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Narrativa Gráfica. Los Entresijos de La Historieta (A M Peppino Barale)
Narrativa Gráfica. Los Entresijos de La Historieta (A M Peppino Barale)
© José Ronzón/prólogo
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de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por
fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, de los editores.
I. Andamiaje Teórico
III. Creadoras
IV. Reseña
Presentación y valoración
13
Una historia que contar:
14
te correría en su difusión, si nuestra institución, como otras, padece
la grave deficiencia de la distribución editorial. La Dra. Peppino me
preguntó cuál era la experiencia de la uam en versiones electrónicas
de publicaciones, le contesté que no sabía con exactitud. Platicamos
al respecto y llegamos a la conclusión de que nuestra universidad
no había ingresado al formato de libro electrónico, siendo que esta
modalidad había resuelto de manera significativa la difusión y la ac-
cesibilidad a resultados de investigación.
Acordamos que lo intentaríamos por esa ruta y nos propusimos
trabajar en ello y he aquí el aporte institucional de este esfuerzo. Nos
dimos a la tarea de tocar puertas en nuestra institución y confirma-
mos que no contábamos con esa modalidad en varias de nuestras ins-
tancias editoriales. Por fortuna, Ana María Peppino contactó a Ber-
nardo Ruiz, quien se desempeña como Director de Publicaciones y
Promoción Editorial en la Rectoría General, ella le platicó el proyecto
y él le dijo que estaban interesados en experimentar en este formato.
Así, nos dimos a la tarea de armar y construir esta vía de publicación
en nuestra institución. Hay que reconocer que Ana María Peppino,
investigadora visionaria, es la primera que usa este medio que desea-
mos se vaya acrecentando gracias a la participación de más colegas.
Bienvenidos a esta publicación.
José Ronzón
Departamento de Humanidades
uam-Azcapotzalco
15
La mirada opulenta
Ana María Peppino Barale
1 Aquí se empleará preferentemente el término “historieta” en lugar de “cómic”, si bien esta última se respetará en títulos,
citas o referencias bibliográficas.
2 Román Gubern, El lenguaje de los comics, p. 107.
16
del lector”.3 Para Will Eisner (usa, 1917-2005), el creador del clásico
The Spirit –registrado en 1940–, se trata de un “arte secuencial”4 que
permite la exploración de nuevas formas de practicar la narración de
historias a través del dibujo, lo que le llevó a crear Contrato con Dios
(1978) al que llamó “novela gráfica”. Por su parte Gubern afirma:
3 Scott McCloud, Entender el cómics. El arte invisible, p.9; promotor de los webcómics, ver de
su autoría La revolución de los cómics y Cómic de 24 horas.
4 En 1988, Editorial Norma publicó de Will Eisner, El cómic y el arte secuencial.
5 Román Gubern, La mirada opulenta, p. 222.
6 Antonio Altarriba, “La historieta. Un medio mutante”. <http://www.antonioaltarriba.com/
wp/wp-content/uploads/2012/04/H00EC06.pdf>
7 Según me escribió Federico Reggiani si bien la intención del grupo de investigación al que
pertenece consiste en ampliar el estudio de la historieta para que “gane un lugar institucio-
nal más sólido”, no resulta sencillo dado que la “hibridez” disciplinaria de este lenguaje hace
que no sea sencillo encuadrar a la historieta en una facultad determinada (y es algo que
ocurre en varias universidades): Letras, Comunicación, Artes plásticas, todas y ninguna...”.
17
ducción industrial y la circulación masiva”.8 ¿Cuáles personajes y au-
tores son representativos del género?, ¿qué experiencias determinan
que jóvenes mujeres se decidan a transitar por el sinuoso camino de
la narrativa gráfica? En las siguientes tres partes se intenta responder
a esas cuestiones, si bien queda claro que ninguna argumentación es
por sí concluyente, ya que el fin de las presentaciones es despertar un
interés ampliado por esta forma expresiva que ha trascendido el sim-
ple entretenimiento para merecer el interés de estudiosos diversos.
En la parte i de esta obra se encuentran respuestas, propuestas,
revisiones y proposiciones, que ayudan a entender de qué se trata
cuando se habla de la historieta, lo que permite abordarla con ma-
yor certeza como un corpus adecuado para la discusión en el ámbito
académico. Pero, es necesario aclarar desde ahora que no se trata de
un campo claramente definido sino de un espacio en construcción
que, por eso mismo, se presta a divergencias, a razonamientos a me-
nudo contradictorios, con puntos de vista y análisis particulares que
generan corrientes teóricas que traen formas originales de observar
las fascinantes producciones historietísticas. Desde Sevilla en Espa-
ña y desde Córdoba9 y Buenos Aires en Argentina, las cinco colabo-
raciones dan cuenta de la variabilidad de enfoques desde los cuales
abordar el análisis de un objeto de estudio sobre el cual aún no existe
un acuerdo general para denominarlo. De ahí, precisamente, el valor
de sus aportaciones a esta Narrativa gráfica que está dirigida no sólo
a especialistas y conocedores, sino también a lectores interesados en
este fenómeno cultural que trasciende fronteras, tiempos e idiomas.
En “De la viñeta a la novela gráfica”, Manuel Barrero propone “un
modelo para la comprensión de la historieta” a partir de la teoría de-
sarrollada por el lingüista danés Louis Hjelmslev (1899-1965), con la
colaboración del fonetista Hans Jørgen Uldall (1907-1957), denomina-
da glosemática. Dicho instrumento conceptual le permite responder
a cuestiones puntuales, tales como: “con qué signos se articulan sus
relatos, cómo se organizan y desglosan sintagmáticamente esos sig-
nos ya articulados, y dónde podemos localizar los paradigmas que le
confieren carta de naturaleza narrativa.” Las respuestas, desplegadas
claramente, ayudan a comprender el funcionamiento del lenguaje de
la historieta entendida ésta como un “medio híbrido que exige un tra-
tamiento que no se ciña a lo puramente gráfico ni a lo exclusivamen-
te textual”; página a página contrasta, redefine, concluye, con el pro-
pósito firme de reformular elementos ya conocidos que le permitan
apoyar su razonamiento, camino que conduce a explicar la ubicación
18
de la historieta en una superficie ideal llamada “plana”, donde se ar-
ticulan los “historietemas”. Desde ese enfoque, Barrero se aparta de
la corriente crítica desarrollada en torno al belga Thierry Groensteen
(1957), quien considera a la historieta como “género” literario, toman-
do a la viñeta como unidad mínima de significado y nombrando como
“contigüidad icónica” a la relación existente entre la sucesión de las
mismas. En suma, el autor propone un abordaje en el que se separa
el plano del contenido de aquel que corresponde a la expresión y con
ello se pueda reconocer la forma y sustancia de ambos, para evitar “la
desustanciación de su expresión mediante etiquetados comerciales/
modales como novela gráfica,” con lo cual se separan los elementos
que conforman el discurso verboicónico restando validez a la estima-
ción del medio que se consigue si se analizan conjuntamente.
Lucas Berone se acerca críticamente al discurso que configuró
a la historieta como un objeto de estudio atrayente, en un lugar (Ar-
gentina) y en un tiempo determinado (1982-1994). A partir del título
integral de “Historieta, discurso crítico, literatura”, delimita su inten-
ción al precisar que detendrá su atención sobre “cruces, imposiciones
y ausencias”; comienza por establecer dos corrientes fundadoras del
discurso crítico de la historieta, con Oscar Masotta10 a fines de los
años sesenta del siglo xx y la posterior línea determinada por un gru-
po de estudiosos del que destaca Juan Sasturain.11 Precisamente, de
este último se revisa su propuesta crítica expuesta en cinco ensayos
escritos entre 1984 y 1991. Previamente, en una cronología inversa, re-
visa las visiones y principios expuestos por Pablo de Santis y Marcelo
Birmajer, a quienes Berone los inscribe en la segunda fundación lide-
reada por el “conjunto de principios o axiomas críticos que sostienen
la propuesta de Sasturain”, pero que tienen su propia atalaya desde la
cual extienden su mirada personal sobre la producción historietística.
La diversidad de argumentos sobre estos productos narrativos
híbridos, está fundamentada en planteamientos teóricos diversos
que dan lugar a una mirada más integral, y hasta lúdica, del fenóme-
no en cuestión. En esta línea de gestación de propuestas innovadoras,
Sebastian Gago aporta una línea de análisis escasamente seguida por
otros estudiosos. Se trata de “Los estudios de recepción”, a los que
19
considera “una necesidad del campo de la historieta” porque permi-
ten estudiar a esta última “como proceso de comunicación y produc-
ción de sentidos, en la sociedad y en la cultura”. Para ello, se apoya
principalmente en perspectivas teóricas como las expresadas por los
integrantes de la escuela de Estudios Culturales Británicos, en la teo-
rización de Pierre Bourdieu sobre consumo cultural y otras. Destaca
la precisión conceptual que le permite establecer una base firme des-
de la cual analizar su objeto de estudio, esta labor de delimitación teó-
rica es indispensable para precisar el enfoque desde donde se observa
un fenómeno cultural masivo como la historieta.
Por su parte, Federico Reggiani nos introduce en un sector que
tiene exponentes de larga data, distintas nacionalidades, femeninos
o masculinos, unidos por un afán quizás catártico o liberador de emo-
ciones, hechos o circunstancias, que marcaron su vida y que tienen
necesidad y predisposición a compartirlas con otros. Se trata de la
historieta autobiográfica, que retoma esa manera antigua de dejar
huella escrita sobre los aconteceres importantes de la propia vida.
La lista de sus creadores es extensa, desde el recientemente fallecido
Harvey Pekar,12 hasta la iraní Marjane Sartrapi.13 La editorial Norma
reunió en La vida en viñetas: historias autobiográficas, cuatro relatos
de Will Eisner, para gozo de los seguidores del autor de The Spirit y
para reconocimiento de las posibilidades que pueden desarrollarse
con esta estructura iconoverbaica. En la Semana Negra de Gijón, en
2008, en la sección dedicada al cómic, se dio énfasis a las historietas
autobiográficas y con tal motivo se obsequio a los asistentes a las con-
ferencias un estudio crítico de ese formato expresivo para presentar
así a autoras y autores presentes en las jornadas.14 Reggiani, en su
“Historietas, autobiografía y enunciación: las increíbles aventuras del
yo”, parte de otro célebre caso, “Maus. Relato de un superviviente” de
Art Spiegelman,15 para preguntarse sobre la legitimidad de relacionar
personaje con autor y, también, para cuestionar la función de la re-
presentación gráfica del yo. Interesado en analizar el procedimiento
en que se “construye un personaje que se propone como una primera
persona del singular”, deja de lado aquellos autores que apelan a otro
yo, renunciando así a expresar el yo. Para examinar la distinción entre
narrar y mostrar se vale de la historieta autobiográfica “El granjero de
12 Ohio, 1939-2010. Animado por su amigo Robert Crumb, en 1975 Pekar comienza a escribir
su obra autobiográfica American Splendor que sería dibujada por autores diversos, Crumb el
primero de ellos.
13 Vid., Diana M. Magaña Hernández, “Persépolis. La vida de una mujer en un regimen islámi-
co” en Fuentes Humanísticas, núm. 39, ii semestre de 2009, pp. 59-78.
14 Gálvez, Pepe y Norman Fernández. Egoístas, egocéntricos y exhibicionistas. La autobiogra-
fía en el cómic, una aproximación. Semana Negra: Hermosos e Ilustrados, 3. Se presentaron
Spain Rodríguez, Phoebe Gloeckner, Rachel Deville, Fabrice Neaud, Luís García, Ramón Bol-
dú, Carlos Giménez, Miguel Gallardo, Joan Mundet y Nacho Casanova.
15 De 1977 a 1991, “Maus” se publicó por entregas en la revista Raw; reunidas posteriormente en un
volumen único, como “novela gráfica”; en 1992, obtuvo el premio Pulitzer entre muchos otros.
20
Jesú”, porque ella le permite contrastar “el aparato formal de la enun-
ciación” con el “funcionamiento de los mecanismos equivalentes que
utiliza una narración por imágenes”.
Para concluir la primera parte, Laura Vazquez revisa con minu-
ciosidad el proceso de “La construcción de la historieta como objeto
de estudio en la Argentina”, mirada que se extiende en un lapso de
veinte años donde se entremezcla “comunicación, lenguaje y política”,
trilogía que permite un abordaje teórico integral como se comprende
a medida que se avanza en una lectura que va descubriendo la trama
que se teje desde diversas tendencias de investigación, mismas que
van respondiendo a corrientes interpretativas del momento. Así, se
correlaciona el examen de la historieta como medio y las líneas de
estudio sobre comunicación y cultura en boga que se exponían en
publicaciones periódicas que reproducían debates, propuestas, inter-
pretaciones y posturas teóricas del grupo. Cierra con la mirada crítica
sobre una polémica doble a la que se abocaron los estudiosos del tema
en ese momento: la legitimación y la marginalidad de la historieta.
La parte ii se dedica a enfatizar casos particulares tanto de per-
sonajes como de creadoras y creadores, que son diseccionados por las
y los exponentes quienes revelan su particular modo de analizar vi-
ñetas. Ante la paridad lograda –y por puro orden alfabético– destaca
la mirada crítica femenina que escudriña en las dos primeras colabo-
raciones a creadoras, igualmente argentinas; por su parte, los mexi-
canos se dejan seducir por personajes célebres antes de dar entrada
a una española versada en este tema, quien ahora reflexiona sobre
la presencia de personajes con padecimientos mentales relacionados
con los propios autores.
Mariela Acevedo, “En la trinchera, una mujer: la obra de Patri-
cia Breccia”, fija en el título el lugar en que coloca la obra de la histo-
rietista, para recalcar que es desde una zanja defensiva desde donde
analiza su posición discursiva y transgresora, y su relación con una
publicación que marcó un hito en el género. La revista Fierro es todo
un icono que fijó un antes y un después en el recuento historietísti-
co que trasciende el país de origen porque permite entender que lo
político también es cultura, que palabra e imagen pueden convertirse
en una trinchera que es a la vez refugio y compromiso. Sin embar-
go, ese espacio libertario no es igual para mujeres que para varones,
en él es dado encontrar las trazas de un insuperado androcentris-
mo en un discurso aparentemente igualitario que, y no es poco, per-
mea el acontecer diario. Tal es así, que Patricia Breccia como mujer
creadora tiene una doble tarea, una doble jornada que le impide dedi-
carse a su profesión de tiempo completo. Pero esto último es sólo una
parte de los mecanismos de exclusión y de subordinación que deben
enfrentar las creadoras en un campo de trabajo –no es por supuesto
el único– donde impera el modo de ver y de actuar masculino. En este
caso, además, Patricia tiene que pagar su derecho de un lugar propio,
21
separado de su famoso padre. La trayectoria marcada por esta guerre-
ra es expuesta claramente por Acevedo que deja al descubierto que
la construcción de una sociedad equitativa aún no alcanza un grado
aceptable.
Por ese mismo camino se desplaza el razonamiento de Mariel
Cerra cuando fija su vista en “La representación de la mujer en la obra
de Maitena”. En este caso, se trata de una historietista que alcanzó el
éxito nacional e internacional ante su propia sorpresa que la lleva, a
expresar que:
22
se apegaba a la sentencia: ”ladrón que roba a ladrón, merece cien
años de perdón”–, que afiló navajas para escribir “La inteligencia en
llama” donde incorpora personajes del mundo de las letras que ayu-
dan a Fantomas a buscar al iniciador de la guerra contra la cultura es-
crita. Así, Susan Sontag, Octavio Paz, Alberto Moravia y Julio Cortázar
resultan personajes de historieta. El último, pasa de personaje a autor
de otra narrativa gráfica que parte del final original para construir su
propia historia por la que desfilan múltiples escritores, desde Italo
Calvino a Juan Carlos Onetti.
También de México, José Hernández Riwes Cruz se decide por
“La mirada del Chanoc” desde donde observa el devenir cultural de
México cuyo horizonte histórico lo fija justamente el 15 de ocubre
de 1959, cuando la revista sale a la calle desde los talleres de Publi-
caciones Herrerías, con 32 páginas y portada impresas a todo color.
Así comenzó la trayectoria exitosa de esa delirante parafernalia de
personajes encabezados por el joven pescador y su insuperable pa-
drino; fue tal su aceptación que entre sus lectores hubo un integrante
del reino celestial, según el chiste sobre otro célebre personaje, Pepito,
que al morir y llegar al cielo lo recibe un adormilado San Pedro que
inquiere: “—¿Quién es?.../ —¡Soy Pepito! / —¿Qué Pepito?, no conozco
a ningún Pepito.../ —¡Pepito, el de los cuentos!.../ —¡Ah, pues déjame
el Chanoc!...18 Pie a tierra y seriamente, Hernández desmenuza la tra-
yectoria seguida por Chanoc estableciendo un paralelismo con el en-
torno sociopolítico y cultural del momento mexicano; analiza –casi en
el diván– a los protagonistas, incluyendo los propios escenarios don-
de se ubica la narración; hace hincapié en el papel determinante de
los guionistas –De Lucenay, Zapiáin y De la Torre–, en los cambios
de carácter de los personajes, discursos que entiende en su rela-
ción directa con periodos culturales del México del siglo xx, que van des-
de finales de los años 50 y se continúan en las dos décadas siguientes.
Last but not least, Ana Merino19 dirige su mirada experta hacia
“Rincones de ensimismamiento en la novela gráfica”, para introdu-
cirse en recintos estremecedores por los que desfilan personajes que
se pierden en laberintos insondables y que, por otro lado, son entra-
ñables para los propios autores. Las obras analizadas, generalmente
autobiográficas, comparten características que permiten asignarle el
calificativo de “novelas” dibujadas, dado que el relato adquiere carac-
terísticas complejas al referirse a lo que les sucede (acción), a ciertas
personas (caracteres), ubicadas en lugares, tiempo y circunstancias
específicos (ambiente), con lo que se cumple con los tres elementos
23
característicos de ese género literario.20 Los casos que Merino anali-
za están ligados por su alusión dolorosa a fallas mentales que llevan
al deterioro inexorable del sujeto que las sufre, y que repercuten con
su degradación en las vidas de las personas cercanas. El descarnado
relato de la pérdida de memoria que Paco Roca ubica en un contexto
social y familiar en que la vejez es un estigma, que aumenta la sensa-
ción de inutilidad de los involucrados, se compensa con la fuerza de la
amistad en su más alto grado que lleva un hálito de solidario empuje a
quien se descubre en la desmemoria. Estas historias parecen escritas
para exorcizar demonios, pero también, para sentar ejemplo de ter-
nura, delicadeza y comprensión de otras “fallas” mentales como la su-
frida por María, con su autismo, y que su padre Miguel Gallardo logra
brincar por medio del dibujo y que se registran en una novela gráfica.
En la parte iii dos creadoras, española una, mexicana la otra, se
autodefinen, relatan desde su particular experiencia su desarrollo en
el mundo de la historieta y afines; afortunadamente no son las úni-
cas en este campo históricamente masculino en el que van surgiendo
cada vez con mayor empuje el nombre de creadoras que van conquis-
tando espacios con sus propuestas. Resulta siempre interesante sa-
ber de propia boca cómo desde jóvenes estas dos mujeres se ven en-
vueltas, por su afición al dibujo, en la parafernalia historietística. Dan
cuenta de su decisión de abrirse camino con su trabajo a pesar de las
múltiples piedras con las que se tropiezan en el trayecto.
Con ellas, e incluida mi aportación, repito, se ha cumplido con
la equivalencia que debe adoptar toda mirada a un fenómeno, par-
ticularmente cuando en él se presentan creaciones de uno y otro
sexo. De este modo, sobre el objeto de estudio se completa una vi-
sión más integral al entender la opulencia desde la equidad, al me-
nos sobre esa particularidad se ha construido esta propuesta sobre
la narrativa gráfica.
Carla Berrocal se define en el título: “—Y tú, ¿qué eres? —Pinta-
monas”; contundente afirmación que no deja duda sobre su opción
profesional. En un aporte desenfadado da cuenta del camino recorri-
do para alcanzar dicha precisión ocupacional, a la vez que expone sus
limitaciones para optar por otros caminos; desnuda sus influencias21
y discurre sobre expresiones machistas que ahora pueblan los blogs y
demás espacios de la araña virtual. Esta mirada joven se asombra
ante un panorama en el que impera la mercadotecnia sobre la rique-
za expresiva y que la lleva a afirmar, que “un autor vale más por lo que
dicen de él que por el verdadero análisis de su obra”.
20 Particularidades que también se dan en las historietas “comunes” pero que en la novela grá-
fica se potencian y que suman otras como la temática generalmente personal, la extensión
y profundidad de sus elementos.
21 De Candy Candy –preferida de su hermana–, opinó en una entrevista que nunca le gustó esa
manga porque era “más cursi que una perdiz con ligas”; ella prefería ThunderCats, G.I. Joe,
Silverhawks, Power Rangers, la puritita acción pues.
24
Por su parte, la más experimentada Cintia Bolio tampoco deja
duda sobre su posición como creadora con un título contundente:
“Puras Evas”. Título que corresponde al de su bitácora –weblog– y en
él se reconoce la intención de estampar la marca de origen, de indi-
car el lugar desde el cual cuenta, analiza, desmenuza, desaprueba,
juzga, con singular ingenio a mundo y medio. Se abre camino a co-
dazos, su trabajo crítico –particularmente su caricatura política–, no
siempre es bien recibido y los espacios son escasos, de ahí que el es-
pacio virtual le ha permitido exponer su obra sin cortapisas tal como
es cada vez más común en esta actividad. Por otra parte, es presencia
constante en exposiciones nacionales y como representante mexica-
na en las extranjeras.
En “La historieta: entre el arte, el oficio y la cultura de masas”,
presento el libro de reciente aparición de una de las colaboradoras,
Laura Vazquez. Se trata de una aportación rotunda sobre el signifi-
cado de la historieta argentina, pero que trasciende su referencia na-
cional si entendemos su contenido dentro del ámbito glocal,22 com-
prendido éste como una interpretación desde el ámbito local y desde
el global con objeto de alimentarnos de visiones ampliadas que, des-
de una pluralidad de enfoques y desde prácticas muy diversas, ayuden
a trascender las visiones de campanario.
Por último, este esfuerzo de reunir las colaboraciones de trece
exponentes que desde diferentes trincheras lanzan su mirada cóm-
plice sobre el mundo de la historieta, aspira a colaborar con que un
mayor número de investigadores desde la historia, la literatura, la so-
ciología, el diseño gráfico y de los estudios culturales, sociales, semió-
ticos o comunicacionales, y de un gran etcétera, se interesen por el
camino emprendido al inicio de la primera década del siglo xxi por
la Revista latinoamericana de estudios sobre la historieta, que intenta
cubrir el vacío producto de la escasa y fragmentada información y
análisis sobre la narrativa gráfica en este subcontinente.23
Así, esta opción por centrar el interés en la historieta en lengua
castellana no debe ser tomada como una limitante, sólo como una
delimitación del tema y como un acicate para profundizar en él pues,
buena falta hace aumentar los estudios en especial sobre las expe-
riencias de este lado del Atlántico. Igual, se espera un público lector
pluridisciplinario, con intereses diversos para lo cual la lectura de lo
aquí expuesto puede servirles para profundizar su conocimiento so-
bre el tema o para introducirlos al mismo. Los distintos niveles de
apreciación pueden conducir a réplicas interesantes, pues claro está,
que el mundo de la historieta y sus afines no es estático y presenta por
eso mismo nuevas y renovadas formas de interpretación.
25
Se espera que esta Narrativa gráfica de lugar a otra en la que se
dé énfasis a una mirada centrada en la historieta como arte. Acaso
¿no se trata de una literatura dibujada o de un arte literalizado? En
suma, ¿cuál es el papel de la imagen en el relato historietístico? Siem-
pre es grato dejar puertas abiertas; en este caso se deja, además de la
anteriormente citada, otra sobre la cual se tiene una deuda de larga
data: la presencia de las mujeres en el campo de la historieta. Además,
¿se puede hablar de una historieta latinoamericana? O, ¿cómo se ha
explorado y sistematizado el uso didáctico de la historieta recomen-
dado por pedagogos y psicólogos? Campos todos que demuestran la
versatilidad de esta manifestación bidimensional que sirve de soporte
para comunicarse hasta en los casos más difíciles, como bien expuso
Ana Merino al tratar el caso de María, la hija de Miguel Gallardo.
Opulenta mirada, sí, pero incompleta, en este caso: apenas un
guiño. Y está bien que así sea porque el mundo de la narrativa gráfica
no es algo estático, muerto, acabado, ni tampoco simple. Leer lo que
sigue a continuación debe ser un aliciente para extender el examen
a otras latitudes, para profundizar en esta línea pero también para
agregar otras.
Referencias bibliográficas
26
I. Andamiaje teórico
1. De la viñeta a la novela gráfica.
Un modelo para la comprensión de la historieta
Manuel Barrero
Historieta y lingüística
1 En español, historieta es la denominación más correcta del medio desde finales del siglo xix, tanto en España como en Latinoamérica.
29
creta del cómic, labor que desde luego resulta compleja, o delimitar el
marco epistemológico para su estudio. Se han hecho gran cantidad de
prospecciones historiográficas, bastantes estudios semiológicos, varia-
dos análisis sociológicos, y también desde otras disciplinas: estéticas,
historia del arte, las teorías literarias, etc. Pero seguimos sin disponer
de una teoría unificada que nos permita, primero, aclarar su cualidad
como medio de comunicación, segundo, su dimensión narrativa en
comparación con otros medios (literatura, ilustración, teatro, fotogra-
fía, cinematografía), y tercero, concretar los elementos estructurales e
inmanentes que dan lugar a su forma y le confieren su sustancia.
Desde cualquier punto de vista, la historieta más simple exige
una expresión pictográfica, dibujada por lo común,2 que muy habi-
tualmente se acompaña de mensajes textuales, léxicos. El análisis de
estas construcciones lexipictográficas puede plantearse a partir de
patrones estéticos, artísticos o pictográficos, pero nosotros aquí en-
tenderemos que estamos ante una historieta cuando esa expresión
nos comunica un mensaje de carácter narrativo, para lo cual se sirve
de un lenguaje propio. Por consiguiente, para analizar el cómic como
medio lo más adecuado es estudiarlo con las herramientas de la lin-
güística, cuya unidad básica ya descrita es el signo, el elemento que
comparten todos los medios escritos, iconográficos y audiovisuales.
En concreto, la historieta se compone de signos que, combinados en-
tre sí, adoptan una forma particular, imágenes fijas más textos (usual-
mente) y comunican contenidos, generalmente relatos.
Se admite, en sentido general, que narrar es referir lingüística o
visualmente una sucesión de hechos en un marco temporal, obte-
niendo como resultado una transformación de la situación de parti-
da. Desde el punto de vista semiótico la narración se podría realizar
con cualquier grupo de signos, pero la narratología nos dice que esos
signos deben ser de tipo lingüístico y estar estructurados en una se-
cuencia narrativa para comunicar un relato. Esta tesis desprovee de
carácter narrativo a las representaciones pictóricas o escultóricas y a
las ilustraciones meramente descriptivas, por más que en estas com-
posiciones se atisbe una posible secuencia de tipo espacial o tempo-
ral. Es decir, admitimos que toda figuración pueda ser narrativa si el
contexto cultural que conocemos o en el que nos hallamos permi-
te esa lectura, pero en el presente ensayo estimaremos que en estas
obras puede anidar una historia mas no una narración de esta histo-
ria. Recordemos que una historia es la sucesión de acontecimientos
que podrían ser objeto del discurso narrativo, mientras que la narra-
ción es la representación secuencial de acontecimientos reales, fic-
ticios o de otro tipo, en cualquier medio mediante un enunciado, es
decir, un relato.
30
Entendemos relato, para concluir con nuestra introducción y si-
guiendo a Gérard Genette, como un enunciado que implica un universo
narrativo en el cual intervienen al menos un narrador, quien relata una
acción, y un personaje focalizado, a través del cual se comprenden los he-
chos, aunque ambos puedan coincidir en la misma entidad.3 Damos por
sentado y admitido que la enunciación forma parte de la comunicación
de manera inseparable, pues no hay comunicación sin enunciados ni se
enuncia fuera de una finalidad comunicativa. De este modo, las bases
adoptadas para el estudio de la historieta como medio narrativo parten
de las utilizadas para la narración literaria por los formalistas (Propp,
que usaba un método inductivo y fundamentado en la gramática, y lue-
go Barthes, Bremond, Greimas o Todorov, que utilizaron uno deductivo
y desplazado hacia la sintaxis), quienes adoptaron la separación de los
conceptos aristotélicos de fábula y trama, correspondiendo el primero
al argumento o serie de acontecimientos relacionados, y el segundo a su
desarrollo secuencial, es decir, la historia tal y como es contada.4
Esta división basal permite la comprensión de cualquier relato
pero no implica ni condiciona su inserción en otro medio, pues la tra-
ma es independiente del lenguaje usado para enunciarla. Por esta ra-
zón surge la necesidad de separar el “fondo” de la “forma” en cualquier
medio, o más en concreto el contenido de su expresión; recordemos
que en la teoría de la narración se estudian separadamente la “histo-
ria” y el “discurso”,5 lo cual también es de aplicación al estudio del có-
mic. Estos modelos de análisis lingüístico se utilizan asimismo en la
investigación sobre el lenguaje audiovisual, pero hay que tener siem-
pre presente que las cualidades de un medio gráfico no deben tratarse
de igual modo que las de un medio textual como el literario, sobre el
cual se ha teorizado con mayor profundidad. Precisamente, la histo-
rieta se ha querido estudiar semiológicamente como un medio pura-
mente gráfico, con sus unidades estabuladas de antemano, y en otras
ocasiones como un medio de raíz básicamente literaria, cuando se
trata de un medio híbrido que exige un tratamiento que no se ciña a
lo puramente gráfico ni a lo exclusivamente textual, y que desde luego
poco tiene que ver con el audiovisual. Por eso consideramos que para
estudiar la historieta hay que detenerse a analizar primeramente con
qué signos se articulan sus relatos, cómo se organizan y desglosan
sintagmáticamente esos signos ya articulados, y dónde podemos lo-
calizar los paradigmas que le confieren carta de naturaleza narrativa.
31
Signos y diégesis distintivos de la historieta
Las teorías y modelos más aceptados sobre el signo son las interpre-
taciones estructuralistas, partiendo de lingüistas como Ferdinand De
Saussure (que lo divide en significante y significado, y estima el sig-
no en conexión directa con el objeto) o Charles S. Peirce (que separa
iconos, índices y símbolos, definiendo el signo en relación significati-
va con el objeto). Hoy se concibe como la expresión de un contenido
exterior al signo mismo, es decir, que un signo es algo que significa
una cosa en ausencia de ella y que, además, sufre una transformación
dependiente de los procesos de interpretación por parte del receptor.
Aquí tropezamos con uno de los grandes debates del acto na-
rrativo: todos los medios narrativos, desde la literatura al videojuego,
pasando por la historieta y el cine, ofrecen representaciones de algo
ausente, fingido o inexistente. Comprender la naturaleza de esta na-
rración de lo ausente servirá para entender cómo funcionan los me-
dios y en qué se diferencian. Y la primera distinción viene dada por el
uso de determinados signos; no en la consecuencia de su uso sino en
los significantes utilizados. (Véase cuadro I.1).
Cuadro I.1. Signos y significantes
Cómic Trazos gráficos y textos Representaciones de figuras, situaciones Ficcion de cualquier tipo o género
y palabras escritas
Fotografía Imágenes Plasmaciones exactas Representación de lo real
32
pueden ser analizadas como estructuras de signos, o sea, como semió-
ticas en las que se da una correspondencia entre expresión y conteni-
do.7 Hjelmslev criticaba la metodología descriptiva de forma no sis-
temática que se había usado en lingüística hasta entonces y propuso
que, si bien era posible describir el signo empíricamente como una
forma, la sustancia era ontológicamente especulativa debido a que el
signo puede interpretarse de forma diferente a como se propone en un
principio el emisor. El danés afirmaba que un signo tiene una función
a la que están asociados dos elementos: el contenido y la expresión,
divididos ambos en forma y sustancia; la forma sería la parte técnica,
funcional, física, y la sustancia sería la parte conceptual.
Esto puede ayudarnos a comprender el funcionamiento del len-
guaje de la historieta, como ha indicado Jiménez Varea.8 Hjelmslev in-
trodujo la connotación como elemento no lingüístico en su compren-
sión del lenguaje, rechazando la prioridad dada tradicionalmente al
estudio de la fonética. Esto implica que cuando un sujeto percibe algo
se pone en marcha un proceso cognitivo que convierte lo percibido
en datos con significado, sin necesidad de ser previamente traduci-
do a una “sustancia” fonética o en un objeto perceptual concretos. Si
seguimos este símil, no existe la necesidad de transformar una histo-
rieta en una sustancia literaria, pero tampoco pictográfica (artística o
gráficamente), que son las dos vías por las cuales se trata de dignificar
ciertas historietas: por su cercanía a “lo literario”, por su adscripción
a “lo artístico”. Lo realmente necesario para interpretar un signo en
un cómic o en cualquier medio es contextualizarlo y, en segundo lu-
gar, tener presente la relevancia de lo que se connota con ese signo.
El lingüista danés, con su concepción de que expresión y contenido
son los mecanismos connotativos generales anticipó la idea de que
todo significado es esencialmente del mismo tipo. Así, las imágenes
artísticas y la literatura (o la historieta y el cine) no sólo se construyen
de acuerdo con los mismos principios, sino que, más en general, lo
visual y lo auditivo pueden ser iguales en un nivel profundo. ¿Dónde
estriban las diferencias, pues? Podemos trazarlas siguiendo los mode-
los de Hjelmslev, que parten de la arbitrariedad del signo, pues no es
necesario estar ante un referente para que exista un significado. En
consecuencia, la forma lingüística es independiente de la sustancia
mediante la cual se manifiesta, y sólo puede ser definida mediante la
abstracción de la sustancia, en el terreno de la función semiótica, en-
tendiendo esta función en un plano próximo al sentido matemático
de una función pues implica una relación entre términos.9 En pala-
bras llanas: una caricatura es un signo, o un “supersigno” formado por
7 Louis Hjelmslev, Prolegómenos a una teoría del lenguaje, pp. 118 y ss.
8 Jesús Jiménez Varea, “Teatro, cómics y Shakespeare: Macbeth en viñetas”, pp. 287-293.
9 Lo tomamos de una de las primeras interpretaciones en castellano de la glosemática en Jean
Perrot, La lingüística, pp. 112-113.
33
otros signos o elementos que se relacionan (functivos según Hjelm-
slev), que interpretamos mediante el lenguaje, por lo tanto es una
forma compleja desde la que moldeamos un concepto lingüístico en
nuestra mente. Pero también podemos moldear, ante una historieta,
el concepto “viñeta” sin que ésta se halle recuadrada, o determinar la
existencia de un diálogo entre personajes sin que esté expresamente
señalado, pues pueden existir otros elementos que nos permitan ad-
quirir ese concepto al relacionarse entre sí.
34
topeyas por separado, los dibujos de la historia en otro grupo... Par-
tiendo de esta idea, los mensajes escritos al pie o fuera de la imagen
dibujada en un cómic quedaban marginados, dejaban de ser “signos
gráficos” para convertirse en meros textos por estar colocados sobre
o entre las representaciones gráficas y sólo los rótulos o los textos
integrados en estructuras globulares adquirían un “nuevo significa-
do” en el sistema. Estas formulaciones se han mantenido desde los
planteamientos de Gubern en 1972, en El lenguaje de los comics, hasta
los de teóricos actuales, como Thierry Groensteen, por ejemplo en su
obra de 1999 Systhème de la bande dessinée. Gubern en un proceso
de desintegración en búsqueda de la unidad mínima o monema de
la historieta, concibió el “iconema”, la unidad mínima de significante
(cualquier trazo hallado en una historieta), para luego distinguir tres
diferentes grupos de unidades con significado en el medio: unidades,
macrounidades y microunidades significativas, con las que se con-
formaba el sistema general.10 Pero esta clasificación resultaba arbi-
traria porque terminó definiendo como unidad la viñeta, una “repre-
sentación pictográfica de mínimo espacio y/o tiempo significativo,11
agrupando conceptos heterogéneos en el resto de unidades: la tira, el
color, la página, el grafismo del autor o los estilemas en las macrouni-
dades, y el encuadre, la adjetivación y ciertas conveniencias específi-
cas (onomatopeyas, balloons, signos cinéticos, etc.) en las microuni-
dades. Ésta no es una sistematización semiológica clara del medio,
porque los iconemas no articulan mensaje alguno, porque el resto de
“unidades” deberían ser estudiadas en planos diferentes y porque las
viñetas pueden descomponerse en unidades sintagmáticas menores.
Con todo, muchos teóricos han seguido estos postulados para dife-
renciar entre historietas primitivas o “protohistorietas” en las que los
textos no iban integrados en las imágenes, e historietas “modernas”
donde textos e imágenes se hallan integrados y se complementan,
pasando pues a ser sistémicos. Pero este modelo no aclara en qué gra-
do se rompe la interdependencia de imágenes con textos si estos no
van integrados con ellas (hoy en día se publican muchos cómics así
resueltos) o en qué lugar cabría situar las historietas mudas, presun-
tamente asistémicas pese a que también existen. Consideramos, pues,
que la arbitrariedad y la heterogeneidad de los elementos descritos
no permiten estudiar adecuadamente la sígnica historietística.
Partiendo del modelo de Hjelmslev, sin embargo, podemos apre-
ciar que cualquier signo siempre plantea una relación de interdepen-
dencia entre una expresión y un contenido. Por ejemplo, entre una
cadena de caracteres lingüísticos y una estructura de pensamiento o
35
una idea. Un contenido siempre opera en función de una expresión
y viceversa, y ambos se apoyan en la base de la forma y la sustancia,
siendo la forma lo constante, lo sintagmático, y la sustancia lo variable,
lo paradigmático. Pero tanto la sustancia del contenido como la de la
expresión dependen de la forma que adoptan y carecen de existencia
independiente por sí mismas, de este modo una viñeta que muestre
una acción concreta no es historieta si no está completa y correcta-
mente expresada, con su onomatopeya o texto añadido, generándose
la narración en función de esta complementariedad y en consonancia
con el resto de las imágenes y textos del relato historietístico.
Aclarémoslo con un ejemplo: si elaboramos una viñeta con Ba-
tman en acción, la pretensión inicial consiste en formular una con-
cepción de este superhéroe en la mente de un espectador, que de-
pendiendo del trazo utilizado, el estilo, el coloreado, el momento del
guión y las condiciones de edición e impresión, producirá como resul-
tado un conjunto de concepciones mentales y respuestas emotivas en
un lector.12 No estamos simplemente ante “Un dibujo de un personaje
en acción”, o la mera adaptación ilustrada de un texto de guión o lite-
rario, estamos ante “el personaje Batman dibujado con sofisticación
con el estilo del autor x que aparece representado pobre/regular/es-
pectacularmente en este momento de la historia narrada por el autor
y en un libro de historietas magnífica/regular/pobremente editado”.
Para este caso concreto el esquema de los planos de Hjelmslev sería:
12 Debería usarse el concepto lectoespectador, dado que lee y ve al mismo tiempo o alterna-
tivamente, pero seguiremos usando lector en el presente texto.
36
bién muestra virados los colores de su traje hacia un color oscuro
con el fin de acentuar esa idea. Las líneas cinéticas, la postura del
personaje semejando una caída y la tipografía del texto, connotan
un momento de máxima tensión.
zz Sustancia del contenido: Conceptos, ideas o emociones que se
13 Sobre todo en los artículos publicados en la prestigiosa revista 9e Art y en los libros del sello
fundado por Groensteen denominado Editions de l’An 2.
14 Morgan, p. 19; Smolderen, p. 11; Groensteen, p. 7.
37
escogida de esa globalidad. Por ello, en cine diversas fracciones de la
historia son sugeridas mediante elipsis y gran parte del universo diegé-
tico del relato no es enfocado por hallarse fuera de campo. Esto mismo
ocurre en la historieta, donde cada viñeta es una selección muy limi-
tada del universo diegético general en el que se desarrolla lo relatado,
y se escogen muchas menos imágenes por unidad de historia en com-
paración con el cine; esto implica una diferencia cuantitativa. Sobre
este particular ha insistido el historietista y teórico Scott McCloud,
empeñado en que en el espacio entre viñetas están depositadas las
claves que ponen en funcionamiento los mecanismos cognitivos de re-
conocimiento y reconstrucción en cómic. Lo que él denomina gutter a
su juicio logra “empeñar” a cuatro de nuestros sentidos, los diferentes
de la visión, para reconstruir una escena.15 Esta teoría es fácilmente
refutable al constatar que a mayor espacio vacío entre viñetas, menor
información iconográfica dispone el lector. Las calles entre viñetas no
son sino estructuras estandarizadas por la evolución del propio medio
y nada aportan al relato salvo la indicación de que el lector debe hacer
una pausa para reconstruir lo que las imágenes (de anteriores y poste-
riores viñetas) le sugieren.
