nada hay: y que sobre el
firmamento
la Naturaleza nunca puede trepar, sino que allí permanece
suspensa.
Lo cual a mí me parece falso y la razón me ensaña,
pues si el fin de todo allí estuviera donde el firmamento
ya no alcanza,
¿Por qué no ha creado Dios más? ¿Porque no tiene la ha
bilidad
para hacer más, su astucia detenida y divorciada de su
voluntad?
¿O porque no tiene poder? Mas la verdad ambas cosas
deniega,
Porque el poder de Dios no alcanza nunca fin, ni barreras
su conocimiento ligan.
Más en el Estado Divino de Dios y en su Gloriosa majestad
hemos de creer, que nada es vano, pues es más reverente:
Este Dios siempre que pudo sin duda ha creado,
* Ibid., 1. xi, Aquarius, 11. 612-616 (trad., p. 218).
" A. 0. Lovejoy, The great chain of being, p. 52 y passim.
" Zodiacus vitae, 1. xn, Pisces, 11. 20-35 (trad., p. 228).
El firmamento y los cielos 29
de lo contrario, su virtud sería vana, mas nunca ha de es
conderse.
Pero, puesto que podría crear innumerables cosas, no se ha
de pensar que la escondiese.
Sin embargo, m antiene la finitud del m undo material,
encerrado y aprisionado por las ocho esferas celestes32:
Mas el docto Aristóteles dijo que cuerpo allí no puede
haber,
sino que ha de contar con límites: con esto estoy de
acuerdo,
pues sobre el firmamento no ponemos ningún tipo de
cuerpo,
excepto la más pura luz vacía de cuerpos, una luz des
lumbrante
que cumplidamente excede a nuestro Sol brillante, una
luz que captar
nuestros ojos no pueden y una luz sin final que Dios de sí
desprende.
Donde, junto con su Rey, los espíritus que son más ligeros
moran, mientras que los de tipo inferior bajo el firmamento
siempre están.
Por tanto, el reino y posición del mundo consta de tres,
Celestial, Subcelestial, que está encerrado en límites:
El resto no tiene fronteras y luminoso sobre el firmamento
brilla con la luz más maravillosa. Mas aquí alguien replicará
que sin cuerpo no hay luz, y con ello denegará
que sobre los cielos luz jamás habrá.
32 Ibid., 11. 71-85 (trad., p. 229). La visión del mundo de Palinge
nius está bellamente expuesta por Edmund Spenser en su Hymn of
heavenly beauty (citado por E. M. W. Tillyard, The Elizabethan
world picture, p. 45, Londres, 1943):
Mucho más arriba de estos cielos que aquí vemos,
hay otros que superan cumplidamente a éstos en luz,
sin ser limitados ni corruptos, como ellos,
sino infinitos en longitud y altura,
inmóviles, incorruptos y con fulgor sin tacha,
sin que necesiten que el Sol ilumine sus esferas,
ya que su propia luz original lo sobrepasa.
A medida que tales cielos gradualmente ascienden
hasta llegar a los confines de su primer motor,
que en su poderoso círculo abarca y consigo
transporta en torno todo lo demás,
por grados igualmente proceden
y se tornan más perfectos hasta que finalmente alcanzan
lo más perfecto, a lo que todos tienden.
30 Alexandre Koyré
Pero Palingenius no acepta esta teoría que hace a la luz
depender de la m ateria, convirtiéndola a ella m ism a en algo
m aterial. En cualquier caso, aunque así fuese por lo que
respecta a la luz natural, física, es bien cierto que tal cosa
no ocurre con la luz sobrenatural de Dios. Sobre los cielos
astrales no hay cuerpos. Pero, en la región supracelestial,
ilim itada y sobrenatural, puede haber perfectam ente —y de
hecho lo hay— un ser ligero e inm aterial.
Así pues, Palingenius afirm a la infinitud del cielo de
Dios y no del m undo de Dios.
II. LA NUEVA ASTRONOMIA Y LA NUEVA METAFISICA
(N. Copérnico, Th. Digges, G. Bruno y W. Gilbert)
M ás c o n c r e ta m e n te 38:
L a p re g u n ta d e E lp in o es b a s ta n te b u e n a , co m o ta m b ié n lo
es la re s p u e s ta q u e le d a B ru n o , a p e s a r del e r r o r ó p tico
c o n s is te n te en p e n s a r q u e, p a r a q u e se v ean, los p la n e ta s h a n
d e e s ta r fo rm a d o s a la m a n e ra de e s p e jo s esférico s, pose-
ft
52 Alexandre K oyré
FILOTEO. —La razón es que sólo vem os los soles m ayores, los
cuerpos inm ensos, pero no las tierras, pues, al ser m ucho m e
nores, nos resultan invisibles. De m odo sim ilar, no es im posible
que haya o tras tierra s que giren en to rn o a n u estro Sol y que
sean invisibles p ara nosotros, sea p o r la gran distancia a que
se en cuentran, o sea, p o r su pequeño tam año, o bien porque
posean una superficie acuosa pequeña o porque tal superficie
acuosa no esté vuelta hacia nosotros y opuesta al Sol, con lo que
se h aría visible com o un espejo cristalino que recibiese rayos
lum inosos. De ahí que no resu lte m aravilloso o contrario a la
n atu raleza que oigam os a m enudo decir que el Sol se ha eclip
sado parcialm ente, aun cuando la Luna no se haya interp u esto
en tre él y n u estra vista. Además de aquéllos que nos resu ltan
visibles, pueden existir innum erables cuerpos lum inosos acuo
sos, es decir, tierra s que constan en p a rte de agua y que circulan
en to m o al Sol. Pero la diferencia en tre sus órbitas nos resulta
indiscernible debido a su gran distancia, p o r lo que no percibi
m os diferencia en el lentísim o m ovim iento discernible de aque
llos que son visibles p o r encim a o m ás allá de S aturno. Menos
aún aparece cualquier orden en el m ovim iento de todos ellos
en to rn o al centro, coloquem os en él n u e stra T ierra o el Sol.
39 Ibid.., p. 335 (trad, ingl., p. 304 [trad, cast., p. 150]; cf. De im-
menso, Opera, I, I, p. 290; I, II, p. 66.
40 Ibid., p. 336 (trad, ingl., p. 305 [trad, cast., p. 152]); cf. De im-
menso, I, II, p. 121.
41 Ibid., p. 336 (trad, ingl., p. 305 [trad, cast., p. 152]).
S u eva astronom ía y nueva m etafísica 53
C on to d o , es p re c is a m e n te e s a «n ad a» del m u n d o y de
to d o s los c u e rp o s q u e lo c o m p o n e n la q u e e n tra ñ a su in fin i
tu d . N o ex iste ra z ó n a lg u n a p o r la cu a l D ios c ree u n tip o
p a r tic u la r d e se re s m á s b ie n q u e o tro . E l p rin c ip io de ra z ó n
su fic ie n te re fu e rz a el p rin c ip io d e p le n itu d . P o r ta n to , la
c re a c ió n d iv in a, p a r a s e r p e rfe c ta y d ig n a del C re a d o r, d eb e
c o n te n e r to d o lo q u e es p o sib le, es d e c ir, in n u m e ra b le s seres
in d iv id u a le s, in n u m e ra b le s tie rra s , in n u m e ra b le s a s tro s y
soles. Así p u e s, p o d ría m o s d e c ir q u e D ios p re c is a u n esp a cio
in fin ito p a r a c o lo c a r e n él e s te m u n d o in fin ito .
R e s u m ie n d o 43:
f i l o t e o .—E sto
es precisam ente lo que tenía que añadir, ya que,
tras h ab e r m anifestado que el Universo debe ser infinito a su
vez, dada la capacidad y ap titu d del espacio infinito, y teniendo
tam bién en cuenta la posibilidad y conveniencia de acep tar la
existencia de innum erables m undos com o el nuestro, quedaba
aún dem ostrarlo. Ahora bien, tan to a p a rtir de las circunstan
cias de esta causa eficiente que tiene que h ab e r creado el Uni
verso tal y com o es, o m ejor, tiene que producirlo siem pre tal
com o es, así com o a p a rtir de las condiciones de n u estro m odo
de en ten d er, podem os concluir fácilm ente que el espacio infi
nito es sem ejante a este que vemos, m ás bien que concluir que
es lo que no vemos, sea m ediante un ejem plo, una sem ejanza,
u na p roporción o incluso m ediante un esfuerzo de la im agina
ción que no acabe p o r au to d estru irse. Ahora bien, p a ra em pe
zar, ¿p o r qué habríam os o tendríam os que im aginar que haya
de p erm an ecer ocioso el p o d er divino? C iertam ente la bondad
divina se puede com unicar a infinitas cosas y se puede difundir
infinitam ente. ¿Por qué, entonces, habríam os de em peñam os
en afirm a r que h ab ría de decidir ser parco, reduciéndose a nada,
dado que toda cosa finita es com o la nada en com paración con
la infinitud? ¿Por qué em peñarse en que ese centro de la divini
dad, que puede (si se puede decir así) extenderse indefinida
m ente en u n a esfera infinita, p o r qué em peñarse en que p erm a
nezca ren uentem ente estéril, en lugar de extenderse com o un
p adre fecundo, honorable y bello? ¿P or qué em peñarse en que
se com unique deficientem ente o, incluso, que no se com unique,
en lugar de desem peñar la función que corresponde a su glorioso
p oder y ser? ¿Por qué h ab ría de fru sta rse la infinita am plitud
y p o r qué h ab ría de d efrau d arse la posibilidad de una infinitud
de m undos? ¿Por qué h ab ría de su frir m enoscabo la excelencia
de la im agen divina que h ab ría de irra d ia r, p o r el contrario, en
u n espejo sin restricciones, infinito e inm enso, de acuerdo con
las leyes de su ser?... ¿P or qué habrías tú de desear que Dios
se halle determ inado, sea en poder, sea en acto o en efecto
(que en él se identifican), siendo el lím ite de la convexidad de
una esfera m ás bien que, com o se p o d ría decir, el lím ite in d eter
m inado de lo ilim itado?
