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LIBRO VI
DE LAS SANCIONES EN LA IGLESIA
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCION
Por tal motivo existe en la Iglesia un Derecho Penal que tiene como finalidad
advertir y evitar ciertas conductas que desdicen del ser y de la misión de la familia
de dios; además busca asegurar la santidad de la Iglesia y defenderse a sí misma
contra el comportamiento delictivo y criminal que algunos de sus fieles puedan
desarrollar en detrimento de su propia identidad.
Dentro del amplio mundo del derecho, se conoce el nombre de derecho penal a la
rama del derecho que estudia los delitos y las penas. Es sabido que en la Iglesia existe
un derecho penal. Lo cual parece que sea contradictorio con el espíritu de caridad y
comprensión que debe caracterizar a la sociedad eclesiástica. Parece, por lo tanto,
legítimo preguntarse por el sentido del derecho penal en la Iglesia, y más aún, la
razón por la que la Iglesia tiene la potestad de imponer penas, que pueden llegar
nada menos que a la expulsión de su seno del delincuente, pues básicamente en eso
consiste la pena de excomunión en el derecho canónico.
ORIGEN
Se puede decir que desde los tiempos apostólicos la Iglesia ha ejercido potestad
penal: así vemos en Hechos 8, 20, que Pedro expulsa de la Iglesia a Simón el Mago,
porque había intentado comprar la potestad de comunicar el Espíritu Santo,
inaugurando por así decirlo el delito de simonía, que por él lleva este nombre. San
Pablo indicó a los corintios que expulsaran de su Iglesia local al incestuoso (cfr. 1 Cor
5, 5 y 5, 13); afortunadamente el delincuente se enmendó y volvió a la Iglesia (cfr. 2
Cor 2, 7-8). También excomulgó a Himeneo y Alejandro "para que aprendan a no
blasfemar" (cfr. 1 Tim 1, 20). Pero ni San Pedro ni San Pablo actuaban por propia
iniciativa: el Señor dio indicaciones a los Apóstoles sobre el modo de expulsar de la
Iglesia (cfr. Mt, 18, 15-17). De modo que no se puede alegar que el derecho penal, o la
pena de excomunión, sea una innovación de la Iglesia Católica en épocas modernas.
(J.F. Herbart) busca unir el elemento del orden del universo con el elemento
ético. Para él el delito turba el equilibrio del universo, mientras la pena
recompone tal equilibrio.
Todas estas consideraciones nos llevan a afirmar que los principios fundamentales
del derecho penal de la Iglesia deben ser buscados sobre todo en la revelación y sólo
instrumentalmente en la filosofía. Por eso ni siquiera el concepto de delito y de pena
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pueden ser identificados con los del derecho civil. El orden público de la Iglesia tiene
que ver con las relaciones entre los fieles y el Cuerpo Místico de Cristo, el pueblo de
Dios, que tiene una finalidad y una función espiritual, aunque trate de cosas
materiales el delito lesiona el orden espiritual manifestado por el legislador en el
ordenamiento socio jurídico.
En este sentido podemos decir que en la Iglesia la pena es siempre medicinal por
naturaleza y restauradora del orden, de modo tal que no se pueda dar restauración
del orden lesionado, sin que el delincuente se haya corregido de su actuación errónea,
y no haya corrección de conducta, sin que al mismo tiempo, se de una restauración
del orden lesionado.
NATURALEZA
El Derecho penal constituye uno de los medios de control social existentes en las
sociedades actuales, con un carácter de control jurídico altamente formalizado. Como
todo medio de control social, éste tiende a evitar determinados comportamientos
sociales que se reputan indeseables, acudiendo para ello a la amenaza de la
imposición de distintas sanciones para el caso de que dichas conductas se realicen;
pero el Derecho penal se caracteriza por prever las sanciones más graves (penas y
medidas de seguridad) como forma de evitar los comportamientos que juzga
especialmente peligrosos, los delitos.
Tales normas, que constituyen el Derecho penal, deben determinar con la mayor
precisión posible qué conductas pueden considerarse constitutivas de delito y que
penas pueden sufrir quienes las realicen. Esto es lo que se conoce bajo la expresión de
"principio de legalidad", y en ello consiste el carácter eminentemente formalizado
que distingue al Derecho penal de otras formas de control social.
Respecto del derecho penal canónico podemos decir que, además de ser un medio de
control social, es también, uno de los instrumentos con los que cuenta la Iglesia para
realizar su fin último, la salus animarum.
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FINALIDAD
La Iglesia, como reza el canon 1311 del código vigente, tiene derecho originario y
propio a castigar con sanciones penales a los fieles que comenten algún delito. Este
derecho que en su enunciado es similar al de la justificación del derecho penal de
cualquier estado laico, reviste, sin embargo, desde la perspectiva del ser y el quehacer
de la Iglesia, algunas características particulares que lo diferencian del ordenamiento
penal de cualquier otra sociedad. En efecto, la finalidad del derecho penal de la
Iglesia, más allá de la defensa y salvaguarda del bien común, mediante la constricción
de sus miembros al cumplimento de la ley, busca la tutela de la santidad y de la
pureza de su vida y misión, la defensa de su identidad, la cual se vería afectada si ella
no tuviera control sobre los comportamientos y acciones de sus miembros.
Por eso mismo, más que el castigo del fiel que quebranta las normas o preceptos, la
Iglesia, mediante el derecho penal, se defiende a sí misma de lo que pueda, por la
acción criminal de sus miembros, desfigurar su imagen o desvirtuar su misión.
EL DELITO
Según lo dispuesto en el parágrafo uno del canon 1321, el delito es la violación
externa de una ley o precepto. Aunque el texto no haga referencia de modo directo a
la necesidad de violación de una ley o precepto penal, como si lo hacía la legislación
anterior (cf. can. 2195), no por esto podemos afirmar que el delito es la violación de
cualquier ley o precepto; la primera parte del parágrafo hace referencia al castigo
como consecuencia de la violación de la ley o precepto, referencia que nos permite
deducir que se está hablando de la ley o el precepto penal y no de otro tipo de normas
puesto que las únicas leyes por las que se prevé un castigo o pena son las leyes
penales. Si queremos ser aún más precisos en la definición del delito desde el punto
de vista canónico, podemos afirmar, en conformidad con los dispuesto en el canon
1321 y lo que de él se puede deducir, que delito es la violación externa de una ley o
precepto penal gravemente imputable por dolo o culpa.
