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XXIV Agradecimientos

valentía y la generosidad de enfrentarse a la lectura de cada uno de los capítulos, en lo que ha


terminado siendo una «entrega por fascículos». Ninguno de ellos es culpable de los errores
que cometo en la redacción, pero si encuentran conceptos, ideas, ejemplos o gráficos que les
puedan parecer sugerentes, o les ayuden a entender mejor cómo llegar a crear organizaciones
más humanas, no duden en pensar que quienes revisaron los originales tienen mucho que ver
en el resultado final.
Entre estas personas a las que quedo enormemente agradecido, por su tiempo y su esfuer-
zo, están empresarios y directivos de reconocido prestigio en Valencia: Rafael Juan, Antonio
Debón, Benjamín Maceda y José Luis Macicior. Jóvenes profesionales a los que conocí como
estudiantes: Luis Pérez, Alfonso Clavijo y José Vicente Caballero. Estudiantes del doctorado
que han estado dispuestos a seguir escuchando más de lo mismo: Alberto Álvarez y Alexis
Bañón. Alumnos de primer curso de licenciatura que se han atrevido a leer sobre un tema tan
poco usual en esta facultad: Víctor Chisbert y Cristian Vicient. Mis colegas de Departamento,
que son además profesionales del mundo de la empresa: Álvaro Tomás y José Francisco
Soriano.
A estos nombres tendría que sumar los de José Ángel Agejas, de la Universidad Francisco
de Vitoria; Alfonso Méndiz, de la Universidad de Málaga e Ignacio Bel, del IESE en Madrid:
Pedro López, biólogo, escritor y gran amigo y don Eduardo Peláez, físico y buen filósofo, que
tras leer algunos capítulos concretos del texto, no han dejado de animarme con sus comenta-
rios, correos y llamadas.
En realidad son muchísimas las personas que han hecho posible este libro, dándome ideas
acerca de lecturas, películas de cine, posibles casos… Lamento no poder nombrar a todo el
mundo aquí, pues no seguirían leyendo. Si a estas alturas alguien me preguntara si ha valido
la pena el esfuerzo, le contestaría que sí. Este libro ha permitido que haya ganado en amistad
con todas las personas que me han ayudado. Sólo por eso, ha merecido la pena el reto.
Mis alumnos del grupo A, de primer curso de Administración y Dirección de Empresas, y
los del grupo internacional, tendrán que perdonar un año académico en el que no he podido
atenderles tan bien como me hubiera gustado.
Por último, y quizá por ser lo más importante, quiero referirme a mi padre y hermanos que
saben bien que les he tenido que robar un tiempo que todavía les debo, sin hablar de la pacien-
cia y el cariño con el que han sabido llevarlo en mi casa. Doy gracias a Dios por tantas cosas
buenas.

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