N o n o s d e je m o s p e r tu r b a r , a ñ a d e B ru n o , p o r la v ieja
o b je c ió n d e q u e el in fin ito n o es n i a c cesib le n i c o m p re n
sible. Lo c ie rto es p re c is a m e n te lo c o n tra rio : el in fin ito es
n e c e s a rio y es p re c is a m e n te lo p rim e ro q u e n a tu ra lm e n te
cacLit sub intellectus.
G io rd a n o B ru n o , la m e n to d ec irlo , n o es m u y b u e n filó
sofo. L a fu s ió n d e N ico lás d e C usa c o n L u crecio n o p ro d u c e
u n a m ezcla m u y c o n s is te n te y a u n q u e , co m o h e d ich o , su
tr a ta m ie n to d e las o b je c io n e s c lá sic a s c o n tra el m o v im ie n to
de la T ie rra es b a s ta n te b u e n o , el m e jo r q u e h a y a n re c ib id o
a n te s d e G alileo, c o n to d o es u n cie n tífic o m u y p o b re , no
e n tie n d e las m a te m á tic a s y su co n c e p c ió n d e los m o v im ie n
to s c e le ste s re s u lta u n ta n to e x tra ñ a . E n re a lid a d , el b o s
q u e jo q u e h e h ec h o d e su co sm o lo g ía r e s u lta u n ta n to u n i
la te r a l y n o es to ta lm e n te co m p leto . De h ec h o , la v isió n del
m u n d o d e B ru n o es v ita lista , m ág ica; su s p la n e ta s so n seres
a n im a d o s q u e se m u e v e n lib re m e n te a tra v é s del esp a cio
seg ú n su p ro p io e n te n d e r, a la m a n e ra d e los de P la tó n y
P a ttriz z i. L a d e B ru n o n o es en a b s o lu to u n a m e n ta lid a d
m o d e rn a . S in e m b a rg o , su c o n c ep ció n es ta n p o d e ro s a y
p ro fé tic a , ta n ra z o n a b le y p o é tic a q u e n o p o d e m o s m e n o s de
a d m ira rla a ella y a su a u to r. A dem ás, h a in flu id o , al m en o s
e n su s a sp e c to s fo rm a le s, ta n p ro f u n d a m e n te so b re la c ien
c ia y la filo so fía m o d e rn a s q u e n o p o d e m o s m e n o s d e asig
n a r a B ru n o u n lu g a r m u y im p o rta n te en la h is to ria in te le c
tu a l h u m a n a .
N o sé si B ru n o tu v o o n o u n a g ra n in flu e n c ia s o b re sus
c o n te m p o rá n e o s in m e d ia to s o siq u ie ra si in flu y ó algo so b re
ello s. P e rs o n a lm e n te lo d u d o m u ch o . E n su s e n se ñ a n z a s
ib a m u y p o r d e la n te d e s u tie m p o 44. Así p u es, m e p a re c e q u e
su in flu e n c ia se h a e je rc id o c o n efecto re ta rd a d o . T a n sólo
después d e los g ra n d e s d e s c u b rim ie n to s telesc ó p ic o s d e Ga-
E s ta c rític a g e n e ra l es su fic ie n te , p e ro K e p le r n o se c o n
te n ta c o n ella y c o n t i n ú a 4:
K e p le r sa b e p e rfe c ta m e n te q u e e s ta o p in ió n p a r tic u la r re la
tiv a a la in fin itu d del m u n d o se r e tr o tr a e a los v iejo s filó so
' Cf. De stella nova in pede Serpentarii, cap. xxi, p. 687 (Opera om
nia, ed. por Frisch, vol. il, Frankofurti et Erlangae, 1859). El De
stella nova se publicó en 1606.
4 Ibid., p. 688.
Nueva astronom ía contra nueva m etafísica 63
K e p le r n o c o m p a rte n i el e n tu s ia s m o de B ru n o p o r la
in fin itu d del U n iv erso n i ta m p o c o el d eseo de G ilb e rt H*-
e x a lta r el p o d e r in fin ito de D ios. M uy al c o n tra rio , c o n sid e
ra q u e 7
V o lv am o s a h o r a a K e p le r I0:
P o r su p u e s to , el ra z o n a m ie n to d e K e p le r es e rró n e o , si b ie n
ta n só lo p o r el c a r á c te r d efe c tu o so de los d a to s d e q u e
d isp o n ía , a u n q u e e n sí m ism o es c o m p le ta m e n te c o rre c to .
C ie rta m e n te , si s u p o n e m o s q u e las e s tre lla s fija s o, al me-
10 De Stella nova, p. 689.
66 Alexandre K oyré
11 Ibidem.
Nueva astronom ía contra nueva m etafísica 67
g ra n d e s co m o h a b ía m o s ca lc u la d o ? ¿A caso n o p o d ría m o s
ir a ú n m á s le jo s y a d m itir q u e q u iz á fu e se in c o rre c ta n u e s
t r a su p o sic ió n fu n d a m e n ta l, d e m o d o q u e las e s tre lla s q u e
parecen e s ta r p ró x im a s e n tre sí p o d ría n d e h ec h o h a lla rs e
s e p a ra d a s p o r u n a d is ta n c ia en o rm e , e n c o n trá n d o s e u n a p r ó
x im a a n o s o tro s y e s ta n d o la o tr a tre m e n d a m e n te a le ja d a ?
C om o v erem o s, a u n c u a n d o así fu ese, eso n o c a m b ia ría el
h ec h o fu n d a m e n ta l d e la s in g u la rid a d d e n u e s tro esp a cio
m u n d a n o . S in e m b a rg o , la o b je c ió n p re c is a u n tra ta m ie n to .
P o r co n sig u ie n te , c o n tin ú a K e p le r 12:
C om o n o es así, se h a b r á d e m a n te n e r el c a rá c te r sin g u la r
d e n u e s tro lu g a r M.
¿Pero qué pasa, dicen, si suponem os que una de las dos estrellas
del cin tu ró n de Orión perm anece en su lugar, ya que la teoría
de los paralajes no adm ite u n a posición in fe r io r15, m ientras que
la o tra se en cu en tra a u n a distancia infinitam ente m ás alta?
¿Acaso de este m odo no obtenem os el resu ltad o de que, vistas
una desde la o tra, aparecen tan pequeñas com o nos aparecen
12 Ibidem.
13 Puesto que el cielo está «encima» de nosotros, las estrellas es
tán «elevadas» respecto a nosotros; por tanto, colocarlas a distancias
mayores de nosotros (o del centro del mundo) es darles una mayor
«elevación».
14 Ibid., pp. 689 ss.
11 La ausencia de paralelajes estelares impone un mínimum a la
distancia que nos separa de las estrellas fijas.
68 Alexandre K oyré
M ás a d e la n te v e re m o s las c o n se c u e n c ia s d e e sta s h ip ó
te sis, p e ro , p o r el m o m e n to , h e m o s d e d is c u tir las im p lic a
cio n es q u e p a r a lo s cpaivopeva p o se e u n a d is trib u c ió n re a l
m e n te u n ifo rm e d e las e s tre lla s fija s e n el esp a c io del
m u n d o ; es d e c ir, u n a d is trib u c ió n seg ú n la c u a l e s ta r ía n
s e p a ra d a s e n tre sí p o r d is ta n c ia s ig u ales, a sa b e r, p o r la
m is m a d is ta n c ia q u e n o s s e p a ra d e ellas I7.
lím ite a todas [las estrellas], sin p erm itir que ninguna esté m ás
cerca, estando todas las dem ás elevadas respecto a ella y ale
jadas a una altitu d igual a la distancia que m edia e n tre nos
otros y la m ás próxim a.
De hecho, n ada se seguirá de todo esto. N unca o cu rrirá que
los [cielos estelares] aparezcan a quienes im aginam os observán
dolos desde esas estrellas tal y com o nos aparecen a nosotros.
De ahí se sigue que este lugar en que nos hallam os poseerá
siem pre determ in ad a peculiaridad que no se puede a trib u ir a
cualquier o tro lugar en toda esta infinitud.
U n a vez m ás, si h em o s d e c o m p re n d e r el ra z o n a m ie n to
de K e p le r, te n e m o s q u e re c o rd a r q u e n o e sta m o s d isc u tie n d o
la p o s ib ilid a d a b s tr a c ta d e u n a d e te rm in a d a d is trib u c ió n
d e las e s tre lla s en el esp a cio d el m u n d o , sin o la d is trib u c ió n
c o n c re ta d e las e s tre lla s q u e c o rre s p o n d e a la apariencia d e'
firm a m e n to ; es d e c ir, n o s e sta m o s o c u p a n d o d e la d is tr i
b u c ió n d e las e s tre lla s v isib les, d e las q u e vem os d e h echo.
Lo q u e e s tá en d is c u s ió n es su d is ta n c ia h a s ta n o s o tro s y
lo q u e se les n ieg a es la p o s ib ilid a d d e u n a d is trib u c ió n
u n ifo rm e q u e h a b r ía d e s itu a r a la m a y o ría d e ellas a d is
ta n c ia s d e n o s o tro s m u y g ra n d e s y re g u la rm e n te c re c ie n
te s 18.
" Ibidem.
n Dos minutos es la magnitud del diámetro visible de una estre
lla, a simple vista.
