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DECLARACION DERECHOS DEL HOMBRE

Los Representantes del Pueblo Francés, constituidos en Asamblea


Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el menosprecio
de los derechos del Hombre son las únicas causas de las calamidades
públicas y de la corrupción de los Gobiernos, han resuelto exponer, en
una Declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y
sagrados del Hombre, para que esta declaración, constantemente
presente para todos los Miembros del cuerpo social, les recuerde sin
cesar sus derechos y sus deberes; para que los actos del poder
legislativo y del poder ejecutivo, al poder cotejarse en todo momento
con la finalidad de cualquier institución política, sean más respetados y
para que las reclamaciones de los ciudadanos, fundadas desde ahora
en principios simples e indiscutibles, redunden siempre en beneficio
del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos.

En consecuencia, la Asamblea Nacional reconoce y declara, en


presencia del Ser Supremo y bajo sus auspicios, los siguientes derechos
del Hombre y del Ciudadano:

Artículo 1

Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las


distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.

Artículo 2

La finalidad de cualquier asociación política es la protección de los


derechos naturales e imprescriptibles del Hombre. Tales derechos son
la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Artículo 3

El principio de toda Soberanía reside esencialmente en la Nación.


Ningún cuerpo ni ningún individuo pueden ejercer autoridad alguna
que no emane expresamente de ella.

Artículo 4

La libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudique a los


demás. Por ello, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre
tan sólo tiene como límites los que garantizan a los demás Miembros
de la Sociedad el goce de estos mismos derechos. Tales límites tan sólo
pueden ser determinados por la Ley.

Artículo 5

La Ley sólo tiene derecho a prohibir los actos perjudiciales para la


Sociedad. Nada que no esté prohibido por la Ley puede ser impedido, y
nadie puede ser obligado a hacer algo que ésta no ordene.

Artículo 6

La Ley es la expresión de la voluntad general. Todos los Ciudadanos


tienen derecho a contribuir a su elaboración, personalmente o a través
de sus Representantes. Debe ser la misma para todos, tanto para
proteger como para sancionar. Además, puesto que todos los
Ciudadanos son iguales ante la Ley, todos ellos pueden presentarse y
ser elegidos para cualquier dignidad, cargo o empleo públicos, según
sus capacidades y sin otra distinción que la de sus virtudes y aptitudes.
Artículo 7

Ningún hombre puede ser acusado, arrestado o detenido, salvo en los


casos determinados por la Ley y en la forma determinada por ella.
Quienes soliciten, cursen, ejecuten o hagan ejecutar órdenes
arbitrarias deben ser castigados; con todo, cualquier ciudadano que
sea requerido o aprehendido en virtud de la Ley debe obedecer de
inmediato, y es culpable si opone resistencia.

Artículo 8

La Ley sólo debe establecer penas estricta y evidentemente necesarias,


y tan sólo se puede ser castigado en virtud de una Ley establecida y
promulgada con anterioridad al delito, y aplicada legalmente.

Artículo 9

Puesto que cualquier hombre se considera inocente hasta no ser


declarado culpable, si se juzga indispensable detenerlo, cualquier rigor
que no sea necesario para apoderarse de su persona debe ser
severamente reprimido por la Ley.

Artículo 10

Nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas,


siempre y cuando su manifestación no perturbe el orden público
establecido por la Ley.

Artículo 11
La libre comunicación de pensamientos y opiniones es uno de los
derechos más valiosos del Hombre; por consiguiente, cualquier
Ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, siempre y
cuando responda del abuso de esta libertad en los casos determinados
por la Ley.

Artículo 12

La garantía de los derechos del Hombre y del Ciudadano necesita de


una fuerza pública; por ello, esta fuerza es instituida en beneficio de
todos y no para el provecho particular de aquéllos a quienes se
encomienda.

Artículo 13

Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de


administración, resulta indispensable una contribución común, la cual
debe repartirse equitativamente entre los ciudadanos, de acuerdo con
sus capacidades.

Artículo 14

Todos los Ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o


a través de sus representantes, la necesidad de la contribución pública,
de aceptarla libremente, de vigilar su empleo y de determinar su
prorrata, su base, su recaudación y su duración.

Artículo 15
La Sociedad tiene derecho a pedir cuentas de su gestión a cualquier
Agente público.