Parece obvio que un concepto como “película detenida” para
referirnos a una historieta sería tan absurdo como hablar de una
“novela dinámica” si queremos designar un filme que adapta un
relato literario. Entonces ¿qué elementos son los que prefiguran y
configuran el arraigo del binomio “novela gráfica”, en referencia al
cómic como creación limitante con el arte literario, en nuestra cul-
tura más reciente? Las claves para esta comprensión se hallan en las
cualidades estructurales del medio y en la conformación y desglose
de sus relatos.
La construcción de un medio
38
avanzó en su desarrollo sobre ninguno de los estamentos que carac-
terizan a un nuevo medio, a saber:
39
como pionera precisamente por su singular calidad, por su continui-
dad en el tiempo y por haber elegido para su difusión el formato libro
(el llamaba a estos productos pioneros petit livres; su editor, histories en
estampes). Además, Topffer fue el primero que consideró su obra como
algo diferente debido al distinto mensaje que se obtenía de la lectura
conjunta de imágenes y textos; idea que aplaudió Goethe y algún inte-
lectual más, y que fue imitada por varios autores franceses, británicos
y americanos, pero fue insuficiente para concluir el proceso de conso-
lidación del cómic como medio entre la burguesía de su tiempo. Este
aprecio sobre la nueva modalidad narrativa no fue compartido por el
resto de autores, editores o intelectuales coetáneos, ni por el público de
entonces, escasamente alfabetizado, y además por el hecho de tratarse
de un producto caro. Así que las obras similares de los siguientes his-
torietistas quedaron supeditados a las revistas y los diarios, ofrecidas
fragmentariamente, y no se buscaron nuevas vías de desarrollo hasta
que el aumento de la alfabetización y la ampliación de un público ob-
jetivo (el infantil, sobre todo) promedió en la creación de los periódicos
para la infancia a finales del siglo xix en Europa, y que en España se
consolidaron en los llamados tebeos desde los años 1910.
19 Pueden consultarse los recientes trabajos de David Kunzle, Rodolphe Topffer. Creator of the co-
mic strip, de 2007, o el de Thierry Smolderen Naissance de la bande dessinée, 2009. En España
han indagado sobre los orígenes de la historieta Antonio Martín, que dató el nacimiento del
medio en 1873, y Manuel Barrero, en 1857 en la Cuba española y en 1864 en la península ibérica.
40
fueron difundidos sobre un soporte determinado. Pero los ejemplos
hallados no dejan lugar a dudas sobre que hubo secuencias de viñe-
tas con globos de textos o con textos al pie que transmitían relatos
de mayor o menor complejidad, los cuales evolucionaron hacia ver-
tientes genéricas cómicas debido precisamente al tipo de soporte en
el que se difundían, periódicos y revistas, y a la escasa parcela de la
publicación que se les cedía a los historietistas. Por lo tanto, el debate
sobre la naturaleza de la historieta y su entidad como medio no puede
ni debe establecerse sobre los géneros que primeramente transmitió
(la sátira, el humor, lo fabulístico), ni sobre los formatos en los que
aparecían (hojas sueltas, folletos, suplementos, secciones de periódi-
cos o libros), sino sobre las características de su lenguaje. Proceder
barajando géneros o formatos de publicación para describir la evolu-
ción e intentar validar la madurez del medio equivaldría a despreciar
las primeras películas cinematográficas por ser cortas de metraje, por
contar historias cómicas o por ser mudas. Este es uno de los factores
que nos permiten desestimar de entrada el concepto “novela gráfica”
como algo nuevo, no ya porque el concepto existe desde comienzos
del siglo xx,20 sino porque su distinción se hace sobre la base de un
formato de edición, a modo de libro, y en muchos casos sobre los gé-
neros de sus historias, generalmente del abanico dramático.21
Por todo lo visto, consideramos que el lenguaje de la historieta,
ese que conjuga imágenes fijas para narrar historias con o sin ayuda
de textos, sigue sin haber sido encajado adecuadamente en los es-
tudios del medio porque la tendencia ha sido la de analizar sus formas
de contenido y expresión (grafismos y estilemas, estructura visible sis-
témica, barajado de géneros, formatos de edición) y no sus sustancias
de contenido y expresión (la articulación de los signos lingüísticos
característicos, la particularidad de la focalización de personajes de
cómic, la construcción y funcionamiento de sus universos diegéticos,
las funciones o aspectos que modelan los mecanismos de percepción
y cognitivos de un lector de historietas). Las aseveraciones basadas
en la fenomenología, como los que señalaban al estadounidense Ri-
chard F. Outcault como el “padre” del cómic porque en una historie-
ta suya aparecían globos con textos, deben revisarse cada vez que se
encuentra un balloon más antiguo. Otros teóricos, por estimar que
no hay historieta si no hay secuencia de viñetas separadas entre sí,
obvian todos los relatos encerrados en una única viñeta, cuando lo
cierto es que en muchas viñetas únicas se aprecia el funcionamiento
de los mismos mecanismos que operan en la historieta.
20 En la revista Monos, editada por El Liberal desde 1904, como muestra el Gran Catálogo de la
Historieta, <http://www.tebeosfera.com/obras/publicaciones/monos_el_liberal_1904.html>
21 Véase la discusión sobre el uso del término novela gráfica en nuestro artículo publicado en
la revista electrónica Literaturas en diciembre de 2005, donde se advierte de la connotación
que establece el término para diferenciar obras de historieta de más o menos calidad
solamente en función de si van encuadernados o no. Cfr. Barrero, “La novela gráfica”.
41
Llegados a este punto, hay que enfrentarse a dos cuestiones capi-
tales: cuáles son los límites de las unidades narrativas en historieta o
cómo podríamos aislar esas unidades, y qué genera el desglose narra-
tivo de la historieta partiendo de la secuencia de imágenes.
Lo narrado en los cómics parece estar comprendido dentro de los
límites de las viñetas, los trazados gráficamente. Es cierto que las histo-
rietas suelen diseñarse así, pero en este caso la relación entre la forma
del contenido y su expresión no es de dependencia, porque las estruc-
turas gráficas que contienen las viñetas no tienen por qué ser estructu-
ras narrativas únicas. Es decir, las viñetas son sintagmáticas dentro de
una secuencia y paradigmas de la articulación de la narración historie-
tística, pero pueden a su vez contener sintagmas y paradigmas en su
seno, dentro del recuadro que las confina. Es fácil comprobarlo cuando
podemos subdividir una viñeta, de humor gráfico o de historieta, en
otras dos que comunican el mismo mensaje (aunque alteremos el ritmo
de la historieta con este acto).22
Para determinar la importancia de los límites de las “unidades”
narrativas resulta necesario, a nuestro juicio, atender a la distinción
entre contorno y borde, ya discutida por los teóricos del Groupe µ en
1992.23 El contorno es el trazado no material o conjunto de formas
que contienen un enunciado gráfico o verboicónico, mientras que el
borde es el trazo dibujado que confiere al enunciado un estatus icó-
nico. Lógicamente, toda viñeta rebordeada genera un contorno, pero
existen viñetas no rebordeadas, como muchas de las creadas durante
la primera mitad del siglo xix, que implican igualmente la existencia
de un contorno. Rechazamos la idea de borde como limitante estricto
del relato (o la fijación espacio temporal de lo representado) porque
su trazado responde en muchos casos a una elección estética o a un
recurso narrativo concreto del autor.24 Por lo tanto es posible que
existan viñetas que ya no pueden descomponerse en otras dos, pero
también es factible contener varios fragmentos de un relato (o un re-
lato completo) en una única viñeta rebordeada consistente en varias
imágenes y textos organizados en varios contornos.
Admitir que una viñeta rebordeada puede contener varias con-
torneadas trae como consecuencia un planteamiento insólito: si es
necesario separar el humor gráfico de la historieta como medios
diferentes por razones lingüísticas. Nosotros entendemos como
Imagen I. 3. La Charanga Landaluze, 1857
Fuente: Victor Patricio de Landaluze, Protohistorieta de Boyaceto,
Revista La Charanga, La Habana, 1857
22 Ritmo y frecuencia son aspectos importantes a tener en cuenta a la hora de tratar sobre
la formulación del discurso en la historieta, pero no es éste el tema que nos ocupa en el
presente ensayo.
23 En el original: contour y bordure, respectivamente, V. Groupe µ Traité du signe visuel. Pour une
rhétorique de l’image, pp. 379-380.
24 Las razones pueden ser variadas: por necesidad de ajustar el número de viñetas al limitado
espacio de que dispone, por querer incrementar el ritmo de lo relatado, por el deseo de
dibujar con más detalle los personajes en una viñeta de mayor tamaño, por querer sintetizar
lo narrado en una única imagen, etc.
42
obras de humor gráfico, o viñetas,25 aquellas obras dibujadas con
imágenes fijas, e impresas para su difusión múltiple, que contie-
nen elementos verboicónicos articulados entre sí con el propósito
de emitir un relato humorístico autónomo.26 La impresión y, so-
bre todo, la difusión son condiciones necesarias para admitir la
existencia de este medio, que no del modelo expresivo. Los elemen-
tos verbales existen siempre en una construcción de este tipo, si
bien pueden estar elididos; los icónicos son condición necesaria (y
deben ser fijos y dibujados, naturalmente, aunque se admiten los
fotográficos o los multimateriales). La autonomía que se cita al final
de la definición indica que no se trata de obras supeditadas a una
construcción lingüística aneja (un texto, otra ilustración) y que po-
drían emitir similar mensaje aun siendo trasvasadas a otro soporte,
incluso de otro medio.
Percatémonos de que esta definición no atiende a los elemen-
tos morfológicos del medio. Es decir, no es exigible detallar si la obra
se escinde en imágenes separadas entre sí por otros signos gráficos,
tampoco si se organizan en bandas o en secuencias, ni importa si
llevan o no elementos como los globos de texto. Pero sí precisa que
la obra es narrativa y que el mensaje es de un tipo concreto, en este
caso “humorístico”, entendiendo el humorismo en sentido lato, pues
nos referimos tanto a la sátira como al simbolismo con carga irónica
o metafórica, siempre y cuando esta virtud genérica esté ligada a la
construcción de un relato. En los ejemplos extremos del humorismo
(desde la simple caricatura hasta la abstracción simbólica) es don-
de surgen problemas de identificación, así como también ocurre con
una modalidad de viñeta que se aleja de la historieta, el llamado chiste
gráfico. Este caso particular de viñeta es una construcción lexipicto-
gráfica en la que el texto emite el mensaje completo mientras que la
imagen solamente se dispone como añadido, con valor descriptivo
en todo caso, pero no resulta necesaria para completar el mensaje.
Se pueden entender como chistes gráficos las ilustraciones de corte
humorístico que acompañan un artículo periodístico, por ejemplo; o
los chistes tradicionales o verbales que se sirven escritos y se adere-
zan con un dibujo. Estas obras emiten un tipo de narración básica, a
caballo entre la descripción y el relato, y es difícil entenderlos como
historietas stricto sensu, aunque obviamente forman parte de lo que
25 Viñeta es un término que procede, etimológicamente, de vignette, que era cada una de las
imágenes que se instalaban entre párrafos separados en un libro. Con el tiempo se asimiló
a cualquier ilustración que se incluía dentro de un texto y, a la larga, así se denominan las
imágenes de humor gráfico y cada una de las que forman parte de una historieta, en la
secuencia de recuadros con imágenes.
26 Esta definición nuestra se discute y desarrolla en el marco de descripción de un modelo
aplicable a la comprensión del humor gráfico o la viñeta (entendiendo este concepto como
útil para designar el medio o como parte de un medio de orden superior, la historieta). Vid.,
Manuel Barrero, “Vigência do humor gráfico no século xxi. Modelo para a compreensão de
um meio”.
43
en sentido general denominamos humor gráfico, y por supuesto de lo
que los ingleses y americanos denominan cartoon.27
A los efectos prácticos, nosotros consideramos que la definición
de viñeta (de humor gráfico, incluyendo el chiste gráfico) queda com-
prendida en la de historieta si en la anterior definición ampliamos el
alcance de “un relato humorístico autónomo” por el de “una narra-
ción autónoma”, sea del género que sea. De esta manera, el concepto
historieta (etimológicamente “historia corta”) englobaría las obras de
humor gráfico que superan la simple descripción (las caricaturas o las
ilustraciones que apoyan a un texto meramente) y comprendería des-
de las protohistorietas (construcciones de una viñeta con enunciado
narrativo, como los chistes gráficos, o aquéllas que incorporan varias
viñetas, una vez superados los presupuestos meramente descriptivos
de las aucas o aleluyas) hasta las actuales historietas de toda índole,
sean o no mudas, siempre y cuando comuniquen un relato con con-
tenido y expresión sustantivamente distintos de los que comunican
otros medios. La extensión de la obra carece de importancia para va-
lorar su pertenencia a este medio, sea una tira con un par de viñetas,
sea una “novela gráfica” con miles.
44
turan ambos medios. Para ello, es imprescindible escindir la cultura
gráfica de la iconográfica en primer lugar, y admitir el peso de la cultu-
ra verboicónica que se desarrolla a lo largo de los siglos xv a xvii a tra-
vés de la sátira gráfica (tras un proceso de desacralización del poder
y de democratización pictográfica), en la que se combinan imágenes y
textos con un fin concreto. Este nuevo lenguaje, con componente ver-
boicónica y diferenciado de la literatura precisamente por esta razón
(y de la pintura o de la fotografía, cuyas imágenes se emiten con inten-
cionalidad no narrativa en principio, y de la cinematografía, que utili-
za un lenguaje mucho más sofisticado por la intervención del sonido
y del movimiento),28 se formula como un mensaje comunicativo posi-
ble de analizar en sus elementos fundamentales con las herramientas
de la narratología. Así lo expuso Jiménez Varea en su tesis de 2002 me-
diante un conjunto de modelos rigurosamente argumentados y muy
útiles para la comprensión del medio: de la generación de relatos en
historieta, de la tipología de personajes, sobre las situaciones enun-
ciativas y sobre las transiciones espacio temporales.
Enfrentémonos ahora a la segunda cuestión: ¿Cómo opera el des-
glose narrativo en una obra de este tipo, aun constando de una única
viñeta? Bastantes estudiosos han estimado que existen convenciones
exclusivas del cómic (las viñetas con sus calles, los globos con textos,
los ideogramas, los sensogramas o los signos cinéticos) y que estas son
las “células básicas” de su lenguaje, sin detenerse a practicar un análisis
más profundo de los modos de articulación verboicónica en su conjun-
to. Barbieri, por acudir a un teórico muy citado, mensuraba el paso del
tiempo dentro de una única viñeta por el orden gráfico de los elementos,
con especial relevancia de los globos de texto.29 No es un mal plantea-
miento, pero el problema es que estos elementos aparecen en las histo-
rietas “modernas” pero no son abundantes en las del siglo xix, lo cual
ocurre también con los sensogramas u onomatopeyas, poco habituales
en los cien primeros años de vida del medio. Así pues, su presencia po-
dría considerarse condición suficiente para admitir la existencia de una
historieta y estudiar su narratividad, pero nunca condición necesaria.30
La yuxtaposición de imágenes de modo secuencial, o secuencia-
lidad,31 sí que parece ser una condición necesaria de la historieta ya que
45
es inmanente a la narración, que por definición es una representación
secuencial de acontecimientos. Pero la narración no depende de que
haya viñetas separadas y adyacentes entre sí, pues la secuencialidad pue-
de darse dentro del contorno de una única viñeta si confina más de una
imagen o varios signos verboicónicos característicos del medio. Para de-
terminar cómo se perciben las transiciones de tipo espacial o temporal
entre imágenes de historieta antes de colegir una secuencia no basta con
considerar los elementos constituyentes o convencionales que podrían
aparecer en las viñetas, sino la aprehensión de los elementos narrativos
que van ordenándose en la historieta a un nivel sintagmático, tras lo cual
podremos obtener una evidencia del desglose secuencial. Por todo ex-
puesto resulta refutable el modelo de “transiciones” propuesto por Sco-
tt McCloud, por la falta de coherencia y homogeneidad que demuestra
al distinguir “momentos” de “acciones” sin expresar los límites de cada
caso, o estimar la “no transición” como un tipo de transición, por citar
dos ejemplos. Jiménez Varea propone estudiar la transición entre viñetas
siguiendo un triple paradigma, en función del espacio, el tiempo y la dis-
continuidad; su modelo para los procedimientos de enlace entre viñetas
es también más adecuado. Este modelo es de fácil aplicación para el des-
glose en viñetas convencionales, pero todo se complica en los casos de
historietas en las que el autor mezcla elementos de unas viñetas en otras
generando una composición gráfica heterodoxa. Jiménez Varea estima,
con McCloud, que en estos casos parece haber “una especie de alquimia
en funcionamiento en el espacio entre viñetas que puede ayudarnos a en-
contrar el significado o disonancia incluso en las combinaciones más
discordantes”.32 No se ha formulado aún el funcionamiento de ese me-
canismo, carente como está la historieta de estudios en el ámbito de la
percepción y del proceso cognitivo asociados a la lectura de viñetas o
páginas completas de cómics.
Tradicionalmente se ha considerado la “página de historieta” como
parte importante de la organización del desglose narrativo en el cómic.
El entrecomillado responde a que se maneja una convención de página
que no hace alusión a la superficie donde aparecen publicadas las histo-
rietas sino a las caras de las hojas de papel de ciertos cómics muy difun-
didos. Las convenciones sobre cómo se deben insertar las viñetas en un
espacio para generar un relato historietístico se han restringido a ciertos
formatos en los que se sirvieron cómics durante su periodo industrial
más floreciente, entre el comienzo del siglo xx hasta los años cincuenta
aproximadamente: las tiras (comic strips agrupadas), las planchas do-
minicales (así llamadas a menudo, se publicasen en solitario o integra-
das en suplementos periódicos) y los cuadernos (comic books). Tras la
segunda Guerra Mundial comenzaron a prodigarse los formatos libro,
sobre todo en Francia y Bélgica con los albums, y desde la implantación
32 Jesús Jiménez Varea, “Narrativa de la historieta”, p. 129; cfr., McCloud, Cómo se hace un
cómics, p. 73.
46
del isbn en eu con los trade paperbacks y luego las graphics novels,33
donde se siguió utilizando la página como unidad de montaje de la his-
toria en su desglose general debido a la costumbre de aportar entregas
del relato en función de esa “unidad de trabajo”, pues así lo exigían los
editores. Pero los hallazgos historiográficos recientes demuestran que la
historieta nació dispersa en varios formatos muy distintos: impresa en
una lámina única o inserta dentro de revistas satíricas, ocupando parte
de una página en periódicos o en folletos desplegables, desglosada en
varias páginas cosidas en cuadernos o encuadernadas en un libro, para
pasar luego a formar parte de los suplementos de prensa o de las revis-
tas ilustradas que fueron definiéndose como soporte característico del
medio en Europa entre 1880 y 1930.
Nosotros consideramos aquí que la historieta no se narra sobre
un espacio descrito sino sobre un espacio transformado: un espacio
creado por el autor, susceptible de manipulación por otros autores y
que posteriormente es reconstruido por el lector. Este espacio nuevo
tiene la cualidad de que es mutable, admite composiciones de toda
índole, lejos de la rigidez que imposta la fotografía o que ha impuesto
el cine durante muchos años, sujeto a planos de realidad o figurados.
Y para comprender mejor los planos de inserción narrativa de las his-
torietas creemos conveniente formular un modelo de interpretación
mediante conceptos abstractos, antes que uno que se fundamente en
casos particulares. Uno que prescinda de la sujeción a las formas y a
los contenidos, y también a las estructuras formales (los formatos de
edición y publicación, muchas veces caprichosos o fruto de mutila-
ciones), para así entender mejor la generación de relatos sobre la base
de la expresión y sus componentes sustanciales.
33 Los Big Little Books y otros libros con formatos similares desarticulaban la secuenciación
por mezclar historieta con literatura y al reducir la conexión entre imágenes de cómics a la
mínima expresión, en muchos casos concibiendo libros ilustrados y no de historietas. Sobre
la evolución de las etiquetas alusivas a los “libros de cómics” y la formación del concepto
novela gráfica acúdase a Barrero, “La novela gráfica”.
34 Rubén Varillas, La arquitectura de las viñetas, pp. 395-413, 418.
47
ción narrativa en la historieta concede más importancia a la “puesta
en página”35 y su vínculo con el orden y la linealidad de lectura de las
viñetas, aunque mantiene la incertidumbre sobre cómo funcionó la
inscripción narrativa del historietista en las primeras obras del siglo xix
y, también, cómo lo hace en las historietas plasmadas a doble página
aunque en un mismo plano gráfico. Para resolver estas dudas se puede
considerar la historieta como obra desvinculada de su soporte de edi-
ción definitivo, es decir, el relato tal y como fue concebido por el autor.
Nosotros identificamos tal estructura teórica ideal con el nombre de
plana, siendo ésta la superficie sobre la cual el autor organiza el relato
de historieta sin manipulación previa. La obra resultante podrá verse
plasmada como una tira en una esquina de un periódico, o bien extendi-
da a todo lo ancho de dos páginas, desmontada para adecuarla a media
o a una página entera de cualquier publicación impresa o digital. La pla-
na se propone pues no como soporte, sino como espacio ideal sobre el
que se distribuyen las representaciones de un universo diegético que
el lector es capaz de intuir y comprenderen función de su experiencia.
Por ser independiente del soporte en el que acaba impresa, pode-
mos prescindir de los formatos de edición o de publicación a la hora de
estudiar el desglose narrativo de cualquier historieta en la plana, tanto
de una minúscula viñeta solitaria o una estrecha tira como de un cua-
dernillo de historietas o una gruesa “novela gráfica”. También este con-
cepto abre la posibilidad de analizar más cómodamente las historietas
destinadas a la prensa (a veces resueltas en una plana que admite el des-
montaje de las viñetas para adecuar el desglose narrativo al formato de
edición, como así ocurría con las Sunday strips de Calvin & Hobbes) o a
los espacios hipermedia (aquí el llamado “lienzo infinito” será la plana
que el autor idea para crear su cómic digital), las obras en las que las
páginas se interconectan entre sí argumental o incluso gráficamente
(como algunas historietas de Alex Niño publicadas en 1994 o en Dead
Ahead, que constan de cierto número de páginas pero concebidas en
una única plana), sin que esto signifique conceder un grado de inserción
narrativa a las viñetas o paginas diseñadas especularmente o con iso-
morfismos (algunos cuadernos de Watchmen, la obra belga Nogegon o
los experimentos de Mirko Ilic, entre otros, con algunas planas interco-
nectadas o con viñetas vinculadas expresamente buscando simetrías).
Dentro de la plana se conciben y se organizan el resto de uni-
dades significativas de la historieta, que nosotros vamos a describir
como entidades abstractas de un modelo general. Según Hjelmslev,
las unidades lingüísticas pueden definirse según sus reglas de com-
binación, haciendo abstracción simultánea de su significación y de
su manifestación perceptible. De este modo, la unidad significati- ´
va de un lenguaje, o glosema, no se define como algo concreto sino
dependiente de las relaciones que la unen a las demás unidades, y
35 Una traducción no muy afortunada al español de la expresión inglesa page layout, según el autor.
48
Hjelmslev añadía que las relaciones combinatorias que conciernen a
los signos vinculan tanto sus significaciones como sus realizaciones
gráficas. En nuestro caso, sería conveniente evitar la necesidad de
depender de un signo concreto como unidad lingüística de la histo-
rieta, por ejemplo la viñeta o la página, ya que esta estructura muchas
veces no clarifica la relación directa existente entre lo representado y
lo significado, o entre lo descrito y lo narrado; necesitaremos una uni-
dad distinta, extralingüística o suprasígnica, que nos permita trazar
una correspondencia constante entre las relaciones del plano de la
expresión con el del contenido.
Si los iconemas eran signos elementales con significante pero sin
significado, sobre esta misma base terminológica inspirada en la gra-
mática pasamos a definir el historietema como: cada signo o grupos
de signos de la historieta que son aprehendidos de una sola vez por el
lector en función de su relación sintagmática con otros y que confie-
ren una unidad de sentido o paradigmática al relato. El historietema
vendría a ser la unidad de significado de una historieta tal y como
va siendo interpretada. Esta unidad es concreta y no discreta, puesto
que se define en función de las relaciones entre los distintos elemen-
tos que vamos percibiendo sobre la plana.
Así, un lector hallará en su lectura una viñeta, pero interpreta
que lo es porque detecta un borde que limita imágenes y/o textos;
una vez admitida esa naturaleza sígnica, pasa a interpretar lo que
contiene la recién identificada viñeta, iniciando otro proceso per-
ceptivo y cognitivo. El borde de la viñeta es un historietema que re-
laciona el espacio de la plana con el contenido de la misma viñeta; el
contenido de la viñeta consta de nuevos historietemas, ya caracteri-
zados en función del borde (su grosor, la modulación de su trazado,
sus dimensiones). El total de historietemas de esta estructura, en su
conjunto, se vuelven a relacionar con el siguiente grupo, si existe,
para generar una sensación de movimiento o de paso del tiempo y,
a partir de ahí, construir mentalmente una secuencia. Si no existe
borde, el lector localiza un conjunto de signos gráficos en la plana y
les confiere automáticamente un contorno, que pasa a ser un histo-
rietema intuido, y el proceso sigue igualmente. Los espacios anicó-
nicos, como las calles, son functivos que permiten el salto de un his-
torietema a otro, pero el relato no se encuentra en ellos sino fuera de
ellos. Este concepto se aproxima al de image irréductible planteado
por Benoît Peeters para resolver la dicotomía image-signe e image-
pretéxte, abundando en la idea de que debe existir un supplément
fondateur36 que permita a la imagen comunicar un sentido narrativo
36 Al igual que se ha admitido la intuición basada en la experiencia lectora como el motor que
permite a los lectores de historietas detectar las transiciones entre viñetas, o las llamadas
“líneas de indicatividad”, o los modos de lectura en Z, se recurre aquí a que el postulado
“suplemento fundador” tiene su base tanto en la experiencia como en las convenciones
asumidas como en la complicidad que se establece entre lector y narrador a través de la obra.
49
tanto en función de los elementos que la integran como de los que la
conectan con las imágenes adyacentes. 37
50
que le daba el teórico italiano Pellitteri a la presencia de signos verba-
les en la historieta: recreadores de sensaciones visuales y sonoras en
la mente del lector, “visualizaciones” y “sonidos” intuidos.38
En el marco de este postulado podemos reformular elementos ya
conocidos pero que pueden actuar como functivos o funciones de re-
lato, caso del cineticonema. Las líneas y signos cinéticos, debido a su
variabilidad (líneas simples, líneas paralelas, representación estrobos-
cópica, borrones de trama, distorsión del fondo de la viñeta, borrones
de color, repetición de personajes en un espacio) pueden ser entendi-
dos como historietemas dependientes de otro historietema: un gráfico
que representa a un personaje o un objeto dibujado, una estela que
implica el paso de un móvil de un espacio a otro. Este tipo de glosema
que actúa como nexo lo denominaremos metahistorietema.
51
Estamos de acuerdo con otros teóricos en que para comprender
el funcionamiento de la cinética en la historieta resulta más cómodo
prescindir del significado literal de los signos dibujados para abrazar
su valor metafórico en el relato de cómic (las piernas extendidas que
significan correr, la posición de surcar para representar a un superhé-
roe volador, un cineticonema lineal que sustituye a uno estroboscó-
pico, etc.) o su valor metonímico (Jacovitti representa a veces a sus
personajes dibujándolos como la trayectoria de una caída parabóli-
ca, en este caso la propia figura lleva incorporado un cineticonema,
es símbolo y dibujo a la vez, lo que podemos comprender como un
historietema con un significado expreso pues es al mismo tiempo
un metahistorietema). El hecho de que muchos movimientos queden
perfectamente claros con la percepción cognoscitiva, pues el movi-
miento está supeditado a la experiencia intuición del lector, implica
que el uso de cineticonemas es un artificio adjetivo del que podría
prescindirse. De ahí que entendemos la superfluosidad de los me-
tahistorietemas de este tipo en las viñetas de Outcault tanto como
comprendemos la cinética producto de las acciones de los personajes
en los primeros comic books de Conan the Barbarian o en la obra Wat-
chmen, que carecen de líneas cinéticas en su desglose narrativo.
Las metáforas visualizadas o gráficas son habituales en las his-
torietas y permiten efectuar traslaciones de un sentido recto a otro
figurado en virtud de una comparación tácita. Estas metáforas, que
cuando transmiten sensaciones son denominadas sensogramas (un
nubarrón con relámpago para el enfado, un tronco aserrado para el
ronquido) y cuando transmiten ideas son ideogramas (una bombilla
encendida para la ocurrencia, una plancha por una frustración), resul-
tan cautivadoras y se las tiene tradicionalmente por señas de identi-
dad del medio. Repárese en que realmente todos los globos con textos
son metáforas de monólogos o diálogos, y las metáforas visualizadas
que pueden encerrar funcionan como metonimias procedentes del
lenguaje verbal. También los sensogramas o ideogramas insertos en
los globos hacen referencia a otro código, como elementos de un “me-
talenguaje” simbólico que se inserta en el iconográfico de la historieta.
Esta idea concuerda, asimismo, con la nuestra de metahistorietema.
Para ejemplificar el funcionamiento de los metahistorietemas
acudamos a una página de Watchmen. El lector se enfrenta a una pla-
na con una retícula de nueve recuadros con imágenes. Debido a las
convenciones de ojeo occidental, comienza la interpretación de la
historieta por la primera viñeta superior de la izquierda. Halla un re-
cuadro que contiene imágenes, interpreta el historietema de la viñeta
en conjunto, con su encuadre, enfoque, profundidad... Interpreta el
historietema de uno de los globos de texto, o de varios, y lo relaciona
con el historietema anterior. Comprende el historietema que se halla
al fondo del dibujo, en una pared o una fotografía, y lo relaciona con
los anteriores o con otros en páginas precedentes. Acude al historie-
52
tema cartela, para percatarse de que se trata de un metahistorietema
(comunica otra corriente de relato, asociada al historietema principal
en este caso), y relaciona el historietema verbal que encierra con otros
historietemas previos y con el actual en la imagen, con el cual se ha-
lla vinculado. Acude, finalmente, al cartucho inferior, cuyo contorno
historietemático indica una singularidad; en efecto, es otro metahis-
torietema, cuyo relato –una historia de piratas– puede ponerse en re-
lación con historietemas previos de la historia de piratas o con el his-
torietema actual o el metahistorietema asociado. Como ha quedado
evidenciado, un historietema puede contener dos o más historiete-
mas (los hay muy simples, como un globo rebordeado o una forma de
recuadrar, los hay más complejos, como toda la composición de una
página, como el grupo de metahistorietemas que componen un rela-
to en paralelo al principal…); aquellos historietemas complejos que
comprenden varios historietemas y metahistorietemas asociados los
podemos denominar suprahistorietemas.
Imagen I. 7. Croquis de “Nosotros las bestias” de Abel Ippólito Fuente: Abel Ippólito < abel.ippolito@gmail.com>
53
Imagen I. 8. “Nosotros las bestias” de Abel Ippólito, 2008
Fuente: Abel Ippólito <abel.ippolito@gmail.com> En resumen, postulamos que el lector hilvana la narratividad historie-
tística a través de la interpretación de glosemas específicos del medio
historieta a los que hemos llamado historietemas, los cuales se arti-
culan sobre una superficie ideal a la que hemos denominado plana.
Los historietemas son de distinto tipo: las unidades con significado
en la articulación del relato denominadas historietemas (viñetas, per-
sonajes, máscaras o disfraces, cartelas, globos con textos, onomato-
peyas, etc.), las unidades que sirven como nexo entre historietemas
denominadas metahistorietemas (bordes de viñetas, siluetas, calles,
cineticonemas, ideogramas, viñetas o composiciones gráficas alusi-
vas a otras, etc.), y las unidades aglutinadoras que también emiten un
mensaje concreto ligado a su estructura conjunta (la composición de
varios historietemas y metahistorietemas, una página o doble página,
la portadilla, la publicación que contiene historietas, etc.). Quedarían
por tipificar los estilemas o conjuntos de elementos característicos
del estilo de un autor o de una escuela de autores, que en aras de
mantener similar terminología denominaremos parahistorietemas;
con este concepto depuramos un significante que puede confundir a
quien sólo considera “estilo” el de un autor a la hora de dibujar o en el
momento de usar ciertos recursos literarios, y no así el modo de mon-
54
tar grupos de viñetas, la manera de colorear los fondos, o el interés
por componer de cierta manera las cubiertas. Con este postulado se
pasa de utilizar convenciones gráficas a utilizar otras más abstractas
que no separan la parte verbal de la parte gráfica en los cómics, pues
las engloba como parte de una misma sustancia. Cabe plantearse a
continuación cómo se ajusta este modelo a la génesis de los relatos, es
decir, a la formulación de un montaje y a la creación de temporalidad.
Si desestimamos los límites rígidos impuestos por las viñetas
rebordeadas y las páginas concretas para tomar en consideración
solamente las imágenes que condensan significados o con las que se
pueden establecer relaciones para hilvanar un relato, entonces la re-
creación del espacio y el tiempo del relato en la historieta es el pro-
ducto de la reorganización de historietemas. Las unidades de montaje
del cómic pueden estudiarse en un plano expresivo si prescindimos de
los límites formales establecidos tradicionalmente; así, la elección de
sintagmas no será estricta, sino flexible, dependiente de historietemas
localizados, de la relación entre ellos y de los metahistorietemas, con
la diferencia de que estos pueden ubicarse en distintos espacios y / o
tiempos en la misma viñeta, en varias de una misma página, o en una
doble página. A diferencia de los teóricos que han aplicado la teoría
del montaje cinematográfico al cómic, nosotros supeditamos el con-
junto de unidades de montaje y desglose a la plana, una unidad narra-
tiva de conjunto que podemos intuir en las historietas más enjundio-
sas de hoy, como se considera a las “novelas gráficas”, así como en las
historietas más simples y primitivas. Igualmente podemos entender el
montaje analítico como una sucesión de historietemas.
Una de las claves para la comprensión de la narración en los có-
mics estriba en la temporalidad, pero ésta se ha analizado siempre
considerando la viñeta como unidad narrativa y de tiempo. No obs-
tante, existe la posibilidad de analizar el medio tomando unidades
“continuas”, que en lo relativo a la temporalidad así se comportan
los aquí postulados metahistorietemas o suprahistorietemas (por
ejemplo una unidad de encuadre analítico, un conjunto de tiras que
muestran una acción al ralentí, una doble página con determinada
composición simétrica…). De este modo la cualidad representativa
del medio, inherente al hecho de hallarse constituida por imágenes fi-
jas inamovibles de por sí, se ve alimentada por la narrativa cuando se
incursiona en su “lectura” a la vez puede emitirse otro tipo de mensaje
con la contemplación de los distintos historietemas en su conjunto.
El lector de la historieta puede dilatar, estirar o detener el tiempo re-
presentado –hasta el límite del diegético– tras la desintegración del
relato de historieta en sus distintos historietemas.
De igual modo, los indicadores de la “ruta de temporalidad” en
un cómic, llamada por algunos “línea de indicatividad”, surge de la co-
nexión de historietemas, pues estos en su ordenamiento van indican-
do el curso de la lectura sin estar sujetos a rígidas normas de composi-
55
ción, de formato o de publicación, si bien tenemos que tener en cuenta
la experiencia lectora (los niños analfabetos desconocen en qué orden
deben leer los globos de texto de un cómic), los referentes culturales
(la convención de lectura, sea occidental u oriental) a la hora de abor-
dar la aprehensión de los historietemas. Y tengamos en cuenta que el
tiempo en la historieta no depende del número de viñetas solamente,
también es dependiente del contexto de inserción en la lectura, de su
lugar en la página, de su diseño o composición. Lo cual confiere un
distinto tiempo de lectura al ser reconstruido el relato. Si entendemos
las unidades narrativas de la historieta como historietemas, entonces
el tiempo dependerá del número de metahistorietemas (o conecto-
res de reinterpretación de significados plasmados por el autor) y de
historietemas relacionados que hallemos, incluidos los para y los su-
prahistorietemas, puesto que la suma de todos los elementos exigirá
un tiempo mayor de reconstrucción del mensaje por parte del lector.
Se propone aquí, además, prescindir de la idea de que exista un
factor de cohesión entre viñetas –o de páginas– indicador del tiempo
y acoger la existencia de un factor de recreación (fr) que lo es de co-
hesión del relato entre los historietemas de una obra cualquiera. El fr
opera mediante una “desconexión” del lector de la realidad dibujada
y no estriba su efecto en conceder corporeidad a los elementos “ar-
quitectónicos” de la historieta, sino que actúa en un ámbito de inter-
pretación abstracta. Podría admitirse que las viñetas son fragmentos
de relato determinados por parahistorietemas, por los que fluye un
tiempo de interpretación (un tiempo diegético inferido) en función
del número de historietemas existentes y la distancia entre ellos. El
reto parece ser aquí hallar una viñeta sin tiempo para localizar el ele-
mento control, pero como también se genera en función del espacio,
no la encontraremos a no ser en un espacio representado infinitesi-
mal. Desde este punto de vista, ni la viñeta es el catalizador de tiempo
que proponía Eisner, ni el divisor de tiempo que hipotetizaron mu-
chos autores, en realidad es un aglomerador de tiempos ligados al in-
cremento de los fr intervinientes. Es así porque no sólo es un reducto
de espacio y tiempo, también puede ser de diferentes espacios en un
mismo tiempo, o de distintos tiempos en un mismo espacio, y en tal
caso el avance del relato estaría en función de ambas dimensiones.
Aparte hay que sumar el tiempo invertido en la lectura, el íntimo que
invierte el receptor, que dependerá de los fr que se aplican para distin-
guir cada historietema.
El postulado de historietema resulta aplicable para el estudio de
las series de historieta puesto que los nexos que justifican la identifi-
cación de la serie propuestos, es decir, los elementos narrativos (exis-
tente, narrador, temática) y los paratextuales (título común, inserción
común, etc.)39 pueden verse como historietemas o elementos narra-
56
tivos identificables, prácticamente inalterables en la serie, y como
metahistorietemas y suprahistorietemas que sufren alteraciones con
fines editoriales y/o comerciales. Sobre la base de los conocimientos
historiográficos actuales, podemos establecer que los historietemas
evolucionan muy lentamente debido a sus cualidades simbólicas (en
siglos, la delineación de la caricatura apenas si ha experimentado
avances; igual ocurre con ciertas poses de personajes genéricos, cier-
tas fórmulas narrativas, planos o encuadres, ciertas angulaciones…) y
a las convenciones compartidas entre emisor y receptor para el trata-
miento de, por ejemplo, los personajes.40
La génesis y la formulación de los historietemas se explican por
simple recurrencia diacrónica de los elementos básicos estructurales.
Desde un comienzo, en el que el medio contaba nada más que con
el ladrillo básico de la viñeta satírica, se fue articulando un discur-
so diegético temporal según fuera exigible representar un desenlace
humorístico (o crítico) en un espacio mayor, en un tiempo más di-
latado, o con un nivel de dramatismo o expresividad marcado. Con-
ceptos como los de la caricatura como armazón de cualquier per-
sonaje, la perspectiva con entidad narrativa, los cineticonemas, los
sensogramas, los locugramas, las onomatopeyas, el montaje paralelo,
etc., surgen en un tiempo y lugar y, por imitación o acumulación de
convenciones aceptadas por los autores y los lectores, se dispersan
geográficamente, experimentan transformaciones dependientes de
los parahistorietemas y son incorporados al lenguaje de la historieta
según el medio evoluciona.
Los historietemas más simples surgen evidentemente de agrega-
dos de iconemas básicos: el esquema icónico de un rostro, el recuadro
de un encuadre, la línea cinética. Otros más elaborados, en historiete-
mas avanzados: la filacteria que se transforma en globo, el sensogra-
ma, el efecto máscara, el héroe “bárbaro”, el superhéroe, las composi-
ciones verticales… Se sigue con los metahistorietemas: el cliffhanger,
las splash panels, el montaje analítico… Y también ocurre con los pa-
rahistorietemas (el estilo manga, el grupo de estilemas característicos
de Jack Kirby, o las inclusiones del cómic en medios pictográficos o
digitales) y con los suprahistorietemas (los formatos, los modelos de
publicación, los productos definidos bajo la denominación de “escue-
las” como la francobelga o Bruguera, las etiquetas editoriales como el
slice of life o la “novela gráfica”…)
57
Imagen I. 9. Croquis de Carla, 2010
Fuente: <agreda@mac.com>
Conclusiones
58
modo que la obra de historieta es inteligible en diferentes ediciones y
soportes dependiendo de las relaciones que se generen entre historie-
temas con las cuales el lector es capaz de reconstruir un relato.
Los historietemas complejos son de tres tipos, los que hemos de-
nominado meta y suprahistorietemas, más constantes, y los parahis-
torietemas, siempre cambiantes y que dependen del estilo del autor.
Este modelo nos permite analizar cualquier obra de historieta, desde
la condenada a una única viñeta hasta la expresada en cientos de pá-
ginas, evidenciando que lo relevante de la historieta no reside en la
morfología o el tamaño visible de una obra o su contenido expreso
sino en el conjunto de relaciones que se producen entre sus elemen-
tos integrantes.