70 Alexandre K oyré
Así p u e s, es ob v io q u e p o d e m o s s u p o n e r q u e el m u n d o
es ta n g ra n d e co m o q u e ra m o s ; p e ro , a ú n así, la d isp o sic ió n
d e las e s tre lla s fija s tal com o las vem os s e rá ta l q u e este
lu g a r n u e s tro m o s tr a r á p o s e e r d e te rm in a d a p e c u lia rid a d v
d e te rm in a d a p ro p ie d a d m a n ifie s ta (la a u se n c ia d e e stre lla s
fija s e n el v a s to vacío), g ra c ia s a la c u a l re s u lta d is tin to
c u a lq u ie r o tro lu g ar.
K e p le r e s tá p e rfe c ta m e n te e n lo c ie rto . P o d em o s h a c e r
el m u n d o ta n g ra n d e co m o q u e ra m o s y, c o n to d o , si h em o s
d e r e s tr in g ir su c o n te n id o a las e s tre lla s v isibles, q u e adem án
se n o s m u e s tra n co m o c u e rp o s fin ito s y m e d ib les —y no
co m o p u n to s d e luz— n u n c a p o d re m o s a sig n a rle s u n a d is tr i
b u c ió n u n ifo rm e q u e «salve» los fe n ó m e n o s. N u e s tro m u n ^
s ie m p re se d is tin g u irá p o r u n a e s tr u c tu r a p a r ti c u l a r 21.
T an só lo n o s q u e d a p re g u n ta rn o s si se p u e d e p o s tu la r
u n esp a cio in fin ito sin e s tre lla s . K e p le r re s p o n d e q u e sem e
ja n te a firm a c ió n c a re c e m a n ifie s ta m e n te d e se n tid o , y a q u e
allí d o n d e se p o n g a u n a e s tre lla se te n d r á u n a d is ta n c ia
fin ita (h a s ta la T ie rra ) y si se v a m á s allá, n o se p u e d e h a b la r
de u n a d i s t a n c i a 24.
23 Ibidem.
24 Ibidem.
Nueva astronom ía contra nueva m etafísica 73
U na vez m ás, K e p le r e s tá c o m p le ta m e n te , o al m en o s
p a rc ia lm e n te , en lo c ie rto . N o c a b e d u d a d e q u e allí d o n d e se
p o n g a u n a e s tre lla se e s ta r á a u n a d is ta n c ia fin ita del p u n to
de p a r tid a , así co m o d e c u a lq u ie r o tr a e s tre lla del U niverso.
U na d is ta n c ia re a lm e n te in fin ita e n tre d o s c u e rp o s es algo
im p e n sa b le , a la m a n e ra e n q u e re s u lta im p e n sa b le u n e n te ro
in fin ito : to d o s lo s e n te ro s a los q u e p o d e m o s lle g a r c o n
ta n d o (o m e d ia n te o tr a o p e ra c ió n a ritm é tic a ) so n n e c e s a ria
m e n te fin ito s. C on to d o , ta l vez sea d e m a s ia d o b u rd o c o n
c lu ir q u e, p o r co n sig u ie n te , n o p o see m o s el c o n c e p to de
in fin ito ; ¿n o q u ie re eso d e c ir p re c isa m e n te , co m o el p ro p io
K e p le r n o s dice, q u e el in fin ito es lo q u e e s tá « m ás allá»
d e to d o n ú m e ro y m e d id a ?
A dem ás, d el m ism o m o d o q u e a p e s a r de — o a c a u s a
d e— la fin itu d d e to d o s los n ú m e ro s p o d e m o s p ro s e g u ir
c o n ta n d o sin fin , ¿a c a so n o p o d e m o s c o n tin u a r del m ism o
m o d o p o n ie n d o e s tre lla s e n el esp a cio , to d a s ellas, p o r su
p u e sto , a d is ta n c ia s fin ita s , sin lle g a r n u n c a a u n fin a l? Sin
d u d a p o d em o s, s u p o n ie n d o q u e a b a n d o n e m o s la e p iste m o
lo g ía e m p íric a d e K e p le r, e s to es, la e p iste m o lo g ía a r is to té
lica o sem i-a risto té lic a , q u e p ro h íb e e s ta o p e ra c ió n , s u s titu
y é n d o la p o r o tr a a priori, p la tó n ic a o sem i-p lató n ica.
a p o r ta n d o n u ev o s d a to s e n fa v o r d e la u n ic id a d del sis te m a
s o la r y d e la d is tin c ió n ese n cial q u e m e d ia e n tre n u e s tro
m u n d o m óvil y la c o h o rte in m ó v il d e las e s tre lla s fija s.
Así, e n su fa m o s a D issertatio c u m n u n tio sidereo, n o s
d ice q u e al p rin c ip io , a n te s de d is p o n e r de la p u b lic a c ió n
d e G alileo, se s e n tía u n ta n to tu r b a d o p o r los in fo rm e s
c o n tra d ic to rio s re la tiv o s a los d e s c u b rim ie n to s d e é ste ú lti
m o ; c o n c re ta m e n te , si los n u ev o s a s tro s e ra n n u e v o s p la
n e ta s g ira n d o en to rn o al Sol, n u e v a s «lunas» q u e a c o m p a
ñ a b a n a los p la n e ta s so la re s, o, co m o c re ía su am igo
M a tth e u s W a ck h er, p la n e ta s q u e g ira b a n e n to rn o a a lg u n a s
e s tre lla s fija s , lo q u e c o n s titu ir ía u n fu e rte a rg u m e n to en
fa v o r de la c o n c ep ció n de B ru n o d e la u n ifo rm id a d del m u n
do. C ie rta m e n te , en ta l ca so 25,
¿ P o r q u é los d e m á s n o ib a n a p o s e e r su s sa té lite s ? N o h ay
n in g u n a ra z ó n p o r la cu a l la T ie rr a h a y a de p o se e r ta l p r i
vilegio. De n in g ú n m o d o ; K e p le r p ie n sa q u e h ay b u e n a s ra
zones p a r a q u e to d o s los p la n e ta s e s té n ro d e a d o s d e lu n as,
e x c e p tu a n d o q u iz á a M e rc u rio q u e e s tá d e m a s ia d o p ró x im o
al Sol p a r a p re c is a r u n a .
Se p o d ría d e c ir, p o r su p u e sto , q u e la T ie rra tie n e u n a
lu n a p o rq u e e s tá h a b ita d a . Así, si lo s p la n e ta s tie n e lu n as,
d e b e ría n e s ta r ta m b ié n h a b ita d o s . ¿ P o r q u é n o h a b r ía n de
e s ta rlo ? S eg ú n K e p le r, q u e a c e p ta la s e n se ñ a n z a s d e C usa y
B ru n o para nuestro m undo, n o h a y ra z o n e s p a r a n e g a r e sta
p o sib ilid a d .
P o r lo q u e re s p e c ta a los o tro s d e sc u b rim ie n to s d e G a
lileo, e sp e c ia lm e n te los re la tiv o s a las e s tre lla s fija s , K e p le r
se ñ a la q u e s u b ra y a n la d ife re n c ia e n tre las e s tre lla s y los
p la n e ta s . M ie n tra s q u e ésto s ú ltim o s re s u lta n c o n s id e ra b le
m e n te a u m e n ta d o s p o r el telesc o p io , a p a re c ie n d o co m o d is
cos b ie n d e fin id o s, las p rim e ra s a p e n a s a u m e n ta n su s di
m en sio n es, y a q u e, v ista s p o r el telesc o p io , q u e d a n p riv a d a s
del h a lo lu m in o so q u e las ro d e a h e c h o d e g ra n im p o rta n
cia, p u e s m u e s tra q u e d ich o h a lo n o p e rte n e c e a las e s tre lla s
o b se rv a d a s, sin o al o jo q u e las ve; e n o tra s p a la b ra s , n o se
tr a t a de u n fe n ó m e n o o b je tiv o , sin o d e u n o s u b je tiv o y,
m ie n tra s q u e las d im e n sio n e s v isib le s d e los p la n e ta s m a n
tie n e n u n a re la c ió n d e te rm in a d a c o n las re a le s, n o o c u rre
así e n el ca so d e las e s tre lla s fija s . De e ste m o d o , m ie n tra s
q u e p o d e m o s c a lc u la r las d im e n sio n e s de los p la n e ta s , n o
p o d em o s h a c e r ta l cosa, p o r lo m e n o s n o c o n ta n ta fa c ilid a d ,
p o r lo q u e re s p e c ta a las e s tre lla s fija s .
L a ex p lica ció n de e s te h ec h o es fácil: m ie n tra s q u e los
p la n e ta s b rilla n p o r la luz re fle ja d a del S ol, las e s tre lla s
fija s b rilla n c o n luz p ro p ia , co m o el Sol. M as, si es así,
¿a caso n o so n re a lm e n te soles co m o a f irm a b a B ru n o ? E n
ab so lu to . E l n ú m e ro m ism o d e las n u ev a s e s tre lla s d esc u
b ie rto p o r G alileo d e m u e s tra q u e las e s tre lla s fija s son, h a
b la n d o en g e n e ra l, m u c h o m e n o re s q u e el S ol y q u e n o h ay
en to d o el m u n d o u n a so la q u e se p u e d a ig u a la r al Sol
ta n to en d im e n sio n e s co m o en lu m in o s id a d . C ie rta m e n te ,
si n u e s tro Sol n o fu e se in c o n m e n s u ra b le m e n te m á s b rilla n te
q u e las e s tre lla s fija s , o si é sta s n o fu e se n m u c h o m en o s
b rilla n te s q u e él, la b ó v e d a c e le ste s e ría ta n lu m in o s a co m o
el Sol.
