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Rossemberg Patiño Flórez

05 de agosto de 2020

Reflexión bíblica no. 3 - El Dios de la misión: el Dios vivo se da a conocer en Israel

Describa cómo usted ha aprendido en términos vivenciales que YHVH es uno y que

todo le pertenece. Con respecto a lo mismo y a la luz de la presentación de Christopher

Wright, ¿Cuáles son los puntos de contacto entre la experiencia de Israel y su experiencia

personal?

Yo crecí en un ambiente evangélico cargado de experiencias sobrenaturales. En el

desarrollo temprano de mi vida cristiana estuvieron presentes los testimonios

grandilocuentes de hombres que de asesinos, drogadictos y satanistas habían llegado a

conocer al Señor y ahora hacían milagros sorprendentes. Oía hablar a hombres y mujeres de

haber visto el cielo y le infierno, de haber sobrevivido a la muerte, de haber resucitado

muertos. Ellos se jactaban de haber sido elegidos por Dios y estar dotados de un poder

especial.

Mi vida iba pasando y yo no había experimentado a Dios de la forma como suponía

que era la correcta. No había hecho ningún milagro, no había tenido ningún viaje al cielo y

al infierno, no hablaba lenguas, no profetizaba. Era frustrante. Pero luego de los cambios

bruscos que se produjeron en mi vida tuve la oportunidad de vivir una nueva faceta de mi

relación con Dios.

Por esta razón para la reflexión de esta semana quiero mostrar cómo he conocido al

Dios único haciendo una introspección a través de (1) el milagro que ha sido mi vida, (2)

mi vida de servicio religioso, y (3) los actos de poder de Dios que he visto. Todo esto
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mostrará cómo experimenté a Dios y trataré de mostrar los puntos de contacto con lo

expuesto por Wright en el capítulo leído.

Mi papá me ha contado muchas veces que nací a los siete meses de gestación y que

tuve que pasar mucho tiempo en incubadora y bajo estricto cuidado de los médicos por un

problema cardiaco. Mis padres eran pastores en esa época y la situación económica no era

buena. Por esa razón decidieron sacarme del hospital. Los médicos les hicieron firmar un

documento donde libraban de cualquier responsabilidad al centro médico de lo que me

pudiera suceder. Mi papá dijo, “yo creo que Dios le dará vida a mi hijo” y procedió a firmar

el documento. Como dije, la historia la he escuchado muchas veces, pero tuvo sentido para

mí como cuando recibí la comisión por parte de mi denominación para fundar una nueva

iglesia (esto fue hace dos años en Medellín).

Mi niñez tuvo dos grandes traumas. Uno de ellos fue enfermarme con mucha facilidad

y el otro, sentir el rechazo de mi madre. Sin embargo, a través de la restauración de mi

salud y la construcción de una nueva relación con mi madre (aún en proceso) puedo

conocer al Dios único. La enfermedad cardiaca perduró muchos años con mucha fuerza.

Me frustraba querer correr con fuerza y de repente sentir una punzada en el pecho que me

tiraba al piso. Me frustraba querer ocupar los primeros lugares en el colegio, pero gracias a

semanas enteras postrado en cama con fiebres altísimas debía conformarme con mantener

el promedio. Me frustraba escuchar a la gente decir que yo no tenía mamá; y me frustré más

cuando vi a mi madre, después de muchos años (yo no recordaba su rostro), y ella no

reflejó ninguna emoción por verme. Pero Dios escuchó las oraciones de mi papá y de un día

para otro ya no me enfermaba más, ocupaba el primer lugar en calificaciones y practicaba

deportes de alta exigencia física. Un día también alguien me dijo que yo no había
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perdonado a mi mamá (aunque yo suponía que sí) y tuve que pedirle a Dios que me

permitiera amar a mi mamá como un hijo puede hacerlo (seguimos en proceso).

Esto me recuerda que Dios escucha el sufrimiento de sus hijos y que es poderoso,

como ningún otro lo es, para librarlos e incluirlos en sus planes. En el milagro de mi vida

Dios se ha dado a conocer como el único Dios.

Un año después de haber sido incorporado al Ejército Nacional me ofrecieron la

oportunidad de servir en el departamento de inteligencia militar. Durante muchos años

consideré que este había sido mi más grande logro. Un simple soldado llegó a ser el asesor

del comandante del batallón en asuntos de inteligencia militar. Todos me decían que tenía

futuro en la milicia y cuando estaba convencido de quedarme allí sentí que Dios me

llamaba a algo menos glorioso (en el campo profesional), pero mucho más relevante. Al

salir del Ejército inicié labores en la iglesia y encontré el más grande deleite para mí: servir

a aquellos a quienes el Señor ama. Un día anduve con agua hasta la cintura, pero armado

con un rifle de precisión. Pero otro día estaba con agua hasta las rodillas caminando para

llegar al lugar donde nos esperaban para celebrar un culto a Dios.

Esto me recuerda que Dios se acordó de mí y me incluyó en su misión. Su misión no

consistía en destruir los enemigos del Estado. Su misión consistía en reconciliar al mundo

consigo mismo y me incluyó en ella. Tal como lo hizo con Israel, ahora lo hacía conmigo.

Dios salió en defensa de Israel cuando sus enemigos eran más fuertes que ellos, pero

también mostró su poder al levantarles enemigos que sirvieran como instrumentos de juicio

para ellos. La misericordia y el juicio de Dios son elementos que trabajan de la mano para

mostrar al Dios único. Lo mismo hizo conmigo. Hizo a mis enemigos ciegos y sordos, de

modo que estuvieron a solo dos metros de distancia y no me vieron, ni me escucharon.


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Quizás si hubiese estado armado ese día no habría orado con tanta devoción. Pero

desarmado y solo oré a Dios y él escuchó mi oración. Esta fue una de mis últimas

operaciones militares. Quién más sino el Dios que desde mi nacimiento ha estado

guardándome podría librarme de una muerte segura.

Las historias de los cristianos en mi niñez no hacían justicia a la magnífica providencia

de Dios. Por eso la Biblia cuando habla de Dios y lo extraordinariamente único que es, lo

hace mostrando cómo ha intervenido en la historia de personas y naciones. Así conocí al

Dios único, rebobinando mi pasado para ver las formas en las que el Todopoderoso había

estado presente.

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