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derecho canónico, este principio hace parte de los derechos fundamentales del
fiel cristiano (cf. can. 221 § 3).
LA IMPUTABILIDAD
Conviene detenernos en uno de los conceptos fundamentales del derecho penal
canónico, la imputabilidad; concepto que nos permite responder a la pregunta de a
quién y bajo qué circunstancias le pueden ser aplicadas las sanciones o penas
previstas por la norma penal, es decir, quién es el sujeto pasivo de las sanciones
penales, a quién, en últimas, se le puede imputar, canónicamente, un acto delictivo.
El canon 1321 en sus tres parágrafos nos presenta los fundamentos para responder a
las preguntas sobre quién es capaz de cometer delitos según el ordenamiento jurídico
de la Iglesia. Una vez puesta la violación externa de la ley o el precepto penal, qué
elementos deben ser considerados antes de la aplicación de la pena, en otras palabras,
qué implica pasar de la imputabilidad como propiedad del acto a la imputación penal
propiamente dicha, qué recorrido hay que hacer entre la constatación en el mundo
físico de una violación grave de la ley o el precepto penal y la individuación y
punición del sujeto que la perpetró.
Imputabilidad física, que resulta del nexo de causalidad entre el autor material
de un hecho reprobable y los efectos que este produce.
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a) EL DOLO
Aunque, por principio general el código canónico evita dar definiciones, podemos,
sin embargo, a partir del contenido del canon 1321 § 2, deducir lo que el Legislador
considera como dolo en el contexto del derecho penal, distinto de la acepción del
término en otros contextos como el del derecho administrativo (cf. can. 125 § 2), o el
matrimonial (cf. can. 1098) en los que significa básicamente, el engaño deliberado y
fraudulento por el que se induce a una persona a realizar determinado acto jurídico.
El dolo penal, en cambio, es la violación deliberada de una ley o precepto. Como
actuación deliberada, en este tipo de dolo están implicadas de forma directa la
inteligencia y la voluntad del sujeto.
No basta, sin embargo, desde la perspectiva del conocimiento, saber que la acción es
prohibida por una norma, es necesario, además, saber que la ejecución de dicha
acción prohibida es castigada con una pena. El código indica que quien, sin culpa,
desconoce que la norma lleva aneja una pena, no queda sujeto a las penas late
sentensiae y se le debe atenuar la pena prevista por la norma (cf. can. 1324 § 1, 9º y §
3).
b) LA CULPA
Es la omisión de la debida diligencia que puede ser causada por ignorancia,
imprudencia, impericia o inobservancia de las leyes o preceptos. La culpa supone que
aunque la violación de la ley y los efectos lesivos que de ella se derivan no son
buscados por el sujeto, son, sin embargo, previsibles y evitables haciendo uso de la
debida diligencia.
desprenden efectos lesivos que solo podrían haber sido previstos o evitados
por una persona “muy diligente”.
2. Culpa leve
Es el grado de culpa que resulta del uso de la diligencia común en
circunstancias en las que se requería la debida diligencia, es decir, aquella que
sería usada en situaciones similares por una persona prudente y que hubiera
permitido prever o evitar los efectos lesivos de la acción. Este tipo de culpa es
la culpa jurídica propiamente dicha porque se configura por la omisión de la
debida diligencia que es posible exigir al común de las personas en
circunstancias similares a las que se están juzgando.
3. Culpa lata
Es el resultado de la omisión de la diligencia común, que permitiría a cualquier
persona en uso normal de sus facultades prever y evitar los efectos lesivos de
su acción. La omisión de la diligencia común es también llamada negligencia
grave o negligencia culpable. Este tipo de culpa es considerado en la
penalistica canónica el más próximo al dolo, ya que omitir el uso de la
diligencia común, es equiparable al haber previsto los efectos lesivos de la
acción y no haberlos evitado. Por su cráter de gravedad, este tipo de culpa no
exime de la pena, antes bien, en algunas situaciones puede convertirse en
circunstancia agravante.
Son circunstancias que afectan seriamente la capacidad del sujeto para comprender,
valorar o determinarse espontáneamente a cumplir la norma, es decir, afectan la
imputabilidad. Su concurrencia exime de la grave imputación del delito por dolo o
culpa. Por lo cual el agente no queda sujeto a ninguna pena puesto que falta uno de
los elementos constitutivos del delito, el elemento subjetivo, que, ateniéndonos a la
norma, se da cuando la violación de la ley es gravemente imputable por dolo o culpa
(cf. can. 1323 § 1).
Caso Fortuito
El caso fortuito no previsible o inevitable, se da cuando de una acción u omisión del
sujeto surge un efecto de ninguna manera previsto o buscado por él, un efecto sobre
el cual el sujeto no ha hecho ninguna deliberación, porque no correspondía a la
intención de su acción.
Miedo grave
El miedo Grave es la violencia que bajo la forma de amenaza de un daño inminente,
presente o futuro se ejerce sobre el ánimo de una persona con el fin de obligarla a
omitir o realizar una acción determinada contra su voluntad.
Es grave cuando se da de modo suficiente para doblegar el ánimo de una persona
normalmente prudente y fuerte. La gravedad del miedo puede medirse:
1. Considerando la gravedad de la amenaza infligida al sujeto, como puede ser,
por ejemplo, la amenaza de muerte contra él mismo o contra alguno de sus
seres queridos, la difamación, el secuestro, etc..
2. También el carácter ineludible de la acción u omisión que se pretende
conseguir del sujeto es un criterio de medida de la gravedad del miedo
infundido, o realiza la acción pretendida o sufre el daño que comporta la
amenaza infligida.
3. Para que el miedo pueda ser considerado grave, es necesario, además, que la
amenaza sea extrínseca, es decir, ejercida por un agente externo.
El miedo grave influye especialmente sobre la capacidad deliberativa del sujeto que
es alterada por la gravedad de las consecuencias de la amenaza perpetrada, haciendo
que su voluntad sea, de alguna manera, reemplazada por la de quien ejerce la
amenaza. La libertad del sujeto, si bien no es eliminada, sufre una considerable
reducción, haciendo que el acto delictuoso no le pueda ser imputado.