L a e x iste n c ia m ism a d e u n n ú m e ro tre m e n d o d e e s tre lla s
fija s q u e n o vem os, a u n q u e las v e ría q u ie n e stu v ie se s itu a d o
en u n a d e ellas, c o n s titu y e seg ú n K e p le r u n a p ru e b a d e su
o b je c ió n fu n d a m e n ta l a la co sm o lo g ía in fin itis ta ; a sa b e r,
el h e c h o d e q u e el a sp e c to del cielo n o h a b r ía d e se r el
m ism o p a r a n o s o tro s y p a r a o tro o b s e rv a d o r del m u n d o ,
q u e d a a ú n m e jo r fu n d a m e n ta d o p o r lo s h ec h o s d e lo q u e
h a b ía im a g in a d o . Así p u e s, la c o n c lu sió n s a c a d a a n te r io r
m e n te d el a n á lis is d e lo s fe n ó m e n o s ac cesib les a sim p le
v is ta se h a lla c o n firm a d a a ñ a d ie n d o los fe n ó m e n o s re v e la
d o s p o r el telesc o p io : n u e s tro m u n d o m ó v il, co n s u Sol v
su s p la n e ta s , n o es u n o d e ta n to s , sin o q u e re s u lta s e r u n
m u n d o ú n ic o s itu a d o en u n vacío ú n ic o y ro d e a d o p o r u n
c o n g lo m e ra d o ú n ic o d e in n u m e ra b le s e s tre lla s fija s — en
el p le n o se n tid o del té rm in o .
Así p u e s, K e p le r m a n tie n e su p o sic ió n . De las d o s in te r
p re ta c io n e s p o sib le s d e lo s d e s c u b rim ie n to s te le sc ó p ic o s d
G alileo, o b ie n q u e las n u e v a s e s tre lla s (fija s ) n o se v en a
sim p le v is ta p o rq u e e s tá n m u y a le ja d a s , o b ie n q u e n o se
ven p o rq u e so n m u y p e q u e ñ a s , K e p le r a d o p ta re s u e lta m e n te
la seg u n d a .
E s tá e q u iv o ca d o , p o r s u p u e s to ; y, sin e m b a rg o , d e sd e el
p u n to d e v is ta del e m p iris m o p u ro , re s u lta irre p ro c h a b le ,
y a q u e, p o r u n a p a r te , p a r a él n o h a y m o d o a lg u n o de
d e te r m in a r los in te rv a lo s q u e n o s s e p a ra n d e las e s tre lla s
n i, p o r c o n sig u ie n te , h a y ra z ó n a lg u n a p a r a s u p o n e r q u e n o
s o n m u y d is tin ta s en ta m a ñ o ; ta n to m á s c u a n to q u e, p o r
o tr a p a r te , ex iste n a lg u n o s e je m p lo s d e c u e rp o s ce le stes,
co m o d e h ec h o o c u rre c o n los p la n e ta s «M edíceos», q u e son
im p e rc e p tib le s p o r s e r d e m a sia d o p e q u e ñ o s co m o p a r a q u e
se p u e d a n ver.
Sueva astronom ía contra nueva m etafísica 77
se re s p o n d e :
E n e s te p u n to d e la d isc u sió n , K e p le r n o q u ie re c o m p ro m e
te rs e y d a u n a re s p u e s ta m á s b ie n c a u ta :
E sta [la infinitud del m undo] ciertam ente [fue sostenida] por
B runo y algunos otros. Pero [aunque] los centros de las estrellas
fijas no estén en la m ism a superficie esférica, no se sigue que
la región en que se hallan dispersas sea en todas p arte s sem e
ja n te a sí m ism a.
De hecho, en el m edio de ella [la región de las estrellas fijas]
hay con seguridad un vacío inm enso, u n a cavidad hueca, rodeada
en orden cerrado p o r las estrellas fijas, encerrada y circuns
crita com o p o r u n a m uralla o u n a bóveda. En el seno de esta
inm ensa cavidad está situada n u e stra T ierra con el Sol y los
astro s móviles [planetas].
,l Ibidem.
Nueva astronom ía contra nueva m etafísica 81
C om o v em o s, el te le sc o p io n o a lte ró el p a tr ó n del ra z o
n a m ie n to k e p le ria n o , sin o q u e ta n sólo hizo d is m in u ir u n
ta n to las d im e n sio n e s v isib le s d e las e stre lla s fija s . Y, p o r
su p u e sto , en ta n to e n c u a n to la d im e n sió n v isib le n o se
tra n s f ie ra d e la e s fe ra o b je tiv a a la su b je tiv a , la d e d u c c ió n
de K e p le r re s u lta so sten ib le.
N o o b s ta n te , se p u e d e o b je ta r , re s u lta g r a tu ita su seg u n
d a p re m is a , re la tiv a al ta m a ñ o u n ifo rm e d e la s e s tre lla s
fija s. P are c e q u e 32,
“ Ibid., p. 138.
82 Alexandre K oyré
L os a rg u m e n to s a r r ib a ex p u e sto s so n m á s q u e su fic ie n te s
p a r a p e r m itirn o s s o s te n e r la u n ic id a d d e e ste m u n d o n u e s
tro , m ó v il y c o n el c e n tro en el S ol, c o n tra p o n ié n d o lo al
re in o de las e s tre lla s fija s . C on to d o , p o d e m o s re fo rz a rlo s
co n o tro s a rg u m e n to s m á s d ire c to s, m o s tra n d o q u e los fe n ó
m en o s s e ñ a la n c la ra m e n te n u e s tr a (del s is te m a s o la r) p o s i
ció n c e n tr a l e n m ed io d e la a c u m u la c ió n p e rifé ric a d e e s tre
llas. A p e s a r de la re so lu c ió n d e la V ía L á c te a e n u n a
m u ltitu d in n u m e ra b le d e e s tre lla s , d e b id a a G alileo, a K e p le r
le sig u e p a re c ie n d o q u e su a sp e c to im p id e c u a lq u ie r o tra
c o n c lu sió n . Así, e la b o ra n d o la d e m o s tra c ió n b o s q u e ja d a en
el De stella nova, c o n tin ú a K e p le r 34:
” Ibidem.
MIbidem.
Nueva astronom ía contra nueva m etafísica 83
E n e s ta d is c u s ió n K e p le r n o m e n c io n a a G alileo, y es
fá cil c o m p re n d e r p o r q u é: el te le sc o p io n o c a m b ia la s itu a
ció n . N os p e rm ite v e r m á s e s tre lla s de las q u e v eíam o s a n te s
d e su in v en ció n ; n o s p e rm ite s u p e r a r la lim ita c ió n fáctica
d e n u e s tro se n tid o d e la v ista , p e ro n o e lim in a su e s tr u c tu r a
ese n cial. T a n to c o n el te le sc o p io co m o sin él, n o se p u e d e n
v e r las co sa s q u e se h a lla n a u n a d is ta n c ia in fin ita . E l m u n d o
ó p tic o es fin ito .
" Ibidem.
84 Alexandre K oyré
Así, a la p r e g u n ta 36:
re s p o n d e K e p le r:
“ Ibidem.
" Ibid., p. 139.
Nueva astronom ía contra nueva m etafísica 85
(Galileo y Descartes)
De e s te m o d o ,
R e su m ie n d o : m o n ta ñ a s en la L u n a, n u ev o s « p lan eta s»
en el cielo, n u ev a s e s tre lla s fija s e n n ú m e ro in c a lc u la b le ,
co sa s q u e n in g ú n o jo h u m a n o h a b ía v isto a n te s y q u e n in
g u n a m e n te h u m a n a h a b ía co n c eb id o . Y n o sólo eso; a d e m á s
d e esto s h ec h o s n u ev o s, s o rp re n d e n te s y to ta lm e n te in e sp e
ra d o s e im p re v isto s, e s ta b a ta m b ié n la d e s c rip c ió n d e u n
in v e n to a so m b ro so — el p r im e r in s tru m e n to c ie n tífic o — , el
D escubrim iento de nuevos astros 89
tr a d o p o r el h e c h o d e q u e, c u a n d o se o b se rv a n al a m a n e c e r,
in c lu so las e s tre lla s de p rim e ra m a g n itu d a p a re c e n m u y p e
q u e ñ a s. In c lu s o V en u s, si se o b s e rv a de d ía, r e s u lta a p e n a s
m a y o r q u e u n a e s tre lla d e ú ltim a m a g n itu d . L a luz d iu rn a
c o rta , p o r a sí d e c ir, su s ce rc o s lu m in o so s; y n o sólo la luz,
sin o q u e ta m b ié n las n u b e s d iá fa n a s o los velos n e g ro s y los
c ris ta le s c o lo re a d o s p o se e n el m ism o e f e c t o 5.
5 Ibid., p. 76.
6 Ibid., p. 78.
D escubrim iento de nuevos astros 91
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Fig. 4 . Dibujo estelar de Galileo del escudo y la espada de Orión.
(Del Sidereus Nuncius, 1610.)