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60
2. Historieta, discurso crítico, literatura:
sobre cruces, imposiciones y ausencias
El caso argentino (1982-1994)
Lucas Berone
Presentación
61
ciosemiótica. En ella, me propuse reconstruir el surgimiento de los
discursos que construyeron la historieta como un probable obje-
to de estudio dentro de las ciencias sociales y humanas, desde 1968
–en la instancia de una primera fundación discursiva, vinculada a los
desarrollos de la semiología y los textos de Oscar Masotta– hasta el año
1983, en que podrían rastrearse ya las marcas de una segunda fundación.
Actualmente, dicho trabajo de investigación se encuentra desperdigado
en una serie heterogénea de publicaciones y presentaciones a Congre-
sos, aunque no desespero de verlo prontamente editado en su totalidad.
1 En efecto, a principios de los años setenta, algunos trabajos inscriptos en la línea marxista de
los estudios sobre historieta, con epicentro en la experiencia socialista de Salvador Allende en
Chile, se preguntaban seriamente si la historieta, un producto cultural “burgués”, habría de seguir
existiendo en las nuevas sociedades resultantes de los procesos revolucionarios latinoamericanos,
con qué características y bajo qué condiciones (para un análisis de estos planteos, cf., Lucas
Berone, “El discurso sobre la historieta en Argentina. Intertextualidad, conciencia y mercado”).
62
Asimismo, tampoco debe olvidarse que la postura en relación
a los fenómenos y objetos de la cultura de masas en Occidente
era en ese tiempo, por lo menos, ambigua (cf. la famosa dicotomía
propuesta por Umberto Eco: apocalípticos vs. integrados). En el
caso del discurso acerca de la historieta, de matriz semiológica,
el valor acordado al objeto pasará por sus propiedades estéticas (y
toda postura estética supondría siempre, en última instancia, una
posición ética) y, en particular, tales valores estéticos aparecerán
como vehiculizados fundamentalmente por la dimensión visual
del lenguaje historietístico. La experiencia llevada adelante por
Masotta en 1968, con la organización de la Bienal Mundial de la
Historieta en el Instituto Di Tella de Buenos Aires (en colaboración
con la Escuela Panamericana de Artes), demuestra que el acerca-
miento académico a la historieta, en tanto objeto estéticamente
relevante, se inscribía finalmente en el espacio de justificaciones y
de valores de las “artes visuales”.2
Hacia fines de los años setenta y principios de los ochenta, sin
embargo, podremos datar una suerte de segunda fundación del dis-
curso sobre la historieta en Argentina (justamente, en virtud de la
cual se visibilizan hoy los gestos y los sentidos de aquella primera fun-
dación semiológica), que cierra la ambivalencia inaugural y la confi-
gura como un objeto de valor definitivo. Se trata de los textos teó-
ricos y críticos3 firmados por un grupo de profesores universitarios,
investigadores y escritores inscriptos en el campo de la literatura y el
periodismo cultural: Eduardo Romano, Jorge B. Rivera, Carlos Trillo,
Guillermo Saccomanno y, principalmente, Juan Sasturain.
Y a la vez, esta transformación de la historieta como objeto será
correlativa de un desplazamiento de campo y de un cambio de enfoque.
En primer lugar, en los textos de esta nueva serie discursiva, la
historieta se desplaza del campo de fenómenos de la cultura de masas
de Occidente hacia un espacio bien diferente, a saber: el universo de
objetos y de valores de la “cultura popular” de nuestro país. En segun-
do lugar, y como dijimos, tal desplazamiento obligará a un cambio
de enfoque: siendo que un género o producto de la cultura popular
siempre habrá de dejar establecida una comunicación transparente y
fluida con la esencia y las historias de su pueblo; entonces el valor es-
tético de la historieta ya no pasará aquí por los desvíos y las rupturas
de su dimensión icónica o visual (dimensión siempre problemática,
a un paso de la no-significación), sino que se fundará, especialmen-
te, en la dimensión literaria del mensaje historietístico, en los lugares
2 Sobre este modo de recepción puede consultarse mi ensayo de 2004, y el artículo de Roberto
Von Sprecher, “H. G. Oesterheld, campo de la historieta y campo del arte en los sesenta”.
3 Aunque algunos afirmen, con buenos argumentos, que esta línea adolece de una suerte de
ausencia de teoría. Sobre esto, ver Lucas Berone, “El discurso sobre la historieta en Argentina
(1968-1983)” y Roberto Von Sprecher y José M. Pestano, “Marco para el estudio de la historia
del campo del comic”.
63
(verbales) donde la ideología, las intenciones y los sentidos del texto
son declarados, explicitados, verbalizados.
Ahora bien, lo curioso es que semejante lectura de la historieta
como “literatura marginal”4 tuvo lugar y se desplegó generosamente
en un momento muy singular del desarrollo del campo de la produc-
ción y consumo del género en Argentina: momento de un marcado
desdoblamiento o diferenciación del mercado, entre las publicaciones
tradicionales de las editoriales masivas (Columba, Récord) y una zona
de experimentación vanguardista, donde las polémicas estéticas se
tramaron fundamentalmente a partir de la búsqueda del hallazgo y la
revolución visual, antes que literaria.5
Estudiar, entonces, el despliegue de esa nueva discursividad teó-
rico-crítica que fechamos, un tanto convencionalmente, entre 1982 y
1994, y el entramado de sus relaciones complejas con el campo de la
producción y consumo de historietas en Argentina, será el objeto del
presente trabajo.
64
En este sentido, las razones del proyecto crítico de Sasturain re-
posan en la categoría o en la noción de autor, en tanto “héroe cultural”.
Esto, sin ninguna duda, marca por un lado la inherencia de ese pro-
yecto a los modelos propios del campo de los estudios literarios acadé-
micos; pero a la vez, por otro lado, señala justamente la distancia entre
la propuesta de Sasturain y otras discursividades críticas que comien-
zan a establecerse en nuestro país hacia la década de los ochenta –aún
en el terreno de la crítica de historietas, como veremos más adelante–;
escrituras deudoras de proyectos teóricos que partían casi inexorable-
mente de la muerte del autor como premisa metodológica, para llegar a
categorías más “impersonales” como las de género o ficción.
Ahora bien, lo interesante en Sasturain es reconocer la dimen-
sión o los alcances que cobró el concepto de autor en las argumenta-
ciones de su discurso crítico.6
De entre los muchos y valiosos artículos y ensayos que escribió
durante esa época –la mayoría serán luego reunidos en el libro El do-
micilio de la aventura, editado por Colihue hacia 1995–, voy a detener-
me solamente en cinco de ellos, publicados entre 1984 y 1991: “Los
caminos de la aventura: Salinas, Pratt, Breccia”, “Cuatro marcas con
un Fierro caliente”, “La última década larga de la historieta argentina”,
“Borges en Perramus: ejercicio de espejismo” y “Muñoz y Sampayo:
con tinta sangre”.
Los dos últimos textos de la serie son valiosos en tanto, en su
superficie, el discurso crítico desanda en una y otra dirección el ca-
mino que va de la realidad a la ficción y de la ficción a la realidad
(estableciendo una conexión que iremos viendo desarticularse pro-
gresivamente, en otros textos críticos).
Por un lado, en su presentación a la exposición de José Muñoz
y Carlos Sampayo en Guernica (España), durante 1991, Sasturain
irá relevando los hitos por los cuales una ficción determinada –he-
cha de lecturas, de series televisivas, de películas, etc.– finalmente
se hace realidad; es decir, los momentos sucesivos de un itinerario
creador en el que “un personaje nacido tal […] se iba convirtiendo en
persona”.7 Y no sólo esto, sino que se tratará de un sujeto –el perso-
naje fundamental de Muñoz y Sampayo: Alack Sinner– cuya peripe-
cia vital modela o refleja esencialmente la posición ética y estética
asumida por los autores.
6 Durante la década del ochenta, el trabajo de Jorge B. Rivera puede ser asociado de muchas
maneras con la propuesta de Juan Sasturain. Sin embargo, sus textos permanecen más
fuertemente vinculados a la preocupación por periodizar el fenómeno de la historieta y por
definir los modos en que ésta se inscribiría de manera diferencial, a lo largo del siglo xx, en los
complejos procesos de integración entre los fenómenos de la “industria cultural” (o cultura de
masas), los modelos de la cultura de élites y las formas y tradiciones de la cultura nacional y Imagen I. 11. El domicilio de la aventura
popular. Sobre esto pueden consultarse sus precisiones sobre “La historieta y el lenguaje del
cine”, sobre “El prestigio de los modelos literarios” o acerca de “La historieta gauchesca”, y
otros ítems más, recorridos en su Panorama de la historieta en la Argentina (de 1992).
7 Juan Sasturain, “Muñoz y Sampayo: con tinta sangre”, en El domicilio de la aventura, p. 152.
65
[…] una operación artística y existencial –que no sólo involucra al
personaje sino, sobre todo, a los autores, supongo–, habla simultá-
neamente de un pasado pisado y en cierto modo oprobioso o vivido
como tal, de un desgarramiento personal, y de una serie de eleccio-
nes clave que terminan en la marginalidad elegida como camino
inevitable de coherencia. El sujeto real y aparente de la historia es el
policía Sinner; el sujeto metafórico son el escritor Sampayo y el di-
bujante, y el problema en cuestión, uno solo: el choque ético contra
la realidad social y sus leyes, y los modos de supervivencia luego
de esa colisión existencia […].8
Los tres primeros textos de la serie que estoy citando, en cambio, son
diferentes: en lugar de referirse a los avatares de una obra particular
(Alack Sinner, Perramus), buscan definir más bien las coordenadas de
un sistema y de una tradición.
El sistema que persigue obstinadamente el discurso crítico de
Sasturain es la conformación de un circuito de producción, distribu-
ción y consumo de bienes simbólicos; el cual, a la vez que acercaría el
autor al lector y a la realidad que comparten –realidad local y univer-
sal, a un tiempo–, los mantendría a prudente distancia de las trampas
ideológicas de la dependencia cultural y de las restricciones comer-
ciales del mercado editorial.
De este modo, a través de sus diversos acercamientos al tema,
por lo menos desde 1979,11 el crítico viene describiendo insistente-
66
mente la evolución de la historieta argentina como género popular en
los términos de la consolidación de un sistema nacional de creación
cultural, formado principalmente por cinco lugares o roles: el autor, la
sociedad (o realidad), el lector, la obra y el medio (o mercado). En esta
descripción, la instancia central aparece ocupada por la figura del au-
tor: su posición de creador será el espacio donde se cruzan y por don-
de pasan las diversas determinaciones de la producción cultural (las
políticas editoriales, las coyunturas históricas, ciertas expectativas de
lectura, los géneros mediáticos). Y serán precisamente las relaciones
diferenciales que establezca el autor con el resto de las instancias o lu-
gares del sistema, las que condicionarán o explicarán el valor estético
y el valor social de cada historieta particular.
Ahora bien, según Sasturain –y esto lo afirma en su informe
elaborado para el Catálogo de las ii Jornadas del Cómic en Zaragoza
(España), en 1986–,12 ese “circuito masivo que alimentaba recípro-
camente a medios, público y creadores, que tan bien aceitado había
funcionado hasta entonces”,13 se fractura a mediados de los años se-
senta; y los autores de la historieta argentina terminan ingresando en
un “régimen [de trabajo] alienante y alienado”,14 del que sólo habrán
de zafar a partir de la posible “confluencia” común en torno a un pro-
yecto único o, mejor, de unidad.
12 El texto, que lleva el título “La última década larga de la historieta argentina”, será recogido
en El domicilio de la aventura, pp. 29-44.
13 Juan Sasturain, “La última década larga...”, en El domicilio de la aventura, p. 30.
14 Ibidem, p. 32.
15 Ibidem, p. 40.
16 Ibidem, p. 44.
67
en libro, Sasturain sostiene que Fierro, en última instancia, es “un cir-
cuito de comunicación estable y creciente entre muchísima gente que
va y viene, adentro, afuera y alrededor de los veintipico mil ejemplares
que alguien compra cada mes”; y constituye un medio que, asumien-
do la “condición ideológica” de la historieta, “despliega el ejercicio de
la imaginación y la inteligencia de los dos lados del cuadrito”.17
El último texto de la serie propuesta, “Los caminos de la aven-
tura: Salinas, Pratt, Breccia” (que es el primero en realidad, desde el
punto de vista cronológico), publicado en el diario Clarín a fines de
1984, intenta trazar las líneas de una “tradición nacional”; es decir,
la proyección en profundidad, hacia el pasado, del sistema o circuito
cultural que Fierro habría venido a restablecer.
Ahora bien, hay algo significativo en este gesto, y es el curioso
diálogo que mantiene, secreta o implícitamente, con los primeros
trabajos académicos acerca de la historieta publicados en Argentina,
firmados por Oscar Masotta.
La elección de Sasturain, en 1984, de los dibujantes más impor-
tantes en la historia de la historieta nacional, recae sobre los mismos
nombres de autor que había recogido Masotta en su libro de 1970 (La
historieta en el mundo moderno): José Luis Salinas, Alberto Breccia y
Hugo Pratt –en verdad, el texto de Masotta acogía a un cuarto dibu-
jante, de amplia producción en Argentina: el chileno Arturo del Casti-
llo. Sin embargo, y es lo que me interesa destacar aquí, de una a otra
discursividad crítica, los mismos nombres de autor ocupan lugares
esencialmente diferentes.
En el artículo de Sasturain, los autores mencionados son instan-
cias de condensación: representan con sus nombres una tríada de ma-
neras, “líneas” o estilos diferentes, es cierto; pero siempre dentro de
una misma tradición nacional del dibujo de historietas.
68
ese modo de poner en funcionamiento, para Sasturain, el circuito que
envuelve a los lectores, los autores, los editores y las obras.20
20 En este punto, es notable el hecho de que Sasturain excluya de ese circuito a los “críticos”,
buena prueba de que, durante el período que nos ocupa, se produjo un acercamiento
decisivo del discurso crítico a la esfera de la producción y los productores de historietas y
humor gráfico; al punto que se llegó a adoptar definitivamente la entrevista como un género
principal de la crítica –especialmente en algunos autores, como Germán Cáceres, pero lo
mismo sucede con Sasturain, Birmajer y De Santis–, en tanto forma de reconocer el valor
cognoscitivo de la palabra del autor respecto de su obra, su contexto, su proyecto creador, etc.
21 Juan Sasturain, “Los caminos de la aventura”, en El domicilio de la aventura, p. 135.
22 Acerca de Salinas, Masotta evocará el dibujo de Alex Raymond; acerca de Del Castillo,
Godwin y Dana Gibson; acerca de Pratt, por último, los nombres de Caniff, Hogarth y Foster.
23 Oscar Masotta, La historieta en el mundo moderno, p. 158.
69
da “Los habitantes del cuadrito”.24 Ahora bien, los textos de Birmajer
necesariamente deben ser inscriptos, como luego los ensayos de Pa-
blo de Santis, en esa segunda fundación del discurso crítico sobre la
historieta que tuvo lugar fundamentalmente en los trabajos de Juan
Sasturain, de fuerte impronta comunicológica, para diversos medios
gráficos, especializados o no (Clarín, La Opinión Cultural, El péndulo,
Superhumor, Feriado Nacional, Fierro). Pero al mismo tiempo, y como
también sucederá con De Santis, hay algo en la escritura de La imagi-
nación al cuadrado que tiende a apartarla con fuerza del conjunto de
principios o axiomas que sostienen la propuesta de Sasturain.
En este sentido, podemos afirmar que el principio o elemento
que articula el conjunto de ensayos de Birmajer acerca de la historieta
es el personaje;25 lo que difícilmente podría ser suscripto sin reparos
por Sasturain. Ya que, y por intercesión de esta noción de personaje,
ingresará y se tornará central en el discurso crítico de Birmajer una
categoría por completo ajena a la perspectiva comunicológica de
aquél: la ficción.
El concepto de ficción, proveniente del dominio de los estudios
literarios, comunica a la historieta (y también a la crítica, como modo
de lectura) con los campos asociados de la inutilidad y el placer que
conlleva el hecho estético. La frase que abre el libro lo declara explíci-
tamente: “Si como decía Oscar Wilde ‘el arte es inútil’, la historieta, el
noveno arte, lo es doblemente. Doblemente inútil, digo, porque den-
tro del mismo terreno artístico muchas veces se le ha escamoteado su
lugar”.26 Así, pues, esta doble inutilidad, remarcada ampliamente en
otros pasajes, se conectará con el placer estético y será función, funda-
mentalmente, de la “autonomía” de la historieta frente a las reglas del
capital (la productividad) y frente a la “solemnidad” de las academias;
y será función, en última instancia, de la configuración de la creación y
la lectura de historietas como lugares de resistencia cultural.
Guiado entonces por el placer de sus lecturas, y por la autono-
mía de esa actividad “inútil”, Birmajer irá recorriendo la galería de los
personajes que lo hacen o lo hicieron disfrutar, sin aparente voluntad
de orden ni de estructura; Asterix, Lucky Luke, los “héroes solitarios”
de Editorial Columba, Fantomas o Jesuita Joe, las historietas de García
Ferré y Dante Quinterno, los dibujos animados de la Warner, Hannah
Barbera o Walt Disney, la revista mad, los europeos (Lauzier, Bour-
geon, RanXerox), los “nuevos historietistas” que publican en Fierro o
en otros lugares (Rep, Sergio Langer, Max Cachimba).
70
Y semejante recorrido, hecho de reminiscencias o de repentinos
cruces y hallazgos, irá planteando sucesivamente un conjunto de
cuestiones que le interesa tocar, a uno y otro lado de las fronteras
de la ficción: las relaciones entre el sujeto y su mundo –tópicos domi-
nantes de artículos tales como “Los habitantes del cuadrito”, “Triste-
za Joe” y “Café con leche con Lucky Luke”–; los roles, su definición mo-
ral y las posibilidades abiertas a la lectura (en “Buenos y malos”, “La
victoria del Coyote”, “El retorno de lo desconocido”); la constitución
de la propia subjetividad, entre el poder, el deseo y la verdad (“Viaje al
país de Lauzier”, “La alegría del pesimismo”).
Ahora bien, por otro lado, la categoría de “personaje”, en tanto su-
jeto ficticio o ficcional, le permitiría al lector establecer un cierto tipo
de relación con la obra, con total prescindencia de su relación con
el autor y con su realidad. Es decir: la intervención del concepto de
ficción desvincularía a la historieta, como objeto de interés teórico,
de los dominios convergentes de lo real y su “reflejo” en lo ideológico.
La historieta, por lo tanto, en las reflexiones de Birmajer, se des-
entenderá primeramente del realismo: “Un texto de Marx, informa y
subleva indistintamente. Pero en la historieta, ya que el actual estadío
artístico parece implicar una división entre estas dos funciones, no
hay que permitir que la trama se transforme en un noticiero”.27
Y luego, al separarse de lo real, el crítico negará la historieta
comprometida políticamente,28 también la defensa de una historieta
nacional –“Creo que entendiendo el hecho apátrida de la historieta,
no tenemos que poner el acento en si la historieta es nacional o no,
sino en si determinada historieta nos hace reír o no, si nos hace llorar
o no, si nos hace pensar o no”–29 y aún llegará a concebir una pro-
funda crítica de la historieta “para adultos”, sometida al imperativo
realista de la anatomía pornográfica.
27 Ibidem, p. 123. Cf., además, el siguiente fragmento de uno de sus intermezzos analíticos:
“Siempre me han resultado no aguafiestas sino cínicos los que exigen realismo en las hojas a
color a las que me aboco. ¿Cuál es el realismo, que Jackaroe [un personaje de las revistas de
Columba] tenga un trabajo fijo y coma bife? ¿Esa es en realidad la realidad?” (p. 24).
28 “Ningún país revolucionario, ni ninguna izquierda de ningún país tiene la obligación de
hacer historieta; pero si se hace, creo que es necesario faltarle el respeto a la realidad en
los cuadritos, para poder amarla cuando se cierren las tapas de la revista. La historieta no
puede hablar de la revolución más que siendo revolucionaria como historieta”. En Marcelo
Birmajer, op.cit., p. 125.
29 Ibidem, p. 128.
71
las alternativas de expresión y deriva en un realismo sexual ago-
biante: contenidismo sexual.30
72
libro de De Santis a lo largo de sus diferentes capítulos, y ya desde
el índice, muestra claramente que el universo de la historieta argenti-
na de los años ochenta, para el autor, coincide más o menos exacta-
mente con el universo de las historietas (y los autores) publicadas/os
por la revista Fierro desde 1984. Allí se disponen, uno tras otro: Perra-
mus, de Breccia y Sasturain; El Tomi, Max Cachimba, Carlos Nine; la
dupla Muñoz-Sampayo (Alack Sinner, Sudor Sudaca y otras); El Sueñe-
ro, de Enrique Breccia y las adaptaciones de La Argentina en pedazos;
las mujeres de Chichoni, Altuna y las historietistas (Patricia Breccia,
María Alcobre, Maitena); las series de sci-fi de Carlos Trillo y Barreiro;
el Evaristo de Sampayo y Solano López; las “nuevas historietas” de Po-
detti, Fayó y Sanyú.
Y al mismo tiempo, por otra parte, queda claro que la palabra “po-
lítica”, en este contexto, pasaría a nombrar esa suerte de capacidad del
mensaje historietístico de asociarse a (o mejor, de asociar sus temas), y
de representar, la circunstancia de su lector: su nacionalidad por un lado
(las líneas de su identidad), y su actualidad por el otro (los vectores de
sus conflictos, sus contradicciones, sus preocupaciones coyunturales).
En tercer lugar, y sin embargo, hay algo más, un elemento “extra-
ño” en el texto de De Santis, que lo separa crucialmente de los modos
o modelos críticos diseñados por Sasturain en torno a la historieta: la
ausencia de la figura de Héctor G. Oesterheld –“De alguna manera,
la historieta de los ochenta es la historieta ‘después de Oesterheld’”–33
y, acaso correlativamente, la presencia obstinada del género, o de los
géneros, entre la historieta y la realidad. Esto es: la inscripción del gé-
nero como espacio de intercambios y como zona de negociación en-
tre política y lenguaje estético, o historietístico.
La categoría de género narrativo (una forma convencionalmente
establecida de resolver la trama o el argumento de un relato) –la cual
se expande además en dos direcciones: hacia toda la historieta como
un “género” (¿cultural?, ¿literario?) y hacia el género de los lectores–
será el punto esencial del acercamiento crítico de De Santis a la histo-
rieta como objeto de estudio, organizando el sistema de las obras y los
autores, y la razón de sus segmentaciones y valoraciones, en mayor
medida que el concepto de autor-creador. Ya en la “Introducción” se
instala la necesidad de esa mediación: “El humor gráfico y la políti-
ca son inseparables; la historieta y la política, no. Como la literalidad
hace fracasar cualquier narración, la realidad le exige a la historieta
caminos zigzagueantes y, a veces, secretos”.34
En la perspectiva de De Santis, el género constituye el espacio
de la mediación, por donde pasan y se estipulan las relaciones entre
el autor de historietas y sus temas o su realidad, el lugar por donde el
autor accede o no a su actualidad.
73
Así, por un lado, entregados al género, los autores argentinos
de series de ciencia-ficción para el mercado europeo (Carlos Trillo,
por ejemplo, u Horacio Altuna) aparecerán en el texto crítico como
perdiendo el contacto con su propio lugar: “hay algo en la mayoría
de las utopías, que delata su condición de productos for export: son
narraciones utópicas en el sentido etimológico de la palabra; están
contadas desde ningún lugar”.35
Por otro lado, y al revés, tendríamos los autores que llegan final-
mente a su realidad por el camino de los géneros (el policial, el terror)
a una realidad que han debido abandonar precipitadamente, como el
caso de los exiliados José Muñoz y Carlos Sampayo, o a una realidad
que se sustrae obstinadamente a la representación, como en el caso
de la Guerra de Malvinas.
Respecto de Alack Sinner, por ejemplo, la serie creada por Muñoz
y Sampayo en Italia, De Santis escribe:
35 Ibidem, p. 54.
36 Ibidem, p. 89.
37 Ibidem, p. 28. Me gustaría retomar de paso una buena pregunta del texto, por todos los pro-
blemas que convoca: “La pregunta es: ¿quién tendría que narrar la guerra? ¿Quién, que de
algún modo sea todos?” (p. 24). Me parece que es exactamente ése el lugar de los géneros
narrativos.
74
La palabra crítica en el borde: acerca del humor gráfico
como objeto
75
La clave de la entrada de Sasturain en el humor de Oski pasará otra
vez, por supuesto, a través de la noción de autor, entendido como una
genial unicidad inagotable –es decir, algo ajeno a las leyes de la multipli-
cación redundante características del mercado y de los géneros.
“Oscar Conti fue uno de los pocos genios plenos que esta tierra
ha dado”, dice Sasturain en una reseña aparecida en el diario Clarín,
en diciembre de 1984.41 Y un poco antes, en un ensayo publicado por
la revista The Knack (junio de 1982), había escrito:
Hay tipos sobre los que uno vuelve una y otra vez. Siempre. A es-
cribir, a mirar, a encontrar motivos y ganas y ejemplos para seguir
viviendo o empezar de una vez. Y Oski es un caso. Como Pugliese
o Miller, el dibujante de medias tiradas y a rayas y de pajaritos sin
alas, es inagotable.
Y eso no es fácil que suceda en el humor, sustentado habitual-
mente en el efecto momentáneo, irrepetible: un chiste se cuenta
una vez, como se lee una vez la novela de Agatha Christie. […] Bien.
Lo de Oski es otra cosa.42
76
contra el mal y los fantasmas […]. Su dibujo tiende constantemen-
te a desmitificar los gestos vacíos, encontrar la cotidianidad en lo
formal, la estupidez del empaque soberbio, la tontera de las reglas.45
Se entiende ahora por qué los ensayos de Sasturain le niegan todo valor
a las series humorísticas construidas sobre los que él denomina “tipos”
o “personajes unilaterales”; sujetos dominados por una monomanía, o
señalados por una única y repetida cualidad psicológica o “tara” moral
(el avaro, el astuto, el ingenuo, el piola, el suertudo, etc.), en éstos, des-
tino y sentido del individuo se superponen absolutamente.47
Por último, si la estrategia crítica analizada hace del humor grá-
fico una zona de manifestación del sentido, aún (o sobre todo) bajo la
forma de su interrogación; queda espacio también para que algunos
otros textos, puestos en los bordes de nuestra serie discursiva, permi-
tan imaginar todavía un punto de partida justo en los lugares donde
Sasturain se detiene, a saber: en la ausencia lisa y llana de sentido, en
la ruptura de relaciones con lo real.
Uno de esos bordes, una de esas líneas de fuga respecto del “ca-
non Sasturain”, lo constituye el trabajo de Alan Pauls (otro escritor
joven48) sobre el dibujante Lino Palacio, que la editorial Espasa Calpe
de Buenos Aires publicó hacia 1993.49
Antes que en las grandes síntesis de una poética autoral –los per-
sonajes: esa “pequeña legión de íconos representativos”–, la estrategia
crítica de Alan Pauls se afirma en los detalles del “mundo gráfico” de
Lino Palacio: los “tobillos” que dibuja, las “maneras de caminar”, las
“malformaciones” de los cuerpos, las “narices” y los diferentes moldes
femeninos a los que recurre.
45 Ibidem, p. 83.
46 Ibidem, p. 221.
47 Ibidem, pp. 76-77.
48 Alan Pauls (Buenos Aires, 1959) estudió y ejerció la docencia en la carrera de Letras de la
uba y es autor de novelas como El pudor del pornógrafo (1984) y Wasabi (1994). Imagen I. 14. Lino Palacio. La infancia de la risa
49 Alan Pauls, Lino Palacio. La infancia de la risa. El trabajo salió en la colección Espasa Humor
Gráfico, que incluyó otros monográficos interesantes: Rico Tipo y las chicas de Divito, de
De Santis, Releyendo Patoruzú, de Susana Muzio, y La historia de Tía Vicenta, de Edgardo
Russo.
77
[…] La obra de Lino Palacio –propone el crítico– también está tra-
mada de músicas laterales, airecitos minúsculos, ritornellos subrep-
ticios. Son detalles secundarios, que nunca protagonizan un dibujo
pero que nunca, tampoco, lo abandonan. Insisten. Y a diferencia de
lo que pasa con los personajes, que casi siempre están apuntalados
por motivaciones, causas, fundamentos psicológicos o morales, los
detalles, poseídos por una extraña autonomía, insisten de un modo
arbitrario y caprichoso, como leit motivs enigmáticos.50
Lo que esta política de lectura del detalle abre, entonces, es una di-
mensión estética donde el sentido ya no se define por la relación de la
mirada del artista con lo real; sino que la insistencia de ciertas solu-
ciones gráficas –ciertas “posturas”, dirá Pauls: cierta disposición “co-
reográfica” de las figuras sobre el papel– terminará por conformar un
mundo visual que no hace más que agregarse al mundo ya existente:
como una memoria, una tradición, una música, y como la posibilidad
especial de transformarse en otra cosa. Del mismo modo que, ya en el
nivel de los personajes, las repetidas actuaciones de Don Fulgencio,
el señor adulto “que no tuvo infancia”, no sólo asegurarían “la conti-
nuidad de un arquetipo humorístico, sino el contagio de su vocación
delirante a todo lo que no es él: un devenir infantil del mundo”.51
En este punto final, lo interesante está en que una lectura de este tipo
desplaza las coordenadas y los modos de su validación: desde la relación
autor-mundo, propia del aparato crítico diseñado por Sasturain, hacia
los problemas suscitados por las formas de representación del cuerpo en
el mundo (en el caso del texto de Pauls, la categoría que encuentra para
dar cuenta de esta dimensión será la de postura). Y este desplazamiento,
inesperadamente, tendrá la virtud de devolver las razones del discurso
acerca de la historieta, y por el desvío del humor gráfico, otra vez (aunque
de diferente manera) al campo de problemas de las artes visuales.
78
Conclusiones
53 Para una buena reseña de la trayectoria de la revista Fierro y sus dibujantes, y su posición
dentro del conjunto de experiencias surgidas en torno a la historieta a nivel internacional,
puede consultarse con provecho el artículo de Carlos Scolari, “Los hijos de Fierro” en
Historietas para sobrevivientes. Comic y cultura de masas en los años 80, pp. 247-293.
54 Sobre esta cuestión, puede consultarse un desarrollo más extenso en Lucas Berone, “Campo
literario y campo de la historieta en Argentina. Notas para un análisis en fase”.
79
Referencias bibliográficas
80
3. Los estudios de recepción, una necesidad del campo
de la historieta argentina
Sebastian Gago
Aclaración preliminar
E ste artículo es una elaboración teórica provisoria inicial sobre recepción de historietas,
necesaria para un adecuado trabajo de investigación. Dada su transitoriedad, las apre-
ciaciones y proposiciones aquí mantenidas están sujetas a revisión y serán reformuladas o
ajustadas en las diferentes etapas de exposición de los avances y resultados conseguidos. Es
decir, el texto debe leerse como una hipótesis de trabajo en proceso de construcción, y por
tanto, de carácter heurístico.
Introducción
81
historieta y su rol en el contexto de dependencia cultural de Latinoa-
mérica y la lucha de clases; una línea crítica que analizó la historieta
como género costumbrista (Eduardo Romano y Jorge B. Rivera); e in-
vestigaciones críticas de Juan Sasturain, desde fines de los setenta.3
Por otra parte, en la Universidad Nacional de Córdoba existe,
desde el año 2001, un equipo dirigido por Roberto von Sprecher, de-
dicado al estudio científico de historietas argentinas, en particular de
la historieta “realista” o “de aventuras”, según la terminología propia
del campo. Dentro del proyecto, denominado “Estudios y crítica de la
historieta argentina” y que cuenta con una revista4 para difundir sus
producciones, se estudia el campo de la historieta a partir de diversos
enfoques: el mapa y el estado del campo de producción y consumo de
la historieta argentina, el estudio comparativo entre autores, análisis
de discursos teórico-críticos acerca de la historieta, análisis de his-
torietas a partir de la teoría de la enunciación y contratos de lectura,
etc. Es Co-Director del proyecto Federico Reggiani,5 quien editó hasta
el 2004, en papel, la revista especializada Picasesos, en la cual colabo-
raba también Lucas Berone. Reggiani se concentra, actualmente, en
el estudio de la historieta a partir de la teoría de la enunciación y los
distintos contratos de lectura que tejen los autores de historietas y de
revistas. Acerca de las nuevas tendencias y características producidas
en torno a la producción, la edición y la distribución de historietas
realistas en Argentina, es significativa la línea investigativa de Iván
Lomsacov, también miembro del equipo.6
A nivel universitario se están conformando otros proyectos de in-
vestigación sobre el campo, como el que se organiza alrededor de Lau-
ra Vazquez, en la Universidad de Buenos Aires, que ha realizado una
tesis doctoral que servirá de referencia para la presente investigación.7
Sin embargo, en la investigación no se le ha dado suficiente re-
levancia al estudio de la recepción de historietas, siendo que es y
ha sido parte significativa en el campo de la producción cultural ar-
gentina y mundial. Se han producido, no obstante, libros ensayísti-
cos, prólogos y notas que dan testimonios de lecturas de historietas,
como es el caso de los trabajos de los ya mencionados Masotta, Trillo,
Saccomano y Sasturain. Este último publicó recientemente un libro
de recopilación de sus críticas literarias que profundiza en la obra de
82
Héctor Germán Oesterheld, considerado por diversas fuentes el más
importante guionista de historietas de Argentina.8
83
Desde nuestro enfoque, la historieta11 constituye tanto una forma
narrativa, como un medio industrial de comunicación social, o medio
masivo de comunicación, ya sea el tipo de formato o el modo de circu-
lación que adquiera. “Dentro de las formas narrativas, podemos distin-
guir géneros, y a su vez ‘géneros masivos’, ubicables entre los ‘géneros
secundarios’ de Bajtín, y en buena medida resultado de la absorción y
re-constitución de los géneros por parte de los medios masivos”.12
Cultura e interdiscurso
11 Podríamos definir a las historietas como discursos en los cuales se narra a través de registros
icónicos (básicamente dibujos, que pueden estar complementados con fotografías, tramas
mecánicas, etc.), a los cuales pueden integrarse mensajes lingüísticos (textos), en unidades
secuencialmente organizadas, p. e. viñetas o cuadritos. (Roberto von Sprecher, Arte desde
los géneros y medios de comunicación masivos en Argentina: modelos de sociedad y de agentes
sociales en “El Eternauta” y en “Mort Cinder” de Héctor Germán Oesterheld, p.81).
12 Ibidem. p. 37.
13 Raymond Williams, Cultura. Sociología de la comunicación y del arte, p.13.
14 Stuart Hall, “Codification/decodification”, en Hall, S. y otros Culture, media, language, 1980.
84
retoma el enfoque de Hall y afirma que siempre habrá lecturas o de-
codificaciones individuales pero que éstas se construyen en relación
a estructuras culturales, o subculturas, con códigos y competencias
particulares. Este fenómeno de “interdiscurso”, es entendido como el
proceso por el cual:
85
Campo, capitales y códigos
86
concreta y específicamente qué se debe y qué no se debe hacer frente
a situaciones concretas.20
Los valores y las normas, dentro de las cuales están las reglas de
interpretación, son un trasfondo orientativo de las acciones, proveen
a los agentes de criterios o pautas que se ponen en funcionamiento
cuando éstos se encuentran ante situaciones que permiten más de
una resolución, para elegir un curso de acción. Se trata de un sentido
práctico, el cual Bourdieu21 caracteriza como una confluencia entre
habitus y un espacio social determinado, que contiene una lógica
aproximada, orientadora, donde las acciones a seguir no están resuel-
tas de antemano dado que surgen de decisiones en grado significativo
irreflexivas ante las situaciones concretas que requieren la puesta en
acto de este sentido práctico.
Nuestro objetivo es conectar los conceptos de capital cultural,
habitus y sentido práctico con las prácticas, dentro de las cuales in-
dagamos las prácticas de consumo y de producción de sentido en
torno al consumo. Si pensamos con Bourdieu que el consumo es un
momento de un proceso de comunicación concebido como un acto
de desciframiento, de decodificación, debemos considerar que el
consumo es una práctica que supone el dominio práctico o explícito
de un código.22
Los códigos o reglas de interpretación no son esencias inmuta-
bles del mundo de vida social, sino que están sujetas a otros procesos
sociales, y la comunicación es un lugar de negociaciones, de enfrenta-
mientos, de luchas abiertas o encubiertas entre agentes sociales con
intereses diversos,23 donde la producción de sentido funciona tanto
en la codificación o emisión como en la recepción o decodificación.
Nos es útil a este respecto una definición de Chambers citada por
Morley: “Los códigos, como las ideas, no caen del cielo, surgen dentro
de las prácticas materiales de producción”,24 y asimismo considera
inadecuado reducir esa producción a un único momento del proce-
so –el texto–, pues ese momento no es una totalidad autorreflexiva
separada de su existencia material. Desde una perspectiva diferente,
Eliseo Verón25 sostiene que una ideología no es un repertorio de con-
tenidos, sean éstos opiniones, discursos científicos, representaciones
o actitudes, sino que es una gramática de producción de sentido, de la
cual el agente se vale para investir sentido en materias significantes.
Lo ideológico no es el nombre de un tipo de discurso, (ni aun en un
20 Loc. cit.
21 Pierre Bourdieu, El sentido práctico, 2007.
22 Pierre Bourdieu, El sentido social del gusto (2010) y La Distinción (1988).
23 Roberto von Sprecher, Recepción y consumo de medios masivos de comunicación.. op. cit.,
2006.
24 David Morley, op. cit., p.59
25 Eliseo Verón, La Semiosis Social. Fragmentos de una teoría de la discursividad y semiosis de lo
ideológico y del poder.
87
nivel descriptivo), sino el nombre de una dimensión presente en to-
dos los discursos producidos en el interior de una formación social,
en la medida en que el hecho de ser producidos en esta formación
social ha dejado sus huellas en el discurso (y también, como ya lo he
dicho, dimensión presente en toda materia significante cuyo sentido
está determinado socialmente).26
Asimetrías de sentido
26 Ibidem., p.17.
27 Roberto von Sprecher, Recepción y consumo de medios masivos de comunicación.. op. cit.,
p. 28.
28 Loc. cit.
29 Aclaramos que usamos los términos analíticamente, en el sentido de que en la realidad
tanto el momento de producción como el de recepción cultural suponen una instancia de
construcción de sentido, es decir, de producción.
88
frente al modelo hegemónico en una determinada sociedad”.30 El
concepto de asimetría es también desarrollado por Eliseo Verón:
30 Roberto von Sprecher, Recepción y consumo de medios masivos de comunicación.. op. cit., p. 29.
31 Eliseo Verón, La Semiosis Social. Fragmentos de una teoría de la discursividad, p. 21.
32 David Morley, op. cit., p. 42.
33 Roberto von Sprecher, Arte desde los géneros y medios de comunicación masivos en Argentina:
modelos de sociedad y de agentes sociales en “El Eternauta” y en “Mort Cinder” de Héctor
Germán Oesterheld, p. 114.
89
parte del habitus del lector y que son puestos en funcionamiento a
la hora de consumir estos productos culturales; con Morley diríamos
que el mensaje puede ser interpretado de maneras diferentes, lo cual
depende del contexto de asociación;34 y por otro lado, deberemos in-
dagar las estrategias, llevadas a cabo por los autores y los editores,
denominadas procedimientos de “puesta en texto” y procedimien-
tos de “puesta en libro”, los cuales pueden variar “históricamente y
también en función de proyectos editoriales que apuntan a usos o a
lecturas diferentes”.35 A estos procedimientos, Morley los llama “me-
canismos significativos” que promueven o privilegian ciertos sentidos
y suprimen –o intentan suprimir– otros sentidos posibles. Se trata de
estrategias de “clausura textual” o “cierres” directivos codificados en
el mensaje.
90
necesidad de los agentes para determinarse “con relación a índices
concretos de lo accesible y de lo inaccesible, del ‘es para nosotros’ y
del ‘no es para nosotros’, división tan fundamental y tan fundamen-
talmente reconocida como la que separa lo sagrado de lo profano”.38
En este proceso, es significativo el papel de la socialización fa-
miliar temprana como fuente de sedimentación de un capital-habitus
cultural y, dentro de éste, de competencias literarias. “(…) la socializa-
ción inicial de las personas cumple un papel clave en la estructuración
de su acceso a los códigos culturales, pero se cae en ultradeterminis-
mo si se ve en esto un proceso necesariamente irreversible”.39 Es de-
cir, el individuo tiene la posibilidad de reestructurar sus prácticas de
recepción, tanto en cuestiones de reconocimiento, comprensión e in-
terpretación, y esto se conecta con lo que afirmábamos en el apartado
anterior: las reglas de interpretación no son propiedades inmutables
de los agentes sociales, sino sujetas a diversos procesos sociales.