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La legítima defensa
Se da en la reacción violenta que tiene como finalidad defenderse o defender los
derechos propios o de otros de una agresión física injusta e inesperada o de un
peligro grave e inminente que atente especialmente contra la vida, la integridad física,
la libertad, el honor o cualquier otro bien relacionado con la persona.
Para que pueda hablarse de legítima defensa el canon establece dos condiciones:
1. Que sea una agresión injusta, es decir, que el ataque del agresor atente
contra un bien protegido por la ley, lo cual implica: Que el comportamiento del
agresor sea antijurídico y que el agredido goce legalmente del derecho de
oponerse al agresor. Si el bien que se pretende defender no está protegido por
la ley o la agresión obedece a una acción para contrarrestar un comportamiento
antijurídico del agredido, no se configura la circunstancia de la legítima
defensa.
2. La reacción violenta debe ser proporcional a la agresión en la acción y en los
medios utilizados para la defensa; debe ser, según el canon, moderada, no
debe superar la violencia de la agresión o la gravedad del peligro.
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Estas circunstancias tienen en común que se trata de circunstancias en las que si bien,
el sujeto cuenta con las condiciones intelectivas y volitivas para conocer, valorar y
determinarse a cumplir la norma penal, la concurrencia de alguna de ellas hace que
este se vea en la obligación de elegir entre cumplir la norma penal o proteger su
integridad física y moral o la de sus seres queridos; entran en conflicto el deber de
cumplir la norma y el deber de proteger la integridad personal o la de otros.
Son circunstancias atenuantes todas aquellas en las cuales la capacidad del sujeto para
comprender, valorar y determinarse espontáneamente al cumplimiento de la norma se reduce
por la concurrencia de alguno de los eventos señalados en el canon 1324 § 1. A pesar de que
se conservan las condiciones para la subsistencia e imputación del delito (sus elementos
constitutivos), la capacidad disminuida del sujeto por el influjo de alguna de las circunstancias
mencionadas, hace que este no sea castigado con la pena establecida por la norma para quien
la infringió con plena advertencia y determinación.
Son algunos estados del sujeto que no pueden ser tenidos en cuenta como circunstancias
eximentes o atenuantes debido a que están precedidos por la decisión libre y voluntaria del
sujeto de mantener o propiciar dicho estado con la finalidad llevar a cabo la acción criminal
amparado en ellos.
Son todas aquellas circunstancias que consciente y libremente consentidas por el sujeto
aumentan el carácter reprobable de su acción y hacen que pueda ser castigado con mayor
gravedad que la establecida por el código para la acción tipificada.
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EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD
Es uno de elementos que en el trascurso evolutivo del derecho penal, tanto civil, como
canónico, se han establecido como garantía de justicia respecto del supuesto delincuente,
según el cual, no se pueden imputar como delito aquellos comportamientos que no hayan sido
previamente tipificados como tales por una ley o precepto penal, nullum crimen, nulla poena
sine lege poenali previa.
Delito: Violación externa y moralmente imputable de una ley a la que va aneja una
pena.
Imputación: juicio práctico y concreto por el cual se verifica la existencia de todos los
requisitos necesarios para atribuir dicho acto como suyo a un individuo cierto y
determinado.
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Desde el año 2007, por iniciativa del Papa Benedicto XVI se inició un proceso de
revisión del libro VI del CIC, proceso que en realidad había iniciado mucho tiempo
antes, si no de modo directo, por lo menos si, haciendo notar que poco tiempo
después de la promulgación del código actual, y a pesar de ser una estructura jurídica
nueva, en relación con la codificación precedente, las normas relacionadas con los
delitos y las penas presentaban serias dificultades en su interpretación y aplicación.
Ya en 1988, a solo cinco años de la promulgación del código, siendo todavía prefecto
de la CDF, el entonces Cardenal Ratzinger había solicitado a la PCI, la posibilidad de
modificar, o encausar por la vía justa, algunos procedimientos relacionados con la
concesión de la dispensa de las obligaciones sacerdotales que por tratarse de una
gracia, no estaba bien conceder a quienes en realidad, por haber incurrido en
comportamientos escandalosos contemplados como delitos graves, merecían más una
sanción penal, concretamente la de la dimisión del estado clerical, que la concesión de
la dispensa. La complejidad de la aplicación de la norma para la imposición de la
sanción en los casos en que fuera necesario, parecía estar a la base de dicha situación
que desvirtuaba el recurso a la dispensa de la obligaciones sacerdotales,
convirtiéndolo en la vía más fácil, pero no la más justa, para retirar del ejercicio
ministerial a quienes delinquían gravemente, siendo en cambio más conveniente
revisar la norma y prever un procedimiento penal más rápido y simplificado.
La respuesta a esta petición, a pesar de comprender y compartir los motivos y la
conveniencia de la solicitud planteada, confirmaba la necesidad de atenerse a lo
prescrito en el código recién promulgado.
El citado artículo, que sustraía a los ordinarios la jurisdicción sobre los delicta
graviora, necesitaba, sin embargo, ser mejor explicitado en el plano operativo,
comenzando por definir cuáles eran tales delitos que por ser considerados
especialmente graves, eran reservados a la CDF y cuál la forma de proceder para la
aplicación de las penas correspondientes. La respuesta a estas inquietudes, se dio en
primer lugar con el decreto de la CDF del 23 de septiembre de 1988 por el que se
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La última revisión a las normas sobre los delicta graviora, motivada por la situación
particular en la que frente a la multiplicidad de escándalos relacionados con delitos
contra el sexto mandamiento cometidos con menores, fue efectuada en el año 2010
como fruto de un cuidadoso estudio y evaluación de los resultados obtenidos en sus
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casi diez años de vigencia y fue llevado a cabo por los padres de la misma
congregación. La revisión tenía como finalidad, según explica el Prefecto en la carta
enviada a los ordinarios y demás jerarcas de la Iglesia, mejorar la operatividad
concreta de dichas normas. En esta oportunidad los cambios fueron expuestos en una
breve relación presentada por la CDF y adjunta a la promulgación de las normas el 21
de mayo de 2010. Las normas fueron oficialmente publicadas por la CDF el 15 de julio
de 2010;
INTRODUCCION
“En esta perspectiva es oportuno detenerse a reflexionar sobre un equívoco, tal vez
comprensible pero no por esto menos dañoso, que por desgracia condiciona con
frecuencia la visión de la pastoralidad del derecho eclesial. Tal distorsión consiste en
atribuir alcance e intenciones pastorales únicamente a aquellos aspectos de
moderación y de humanidad que se pueden relacionar inmediatamente con la
aequitas canónica; es decir, consiste en sostener que sólo las excepciones a las leyes, el
evitar el recurso a los procesos y a las sanciones canónicas, y el reducir las
formalidades jurídicas, tienen de verdad importancia pastoral. Se olvida así que
también la justicia y el estricto derecho – y, por consiguiente, las normas generales,
los procesos, las sanciones y las demás manifestaciones típicas de la juridicidad,
siempre que resulten necesarias – son exigidas en la Iglesia para el bien de las almas y
son por lo tanto, realidades intrínsecamente pastorales” (Alocución a Rota Roma del
06 de febrero de 1987).