92 Alexandre K oyré
Y a h e m o s v isto q u e la in v is ib ilid a d p a r a el o jo h u m a n o
d e la s e s tre lla s fija s d e s c u b ie rta p o r G alileo y, p o r c o n si
g u ie n te , la fu n c ió n d e su persp icillu m al m o s tra rla s , se p o
d ría in te r p r e ta r de d o s m a n e ra s d ife re n te s: p o d ría e x p lic a rse
c o n s id e ra n d o a) q u e so n d e m a s ia d o p e q u e ñ a s co m o p a r a
q u e se p u e d a n v er, o b ) q u e e s tá n d e m a s ia d o lejo s. E n el
p r im e r caso, el persp icillu m a c tu a ría co m o u n a e sp e cie de
m ic ro s c o p io c e le ste al a u m e n ta r, p o r a s í d ec ir, las e s tre lla s
h a s ta d im e n sio n e s p e rc e p tib le s ; e n el seg u n d o , s e ría u n
« telesco p io » q u e, p o r así d e c ir, n o s a c e rc a ría las e s tre lla s
h a s ta u n a d is ta n c ia a la q u e re s u lte n v isib les. L a s e g u n d a
in te rp re ta c ió n , la q u e h a c e d e la v is ib ilid a d u n a fu n c ió n de
la d is ta n c ia , n o s p a re c e a h o r a la ú n ic a p o sib le. C on to d o ,
n o e r a así e n el siglo x v n . De h ech o , a m b a s in te rp re ta c io n e s
e n c a ja b a n ig u al d e b ie n c o n los d a to s ó p tic o s, d e m a n e ra
q u e u n a p e rs o n a d e a q u e lla é p o c a n o te n ía ra z o n e s cientí-
cas, sin o ta n só lo filo só fic a s, p a r a e le g ir e n tre ellas. De h ech o
se d e b ió a ra z o n e s filo só fic a s q u e la c o rrie n te p rin c ip a l del
p e n s a m ie n to del siglo x v n re c h a z a se la p r im e r a in te r p r e ta
c ió n y a d o p ta s e la seg u n d a .
N o c a b e d u d a a lg u n a d e q u e ta m b ié n G alileo a d o p tó e s ta
D escubrim iento de nuevos astros 93
in te rp re ta c ió n , p o r m á s q u e n o lo d ig a c o n fre c u e n c ia . De
h ec h o só lo lo a f ir m a u n a vez e n u n c u rio s o p a s a je d e su
Carta a Ingoli, d o n d e le in fo rm a d e q u e 7:
Suponéis que las estrellas del firm am ento están todas ellas si
tuad as en el m ism o orbe; se tra ta de algo cuyo conocim iento
resu lta tan dudoso que nunca lo dem ostraréis ni vos ni nadie.
Mas si nos lim itam os a co njeturas y cosas probables, diré que ni
siquiera cu atro de las estrellas fijas... están a la m ism a distancia
de cualquier p u n to del Universo que tengáis a bien elegir.
1 Galileo Galilei, Carta a Ingoli, p. 526; Opere, ed. Naz., vol. vi,
Florencia, 1896.
' Es interesante señalar que se tiene por «comúnmente aceptada»
la idea de que Galileo habría sostenido que los cuerpos celestes
estaban habitados.
’ Carta a Ingoli, p. 525.
10 Ibid. p. 518.
94 Alexandre K oyré
E n co n se cu en c ia , e n c o n tr a u n a vez m á s d e P to lo m eo ,
C o p érn ico y K e p ler, y d e a c u e rd o c o n N ico lás de C usa y
G io rd a n o B ru n o , G alileo re c h a z a la id e a d e q u e el U n iverso
p o s e a u n c e n tro e n el q u e se sitú e la T ie rra o el Sol: «el
c e n tro d el U n iv erso q u e n o sa b e m o s d ó n d e h a lla r o si ex iste
en a b so lu to » . In c lu s o n o s d ice q u e «las e s tre lla s fija s so n
o tro s ta n to s soles». S in e m b a rg o , e n el m ism ísim o Diálogo
sobre los dos m áxim os sistem as del m undo, del q u e se h a n
s a c a d o las d o s ú ltim a s c ita s, al d is c u tir ex professo la d is tr i
b u c ió n d e las e s tre lla s fija s en el U n iv erso , n o a f irm a q u e
las e s tre lla s e s té n d is trib u id a s sin fin p o r el esp a cio 11:
¿No sabéis que aún está sin decidir (y creo que siem pre será
así p o r lo que resp ecta al conocim iento hum ano) si el Universo
es finito o, p o r el contrario, infinito? Y, dado que fuese verda
deram ente infinito, ¿cómo podríais decir que la m agnitud de la
esfera estelar estaría proporcionada con la del orbis magnum,
dado que ésta, en relación con el Universo, sería m ás bien m enor
que un grano de m ijo respecto a ella?
N o o b s ta n te , n o h e m o s d e o lv id a r q u e en el m ism ísim o
Diálogo, en el q u e c o n ta n ta e n e rg ía n ie g a la in fin itu d del
esp a cio , h a c e q u e S a lv ia ti le d ig a a S im p licio — del m ism o
m o d o q u e él se lo h a b ía d ich o a In g o li— q u e 14:
12 Dialogo, p. 306.
13 Carta a Ingoli (Opere, vol. vi), pp. 518, 529.
14 Dialogo, loe. cit.
96 Alexandre K oyré
P o d e m o s p e rfe c ta m e n te d e s p o ja r y p r iv a r a c u a lq u ie r c u e r
p o d e su s c u a lid a d e s sen sib le s y 19
P o r t a n t o 20,
E n c o n s e c u e n c ia 21,
La s e g u n d a c o n se c u e n c ia im p o rta n te d e la id e n tific a c ió n
de e x te n s ió n y m a te r ia c o n siste en el re c h a z o n o só lo d e la
fin itu d y lim ita c ió n d el esp a cio , sin o ta m b ié n d e la d el m u n
do m a te r ia l y re a l. A sig n arle lím ite s n o só lo es fa lso y a u n
a b s u rd o , sin o ta m b ié n c o n tra d ic to rio . N o p o d e m o s p o s tu la r
u n lím ite sin tra n s c e n d e rlo p o r el m e ro h e c h o de p o s tu la rlo .
H e m o s d e re c o n o c e r, p o r ta n to , q u e el m u n d o re a l es in fin i
to o, m á s b ie n , in d efin id o (pues c ie rta m e n te D e sc a rte s se
n ie g a a e m p le a r a q u e l té rm in o e n co n e x ió n c o n el m u n d o ).
Y a n o h a y n in g u n a n e c e sid a d d e d is c u tir el p ro b le m a d e
si las e s tre lla s fija s so n p e q u e ñ a s o g ra n d e s, p ró x im a s o le
ja n a s ; m á s e x a c ta m e n te , este p ro b le m a se to r n a e n u n p ro
b le m a fá ctico , u n p ro b le m a d e la a s tro n o m ía y de la té c n ic a
d e o b se rv a c ió n y d e cá lcu lo . E l p ro b le m a y a n o p o se e u n
se n tid o m e ta físic o p o rq u e es p e rfe c ta m e n te c ie rto q u e, e sté n
las e s tre lla s lejo s o c e rca , e stá n , co m o n o s o tro s y n u e s tro
Sol, e n el m ed io d e o tr a s e stre lla s sin fin.
E x a c ta m e n te lo m ism o o c u rre c o n el p ro b le m a d e la
c o n s titu c ió n de las e stre lla s . T a m b ié n e s te p ro b le m a se c o n
v ie rte en p u ra m e n te c ien tífico , fá ctico . L a v ie ja o p o sic ió n
e n tre el m u n d o te r r e s tr e del c a m b io y la c o rru p c ió n y el
m u n d o in m u ta b le d e los cielos q u e, co m o h em o s v isto , n o
q u e d ó a b o lid a p o r la re v o lu c ió n c o p e rn ic a n a , sin o q u e p e r
sistió co m o o p o sic ió n e n tre el m u n d o m ó v il del S o l y los
p la n e ta s y las e s tre lla s fija s in m ó v iles, d e sa p a re c e a h o r a sin
d e ja r r a s tr o . L a u n ific a c ió n y u n ifo rm iz a c ió n del U n iv erso
p o r lo q u e re s p e c ta a su c o n te n id o y a su s leyes se c o n v ie rte
en u n h ec h o a u to -e v id e n te 23 («La m a te r ia del cielo y d e la
T ie rra es u n a y la m is m a y n o p u e d e h a b e r u n a p lu ra lid a d
d e m u n d o s» ), al m e n o s si se to m a la p a la b r a «m u n d o » en
su p le n o sen tid o , ta l co m o lo e m p le a b a la tra d ic ió n g rieg a
y m ed iev a l, re firié n d o s e a u n to d o c o m p le to y au to su fic ie n -
" Ibidem.
D escubrim iento de nuevos astros 103
N unca hem os de discutir acerca del infinito, sino que tan sólo
hem os de considerar infinitas aquellas cosas a las que no en
contram os lím ite alguno, com o es la extensión del m undo, la
divisibilidad de las partes de la materia, el núm ero de estre
llas, etcétera.
De esta m anera nunca nos cargarem os de disputas sobre el
infinito. R ealm ente, puesto que som os finitos, sería absurdo
que pretendiésem os d eterm in ar algo acerca de él y com pren
derlo, trata n d o así de hacerlo cuasi-finito. P or consiguiente, no
nos m olestarem os en responder a quienes nos pregunten si, de
h ab er u n a línea infinita, su m itad sería tam bién infinita, o si un
núm ero infinito sería p ar o im p ar y cosas sem ejantes, puesto
que nadie parece capaz de pen sar acerca de ellas, si no es
quien considera que su m ente es infinita. En cuanto a nosotros,
y p o r lo que resp ecta a aquellas [cosas] a las que en algunos
aspectos no podem os asignarles lím ite alguno, no direm os que
sean infinitas, sino que las considerarem os indefinidas. De este
m odo, puesto que no podem os im aginar una extensión tan gran
de que haga im posible concebir o tra aún m ayor, direm os que
la m agnitud de las cosas posibles es indefinida. Y puesto que
un cuerpo no se puede dividir en tan tas p artes que no se pueda
concebir u n a división ulterior, adm itirem os que la cantidad es
indefinidam ente divisible. Y puesto que resu lta im posible im a
ginar un n úm ero de estrellas tal que nos im pidiese pen sar que
Dios h u b iera podido crear aún m ás, supondrem os que su nú
m ero es indefinido.
u Ibid., p. 275.