Consideramos que uno de los factores contextuales que condi-
ciona la relación de los lectores con las historietas es la posición que
ocupa esta forma narrativa en el subcampo de géneros narrativos
masivos, dentro del espacio cultural de una sociedad, lo cual afecta
en grado significativo la percepción que de la historieta se hagan los
individuos consumidores. Desde este punto de vista, han existido di-
ferencias históricas entre las tradiciones de producción, circulación y
de consumo de historietas en Europa, en los Estados Unidos y en la
Argentina. En los Estados Unidos, por ejemplo, los comics original-
mente fueron productos encanalados en los grandes diarios, como
tiras. La categorización que se le ha dado, por ejemplo, a los comics
en los Estados Unidos como material no necesariamente dedicado
a públicos infantiles, puede haber tenido como consecuencia esas
condiciones de producción y circulación del producto. En cambio,
“Los europeos (…) consideraron a las historietas como material ex-
clusivamente infantil”,40 y consecuencia de ello fue que las historie-
tas no aparecieran como un suplemento de la edición dominical de
los diarios –como aconteció en los Estados Unidos–, sino como una
sección infantil de los mismos o directamente en revistas dedicadas
a los niños. A partir de este principio de clasificación diferente dentro
del campo, las historietas en Europa logaron “independizarse de los
diarios y se convirtieran en un medio –no encanalado– por sí mismas,
antes de que aparecieran los comics-books en eu”.41 Nuestra hipóte-
sis indica que el hecho de que una sociedad considere “infantil” o “no
necesariamente infantil” a determinada producción cultural produce
efectos significativos en el campo de la recepción.
38 Ibidem., p. 104.
39 David Morley, op. cit., p. 39.
40 Roberto von Sprecher, Modelos de sociedad y de agentes sociales... op. cit., p. 90-91.
41 Ibidem., p. 91.
91
Por otra parte, y vinculado a los factores contextuales de la re-
cepción de historietas, una de las fuentes de conocimiento del lector
lo constituyen los difusores culturales, que son agentes mediadores
que cumplen la función de recomendar, “marcar” o dar referencias
sobre un determinado producto cultural ante otros consumidores o
potenciales consumidores. Las emisiones de juicios estéticos del tipo
“recomiendo leer esta revista”, “este libro no me gusta porque…”, “esta
historieta tiene buena gráfica”, son parte de las prácticas que llevan a
cabo estos agentes que ocupan un lugar significativo en el proceso de
circulación de la mercancía cultural, mediando entre la producción
y el consumo. Los difusores, además de ocupar una posición signifi-
cativa en el espacio de la circulación y la recepción cultural, suelen
ser también productores, aunque no siempre sea así. Al contribuir
en el proceso de “marcación” del producto por parte de sus lectores
–sea antes, durante o después del acto de consumo–, las prácticas de
los difusores culturales tienen sus efectos en el campo: por un lado,
ofician como una especie de “banqueros simbólicos” al transmitir o
transferir una parte de su capital conocimiento a lectores más o me-
nos avezados o “empapados” del código de recepción; por otro lado,
determinados bienes culturales –y sus productores– pueden o no ad-
quirir o revalorizar su crédito simbólico en virtud del “trabajo” de los
difusores, que es parte de una labor colectiva y estratégica de cons-
trucción de la creencia no sólo en el juego del arte y en el valor de la
historieta como obra de arte, sino también la creencia en el poder
creador del autor y en el poder cultural de ciertos tipos de difusores,
como especialistas y críticos en ese arte. En este proceso, se pone en
funcionamiento una “economía de la buena fe”,42 donde las transac-
ciones, sean “económicas” o “no económicas” 43 –entre éstas últimas,
92
tenemos los préstamos, regalos, intercambios, comentarios, curadu-
rías, presentaciones de obras, críticas periodísticas o académicas,
recomendaciones, prólogos de obras, etc., todas ellas prácticas “des-
interesadas” que implican la circulación de cantidades variables de
información y saberes especializados o no especializados– están
mediadas y condicionadas por la posesión de relaciones sociales y
capitales culturales, poderes gravitantes que dan la posibilidad a los
agentes que los detentan de ocupar posiciones más o menos privile-
giadas en relación con el acceso a difusores, instancias de mediación
y bienes y códigos culturales. Asimismo, esas posibilidades objetivas
no son realizadas sino a condición de que la posesión de los capitales
sociales y culturales sea reconocida intersubjetivamente, situación
que redunda en la acumulación, por parte del agente, de capital sim-
bólico, esto es, “hacerse un nombre” conocido y reconocido, que fun-
cione a su vez como un “poder de consagrar objetos (…) o personas
(…), por lo tanto de otorgar valor, y sacar los beneficios correspon-
dientes de esta operación”.44
Los difusores culturales pueden ser amigos, familiares, compa-
ñeros de escuela, productores de bienes culturales, instituciones edu-
cativas o de formación de productores culturales, revistas especiali-
zadas con información sobre comics, el Estado, curadores de eventos
artísticos o culturales especializados, investigadores y académicos,
blogs especializados, periodistas, críticos, medios de comunicación
especializados o no, editores, y comiqueros o dueños de comiquerías
–locales especializados en la venta de historietas–, etcétera.
Cabe remarcar que las comiquerías ocupan una posición y rol cada vez
más gravitante dentro del campo de circulación de las historietas im-
presas, el cual además incluye otros puntos de salida de sus productos:
kioscos de diario y revistas, librerías tradicionales, librerías de usados o
93
de saldos editoriales, y espacios alternativos –como suelen ser las ex-
posiciones, presentaciones y eventos especializados sobre historietas–.
Los comiqueros o dueños de comiquerías, por lo general y en grado va-
riable según los casos, suelen mantener con su clientela un tipo de rela-
ción y de atención más personalizada y no sujeta a la lógica de la venta
masiva de productos en góndola. Se trata, desde nuestra perspectiva,
de un tipo de agente circulador de los productos –que en algunos casos,
como ya establecimos definiendo a los difusores culturales, se ubica
en el espacio de la producción, ya que algunas comiquerías también
son editoriales y productoras de historietas y otras formas narrativas–
ubicado en un modo de producción y de circulación que, en términos
relativos, constituye una economía doble, en el sentido de que incorpora
una lógica económica “anti-económica”. La aparente paradoja que en-
cierra el término se refiere a que buena parte de los agentes situados
en este modo de producción, algunos de los cuales son autoeditores
independientes, efectúan una oferta de bienes en el mercado que en
buena medida no responde directamente a una demanda preexistente,
ni dentro de unas formas preestablecidas y, aceptan el riesgo de realizar
una inversión cultural –creando stocks de productos cuya circulación
no es rápida– y de acatar leyes específicas de un espacio mercantil li-
mitado y restringido. Como contrapartida, su producción estará, en un
grado significativo, volcada hacia el futuro,46 con la apuesta de reem-
plazar la significación del capital económico por la apreciación de un
capital estético y expresivo, estrategia que necesitará de la intervención
de difusores culturales que contribuirán a la generación de un público
con los códigos de percepción y valoración ajustados a la oferta. Pero,
como indicamos más arriba, al tratarse de un campo regido por una
economía doble, el capital estético y artístico
94
turales, entre ellos las historietas. Al respecto, planteamos la hipóte-
sis de que puede ser clave la construcción pública de la figura de un
autor, la cual a lo largo del tiempo puede ir modificándose o re-signi-
ficándose. Por ejemplo, Oesterheld, desde la recuperación democrá-
tica del país en adelante, ha sido un autor “canonizado” desde ciertos
sectores del campo de la producción cultural y, oficialmente, desde
el Estado, y su imagen de autor militante y desaparecido48 comenzó
a conocerse y construirse públicamente después de la derrota en la
guerra de Malvinas y del retorno a la democracia en Argentina. Men-
ciono este caso para postular la hipótesis de que la construcción y re-
construcción de la figura pública de un autor podría afectar los sen-
tidos construidos sobre su obra por parte de las distintas cohortes
etáreas de lectores, no sólo de aquellos lectores que consumieron,
consumen y potencialmente consumirán su obra después de inicia-
do el proceso de reconstrucción simbólica de la imagen del autor
–en el sentido de una canonización o no–, sino también de quienes
lo hicieron durante la “primera hora”,49 los cuales a su vez podrían
haber releído o podrán releer la obra con posteridad al inicio de este
proceso reconstructivo.
48 Con el término desaparecidos o detenidos desaparecidos nos referimos a las personas que
fueron víctimas del crimen de desaparición forzada –el cual supone la violación de múltiples
derechos humanos–, a cargo de agentes del Estado o de individuos y grupos que sin miembros
del Estado fueron autorizados o apoyados por éste. En el caso de Argentina, la desaparición
forzada de personas se produjo sistemáticamente durante la última dictadura militar (1976-
1983), y fue seguida de la falta de información o de la negativa a reconocer la privación ilegal de
libertad o de informar sobre el paradero de las víctimas, con lo cual los responsables de estos
delitos de lesa humanidad impiden la protección de estas personas por la ley.
49 En el caso de Oesterheld, este período que yo denomino “primera hora” correspondería
a la prolongada etapa de 30 años que se extienden desde sus inicios como guionista de
historietas a comienzos de los años cincuentas hasta comienzos de los ochentas y el final de
la dictadura, estando el autor ya desaparecido.
50 Roger Chartier en Pierre Bourdieu, El sentido social del gusto, p. 271.
95
inyección de sentido y de valor en una obra, observando operaciones
llevadas a cabo por el productor como, por ejemplo, clasificarse me-
diante un rótulo o prologar de determinada manera una obra.
En el caso de la rotulación, podemos observar que una historieta pue-
de presentarse y publicitarse en el mercado como una “historieta para
adultos”, mismo que la temática y el lenguaje puedan –o pudieran o ha-
yan podido- corresponderse a códigos de producción de sentidos adqui-
ridos por adultos pero también por lectores no adultos,51 Esta práctica
puede entenderse como una estrategia de coacción textual que distingue
al producto del resto de la oferta editorial, a la vez que restringe el cam-
po de recepción del producto,52 generando determinadas expectativas de
lectura y anticipaciones de una posible comprensión, desde el momento
en que esa historieta se lee como una historieta que no es para niños.
Los signos (producidos en virtud de códigos estéticos, narrativos,
editoriales) depositados en los productos culturales, como lo son re-
vistas, libros o sitios web de historietas, “juegan con la ambigüedad de
las clasificaciones posibles”.53 Por ejemplo, en una historieta denomi-
nada realista,54 como El Eternauta, de Héctor Oesterheld y Francisco
Solano López, el texto y la gráfica sugieren que el relato es verídico, lo
cual entendemos como una estrategia de direccionamiento de la lec-
tura de modo que la historia narrada se perciba o decodifique como
96
“posible” de acontecer en la realidad. El efecto de realidad o de vero-
similitud de los acontecimientos suele vincularse con la perspectiva
cotidiana utilizada55 y con el contexto sociopolítico y sociocultural –
dentro de los cuales incluimos las cuestiones ideológicas- que forman
parte de las condiciones de producción de la obra. Laura Vazquez re-
flexiona al respecto: “Lo sugerente de El Eternauta de 1957 es que la
historia obtiene su probabilidad no solamente del ‘efecto de realidad’
del contexto sociopolítico, sino del consenso creciente respecto de los
temas ideológicos que propone”.56
En ese sentido, Vazquez plantea que la trama argumental de Oes-
terheld innova, por un lado, en los temas de ficción científica tratados
(originados de la lectura de noticias, libros de ciencias naturales, pe-
lículas y novelas extranjeras); y, por otro lado, la novedad narrativa se
plasma en posturas críticas hacia el progreso tecnológico y científico,
el desarrollo nuclear bélico y la escalada armamentística entre poten-
cias estatales rivales. Además, es sugerente en la trama la promoción
de un modelo político y social policlasista, semejante al proyecto de
Arturo Frondizi,57 que se entrevé en la manera en que sitúa a los perso-
najes como procedentes de diversas clases sociales.58 No obstante, el
argumento es conservador en la cuestión de género y de la concepción
del matrimonio y la familia, a tono con los valores sociales de la época.
97
casos en que una reedición en formato de libro o álbum de publicación
sin una frecuencia establecida, es prologada por el mismo autor o por
otro agente perteneciente al campo, quien en la mayoría de las veces de-
tenta un significativo volumen de capital simbólico (un editor, otro pro-
ductor o un crítico proveniente del campo periodístico, del campo de la
producción o del campo teórico y académico). En esta línea, cabe men-
cionar el caso de El Eternauta, al cual su autor, en las reediciones de los
años sesentas y setentas, le modificó el prólogo “(…) haciendo del relato
un instrumento de lucha política (…) [Oesterheld operó] desde la indus-
tria cultural para establecer una comunicación política con sus públicos
y reclamar de este modo la efectividad de las formas”.60
Como vemos en los ejemplos mencionados, las historietas em-
plean “signos” en el contexto de producción cultural jugando con las
clasificaciones genéricas y ejerciendo modelizaciones sociales a tra-
vés de sus relatos. Sin embargo, no existe una “(…) relación pura e
inmediata entre los ‘signos’ emitidos por el texto (que juegan con las
convenciones literarias aceptadas) y el ‘horizonte de alcance’ del pú-
blico al cual están dirigidos”.61
Si pensamos con Chartier que no hay texto fuera del soporte que lo da
a leer, esto significa que, además de los procedimientos de “puesta en
texto” ya indicados, existen efectos producidos que dependen de las
formas materiales que contiene el texto, y que contribuyen significa-
tivamente a configurar las anticipaciones o “marcas” operadas por el
lector respecto del texto y a atraer nuevos consumidores y usos. “Los
autores no escriben libros: no, escriben textos que otros transforman
en objetos impresos”.62 En una perspectiva así, debemos examinar
cómo los procedimientos de “puesta en libro” pueden apropiarse del
mismo texto de diversas maneras, variando históricamente y también
dependiendo de proyectos editoriales que apuntan a usos o a lecturas
diferentes, lo cual también afecta en cierto grado los principios de vi-
sión y división durante el consumo.
En primer lugar, es importante distinguir entre el medio y el lugar
de venta y/o circulación. Es pertinente recordar dos cuestiones: pri-
mero, consideramos a las historietas tanto una forma narrativa, como
un medio masivo de comunicación; segundo, la edición de las histo-
rietas, dependiendo del área geográfica y el contexto socio-cultural
donde surgieron y se desarrollaron, ha tomado formas de circulación
diversas a lo largo del tiempo.
98
En el caso norteamericano, la producción de las primeras histo-
rietas, a principios del siglo xx, se configuraba a la medida de las ne-
cesidades del mercado capitalista mundial de la época, “(…) un siste-
ma económico que necesita –y produce en su lógica– mercados con
un enorme número de consumidores”.63 En este sentido, el comic en
los Estados Unidos no surgió como un medio industrial o una forma
de narración, independiente, sino encanalado dentro de los grandes
diarios. En Europa, en cambio, las historietas llegaran a independizar-
se de los diarios y se convirtieran en un medio por sí mismas, antes de
que aparecieran los comics-books en eua y en la Argentina:
63 Roberto von Sprecher, Modelos de sociedad y de agentes sociales... op. cit., p. 83.
64 Ibidem., pp. 117-118.
99
so, a partir de la paridad del peso con el dólar, de revistas importadas,
comercializadas a través de las comiquerías, con las que las publica-
ciones nacionales debieron competir en una relación desigual”.66 Se
impusieron nuevos productos y nuevos formatos, como el comic-book
–de origen estadounidense–, la revista con episodios autoconclusivos
–cuya entrada en el mercado ya se había producido antes de los noven-
ta–, el manga japonés, así como también surgieron nuevos espacios de
difusión y de consagración de obras y productores. En este contexto,
desapareció en su mayoría el lector de clases obreras y populares, en
tanto el consumo de historietas se redujo a grupos reducidos de lecto-
res, las “tribus”. La circulación de las historietas se restringió y ralenti-
zó, a la vez que hubo un cambio en la valorización del producto. Antes
de la transformación de los noventas, el lector tenía una relación de
menos “apego” a las revistas de historietas, en el sentido de que, luego
de leerlas, era común darles destino de canje, o las tiraba, las prestaba
o regalaba, relación simbólica que iba a tono con la cualidad “indus-
trial y masiva” del bien cultural. Con Bourdieu podríamos definir a es-
tos bienes culturales como inscritos en un ciclo de producción corto,
esto es, producidos por agentes (empresas) cuya oferta en el mercado
se ajustan más directa o más completamente a una demanda identi-
ficable y preexistente, agentes que están:
100
por el arte” o “producción para productores”. Por ejemplo, una obra
con formato e impresión “lujosa” (lomo y tapa dura, papel de alta cali-
dad) condiciona la circulación que se va a operar de ese bien cultural.
Por otra parte, otro tipo de dispositivo de “puesta en libro” que
puede afectar la producción de sentido en recepción: las prácticas
de “remontaje”, que se vinculan a estrategias editoriales destinadas a
adaptar las historietas originales a un formato diferente, por ejemplo,
un libro o volumen compilatorio. Podemos mencionar el caso de la
historieta El Eternauta, cuya versión original, publicada forma de epi-
sodios continuados entre 1957 y 1959 en la revista Hora Cero Semanal,
tuvo numerosas reediciones, las cuales si bien en su mayoría respe-
taron el formato original,69 establecemos como hipótesis que pue-
den producir –y haber producido– efectos en la recepción: la edición
compilada de una obra originalmente concebida y producida para ser
publicada en serie –es decir, bajo condiciones de producción diferen-
tes a las del momento en que se realizó la edición de la obra comple-
ta–, al ser leída en su nuevo formato puede generar la percepción de
cierta redundancia en la narración. Esto se vincula al hecho de que
la repetición de algunas secuencias o situaciones –constituidas por
imágenes y/o textos– suele corresponderse con una estrategia que
consiste en retomar el argumento para que los lectores “no pierdan el
hilo” de una historia leída por entregas semanales o mensuales.
Conclusiones
Imagen I. 16. Libro recopilatorio de estudios críticos sobre
Lo que me propuse al escribir este artículo fue delinear avances teó- Oesterheld
ricos que serán de utilidad para el armado de mi proyecto de investi-
gación. Me interesa, parafraseando a Chartier, comprender cómo los
mismos textos, en formas impresas posiblemente diferentes, pueden
ser diversamente captados, manejados y comprendidos, según la pre-
sencia de diversas condiciones de producción.
Como he expuesto, las significaciones de un texto dependen tanto
de las formas en que es receptado y apropiado por sus lectores, como
por “dispositivos” resultantes de estrategias de escritura y editoriales.
En síntesis, la construcción social de sentido no se circunscribe
sólo al proceso de producción cultural del codificador sino que tam-
bién abarca las prácticas y modalidades de consumo del decodifica-
dor. A partir de esa premisa, estimamos importante estudiar la lectura
69 La primera de las reediciones de El Eternauta fue realizada por Editorial Ramírez, que se
había quedado con los títulos de Oesterheld en 1961. La saga completa fue publicada en
tres volúmenes mensuales. Luego, en 1976, llegaría una recopilación completa a cargo de
Ediciones Record. En 2000, El Eternauta completo se publicaría en la colección “La Biblioteca
Argentina-Serie Clásicos Nº 24” de Clarín, junto a las obras más significativas de la literatu-
ra argentina. Sin embargo, la edición de El Eternauta de la colección Biblioteca Clarín de la
Historieta, del año 2004, no se ajusta al formato original –apaisado– sino que se basa en uno
realizado anteriormente para una edición italiana (Roberto von Sprecher, s/d/f).
101
de historietas como un proceso de significación constituido histórica-
mente y sólo parcialmente determinado, lo cual nos permitirá inves-
tigar y relacionar los niveles de análisis meso y macro socioculturales.
Referencias bibliográficas
102
———, Semiosis de lo ideológico y del poder. La mediatización, Facultad de Filosofía y
Letras (uba), Buenos Aires, 1995.
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Williams, Raymond, Marxismo y literatura, Barcelona, Ediciones Península, 1980.
———, Cultura: Sociología de la comunicación y del arte, Barcelona, Paidós, 1981.
103
4. Historietas, autobiografía y enunciación:
las increíbles aventuras del yo
Federico Reggiani
E l capítulo dos del segundo volumen de Maus, la historieta de Art Spiegelman comienza con
un episodio justamente célebre. El personaje “Art”, que hasta el momento aparecía represen-
tado por la figura de un ratón, como el resto de los judíos en el libro, es ahora un ser humano que
usa una careta de ratón. Reclinado sobre su mesa de dibujo, reflexiona sobre el éxito del primer
volumen y sobre el conflicto que le produce obtener un rédito económico y simbólico sobre las
víctimas de Auschwitz. En la primera viñeta nos ha informado que Vladek, su padre y el prota-
gonista del libro que estamos leyendo, “murió de un ataque al corazón el 18 de agosto de 1982”.
En la segunda, continúan las precisiones: “Yo empecé esta página a fines de febrero de 1987”.1
105
El episodio concentra buena parte de los problemas que es posible
pensar en relación con la autobiografía y con la historieta autobiográ-
fica: ¿Es legítimo decir que un sujeto textual, el personaje, coincide de
algún modo con un sujeto real, el autor? ¿Cuál es el equivalente, en
una historieta, de la figura del narrador, la instancia que los conecta?
¿Cómo funciona la representación gráfica de ese personaje que dice
“yo”? ¿Quién dice “yo” en un medio que no es puramente lingüístico?
¿Qué relación temporal hay entre el yo enunciado, el yo que enuncia
y el yo que vive?
Y, finalmente, ¿qué nos dicen esos problemas acerca de la auto-
biografía y acerca de la historieta?
106
la literatura, como lo muestra el éxito de libros como el citado Maus
de Art Spiegelman o Persépolis de Marjane Satrapi.
Hay algo interesante en esta generalización e instalación como
un género reconocible de la historieta autobiográfica: se produce
en un momento en que la autobiografía es a la vez un tipo de pro-
ducción discursiva dominante, pero en el que sus presupuestos –la
idea fundante de sujeto, sobre todo– están en crisis. Una época en
que, en palabras de Nora Catelli: “sólo tiene valor de veracidad en el
discurso lo que hace evidente a un sujeto, pero no poseemos ningún
instrumento definitivo para atrapar a ese sujeto: este es el signo de la
era de la intimidad”.4
La hipótesis básica de este trabajo es que la historieta, por el modo
en que construye su instancia de enunciación, es un lenguaje muy ade-
cuado para producir obras en este estado de cosas: una historieta pue-
de exhibir marcas personales –desde un “yo” lingüístico hasta el trazo
del grafismo y la cualidad a la vez indicial y simbólica del dibujo- pero
no puede dejar de construir una instancia múltiple de enunciación.
A la vez personal, como la literatura, e impersonal, como el cine, la
historieta es una narración que se hace cargo desde sus propias res-
tricciones como lenguaje de los conflictos de la “era de la intimidad.”
107
necesarias para constituir un “yo” ponen en duda la propia legitimi-
dad de ese yo (y la propia validez del pacto de lectura). La discusión
sobre la posibilidad de una autobiografía en verso a la que hace re-
ferencia Paul de Man tiene que ver con esto: el verso exhibe, por su
carácter no natural, la presencia de esta mediación.6 Pero sabemos
que no hay texto sin retórica, por lo que recurrir a la prosa para salvar
el problema de la mediación es ilusorio. Sabemos también algo aún
más evidente: aunque podemos entender, con Thierry Groensteen,7
que la historieta es un lenguaje, es obvio que no se trata de una lengua
natural ni conoce un uso familiar y que, por lo tanto, no hay una escri-
tura de la intimidad que de modo habitual utilice la historieta como
lenguaje y pueda disimular su carácter de mediación entre el yo que
escribe y el sujeto representado.8
Una primera aclaración es imprescindible. Puede rastrearse un
componente autobiográfico en cualquier producción textual, y de he-
cho, como se verá, es posible argumentar que todos los momentos
en que un texto exhibe la situación de comunicación que constru-
ye –los momentos en que muestra su instancia de enunciación– son
en algún sentido autobiográficos. Lo que me preocupa indagar aquí,
sin embargo, es el modo en que una historieta “dice yo”, construye
un personaje que se propone como una primera persona del singu-
lar. Por eso, aunque teóricamente discutible, asumiré como un prin-
cipio de conformación de mi objeto de análisis la coincidencia entre
el nombre que aparece en los paratextos como firma del autor, y el
nombre del personaje representado. Eso me lleva a descartar autores
que han construido autobiografías recurriendo a transparentes alter
egos, como Will Eisner o Carlos Giménez, en la medida en que esas
historietas renuncian desde un principio a intentar decir “yo”.
108
no existe para la literatura y el cine una instancia equivalente al na-
rrador, puesto que estos lenguajes incorporaron a los sistemas de
narración contemporáneos un mecanismo que confunde la distin-
ción: el montaje. André Gaudrault y Françoist Jost distinguen para el
cine dos instancias: la “mostración” y la “narración”:
109
Valga la aclaración de que esta multiplicación de instancias no
tiene nada que ver con el hecho de que una historieta en particular
sea obra de un autor integral, o de un guionista y un dibujante. Aun-
que las historietas autobiográficas tienden a ser obra de un único au-
tor, y fundan en esa característica una ética de la autenticidad, este
hecho no vuelve menos múltiples las instancias enunciativas, ni me-
nos problemáticas las relaciones entre autor y personaje.
Además de esta división entre narrar y mostrar (y graficar), es
importante subrayar el funcionamiento del sistema deíctico de la len-
gua, fundamental en la pretensión de ese salto fuera del texto que se
propone la autobiografía. En un texto autobiográfico escrito, la fun-
ción de los deícticos conserva su mecanismo básico de remisión a
un sujeto de la enunciación. El que dice “yo” es quien escribe, e ins-
taura al hacerlo un instante presente, el de la escritura, a partir del
cual se organiza el sistema temporal del relato. “Yo” es el que, aquí y
ahora, narra un episodio ocurrido necesariamente en el pasado. Aun
un texto ficcional mantiene esta relación: salvo que se proponga una
explicación sobrenatural, el “yo” que narra no podría narrar su propia
muerte sin caer en una inconsecuencia. En una historieta, en cambio,
la incorporación de la imagen hace que este sistema personal y tem-
poral no pueda organizarse con la misma claridad.
Algunos ejemplos pueden ser útiles para examinar estas cues-
tiones. Seleccioné una historieta autobiográfica de un autor argen-
tino –El granjero de Jesú de Ángel Mosquito–13 porque, más allá de
su calidad, reúne algunas características formales y de publicación
que me resultan útiles a efectos de mi argumentación. En principio,
la publicación seriada en un blog, en una suerte de diario íntimo se-
manal, permite examinar el modo en que el tiempo de la producción
y el tiempo de los hechos narrados se interrelacionan y cómo, en par-
ticular, nunca puede quedar del todo claro si hay un presente de la
enunciación posterior al del enunciado. En segundo lugar, es una his-
torieta que exhibe una evidente autoconciencia de sus recursos y que
no oculta la instancia de enunciación en un deseo de transparencia,
pero que no se entrega a investigaciones formalistas que harían difícil
generalizar lecturas a partir de sus recursos.
En el capítulo 42 (“Ratón Pérez”, publicado el 14 de septiembre
de 2006 se presentan varias cuestiones interesantes.
En la primera viñeta, tenemos a un personaje (“Ángel Mosquito”,
no designado en este capítulo pero sí en otros) que habla mirando ha-
cia el contracampo, hacia un interlocutor invisible. Se trata de un re-
13 Ángel Mosquito es uno de los autores de historieta argentinos más importantes entre los
surgidos del mundo de las publicaciones independientes y autoeditadas en la década de
1990. El Granjero de Jesú comenzó a publicarse el 27 de diciembre de 2005 en el blog colectivo
Historietas Reales, <www.historietasreales.com.ar> y fue recopilado parcialmente en un libro
por Editorial Domus en 2007. En cada caso, cito por el número de capítulo, que permite la
consulta en su edición impresa tanto como en su edición electrónica.
110
curso habitual en esta serie y en muchas historietas autobiográficas: Imagen I. 18. El Granjero de Jesú, de Ángel Mosquito
un intento por decir “yo”: el personaje apela al lector, rompe “la cuarta Fuente: Ángel Mosquito, El Granjero de Jesú: historieta autobiográfica de
los jueves, Buenos Aires, Domus, 2007. (colección Historietas reales)
pared”. Hay varios elementos a analizar en este recurso.
En principio, permite examinar la diferencia entre el aparato for-
mal de la enunciación como puede construirlo la lengua –sobre todo
a partir del uso de pronombres personales y adverbios–, y el funciona-
miento de los mecanismos equivalentes que utiliza una narración por
imágenes. Cuando el autor de una biografía escribe, todo el sistema
pronominal remite a un sujeto, el yo que escribe.
La imagen que apela al lector, en cambio, parece construir, por
efecto de esa apelación, un “yo”. Sin embargo, quien dice “yo” está
también representado, quién dice “yo” es el sujeto del enunciado, no
el sujeto de la enunciación. No hay posibilidad de fundar mediante
la imagen una identidad entre sujeto de la enunciación y sujeto del
enunciado: a riesgo de forzar la analogía lingüística, podemos decir
que toda imagen está en tercera persona como ha planteado Esteban
Palaci, “la deixis es parcial: sólo señala la posición del destinatario, el
enunciador está representado”.14
La enunciación tiene la capacidad de multiplicarse en capas: la
última de esas capas es externa al texto y siempre inasible: todo texto
en tercera persona atribuible a un narrador (“Juan caminó por la calle”)
puede ser precedido por la indicación “Yo digo que” (“Yo digo que Juan
caminó por la calle”), y puede incorporar nuevos enunciadores (“Yo
14 Esteban D. Palaci, “¿Existe la deixis en la imagen?”, De Signis, p. 136. Sigo su análisis en este
punto aunque no coincido con la posición del autor que sostiene que “hablar de enunciación
visual es forzar los términos” (p. 134), en la medida en que su concepción de enunciación es
estrictamente deíctica.
111
digo que Pedro dijo: “Juan caminó por la calle”). Dos conceptos son úti-
les en este punto: los de enunciación enunciada y enunciación citada.
112
gestión de los tiempos narrativos: otorgan a la imagen una ubicación
temporal respecto de un punto enunciativo que es verbal.
Lo que ocurre en esta página, sin embargo, es que el tiempo orga-
nizado por la enunciación verbal entra en contradicción con el tiem-
po de la imagen. Las viñetas siguientes muestran episodios previos
a la espera del dentista: el examen de la muela frente a un espejo,
varios viajes por el mundo, Mosquito en su cama. Los conectores y
el uso de puntos suspensivos unen los textos de las viñetas sucesivas
en uno sólo. Sin embargo, no se trata de un texto en off que, dado un
presente de la enunciación –la primera viñeta– es ilustrado por imá-
genes del pasado. Porque en cada viñeta, el texto es adjudicado a cada
uno de los “Ángel Mosquito” del pasado, que instauran entonces un
nuevo punto presente. El uso del globo organiza el texto de un modo
diferente que el cartucho de texto (como, por ejemplo, el de la viñeta
4). La ambigüedad de la posición temporal de la imagen, lejos de estar
disimulada, se acentúa con recursos diversos, como los carteles con
flechas que realizan anclajes irónicos sobre el sentido de la imagen.
La viñeta 2 es particularmente compleja en este sentido. Un Mosqui-
to situado en el pasado respecto de la viñeta 1 dice un texto que con-
tinúa al de la viñeta 1 (pero que ya no podemos saber si lo dirige a un
interlocutor fuera de la diégesis, o a su esposa, en la misma viñeta).
Y un texto, en presente (pero, podemos preguntar, ¿cuál presente?),
aclara qué es lo que estamos viendo: “Yo mirándome al espejo”.
El texto, cuando se convierte en un texto narrativo en off, en la vi-
ñeta 4, continua ofreciendo complejidades temporales. El texto juega
con la disposición espacial de los globos de pensamiento. El conector
“y” dispuesto en un cartucho individual da entrada al segundo globo
(“Mañana saco turno con el dentista...”). El texto instala un presente de
la enunciación, pero su disposición gráfica se articula sobre una ima-
gen cuyo estatuto temporal es ambiguo: se muestra como si la imagen
estuviera producida al mismo tiempo que el texto en off, puesto que
el ritmo de disposición en el espacio del texto en off (en particular, la
ubicación del pequeño recuadro con la conjunción “y”) acompaña el
ritmo de lectura de la imagen. Finalmente, la quinta viñeta hace que
coincidan otra vez la situación mostrada en la imagen con el presente
de la enunciación: el personaje dice “...y acá estoy” cuando el dentista
se prepara a administrarle la anestesia.
El recurso aprovecha con agudeza una ambigüedad constitutiva
de la imagen en historieta: su posición temporal respecto de la palabra
escrita. Una imagen se presenta a la vez como referida al momento
de la enunciación verbal y como un presente que sucede ante los ojos
del lector: como hecho que se “muestra” (como en el teatro) y como
unidad que se articula en una narración. La disposición de un texto
continuo que se alterna entre globos, integrados al presente de la ima-
gen, y textos adjudicados a un narrador, permite ir y venir del pasado
al presente sin que quede nunca en claro si la imagen y el texto tienen
113
un único origen enunciativo. Una vez más, vemos cómo una historieta
multiplica los focos de enunciación y vuelve compleja la asignación
del relato a una voz única, necesaria para una autobiografía.
Queda por analizar los casos en que la imagen se construya a partir
de un punto de vista que pueda asignarse a un personaje. Es cierto que
existe en historieta, como en cine, la posibilidad de construir un relato
enteramente con una “cámara subjetiva”: utilizando como focalización
de cada imagen un punto coherente con una posición interna a la dié-
gesis. Creo que es interesante resaltar dos cuestiones. En principio, el
carácter relativamente raro en historieta (y en cine) de una focalización
constante de este tipo, y su marcado artificio, en comparación con lo ha-
bitual de los narradores en primera persona en historieta. Una historieta
focalizada sólo desde un punto parece entrar en conflicto con la facilidad
con que la historieta puede alternar entre puntos de vista impersonales y
puntos de vista que puedan asignarse a un personaje, aún en una misma
secuencia. Kai Mikkonen ha comparado esta libertad con el uso del estilo
indirecto libre en literatura, y la posibilidad de mezclar puntos de vista de
un personaje y del narrador.18 Pero existe otra cuestión relacionada con
una posible analogía entre imagen focalizada en un personaje y primera
persona. ¿Cuántos de los elementos representados en la viñeta, y cuán-
tos de los elementos que pueden asignarse al ámbito de la “narración”,
según la propuesta de Gaudreaul y Jöst, son parte de esa primera perso-
na? En un texto, todo lo que dice un narrador en primera persona –salvo,
quizás, paratextos como el título de un capítulo o el propio título de un
libro– es palabra suya, porque todo el texto está construido con una ma-
teria homogéna, la lengua: si el narrador delega el relato en un personaje
(enunciación citada) ese personaje se hace cargo de toda la materia del
relato. En una historieta, aún si asignamos el punto de vista de cada ima-
gen a un personaje –que incluso podría coincidir en su nombre con el
autor que firma–, ¿es parte de esa primera persona el estilo del grafismo
o cada uno de los elementos representados, aún en los detalles menos
significativos? ¿Es parte de una voz narradora la división en viñetas, la
disposición física del texto o el diseño de la página?
18 Kai Mikkonen, “Presenting Minds in Graphic Narratives”, p. 310, y en general todo el análisis
de pp. 308-312.
19 Gérard Genette, Metalepsis, p. 7.
114
La metalepsis es, en principio, una figura retórica, una especie de la
metonimia en la que se intercambian el antecedente y el consecuente.
La que nos interesa aquí es en particular la “metalepsis de autor”, se tra-
ta de “una manipulación […] de esa peculiar relación causal que une, en
alguna de esas direcciones, al autor con su obra, o de modo más general
al productor de una representación con la propia representación”.20
Algunos fragmentos que reproduce Genette son buenos ejem-
plos de esta figura, en que el narrador deja de presentar puramen-
te hechos para intervenir en la historia u ordenar que se produzcan:
“Mientras el venerable eclesiástico sube las cuestas de Angoulême,
no resulta inútil explicar, etc.” (Balzac), “A mi regreso de Soissons, ve-
remos que hizo Thiers” (Dumas). Es sencillo traducir la figura: no es
que que el narrador ha intervenido en la diégesis, sino que suspende
momentáneamente el relato o anuncia que va a retomarlo luego. Sin
embargo, cuando esta traducción de la figura a un enunciado literal
no puede realizarse, “la metalepsis ya no sería una simple figura (tra-
ducible), sino antes bien una ficción plena”,21 en la medida en que se
trata de una “transgresión deliberada del umbral de insersión”:22 una
confusión entre niveles distintos de relato (narrador, hechos narra-
dos, narradores insertados de distinto nivel).
Podemos postular que, ante la imposibilidad de decir “yo” en un modo
equivalente al de la lengua, toda historieta autobiográfica se convierte en
una metalepsis de autor. El capítulo 56 de El Granjero de Jesú (“El caído”,
publicado el 21 de diciembre de 2006) muestra e ironiza este hecho.
En principio, el juego temporal que abre la apelación a un inter-
locutor es similar al analizado a partir de la figura 2; se repite, con un
agregado: la primera viñeta no sólo incorpora una enunciación textual
115
que coincide con el momento mostrado por la imagen, sino que mues-
tra el momento exacto de producción: un cartucho aclara, “este cua-
drito es el mismo que este mismo”. La posibilidad de traducir como fi-
gura retórica el recurso de la apelación analizado a partir de la viñeta 2
(el personaje representado sería un signo traducible por el pronombre
“yo”) se disuelve porque ya se trata de una intervención en la diégesis.
El recurso permite pensar si no ocurrirá algo similar cada vez
que un narrador dice “yo”. Genette propone que siempre el pronom-
bre “yo” es un “operador de metalepsis”.23 La historieta, por su parti-
cular modo de mostrar los signos que la constituyen, haría explícito
un proceso propio de todo discurso: en lugar de suponer que el pro-
nombre “yo” expresa una identidad, muestra que existe una irreduc-
tible distancia entre hacer y decir que se hace, distancia que el uso del
pronombre pone de manifiesto por el escándalo lógico que implica la
violación de esa distancia.
Este juego permite mostrar otra indefinición de la autobiogra-
fía: ¿es siempre la vida lo que produce el texto, o puede la necesidad
de construir el texto condicionar los acontecimientos vividos? El
episodio de la viñeta 3 incorpora una ironía sobre ciertas tenden-
cias de la historieta autobiográfica que Mosquito a la vez continúa
y discute: la referencia a la producción, al autor haciendo historie-
tas, como si su única actividad fuera justamente ésa, dibujar “en un
oscuro y sucio estudio”. Es una situación habitual en esta serie: ve-
mos así que el personaje Mosquito aparece preocupado por “quedar
mal” ante los lectores (capítulo 34), llama a un personaje a decir
“algo copado para los lectores (capítulo 44), examina qué episodios
puede contar (capítulo 48), o discute con amigos la aparición en fu-
turos capítulos (capítulo 79). En cada caso, se produce una metalep-
sis junto con esa reflexión sobre el hacer. Estos episodios parecen
ilustrar además la observación de Paul de Man de que, del mismo
modo que asumimos que la vida produce autobiografía, podríamos
sugerir que el proyecto autobiográfico produce y determina la vida
y lo que el autor hace, gobernado por las técnicas del autorretrato y
los recursos del lenguaje que utiliza.24
La paradoja de la enunciación
23 Ibidem, p. 129.
24 Cfr., Paul de Man, op cit,, p. 920: “We asssume that life produces the autobiography as an
act produces its consequences, but can we not suggest, with equal justice, that the
autobiographical project may itself produce and determine the life and whatever the writer
does in fact governed by the technical demands of self-portraiture and thus determined, in
all its aspects, by the resources of his medium?
116
modos me extendí en las descripciones es porque me interesa subrayar
que este complejo juego de personajes e instancias temporales es, de
todos modos, comprensible sin problemas. No se trata de una arriesga-
da obra de vanguardia, sino de una página que apuesta a la legibilidad:
Ángel Mosquito es, probablemente, uno de los mejores narradores de
su generación de historietistas, y más allá de las difíciles condiciones de
publicación de la historieta argentina contemporánea, un autor con vo-
cación popular. Lo que quiero decir es que estos juegos con el tiempo,
estas puestas en crisis de la identidad, están en la base de un lenguaje
particularmente dotado para este tipo de paradojas e indefiniciones.
En la historieta, lo lingüístico es sólo una parte de los materiales
de construcción del discurso (y esto es central, lo lingüístico se incor-
pora en tanto imagen a ese discurso). Como espero haber mostrado
en mi análisis, el régimen de enunciación no se incorpora mediante
un sistema de deícticos, mediante un aparato formal que pueda iden-
tificarse en ciertas unidades concretas.
No se trata, de todos modos, de que no haya enunciación. Lo que
ocurre es que toda asignación de fragmentos del relato o de fragmen-
tos del discurso a un personaje depende de una instancia mayor, que
en historieta tiene la particularidad de no ser personalizable, como en
la lengua, pero tampoco postulable como un foco único e impersonal,
un “gran imaginador”, como en el cine.25
Esa instancia múltible se construye en historieta por “marcas”
en cada uno de los materiales significantes. Esas marcas son plie-
gues en que el discurso muestra su carácter de construcción y rom-
pe todo deseo de transparencia. La historieta en tanto lenguaje tiene
como particularidad que esas marcas están literalmente a la vista: el
carácter no analógico del dibujo y, sobre todo, el volcado de la cadena
de viñetas articuladas sobre un plano (que permite ver en cada mo-
mento el soporte de esa articulación) hacen que sea muy difícil borrar
la instancia de enunciación. Pero esa instancia es siempre polifónica:
no es posible asignar a un único yo el grafismo, la articulación de vi-
ñetas, la enunciación del texto y la organización física de ese texto
sobre el plano.26 La enunciación se emparenta entonces con el meta-
lenguaje: en historieta hay marcas de enunciación cada vez que el dis-
curso dice “esto es un discurso”, y la historieta lo dice todo el tiempo.