CONTENIDO
Con esto podemos señalar que en la legislación canónica existen varios tipos de
procesos:
Proceso contencioso ordinario
Proceso contencioso oral
Procesos especiales:
Causas de nulidad matrimonial
Causas de separación del cónyuge
Dispensa rato y no consumado
Muerte presunta
Proceso de Nulidad de la Ordenación sacerdotal
Proceso Penal
Recursos Administrativos
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PRIMERA P A R T E
DE LOS JUICIOS EN GENERAL
CÁNONES 1400 - 1500
En forma más precisa se define el juicio eclesiástico, como lo hace el Código de 1917,
canon 1552 § 1: “Se denomina juicio eclesiástico la discusión y decisión legítima ante
un tribunal eclesiástico de una controversia cuyo conocimiento compete a la Iglesia.”
1 Juicio contencioso, es el juicio que tiene por objeto la reivindicación de los derechos de la persona
física o jurídica (c. 1400 § 1)
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De ahí se deduce la exclusividad de la Iglesia en sus juicios. Por tanto juzga con
derecho propio y exclusivo:
Las causas que se refieren a las cosas espirituales o anejas a ellas; 2
La violación de las leyes eclesiásticas y de todo aquello que contenga razón de
pecado (por lo que se refiere a la determinación de la culpa y a la imposición
de penas eclesiásticas)
TITULO I
DEL FUERO COMPETENTE
Cánones. 1404-1416
EL FUERO COMPETENTE
2.“Cosas espirituales” como fe, sacramentos, votos etc. “Anejas a ellas”, lo temporal unido a lo
espiritual como el nacimiento legítimo, la sepultura sagrada
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Por razón del Primado del Romano Pontífice, él puede avocar a sí mismo cualquier
juicio de los fieles y éstos a su vez pueden recurrir al Romano Pontífice para que su
causa sea juzgada por la Santa Sede.
“El Papa es juez de todos los fieles. Tiene potestad ordinaria, directa y suprema sobre
cualesquiera causas eclesiásticas.”
“Prima Sede”, “Sede Apostólica” o “Santa Sede” designa al Romano Pontífice, pues
no existe autoridad sobre la del Romano Pontífice.
El Papa puede reservarse las causas que él quiera. Pero el Papa no acostumbra juzgar
personalmente, sino que elige un grupo de jueces, generalmente Auditores de la Rota
Romana, que juzgarán como Tribunal del Papa.
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Consecuencia jurídica
Como consecuencia del canon 1404, cualquier decisión o juicio contra las decisiones
del Romano Pontífice se tienen por nulas y quien las profiera se ha de considerar
como juez absolutamente incompetente.
El actor y el demandado
El parágrafo tercero presenta un principio muy importante: “El actor sigue el fuero
del demandado”. Este principio se aplica a primera instancia y el juez es competente
por el fuero del demandado.
El parágrafo segundo del canon 1409, nos presenta un nuevo fuero el del actor, pero
en el caso de que se desconozca el domicilio o cuasidomicilio del demandado. Este
fuero es posible con la siguiente condición: “de que no le corresponda otra fuero
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Canon 1410 Por razón del lugar en que se halla la cosa, puede
presentarse demanda ante el tribunal del lugar donde se encuentra el
objeto en litigio, siempre que la acción sea real o se trate de expolio.
La competencia del Tribunal se determina por el lugar donde está localizada la cosa
(sea un objeto mueble o inmueble).
-Por el contrato
Este es el fuero del delito es otro fuero concurrente con el fuero del domicilio o
cuasidomicilio.
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En las causas sobre Administración, la parte puede ser demandada en el lugar donde
está la sede de la Administración. No se puede confundir con el lugar donde se
encuentran los bienes administrados. Si la administración tiene varias sedes, se
entiende que es la principal.
TITULO II
DE LOS DISTINTOS GRADOS
Y
CLASES DE TRIBUNALES
Cánones 1417 - 1445
CÁNONES INTRODUCTORIOS:
El derecho de todos los fieles
Mientras no conste lo anterior, los jueces, como les recordaba a los Obispos una carta
de la Signatura Apostólica, no deben suspender el curso normal de las actuaciones,
pues con la excusa del recurso al Papa se producían a veces maniobras dilatorias al
suspenderse las actuaciones por parte de los jueces (cf. Carta circular de 13 dic. 1977:
AAS 70 [1978] 75). Si el Papa avoca a sí la causa, queda en suspenso la jurisdicción del
juez y su incompetencia es absoluta (cánones 1406 § 2, 1440).
CAPITULO I
DEL TRIBUNAL DE PRIMERA INSTANCIA
Art. 1
EL JUEZ DE PRIMERA INSTANCIA
Cánones 1419 - 1427
EL JUEZ DIOCESANO
El Obispo diocesano
El Vicario judicial
El Obispo debe nombrar un Vicario judicial con potestad ordinaria, distinto del
Vicario general para el ejercicio de la justicia. Es obligación su nombramiento, para
que ejerza la justicia y de esta manera el Obispo constituye un tribunal con su Vicario.
Naturalmente que las causas que él se reserve quedan fuera de la competencia del
Vicario judicial.
Los jueces
Nombramiento
Jueces interdiocesanos
Se trata de asesores para el juez único, no para el Tribual colegiado. Este juez único,
autorizado por la Conferencia Episcopal ante la imposibilidad de tener un Tribunal
colegiado y por el tiempo que dure la dificultad. El oficio de asesores no tiene carácter
judicial, pues son solamente consultores.