Extensión indefinida o espacio infinito 115
de Dios, que no sólo excluye todo lím ite, sino que adem ás
im pide to d a m ultiplicidad, división y núm ero, y el m ero
c a rá c te r indefinido y sin fin del espacio o de la sucesión
de los nú m ero s que n ecesariam en te los incluyen y p resu
ponen. Adem ás, e sta distinción es com pletam ente trad icio n al
y hem os visto que la sostenía no sólo N icolás de Cusa, sino
tam b ién B runo.
H enry M ore no niega e sta distinción, al m enos no to ta l
m ente, pues en su p ro p ia concepción se expresa m ediante la
oposición e n tre la extensión divina y la m aterial. Con todo,
com o afirm a en su segunda c a rta a D escartes M, n a d a tiene
que ver con la afirm ació n c a rtesia n a de que p uede que el
espacio tenga lím ites ni con su in te n to de c o n s tru ir un
concepto in term ed io e n tre lo in fin ito y lo finito. El m undo
es fin ito o infinito, te r tiu m n o n d a tu r . Y si adm itim os, com o
hem os de hacer, que Dios es infin ito y está p rese n te en todas
p a rte s, este «en to d as p artes» sólo puede significar el espa
cio in finito. E n tal caso, co n tin ú a M ore, resu citan d o un
arg u m en to ya utilizado p o r B runo, tam b ién debe h a b e r m a
te ria en to d as p a rte s, es decir, el m u n d o h a de ser in f in ito 15.
“ Segunda carta de Henry More a Descartes, 5, III, 49, pp. 298 ss.
1J Ibid., pp. 304 ss.
116 Alexandre K oyré
(H e n ry M o re)
10 El axioma IX (1. i, cap. II, p. 19) nos dice que «hay algunas
propiedades, poderes y operaciones que pertenecen inmediatamente
a La cosa, tales que ni se puede dar razón, ni se debiera pedir, ni se
puede imaginar o fingir el modo o manera de cohesión del atributo
con el sujeto».
Dios y espacio, espíritu y m ateria 127
17 Ibidem .
132 Alexandre K oyré
I I AB [ K
C I CP )
" Ibidem.
” Ibidem.
Dios y espacio, espíritu y m ateria 139
hay otra razón que lleva a los hombres a creer que la m ateria
es increada; ciertamente, cuando piensan acerca de la extensión
no pueden evitar considerarla como un ser necesario, ya que
piensan que el mundo ha sido creado en espacios inmensos, que
esos espacios nunca tuvieron comienzo y que el propio Dios no
puede destruirlos. Así, al confundir la m ateria con estos espa
cios, puesto que efectivamente la m ateria no es otra cosa que
espacio y extensión, consideran a la m ateria como un ser Eterno.
10 Ibid., p. 8.
11 Ibidem.
12 Ibid., p. 6.
Espacio absoluto, tiem po absoluto 153
El lugar es una parte del espacio que ocupa un cuerpo y que es,
según el espacio, o bien absoluto, o bien relativo. Digo una parte
del espacio y no la situación o la superficie externa del cuerpo,
porque los lugares de sólidos iguales son siempre iguales; pero
sus superficies, en razón de sus figuras disimilares, son a me
nudo desiguales. Propiamente, las posiciones no tienen canti
dad y no son tanto los lugares mismos cuanto las propiedades
de los lugares. El movimiento del todo es el mismo que la suma
de los movimientos de las partes; esto es, la translación del
todo, a p artir de su lugar, es lo mismo que la suma de las
translaciones de las partes a p artir de sus lugares. Por tanto, el
lugar del todo es igual a la suma de los lugares de las partes
y por esa razón es interno y en todo el cuerpo.
17 Ibidem.
" Ibid., p. 7. El ejemplo del marinero lo discute Descartes en los
Principia Philosophiae, II, 13, 32.
Espacio absoluto, tiem po absoluto 155
“ Ibid., p. 10.
158 Alexandre K oyré
23 Ibidem.
" Ibid., p. 11. Frente a los Principia de Descartes, IX, 13.
Espacio absoluto, tiempo absoluto 159
“ Ibid., p. 12.
Espacio absoluto, tiem po absoluto 161
27 Ibid., libro ni, The system of the world, Lema iv, corol. in,
p. 497.
162 Alexandre Koyré
a Ibid., libro ni, The system of the world, prop, v, teorema vi, es
colio, corol. in, p. 414.
" Ibid., cor. iv, p. 415.
” De hecho, también Boyle y Gassendi las enumeran, aunque, fren
te a Descartes, insisten en la impenetrabilidad como propiedad irre
ductible del cuerpo, distinta de la mera extensión.
Espacio absoluto, tiem po absoluto 163
J1 Ibid., regla in, pp. 398 ss. El texto al que aludo apareció en la
segunda edición de los Principia; con todo, dado que representa las
opiniones fundamentales de Newton, inspiradoras de su sistema,
considero necesario citarlo aquí. Sobre la diferencia entre la prime
ra y las siguientes ediciones de los Principia, cf. mis artículos «Pour
une édition critique des oeuvres de Newton», Revue d'Histoire des
Sciences, 1955, y «Expérience et hypothèse chez Newton», Bulletin de
la Société Française de Philosophie, 1956.
164 Alexandre Koyré
” Four Letters from Sir Isaac Newton to the Reverend Dr. Bent
ley, Carta II (17 de enero de 1692/3), p. 210, Londres, 1756; reimpresa
en Opera omnia, ed. por Samuel Horsley, 5 vols., Londres, 1779-85
(vol. iv, pp. 429-442), así como en las Works de R. Bentley, vol. ni,
Londres, 1838. Cito por esta edición.
34 Carta n i (25 de febrero de 1692/93), ibid, p. 211.
168 Alexandre K oyré
cabe discutir. Tan sólo objeta, como siem pre se había hecho,
que no bastan y que no pueden explicar la estru ctu ra orde
nada de nuestro Universo sin sobreañadir a la m ateria y al
m ovimiento alguna acción dirigida a un fin de una causa
no-material: el movimiento desordenado y fortuito de los
átom os no puede transform ar el caos en un cosmos.
Con todo, si los patrones de su razonam iento son com
pletam ente tradicionales —aunque no debemos culpar a
Bentley por ello: esos son tam bién los patrones newtonianos
y además, ¿acaso no nos dice K ant un siglo m ás tarde que
la prueba físico-teleológica de la existencia de Dios es la
única que posee algún valor?—, los contenidos de la demos
tración se adaptan al nivel presente (el presente de Bentley)
de la filosofía científica.
Así, por ejemplo, acepta sin la m enor crítica la versión
contem poránea de la concepción de Giordano Bruno del
Universo: un espacio infinito con un núm ero inm enso de
estrellas-soles. Por supuesto, Bentley sostiene que el núm ero
de estrellas es finito —piensa que es algo que puede pro
b ar— e incluso le gustaría que estuviesen ordenadas en el
espacio form ando un «firmamento». Mas si tal cosa no se
puede hacer, aceptará su dispersión en el vacío sin fronte
ras. Ciertam ente Bentley hace hincapié en el vacío. Sin duda
lo necesita, como veremos enseguida, p ara poder dem ostrar
la existencia y acción en el m undo de fuerzas no-materiales
y no-mecánicas —en prim er lugar y principalm ente, la exis
tencia de la atracción universal de Newton. Pero está tam
bién de algún modo exaltado y entusiasm ado con la idea
de que este m undo nuestro está principalm ente com puesto
de espacios vacíos e incurre en cálculos que m uestran que
la cantidad de m ateria en el Universo es tan pequeña que
casi no vale la pena prácticam ente hablar de e lla 37.
” Eight sermons preach’d at the Honourable Robert Boyle lecture
in the first year MDCXCII, By Richard Bentley, Master of Arts,
London, 1693. El primer sermón demuestra La locura del ateísmo
y... Deísmo, incluso con respecto a la vida presente; el segundo de
muestra que materia y movimiento no pueden pensar; el tercero,
cuarto y quinto presentan Una refutación del ateísmo a partir de
la estructura del cuerpo humano; el sexto, séptimo y octavo, que
forman la segunda parte de la obra, Una refutación del ateísmo a
partir del origen y trama del mundo. Cito por la última edición
170 Alexandre Koyré
E stá claro que con este inm enso vacío a su disposición 38:
(Joseph Raphson)
6. El espacio es incorpóreo.
7. El espacio es inmutable.
8. El espacio es uno en sí mismo [y por tanto]... es la enti
dad más simple, no compuesta de cosa alguna y no divisible en
cosas cualesquiera.
9. El espacio es eterno [porque] lo actualmente infinito no
puede no ser... en otras palabras, que no pueda no ser es esen
cial a lo infinito en acto. Ha sido por tanto siempre.
... ni puede dar algo que no posea, ni puede ser causa de nin
guna perfección que no contenga (en cierta manera) en el mis
mo grado, si no en uno mayor; y puesto que no puede haber
nada in rerum natura, excepto [cosas] extensas e inextensas;
y puesto que hemos demostrado que la extensión es perfección,
que existe en todas partes, siendo incluso infinita, necesaria,
eterna, etc., se sigue necesariamente que ha de hallarse en la
Prim era Causa de las [cosas] extensas, sin la cual las [cosas]
14 Ibidem.
15 Ibid., p. 78.
“ Ibid., p. 80.
ha divinización del espacio 183
No veo, concluye Raphson, con qué otro nom bre que exten
sión y espacio se podría expresar esa om nipresencia esencial
de la Prim era Causa.