Los recursos que examiné en El Granjero de Jesú (el juego con la
ambigüedad temporal de la imagen, la multiplicación de instancias
117
de enunciación, la transgresión de niveles por uso de metalepsis) dan
cuenta de esos pliegues, pero la operación surge de la existencia mis-
ma del signo. Si examinamos la viñeta 3 de la imagen I. 19, vemos que
puede pensarse como narrada “en tercera persona”: un punto de vista
externo a la acción da cuenta de hechos, sin intervención de una voz
en off. Aún así, hay un “graficador” que deja sus marcas en los grafis-
mos; hay una elección de punto de vista; hay un modo determinado
de disponer el texto en el espacio, visible en particular en la división
del parlamento del técnico que habla con Mosquito en dos globos, sin
otra función que darle una métrica distinta al texto.
Nos enfrentamos aquí a una paradoja, en relación con la posibi-
lidad de representar una subjetividad plena en una historieta. Beatriz
Sarlo, en su crítica al valor del testimonio para fundar un relato his-
tórico, ha notado que en un discurso basado en su valor de verdad, el
pliegue autoreferencial pone en crisis ese valor de verdad:
Referencias bibliográficas
Historietas citadas
118
Referencias bibliográficas
119
5. La construcción de la historieta como objeto de estudio
en la argentina: comunicación, lenguaje y política (1960-1980)
Laura Vazquez
La conformación de un campo
121
del estructuralismo y la semiología (en articulación con el marxismo)
para denunciar el objeto “historieta” como forma de manipulación y
dominación cultural.
Además de volver más complejo el campo comunicacional y am-
pliar las fronteras analíticas, en cada una de estas corrientes de inves-
tigación pueden reconocerse contribuciones teóricas a los interro-
gantes sobre la cultura popular y masiva, los procesos de producción
de sentido, la interacción texto-sujeto y la problemática de lo local
frente a lo global. Asimismo, la incorporación de la historieta como
objeto pone en escena la tensión entre la teoría del arte y la crítica so-
ciocultural al mismo tiempo que actualiza el campo de los llamados
estudios visuales al problematizar su dimensión estética.1
En la primera línea de estudios, se advierten los trabajos pre-
cursores de Jorge Rivera y Eduardo Romano editados en distintas
colecciones del Centro Editor de América Latina (ceal) y en la re-
vista Crisis. En el mismo sentido, y desde una perspectiva más ligada
a la nota de divulgación se destacan las investigaciones de Alberto
Bróccoli, Guillermo Saccomanno y Carlos Trillo.2 Con sus variantes,
los artículos permiten leer un cruce disciplinar y de áreas de cono-
cimiento ligado a las indagaciones sobre la cultura popular y la pro-
ducción de masas. La colocación de estos discursos y exploraciones
es extra-académica; la posición puede rastrearse tanto en las formas
de circulación masiva de los textos como en los objetos que se eligen
para el análisis.
Más específicamente, en la colección “Capítulo Mundial” se in-
cluyó un número especial sobre Literaturas Marginales con un ensa-
yo de Jorge Rivera y Eduardo Romano sobre la historieta y la fotono-
vela “De la historieta a la fotonovela” (1972).3 También en el mismo
año, otra colección del ceal, “La Historia Popular”, incluía el trabajo
de Carlos Trillo y Alberto Bróccoli: “Las historietas” (ceal, núm. 77,
1972). Por su parte, y paralelamente, la revista Transformaciones se
dedicaba al tema con un análisis de Oscar Steimberg: “La historie-
ta. Poderes y limites” (ceal, núm. 41, 1972).4 Más adelante, el Centro
Editor (continuando con su política cultural y editorial) publica otro
trabajo de Jorge Rivera sobre el tema en Capítulo: “Las literaturas mar-
ginales: 1900-1970” (ceal, núm. 109, 1981).
En relación a la perspectiva analítica que venimos describiendo,
la revista Crisis publica varios artículos referidos a la historieta, entre
1 Para una perspectiva sobre el debate acerca de los “estudios visuales” consultar a Nelly
Richard.
Imagen I. 20. Las historietas 2 En la misma línea de análisis, pero escrito en una etapa posterior, cabe citar a Lucio Vazquez.
3 La edición contó con la supervisión de Jaime Rest y la coordinación de Luis Gregorich y
constituye un ensayo pionero en el análisis de la fotonovela en vinculación con la historieta
en tanto montaje de imágenes.
4 Un año antes, Oscar Steimberg había publicado un trabajo sobre el medio: “El lugar de la
historieta”, Los Libros, núm. 17, Buenos Aires, 1971.
122
los que podemos citar los de Jorge Rivera: “La morgue está de fiesta…
literatura policial en Argentina” (escrito en colaboración con Jorge
Lafforgue) (enero de 1976); “Historia del Humor Gráfico Argentino”
( febrero de 1976) y “Los juegos de un tímido: Borges en el suplemento
de Crítica” (mayo-junio de 1976). Finalmente, cabe destacarse el ar-
tículo de Oscar Steimberg: “La cultura de la transposición” (septiembre
de 1986).5 Siguiendo esta línea de análisis y a lo largo de la década del
setenta y ochenta, merecen citarse los ensayos de Juan Sasturain pu-
blicados en distintos diarios (La Opinión, Clarín), publicaciones es-
pecializadas (Crisis, Feriado Nacional, Super Humor, Humor, Fierro) y
catálogos-libro de exposiciones en los que la pregunta por la identidad
nacional y por la alta y la baja cultura se vuelve un tópico permanente.6
Esta vertiente de reconocimiento de la historieta nacional da lu-
gar a la visibilidad institucional del medio. Fundamentalmente ello se
logra a través de las Bienales dedicadas al humor gráfico y la historie-
ta que se realizaron regularmente en la ciudad de Córdoba en el ám-
bito del Museo Nacional de Bellas Artes (1972, 1974, 1976, 1979). En
este espacio, tuvo lugar un acercamiento productivo entre los autores
y los críticos del medio. Precisamente, se trata de un proceso de mu-
tua interpelación entre el circuito profesional, el del coleccionismo
y el crítico especializado que dará lugar a proyectos y publicaciones
diversas situadas a medio camino entre la divulgación y la teoría, la Imagen I. 21. Qué es la historieta
crítica y el mercado.
En esta corriente de análisis pueden rastrearse regularidades
no sólo en cuanto al objeto de estudio elegido sino también, y fun-
damentalmente, en la posición teórica (e intelectual) desde donde el
medio se analiza. En la línea de investigación reseñada hay un modo
de pensar lo popular y de concebir la industria cultural nacional que
entronca directamente con la discursividad peronista de la época. Se
trata de la elección deliberada de textualidades no centrales, perifé-
ricas al campo legítimo de la institución literaria, contaminadas por
el periodismo de masas, la insistencia editorial y la compulsión por la
publicación periódica (Alabarces, 2006: 28).
En donde se puede rastrear significativamente esta posición es
en el texto de Eduardo Romano “Apuntes sobre cultura popular y pe-
ronismo” (1973) y en la respuesta de Aníbal Ford a una encuesta pro-
ducida por Jorge Lafforgue en 1972 para la revista Latinoamericana
sobre el papel de la crítica literaria en el contexto político de los pri-
meros setentas. El artículo fue reeditado como “Cultura dominante y
5 Aunque periféricos, también en Crisis he podido relevar los siguientes artículos sobre el
tema: Acosta, Raúl: “Inodoro Pereyra: una historia argentina”, mayo de 1974 y Zito Lema,
Vicente: “Breccia y su visión de los mitos de Lovecraft”, marzo de 1976.
6 Varios de estos escritos realizados desde fines de los setenta a la segunda mitad de los ochenta,
marcados por su carácter coyuntural y efímero, fueron recopilados más tarde en: El domicilio de
la aventura (1995). Ver también del mismo autor, su trabajo más reciente basado en entrevistas
y ensayos realizados durante la década del setenta y ochenta: Buscados vivos (2004).
123
cultural popular” en Medios de comunicación y cultura popular (1985).
En ambos trabajos la cultura nacional y popular es clave en la lucha
política contra el imperialismo y la oligarquía.
Por otro lado, la matriz teórica articula la cuestión de lo popular
con la problemática de la cultura de masas, dándole especial importan-
cia al rol de los intelectuales mediadores (Romano, 1973) como produc-
tores de una supuesta “industria cultural nacional”. Ahora bien, aunque
los primeros trabajos den cuenta de un abordaje intelectual por fuera
de los circuitos institucionales formales (universidad, fundaciones) la
historieta también tuvo su repercusión en el contexto académico.
Junto a otras “literaturas marginales” se torna un objeto suscep-
tible de análisis para la currícula universitaria. En el marco de la “pri-
mavera camporista”, Eduardo Romano asume como Director Provi-
sorio de la Carrera de Letras de la uba, hasta que Paco Urondo tome
su lugar. Es en este contexto de los primeros años setenta cuando la
historieta como práctica cultural y producción estética fue incluida
en el Programa de la cátedra de Literatura Argentina “Proyectos po-
líticos culturales” (1973) dictado en la Facultad de Filosofía y Letras
(uba), a cargo de Eduardo Romano y Jorge Rivera. Algunas referencias
teóricas que auspiciaron la entrada del cómic a la academia fueron
los trabajos de Umberto Eco, Apocalípticos e Integrados (1965) y las
investigaciones de literaturas dibujadas de la Socerlid (1964).
Obviamente, que la repercusión que había tenido la Bienal de
la Historieta en el Di Tella (1968) juega también un rol importan-
te en su institucionalización.7 Recuerda Juan Sasturain sobre la ex-
periencia citada:
124
las literaturas de quiosco. De allí que podamos sostener que la teoría
de la historieta surgió como una preocupación particular en el inci-
piente campo de “los estudios culturales en clave peronista y populis-
ta” (Alabarces, 2006: 35).
Más adelante, cabe resaltar el trabajo que realizan Carlos Tri-
llo y Guillermo Sacomanno. A partir del número quince de Skorpio,
los autores dirigen la sección “El Club de la Historieta” (diciembre,
1975), dedicado a la crítica del medio.9 Este espacio pionero en el
mercado de revistas de historietas populares brindó a los lectores un
lugar para la reflexión y el análisis de obras y profesionales. También
cabe destacarse de los mismos autores, la sección “La historia de
la historieta” publicada en la revista Tit-Bits, de la misma editorial. El
hecho de que estos ensayos hayan sido publicados originalmente en
revistas de historietas permite advertir ciertos rasgos de intertextua-
lidad, de préstamos y códigos que remiten a un público especializado
que conoce aquello de lo que “se está hablando”.
Paralelamente, se desarrolla otra corriente que recoge la im-
pronta de Oscar Masotta. Como consecuencia de la realización de la
Bienal Internacional de la Historieta en el Instituto Di Tella (1968),
Masotta crea y dirige la revista ld (Literatura Dibujada) editada por
Summa-Nueva Visión. El primer número de ld salió a la venta en no-
viembre del 68, el segundo en diciembre del mismo año y su último
número en enero del 69. Gran parte de los artículos publicados en la
revista, fueron compilados un año más tarde en: La historieta en el
mundo moderno (1970).
Masotta construye a la historieta como objeto de estudio de
inspiración estructuralista y semiológica. Pero lo hace tras haber re-
flexionado sobre prácticas experimentales y de vanguardia como los
happenings y el arte pop. De tal forma que su reflexión analítica sobre
la historieta afloraría en esa etapa como un resultado “lógico” o por lo
menos coherente, de esos intereses:
9 Editado por la misma editorial que publicaba Skorpio, varios de estos ensayos fueron com-
pilados años más tarde en un libro clave en el campo: Historia de la historieta argentina, 1980.
125
De la cita se desprende el nuevo gesto de valoración, practicado por
algunos, entre los cuales se encuentra el mismo Steimberg: en lugar
de ver a la historieta como exponente de una industria adaptativa se
la comenzó a pensar como un espacio propicio para el análisis socio-
lógico y la reflexión semiótica. La historieta deviene objeto de estudio
determinado por cruces y juegos intertextuales: palabra e imagen, ac-
tualidad y ficción, literatura y pintura.
Cabe resaltar un análisis de Oscar Steimberg publicado en el nú-
mero inicial de Lenguajes: “Isidoro. De cómo una historieta enseña a
su gente a pensar” (1973). Es central considerar la referencia que rea-
liza Steimberg, a propósito del proceso de identificación que se funda
a partir de los personajes. Este señalamiento, subraya la capacidad de
los historietistas de generar lazos de tipificación entre los lectores y
los personajes.10
Durante la misma década, Steimberg produce una serie de tex-
tos analíticos recopilados más tarde en un libro crucial en la teoría
del campo: Leyendo Historietas. Estilos y sentidos en un “arte menor”
(1977). Desde el entrecomillado de “arte menor” en el título de su li-
bro, el autor adelanta una problematización a dicha categoría. Como
veremos más adelante, Steimberg continua esta tradición analítica
pero atendiendo las transformaciones en el mercado y las variaciones
estilísticas producidas en una etapa posterior.
Desde un abordaje semiótico y estructural estos análisis iniciales
fueron centrales para bucear en las condiciones de producción, cir-
culación y recepción de los mensajes. Los estudios teóricos iniciarán
un camino de crítica cultural que acompañará el proceso de amplia-
ción del espectro de géneros y estilos preexistentes. El interrogante
sobre las industrias culturales y la dialéctica cultura de masas/cultura
popular adquiere en este marco un clima de intenso debate. En este
panorama, la historieta como lenguaje comenzaba a ser un campo de
estudios novedoso y susceptible de análisis más sistemáticos.
A finales de los sesenta, en América Latina, en el incipiente cam-
po de la comunicación y la cultura, ingresa la teoría crítica a través de
distintas claves de lectura y pensamiento. De manera paradigmáti-
ca, las traducciones realizadas por Héctor Murena en la Argentina,11
el trabajo del venezolano Antonio Pasquali (1972) y los ensayos del
grupo de investigadores reunidos en torno a Comunicación y Cultura,
producen una reflexión sobre la industria cultural latinoamericana
de significativa repercusión durante la etapa. Podemos reconocer, en-
126
tonces, una tercera vertiente de análisis sobre la historieta. Este en-
foque ligado a una concepción marxista puede caracterizarse por
entender a la historieta como un exponente de transnacionalización
de la cultura.
Recapitulando, lo que tienen en común estas corrientes de estu-
dios es la preocupación por la historieta como objeto emergente para el
análisis científico. Cabe advertir, no obstante, que los contrastes entre
las distintas perspectivas y posiciones son notables. Según sea el caso,
el foco de atención está puesto en la cultura popular, en el lenguaje, en
la dominación, en el mensaje o en las condiciones de producción.
Con todo, esta efervescencia analítica pareciera “suspenderse” al
término de los setenta. Si durante la primera mitad de la década, la
crítica en el campo se caracteriza por el debate y la polémica produc-
tiva, el segundo tramo de la década se distingue por cierta “separa-
ción” o “dispersión” analítica en la que las corrientes se repliegan hacia
sus respectivas disciplinas, tradiciones y circuitos. Se trata de un mo-
mento en el que la investigación sobre la historieta perdió el impuso
del periodo precedente.12 Gradualmente, dejaba de ser un objeto cau-
tivador de la mirada intelectual, posiblemente, por el derrotero que el
mismo campo de la historieta atraviesa.
Si bien la década del ochenta es una etapa crucial para el debate
sobre los medios y la cultura en la Argentina, la producción ensayística
y analítica se confina hacia las revistas de historietas y humor gráfico
(Humor, Puertitas, Fierro) en donde prevalece un enfoque de divulga-
ción y opinión del medio. La atención está puesta en la reivindicación
de la cultura popular y las identidades locales, la “marginalidad” del
lenguaje leída en clave de resistencia cultural y política, la popularidad
y “alternatividad” de la historieta, la revalorización de la vida cotidia-
na o la subjetividad de los consumidores. El circuito de producción,
circulación y recepción de estos textos no debe ser soslayado. Muchos
de los trabajos recopilados más tarde en libros, catálogos y antolo-
gías conllevan los efectos de sentido del periodismo cultural y pueden
agruparse en un tipo particular de producción ideológica.
En efecto, mientras se publican textos en las zonas del periodis-
mo cultural y masivo, la producción analítica de los referentes del
campo (Rivera, Romano, Steimberg) se desplaza hacia la publicación
en revistas especializadas, antologías temáticas y libros de autor.
Cabe resaltar los artículos de Eduardo Romano (“Breve examen de
la historieta”, “Inserción de ‘Juan Mondiola’ en la época inicial de Rico
Tipo) y Jorge Rivera (“Para una cronología de la historieta”, “Historia
del Humor Gráfico Argentino” publicados en Medios de comunicación
127
y cultura popular, 1985).13 Estos ensayos retoman, con leves modifica-
ciones, los ya aparecidos en Crisis y en las colecciones del ceal.
Ahora bien, la década del ochenta a grandes rasgos, se trata de
un momento importante en la normalización de la actividad acadé-
mica y de las instituciones científicas del país. La creación de carreras
de Ciencias de la Comunicación en distintas universidades, la acade-
mización y reconocimiento de las investigaciones del campo. Pa-
ralelamente, y a pesar del florecimiento de distintas áreas y objetos
ligados a las zonas de la comunicación masiva y la industria cultu-
ral, los estudios sobre la historieta parecieran opacarse mostrando se-
ñales de debilitamiento general del campo de estudios.
El giro es sintomático: se trata de un momento de instituciona-
lización y prosperidad de la comunicación social como campo de es-
tudios. Varios de los intelectuales citados más arriba y que habían in-
augurado a la historieta como objeto, se incorporan o reincorporan a
las aulas y desde ese lugar dan continuidad a las perspectivas críticas
pero cambiando los marcos conceptuales, redefiniendo la dimensión
teórica del problema y atendiendo a los nuevos escenarios globales
de la comunicación y la cultura.
13 A partir de la década del noventa, se destaca el trabajo de Jorge Rivera (1992). Por su parte,
Oscar Steimberg, produce artículos significativos abocados al análisis de la historieta de
aventuras y al humor gráfico. Ver Steimberg, 2000. Más recientemente, cabe citar el trabajo
de Eduardo Romano (2004).
128
presentes en cada una de estas revistas tuvieron a la historieta en su
agenda de análisis: ¿qué lugar ocupó la historieta como medio y cuál
fue la toma de posición en cada una de estas publicaciones?
Lenguajes, “Revista de Lingüística y Semiología” fue publicada
por la Asociación Argentina de Semiótica14 y su Comité Editorial es-
tuvo conformado por Juan Carlos Indart, Oscar Steimberg, Oscar Tra-
versa y Eliseo Verón. El primer número se publicó en abril de 1974; los
restantes tres números en diciembre de 1974, abril de 1976 y mayo de
1980. La intermitencia en la edición da cuenta de los rasgos intrínse-
cos del campo de estudios durante esos años y del escenario político
y social del país.
Cabe destacar que en el último número, la editorial ya no era
Nueva Visión sino Tierra Baldía (Buenos Aires) y la bajada del título de
la revista se había reemplazado por “Revista Argentina de Semiótica”.
Lenguajes tenía como objeto de estudios “el campo de la producción
social de la significación”. A lo largo de sus intermitentes entregas,
los “lenguajes sociales” y especialmente “las comunicaciones masi-
vas” constituyeron sus principales puntos de anclaje. La agenda de
investigación de los discursos sociales comprendía distintos objetos
del campo de la comunicación y la cultura: las transposiciones, el hu-
mor, la historieta, el cuerpo, el relato televisivo, el cine, la publicidad,
la prensa gráfica, el psicoanálisis. De allí que la publicación ponga el
acento en la instalación y en la consolidación de la semiótica como
disciplina académica. El foco de atención está puesto en el mensaje
por sobre el emisor o receptor.
La crítica a la concepción de la historieta y del humor tiene que
ver con el interés general del grupo de estudios: la preocupación por
los textos ficcionales y mediáticos. De allí que no sólo la historieta,
sino narrativas como el cine y la telenovela funcionaran como objetos
de investigación privilegiados para dar cuenta de los modos de signi-
ficación y funcionamiento de los discursos. La impronta de estudios
inaugurada por Masotta puede reconocerse en el horizonte de análi-
sis de la publicación. Es su perspectiva ligada a una nueva concepción
de la relación entre el público y las historietas la que guía los trabajos
en torno al tema. De manera representativa, los artículos de Oscar
Steimberg se inscriben en esta línea de análisis.
Cabe advertir que en Lenguajes el debate giró en torno a una crí-
tica general hacia los denominados “cuatro reduccionismos”: el con-
tenidismo, el esteticismo, el economicismo y el tecnologicismo. En
abril de 1974 su primer editorial planteaba: “No hay estrategia política
socialista sin una teoría del modo de producción capitalista en su ins-
tancia económica. No la habrá en el área de la cultura sin una teoría
129
del modo de producción de las significaciones”. Una de las polémicas
que se producen entre Lenguajes y Comunicación y Cultura gira, justa-
mente, alrededor de este problema.
Héctor Schmucler, en su artículo “La investigación sobre comu-
nicación masiva” (1975) argumenta que, desde Lenguajes, se sostiene
una falsa oposición entre ciencia e ideología y acusa a sus miembros
de salvaguardar su individualidad científica, manteniéndose al mar-
gen de las contingencias históricas y políticas. El debate da cuenta
de distintas posiciones intelectuales y de modos distintos de anali-
zar los procesos del periodo. Ciertamente y como señala Jorge Rivera
la querella que asumen ambas publicaciones manifiesta un clima de
movilización de ideas: “No es arbitrario que Lenguajes, se subtitule,
muy técnicamente, ‘revista de lingüística y semiología’, en tanto que
Comunicación y Cultura adopta el subtítulo de ‘la comunicación masi-
va en el proceso político latinoamericano’ (Rivera, 1987: 44).
Comunicación y Cultura (cuya bajada de título era “la comunica-
ción masiva en el proceso político latinoamericano”) se editó por pri-
mera vez en Santiago de Chile en 1973 al calor del gobierno de la Uni-
dad Popular (1970-1973). Sin embargo, sólo el primer número alcanzó
a editarse ya que, una vez instalada la dictadura debió trasladarse a
un nuevo escenario debido a la persecución política de sus redacto-
res. De allí que en Argentina salieron los siguientes tres números, pero
la toma del poder por los militares en 1976, obligó a un nuevo despla-
zamiento. En palabras de Héctor Schmucler el devenir de la revista
estuvo “marcada por los golpes de Estado” (en Lenarduzzi, 1998: 148)
y esa impronta marcó fuertemente no sólo la perspectiva sino tam-
bién los rasgos de su producción intelectual.
Dirigida por Héctor Schmucler, Armand Mattelart y Hugo Assman,
entre 1973 y 1985, la publicación se concentró en sus artículos en un
conjunto de temas o constelaciones problemáticas: el imperialismo,
la dominación, la ideología, la comunicación masiva, las tecnologías
y la propiedad de los medios. En la editorial de lanzamiento, en ju-
lio de 1973, Comunicación y Cultura se posicionaba como “órgano de
vinculación y de expresión de las diversas experiencias que se están
gestando en los países latinoamericanos, en el campo de la comu-
nicación masiva”. Inmediatamente, se advertía que no se trataba de
“asumir cualquier experiencia” sino darle prioridad política a aquellas
prácticas que “favorecen a los procesos de liberación total de nuestras
sociedades dependientes” (C y C, julio de 1973).
De allí que para Comunicación y Cultura profundizar analítica-
mente en las condiciones históricas de circulación de los mensajes,
es tener en cuenta la experiencia socio-cultural de los receptores. El
análisis de la recepción y el encuentro entre el mensaje y el receptor
es clave para instrumentar los medios en función de un proyecto
político general: “No se trata de modificar los mensajes solamente
para provocar actuaciones determinadas; es fundamental modificar
130
las condiciones en que esos mensajes van a ser receptados”. (Sch-
mucler, 1975)
En el marco de esta corriente y de manera representativa, la crí-
tica de historietas giró alrededor de un libro polémico: Para leer al
Pato Donald, escrito por Ariel Dorfman y Armand Mattelart y publi-
cado por primera vez en Chile, en 1972. Cabe advertir que cuando este
libro fue editado hacía poco más de un año que la Unidad Popular
(1970-1973) había asumido el gobierno. Concebido como un manual
de descolonización, el trabajo deconstruye la ideología imperialista
subyacente en las relaciones entre los personajes, comparando estas
representaciones con las propias condiciones de trabajo de los em-
pleados de la compañía Walt Disney.
Si las historietas de la línea Disney son universalmente recibidas
como entretenimiento por encima de las contradicciones sociales,
Dorfman y Mattelart ponen de manifiesto que “el mundo de Disney-
landia” encubre el mensaje propagandístico del imperialismo y el mí-
tico “American way of life”. Desde esta perspectiva, las historietas son
entendidas como instrumentos de la clase dominante y el análisis de
la especificidad del medio queda desplazado en pos de la política.
En otros términos: no cabía ver en las historietas otra cosa que
no sea “imperialismo cultural” y rentabilización de la producción. En
este sentido, en el prólogo al libro Para leer al Pato Donald, Schmucler
lo define como un instrumento de denuncia de la colonización cul-
tural latinoamericana y un diagnóstico que devela los mecanismos
específicos por los que la ideología burguesa se reproduce:
131
Enmarcada en la problemática de la “americanización cultural” la in-
vestigación de Dorfman y Mattelart descuida o relega por lo menos,
dos cuestiones centrales en los análisis de la comunicación de ma-
sas. Por un lado, se desatiende la complejidad de los procesos cultura-
les que requieren tanto de un análisis ideológico como de un enfoque
que tenga en cuenta los aspectos estéticos y técnicos de la produc-
ción cultural. Por el otro, no se distinguen en la crítica de las histo-
rietas de Disney modos diferenciales de consumo y apropiación por
parte de los lectores.
Los productos se presentan como diferenciados/diversos pero se
revelan como iguales ya que los medios técnicos también tienden a
una creciente uniformidad y estandarización. Dos conceptos resul-
tan caros para describir la forma de producción de la industria cul-
tural y sus efectos: la manipulación y la alienación. Este sistema de
lectura está presente a lo largo del análisis de Dorfman y Mattelart
y funciona como uno de los paradigmas claves para producir nueva
empiria sobre un mismo fenómeno.
La industria de Walt Disney ya había sido abordada de manera
crítica por Adorno y Horkheimer.15 De allí que analizan la producción
de dibujos animados como una variante homologable a las formas de
entretenimiento que provee la historieta.
¿Qué hace que una historieta no sea igual que una novela de
aventuras? El análisis cultural de los textos historietísticos exige una
perspectiva sobre la especificidad del medio. Mediado por un lengua-
je con semanticidad y sintaxis muy específica (como todo lenguaje) el
abordaje de historietas como medio de masas no admite una lectura
ingenua. La historieta construye imaginarios y los proyecta. Dicho en
otros términos: la historieta no refleja nada (aunque ponga en escena
una ideología determinada) y en muchos casos el desvío respecto de
la historia es lo que verdaderamente cuenta.
Por último, es importante destacar el papel que tuvo la revista
Crisis (1973-1976) en la construcción de la historieta como objeto en
la línea nacional y popular a la que nos referimos anteriormente. Fun-
dada por Federico Vogelius y bajo la dirección de Eduardo Galeano
la publicación constituyó una herramienta en un campo de acción
ideológico-discursivo.16 Su primer número salió a la venta en mayo de
1973 hasta su clausura por el golpe de Estado de 1976. Según el Insti-
132
tuto Verificador de Circulaciones, la revista vendió, en marzo de 1974,
17 468 ejemplares; creció hasta un tope de 24 637 en julio, y mantuvo
un promedio de 22 mil ejemplares hasta su cierre, tras cuarenta nú-
meros de publicación, en agosto 1976.
La corriente “nacional” puede reconocerse en el trazado de sus
discusiones y agendas y tiene como centro de abordaje la pregun-
ta por lo popular. Los trabajos de Jorge Rivera, Eduardo Romano y
Aníbal Ford dan cuenta de una matriz que conecta lo popular y lo
masivo en función de cuestiones político-sociales más amplias. Más
que basarse en un “ser nacional” esencialista lo popular aparece en
íntima relación con la “conciencia nacional”. De lo que se trataba, era
de articular “conciencia nacional” y “conciencia de clase” en pos de un
proyecto de liberación, resistencia y autonomía.
La inscripción de la comunicación masiva en la política y la cul-
tura es una de las apuestas fuertes de esta matriz de pensamiento. La
publicación otorgó un lugar importante a distintos géneros (la entre-
vista, la historia de vida) a partir de la idea de recuperar las “voces” de
la cultura popular. Sin secciones fijas y sin editoriales, Crisis permite
rastrear un itinerario de producción homogéneo basado en acuerdos
implícitos. Las “culturas populares” y las “prácticas de liberación nacio-
nal” fueron puestas en un plano simétrico. La creciente tematización
de la recepción tuvo un papel destacado en esta posición de análisis.
La comunicación artesanal y los “usos desviados” de los medios fueron
vistos como tácticas frente al sistema dominante o modalidades de in-
tervención subalternas para sortear las estratagemas de la hegemonía.
Este grupo de intelectuales reflexiona sobre la cultura popular y
la industria cultural presentándolas en su emergencia histórica y se
las teoriza “como portadoras de una cultura popular-nacional que las
élites, tanto como la izquierda, habrían pasado por alto” (Sarlo, 2001:
135). De esta forma, la gauchesca, el folletín, el melodrama, el cine
nacional, el tango o la historieta, se convierten en objetos de interpre-
tación que incluso cuando simulan responder a las leyes del mercado
estarían dando cuenta del pueblo y ese pueblo, a su vez “hablaría –
para quien sepa escucharlo– de la Nación, de la relación entre secto-
res populares y élites, en fin: del peronismo”. (Sarlo, 2001: 136)
En el mismo sentido, la dialéctica (y no la mera oposición) na-
cional/transnacional tiene un lugar importante en el análisis de los
objetos. De lo que se trata es de un modo de pensar la historia cul-
tural nacional ligada indefectiblemente a los productos de la cultura
masiva. Ello suponía abordar el tema de la cultura popular a partir
de conceptos como “identidad nacional” y “cultura nacional”. En esta
mirada se encuentra el reconocimiento de las tácticas populares para
trastocar a su propio favor lo que ofrece el mercado:
133
ponsabilidad social de su tarea con una clara conciencia de su pro-
fesionalidad y de que están produciendo para un mercado, para una
industria que, como la metalúrgica, textil, automotor, etc., inicia su
despegue definitivo la industria cultural. Si de algo se enorgullecen,
cuando se los interroga al respecto, es de vender productos sanos
y entretenidos; no necesitan, para valorar su trabajo, disimular el
hecho de que sea comercializable como les ocurre a los ambiguos
productores de la “alta” costura. (Romano, 1973: 44)
134
lugar de sus rasgos pictóricos o artísticos: “aparentemente cercana a
la pintura (…), es su pariente lejana”. (ld, núm. 1)
Partamos entonces del problema sobre su indeterminación. Si la
historieta ha sido incluida en una matriz de “baja literatura”, es suge-
rente analizar las distinciones estéticas de estas narrativas y pregun-
tarse porqué la historieta ha sido posicionada junto a las narraciones
periódicas. La pregunta es: si no es literatura (a secas)... ¿por qué ha
de ser “literatura marginal”? La idea es recurrente y aparece ligada a
la preocupación por la legitimación.
135
índices y contrastes previa (pero resistente) a la constitución de un
universo simbólico. (Steimberg, 1979)
136
de la reivindicación de una supuesta “marginalidad” representativa de
lo nacional y popular:
137
tinos (…) Toda esta producción ha sido sistemáticamente ignorada
o minusvalorada en su momento para luego ser aceptada con sal-
vedades por la cultura oficial que suele intentar apropiarse de ella.
(Sasturain, 1980a: 186)
138
ta y desde allí en más es una constante en el campo. Justamente, la
idea de “un tiempo pasado y mejor” de la historieta está más relacio-
nada con la ausencia de políticas de edición local que con una su-
puesta “extranjerización” de las series y revistas.
Ahora bien, el problema del estatuto estético de la historieta, y
el lugar de esa estética en el conjunto de los problemas derivados de
la comunicación masiva, es un planteo que (retomando una preocu-
pación ya formulada por Umberto Eco) se plantea tempranamente
Oscar Masotta: “La historieta es un medio ‘inteligente’ y estético al ni-
vel mismo del contacto” (Masotta: 1971: 213). En el mismo sentido, Os-
car Steimberg destaca la importancia que reviste su análisis estético y
discursivo así como el carácter activo que supone la recepción del me-
dio, problematizando de este modo el campo de los “efectos sociales”:
139
lectura, del campo de producción y circulación en el que se insertan y
de sus públicos específicos.
La historieta como cualquier otro lenguaje es susceptible de
encarnar una infinidad de contradicciones. Inmersa en la industria
cultural, nos permite pensar en el valor diferencial de ciertas produc-
ciones masivas. Sus pasajes con otras artes y géneros no la alteraron
en su especificidad, sino que le permitieron hallar e implantar su di-
ferencia respecto de otros medios: construir una narrativa secuencial
de dibujos y palabras que evidencia la brutal (y extraordinaria) poro-
sidad de los lenguajes.
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142
II. Ellas y ellos
6. En la trinchera, una mujer: la obra de patricia breccia
Mariela Acevedo
Introducción
1 Nancy Fraser, “¿Estructuralismo o pragmática? Sobre la teoría del discurso y la política feminista”, p. 13. <http://www.
cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Fraser%20cap2.pdf>
145
Contexto: Fierro y su época, sobrevivir para contarlo
2 Grupo de Análisis Político (gap, Argentina): Veinte años de Gobiernos Civiles en Argentina.
<http://www.ciudadpolitica.org/modules/news/article.php?storyid=280>
3 Loc.cit.
146
Durante mucho tiempo el discurso pornográfico ha sido sacraliza-
do por sus problemas con la Ley. Tachado de subversivo, se con-
vertía por ello en intocable para todos aquellos que combatían la
represión. ¿Cómo era posible no amar a Sade, el gran antecesor, sin
ponerse inmediatamente de parte de los carceleros, de los censores,
de los pedagogos, de los alienistas, en suma, de todas las fuerzas de
reclusión? El advenimiento de la palabra femenina ha puesto fin a
esta sacralización. La censura y la subversión han sido estorbadas,
en su complicidad litigiosa, por la irrupción de un tercer discurso,
que sin tasarlos necesariamente con el mismo rasero, ha reconoci-
do una misma violencia de sofocamiento en el oscurantismo de uno
y en el aparente progresismo de otro.4
147
cincuenta, Chichoni ha construido un modelo de mujer y ha puesto
en marcha ese fantasma. También los dibujantes son Pigmalión.7
7 Pablo De Santis, Historieta y política en los ’80. La Argentina ilustrada, pp. 79-80.
8 Alda Facio y Lorena Fries, Género y Derecho , p. 53.
9 Ibidem, p. 54.
148
puestas a prueba sobre el cuerpo femenino, siendo éste el campo de
batalla del imaginario del hombre.” Y agrega: “El cuerpo es el campo
de batalla entre Eros y Tánatos, entre el deseo y la destrucción, es el
lugar en donde proyectar el erótico deseo varonil. La imagen este-
reotipada de la mujer finisecular responde a dichos mandamientos.
El cuerpo es vida y muerte, erotismo y aniquilación. La mujer es ma-
dre y destructora”.10
Se podría arriesgar en este sentido, que la clave, como señala
Vazquez, de asociar erotismo y violencia podría funcionar como me-
táfora de la violencia política que necesita ser narrada. Las tapas y
muchas de las historietas que se publican en Fierro durante el perío-
do Sasturain revelan la necesidad de poner en palabras y en imáge-
nes un pasado reciente que precisa explicarse, contarse, entenderse
y que choca con la frontera de lo decible. Se trata de un dilema ético,
que se pregunta hasta donde es necesario reproducir el horror y cuan-
do deja de convertirse en una denuncia para ser parte de un meca-
nismo de morbo que pone en escena otra vez las heridas, el dolor, la
muerte… ¿hasta dónde contar? y, a su vez, si se elige callar o no contar
todo, ¿eso no es complicidad? ¿Y de qué más se puede hablar cuando
los crímenes siguen impunes?, ¿podemos hablar de futuro sin haber
resuelto este evento traumático? Estas preguntas parecen flotar de
formas distintas en las historietas que aparecen en los primeros nú-
meros de Fierro. Sucede con la violación que se registra en “La Triple
B”11 porque de manera explícita se enfrenta al dilema de cómo narrar
los crímenes de la dictadura sin que eso conduzca a crear el género
“Falcon-ficción”.12 La violencia sexual ligada a los “malos de siempre”,
a los que hace referencia Sasturain por los ‘milicos’, podría ser enton-
ces una manera de representar el trauma.
Pero en otras historietas en las que la mención a la dictadura es –
al menos- oblicua, pareciera ser factible resolver este horror que debe
ser narrado con la metáfora de la violación. En la violación femenina
se resumen los horrores de la violencia, la vejación y la sobrevivencia
en una imagen que estéticamente puede resultar seductora al imagi-
nario masculino y que ocupa ese espacio vacante, ese horror que no
se puede poner palabras.
Hay que tener en cuenta que además las historietas al ser un pro-
ducto en tensión entre el arte y el mercado, apelan a los usos de lo
10 Mireia Antón Puigventós, “La mujer como objeto de representación del erotismo y la muer-
te: conquistando su propio cuerpo”, <http://www.mujeresdeempresa.com/arte_cultura
/030302-la-mujer-como-objeto-de-representacion.shtml>
11 “Triple B” con guión de de Carlos Albiac y dibujos de Félix Saborido en Fierro núm. 1, sept.
1984, pp. 39-42.
12 En la editorial de Fierro número 2 se hace referencia al riesgo de crear el género “Falcon-
Ficción” en referencia a los autos Ford Falcon con los que en la dictadura militar argentina
los grupos paramilitares secuestraban personas: “los ‘malos’ no son los indios ni los mejica-
nos ni los japoneses de la historieta tradicional pero, por ahí, son siempre los milicos...” Juan
Sasturain en Editorial de Fierro núm. 2, octubre, 1984. p.8
149
femenino como “gancho”. Así lo confirma Juan Sasturain en la entre-
vista brindada a Diego Agrimbau y Laura Vazquez:
13 Diego Agrimbau y Laura Vazquez, “Juan Sasturain. Fierro: la puerta abierta para ir a jugar”,
<http://www.tebeosfera.com/1/Documento/Entrevista/Sasturain/Juan.htm>
14 Este apartado es una reelaboración “Creadoras de Mundos: Rompiendo los techos de cris-
tal”, comunicación presentada en las x Jornadas Nacionales de Historia de las Mujeres y v
Congreso Iberoamericano de Estudios de Género: “Mujeres y Género: Poder y Política”.
15 Fierro, núm. 12, agosto 1985, p. 20.
16 Loc. cit.
150
tira “Museo” y luego con guión propio, Sin novedad en el frente y otras
historias sueltas.
Pero antes de analizar la obra de Patricia Breccia, podemos inda-
gar la relación particular que una mujer establece con el campo. En
este sentido, el testimonio de Breccia es contundente:
Yo me tuve que bancar que Caloi, por ejemplo, dijera que acá no había
minas historietistas, cuando yo ya estaba publicando en Fierro, hace
rato. Y dijo que acá no existían minas humoristas, cuando yo empecé
a publicar humor cuando tenía dieciocho años, […]. Hay, existen, yo
soy una de ellas, y él lo sabe. Porque eso es lo que más bronca me da,
que ellos lo saben, porque lo ven. Entonces una se queda con todo el
odio. (…) Porque Caloi dice eso, y yo lo veo por televisión y digo: pero
17 Soledad Vallejos, “El mundo en un papel” Entrevista con Patricia Breccia Suplemento Las 12, Pá-
gina 12, <http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-3011-2006-11-17.html>
18 Victoria Sau se refiere más ampliamente a estos mecanismos en tanto fenómenos en el cam-
po discursivo, en “Lenguaje, género y comunicación”.
19 Agradezco el trabajo sobre el campo del humor gráfico de Ana Von Rebeur, quien plasmó su
experiencia personal en “Cartoonism is a male job? Why are the so few woman cartoonist?”
ponencia inédita presentada en el encuentro de Humoristas Gráficos de China, 2006.
151
la puta que te parió, porque vos me conocés, sabés que hay, además
porque hay dos minas más que hacen historieta y que hacen humor.
O sea, que no es que tenga una cosa personal contra mí […].20
[…] últimamente tuve que laburar para Europa con guiones de Ba-
rreiro, porque era la única manera de meterme, en donde yo tuve
que hacer un dibujo clásico, que me costó muchísimo porque no es
mi dibujo. Y donde, obviamente con un guión hecho por un tipo, a
la mina se la violaba, se la hacía mierda, se la cogía todo el mundo.