El Tribunal colegial
Las causas de mayor importancia o más difíciles, las puede el Obispo, no el Vicario
Judicial a menos que esté facultado para ello, encomendad a un Tribunal colegiado de
cinco jueces
Modo de proceder
Art. 2
DE LOS AUDITORIES Y POENTES
Cánones 1428 - 1429
El ponente, es el relator del causa (c. 1609 § 3) y es uno de los jueces del turno o
colegio, nombrado por el Presidente, quien informará acerca de la causa y redactará
por escrito la ponencia.
Art. 3
DEL PROMOTOR DE JUSTICIA,
DEL DEFENSOR DEL VINCULO
Y DEL NOTARIO
Cánones 1430 - 1437
El Promotor de Justicia
Norma de coherencia
Este canon presenta dos principios: que al Defensor del Vínculo o Promotor de
Justicia, si intervienen en el juicio, se les equipare en derecho a las partes, pese a que
ellos intervienen, no por interés particular, como el abogado y procurador, sino en
tutela del bien público y por mandato de la ley. Tienen igual derecho que las partes:
El nombramiento
El Notario
CAPITULO II
DEL TRIBUNAL DE SEGUNDA INSTANCIA
Cánones 1438 - 1441
Canon 1439 § 1 Si, de acuerdo con el can. 1423, hay un solo tribunal
de primera instancia para varias diócesis, la Conferencia Episcopal
con la aprobación de la sede Apostólica, debe establecer un tribunal
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Otras normas
Principio de competencia
Este canon es nuevo y establece la competencia por razón del grado del Tribunal. La
violación de este criterio produce la incompetencia absoluta. Es decir que un tribunal
de primera instancia es absolutamente incompetente para conocer una causa en
segunda instancia.
CAPITULO III
DE LOS TRIBUNALES DE LA SEDE APOSTÓLICA
Cánones 1442 - 1445
Relacionando este canon con el principio visto en el canon 1417: “por razón del
Primado del Romano Pontífice”, es decir “en virtud de su oficio, el Romano Pontífice
no solo tiene potestad sobre toda la Iglesia, sino que ostenta también la primacía de
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potestad ordinaria” (c. 333 § 1), razón por la cual “es juez supremo para todo el orbe
católico” para juzgar por sí mismo o por medio de los Tribunales Pontificios o por los
jueces que él elija y delegue.
LA ROTA ROMANA
Su función
Su competencia
LA SIGNATURA APOSTÓLICA
TITULO III
DE LA DISCIPLINA QUE HA DE OBSERVARSE
EN LOS TRIBUNALES
CAPITULO I
DEL OFICIO DE LOS JUECES Y DE LOS MINISTROS DEL TRIBUNAL
Cánones 1446 - 1475
Canon 1446 § 1 Todos los fieles, y en primer lugar los Obispos, han
de procurar con diligencia que, sin perjuicio de la justicia, se eviten en
lo posible los litigios en el pueblo de Dios y se arreglen pacíficamente
cuanto antes.
§2 Al comenzar el litigio, y en cualquier otro momento,
siempre que abrigue alguna esperanza de éxito, el juez no dejar de
exhortar y ayudar a las partes, para que procuren de común acuerdo
buscar una solución equitativa de su controversia, y les indicar los
medios oportunos para lograr este fin, recurriendo incluso a personas
serias como mediadoras.
§3 Pero cuando el litigio versa sobre el bien particular de las
partes, considere el juez si puede concluirse útilmente por transacción
o por juicio arbitral, de acuerdo con los cann. 1717-1720.
Canon 1453 Los jueces y los tribunales han de cuidar de que, sin
merma de la justicia, todas las causas se terminen cuanto antes, y de
que en el tribunal de primera instancia no duren más de un año, ni
más de seis meses en el de segunda instancia.
Canon 1454 Todos los que forman parte del tribunal o colaboran
con él han de prestar juramento de que cumplirán recta y fielmente su
tarea.
Diversas sanciones
CAPITULO II
DEL ORDEN EN QUE SE HAN DE CONOCER
LAS CAUSAS
Cánones 1458 - 1463
CAPITULO III
DE LOS PLAZOS Y PRORROGAS
Cánones 1465 - 1467
Norma
Términos judiciales
CAPITULO IV
DE L LUGAR DEL JUICIO
Cánones 1468 - 1469
Casos de excepción
CAPITULO V
DE LAS PERSONAS QUE HAN DE SER ADMITIDAS
EN LA SEDE DEL TRIBUNAL
Y
DEL MODO DE REDACTAR Y CONSERVAR LAS ACTAS
Cánones 1470 - 1475
TITULO IV
DE LAS PARTES EN LA CAUSA
CAPITULO I
DEL ACTOR Y DEL DEMANDADO
Nociones
El Actor: es quien provoca el ejercicio de la acción, es el que primero pide la
intervención del juez en la causa. En el juicio contencioso, el que pide se llama Actor.
En proceso penal, puede ser el Promotor de Justicia quien se hace parte o el mismo
obispo que juzga, en tal caso solamente hay un reo.
Un principio general
Tutores o curadores
Los interdictos
Los interdictos, aquellos que les han prohibido la administración de sus bienes, por
determinación judicial, o que presentan un trastorno mental, por mandato del juez se
pueden citar para responder sobre sus propios delitos.
CAPITULO II
DE LOS PROCURADORES JUDICIALES Y ABOGADOS
Las funciones del abogado y procurador por ser bien diferentes, el canon las
distingue por razón de su cometido en la causa. El procurador, cuya función es
representativa, hace las veces de la parte y cumple el oficio recibiendo citaciones o
haciendo solicitudes. Por su naturaleza de ser como el otro yo de la parte, no puede
ser sino uno solo, por la unicidad del oficio. Representa a la parte, aunque no la
sustituye del todo, como vimos en el canon 1677, pues deben recibir citaciones etc.
Pero no tiene potestad para nombrar él mismo su reemplazo.
El abogado o defensor, puede ser uno solo o varios para trabajar in solidum, y se
constituyen en asesores técnicos, consejeros, pues al orientar la causa están indicado
lo conveniente.
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Requisitos
El mandato
Revocación y renuncia
Emolumentos
Patronos estables
PARTE II
DEL JUICIO CONTENCIOSO
c. 1501 – 1670
Sección I
Del Juicio Contencioso Ordinario
c. 1501 - 1655
TITULO I
DE LA INTRODUCCIÓN DE LA CAUSA
CAPITULO I
DEL ESCRITO DE DEMANDA
3
“No hay juez sin actor”, es decir que no puede haber juez que actúe si no hay actor que pida su intervención.