Los filósofos estaban en lo cierto, naturalm ente, al elimi
n ar de la Prim era Causa la extensión im perfecta, divisible
y m aterial. Con todo, al rechazar de ella todos los tipos de
extensión, abrieron el cam ino al ateísm o o, más bien, al hilo-
teísmo, para m uchas personas; a saber, aquellas que no
quieren verse asediadas p o r círculos ingeniosos de circunlo
cuciones am biguas, ni entorpecidas por térm inos y nociones
ininteligibles. Tales son Hobbes y algunos otros, quienes, al
no encontrar en ninguna p arte del m undo este Ser Supremo
infinito, eterno e inextenso, pensaron que no existía en ab
soluto, proponiendo al m undo sus opiniones con audacia. Lo
m ismo había ocurrido con algunos de los antiguos, quienes
insistían en la incom prensibilidad del Ser Suprem o. La ex
plicación de todas estas aberraciones ha de buscarse, según
Raphson, en la incom prensión de la esencia m ism a de la
extensión, de la que se ha sostenido equivocadam ente que
era algo necesariam ente im perfecto y falto de toda unidad
y realidad. En realidad, sin embargo, la extensión en cuanto
tal es algo positivo y denota una perfección muy real. Por
tanto, ya que en g en era l18
... todo lo positivo y substancial que se halla en la esencia de las
cosas como su atributo primario y constitutivo, tal como la
extensión en la materia, etc., ha de estar real y necesariamente
presente en la Primera Causa y estar en ella con un grado de
excelencia infinito, de la manera más perfecta de su género,
entonces la extensión infinita ha de atribuirse real y verda
deram ente, y no tan sólo m etafóricam ente, a la Causa Pri
mera.
La Causa Prim era, así pues, aparece como la doble fuente
o causa de las perfecciones de las cosas creadas que con
tiene, como dicen los escolásticos, de una m anera em inente
y transcendente 19.
Pues (como ellos dicen) no da nada que no posea en sí m ism a
(de una manera más perfecta).
" Ibid., p. 83.
19 Ibid., pp. 83 ss.
La divinización del espacio 185
...no puede haber en absoluto razones por las cuales [el mun
do] se extienda él mismo a la infinitud de su inmenso locus,
puesto que no posee una plenitud absoluta y está compuesto de
partes móviles... mientras que lo absolutam ente In fin ito es ma-
23 Ibid., p. 91.
34 Ibid., pp. 91 ss.
188 Alexandre K oyré
” Ibid., p. 95.
190 Alexandre K oyré
(Isaac Newton)
7 Ibid., pp. 335 ss.; pp. 389 ss. [pp. 366 ss.].
198 Alexandre Koyré
Puesto que los metales disueltos en ácidos sólo atraen una pe
queña cantidad del ácido, su fuerza atractiva sólo puede alcan
zar a una pequeña distancia de ellos. Del mismo modo que, en
Algebra, allí donde se desvanecen y cesan las cantidades positivas
comienzan las negativas, así, en Mecánica, donde cesan las atrac
ciones ha de aparecer una virtud repulsiva. La existencia de
semejante virtud parece desprenderse de las reflexiones e in
flexiones de los rayos de luz, pues en ambos casos los rayos
son repelidos por los cuerpos, sin contacto inmediato del cuerpo
reflectante o inflexionante. También parece derivarse de la emi
sión de la luz. Tan pronto como el rayo se ve despedido del
cuerpo luminoso por los movimientos vibratorios de sus partes
y se pone fuera del alcance de la atracción, se ve llevado por
una velocidad excesivamente grande, pues la fuerza que se basta
para hacerlo volver hacia atrás en la reflexión ha de ser sufi
ciente para emitirlo. También parece derivarse de la producción
de aire y vapor. Cuando las partículas se ven sacudidas de los
cuerpos por calor o fermentación, tan pronto como se ven fuera
del alcance de la atracción del cuerpo, separándose de él así
como unas de otras con gran fuerza, se mantienen a una dis
tancia tal que, a veces, ocupan más de un millón de veces más
espacio del que antes ocupaban en forma de cuerpo denso. Esta
(B e r k e le y y N e w to n )
... en los espacios celestiales, donde no hay aire que ofrezca re
sistencia a sus movimientos, todos los cuerpos se moverán con
la mayor libertad, y los planetas y cometas proseguirán conti
nuamente sus revoluciones en órbitas dadas —por lo que res
pecta a su tipo y posición, según las leyes más arriba explicadas.
Mas, aunque estos cuerpos puedan continuar efectivamente en
sus órbitas por las meras leyes de la gravedad, con todo no
hubieran podido en absoluto derivar originalmente la posición
regular de las propias órbitas de esas leyes.
Los seis planetas primarios giran en torno al Sol en círculos
concéntricos, con movimientos dirigidos hacia las mismas partes
y casi en el mismo plano. Diez lunas giran en torno a la Tierra,
Júpiter y Saturno en círculos concéntricos con ellos, con la
misma dirección de movimientos y casi en las órbitas de dichos
planetas. Mas no se ha de considerar que las meras leyes mecá
nicas hayan podido dar nacimiento a tantos movimientos regu
lares, pues los cometas se extienden por todas las partes de
los cielos en órbitas muy excéntricas, ya que con ese tipo de
movimiento pasan fácilmente a través de las órbitas de los pla
netas y con gran rapidez. Asimismo, en sus afelios, donde se
mueven más lentamente y se detienen más tiempo, se alejan a
las mayores distancias unos de otros y por ende sufren las me
nores perturbaciones por sus atracciones mutuas. El bellísimo
sistema del Sol, los planetas y los cometas sólo podría proceder
del designio y dominación de un Ser inteligente y poderoso. Y si
las estrellas fijas son los centros de otros sistemas similares,
al estar éstos formados por un designio igualmente sabio, han
de estar todos sujetos al dominio del Uno, especialmente puesto
que la luz de las estrellas fijas es de la misma naturaleza que
la luz del Sol y puesto que la luz pasa de cada sistema a todos
los demás, y para que los sistemas de las estrellas fijas no vayan
a caer uno sobre otro por su gravedad, ha situado esos sistemas
a distancias inmensas unos de otros.
Este Ser domina todas las cosas, no como el alma del mundo,
sino como el Señor de todo, y por razón de su dominio es propio
que se le llame S eñor Dios, itavT oxpa-cup o G obernador Universal,
pues Dios es un término relativo que hace referencia a los sier
vos. La Deidad es el dominio de Dios, no sobre su propio cuerpo,
como imaginan aquellos que suponen que Dios es el alma del
mundo, sino sobre los siervos. El Dios Supremo es un Ser eterno,
infinito, absolutamente perfecto; mas, por perfecto que sea, un
ser sin dominio no se puede decir que sea el Señor Dios, pues
decimos mi Dios, tu Dios, el Dios de Israel, el Dios de Dioses,
el Señor de los Señores. Mas no decimos mi Infinito o mi Per
fecto, pues se trata de títulos que no tienen relación con sir
vientes. La palabra Dios significa usualmente Señor, mas no
todo Señor es un Dios. El dominio de un ser espiritual es lo que
constituye un Dios; un dominio verdadero, supremo o imagi
nario constituye un Dios verdadero, supremo o imaginario. Y
de este verdadero dominio se sigue que el verdadero Dios es un
Ser viviente, inteligente y poderoso y, de sus otras perfecciones,
que es supremo y perfectísimo. Es eterno e infinito, omnipo
tente y omnisciente; esto es, su duración alcanza de eternidad
a eternidad, su presencia, de infinitud a infinitud, gobierna to
das las cosas y sabe todas las cosas que se hacen o se pueden
hacer.
Su duración alcanza de eternidad a eternidad, su presen
cia, de infinitud a infinitud... claramente, e l Dios newtoniano
no está por encima del tiempo y el espacio: su eternidad
es duración sempiterna, su omnipresencia es extensión infi
nita. Siendo esto así, está claro por qué Newton in siste8:
’ Ibidem.
10 Ibidem.
11 Ibid., p. 546,
El marco de la acción divina 211
15 Ibid., p. xxix.
“ Ibid., p. xxvii.
E l marco de la acción divina 215
(N ew ton y Leibniz)
servando las mismas situaciones de los cuerpos entre sí, los haya
colocado en el espacio según una d eterm in a d a m anera particu lar
y no de otro modo; una razón por la cual cada cosa no haya
sido colocada de m anera to ta lm en te contraria, por ejemplo,
cambiando el Este en Oeste.
“ Ibid., p. 69.
228 Alexandre K oyré
» Ibid., p. 101.
11 Ibidem .
El dios de los días laborables 235
Lo m is m o o c u r r e c o n r e s p e c to a l tie m p o 35:
35 Ibidem .
34 Ibidem .
” Ibid., p. 127.
El dios de los días laborables 237
42 Ibid., p. 139.
43 Ibid., p. 139.
44 Ibid., p. 141.
45 Ibid., p. 149.
El dios de los días laborables 239
50 Ibid., p. 211.
51 Ibid., p. 183.
E l dios de los días laborables 243
52 Ibid., p. 207.
!1 Ibid., p. 231.
244 Alexandre K oyré
“ Ibid., p. 313.
“ Ibid., pp. 301 ss.
250 Alexandre K oyré
Adem ás 64,
Creo que decir que la In m en sid a d no significa E spacio sin
lím ite s y que la E tern id a d no significa D uración o T iem po sin
com ien zo ni fin, es afirm ar que las p a labras carecen de signi
ficado.
“ Ibid., p. 335.
J
X II. CONCLUSION: EL A RTIFICE DIVINO Y
EL D IE U F A IN É A N T
_co un universo infin ito que exista sólo u n a du ració n lim itada.