Y bueno, me costó muchísimo hacerlo. Pero después se terminó,
no lo hice más. Y lo hice justamente porque acá no tenía laburo”.22
152
se infravalora a las creadoras, y tiene que ver con la idea de que las
mujeres consiguen entrar o permanecer en el campo por ser “hijas
de”, “hermanas de” o “esposas de”:
Me llamó hace dos meses un diario para hacer una tira, y el tipo
por supuesto me dijo: “¿Quién te hace estos dibujos?, ¿tu viejo?” Le
digo: “no, mirá, yo hace más de veinte años que estoy laburando, los
dibujo yo.” “Ah, son iguales a los de tu papá.” Yo no tengo nada que
ver con mi viejo, tengo el apellido Breccia, nada más […] continua-
mente estoy pagando derecho de piso.23
23 Ibidem, p. 200.
24 Ibidem,. p.198.
25 Slavoj Zizek, Ideología: un mapa de la cuestión, p. 34.
153
Sin ser masiva, la producción cultural de las mujeres ha sido
continua y progresiva. Fraser sostiene que desde cierta concepción
–errónea– se supone a las mujeres víctimas pasivas de la dominación
masculina.26 Ese supuesto sobredimensiona la dominación masculi-
na, haciendo de los hombres los únicos agentes sociales y producto-
res culturales. Por el contrario, la historia observada desde una crítica
feminista que considere la construcción del espacio simbólico como
una lucha no resuelta de antemano, nos ayuda a entender cómo, aun
bajo condiciones de subordinación, las mujeres participan en la cons-
trucción de la cultura.
La experiencia de mujeres narrada por mujeres es reciente en las
historietas, al menos en Argentina.27 Judith Gociol y Diego Rosem-
berg explican el alcance de esta irrupción en el campo:
154
Imagen II. 2 Sin novedad en el frente/“Nada personal”
Breccia consigue que cada parte de guerra sintetice una historia de Fuente: Fierro, núm. 28, p. 71
155
Pero en su interpretación, la investigadora hace de estas incorpora-
ciones temáticas novedosas, rasgos inherentes de un discurso feme-
nino. En cambio es posible sostener que en tanto, la diferencia es la
posibilidad de emergencia de voces de sujetos generizados en los que
la experiencia de ser mujer está en relación con su producción cultu-
ral –al igual que en el caso de la experiencia masculina–. Esto viene
a ser que, antes que una característica intrínseca de un presunto dis-
curso femenino, se trata de la construcción discursiva ligada al “cuer-
po vivido” de un sujeto generizado, racializado, enclasado, es decir a
la experiencia encarnada de variables que construyen las identidades
sociales de los sujetos.
De acuerdo con Vinella, existirían diferencias esenciales entre
las historietas hechas por mujeres y las producidas por varones, así
pretende aislar rasgos constantes en las historietas hechas por muje-
res, tales como tonos didácticos, un código cultural distinto y una es-
tructura significante-lingüística propia. Según esta autora existe “un
común denominador en la búsqueda no sólo de nuevos contenidos,
necesariamente distintos, sino también de una estructura comunica-
tiva y significante nueva, no deudora del cómic masculino”.32
Más útil que ese enfoque, puede considerarse el que postula Mar-
ta Segarra, quien sostiene que, “tiene mucho más sentido hablar de una
‘lectura’ que de una ‘escritura’ feminista o femenina, y describe esta ‘mi-
rada feminista’ como un cuestionamiento de los ‘valores y jerarquías de
una tradición cultural’ desde una perspectiva que tenga en cuenta la ‘sos-
pecha de género’”.33 Desde este enfoque, la crítica feminista propone una
lectura feminista de producciones culturales “canónicas” que, a la vez
que, denuncie el sexismo, androcentrismo, etc., pueda (re)construir una
genealogía femenina a partir del relevamiento de este legado “oculto” de
las mujeres invisibilizado por la “historia oficial”. Esta segunda posición
no anula las diferencias entre varones y mujeres, sino que las historiza y
las contempla como efectos de un sistema de socialización específico en
el que existe una forma de dominación masculina o patriarcal.
Es por ello que a la hora de abordar las historietas de Breccia no
pretendemos aislar elementos típicos de una historieta femenina o
feminista, sino identificar trazos de la experiencia de ser mujer y las
formas en las que esa narración es valorada.
En la primera historia de Sin novedad en el frente publicada con
el nombre “Revuelto de lagartijas”, la joven protagonista deambula
por bares paseando su tristeza y soledad en un intento de adaptación
a un sistema que no comprende su lenguaje y que se resuelve en la
noche que ocupa media página con una luna con pechos y sexo al
aire que aúlla y acompaña a la protagonista, a “Ella”. En esta y en las
siguientes historias se da un juego entre lo que son los sueños, la
32 Idem, en línea.
33 Marta Segarra, Teoría y crítica en la literatura francesa del siglo xx, pp. 79-108.
156
Imagen II. 3. Sin novedad en el frente/“Revuelto de lagartijas”
Fuente: Fierro, núm. 22, junio, 1986, p. 22
157
pasa nada”, algo recorre la historia, una sensación tirante. El segundo
parte de guerra es a las 11 pm de un domingo caluroso, lento: “El ca-
lor que no pasa, se queda ahí, como el aliento de un gigante” y en la
siguiente viñeta vemos como “Ella” intenta distraer esa opresión en el
pecho, esa pesadez en el cuerpo, masturbándose: “Tal vez si pensara
en un hombre y recordara podría pasar su mano sobre las comisuras
de su piel, sobre su vientre tenso, podría pasar…” pero desestima el
recuerdo y el clima se corta con el timbre. Es la policía que le avisa del
suicidio de la vecina que hace pocas horas se ha cruzado en el pasillo.
El último cuadro nos muestra a “Ella”, con los ojos vacíos que nos
mira desde la última viñeta de la historia, “Cuando no pasa nada, a
cierta gente se le da por matarse”, cierra sin más explicaciones.
Las siguientes historias que Patricia Breccia publica en Fierro,
son historias sueltas en las que las protagonistas femeninas también
tienen en común como en Sin novedad, la noche, la luna, los gatos y
las historias de amor y desamor en medio de un clima opresivo.
En “Pequeño gran hombre”36 la crítica a la figura masculina pa-
terna en una familia tipo es demoledora. Una voz en off nos cuenta de
en un estilo irónico la patética vida de un hombre que ejerce la violen-
cia sobre su familia: desde la obligación a la que somete a la esposa a
cumplir con sus “deberes conyugales” hasta el maltrato infantil a los
hijos que terminan en la salita de emergencias. Al final de la historia,
tras su muerte, la voz en off nos cuenta como este “buen hombre” es
recordado por la familia que cierra con un brindis: “Hay que ser un
gran hombre para tener la bondad de morirse.”
158
Laura vuelve del médico con una noticia terrible: en pocos días
se convertirá en un reptil. La violencia de Carlos, el marido cuando
Laura llega a su casa, se sintetiza en una viñeta que lo muestra tri-
plicado y cada vez con la boca más desencajada: “¡Che! ¡Te estoy ha-
blando! ¡Te fuiste a las cuatro de la tarde y son casi las once de la
noche! ¡Che! ¡A vos te hablo!! ¡Me oís!?” a lo que Laura responde con la
pregunta: “¿Cenaste?”
La reacción de Carlos ante la noticia de la transformación de Lau-
ra, puede ser leída como una crítica al androcentrismo cultural: en tan-
to interpreta como lo afecta a él la transformación de su compañera,
justo ahora que lo estaban por ascender, “¿Por qué a mí?” se pregun-
ta, poco antes de que ella termine convirtiéndose en un lagarto en una
caja que el marido deja en una veterinaria en la última viñeta. Esta his-
toria mereció más de un comentario elogioso por los lectores, por ejem-
plo en el núm. 41 de Fierro, un lector definió este episodio como una
“puñalada al machismo” expresada de manera contundente y original.38
159
la profesión de la protagonista es llamativa: es una artista ventrílocua,
showoman que realiza un unipersonal en el escenario, lo que de alguna
forma es una manera de ubicar en el centro de una escena pública a
una mujer en un oficio casi representado exclusivamente por varones.
La protagonista tiene relaciones con su compañero y vemos en el cua-
dro final el parto que de manera algo irónica resuelve la historia con un
niño de madera fruto de una relación no consentida de la protagonista
con su parteneir de escena (la protagonista fue abordada por el muñe-
co durante un lapsus de inconsciencia producto de un fármaco para
dormir). El título “Con las mujeres nunca se sabe” pareciera, entonces
irónicamente de una sospecha que siempre recae sobre las mujeres y su
moral o conducta sexual y que elude la responsabilidad de los varones.
Reflexiones finales
160
circulación en el contexto de posdictadura, a partir de qué motiva-
ciones y necesidades, sobre qué preocupaciones y especialmente en
qué “formas” se plasmaron los discursos masivos de la cultura po-
pular. Intentar responder a esas cuestiones sobre el pasado reciente
precisa reconstruir ese momento histórico desde una mirada par-
ticular para comprender ciertas formaciones discursivas desde una
perspectiva de género.
Sumado a esto, necesitamos comprender las “tácticas” que una
creadora debe implementar para poder mantenerse en el campo his-
torietístico, lo que nos permite dar cuenta de la compleja posición
de las mujeres a la hora de participar en la construcción simbó-
lica de representaciones sociales. Ya que, las mujeres deben romper
con una tradición que las relega al espacio de la reproducción –en
tanto asociado a la naturaleza de ser madres y en tanto asociado al
sostenimiento del espacio doméstico como amas de casa– como
el “espacio propio” de las mujeres. Pero a esta primera barrera, que ha
sido franqueada en los últimos cincuenta años, se le suman mecanis-
mos y estrategias que dificultan tanto la entrada y permanencia de
las mujeres en espacios hegemonizados históricamente por varones,
como a la apropiación de éstas de los medios de producción de senti-
do. Por otro lado, las mujeres que consiguen incidir en la producción
simbólica de la sociedad, se ven en muchos casos coaccionadas a re-
producir discursos patriarcales en la forma de concebir las identida-
des, deseos y expresiones de las mujeres.
De lo que estamos hablando, evidentemente, es de la distribu-
ción de poder: quienes pueden representar, nombrar y construir iden-
tidad y quienes deben jugar entre la reproducción acrítica y la resis-
tencia estigmatizante.
Maria Rosa Magda ha postulado que la “necesidad de que las
mujeres produzcan cultura, generen una mirada propia sobre ellas
mismas, sobre los hombres y sobre el mundo, de forma que en la
cultura no seamos siempre huéspedes ocasionales, (…)” es necesaria
para una cultura que se precie de real y no sólo declamativamente,
democrática.41
No se trata de hacer una historia paralela sino de indagar en
los mecanismos o estrategias patriarcales de invisibilización de las
creadoras de distintos espacios del campo cultural. La construcción
de un canon androcéntrico no precisa la construcción de un canon
ginocéntrico, lo que sería postular la existencia de una cultura mas-
culina con determinados valores y características frente a otra feme-
nina con rasgos opuestos, infravalorados. Por el contrario, indagar en
los mecanismos que impiden valorar las producciones de las muje-
res pretende cuestionar la construcción de un canon que intenta pa-
161
sar por universal cuando es masculino, así como en las barreras que
impiden a las mujeres en intervenir con mayor incidencia como suje-
tas productoras de cultura y en ese sentido producir una transforma-
ción del sistema sociosexual de representaciones. Para ello, la crítica
feminista que desarticule las construcciones de sesgo androcéntrico
es un primer paso que debe acompañarse con una mayor inciden-
cia de las mujeres en los espacios de producción cultural, espacio
simbólico de lucha que aún hoy es hegemonizado por un imaginario
masculino que desvaloriza e infravalora la producción cultural de las
mujeres y la experiencia femenina del mundo.
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163
7. La representación de la mujer en la obra de maitena
Mariel Cerra
Introducción
165
Por su parte, Leon Rappoport en su libro Punchlines: The Case for
Racial, Ethnic, and Gender Humor, compara los insultos con los este-
reotipos porque ambos se encuentran basados en las características
típicas de un grupo específico. Sin embargo, señala que para los pri-
meros se toma un carácter físico o comportamientos con el objetivo
de insultar al otro; en cambio, los segundos envuelven valores más
complejos, actitudes o tratos personales, que no son necesariamente
negativos. El humor sobre estereotipos no es sólo hacía las minorías,
sino que se extiende a ridiculizar a la gente de diferentes nacionali-
dades, regiones, culturas y géneros. Este último tipo de humor es el
que nos resulta clave para analizar la representación de la mujer en
el segundo periodo de la obra de Maitena, ya que:
Primera etapa
166
a ellos, sin importarle su edad, profesión o procedencia. Mediante la
práctica sexual ella se sentía valorada como mujer y realizada. Para
la revista Sexhumor ilustrado, ella crea su tercer tira, “El Langa”, en
donde desarrolla un personaje que se dedica a fanfarronear sobre sus
conquistas sexuales. Entre el humor y el erotismo, presenta un dibujo
caricaturesco que resulta el más cercano estéticamente a lo que sería
su segunda etapa. Su siguiente tira, “Coramina”, de mayor voltaje eró-
tico, nos presenta una mujer independiente y muy activa sexualmen-
te que muestra el deseo femenino en todo momento. Presenta un di-
bujo figurativo, con una protagonista hermosa y voluptuosa. En 1989,
con “Historias por metro” hace su aparición en la revista Fierro, otra
historieta erótica con dibujos aún más realistas y fondos complejos.
Esta tira es la primera sin personajes fijos y se encontraba ambienta-
da en un subterráneo de París. En una de las historietas analizadas,
se presenta una violación a una mujer en el subterráneo, en la cual al
principio se resiste fuertemente pero después se enoja cuando arres-
tan a su agresor. Aparece sexo explícito con desnudos sin censura,
además del uso de drogas duras.
“Barrio chino” es la última tira de esta primera etapa, adaptación
del guión de José Martini, pareja de Maitena en ese momento. Publica-
da en Fierro en siete entregas, resulta la historieta más transgresora y
fuerte aparecida en Argentina de esta ilustradora. Combina violencia
con escenas de sexo de alto voltaje, presenta orgías y violaciones, re-
laciones sexuales lésbicas muy explícitas. La protagonista es una mu-
jer fuerte que ingresa a “un mundo de hombres” para ayudar a otra
mujer “sentimental” que intenta encontrar a su novio. Retrato de
la marginalidad, presenta personajes fuera de los límites de la lega-
lidad que compran cocaína a niños y ven riñas de gallos. Maitena,
sobre estas dos últimas tiras publicadas en Fierro, declara:
167
Esta última fue creada en el año 1984 y lanzada por Ediciones de la
Urraca, compartió la editorial con otras revistas en las que también
escribía Maitena: Sexhumor y Sexhumor ilustrado. Laura Vazquez ca-
racteriza en su libro, El oficio de las viñetas, la publicación Fierro:
168
debió seguir adaptándose al medio, sin transgredir ni subvertir el len-
guaje de la historieta, tanto desde el aspecto formal como temático.
Sin embargo, la autora dice al respecto:
Segunda etapa
169
alejados de los modelos que se veían todos los días. En cambio, en la se-
gunda intenta realizar generalizaciones de las conductas de las mujeres.
El cambio radical de estilo y temática, como ya mencionamos
antes, sucede con el paso a Para ti, en donde se enfrenta a un público
distinto, en su mayoría amas de casa y, lo más interesante, a un públi-
co que no leía historietas. Era un desafío mayor, porque la gente que
compraba este semanario femenino no se encontraba interesado, ni
acostumbrado, al humor gráfico. Pero Maitena logró cautivar con éxi-
to a ese público. Tanto fue su crecimiento que empezó a trabajar para
La Nación y ahí también cambiaron los lectores, porque se sumaron
los lectores masculinos y el público infantil, logrando su popularidad
actual. Con respecto a esto, Maitena declara:
Mis historietas las compran las mujeres y lo leen también los hom-
bres. Pero en ese público hay muchos adolescentes y niños. Me
encanta ese público, porque los chicos están muy desorientados,
perdidos, sin modelos, y muy separados de sus padres. Creo que hay
muchos padres que hoy no registran a sus hijos. Los españoles tu-
vieron la audacia de descubrir que mi trabajo es de interés general.
Del mismo modo que mucha gente me conoció por La Nación.10
Aspectos formales
170
En el primer y segundo tomo de Mujeres alteradas aparecen
siempre seis viñetas. Sin embargo, en el tercero estas se multiplican
y llegan a aparecer hasta dieciocho por página. En el tomo cuatro,
desaparecen las líneas divisorias de las viñetas para darle mayor dina-
mismo a las situaciones. En el último tomo, podemos ver la transición
a “Superadas” con solo uno o dos cuadros, sin borde ni título y la con-
versación entre dos personas.
La segunda tira de su segunda etapa fue “Superadas”, aparecida
en el diario La Nación. Al escribir en otro medio gráfico, debió cambiar
de formato por cuestiones de espacio. Pasó de las seis viñetas a una
sola. Continua con el uso de estereotipos y el plano medio. Esta tira
de humor gráfico se basaba en una conversación entre dos personas:
amigas, madre e hija, pareja de hombre y mujer. El título “Superadas”,
fue en honor al padre de Maitena quien caracterizaba con ese nombre
a las mujeres “que se divorciaban y se volvían a casar, tomaban anti-
conceptivos o se analizaban o todo eso junto”.11
“Superadas” es recopilada en cinco libros editados por Sudameri-
cana. Desde la portada del primer libro podemos ver el “envejecimien-
to” de una mujer, con la última figura de la mujer con varias cirugías
estéticas. En la primera tira, tenemos la imagen de una chica a punto
de ahorcarse mientras habla por teléfono y dice que le importa muy
poco que su novio esté con otra.
En esta segunda tira se siguen marcando las “diferencias” de gé-
nero, mientras que el hombre se preocupa porque se fueron de viaje
y se olvidó las tarjetas de crédito, la mujer dice que igual se tienen
que volver porque se olvido la pincita de depilar. Se los representa
con los estereotipos patriarcales, el hombre como proveedor del
hogar y la mujer objeto dedicada a verse bella y no tener ni un pelo
de más. Sin embargo, Maitena tiene conciencia de esos estereoti-
pos y manifiesta su preocupación como podemos ver en una de las
tiras donde la mujer dice que a veces se siente como un pedazo de
carne y él le responde: “tenés suerte, yo generalmente me siento
una billetera”.
La tercer y última tira del segundo periodo, “Curvas peligrosas”,
fue publicada originalmente en la revista dominical del diario La Na-
ción. Resulta un amalgama entre sus dos tiras anteriores: los dibujos
son similares a “Superadas” pintados digitalmente, sin embargo, la
estructura es parecida a “Mujeres alteradas”. Presenta entre cuatro
y doce cuadros con un título organizador de la tira, sigue sin haber
narración pero sí diálogo, mayor presencia de primeros planos. El
humor, surge por la comparación entre viñetas como en su primera
tira; además, combina algunos de los más importantes recursos de
humor como son la identificación, la comparación y la exacerbación.
Maitena señala que: “hay una cosa terapéutica en mi laburo, de reco-
171
nocerse. A mí me hace bien y creo que le hace bien al que lo lee. Mal
de muchos consuelo de tontos. Sí, te sentís una tarada, pero sabés que
sos una tarada como todas las demás.”12
“Curvas peligrosas” resulta la historieta más “transgresora” de
esta segunda etapa. Aparecen más temáticas relacionadas con la
sexualidad femenina, el orgasmo y la frigidez. También trata el emba-
razo de una manera más profunda y real que en las tiras anteriores.
Presenta parejas en posiciones sexuales, no muestra órganos sexuales
ni pechos, pero se entiende que no están vestidos.
Temas y representaciones
Tal como señala María Antonia Díez Balda en su trabajo “La imagen
de la mujer en el cómic: cómic feminista, cómic futurista y de ciencia-
ficción”, en “Mujeres alteradas” de la obra de Maitena se desarrollan
los siguientes tópicos:
Más allá de tener vidas diferentes, a todas las mujeres nos pasan
exactamente las mismas cosas: sufrimos por lo mismo y nos ale-
gramos también por lo mismo”, dijo Maitena. Y con la adhesión tá-
cita del público, que la ovacionó, agregó: “La escala de valores de
las mujeres es la misma en todo el mundo. Nos pasa lo mismo con
nuestras madres, con nuestros maridos o con nuestros hijos.14
172
Esta condición común del género femenino es, según la dibujante, la
explicación del éxito que tuvieron sus historietas y de cómo “Mujeres
alteradas” le cambio la vida: “Yo creí que lo mío funcionaba en Occi-
dente, hasta que empezaron a comprar mis historias los coreanos”.15
Es interesante la generalización que realiza Maitena al conside-
rar que a todas las mujeres “nos pasa lo mismo”, tanto en occidente
como en oriente. Un contraejemplo de esto es la historieta autobio-
gráfica “Persépolis” de la iraní Marjane Satrapi, que trata sobre las
diferencias de clases, la xenofobia, la discriminación y la condición
de ser mujer en una sociedad musulmana y protagonista en la esfera
pública. Sobre ella, Maitena se refiere en una entrevista:
15 Loc. cit.
16 Andrea Stefanoni, “Entrevista a Maitena”, en La Insignia, <http://www.lainsignia.org/2003/
diciembre/cul_070.htm>
17 Nathalie Kantt, “Volvió Maitena filosa y reflexiva”, en La Nación, <http://www.lucasemece.
wordpress.com/2008/04/29/feria-del-libro-bs-as-volvio-maitena-filosa-y-reflexiva>
173
aparece como lesbiana. Como dice en declaraciones antes citadas,
“todas las mujeres tenemos la misma escala de valores, nos pasa lo
mismo con nuestros maridos”. Maitena generó una idea equivocada
de representación universal de la mujer; en su obra, no innova en los
temas ni en la forma de representar a las mujeres; según el humorista
Sebastián Wainraich, Maitena describe todos los tipos de mujeres y
todos los motivos que tienen para alterarse.18 Koldo Azpitarte resume
acertadamente esta segunda etapa:
174
La historieta feminista y Claire Bretécher
El mundo del cómic para adultos estaba hasta los años setenta bas-
tante dominado por los hombres y tanto los lectores como los au-
tores eran fundamentalmente hombres. Por ello, como se trataba de
entretener y atraer a los lectores, el cómic recreaba en imágenes las
fantasías eróticas y de aventura de los hombres. En ellos, las mujeres
aparecíamos casi siempre como objetos de deseo, dibujadas con todo
lujo de detalles y gran carga erótica. Las protagonistas podían ser in-
teligentes pero sus cuerpos debían ser jóvenes, perfectos y sexys.21
21 María Antonia Díez Balda, “La imagen de la mujer en el cómic: cómic feminista, cómic futu-
rista y de ciencia ficción”.
22 Andrea Stefanoni, “Entrevista a Maitena”, en La Insignia, <http://www.lainsignia.org/2003/
diciembre/cul_070.htm>
175
Bretécher al igual que Maitena desarrolla el tema de la maternidad,
pero lo hace desde una mirada mucho más realista y crítica, por ejemplo,
las madres y los padres discuten la opción de interrumpir el embarazo.
Trata el tema de la inseminación artificial –en la década del ochenta– y
lo lleva al extremo en su tira “El espermatozoide neurótico” en que nos
muestra un futuro donde una mujer quiere que le implanten el embrión
a los ochenta y dos años porque desea, finalmente, ser madre y el médico
acepta y comenta que otra mujer fue madre a los noventa y cuatro.
— Sí, por eso y por muchas cosas más. Creo que todos tenemos un
componente de ambos sexos dentro nuestro, y yo tengo una parte
masculina muy grande. Y me gusta y me hago cargo.
— Pero vos tenés un componente masculino fuerte.
— Sí. Me gusta. Me parece enriquecedor. Tengo muchas cosas de
hombre. Tomo muchas decisiones, me la banco. Pero por qué eso
es masculino y lo intuitivo es femenino. Es un terreno peligroso. En
muchas cosas soy un muchachito total, y me encanta.24
176
Leila Guerrero, en la nota “Maitena, muchacha punk” publicada en
La Nación donde se encuentran las declaraciones anteriores, está de
acuerdo con esto: “Le va muy bien en un terreno donde a otras mu-
jeres no les va. Ni bien ni mal, porque no hay otras dedicadas, en su
nivel, al humorismo gráfico”.25 Maitena sentía ser la única mujer en su
campo y lo veía como una clave de su éxito, según declara:
A veces me dicen: “Ay, ¿no te gustaría que las mujeres dibujaran más
historietas?” Y yo digo que sí, me gustaría, pero mata ser la única. Es
más, parte del secreto de mi éxito creo que se lo debo a estar sola. Si
hubiese tres o cuatro, ya se habrían dado cuenta hace rato y esto no
me hubiera pasado nunca. Ser la única está muy bien.26
Conclusiones
25 Esta invisibilidad de las otras mujeres historietistas argentinas que existen y son muy valiosas,
la trabaja Mariela Acevedo en “Creadoras de Mundos: Rompiendo los techos de cristal”.
26 Leila Guerriero, “Maitena: muchacha Punk”, en La Nación, <http://www.lanacion.com.ar
/211394>
177
Todas sus experiencias, sus observaciones y delirios sobre las mujeres
encuentran un resquicio para dejar pasar el humor y lograr la iden-
tificación con otras mujeres; y, quizá porque lo logra sin convertirse
en una abanderada del feminismo, también con muchos hombres.27
Referencias bibliográficas
178
———, Curvas peligrosas 1, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.
———, Curvas peligrosas 2, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.
Rappoport, Leon, Punchline: The Case for Racial, Ethnic, and Gender Humor, Wesport,
Estados Unidos, Praeger, 2006.
Sibirian, Nairbis Desiree y Melissa Sue Cifuentes, “Aproximación a la feminidad a
partir del análisis semiótico-social de las caricaturas recopiladas en las obras
‘Mujeres Alteradas’ de Maitena Burundarena”, tesis de grado Universidad de
los Andes, <http://www.scribd.com/doc/2278983, tesis-Aproximacion-a-la-fe-
minidad-a-partir-del-analisis-de-las-caricaturas-de-Maitena?autodown=pdf>
(consultada 2 de agosto del 2010).
Vazquez, Laura, El oficio de las viñetas, Buenos Aires, Paidós, 2010.
Hemerografía
179
8. La otredad de lo uno
Julio Cortázar en las metamorfosis de Fantomas
E n febrero de 1975, Julio Cortázar llega por vez primera a México, pero, como él mismo se
encargaría de recordar, ese mismo año, en una entrevista televisiva con el poeta Eduar-
do Lizalde,1 no era su primer acercamiento con la cultura mexicana. Dos relatos centrales
en su literatura son de tema mexicano, según su propia definición. Tal es el caso de “Axólotl”
y “La noche boca arriba”. En ambos relatos se percibe ese mecanismo cortazariano de mu-
tación del alma o del espíritu de un ser a otro, si puede llamarse así a esa operación psíquica,
lejanos en el espacio o en el tiempo. Como a Octavio Paz (nacidos el mismo año de 1914),
al escritor pampero le obsesionaba la otredad que se agazapa en cada quien y que termina,
a veces, apropiándose de nuestro ser. Otredad que a él le interesaba dejar salir en él mismo.
Llegar a ser el otro que él mismo era.
Hacia aquel año, se encontraba intensamente involucrado en las deliberaciones del
Tribunal Bertrand Russell ii, con sede en Bruselas, su ciudad natal (circunstancia que con-
sideraba un hecho accidental), encargado de juzgar y, en su caso, condenar las tropelías co-
tidianas de los regímenes militares latinoamericanos, las cuales, de acuerdo a las pesquisas
del Tribunal, se hacían en alianza con los gobiernos estadounidenses de la época, y que en
aquellos días era lo común en el subcontinente. Condena que no pasaba de tener un carác-
ter moral, y que además era escamoteada en la propia América Latina por los regímenes
autoritarios que no le daban difusión a las deliberaciones y resoluciones de aquella corte
o, de plano, desacreditaban sus trabajos; no en balde, los medios de comunicación solían
estar al servicio de las mismas dictaduras –y de las “dictablandas”, como la mexicana–, sal-
vo algunas excepciones. Una de esas excepciones era el periódico Excélsior, de la ciudad de
1 “Esta es mi primera visita física a México, pero de alguna manera yo siempre he estado presente aquí (…) en algunas cosas
que he escrito, el tema era un tema mexicano (…) siempre ha existido una especie de fijación, …de amor, de amor a distancia
por México”. (1975) Julio Cortázar en México, <http://www.youtube.com/watch?v=oBZ7cxblpSY&feature=related>
181
México, dirigido entre 1971 y 1976 por Julio Scherer García, por lo que
no es casual que en esa editorial publicara el escritor ese mismo año
su folletín-historieta Fantomas contra los vampiros multinacionales.
Su viaje a México era, en principio, para integrarse a una comisión
que investigaba los crímenes del General Augusto Pinochet, quien en
septiembre de 1973 había derrocado y asesinado al Presidente consti-
tucional de Chile, Salvador Allende. No es difícil suponer que esa visita
había sido estimulada por la circunstancia afortunada de encontrarse,
poco antes de emprender el viaje, con una historieta mexicana, Fanto-
mas, la amenaza elegante, en la cual el escritor aparecía como uno de
los personajes, y que le había hecho llegar por esos días su amigo
Guillermo Piazza,2 quien escribía en ese entonces para el periódico Ex-
célsior. De hecho, el comienzo del folletín-historieta de Cortázar es una
especie de recreación de esa circunstancia, en donde él, personaje ficti-
cio, viaja a París en tren, y en ese viaje lee un ejemplar de la historieta en
la que se descubre en la misma como uno más de los personajes; en el
mundo real, el escritor viaja a México en avión, con ese mismo ejemplar
en sus manos y es ahí donde urde la fantasía de su metamorfosis como
personaje de historieta y coautor de la misma. Los dos viajes partían
de Bruselas, el ficticio y el real. En la historia que nos cuenta, no sólo
entrelaza ambos acontecimientos, sino que nos cuenta cómo fragua en
su mente la posibilidad de que en una nueva recreación de la historieta,
con un desenlace distinto, podría ejercerse una denuncia más efectiva
de los regímenes autoritarios latinoamericanos, que el realiza a partir
de la literatura y el periodismo tradicionales.
La historieta como género era muy popular en ese entonces en el
país (se tiraban millones de ejemplares cada semana), y en el mundo
se encontraba en auge. Es en el número 201 de Fantomas, la amenaza
elegante, del 18 de febrero de 1975,3 el que leería Cortázar en su via-
je a México (mismo ejemplar que leía, asimismo, en su viaje a París
como personaje de su Fantomas), había salido a la circulación con el
título de “La inteligencia en llamas” (se trataba de una revista catorce-
nal). El ejemplar retomaba, bajo otras circunstancias, el tema de Ray
Bradbury en Fahrenheit 454,4 en donde una civilización autoritaria se
dedica a destruir sistemáticamente los libros. Fantomas, un singular
antihéroe, es el encargado para desembrollar el enigma, para lo cual
se apoya en un grupo de intelectuales entre los cuales se encuentra,
como ya advertí, el mismo Cortázar.
182
Esto es algo que llamó especialmente la atención del gran Cro-
nopio, verse a sí mismo retratado en una caricatura, novedad incor-
porada al género por Martré (recurso hoy muy socorrido en series
como Los Simpsons). Otra extrañeza era que el Fantomas mexicano no
seguía las pautas que los novelistas franceses Marcel Allain y Pierre
Souvestre crearon para el personaje a partir de 1911, se trata de una
“reescritura” del personaje francés, como bien indica Marie-Alexan-
dra Barataud5 (del personaje francés en uno mexicano, y de éste en el
de Cortázar). A diferencia del francés, ladrón, asesino y psicópata,
el Fantomas creado por Guillermo Mendizábal,6 continuado y reescri-
to después por Gonzalo Martré7 (lo que implicaría, pues, diversos ni-
veles de reescritura, a modo de un palimpsesto o, si se quiere, al modo
de una pirámide precolombina), era una especie de ladrón-filántropo,
avecindado, como Cortázar, en el París de los años sesenta y setenta
del siglo pasado, y con intereses políticos de tintes sociales, además
de contar con un gusto estético refinado, al menos en los términos
propuestos por la propia publicación.
Es muy probable que la simpatía inicial del escritor por el perso-
naje se haya incrementado al percibir la filosofía que sustentaba aquel
pillo de conciencia social que era ese Fantomas “aztequizado” (así lo
llamó después en otra entrevista).8 En uno de los pasajes de “La inteli-
gencia en llamas” dirá Fantomas (el de la historieta mexicana, pero que
fiel se reproduce en el texto de Cortázar) a propósito de una obra dra-
mática de Bertold Brecht, La ópera de los tres centavos: “Brecht quiso
parodiar las costumbres de la burguesía con las de los estafadores (…),
entreveía que las diferencias entre un hombre sin escrúpulos financie-
ros y gángsters es mínima”. Para Fantomas, un burgués y un estafador
son, básicamente, lo mismo. Por ello, Fantomas puede robar obras de
arte o joyas, sin ningún remordimiento de conciencia: No hacía más
que robarle a otros ladrones, lo que ellos habían robado primero.
Éste era un elemento tremendamente corrosivo y contestatario
que pasaba, por lo general, desapercibido. Pues a diferencia de “super-
héroes” al estilo de Superman o Spiderman; Fantomas, bajo la pluma
de Gonzalo Martré, conviene subrayarlo, se proponía como un crítico
183
del sistema capitalista, lo que no pasó por alto el escritor argentino.
Incluso, puede decirse que este superhéroe concebido por Martré, ca-
rece de “superpoderes”, aunque sí está dotado de una inteligencia su-
mamente perspicaz, en un cuerpo formidable que, con una disciplina
férrea dirigida por un sabio (el profesor Semo, imagen moderna de
un Merlín o un Aristóteles en Macedonia) lo llevan a ser el mejor en
cualquier disciplina marcial, además de contar con un bagaje cultu-
ral muy amplio (amén de una holgada fortuna). Su símil, no son, en-
tonces, los héroes de las tiras norteamericanas, sino el concebido por
Ian Fleming en la saga del agente 007. Pero si éste se encuentra, irre-
mediablemente, al servicio de la Reina y del imperialismo británicos,
aquél es uno de sus saboteadores y críticos más acerbos. Encantado
con el personaje, el mismo Cortázar (que nunca llegó a estar cons-
ciente, me parece, de todas las implicaciones del personaje) sumaría
a estas cualidades del Fantomas azteca, su propósito de denuncia de
los grandes poderes trasnacionales de la época.
A propósito de lo señalado, es curioso señalar un paralelismo que
ocurría con la historieta mexicana, y en general con la que se publica-
ba en otros espacios geográficos. Me refiero a que por considerársele
un género menor, no se ejercía en ella una censura tan severa como
en otras publicaciones periódicas de la época (en México, entre los
medios de amplia difusión masiva, sólo el periódico Excélsior y sus re-
vistas, entre las que destacaba Plural, eran capaces de presumir cierta
independencia). De manera que un héroe que ejercía el latrocinio, y
que tenía tan mala opinión de la burguesía y de sus negocios, podía
pasar casi desapercibido para los poderes dominantes. Algo similar a
lo que había sucedido en la primera mitad del siglo pasado con las co-
medias de Buster Keaton y Chaplin, en las que se podía advertir una
crítica profundamente vitriólica que se pasaba por alto, dada la poca
seriedad que se le atribuía a la comedia cinematográfica.
El caso es que en junio de ese mismo año, la editorial del diario
Excélsior publica Fantomas contra los vampiros multinacionales. Una
utopía realizable,9 una obra que no sólo traspasa las fronteras entre la
literatura y la historieta, en una feliz simbiosis, en la que cada géne-
ro aporta lo mejor de sí, sino que, además, acerca a un gran escritor
contemporáneo con un público realmente popular, lo que le permite
a Cortázar cumplir con ese anhelo de difundir entre un público dife-
rente al que acostumbraba acercarse a sus obras, las condenas a los
dictadores y los poderes fácticos del mundo, realizados por el Tribunal
Bertrand Russell. Una obra, además, singular por otro detalle que a sus
críticos suele escapárseles. En realidad, es una obra al alimón, pues
su folletín no sólo parte del Fantomas mexicano, sino que su historia
9 Dos años más tarde, en 1977, en una entrevista para la televisión española, Cortázar describe
aquellas circunstancias, y apunta que así como los editores de la revista no le habían pedido
permiso para utilizarlo como personaje, él les había regresado la cortesía al publicar su
versión de la historieta.
184
ensambla la versión original de “La inteligencia en llamas” (las ilustra-
ciones son de aquel ejemplar) con los agregados del propio escritor,
en donde el final adquiere un sentido no sólo de denuncia, sino que,
apegado a las obsesiones del propio escritor, se gesta una continuidad
entre los mundos de los dos lados del Atlántico (el París-Buenos Aires
de Rayuela, aquí será París-Ciudad de México); entre la narrativa y la
historieta; entre la gran literatura y la literatura de masas.
El autor y su obra
185
Revolución cubana despertó en el escritor un entusiasmo desbordan-
te, en el sentido de que veía en ella el primer encuentro latinoameri-
cano de un destino verdadero. Como si quisiera percibirse él mismo
como un militante más, alguien que pudiera agregarse a una lucha co-
mún y, en ello, desplazar su casi irremediable individualidad hacia un
ser socializado, integrado en un vasto proyecto en el que su literatura
sólo sería uno de los múltiples registros de un nuevo mundo. Como
si lo poseyera la intención de que entre su yo y el yo social se estable-
ciera una continuidad; un ir del uno al otro. Eso es lo que intuyó que
era o debía ser la lucha cubana, y que eso podría ser, como proyecto
extendido, la lucha latinoamericana, y en ello su proyecto literario.
En la gran fiesta de la revolución, los individuos desaparecen
y sucede la comunión. ¿Y por qué no se quedó a vivir en Cuba, por
ejemplo, y regresaba siempre a su París “burgués”? Da la impresión de
que más que saber, intuía que la rebelión latinoamericana no podía
ser la de un solo país y tenía que ser, para realmente fructificar, la de
todo el espacio latinoamericano, y que debía extenderse, además de
la lucha política, al terreno de las artes y de la cultura popular. Desde
París podía verse mejor este cuadro. De cualquier modo, éste habría
sido uno de sus grandes dilemas. En su celebérrima Rayuela, la Maga,
su principal personaje femenino, le reprocha a Horacio Oliveira, alter
ego del propio escritor argentino, que su problema consiste en que
siempre está, a pesar suyo, fuera del cuadro y no en él; observando la
realidad, sin, en verdad, participar en ella: “Vos sos como un testigo,
sos el que va al museo y mira los cuadros. Quiero decir que los cua-
dros están ahí y vos en el museo, cerca y lejos al mismo tiempo. Yo
soy un cuadro, Rocamadour es un cuadro. Etienne es un cuadro, esta
pieza es un cuadro. Vos creés que estás en esta pieza pero no estás.
Vos estás mirando la pieza, no estás en la pieza” (Cortázar, 1992: 33).
La literatura está fuera de la verdadera vida y hay que crear puertas
por donde se pueda entrar y salir; de la ficción a la realidad, de la rea-
lidad a la ficción.
En eso consiste parte del problema que se propone resolver Cor-
tázar: cómo ser, desde la literatura, algo más que un testigo. Cómo
participar en el cuadro sin dejar de observar el cuadro. El desdobla-
miento ficticio y verídico que va de la realidad a la literatura.
Héroes y antihéroes
186
sente, a partir de ese acontecimiento, un sueño recurrente se apo-
derará de él hasta convencerlo de que es una víctima de un suceso
remoto ocurrido en otro tiempo. Puesto simultáneamente ante un
quirófano, en su realidad del siglo xx, y frente a la piedra de los sacri-
ficios, quinientos años antes, en su sueño; advertirá que su verdade-
ra realidad es la remota, la del sueño, y que, por consiguiente, su ser
verdadero es el de un mesoamericano que será ofrendado a los dioses
en la piedra de los sacrificios. Como si siglos de historia no pudieran
enmascarar una verdad que se cuela apenas puede volver a dibujarse
sobre la superficie de la realidad.
Otro tanto le ocurre al personaje de “Axólotl”, cuya alma transmi-
grará a la de un anfibio, preso en una pecera. Su protagonista es un
obsesivo asistente a acuarios, que intuitivamente pareciera buscar lo
extraordinario, lo que poco a poco se le va revelando. Obsesión que
sólo es explicable por la circunstancia de que esa transmigración que
opera entre él y el anfibio, forma parte de un dilema que se super-
pone a su propia voluntad y se le ofrece como un destino. En “Leja-
na”, otro de sus relatos, a Alina Reyes, la protagonista, mujer de vida
placentera y burguesa, le gusta conciliar el sueño concibiendo juegos
de palabras. Así, los palíndromos, los anagramas. Es como Alina ad-
vierte que, a veces, en sueños es otra. Una mujer quien en la lejanía
borrosa de los sueños tiene una vida más que azarosa. Come mal,
sufre las inclemencias del tiempo, le pega la persona que ama, o cree
amar; sensación que se vuelve más intensa hacia el amanecer. Deci-
de casarse para viajar, la boda es un medio para resolver el misterio.
Se traslada hasta un puente que vagamente reconoce, en el que sabe
que ocurrirá lo extraordinario, el encuentro con la mujer de los sue-
ños, de los palíndromos, de los anagramas: “Alina Reyes, es la reina
y…”. Alina se transforma en aquélla, en esa otra Alina que, después,
verá alejarse desde el puente y ella, la primera, se quedará a sufrir lo
que antes sólo se insinuaba en sus pesadillas. Ella siempre fue otra y
ese encuentro se lo confirma.