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EJEMPLO DE LIBELO
Reverendo Padre
DARIO ALVAREZ BOTERO
Vicario Judicial
Tribunal Eclesiástico Regional de Bogotá
Ciudad
Reverendo Padre:
Yo, PACIFLORITO AGUAYO DE LA OCCA, hijo de Sandalio
Aguayo y Petronila de la Occa, nacido y bautizado en Chía e identificado con c.c. 36.888.334
de Siachoque y domiciliado en esta ciudad, calle 123 Sur nº 4 Este-123, Teléfono 623 45 12,
demando la nulidad del matrimonio que contraje en la parroquia de San Simeón de esta
ciudad, el día 02 de febrero de 1978, con LASTENIA ROJAS FEO, por la causal de “grave
defecto de discreción de juicio en ambos contrayentes acerca de los derechos y deberes
esenciales del matrimonio que mutuamente se han de dar y aceptar” en base a los siguientes
H E C H O S
1º.- Lastenia y yo nos conocimos siendo ella estudiante en el Colegio del barrio donde yo
vivía. La veía pasar al Colegio y me prendé de ella. Fueron pocas las conversaciones que
tuvimos antes de iniciar nuestro noviazgo, el que estaba encaminado a divertirnos y no al
matrimonio. Infortunadamente llegamos pronto a intimidad y se dio el embarazo, que por el
impacto que le produjo, se lo comunicó a su madre y ella a toda su familia.
celebrara. Quizá el padre de ella no sabía la clase de persona que era yo. Conversó con María
y ésta vió la oportunidad para salir de su casa, donde no se encontraba bien, y entonces
aceptó casarse conmigo.
En mi familia había opinión muy diferente. A nadie le gustó la idea del matrimonio por
muchas razones y una de ellas fue la irresponsabilidad mía y que todos veían el fracaso de
ese matrimonio.
3º La convivencia la iniciamos en la casa de los padres de ella. Pronto el padre de Lastenia nos
dio la orden de viajar a la finca y hacernos cargo de ella y entonces María dijo que no viajaría
y que no iría a vivir allá. Le lloró a la mamá y a los hermanos y todos la secundaron. Entonces
nos quedamos a vivir en casa de don Sandalio. Yo no tenía nada que hacer y tampoco
buscaba trabajo. Allí estaba bien. Pero ella salía sin consultarme, visitaba sus amistades y yo
no le podía preguntar nada porque se volvía altanera y así comenzaron los problemas que
eran de todos los días.
Yo aburrido me salía de la casa y me iba a tomar con mis amigos y al regresar venía la pelea
con ella. Así pasaron unos 8 meses y viendo que yo nada tenía que hacer y tampoco tenía
ninguna autoridad, resolví hacerme sentir y tuvimos una discusión y ella me ultrajó y yo le
pegué y a la mañana siguiente me despacharon. No nos hemos vuelto a tratar.
Lastenia se unió con Pericles y de él tiene un hijo y yo me fui vivir con Eleonora y ella espera
mi segundo hijo.
Principios de Derecho
No basta la facultad cognoscitiva sino que es necesaria la facultad crítica para valorar y
ponderar el matrimonio mismo y el oficio de cónyuge, para que exista la discreción de juicio
proporcionada al matrimonio.
Documentos
Abogado
Nombro abogado al Dr. Nicolás Cienfuegos, a quien concedo amplio y suficiente poder para
que me represente y adelante mi juicio de nulidad matrimonial
Direcciones
Costas Judiciales
Peticiones
______________________________
PACIFLORITO AGUAYO DE LA OCCA
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CAPITULO II
DE LA CITACIÓN Y NOTIFICACIÓN DE LOS ACTOS JUDICIALES
La citación de la parte
El rechazo de la citación
Efectos de la citación
La relación jurídico procesal entre el actor, el demandado y el juez se inicia con la
legítima citación “o si los litigantes comparecen de hecho ante el juez para tratar de la
causa” (c. 1557 § 3)
T I T U L O II
DE LA CONTESTACIÓN DE LA DEMANDA
Cánones 1513 – 1516
Concepto
Tiempo de preparación
T I T U L O III
DE LA INSTANCIA JUDICIAL
Cánones 1517 - 1525
La suspensión de la instancia
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Eficacia de la perención
Efectos de la perención
Canon 1522 La caducidad extingue las actas del proceso, pero no las
de la causa; más aún, éstas pueden tener eficacia también en otra
instancia, con tal de que el litigio tenga lugar entre las mismas
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Costas judiciales
La renuncia
T I T U L O IV
DE LAS PRUEBAS
Cánones 1526 - 1586
Este Título, que comprende 60 cánones, se puede decir que es la parte principal y
central del proceso, pues por ella, el actor pretende demostrar su pretensión o su
acción y por ella también el juez adquiere la certeza moral para pronunciar sentencia.
La prueba es la demostración que la parte actora hace al juez para afirmar su acción.
La carga de la prueba
Condiciones de la prueba
La legalidad de la prueba
CAPITULO I
DE LAS DECLARACIONES DE LAS PARTES
Cánones 1530 - 1538
El juramento
LA CONFESIÓN JUDICIAL
No acostumbra el Código a dar definiciones, pero cuando el caso lo requiere, como sobre la
confesión judicial, la ofrece, para distinguirla de la declaración judicial de las partes.
La confesión extrajudicial
CAPITULO II
DE LA PRUEBA DOCUMENTAL
Cánones 1539-1546
PRINCIPIO NORMATIVO
Canon 1540 § 2 Son documentos públicos civiles los que, según las
leyes de cada lugar, se reconocen como tales.
De por sí un documento privado no hace fe, a menos que sea reconocido por la parte
contra la cual se presenta y admitido por el juez, tiene la misma fuerza probatoria que
la confesión extrajudicial contra su autor. (c. 1537)
ART. 2
DE LA PRESENTACIÓN DE LOS DOCUMENTOS
Puede suceder que exista un documento común a ambas partes, como una separación
conyugal, un testamento, una escritura de compra-venta, etc. El juez puede decretar
que la parte que posea el documento lo presente.