Artículo 16

Una Sociedad en la que no esté establecida la garantía de los


Derechos, ni determinada la separación de los Poderes, carece de
Constitución.

Artículo 17

Por ser la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser


privado de ella, salvo cuando la necesidad pública, legalmente
comprobada, lo exija de modo evidente, y con la condición de haya
una justa y previa indemnización.

CONSTITUCION 1791

LA CONSTITUCIÓN DE 1791 DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

La Constitución de 1791 es el producto de los primeros años de la


Revolución Francesa, y marcó un hito muy importante en el avance de la
participación política frente al anterior modelo del Antiguo Régimen.
Hemos ya hablado de los hechos históricos que fueron marcando el
camino de Revolución durante la Asamblea, veamos ahora cuál fue su
máxima labor: la Constitución de 1791.
El 3 de septiembre de 1791, la Asamblea Nacional Constituyente,
aprobó la Constitución del 91 que estuvo en vigencia hasta el 10 de
agosto de 1792. Ella proclamaba el principio de soberanía popular y
organizaba un régimen de monarquía parlamentaria, introduciendo la
división de poderes de Montesquieu.

Sufragio: Era censatario y dividía a los ciudadanos en activos y pasivos.


Los activos eran quienes, además de cumplir con requisitos de edad y
domicilio, pagaban una contribución equivalente a tres jornadas de
trabajo. Quienes no podían pagar eran considerados ciudadanos pasivos
y no tenían derecho a votar.

Los ciudadanos activos votaban electores (para ser elector había que
pagar una contribución directa equivalente a diez jornadas de trabajo) y
eran los electores quienes elegían diputados (para ello había que poseer
una propiedad territorial y pagar una contribución directa de un marco).
Otra característica era que los ciudadanos activos, tenían reservado para
sí el derecho a formar parte de la guardia nacional.

Poder Legislativo: correspondía a una Asamblea única, permanente,


inviolable e indisoluble. Estaba integrada por 745 miembros que eran
elegidos cada dos años. Esta asamblea tenía derecho de iniciativa y
votaba las leyes, controlaba la política exterior, aprobaba los impuestos
y supervisaba a los ministros, quienes al dejar su cargo debían rendirles
cuentas.

Poder Ejecutivo: Correspondía al Rey, quien era considerado


representante de la Nación. La Monarquía era hereditaria pero el Rey
debía jurar fidelidad a la Nación y a la ley. Elegía y destituía sus ministros
pero para que sus órdenes sean válidas, necesitaba la firma de estos.
Nombraba los altos funcionarios.

El rey también dirigía la diplomacia pero no podía declara la guerra sin


consentimiento de la Asamblea. Tenía el derecho de veto suspensivo,
por el cual podía negarse por cuatro años a dar cumplimiento a las
resoluciones de la Asamblea, derecho que no se aplicaba a las leyes
constitucionales ni a las fiscales.

La promulgación de esta constitución por parte de la Asamblea Nacional


Constituyente era un gran avance respecto de la situación pre-
revolucionaria. Sin embargo, en la práctica implicaba el triunfo de la
media y alta burguesía conservadora, pues era una especie de “solución
trasaccional” con la monarquía. El equilibrio que perseguía esta
legislación terminaría por ser demasiado precario, y en apenas un año
sería dejada de lado.
La Constitución de 1793

El pueblo francés, convencido de que el olvido y el desprecio de los


derechos naturales del hombre son las únicas causas de las desgracias
del mundo, ha resuelto exponer en una declaración solemne estos
derechos sagrados e inalienables, a fin de que todos los ciudadanos,
pudiendo comparar en todo momento los actos del Gobierno con la
finalidad de toda institución social, no se dejen jamás oprimir ni
envilecer por la tiranía; a fin de que el pueblo tenga siempre ante sus
ojos las bases de su libertad y su felicidad, el magistrado la regla de sus
deberes, el legislador el objeto de su misión. En consecuencia, proclama
en presencia del Ser Supremo la siguiente declaración de los derechos
del hombre y del ciudadano.