Los personajes de Cortázar sueñan con ser otros, con salir o en-
trar en otros. En ese juego opera la metamorfosis. El Julio parisino se
transforma en el Julio habanero o en el Julio bonaerense, en el Cortá-
zar mexicano, en el Julio latinoamericano. Cuando está aquí, sueña
con el allá; en ese allá, París, piensa en el aquí, América Latina. Un yo
sobre el que opera la metamorfosis que se manifiesta en sus persona-
jes. En “Casa tomada”, su relato más emblemático, los protagonistas,
unos hermanos que viven un matrimonio silencioso, son expulsados
de la casa familiar por algo que nunca se dice. La expulsión es, a la vez,
una angustia y un alivio, pues los aleja de su pasado, de su herencia, y
les permite atisbar, en un sugerente abrazo, una ruptura con aquellas
prohibiciones que les impiden ser algo más que hermanos. Sea lo que
signifique el relato (es, en el esquema propuesto por Umberto Eco,
una “obra abierta”), los personajes rompen y salen de ese espacio de
187
opresión, para ser otros y ser ellos. En “Carta a una señorita en París”,
la metamorfosis ocurre en un personaje que vomita, literalmente, co-
nejitos. Él se convertirá en una especie de Dios para ellos, situación
insoportable para el protagonista pues lo lleva al suicidio, o al dei-
cidio, si aceptamos la metamorfosis. Una metáfora de la muerte de
Dios. Un Dios que reniega de su divinidad y de su creación.
En Fantomas contra los vampiros multinacionales, el escritor desa-
rrolla una obra que, como ya advertí, se monta en otra, la desarrollada
por una historieta mexicana sobre un héroe enmascarado. Máscara
sobre máscara. Un héroe que se instala en las antípodas de otro hé-
roe popular, “Santo, el enmascarado de plata”. Santo tiene un arraigo
popular, mientras Fantomas en un héroe aristocrático. Tan aristocrá-
tico que vive en París, lugar de residencia de Cortázar, aunque su pú-
blico real sea el de las barriadas populares de la Ciudad de México. Un
París mexicanizado, como el París bonaerense que nos mostrara Cor-
tázar en su Rayuela. El personaje representa las aspiraciones sociales
de los ámbitos populares mexicanos: un pillo de corazón generoso, un
antihéroe capaz de hacer suyas las causas perdidas. La metamorfosis
que esta vez se gesta es la de la literatura en un género de dudoso
prestigio, pero de gran arraigo en las masas, la historieta o el cómic,
como por lo general se le denomina.
La historia que se cuenta en “La inteligencia en llamas” (el ejem-
plar de Fantomas, la amenaza elegante que llega a las manos del Cro-
nopio) es simple y terrible, como lo pueden ser las pesadillas. Un día
amanece y un hombre advierte que han desaparecido algunos incu-
nables de una biblioteca pública en París. Al hecho, se suceden otras
desapariciones de libros en los más diversos lugares del mundo, hasta
que el hecho se generaliza. Autores y editores son amenazados por
una fuerza maligna para no escribir y no editar más libros. Se trata
de un holocausto cultural que significaría el fin de la civilización
tal como la entendemos. La alusión al Fahrenheit 454 de Ray Brad-
bury, como ya apunté, es clara. Al autor de Crónicas marcianas, lo so-
lemos ubicar como un narrador de ciencia-ficción. En este caso, la
idea de que en una sociedad futura, los satisfactores materiales ya
conseguidos y la búsqueda de la felicidad, terminarían por crear un
gobierno autoritario que legislaría sobre las necesidades de los ciuda-
danos, las que le son o no convenientes, y entre esas necesidades difí-
cilmente se encontrarían los libros, origen del mal. Esa historia, pero
ubicada en México adquiere, sin embargo, otro carácter, ya que no se
refiere a un futuro temible, sino a un pasado vivido. La destrucción de
Imagen II. 10. Cortazar y Fantomas unidos contra los esos libros que los conquistadores llamaron códices, y de los que se
“Vampiros multinacionales” conservaron muy pocos, existió. En la cultura mexicana, no se trata
Fuente: Julio Cortazar, Fantomas contra los vampiros multinacionales. Una de ciencia-ficción, sino de la más estricta realidad, de una pesadilla a
utopía realizable, México, Excelsior, 1975, 79 pp. la que es posible regresar.
En un sentido más amplio, se refiere a la bibliofagia o a la biblio-
clastia, que en la historia humana fraguó la quema de la mítica bi-
188
blioteca de Alejandría o la quema de libros en el periodo nazi, los de
la España medieval, las expurgaciones de la Inquisición o el reciente
bibliocausto en Irak, donde se destruyeron las primeras traducciones
al árabe de Aristóteles, por ejemplo. En los referentes de Cortázar, se
trata de un proceso similar al que se observaba en “Casa tomada”, en
la que sus habitantes son lentamente expulsados. En la historia que
se nos cuenta en “La inteligencia en llamas”, y que retoma el Fanto-
mas de Cortázar, de igual modo, en un principio se desconoce quiénes
están desapareciendo los libros, quienes cometen ese bibliocausto.
En la historia original, Fantomas ubica al bibliófobo responsable, un
hombre llamado Steiner, quien sucumbirá entre las llamas. Solución
del relato que Cortázar no modifica, y es donde comienza la historia
que éste nos cuenta. El enemigo de Fantomas se metamorfosea en
alguien de mil caras, pues se trata de siniestras “sociedades anóni-
mas”. Frente a ellas, por más denodada que sea la lucha de Fantomas,
siempre subsistirán, pues su rostro anónimo está enmascarado. Un
rostro tan invisible y una fuerza tan real, como aquella que termina
por expulsar a los hermanos de la “Casa tomada”, y es aquí donde el
relato adquiere su sello cortazariano. El bibliófobo Steiner se trasmu-
ta en las multinacionales anónimas, así como Fantomas lo hizo de un
psicópata a un pillo filántropo, con conciencia social, y de un guionis-
ta mexicano en un escritor argentino. La metamorfosis se manifiesta
como la regla de la narrativa y del quehacer literario de Julio Cortázar.
Máscaras mexicanas
189
la resolución de la justicia en ese París tan mexicano creado por la his-
torieta. Un Santo, a final de cuentas, vestido de frac. En eso consiste,
sumariamente, la invención de Fantomas, la amenaza elegante conce-
bida por Guillermo Mendizábal y continuada después de los prime-
ros seis números, por Gonzalo Martré. La máscara de ese Fantomas
mexicanizado será para Cortázar el centro de esa nueva conversión,
de esa metamorfosis de su París francés en un París azteca; de sus
sueños justicieros, en las aventuras de un “enmascarado de plata”.
Si Cortázar quiso crear, como estrategia política, un texto que
tuviera un público masivo, en México eso era más fácil a través de
la historieta. No sólo por el hecho de que la imagen es un signo con
mayor contundencia, más inmediato que la palabra escrita o porque
fuera un género en auge en aquellos años, sino porque la cultura en
México, históricamente, está mucho más vinculada a la imagen que
a la palabra. La conquista espiritual de México, diría Serge Gruzins-
ki, está vinculada a la imagen, más que a la palabra, pues la imagen
fue el medio fundamental y casi único del México precolombino y el
medio por el cual procedió la llamada “conquista espiritual”. Y en
el México actual, la cultura sigue siendo una cultura de imágenes, en
donde la máscara tiene una función relevante. De hecho, toda ima-
gen es una máscara que esconde, más que revelar, un significado: la
metáfora-máscara del ocultamiento. Y así como el Santo asciende de
héroe popular a héroe aristocrático, la historieta Fantomas ascende-
rá al rango de literatura. Cortázar emplea el ardid para enmascarar
sus propósitos y así divulgar las resoluciones del Tribunal Russell. Lo
consigue, hace que un público masivo se entere de aquellas delibera-
ciones, y comulga en ese público su necesidad íntima de trascender
la soledad literaria. Su imagen adquiere, con ello, tintes populares, lo
que no dejaría de ser enormemente satisfactorio para el escritor. En el
fondo, él quería instaurar una estética compartida, una obra que no
sólo fuera de él, sino de la comunidad, de ahí el artilugio de fundirse
con un texto que ya delataba diversos creadores. En principio, Allan
y Souvestre; después, Mendizábal; más tarde, Martré, y por último,
Cortázar mismo. Una obra colectiva, una obra como la llamaría Eco,
propia de la cultura de masas.
La literatura es, al final de cuentas, una forma de exclusión, pues,
¿quién, verdaderamente, lee literatura? Los que pueden leerla y que
son muy pocos, relativamente, y casi siempre leen desfasados en el
tiempo. Si un escritor denuncia, esa denuncia, lo más probable, es que
el lector se entere cuando el escritor ya está muerto, o ya ha cambiado
de parecer. Es lindo decir que Shakespeare y Cervantes son nuestros
contemporáneos, pero es también una manera de alejarnos de nues-
tro entorno, de que lo real no sea más que una ficción. Lo importante
para Cortázar no era sólo que lo sintiéramos nuestro contemporáneo,
sino que su mensaje lo fuera también. Desenmascarar al autor para
unos pocos, y hacerlo un autor en verdad popular. Al mismo tiempo,
190
autor y personaje, como en un sentido ficcional ya había ocurrido en
su literatura.
Historieta y literatura
de la estación son publicaciones mexicanas, aquí la primera irrup- utopía realizable, México, Excélsior, 1975, 79 pp.
191
La metamorfosis última
192
al Fantomas que recrea: emprende de modo individual una tarea que
le corresponde a todos y no sólo a él. Es un héroe romántico. A pe-
sar de los pesares, en tanto que sus acciones no llegan a involucrar
al conjunto de las sociedades latinoamericanas, su actividad perma-
nece fuera del cuadro. Son actos prodigiosos, pero de héroes solita-
rios. No es que al Che lo traicionaran o que los otros revolucionarios
se corrompieran. No. Somos los que estamos dentro del cuadro los
que no les damos el pasaporte de entrada. Somos nosotros los que
no logramos hacerlos nuestros verdaderamente. Por mi parte, no me
acongojo, pues más que enseñarme la puerta para entrar en el cua-
dro, Cortázar me ha enseñado la manera para salir de él.
Referencias bibliográficas
193
Ontañón de Lope, Paciencia, En torno a Julio Cortázar, México, unam, 1995.
Paz, Octavio, El laberinto de la soledad, México, Fondo de Cultura Económica, 1970.
———, Cuadrivio, Madrid, Seix Barral, 1991.
Picon Garfield, Evelyn, Cortázar por Cortázar, México, Universidad Veracruzana, 1981.
194
9. La mirada del chanoc, sobre la historia cultural
del méxico moderno
En un principio Chanoc estaba pensado para ser una serie de películas de aventuras que se
desarrollaban en las costas de selva tropical del sur de México. Como ningún estudio estuvo
interesado en producir dichos guiones, su autor Ángel Martín De Lucenay, optó por ofrecer
su obra a alguna casa editorial que quisiera hacerla historieta, pues el medio gozaba de gran
popularidad en el país (de 1930 a 1960 vivió su época de oro) y encontró en Carlos Z. Vigil
de Publicaciones Herrerías, a una persona no sólo interesada en publicar su trabajo sino en
darle un cuidado muy especial. Así dio inicio la primera, y más importante, corrida de Cha-
noc que tuvo lugar desde 1959 hasta 1981,1 editado siempre por esta misma casa editorial.2
De Lucenay llevaba una propuesta que giraba alrededor de las aventuras de mar y selva, que
eran un clásico entre los lectores de historieta en México, pues se inscribían en la tradición
de cómics muy populares como Tarzan, de Edgar Rice Burroughs;3 Wama, el hijo de la luna y
El Pirata Negro de Joaquín Cervantes Bassoco,4 no obstante la obra de De Lucenay contaba
con un giro localista y picaresco que la haría más atractiva que estas tres. Chanoc cabe den-
tro de lo que Ann Rubenstein describe como:
[…] un subgénero bien definido de la historieta popular mexicana [en el que se] contaba la
vida cotidiana de un gran grupo de personas de todos los niveles de la sociedad, en un pue-
1 Vendrá una segunda en 1994 por ediciones Enigma y una tercera en 1995, otra vez por Novedades Editores. Ninguna de las dos
tuvo mucho éxito, la primera contó con cuatro números y la de 95 con 10.
2 Publicaciones Herrerías años más tarde se transformaría en Novedades Editores s.a. de c.v.
3 En la versión de 1929 ilustrada por Harold Foster y editada por United Feature Syndicate.
4 Publicadas por la Corporación Editorial Mexicana.
195
blito imaginario. Los personajes constantes hablaban en lenguaje
popular, y su tono de piel, así como su ropa, eran identificables.5
5 Ann Rubenstein, Del Pepín a Los Agachados, comics y censura en el México posrevolucionario,
p. 287. En este subgénero se inscriben revistas de gran impacto en el público mexicano como
Los Supermachos y los Agachados de Rius, El Payo de Guillermo Vigil y Alma Grande, el yaqui
justiciero de Pedro Zapiáin Fernández.
6 La ubicación de Ixtac ha desatado una de las más interesantes discusiones de investigadores
y fanáticos. En la entrevista que Maira Mayola Benítez Castillo hizo a Ángel Mora para el
volumen 5 de la revista Comikase el dibujante comenta que: “La serie esta ambientada en
una zona del Pacífico mexicano”, mientras que hay lectores que aseguran que los nombres de
personajes y lugares de Chanoc están basados, al menos en parte, en la lengua maya, quizá por
la hipotética ubicación de Ixtac, posiblemente entre Tabasco y Campeche como puede leerse
en el foro de discución de la página electrónica comiquero.com sobre el artículo “Chanoc,
aventuras de mar y selva” publicado por “Arturo” en Septiembre 15, 2006, <http//:comiquero.
com/comics/comenta/chanoc-aventuras-de-mar-y-selva/(27 de agosto, 2010). Más allá de
la veracidad o puntualidad de los comentarios, todas estas opiniones muestran un sentido
de apropiación por parte del público que trasciende el sentido local y lo vuelven nacional. El
hecho de no establecer con exactitud la ubicación geográfica de Ixtac, acentúan el sentido
de mística y misterio que envuelven a Chanoc.
7 Al igual que en Chanoc, los escenarios de Los Supermachos, Los Agachados, El Payo y Alma
Grande, el yaqui justiciero también estaban asentados en geografías familiares para los
lectores, pero no determinadas, como el Bajío en el caso de las primeras tres y el norte del
país en el de la cuarta.
8 En esta imagen aparecen, de izquierda a derecha: Brujildo, Sobuca, Suk, Puk, Pata Larga,
Chanoc, Trucson, Tsekub, Jefe Anclitas, Nimbus, Rogaciana “la Chilera”, Honapu, Merecumbé y el
jefe Sabuca. Atrás de ellos está el barco de Chanoc, el Maley II.
9 Cf. Anne Rubenstein, op.cit., p. 66.
196
La idea original de De Lucenay contaba con tres personajes prin-
cipales: Chanoc, un pescador de perlas joven, atractivo y atrabancado
a quien su sabio y anciano padrino Tsekub Baloyán trata de contener,
orientar y hacer más responsable; y Maley, la novia de Chanoc, quien
cada que puede le insinúa al pescador sus intenciones matrimoniales
de las cuales, éste último siempre huye.
Para ilustrar la historieta fue convocado Ángel José Mora Suárez,10
quien desde los veinte años trabajaba para Publicaciones Herrerías y
contaba con un estilo realista a diferencia de dibujantes como Gabriel
Vargas que brinda una colección gratamente equilibrada de líneas,
de espacios dispuestos con armonía en una superficie plana. Mora y
los diversos creadores de fondos que trabajaron para Chanoc ponían
mucho empeño en el detalle de cada una de las viñetas añadiendo
los sombreados necesarios para generar una sensación de profundi-
dad. Los colores empleados siempre fueron muy vivos, incluso en las
secuencias mórbidas y misteriosas recurrían mucho a la combina-
ción de colores como azul marino con azul claro y negro o púrpura,
rosa, rojo y negro para generar dicho efecto, pero incluso entonces
predominaban los colores más tenues (Imagen II. 13). De hecho, las
tonalidades empleadas por Mora se inscriben dentro de lo que popu-
larmente se conoce como “colores mexicanos”.
10 Otros artistas que participaron en la historieta encargándose de los forros fueron los
pintores Landa y José Luis Gutiérrez, Guillermo Vigil, quien después crearía la historieta
de El Payo, y Antonio Salazar Berber, el primer caricaturista de temas deportivos y creador
de las mascotas de los equipos de fútbol mexicano que adornarían las contraportadas del
Chanoc años más adelante. Vid. Infra, p. 202 y ss.
197
de De Lucenay era establecer un discurso didáctico en el cómic par-
tiendo de una base ecológica. Por ello las ilustraciones debían hacer
un buen retrato de los paisajes selváticos y urbanos, así como espe-
cies animales y vegetales que formarían parte del escenario o bien,
que intervendrían en las tramas. No obstante, como es tradición en
las historias fantásticas, muchos elementos están exagerados para
aumentar el dramatismo de las aventuras del pescador.11
El proyecto, tal y como De Lucenay lo estableció, presentando enfren-
tamientos con extranjeros corruptos y animales y criaturas descomuna-
les del mar y la selva, sólo duró 20 números pues el autor falleció después
de eso. No obstante, la buena recepción de la historieta motivó a Publica-
ciones Herrerías a continuar con el proyecto y para reemplazarlo Carlos
Z. Vigil convocó a Pedro Zapiáin Fernández, quien ya colaboraba con la
editorial escribiendo guiones para La novela policiaca. Dicha elección no
fue hecha al vapor pues Zapiáin no sólo era muy buen argumentista sino
también buzo y pescador profesional, y por sí eso fuera poco, era un escri-
tor que investigaba a fondo el tema que iba a desarrollar y como la histo-
ria se desarrollaba cerca del puerto de Veracruz, dedicó una buena tem-
porada a “sumergirse” en la vida de la costa sureste del Golfo de México.
Esto generó una muy buena empatía con Mora que también era oriun-
do de la región y gracias a ello “llevaron la historieta a la cúspide de la
popularidad”.12 Fue esta mancuerna la que generó el corte de Chanoc
que permaneció hasta que dejó de publicarse.
Zapiáin y Mora respetaron la idea general de De Lucernay pero
hicieron muchos ajustes a la historieta. El más significativo fue suge-
rido por Ángel Mora al invertir los roles entre Chanoc y Tsekub. Cha-
noc se volvió un joven pescador de perlas trabajador, responsable y
hasta cierto punto serio, quien tienía que cuidar a su padrino. Por su
parte, Tsekub se transformó en un anciano aficionado al “cañabar”,13
enamoradizo, pendenciero y capaz de realizar hazañas físicas imposi-
bles para personas de su edad y aun para las más jóvenes,14 acostum-
brado a meterse en problemas ya sea por tratar de sacar ventaja de
una situación en una manera turbia, seducir a alguna atractiva mujer
–mucho más joven que él– con fines de lucro o bien por simple va-
nidad. De hecho, Tsekub desplazó a Chanoc en popularidad y tomó
el lugar del protagonista de la serie.15 La revista se hizo mucho más
dinámica y jocosa en sus argumentos y estilo narrativo, y dio cabida
11 Cf., Harold E. Hinds, “Chanoc” en Not Just for Children, The Mexican Comic Book in the Late
1960’s and 1970’s, p. 116.
12 Rubén E. Soto Díaz, “Homenaje a Pedro Zapiáin Fernández en el ix Ani-versario del mucahi”,
en línea.
13 Bebida alcohólica elaborada a partir del aguardiente de caña.
14 Cf., Oscar Sierra Quintero, “Chanoc, héroe, pescador y ecologista”, <http://www.nacion.
com/2010-0530/Ancora/NotaPrincipal/Ancora2383555.aspx>
15 Por supuesto que esta nueva línea argumental tiene repercusiones en el discurso y con-
tradiscurso de modernidad mencionados más adelante.
198
a más personajes regulares, y al desarrollo de Ixtac que deja de ser un
simple escenario para convertirse en el espejo del país.
A lo largo de sus historias se pueden encontrar sátiras políticas
suavizadas así como críticas sociales, un fuerte acento en eventos de-
portivos y una gran cantidad de visitantes famosos que participaban
incidental o semi incidentalmente en su desarrollo.16 Por otro lado,
Zapiáin, Mora y los directores de la historieta establecieron una rela-
ción muy estrecha con sus lectores echando mano de recursos edito-
riales de éxito probado por la historieta mexicana que junto con sus
personajes y tramas llevaron al Chanoc a generar ventas de alrededor
de un millón de ejemplares por semana.
Esta segunda etapa de la historieta duraría once años, hasta ini-
cios de 1971. Zapiáin sería despedido de Publicaciones Herrerías al
salir el número 600 del Chanoc. Las razones de la salida del escritor
son muy oscuras. Harold E. Hinds, en su artículo sobre este cómic,
comenta algunas de las versiones en torno a esta situación. A la sa-
lida de Carlos A. Vigil, Agustín Barcena entra como director general
de la editorial y de inmediato comienza a tener desencuentros muy
intensos y desafortunados con Zapiáin. Barcena tildaba de “comunis-
ta” al escritor por su evidente inclinación izquierdista que la mayoría
de las veces se reflejaba en el argumento del Chanoc, mientras que
Zapiáin respondía el comentario llamando fascista al director general
y acusándolo de haber censurado muchos de sus comentarios polí-
ticos.17 Sin embargo, Vigil como Rafael Márquez Torres, quien tomó
el lugar de Barcena días antes del despido de Zapiáin, comentan que
la decisión tuvo más que ver con el desplome de las ventas que con
cuestiones ideológicas. En efecto, algunos de los argumentos habían
caído en ciertos excesos, sobre todo el hecho de que Chanoc se había
convertido en una especie de historia de espías en donde los prota-
gonistas luchaban contra los complots internacionales organizados
por el “Hombre blanco”,18 pero también hubo otros factores influye-
ron mucho en las zozobras del Chanoc como la aparición del cómic
Kalimán y la creciente presencia de la televisión.
199
A partir de 1971 fueron muchos los escritores que colaboraron
para Chanoc pero sobresale Conrado de la Torre, ya que es el autor de
la mayoría de los guiones publicados hasta 1981, último año en que
el cómic estuvo a la venta. Esta tercera etapa de la revista es la más
criticada y condenada. Muchos lectores comentan que las historias
se hicieron inverosímiles y que el personaje de Tsekub se volvió dema-
siado excéntrico. El uso constante del “caló” veracruzano mezclado
con modismos urbanos hicieron del Chanoc una revista “corriente”
para el gusto de muchos lectores e inaccesible para aquellos que no
estaban familiarizados con ese vocabulario ni con esas expresiones
idiomáticas. No obstante, desde otra perspectiva, el declive de la re-
vista parece atender a razones completamente opuestas a las men-
cionadas. La revista se volvió tan referencial a la cultura mexicana en
distintos niveles que para la mayoría de los lectores el discurso era
muy árido. Según Vigil, en el afán de establecer una vena cómica inge-
niosa su público quedó reducido a una “élite culta”.19
En los argumentos de De la Torre se puede encontrar una re-
flexión sobre el proceso de hibridación cultural por el que atravesó
México durante los años setenta, con base en la fuerte penetración
que los medios de comunicación desarrollaron a lo largo de esa dé-
cada. Así pues, en la etapa de De la Torre la simple referencia a even-
tos y sucesos contemporáneos como la intervención de personajes
famosos (reales y ficticios), el comentario político y la sátira dieron
paso a una perspectiva que bien puede inscribirse dentro del pastiche
y parodia posmodernos. En efecto, como Hinds menciona, la revista
se inscribió en un código mucho más complejo de lo que su lector
común estaba acostumbrado.
La mirada cultural de Chanoc
200
Los cincuenta y el ocaso de la aspiración
21 Los fanáticos del cómic, como Rubén Eduardo Soto Díaz, Director del Museo de la Ca-
ricatura y la Historieta de Cuautla, Morelos comentan que: “Chanoc es el nombre de una
deidad cuyo color distintivo es el Rojo, de ahí que Chanoc porte una camiseta del mismo
color”, Rubén Eduardo Soto Díaz, “Chanoc cumple 50 años”, La Nuez, <http://lanuez.
blogspot.com/2009/09/chanoc-cumple-50-anos.html> (17, 08, 2010). Este concepto acentúa
una investidura nacionalista (el rescate de la cultura precolonial que comenzó a desarrollase
después de la revolución) pues relaciona el nombre con la empatía que siente el mexicano
contemporáneo hacia los pueblos prehispánicos, el hecho de relacionarlo con una deidad
los hace aparte de entrañables, admirables. Lo cierto es que ninguna deidad maya tiene
ese apelativo, el más cercano es Chaac, deidad asociada con el agua y sobre todo con la
lluvia, en la representación de cuatro dioses separados análogos a los puntos cardinales. El
correspondiente sería el Chaac Rojo del Este; “Sac Xib Chaac”. Ahora bien, la palabra chak
quiere decir rojo mientras que nook’, se refiere a la ropa, quizá de aquí venga la idea, pero es
especulación.
22 Cf., Harold E. Hinds, “Chanoc”, op. cit., p. 114.
23 Nestor García Canclini, Culturas híbridas, estrategias para entrar y salir de la modernidad, p.14.
24 Heriberto Yépez, La increíble hazaña de ser mexicano, p. 32.
201
No obstante, en esos años el racismo hacia las comunidades indígenas
seguía siendo agudo, pues se consideraba que la esencia nacional era
el mestizaje.25 El guiño prehispánico queda equilibrado con su atuen-
do, las playeras rojas ajustadas, los jeans y su corte de cabello evocan a
la moda juvenil que se había impuesto con mucha fuerza en esos años.
En 1955 surgió el gran mito juvenil de James Dean que, poco des-
pués, con el estreno de Rebelde sin causa, causaría estragos aquí y en
todo el mundo. Todos los chavos se entusiasmaron con el carisma
y el aire contracultural de James Dean y el pantalón de mezclilla
acabó de popularizarse (las escuelas privadas lo prohibían), junto
con sus calcetas blancas y chamarra roja.26
202
mestizos entre ambos personajes sea simplemente circunstancial,
pero también puede obedecer a que De Lucernay pretendía subrayar
la jerarquía de Tsekub sobre Chanoc: “Todo güerito de ojos claros (oh
maravilla tener ojos verdes o, mejor aun, azules) era bien apreciado,
así como se repudiaba a los prietos y a los aindiados”.29 Entonces, por
el simple hecho de tener la piel y ojos más claros que Chanoc, Tsekub
tenía un mayor grado de respeto y credibilidad social en el pueblo
que, por supuesto, ejercía sobre el muchacho.
La estructura del argumento también evoca este espíritu de la
época en donde las manifestaciones socio-culturales juveniles esta-
ban recibiendo una fuerte atención mediática y trataban de ser con-
tenidas y encausadas por instituciones sociales, o bien por el Esta-
do, desde una perspectiva paternalista cuyo objetivo era inscribirlas
dentro de las “buenas costumbres”. En esta primera etapa, el Chanoc
participaba de un discurso y un contradiscurso recurrentes en el có-
mic mexicano; el primero recopilaba las proclamas del estado sobre
un México moderno que hablaba de un desarrollo social que consi-
deraba la equidad de clase y género o impulsaba el progreso cívico y
tecnológico; mientras que el segundo contenía peroratas sobre:
29 Ibidem, p. 132.
30 Anne Rubenstein, op. cit, p. 34.
31 En la segunda corrida de Chanoc su origen es muy distinto al planteado por De Lucernay.
203
zador de México durante el cual los jóvenes adolescentes y adultos jóve-
nes, clasificados en la figura del rebelde sin causa, parecían representar
una amenaza cultural para el Estado y la sociedad al cuestionar los lími-
tes establecidos a través de usos, costumbres y tradiciones establecidas
durante el periodo posrevolucionario. Sin embargo, en esa ocasión, di-
cho exabrupto fue aplacado por las mismas formas patriarcales ya muy
arraigadas en el México moderno: “La sociedad mexicana se convenció
implícitamente que una rebeldía juvenil acotada y no violenta quizá
sería más sana”,32 pues muchas de sus manifestaciones, sobre todo las
artísticas dependían del patrocinio y venia paternas con la condición
que después de hechas los perpetradores regresaran a sus estudios para
posteriormente buscar un trabajo y convertirse en” personas de bien”.33
Con base en este modelo, al final de cada historia del Chanoc de De Lu-
cenay, el joven pescador recapacitaba sobre sus acciones rebeldes y se
sometía a los consejos de Tsekub y, sabía que en un futuro debía sentar
cabeza y casarse con su novia Maley, quien representa a la “mujer tradi-
cional” descrita por Rubenstein, para mantener y prolongar el status quo
mexicano conservador nacionalista ante sus lectores.
32 Federico Rublí, Estremécete y rueda. Loco por el rock & rol, pp. 82-83.
33 Como puede leerse en muchas de las letras de las canciones del rocanrol mexicano de la época.
34 El término continuidad retroactiva (retroactive continuity / retcon) se refiere a la alteración
deliberada de hechos previamente establecidos en una obra de ficción en serie. La retcon
se utiliza por varias razones que pueden ser: dar continuidad a una secuela (o precuela) o a
trabajos derivativos de la misma ficción en serie, para introducir nuevamente a personajes
populares o resolver situaciones cronológicas, comenzar de nuevo una serie popular para un
público contemporáneo o para simplificar una continuidad estructural compleja. “Retcon”,
Wikipedia, en línea.
El primer retcon en Chanoc no es abrupto ni violento, de hecho, es muy sutil ya que está
muy ligado al cambio de pluma de De Lucernay a Zapiáin. Este ocurre en el número 172 (25
de enero de 1963) cuando Tsekub se queja con Pata Larga (otro personaje. Infra) sobre la
inmadurez e imprudencia de su ahijado y de cómo siempre lo tiene que estar rescatando de
todo tipo de situaciones. Pata Larga le pregunta a Tsekub si no se ha dado cuenta de que la
relación entre los dos es todo lo contrario. Al final del episodio, Pata Larga prueba su punto.
Vid. Harold E. Hinds, op. cit., p. 126.
204
implacable, ecuánime y de pensamiento racional. Incapaz de mani-
pular o explotar a otros, siempre mantiene su palabra y cumple con
todos sus compromisos sin esperar nada a cambio, incluso si arriesga
la vida. No le interesan las drogas ni el alcohol ni el sexo incidental
(esto no le impide ser galante con las mujeres y besarlas ocasional-
mente, pero nunca a una mujer casada), sigue comprometido con su
novia (a quien Zapiáin renombro como Rocío) pero no le interesa el
matrimonio. Siempre trata de razonar con quien tiene algún enfren-
tamiento antes de emplear la violencia, pero cunado ésta es necesaria
sólo noqueará a sus enemigos y por lo general, cuando estos rompen
la ley, los entrega a las autoridades correspondientes. No se involucra
en juegos de azar y cuestiona supersticiones; si se enfrenta a algún
fenómeno sobrenatural trata de encontrar una explicación racional o
científica.35 Zapiáin revistió a Chanoc con los valores y motivos36 del
típico heroísmo de historietas de superhéroes (valga la redundancia),
seguro inspirado en Tarzan o Wama, y en el trazo tematológico de dc
comics. Pero también debemos considerar la tendencia de izquierda
del escritor así que, quizá su modelo para reconfigurar a este nuevo
“joven” mexicano estaba más en deuda con los cambios y transfor-
maciones que se generaron como producto de la Revolución Cubana
de 1959, cuando Latinoamérica focalizó sus intereses liberales en un
proyecto metodológico con quiebres estructurales y con mentalida-
des abiertas a las nuevas directrices políticas y sociales. Podríamos
decir que Chanoc encarna la utopía social de un nuevo México.
En este sentido se puede hacer un paralelo entre Chanoc y Hen-
ry v, personaje principal de la obra de teatro del mismo nombre de
William Shakespeare a partir de la retcon del primero que evoca la
transformación del príncipe al convertirse en rey:
35 Ibidem, p. 115.
36 A lo largo de este ensayo voy a usar las definiciones tematológicas de motivo, tema y valor
que aplicadas por Luz Aurora Pimentel en su modelo (con base en Genette) para análisis
literario.
37 “Henry v”, Wikipedia, <http://es.wikipedia.org/wiki/Henry_V#Personaje_protagonist>
38 Madura pues, no como a De Lucenay le hubiese gustado, pero al final se hace una persona
responsable, que era lo que este “padre” buscaba.
205
sino que este triunfo predeterminado lo lleva a desencadenar y liberar
el nuevo fluir de la vida en el cuerpo del mundo y también lo lleva a
convertirse en el ombligo del éste que no es otra cosa sino el símbolo
de la creación continua.39 Chanoc, como Henry v se convierte en el
protector de Ixtac, todos se sienten seguros de que él esté ahí y con-
fían en su buen juicio, sólo que de la mano de Zapiáin ocurre un des-
lizamiento tematológico frente al personaje shakespereano. Chanoc
es parte del pueblo no de la nobleza, así pues, es la representación
utópica del espíritu de la izquierda latinoamericana: un personaje del
pueblo que protege al pueblo, no sólo de fenómenos naturales sino
supersticiones populares devenidas de la falta de educación racional
y científica como también, en palabras del mismo Zapiáin resumien-
do el discurso principal de su historieta: “[del] explotador blanco y en
contra de un supuesto orden social que lo protege y lo redime”.40 Con
todo este peso heroico encima Chanoc necesita un contrapunto y es
ahí donde entra Tsekub.
Continuando con la analogía shakespeareana, en las primeras
publicaciones del nuevo juego de roles, Baloyán encontraría su pa-
ralelo en Falstaff 41 pues comparte muchos valores y motivos con él,
no sólo en su personalidad sino en su relación con Henry. Al igual
que Falstaff, Tsekub acompañará a Chanoc en la mayoría de sus aven-
turas, lo meterá en problemas resolviendo alguna de sus “tranzas” o
“movidas”. En este sentido Tsekub es el recurso humoroso de disten-
sión que también llega a funcionar como antítesis de Chanoc pues al
igual que el personaje shakesperiano que representa una Inglaterra a
la que debe darse la espalda para avanzar, Tsekub es la representación
del antiguo orden mexicano, la perspectiva de De Lucenay, contenida
en la visión utópica sociocultural de Zapiáin: “Tsekub Baloyan está
inspirado en el tipo de hombre de la costa del sureste: ancianos sabios
que creen que aún son jóvenes, creencia fomentada por las personas
cercanas a ellos”.42 No obstante, Tsekub rebasaría a Chanoc en popu-
laridad y le robaría el protagonismo de la serie lo que llevó a Zapiáin a
hacer de él un personaje más complejo. Tsekub se proclama a sí mis-
mo como un “pícaro” y de esa manera se empata con la visión utópica
de Chanoc sólo que su modo de actuar será menos rígido y mucho
más irreverente e incisívo pues: “hay dos móviles en el pícaro: el deseo
de sobresalir y una torcida ‘hero worship”, (adoración del héroe). Todos
los pícaros poseen una inteligencia aguda y una iniciativa fecunda; en
el fondo, un corazón bueno, y un sentido de humor, con la sonrisa de
39 Cf., Joseph Campbell, El héroe de las mil caras, psicoanálisis del mito.
40 Harold E. Hinds, op. cit., 118.
41 Sir John Falstaff es un personaje ficticio que aparece en tres obras de Shakespeare
acompañando al futuro Rey, Enrique v.
42 Harold E. Hinds, op. cit. p. 115.
206
la ironía.43 Esto se ve reflejado en sus hábitos y costumbres que in-
cluyen su afición por usar ropa y disfraces anacrónicos o exagerados
para la situación que se desarrolla en la trama del episodio, su desdén
por bañarse y el sarcasmo mordaz de sus comentarios (Imagen II. 16).
Ahora bien, se puede pensar que estas acciones son inconcientes o
que surgen un espíritu ignorante o inocente, pero no hay nada más
lejano a ello, más bien es una capacidad de reírse (y hasta burlarse)
de sí mismo que enfatiza el saberse un personaje destacado en la vida
de Ixtac, y me atrevería a decir que del Chanoc sosteniéndome en la
teoría de la metaficción. El Tsekub de Zapiáin irrumpe e incluso tras-
grede las situaciones de la trama y la trama misma con una actitud
bufa similar a la que plantea el Teatro del absurdo, como en algún
momento ocurrió con los hermanos Marx, obligando al lector a ser
partícipe de la historieta o a cuestionarla a través de sus ingenios, tra-
vesuras y trampas.44
207
munidad de Ixtac y a Ixtac mismo como personaje rebasaron el tema
original de la revista.
La libertad que ofrece el simple título de Chanoc les da la oportu-
nidad a Zapiáin y Mora de generar más personajes recurrentes e inci-
dentales que harán énfasis en la picaresca a través de las referencias y
crítica a situaciones sociales y culturales contemporáneas. Estos per-
sonajes, al igual que en Los Supermachos o en Los Agachados de Rius:45
208
palo como prótesis. La pata de palo será un recordatorio moral para
el resto de los personajes, y por supuesto a los lectores, de que la aso-
ciación con los villanos (recordemos que en el mundo de Zapiáin es-
tos están representados por mafiosos, hombres de negocios explota-
dores, e incluso agentes de la cia, todos ellos parte de los complots
internacionales organizados por “el hombre blanco“) es contrapro-
ducente para la gente común, pues puede dejarlos inválidos física y
moralmente o bien, llevarlos a la muerte a cambio de una ganancia
material mínima. Pero Zapiáin no pretende condenar de manera fla-
mígera la asociación con influencias extranjeras (salvo que sean no-
civas para la sociedad mexicana), pues propone que el contacto con
ellas enriquece al generarse un intercambio cultural, y también Pata
Larga es una muestra de ello; según comenta Tsekub, “se hizo políglo-
ta cuando metía contrabando de los barcos extranjeros que llegaban
a Ixtac”.48 El contacto con los extranjeros incrementa la educación
y por ende la cultura de Pata Larga. Gracias a ello el farero es capaz
de traducir e interpretar, pero también de decodificar ideas, signos y
símbolos de culturas extranjeras al contexto cultural mexicano; ello
es, de alguna manera, una referencia al proceso cultural de hibri-
dación por el cual México atravesaba en esos años y que merecía
comentarios frecuentes de Zapiáin; Conrado de la Torre los afinaría
durante los años setenta.49
El resto de los personajes recurrentes se pueden agrupar con base
en el papel que desarrollan o el motivo o valor tematológico que re-
presentan en la historieta, exhibiendo como en la picaresca: “el desfile
alucinante de las clases [y dinámicas] sociales”50 de Ixtac y sus alrede-
dores (el microcosmos) como alegoría de México (el macrocosmos).
Representando al dinero están El Baturro, dueño de “El perico
marinero”, la cantina del pueblo y Neftalí Pérez, dueño de los espacios
más lujosos y negocios más rentables de Ixtac. El Baturro es un per-
sonaje típico del imaginario popular mexicano cuyas características
morales y físicas suelen ser las mismas en el cómic, cine y televisión.
Es el pequeño comerciante español que infla los precios y, debido a
su origen, desarrolla un complejo de superioridad que resulta contra-
producente ante el ingenio del mexicano. Con independencia de este
complejo, siempre estará del lado de los protagonistas mientras no le
quieran ver la cara con su negocio. Su atuendo distintivo consiste en
pantalón y chaleco negros, camisa blanca, alpargatas y boina, es muy
velludo y siempre fuma puro.
Neftalí representa al típico hombre de negocios millonario que
busca sobretodo su beneficio antes que el de la comunidad. Es él
48 Pedro Zapiáin y Ángel Mora, “Kanibal Fish” en Chanoc, p.3. Algunos guiones de Zapiáin
fueron retomados durante los setenta.
49 Vid. Infra, pp. 216 y 255.
50 Alonso Zamora Vicente, op. cit., p. 4.
209
quien ha llevado los grandes emporios a Ixtac y en muchas ocasiones
su dinero está detrás de la infraestructura energética del pueblo. De-
bido a su nacionalidad, mexicana por supuesto, Zapiáin no lo inscribe
dentro de la categoría de “Hombre blanco explotador”, más bien es
la caricatura del villano gótico temprano descrito por autores como
Horace Walpole o Ann Radcliffe con Manfred en El castillo de Otranto
o Montoni en Los misterios de Udolfo. Nefta, como le dicen de cariño,
vive solo en una lujosa pero oscura mansión en un punto retirado del
pueblo. Físicamente evoca al delgado villano de bigotes enroscados
pero, sobre todo por su espíritu misántropo, a la recreación que José
Mojica Maríns hace de esa imagen con su personaje Zé do Câixao.
El lado de la ley y el orden está representado por dos entidades.
Por un lado están el jefe Anclitas y el sargento Macotela, quienes re-
presentan a la autoridad en Ixtac y por el otro están padre Tenorio
y el padre Pacheco que junto con el sacristán y las beatas tratan de
delimitar las costumbres del pueblo. Debido a la fuerte desconfianza
e imagen represiva que la policía inspiraba en México, Zapiáin decide
sustituir dicho cuerpo por una especie de guardia marítima local que
se muestra rígida ante los transgresores de la ley pero que no pierden
el espíritu campechano en el trato con los habitantes locales. Por su-
puesto, el físico de los personajes que representan la ley será similar
entre todos: bajos de estatura y con tendencia a la obesidad, muy lejos
del cuerpo atlético de Chanoc. Esto puede leerse como una alegoría
de la insuficiencia, lentitud y lo poco adecuado que es el cuerpo de
la justicia mexicana. El padre Tenorio y sus fieles, son la representa-
ción del arraigo católico en México y evocan el discurso conservador
posrevolucionario. Ellos son los primeros en manifestarse en contra
de los avances científicos y tecnológicos acusándolos de ser obra del
demonio o bien, tratan de resolver la mayoría de la situaciones en las
que se ven involucrados a través del rezo gratuito. Zapiáin también
hace un retrato caricaturesco de los usos y costumbres de los católi-
cos que resultan incompatibles con el desarrollo social y cultural de
Ixtac. Quizá es un eco de la generación que en un principio De Luce-
nay quiso retratar con Tsekub.