CAPITULO III
DE LOS TESTIGOS Y SUS TESTIMONIOS
Cánones 1547 - 1573
NORMAS PREVIAS
Principio normativo
Canon 1548 § 1 Los testigos deben declarar la verdad al juez que los
interroga de manera legítima.
ART. 1
QUIENES PUEDEN SER TESTIGOS
LA CAPACIDAD TESTIMONIAL
PRINCIPIO GENERAL
No son admitidos
ART. 2
DE LOS TESTIGOS QUE HAN DE SER LLAMADOS Y EXCLUIDOS
La presentación de testigos
La lectura de este parágrafo deja entender que se trata de la obligación de las partes y
que por la norma del canon 1533, también el Promotor de Justicia y el Defensor del
Vínculo pueden presentar artículos o preguntas, lo cual ha de hacerse dentro del plazo
citado. La advertencia de este canon es necesario que la conozcan partes, pues la
inobservancia se considera que desiste de la petición, es decir que es una tácita
renuncia para que se oigan los testigos presentados.
La citación de un testigo
ART. 3
DEL EXAMEN DE LOS TESTIGOS
Norma común
Testimonios especiales
ART. 4
DEL VALOR DE LOS TESTIMONIOS
Esta parte, de mucha importancia, es el gran trabajo del juez, pues el examen de los
testimonios y la valoración de los mismos queda a la conciencia del juez. El debe
conseguir por “lo alegado y probado la certeza”, de ahí la gran importancia de la
recta valoración.
CAPITULO IV
DE LOS PERITOS
Cánones 1574 - 1586
EL PERITO Y LA PERITACIÓN
Podemos decir que el perito judicial, es la persona que por sus estudios en
determinada materia, el juez requiere sus servicios para la calificación de
determinados hechos o las condiciones de las partes.
Principio general
Canon 1576 Los peritos quedan excluidos o pueden ser recusados por
las mismas causas que los testigos.
CAPITULO I
DE LA NO PRESENCIA DE LAS PARTES
T I T U L O VI
DE LA PUBLICACIÓN DE LAS ACTAS
Y DE LA CONCLUSIÓN
Y DISCUSIÓN DE LA CAUSA
Cánones 1598 - 1606
CONCEPTO Y FORMA
LA CONCLUSIÓN DE LA CAUSA
Concepto y condición
LA DISCUSIÓN DE LA CAUSA
Presentación de la defensa
T I T U L O VII
DE LOS PRONUNCIAMIENTOS DEL JUEZ
Cánones 1607 - 1618
Principio directivo
Para el juez debe quedar claro un principio: que la valoración la ha de hacer sobre lo
alegado y probado, con la rectitud de su conciencia, la cual lo es cuando el juez tiene
certeza moral de la definición que va a dar.
LA ESTRUCTURA DE LA SENTENCIA
El ponente de la sentencia
El término de la sentencia
El contenido de la sentencia
La sentencia interlocutoria
La publicación de la sentencia
TITULO VIII
DE LA IMPUGNACIÓN DE LA SENTENCIA
Cánones 1619 - 1640
CAPITULO I
DE LA QUERELLA DE NULIDAD
CONTRA LA SENTENCIA
LA QUERELLA DE NULIDAD
La manera de impugnar la sentencia que estuviere viciada de nulidad ya sea por un
grave defecto en cuanto a la sustancia o en cuanto a la forma, el Derecho presenta la
querella de nulidad.
CANON INTRODUCTORIO
El juez competente
CAPITULO II
DE LA APELACIÓN
LA APELACIÓN
La apelación es el remedio ordinario que las partes tienen para invocar la
intervención del juez superior contra la sentencia válida sí, pero considerada injusta o
perjudicial. No se puede confundir una sentencia negativa con una sentencia
inválida.
La presentación de la apelación
Efecto de la apelación
TITULO IX
DE LA COSA JUZGADA
Y
DE LA RESTITUCIÓN “IN INTEGRUM”
Cánones 1641 - 1648
CAPITULO I
DE LA COSA JUZGADA
CAPITULO II
DE LA RESTITUCIÓN IN “IN INTEGRUM”
Se debe advertir, que “la Restitutio in integrum” no es posible para las causas que no
han pasado a cosa juzgada, porque para ellas siempre es posible una revisión.
CONDICIONES ESENCIALES
Para que pueda aplicarse la “Restitutio in integrum” se requieren determinadas
condiciones, las cuales, la ley las ha señalado de modo taxativo.
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TITULO X
DE LAS COSTAS JUDICIALES
Y DEL
PATROCINIO GRATUITO
Canon 1649
TITULO XI
DE LA EJECUCIÓN DE LA SENTENCIA
Cánones 1650 - 1655
Principio normativo
La ejecución provisoria
QUINTA PARTE
DE LOS PROCEDIMIENTOSEN LOS
RECURSOS ADMINISTRATIVOS
Y EN LA REMOCION O EL TRASLADO DE LOS
PARROCOS
Cánones 1732 - 1739
SECCION II
DEL PROCEDIMIENTO
PARA LA REMOCIÓN Y TRASLADO DE LOS PARROCOS
Can 1740 - 1752
CAPITULO I
DEL MODO DE PROCEDER
EN LA REMOCIÓN DE LOS PÁRROCOS
Cánones 1740 - 1747
INTRODUCCION
El canon 145 § 1 define el Oficio eclesiástico así: “Oficio eclesiástico es cualquier
cargo, constituido establemente por disposición divina o eclesiástica, que haya de
ejercerse para un fin espiritual.” Doctrina fundada en Presbyterorum Ordinis, 20 b.
Por tanto, abrogada la distinción entre párrocos movibles e inamovibles, hay que
revisar y simplificar el proceso en el traslado y separación de los párrocos, para que el
Obispo, salvo siempre la equidad natural y canónica, pueda proveer mejor a las
exigencias del bien de las almas” (Christus Dominus 31. c)
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De una parte se exige la estabilidad para el bien de las almas y de otra parte, el
traslado y separación de los párrocos que se facilita para el bien de las almas.
Pero el traslado y la remisión de los párrocos, en esta parte, no tiene carácter penal sino
sentido pastoral. En efecto la remoción penal tratada como “privación” es una pena por
un delito, cualquiera sea el oficio (c. 196 § 1 y 1336 § 1, n. 2).
Canon 1740 Cuando, por cualquier causa, aun sin culpa grave
del interesado, el ministerio de un párroco resulta perjudicial o
al menos ineficaz, éste puede ser removido de su parroquia por
el Obispo diocesano.