Estas preciosas palabras constituyen el preámbulo del acta


constitucional de la declaración de los derechos del hombre y del
ciudadano de 24 de junio de 1793. Justamente, hace ahora doscientos
trece años. Hace tanto tiempo, y, sin embargo, qué actuales resultan en
el momento presente entre nosotros. Por una parte, los racionalistas
franceses no tienen empacho alguno en citar al Ser Supremo como
testigo especial de la declaración, algo que hoy produciría sonrojo entre
los más conspicuos defensores del pensamiento único dominante. Y, por
otra, se apela a los derechos naturales del hombre, a los que se califica
de sagrados e inviolables, mientras que hoy los nuevos demócratas, en
nombre del mantenimiento y conservación del poder a cómo de lugar,
han comenzado a socavar los fundamentos de la igual dignidad del ser
humano al distinguir en varias categorías a las personas en función de su
opción ideológica.

El preámbulo de la declaración está de rabiosa y palpitante actualidad.


Se parte de una afirmación tan real como lacerante, también hoy: "El
olvido y el desprecio de los derechos naturales del hombre son la única
causa de las desgracias del mundo". Es verdad, la causa de los desmanes
y desgracias que sumen en la miseria y en la pobreza a tantos millones
de seres humanos radica en la negación de los más elementales
derechos fundamentales. Y, sin embargo, el grado de sensibilidad real
frente a esta realidad es más bien escaso, a pesar de que se computen
por miles las acciones humanitarias que cada día se producen en todo el
mundo. El problema sigue presente, mientras persiste ese
individualismo insolidario que se justifica con la aportación
incondicionada de millones de dólares o de euros, cuando de lo que se
trata es de enseñar a pescar y no de regalar cañas de pescar.

"A fin que los ciudadanos no se dejen oprimir ni envilecer por la tiranía".
Hoy también hay tiranías, incluso en el seno de las formales
democracias en las que la opinión del pueblo ni cuenta ni es relevante
para los políticos que hacen de la supervivencia política el objeto y la
razón de ser de su vida. Y contra las tiranías hay que reaccionar
ejercitándose en los derechos humanos, hoy tan predicados como
violados hasta en las más rutilantes democracias.

Y el artículo primero de la declaración dispone que el Gobierno ha sido


instituido para garantizar al hombre el goce de sus derechos naturales e
imprescriptibles. Algo que también brilla por su ausencia entre nosotros,
donde el Gobierno ha preferido, en lugar de mejorar las condiciones de
vida de todos los ciudadanos, alinearse ideológicamente con quienes le
mantienen el poder y ya está. Así de fácil y así de sencillo.

La Constitución de 1793, pieza magistral del racionalismo ilustrado


francés de cuño revolucionario, parece reclamar hoy de los políticos una
reflexión compartida para trabajar para que todos vivamos en mejores
condiciones de vida y para que, de verdad y sin impedimentos, se facilite
y propicie la libertad solidaria de los españoles. Esperemos que sea
posible.

ILUSTRACION DE FRANCIA

La Ilustración francesa está marcada por la preocupación sobre


problemas sociales y políticos (Montesquieu, Voltaire, Diderot y
Rousseau), lo que explica, en parte, la aparición en el año 1789 de la
Revolución. El carácter primordial es su espíritu crítico y escéptico.

El sistema político que predomina en la Francia del siglo XVIII es lo que


se conoce como Despotismo Ilustrado. Este sistema puede definirse con
las palabras del rey Luis XIV: "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo".

Este sistema político fue el que hizo crisis en los últimos años del siglo
provocando lo que se conoce como Revolución Francesa.
ILUSTRACION DE INGLATERRA

La Ilustración inglesa fue el resultado de la combinación del empirismo


de Locke y Berkeley, y el sistema científico de Newton. Sus principales
figuras serán David Hume y Adam Smith.

Políticamente, durante el siglo XVIII se consolida el sistema


parlamentario, según el cual, donde: "El rey reina, pero no gobierna".
Quien gobierna es el Parlamento y los ministros. En definitiva, se trata
de la primera aplicación de algo parecido a la teoría de la separación de
poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) propugnada por Montesquieu.
Inglaterra fue uno de los países que más protagonismo tuvo en el
proceso de las revoluciones independentistas de las colonias
americanas. El interés inglés en la liberación de América tenía motivos
comerciales, dado que si las colonias americanas se volvían
independientes del poder español y portugués, sus puertos y mercados
quedarían abiertos al comercio con los barcos británicos.

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