Así pues, el m undo creado se hizo infin ito ta n to en espacio
com o en tiem po. Pero, com o C larke h ab ía o b jeta d o a Leib
niz, u n m undo infin ito y etern o difícilm ente puede a d m itir
la creación, ya que no la precisa y existe en v irtu d de su
m ism a in finitud.
P or o tra p a rte , la disolución gradual de la ontología
trad icio n al b a jo el im pacto de la nueva filosofía socavó
la validez de la inferencia que p asa del a trib u to a la subs
tan cia que lo su sten ta. C onsiguientem ente, el espacio p erdió
progresivam ente su c a rá c te r atrib u tiv o o substancial. Del
com ponente ú ltim o del que esta b a hecho el m undo (el es
pacio su bstancial de D escartes) o del a trib u to de Dios, el
m arco de su presencia y acción (el espacio de N ew ton),
pasó a ser cada vez m ás el vacío de los ato m istas, ni subs
tan cia ni accidente, la n ad a in fin ita e increada, el m arco
de la ausencia de todo ser y, p o r tan to , tam b ién de la au
sencia de Dios.
F inalm ente, au nque no p o r ello m enos im p o rta n te, el
m undo-reloj hecho p o r el divino A rtífice resu ltó ser m ucho
m e jo r de lo que N ew ton h ab ía pensado. Cada uno de los
progresos de la ciencia n ew toniana a p o rtó nuevas p ruebas
de la tesis de Leibniz: la fuerza m otriz del U niverso, su
vis v iv a , no decrecía; el reloj del m undo no n ecesitaba ni
que le diesen cu erd a ni que lo rep arasen .
E l divino Artífice, p o r consiguiente, cada vez ten ía m enos
que h acer en el m undo. Ni siq u iera necesitaba conservarlo,
p u esto que el m un do resu lta b a cada vez m ás capaz de pa
sarse sin sus servicios.
t
Así pues, el poderoso y activo Dios de N ew ton que de
hecho «hacía m arch ar» el U niverso según su libre voluntad
y decisión, se to rn ó en ráp id a sucesión en u n p o d e r conser
vador, en u n a in te llig e n tia su.pram un d.an a y en u n «Dieu
fainéant».
Laplace que, u n siglo después de N ew ton, llevó la nueva
Cosm ología a su estado final de perfección, le dijo a N apo
león cuando éste le preg u n tó p o r la función de Dios en su
S is te m a d e l M u n d o : «Sire, je n 'ia pas besoin de cette hypo
thèse.» A hora bien, lo que ya no precisab a de la hipótesis
256 Alexandre K oyré
I
I
Fig. 1. Típico diagrama del universo precopemicano ... 11
Fig. 2. Diagrama del universo infinito copernicano de
Thomas Digges .............................................................. 41
Fig. 3. La figura M de K e p le r................................................ 79
Fig. 4. Dibujo estelar de Galileo del escudo y la espada
de Orión ......................................................................... 91
>]
INDICE ANALITICO
Epicuro: 10n, 46, 109, 135, 167, con la materia, 147, 148; in
168, 221, 222 fluencia sobre Raphson, 178
Escolasticismo: 184, 213, 243, Espíritu: concepción de More,
244, 246-248 123-130
Esferas. V éase Universo Estoicos: 134, 135
Espacio: absoluto, 151-156, 159, Estrellas fijas: 16, 17, 22; com
205-211, 226, 227, 229; atribu paración con el resto del uni
tos de Dios, 142, 143, 147, 180- verso, 23-25; concepción de
186, 238; cambio del concepto Copérnico, 33-36; descubri
de, 6n, In, 255; carácter in m iento de Galileo con el te
definido del, 146; concepción lescopio, 72-75, 88-93; el mun
de More com partida por do en relación con las, dia
N e w t o n , 151; concepción grama de Kepler, 79; exten
newtoniana atacada y defen sión infinita de las, 39-44, 50-
dida, 218, 220, 222, 226, 227, 54; negación de la existencia
229, 230, 232-238, 240, 241, de la esfera de las, 37, 56-59,
243-246, 248-250; distinción 93, 94; negación de la infini
de la extensión, 128, 244, 245; tud de las, 62-86; posición y
distinción de la materia, 123, dimensiones, 32, 33 y n, 35,
131-135 p a ssim , 139-141, 145, 64-84 p a ssim , 100. V éase tam
161, 162, 180; existencia del, bién Universo
precondición de toda exis E structura atómica del univer
tencia, 132; existencia reco so: In, 109, 110, 112, 170, 171,
nocida por los antiguos, 135; 197, 235, 236, 254. V éase ta m
identificado con Dios, 111, bién Dureza
142-145, 183, 226, 229, 249, Eter, propiedades del: 128, 161,
250; identificado con la ma 162, 193, 194
teria, 97, 99-102, 107-109, 114, Experimentación. Véase New
119, 123, 124, 147, 148, 178, ton, Sir Isaac
179, 238, 239, 249; infinitud Extensión. V éase Espacio
del, 48-51, 53, 54, 122, 135, Extensión espiritual: distinta
147, 148, 182, 187; inmensura- del espacio, 128; identifica
bilidad, 131, 132; inteligible ción con Dios, 178-186; nega
frente a m aterial, 148-150; ción cartesiana, 133; penetra
lleno de éter, teoría de New s i e n d o impenetrable, 182,
ton, 161, 162, 193; m ensura 186; teoría de More, 108, 109,
bilidad, 131-134; naturaleza 113-119 p assim , 122, 123, 128,
del, 131-135, 139-146, 180-184; 133; teorías del siglo xvii,
realidad defendida por Mo 126-131
re, 139-141; relativo, 20, 153,
154, 226, 229, 231-234, 236,
242, 243. V éase ta m b ién Ex Fenicia: 194
tensión, espiritual; Vacío Ficino, Marsilio: 121
Espesitud, teoría de More: 125 Filolao: 31
Espinosa, Benito: 142, 150, 183, Filosofía cartesiana. Véase Des
186, 222; concepción de la cartes
extensión, 147, 148; identifi Filosofía m atemática: lOn, 22,
ca a Dios con el universo, 97, 190, 194, 200, 211-216, 221,
178-180; identifica el espacio 224, 247, 250, 251
Indice analítico 263
tuai, 108, 109, 114-119 p assim , Newton, Sir Isaac: 7, 10«, 105,
128, 133, 178, 179; filosofía 111«, 163«, 167«, 169, 176;
de, 107n, 121, 122; intercam apoyo de los fenómenos con
bio de correspondencia con tra las hipótesis, 189, 194,
Descartes, 107-120; teorías en 211-216; correspondencia con
relación con Newton, 177 Bentley re gravedad y movi
—, crítica de las opiniones de m iento planetario, 167-176,
D e s c a r t e s : concepción de 207; éxito de su filosofía,
Dios, 108-120; extensión inde 254; p u b l i c a c i ó n de las
finida del universo, 111, 112, «cuestiones» re problemas
114-120, 145, 146; identifica metafísicos, 191 y «, 192; pu
ción de la m ateria, extensión blicación del G eneral S ch o
y espacio, 107-109, 112, 114, lium , expresando concepcio
115, 119, 122, 123, 128; nega nes religiosas, 207-213, 216;
ción de la existencia de áto superación de la teoría de la
mos, 109, 110; negación del finitud del universo, 254,
vacío, 109, 113, 116, 133-135, 255; teorías relacionadas con
139, 178, 179; oposición del las de More, 150, 151, 177;
espíritu y materia, 107-109, visión del mundo, 193. V éase
117, 121; relatividad del mo ta m b ién Atracción; Inercia;
vimiento, 135-139 Leibniz, ataque a las teorías
Movimiento: absoluto, 154-161, de Newton; Filosofía m ate
237, 251; circular, 21, 157-161; mática
de la tierra, 18, 19, 23, 42, 43, —, concepción de: Dios, 193-
56, 57; del universo, 18, 19, 203, 206-211, 214-251, 254-256;
22, 33-36, 44, 46, 51, 52, 57, espacio, 151-156, 158, 159,
58, 171-176, 200, 201, 208, 209, 161, 162, 193, 205-211, 217-250
218-223 passim , 227, 230, 231, pa ssim ; éter raro, 161, 162,
233, 236, 248, 249, 251, 256; 193; luz, 192«, 193 y «, 197;
empleado para m edir el tiem m a t e r i a , 162-165, 193-198,
po, 152, 153; indistinguible 192«, 193«, 201-203, 232, 236,
del reposo, 157; planetario, 251, 254; movimiento, 151-
junto con la fuerza con la 161, 197, 200-202, 205, 208,
que caen los cuerpos, 212; 218-222 passim , 227, 230, 231,
prueba de la existencia de 234, 236, 237, 248, 249, 251,
Dios, 178-182, 187, 188, 200- 255, 256; tiempo, 205-211, 237,
202; principio de observabi- 238, 240, 243, 244-246, 248,
lidad, 241, 242; rectilíneo, 249; vacío, 222-224, 232, 233,
156-159; relativo, 14-20 pas 236, 237, 240, 241, 244, 251
sim , 16«, 136-139, 152-161, Nicolás de Cusa, Cardenal: 9-
237, 241, 242, 248 27 passim , 32, 38 y «, 45-47,
Mundo. V éase Universo 49, 53, 55, 94, 97, 102, 115;
Mundo finito. V éase Universo b o s q u e j o biográfico, 12«;
comparación de habitantes
de partes del universo, 25,
Napoleón Bonaparte: 255 26; comparación de su pen
Neoplatonismo: resurgimiento, samiento con el de Bru
In, 27, 110, 152. V éase ta m no, 43, 45; concepciones
bién Platón desestimadas por los con
266 Indice analítico