LAS CAUSAS
Canon 1741 Las causas por las que un párroco puede ser
legítimamente removido de su parroquia son principalmente las
siguientes:
1º. un modo de actuar que produzca grave detrimento o
perturbación a la comunión eclesiástica;
2º. la impericia o una enfermedad permanente mental o
corporal, que haga al párroco incapaz de desempeñar útilmente
sus funciones;
3º. la pérdida de la buena fama a los ojos de los feligreses
honrados y prudentes o la aversión contra el párroco, si se prevé
que no cesarán en breve;
4º. la grave negligencia o trasgresión de los deberes
parroquiales, si persiste después de una amonestación;
5º. la mala administración de los bienes temporales con daño
grave para la Iglesia, cuando no quepa otro remedio para este
mal.
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PRIMERA CAUSA
Segunda causa
La enfermedad permanente, puede ser física (parálisis, ceguera, sordera, afonía etc.),
o de orden psíquico (demencia senil, neurosis, etc.). La enfermedad, además de ser
grave, debe ser de carácter permanente, que es la que impide el buen ejercicio
pastoral. Enfermedades graves pero de carácter transitorio no se consideran, porque
tienen mejoría.
Tercera causa
La persona del párroco que resulta negativa para los fieles, es decir que lo rechazan a
él y a su ministerio. En otras palabras, como lo trae el canon existe aversión contra el
párroco.
La pérdida de la buena fama ante los feligreses, es una causa objetiva porque se
origina de una condición negativa del párroco. En cambio la “aversión al párroco” es
más de origen subjetivo que objetivo. Será objetiva si se funda en una condición del
párroco y será subjetiva si la aversión se funda en opinión pública sin fundamento.
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El Canon advierte que esa pérdida de estima entre los feligreses honrados y
prudentes, que son aquellos que no se signen a comentarios mentirosos, como
tampoco aceptan versiones carentes de fundamento.
Cuarta causa
Esta cuarta causal tiene dos aspectos: Grave negligencia, que consiste en la omisión de
las acciones positivas del ministerio del párroco que debía hacer y la Trasgresión que
consiste en la realización de las acciones negativas que debía omitir.
El párroco debe ser amonestado y de tal monición debe quedar constancia, por tanto
debe ser escrita. Se supone que por ella el párroco se corrige de lo contrario es causa
para su remoción.
Quinta causa
EL PROCEDIMIENTO A SEGUIR
En caso que acepta la sugerencia y renuncia
El plazo de quince días que el canon 1742 § 1 le concedió al párroco para presentar su
renuncia, puede ser ampliado al repetirle la invitación, por no haber dado respuesta.
Tal invitación se hace por escrito, cuya copia queda en el expediente. Los días de
prórroga para que el párroco responda, dependen del Obispo, pero deben darse de
manera que le sea posible consultar y madurar su actitud.
El parágrafo segundo señala la conducta que se debe seguir respecto de la actitud del
párroco. Debe constar que recibió la nueva invitación y que sin motivo alguno no
respondió o que se niega a renunciar sin manifestar las razones de su negativa.
Puede suceder que el párroco, presente razones para demostrar que la causa alegada
no se fundamenta bien. Sea que el Obispo considere que los motivos aducidos sean
suficientes o insuficientes, para no denegar el derecho de defensa y proceder
válidamente:
Invitará al párroco para conozca el expediente y presente sus alegatos por
escrito. Para esto se le fijará un plazo suficiente. El expediente lo leerá en lugar
conveniente y no podrá sacarlo. Estará debidamente foliado y con el índice
correspondiente.
Con la defensa del párroco se completará el expediente y ahora sigue el
estudio del expediente con los dos párrocos. Si los anteriores presentan alguna
dificultad se pueden nombrar otros, del Consejo Presbiteral o fuera d él, pero
han de ser párrocos.
La decisión final puede ser: de remoción del párroco o de dejarlo en su
parroquia. Esta decisión se hará por decreto. El expediente debe quedar
archivado para evitar que se divulgue algo que debe ser secreto.
Se precisa que la ejecución del Decreto sea de inmediato, sea que el párroco
removido haya interpuesto apelación al Decreto o no la haya puesto.
CAPITULO II
DEL MODO DE PROCEDER EN EL TRASLADO
DE LOS PÁRROCOS
La causa justa
El procedimiento administrativo del traslado de los párrocos tiene como finalidad “El
bien de las almas o la necesidad o utilidad de la Iglesia”, es por tanto una finalidad de
carácter pastoral.
Tal finalidad puede requerir que “un párroco que rige con fruto” la parroquia sea
trasladado a otra parroquia o a otro oficio, que en concepto del Obispo requiere su
dinamismo y celo pastoral.
El procedimiento, lo dice en pocas palabras el canon: “el Obispo le propondrá por
escrito el traslado”. El motivo que le hacer es del todo pastoral: “Amor a Dios y a las
almas”.
El canon evita proponer que el traslado se haga “contra la voluntad del titular de la
parroquia”. La actuación del Obispo debe corresponder a la propuesta para el
traslado.
La propuesta se repite
El Obispo debe examinar las razones expuestas por el párroco para rehusar la
propuesta de suya. Esta se fundó en motivos pastorales o necesidad de la Iglesia o el
bien de las almas.
Los argumentos pueden ser valederos, pero si el Obispo ve que necesidad pastoral la
soluciona con el traslado de ese párroco, entonces le puede insistir de nuevo.
A esa convicción llegó habiendo consultado con dos párrocos, los nombrados del
Consejo Presbiteral. La ponderación de las razones, se hace mirando el pro y el
contra. Pero en todo se ha de tener en cuenta la equidad canónica. No se trata de una
imposición sino de una necesidad pastoral.
Ante estas dos situaciones, en que ninguno cede, el Obispo goza del derecho de
trasladar al párroco y esto porque la razones o motivos que tiene el Obispo deben ser
graves (c. 190 § 2). Entonces da el Decreto declarando vacante la parroquia.
101
Con la mirada pues en “la salvación de las almas, el Concilio Vaticano II, determinó:
“hay que revisar y simplificar el proceso en el traslado y separación de los párrocos,
para que el Obispo, salvando siempre la equidad natural y canónica, pueda proveer
mejor a las exigencias del bien de las almas.” (Christus Dominus, 31 c)