La magia, la superstición y la fantasía son valores recurrentes en
el Chanoc y más que opuestos muchas veces son complementarios
uno del otro. Por un lado están los brujos pigmeos Cordunelio y Bru-
jildo, quienes por definición se inclinan más hacia el lado de la supers-
tición pero no dejan de ver el humor en ella. Tan es así que siempre
llevan puestas inmensas máscaras con simpáticos rostros que les cu-
bren el frente del cuerpo. De esto puede hacerse la lectura, casi como
referencia al mago de Oz de Frank L. Baun, que detrás de un gran mito
hay hombres muy pequeños. De hecho, los brujos estarán más inte-
resados en cuestiones científicas que los ayuden a ser más eficientes
como curanderos. Pero el punto intermedio serio entre la superstición
210
y la ciencia está representado por Nimbus, el herpetólogo.51 Aparte de
estudiar serpientes y especies animales raras de la selva, Nimbus está
interesado en cuestiones místicas relativas a sus intereses académi-
cos y por ello, muchas de las aventuras que se desarrollan a partir de
su intervención se llevarán a cabo en el subconsciente de los persona-
jes involucrados. La imagen de Nimbus y sus costumbres refuerzan la
atmosfera mágica, mística y misteriosa que lo envuelven. Por un lado
siempre viste con largas túnicas moradas o azul marino y con una
máscara blanca (como la que Rubén Lara y Romero diseñara para el
cómic de Editorial Novaro; Fantomas: La amenaza elegante) con vi-
vos de colores, elementos que lo empatan con un chamán o un brujo
de Catemaco; por otro, vive en una cabaña52 a la mitad del pantano.
Ambos elementos cuentan con una carga semiótica que le otorgan al
personaje una investidura de umbral entre lo racional y lo fantástico.
Las minorías y comunidades indígenas también están represen-
tadas en el lienzo de Zapiáin que como ya se ha visto, trató de retratar
la mayor parte de los rasgos de las comunidades de esa zona costera
del Golfo de México. Pero este es uno de los puntos más sensibles en
cuanto a una visión de lo que se considera políticamente correcto. La
comunidad negra o de color está representada por Sobuca El Terrible
y por Merecumbé. Sobuca es un hombre tuerto con una musculatura
descomunal que a veces ayuda a Chanoc cuando va de pesca (y por
supuesto en sus aventuras). “El Terrible” era el alias que usaba cuando
se dedicaba a las luchas por las noches. Pero ese sobrenombre ocul-
taba algo más que la identidad de Sobuka. Por las mañanas, la misma
gente que lo hacía luchar lo tenía trabajando casi como esclavo en
una plantación de hule. La amistad con Chanoc nace cuando éste lo
rescata de las garras de sus captores. La controversia surge a partir de
que “El Terrible” es el único personaje recurrente asociado con cues-
tiones de esclavismo. Quizá Zapiáin simplemente pretendía evocar la
carga semiótica de las personas de color para subrayar la explotación
del “hombre blanco”. No obstante, el caso de Merecumbé, que no es
menos penoso, pone en tela de juicio el de Sobuka.
Mere, como le dicen de cariño, es un niño de color, desemplea-
do y con nula educación a quien Chanoc y Tsekub aprecian mucho;
sin embargo, como lo señala Hinds en su artículo, la imagen de este
personaje evoca al estereotipo caricaturizado de los negros a prin-
cipios del siglo xx, sobre todo en el cine, a quienes se les denomi-
51 Hay que recordar que el discurso ecológico del Chanoc era una de las pocas cosas que
permanecían al margen de las bromas (aunque este fuese muy delgado).
52 La cabaña representa un refugio para el viajero que atraviesa los espacios naturales. Es
un oasis que lo rescata de esa parte del mundo, extraña y ajena a sus usos y costumbres.
Por un lado, la cabaña es el lugar que aísla al sujeto de su contexto urbano y lo acerca al
natural; pero también es el pedazo urbano que se ha incrustado en este extraño lugar. La
cabaña es un espacio de reconocimiento individual, de reflexión y meditación cuya imagen
puede ser en apariencia familiar, pues siempre encierra una incógnita hacia su interior. José
Hernández Riwes Cruz, “La casa que despierta o la cabaña”, p. 60.
211
naba pickaninnies, sin embargo Zapiáin veía a Merecumbé como “un
niño marginado” y “solamente un poco cómico,” mientras que Vigil lo
describe como un típico Veracruzano “gracioso”. Ni Zapiáin o Vigil
consideraban que Merecumbé fuese un retrato racista. Esta mirada
del mexicano liberal educado es muy diferente de la de sus análogos
estadounidenses cuya perspectiva se sostiene en el impacto que ha
tenido el movimiento de los derechos civiles en los Estados Unidos.53
Quizá en estos tiempos, 40 años después de su publicación, la carac-
terización de Merecumbe nos despierte un sentimiento de mea culpa,
pero debemos considerar que la historia de los negros afroantillanos
en México siempre ha tenido un tinte pícaro, que por supuesto se in-
clina al comentario racial, lo cual de ninguna manera lo dispensa.54
No sólo la caracterización de la comunidad afroantillana de color
ha sufrido estos señalamientos. Las comunidades indígenas fueron
retratadas con la tribu de Pigmeos encabezada por el jefe Sabuka y
los caníbales Zuk y Puk. Los primeros eran una representación de los
habitantes mayas de la zona, pero como su función iba directamente
a la parte cómica de la historieta, sus rasgos estaban exagerados al
igual que su vestimenta, pues no medían más de un metro, usaban
taparrabo y pintura de guerra. Por su parte, Zuk y Puk no evocaban
a alguna comunidad específica, más bien eran un pastiche compues-
to por una corporalidad, expresión física y vestimenta que apuntaba
más a la caricatura de los hombres de las cavernas; pero hay quien
diría que su lacio y grueso cabello, su escaso y desorganizado bello fa-
cial, su mandíbula pronunciada, sus movimientos hoscos y sus malos
hábitos recopilaban las características de las personas denominadas
como “nacos” en aquella época. Quizá la visión de Zapiáin y Vigil era
una visión ingenua, o quizá reflejaba una perspectiva popular mexi-
cana particular de aquellos años; un poco como ocurrió con Hergé y
su personaje Tin Tín, sobre todo en sus primeros números, que fueron
calificados como racistas y colonialistas.
Otro comentario sentido que ha recibido la historieta es el re-
trato trivial que hace de las mujeres, sobre todo en el caso de Roga-
ciana la chilera, Elefantina e Hipopotámia Guillot, mujeres obesas y
referidas como “feas” cuya máxima aspiración es seducir a Tsekub y
las chicas “guapas” que, por lo general, son personajes incidentales y
que representan el trofeo de Chanoc al salir triunfante de la aventura.
Sin embrago, esa es una lectura superficial de la historieta. Es cier-
212
to, todavía pesaba la “noción machista de virginidad y sumisión de la
mujer”55 pero las situaciones que se desarrollan entre Tsekub (siendo
este una especie de Falstaff) y sus pretendientes pueden empatarse
más con las situaciones típicas del Fabliaux que con una actitud polí-
ticamente incorrecta, pues lo que atrae a Tsekub hacia las mujeres es
el dinero y la posición social más allá de su físico:
213
Los últimos tres personajes recurrentes importantes de la se-
rie son Ixtac, la selva y el mar. Ixtac solía ser la representación del
pequeño pueblecillo en donde ocurrían algunas situaciones sin-
gulares que lo hacían pintoresco ante la mirada del lector. Poco a
poco, el pueblecillo se fue transformando en una ciudad que, en un
principio, se parecía a Veracruz pero más adelante se hizo tan cos-
mopolita como la ciudad de México, pues no sólo contaba con un
aeropuerto internacional, sino con estadios deportivos, auditorios y
salas de concierto, radiodifusoras y televisoras, hoteles y restauran-
tes de cinco estrellas y cualquier otro elemento que pareciera que
lo empataba con el primer mundo. Pero justo ahí estaba el punto
de equilibrio, todos estos elementos atraviesan por un proceso de
tropicalización que los hacen más familiares y maleables para sus
habitantes. Así, de la misma manera que una calle principal en un
típico pueblito estadounidense, en Ixtac pueden verse los anhelos
y aspiraciones de la gente a través de la vida social, cultural y co-
mercial que sucede en él; y es el punto de enlace con el presente y el
futuro del país, pues todos estos elementos tropicalizados más que
un simple pastiche advierten el comienzo de un nuevo proceso de
hibridación en donde la cultura anglosajona empieza a desplazar a
la europea, imperante todavía hasta mediados de los años cincuen-
ta en México. Al mismo tiempo oculta o distorsiona lo que sucede
en su interior, en sus calles y casas; y puede representar una trampa
para un forastero que piensa que puede moverse con la misma faci-
lidad en las profundidades de un pueblo que en la superficie.
Por su parte, la selva y el mar están emparentados con el con-
cepto cultural de wilderness60 generado en Europa y recuperado por
Estados Unidos:
The wilderness evoca tanto para el habitante del pueblo como para
un viajero lo extraño, lo oculto y lo fantástico; y despierta temor
entre quienes conviven con él. The wilderness representa el conflicto
entre lo racional y lo irracional, lo natural y lo artificial, el control y
el descontrol al interior de small-town America.61
60 Que puede traducirse como “lo salvaje” con un fuerte acento en “lo primitivo”.
61 José Hernández Riwes Cruz, op. cit., p. 14.
214
de la selva. Por eso también ahí podemos encontrar especies raras, en
peligro de extinción, genéticamente alteradas, o bien; pueblos fantas-
mas, el castillo de Nefta y la cabaña de Nimbus, lugares que trascien-
den lo racional o lo civilizado.
Por otro lado el mar se presenta como esa fuerza natural emble-
mática de la naturaleza humana o como le llamaría Bachelard, las
fuerzas “imaginantes” que anidan en el fondo del ser y que quieren
encontrar en él a la vez lo primitivo y lo eterno.62 Los peligros a los
que ahí se enfrenta Chanoc no participan tanto de una dinámica so-
brenatural, pero sí en una mística espiritual personal en cuanto a que
la mayoría de las veces, el pescador se sumerge (Imagen II. 17) para
enfrentar a una muerte descomunal y primitiva, pero renace cada
que vuelve a la superficie: “El agua es el elemento transitorio […] el
ser consagrado al agua es un ser en el vértigo”.63 Chanoc, como Ixtac,
entre el mar y la selva, pero sobre todo frente al mar debe estar en
constante cambio y haciéndose más apto, más contemporáneo para
poder sobrevivir los embates de ese titán natural. Las creaturas ma-
rinas exageradas de Mora toman otro significado, pues le otorgan al
viaje heroico de Chanoc un carácter mítico ya que: “en el agua la victo- Imagen II. 17. El tiburón del Tunco
ria es más rara, más peligrosa […] el nadador conquista un elemento Fuente: Conrado De la Torre y Ángel Mora, “El tiburón del Tunco”, en
Chanoc, núm. 837, 24 de octubre de 1975, p. 23.
más extraño a su naturaleza. El joven nadador es un héroe precoz”.64
Por eso Chanoc seduce, no sólo a las mujeres también a los habitantes
del pueblo, que tanto confían en él y lo han convertido en su protector
y, por supuesto al lector, pues Chanoc representa la victoria ante lo
incierto, lo desconocido. El salto de Chanoc al mar remplaza el sal-
to del caballero medieval, del amor vasallo por el salto a la aventura.
No salta hacia su conquista sino frente a ella: “En los hechos, el salto
en el mar reaviva, más que cualquier otro acontecimiento físico, los
ecos de una iniciación peligrosa, de una iniciación hostil. Es la única
imagen exacta, razonable, la única imagen que se puede vivir, del salto
en lo desconocido”.65 Esta participación activa de los escenarios como
personajes que emanan energías místicas, fantásticas, misteriosas,
inscriben a la historieta dentro de la tradición que José Ricardo Cha-
ves nombra como “Tropigótico”,66 heredera de las historias creole de
215
Haití como de las que nutren el imaginario de Mississippi y Lousiana
pero que, muchas veces sin que nos demos cuenta, tiene mucho arrai-
go en la cultura mexicana de los últimos cincuenta años.
Pero el énfasis en la cultura contemporánea se hace más rico con
la alusión constante a personajes incidentales de la vida nacional o
internacional, tanto reales como ficticios los cuales se convierten en
participantes incidentales de la historieta. Escritores, artistas, alter
egos se convierten en invitados especiales cuya participación podía
ser sencilla o compleja en el desarrollo del episodio en turno. El co-
mentario ideológico de Zapiáin se convierte en diálogo cuando perso-
najes como Henry Kissinger, Carlos Monsiváis, Jesús Martínez Palillo,
Manolo Fábregas o El Chapulín Colorado, aparte de participar en el
episodio discuten con Chanoc o Tsekub sobre algún tema relativo a
ellos o bien de interés general. Con esta veta llega otro discurso recu-
rrente en la historieta, el deportivo. Este va a ser similar al ecológico
en que también se le da un tratamiento didáctico, sin perder la vena
cómica, por supuesto. Así que los protagonistas y personajes recu-
rrentes participaban en toda clase de encuentros y torneos depor-
tivos como béisbol, fútbol americano, carreras de autos, atletismo y
por supuesto fútbol, enfrentándose a los deportistas más famosos y
destacados de la época como Micky Mantle, Pelé, los Harlem Globe-
trotters, Lee Taylor o Bobby Charlton; y discutiendo decisiones o
perspectivas con comentaristas como Fernando Marcos o Ángel Fer-
nández. Se debe mencionar que los nombres de todos estos perso-
najes cambiaban para enfatizar el tono cómico del cómic, así Carlos
Monsiváis se convierte en el Sabio Monsiváis, Mickey Matle en Mickey
Mango o Angelito Fernández en Ángel grito Fernández. Por supuesto,
todas las situaciones en las que estos personajes se veían involucra-
dos terminaban resolviéndose de una manera absurda o irreverente.
Aunque en la mayoría de estos encuentros deportivos Ixtac salía vic-
torioso (estableciendo que los deportistas mexicanos eran superiores
a los demás), nunca faltaba la broma o travesura de Tsekub para facili-
tar dicha victoria. Ya sea entrenando con pelotas llenas de pólvora y
cañabar o buscando un simio que lo substituya a la mitad de un parti-
do mientras el ayuda a Chanoc a atrapar a un villano.
Ahora bien, todas estas referencias e irreverencias planteadas
por Zapiáin y Mora se empatan con una serie de elementos metadie-
géticos que no sólo consagrarían al Chanoc dentro de la tradición de
la historieta mexicana, en cuanto a hacer partícipes de la historieta
a los lectores sino que lo harían uno de los consentidos del público
mexicano. Para empezar, la revista comenzó a incluir en la contra
portada mini posters de fotos de luchadores y jugadores de fútbol na-
cionales o bien, caricaturas de las mascotas de estos equipos con sus
respectivas camisetas, así como una serie de calcomanías (con estas
mismas ilustraciones) a las de llamaron pe-gol-otes, elementos que
volvieron más popular el cómic y generaron un sentimiento de cariño
216
en el lector que se sentía consentido por los editores y sobre todo,
identificado con los creadores. Más adelante, se incluyeron juegos de
agudeza visual, crucigramas y viñetas de algún otro autor, Rubenstein
comenta al respecto de esta costumbre en el cómic mexicano:
217
Preguntas sobre otros personajes:
O comentarios deportivos:
Estimado Chanoc:
Lamento profundamente el descenso del Atlante, pero todos mis
amigos del barrio se sienten muy felices porque lo veremos próxi-
mamente en esta hermosa ciudad jugando contra los poderosos
Jaguares de Colima. Te invito a que conozcas esta ciudad de las pal-
meras con sus hermosas playas de Cuyutlán y Manzanillo.71
218
En cierta forma el comentario sobre la calidad argumental es-
taba bien fundamentado en cuanto a que no sólo de la Torre se hizo
cargo de la revista, hubo otros escritores que colaboraron durante
esa etapa de tal manera que Chanoc hacía entregas muy disparejas.
Pero quien mayor participación y, por lo mismo, coherencia narra-
tiva mostró fue de la Torre. Sus argumentos mantenían lo jocosidad
e irreverencia que los de Zapiáin, pero su tendencia ideológica iba
por otro lado. Esta puede verse a través del recurso de la interven-
ción de personalidades nacionales o internacionales en la trama de
la historieta. Conrado de la Torre establece una reflexión en torno
a cómo es que personajes del tercer mundo reciben, reaccionan,
adoptan y adaptan los fenómenos culturales producidos en los paí-
ses de primer mundo, sobre todo en los Estados Unidos, en un afán
por permanecer dentro de la modernidad; y cómo es que todo esto
los define como mexicanos.
Uno de los primeros elementos (antes que el argumento) que
saltan a la vista es el lenguaje. El uso del caló local veracruzano, así
como el citadino (pues también fue muy socorrido) y de anglicis-
mos, más que corromper el español, anuncian el estado híbrido de
la cultura mexicana, pues como comenta García Canclini: “Si no
reconociéramos la larga historia impura del castellano y extirpá-
ramos [por ejemplo] los términos de raíz árabe nos quedaríamos
sin alcachofas, almohadas ni algarabía”.73 Así encontramos que en
lugar de decir: “mucho” los personajes utilizan “buti”, o bien, em-
plean una frase como “bacinico mordelón” para referirse a un poli-
cía motorizado que se deja sobornar,74 o incluso dejan escapar un
eventual “help!” en lugar de “auxilio”. Ahora bien, De la Torre (y tam-
bién Zapiáin, en su momento) retrata el uso burdo de una lengua
extranjera (sobre todo la inglesa) que hace de ella el hablante mexi-
cano no entrenado. Por ejemplo, en lugar de pronunciar correcta-
mente one, two, three, de la Torre captura (gracias a la representa-
ción grafica de las palabras en los globos) la articulación común del
mexicano de esta manera: “¡guan!, ¡tú!, ¡tree!”.75 En este detalle tan
simple se aprecia la apropiación y adaptación de un rasgo cultural
extranjero al corpus mexicano que ya combina lo local, lo nacional
y lo global. Pero otra vez, debemos tener presente que no es un re-
trato inocente de una situación sino una representación artística
de un contexto histórico cultural; y que los personajes, sobre todo
Tsekub, están concientes de la empatía o antipatía que con esto
pueden generar en su lector.
219
Y es precisamente Tsekub quien mayor malestar generó en va-
rios lectores de la época de Zapiáin cuando su personalidad se hizo
más estridente. Hay quien lee al Tsekub de la época de De la Torre
como un payaso,76 pero quizá la apreciación sea un poco exagerada
ya que el humor que desarrolla el personaje tiende más hacia la figura
fársica del clown, al sarcasmo del bufón que al pastelazo. Y es que:
Tsekub se comporta como ese mexicano festivo que trata de ser más
grande que la vida misma a través de su actitud alegre y relajada pero
al mismo tiempo punzante y “desmadroza”, con lo que cubre sus des-
ventajas sociales al adaptarse a un contexto para sobrevivir más no
para mejorar u ofrecer una solución moral al lector. Al igual que el
bufón en King Lear de Shakespeare apunta con crudeza incisiva la
raíz de un problema o su naturaleza pero se reconoce incapaz de re-
solverla, y sólo se aprovechará de ella como ocurre, por ejemplo, en el
capítulo “Arde el pozo”78 en donde, ante su incapacidad para brindar
ayuda para apagar un pozo petrolero marítimo decide lucrar con el
accidente, no sólo estafando turistas sino a los otros timadores que
buscan aprovechar la situación. Este retrato se contrapone con la
imagen utópica de Chanoc que para los setenta se muestra desgasta-
da. Quizá haya sido ese apunte sobre el mexicano lo que no agradó a
los lectores de Zapiáin.
En cuanto al argumento, se puede observar cómo la intervención
de personajes y situaciones internacionales reales o ficticias se vuelve
mucho más compleja cuando De la Torre juega con la carga semiótica
de esos elementos para reforzar su discurso de apropiación y adap-
tación cultural. Por ejemplo, el número 916 (Imagen II. 18) explora
la situación hipotética: ¿qué ocurriría si King Kong llegara a Ixtac?79
Y aquí considero importante hacer una división, pues el comentario
que hace el Chanoc puede leerse (por lo menos) de dos maneras. La
primera es la participación del personaje en la trama de ese fascículo
y la segunda es la recepción de la cultura mexicana del fenómeno cul-
tural que representó a nivel mundial, en ese entonces por lo menos,
Imagen II. 18. Kink Tong, El mono platanero
Fuente: Conrado De la Torre y Ángel Mora, “King Tong”, Chanoc, núm.
916, 27 de abril de 1977, portada. 76 Cf., Harlod E. Hinds, op.cit., p. 112.
77 Eric Bentley, La vida del drama, p. 275.
78 Conrado de la Torre, y Ángel Mora, “Arde el pozo”, en Chanoc, núm. 1040; basado en el
incendio del pozo Ixtoc 1 en 1979.
79 Conrado de la Torre y Ángel Mora, “King Tong [sic]”, en Chanoc, núm. 916.
220
ese primer remake del clásico de 1933 y es en ésta en donde se puede
apreciar el ingenio de De la Torre.80
La película King Kong de John Guillermin (1976) continúa por el
camino inaugurado por Tiburón (Jaws) de Steven Spielberg un año an-
tes. Los estudios Paramount querían repetir el éxito descomunal de
taquilla y franquicias que había representado la película del tiburón
al rededor del mundo y de alguna manera lo consiguió. El comentario
tras la trama del episodio denominado “King Tong, el mono platane-
ro” presenta a México (portando la máscara de Ixtac) frente a tal gi-
gante mediático.
Los personajes que reaccionan ante la llegada del simio son Cha-
noc, Tsekub, el jefe Anclitas y el padre Mondragón. Por supuesto, la
actitud del pescador y su padrino es de conciliación. Ellos tratan de
integrar a esta mole al contexto del pueblo (la cultura recibe a la cultu-
ra) cuidando que ambos sufran el menor daño posible en su encuen-
tro. De hecho, en un momento determinado, el simio los captura pero
en lugar de hacerles daño, por un momento los observa y los suelta
con docilidad, no sin antes besar a Tsekub: “Parece que le caes muy
bien”,81 comenta Chanoc, y cómo no pues su naturaleza (cultural) es
la misma. Todo lo contrario ocurre con Anclitas y Mondragón, ni los
guardianes institucionales del orden o la religión pueden contener el
paso de la inmensa mole, de hecho, los edificios con más daños serán
el “Cuartel general de granaderos” y la “torre de la iglesia”. Incluso los
sabios Feliz y Monsi (Pedro Ferríz y Carlos Monsiváis)82 se declaran
impotentes ante la inmensidad del gorila. Curiosamente, lo único que
llega a entorpecer su paso son las antenas aéreas de televisión, pues
una de ellas queda encajada como espina en un pie de Tong. Pareciera
que De la Torre quería decirle al lector que lo único que podía entor-
pecer el paso avasallador de un éxito como King Kong era la televisión
mexicana, por supuesto la visión de Televisa. Esta idea encuentra otro
soporte en el hecho de que la bestia queda infatuada por la “reina de
las telenovelas” de esos años, Lucía Méndez (Miéndez en la historie-
ta). Es gracias a ella que Chanoc puede sacar a la bestia del pueblo y
regresarla a la isla de donde salió. Al final del episodio, Chanoc se da
cuenta de que la isla se mueve a gran velocidad, llevándose al gorila a
otra parte del mundo (¿de gira mundial, quizá?).
Por supuesto, la mayoría de los episodios continuaban con las
antiguas temáticas de las aventuras de mar y selva, las de corte de-
80 Sólo quiero mencionar algunos elementos que me parecen fundamentales, pues el objetivo
de este análisis contempla un panorama general del desarrollo del Chanoc.
81 Conrado de la Torre, y Ángel Mora, “King Tong [sic]”, Chanoc, núm. 916, p. 22.
82 Estos personajes incidentales aparecerán mucho en el periodo de Conrado de la Torre. Quizá
por el interés de ambos en cuestiones culturales hasta ese momento poco ortodoxas (en otras
palabras, por su interés en la cultura de masas). Pedro Ferríz se convirtió en un ufólogo de
renombre, mientras que Carlos Monsiváis destacó por su: “alta inteligencia, ironía devastadora,
dotes desmitificadoras e interés por la cultura popular”. José Agustín, op.cit., p. 204.
221
portivo o las de intriga policiaca. Pero entre 1974 y 1981 hubo varios
números similares al de King Kong que hacían énfasis en el comen-
tario cultural, a través de la parodia,83 sobre algún producto de la
cultura de masas.84
Desde mi punto de vista, esto fue lo que hizo que Chanoc se vol-
viera muy “culto e ingenioso” para el gran público, que dejó de enten-
derlo; y muy “frívolo” para un sector del mundo intelectual (aquel que
todavía hacía la división entre alta y baja cultura, cultura de masas y
de élites, o bien entre cultura folclórica-tradicional y cultura popu-
lar o pop). Pero fue esa supuesta frivolidad que hace del Chanoc de
De la Torre un cómic valioso. Basta hacer una comparación entre los
episodios dedicados al filme Superman, la película (Richard Donner,
1978), entre Los Agachados de Rius; “El impotente Superman nos
quiere liberar”85 y el Chanoc de De la Torre “Super-viejo-man”.86 El
primero hace un juicio tajante y directo, desde una perspectiva mar-
xista, no sólo de la película sino de todo el cómic de superhéroes es-
tadounidenses, negando cualquier tipo de valor cultural propositivo
que pudiesen aportar debido a su “discurso imperialista” cuyo fin es
“idiotizar” a nuestros jóvenes para después “americanizarlos” (o sea,
despolitizarlos y enajenarlos). El segundo, desde una perspectiva su-
perficial, se aprovecha del éxito de la película para comercializar la
historia de cómo Tsekub adquiere superpoderes para, una vez más,
hacer sus payasadas hasta que Chanoc lo detiene. Sin embargo, una
lectura más cuidadosa muestra los anhelos del mexicano por trascen-
der su subdesarrollo a través del espejismo que genera el primer mun-
do y cómo, cuando consigue los elementos necesarios para emular a
un individuo de ese contexto el resultado es desastroso. Esto debido a
que las condiciones socio-culturales son muy distintas y requieren de
una adaptación y aplicación más profunda que la simple emulación.
Un ejemplo sencillo de esto sería el siguiente: toda la majestuosidad
de Superman volando entre los imponentes rascacielos de Metrópolis
en México se pierde, pues Ixtac (como la ciudad de México) carecen
de estos edificios más no sólo por falta de recursos, sino porque las
condiciones geográficas lo impiden. De aquí parte la reflexión y adap-
tación de De la Torre sobre Superman establecido en México.
Desde la perspectiva de García Canclini el trabajo de Rius se ins-
cribe en la tradición de “guerra de culturas”, mientras que el de De la
222
Torre participa de un proceso de hibridación cultural.87 Uno promue-
ve un estado de parálisis88 y el otro de movilidad
Conrado de la Torre quiso mantener un cómic ingenioso, jocoso e
irreverente que educara a la vez que entretuviera para evitar aburrir al
lector con sermones directos y solemnes sobre la política, moral, jus-
ticia o democracia; pero paradójicamente, hizo de él una obra muy
compleja para el lector no entrenado; De la Torre estableció un código
semántico y estilístico en donde imperó la referencia simple e irónica
tanto de la alta cultura como la de masas, de la contracultura como
de la contra-contracultura, de la popular como de la tradicional, na-
cional como internacional, o en pocas palabras, a la cultura híbrida
mexicana. Me atrevo a decir que el discurso de Chanoc escrito por
De la Torre puede verse como la cultura pop hablando de la cultura
pop a través de la cultura pop, algo que los Simpsons hicieron 20 años
después y les fue muy aplaudido.
Así pues, una de las grandes bondades del Chanoc se puede en-
contrar en los distintos discursos que De Lucenay, Zapiáin y De la To-
rre le imprimieron. Discursos que recopilan tres distintos momentos
culturales del México posrevolucionario; finales de los años cincuen-
ta, de los años sesenta y setenta, que son también, tres diferentes
maneras de abordar el problema de la modernidad y posmodernidad
(en el caso de De la Torre); pero que, al igual que sus personajes, no
pretende dar una solución o lección moral sino simplemente hacer
un apunte o comentario basado en una reflexión crítica a través de
las posibilidades que ofrecía la narrativa gráfica mexicana desde lo
que se consideró su época de plata hasta el ocaso de su popularidad.
Referencias bibliográficas
223
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225
10. Rincones de ensimismamiento en la novela gráfica
Ana Merino
227
problemáticos de la vida. Por ejemplo se aprecia el trastorno cerebral
del alzheimer que asedia a Vladek en diferentes momentos de las pá-
ginas finales. En una de la última visita de Art a su padre para recoger
datos de sus memorias, Mala, la segunda esposa de Vladek, le explica
a Art que algo no marcha bien con su padre. Por lo visto Vladek em-
pieza a confundirse, y así Mala le cuenta cómo la semana anterior se
había perdido al volver de hacer un simple recado en el banco: “He
gets confused. Last week he went to his bank and actually got lost on
the way home!”. Art al entrar en el dormitorio de su padre le encuen-
tra descansando y sorprendido de verle: “Come and sit. I’m surprised
to See you!”. Art se extraña de su sorpresa y le recuerda que le había
llamado el día anterior para decirle que venía a verle: “Huh? Why? I
Said I was coming when I phoned you yesterday”. Pero Vladek no lo
recuerda “You phoned? I don’t remember…”. Art está visitando a su
padre con la intención de grabarle otra vez para su proyecto, y quiere
saber lo qué le ocurrió a su padre al final de la guerra. Vladek sí puede
recordar esa parte y se la relata con minuciosidad. Lo hace tumbado
en la cama porque está enfermo y agotado. Termina todo el relato y
decide parar y le explica a Art que ya está cansado, que no haga más
preguntas, que ya ha contado suficientes historias. Vladek vuelve a su
estado brumoso donde la memoria le juega una mala pasada y con-
funde a Art con Richieu, el hijo que había muerto muchos años atrás
a manos de los nazis: “I’m tired from talking, Richieu, and it’s enough
stories for now…”. La bruma del azheimer se apodera de la memoria
de Vladek anulando su realidad cotidiana.
El Alzheimer será el eje temático de “Arrugas” la novela gráfica
del valenciano Paco Roca que le valió en 2008 el Premio Nacional del
Cómic en España. Esta no es una enfermedad nueva en el contexto
narrativo de la cultura española. Luis Buñuel en su libro “Mi último
suspiro”, que narra los recuerdos vitales del cineasta, comienza pre-
cisamente reflexionando sobre la memoria y cómo perderla significa
la muerte: “Hay que haber empezado a perder la memoria, aunque
sea sólo a retazos, para darse cuenta de que esta memoria es lo que
constituye toda nuestra vida. Una vida sin memoria no sería vida […]
Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra ac-
ción, nuestro sentimiento. Sin ella no somos nada”. Su madre, a la que
describe en esos últimos años de vida asolada por el Alzheimer es el
referente que articula desde la intimidad más honda el arranque na-
rrativo y existencial. El Alzheimer va desdibujando el tiempo hasta bo-
rrar todos los instantes vividos. Esos olvidos desorientan a la persona
que lo padece sumergiéndola en episodios de su pasado mientras su
cerebro trata de buscar la lógica interna que se acomode a cada nueva
realidad que sienten. Así en diferentes momentos del avance de esta
enfermedad confundirán presente y pasado hasta que el pasado tanto
remoto como cercano de cada instante vivido se diluya en el olvido
perpetuo. Paco Roca construye una historia gráfica que ahonda en
228
la confusa realidad de los que padecen Alzheimer. La representación
a viñetas le permite jugar con los tiempos de la memoria y combi-
nar los diferentes periodos por los que va pasando el enfermo. Al co-
mienzo de la novela gráfica el protagonista llamado Emilio cree que
todavía está trabajando en el banco y confunde a su hijo y a su nuera
con dos clientes que van a pedir un préstamo. Desde una posición de
autoridad imaginaria les niega el crédito al concluir que no están cua-
lificados. Sin embargo para sorpresa de los lectores, que despiertan
bruscamente de dicha ilusión al igual que Emilio, el mundo cambia
en una nueva viñeta que situará al banquero prestamista frente a un
plato de sopa que se está quedando fría. Su hijo le recrimina el olvido
y la imposibilidad de la convivencia cuando los episodios de demen-
cia cada vez más seguidos hacen que todo se confunda y ni siquiera
le reconozca. Pero el personaje de Emilio no es consciente: dentro del
olvido hay un ovillo múltiple de olvidos que se suman y configuran un
desalentador panorama. Paco Roca en “Arrugas” balancea la energía
de un guión cuidadosamente detallado con la serenidad de un dibujo
estático. La trama de esta novela gráfica girará en torno al personaje
de Emilio y las aristas amargas de la demencia que asedia su vejez.
Emilio a sus setenta y dos años tiene que renunciar a su vida cotidia-
na e independiente para irse a una residencia de ancianos en donde
compartirá habitación con un hombre peculiar llamado Miguel. Emi-
lio tratará de aferrarse a los recuerdos en ese nuevo espacio rodeado
de hombres y mujeres que viven la vejez de distintas formas. Miguel
su compañero de habitación, un hombre afable y algo timorato que
no sufre de demencia, trata de ser su consejero y le ayuda manejarse
en el nuevo lugar.
Así vemos cómo la llegada a la residencia estará impregnada de
amargura para Emilio. Mientras la encargada del centro le explica a su
hijo las comodidades que tendrá en esta residencia, él espera en el pa-
sillo. Es entonces cuando su memoria regresa a los penosos instantes
de su primer día de escuela y se dibuja la sensación de miedo que sen-
tía mientras anhelaba estar con su madre. Pero la realidad de su hijo
que conversa en la oficina con la encargada de la residencia es muy
distinta. El joven busca excusas para justificar la distancia que pron-
to se trazará entre ellos dos. Cuando la encargada le reitera que po-
drán venir a visitar a su padre siempre que quiera, el hijo expresa
sus reticentes intenciones aludiendo a las complicaciones de la vida
profesional: “Bueno, verá… estamos muy ocupados con el trabajo y
eso… ¿sabe?/ No creo que podamos venir muy a menudo’’. Además la
despedida de ambos es humillante porque su hijo le habla con con-
descendencia, y lo trata como si fuese un niño al que le dejan en la
escuela en vez de su padre: “Aquí te lo vas a pasar muy bien con otros
abuelitos como tú”. Miguel ha sido testigo de la ridícula escena de des-
pedida entre Emilio y su hijo, y no duda en comentárselo mientras
se presenta y le confirma que compartirán el cuarto: “Es humillante
229
que te traten como a un niño ¿verdad?/ Yo soy, Miguel/ Eres mi nue-
vo compañero de habitación”. A partir de ese momento la trama se
construye a través de Miguel que le presenta a Emilio la dinámica
de un grupo coral de personajes, tocados en muchos casos por en-
fermedades degenerativas de la vejez. Dará sentido a los gestos de
algunos personajes, como es el caso de Juan, que era locutor de radio,
pero en su deterioro mental “ahora solo repite lo que oye”. Un primer
aspecto que Miguel le resalta del lugar a Emilio, es la distribución ar-
quitectónica de los espacios y lo que implican para sus habitantes: “La
residencia tiene dos pisos, en el inferior, en el que estamos están los
válidos. Es decir, los que, más o menos, podemos valernos por noso-
tros mismos”. Hay entonces dos mundos en esa residencia, el de los
que más o menos pueden valerse por sí mismos y el de los que no pue-
den. Miguel define cada lugar con naturalidad y mucha sinceridad. “A
casi todos los que estamos aquí nos funciona la cabeza. No tan bien
como antes pero podemos razonar un poco”. El espacio de los que
todavía razonan es frágil, pero les permite interactuar con libertad.
Está la sala de la televisión encendida en un canal de documentales
de animales que a nadie le interesa, y el salón sin televisión donde los
ancianos se reúnen y dormitan en sus sillas.
Cuando Emilio pregunta por la escalera que lleva al segundo piso,
Miguel le explica que es el piso de los asistidos: “Allí arriba va a parar
los que ya no pueden valerse por sí mismos…los que han perdido la
razón, los que tienen algún tipo de demencia, como alzheimer…”. Mi-
guel expresa su miedo y tristeza: “No me gustaría acabar ahí arriba”. Y
decide no enseñársela porque le deprime subir allí, porque en ese piso
habita el lado más triste de la vejez. Paco Roca termina la página con
una viñeta en la que vemos a un Emilio silencioso contemplar con tris-
teza el tramo de esas escaleras, intuyendo en ellas su propio destino.
¿Qué le llevó a Paco Roca a interesarse por un tema tan doloroso
y complejo como representar la vejez en plena decadencia? La res-
puesta del autor queda recogida en un texto que incorpora en las pá-
ginas finales de su libro y en su página web, en el que reflexiona sobre
la fisonomía del tiempo en el rostro de las personas. Uno se parece a
sus progenitores y las diferentes edades por las que van pasando: “Mi
reflejo empieza a parecerse a mi padre y mi padre se parece ya a la
imagen que recuerdo de mi abuelo” (s/n). Paco Roca marcado por esa
transformación la extrapola a la vida de sus amigos que le narran con
ironía amarga las desventuradas anécdotas que rodean la senectud
de sus progenitores: “Con risa amarga mi amigo me cuenta las idas de
cabeza de sus padre. Divertidas todas si no fuesen la inevitable de-
cadencia final de una persona que siempre me infundió respeto”
(s/n). Nos hace descubrir un tema vital y cotidiano, la familiaridad
del paso del tiempo y lo compleja que resulta asumir la decaden-
cia de la mente cuando se transforma en olvido perpetuo. Sorprende lo
efectivo que puede ser el cómic a la hora de narrar esas transformacio-
230
nes del ser humano. La maestría y delicadeza con la que recoge las
dimensiones de la vejez y construye una trama intensa basada en
las relaciones cotidianas de un grupo de personas mayores que asu-
men las aristas de su decrepitud como internos en una residencia.
La literatura ha sabido jugar con la esencia de las enfermedades y el
tiempo, “La montaña mágica” de Thomas Mann combinaba esos ele-
mentos ambientándolos en el Sanatorio Internacional Berghof donde
el joven Hans Castorp llega para visitar a su primo durante tres sema-
nas. Sin embargo su visita se transformará en una experiencia vital
que le absorbe e integra en la rutina de la convalecencia. Paco Roca en
su caso reproduce un abanico de intensos personajes que navegan a
la deriva de su propia vejez conviviendo con el tiempo en una residen-
cia de ancianos donde les tratan como si fuesen niños. La señora Sol
por ejemplo en su demencia senil vive anhelando poder llamar por
teléfono a sus hijos desde la recepción para que vengan a recogerla.
Les cuenta a Miguel y a Emilio cuando se cruza con ellos en el pasillo,
que tiene que llamar a sus hijos, para que vengan a recogerla porque
ya está bien. Sin embargo Miguel sabe que no es así, que la señora Sol
convive con pequeños lapsos de lucidez que le hacen desear regresar
al hogar con sus hijos: “Nunca llama. ¡ Je,je!. Cuando llegue a recepción
ya no se acordará de a qué ha ido. Se pasa el día yendo y viniendo”.
Por otra parte está la señora Rosario que como bien le explica Miguel
a Emilio cuando se la presenta, “se pasa el día mirando por la venta-
na” porque “cree que viaja en el Orient Express camino de Estambul”.
Además está la pareja de Dolores y Modesto que muestran sin querer
la cruda realidad del alzheimer a Emilio, ya que Modesto está absor-
bido por la enfermedad mientras que su esposa Dolores le cuida con
cariño. Cuando Emilio le pregunta a Miguel qué es lo que le sucede
a Modesto, éste le explicará a su amigo que tiene “el largo adiós”, la
forma metafórica de decir que tiene alzheimer: “El pobre ya no sabe
dónde está/Cualquier día se lo llevan al piso de arriba”.
Otro personaje tocado por el ensimismamiento es Félix, el cual
sentado en una butaca parece sumergido en otra realidad que sus
compañeros de residencia no saben discernir. Las viñetas de Paco
Roca, nos muestran sin embargo la escenografía del lejano rincón de
los pensamientos de Félix, donde se ve a sí mismo joven y vestido
de soldado en un fuerte militar del norte de África muchas décadas
atrás. Cada personaje absorto tiene su propia escenografía dibujada
que contrasta con la realidad de la residencia. Rosario se ve joven sen-
tada en un tren, Modesto en lo más hondo de sus pensamientos se
ve así mismo de niño jugando con una Dolores niña en lo alto de un
campanario.
Un día durante la cena, Emilio se dará cuenta con horror de que
está tomando la misma medicación que Modesto. Las dos siguientes
páginas representan la conversación entre Emilio y el doctor expli-
cándole la realidad de su enfermedad:
231
El Alzheimer es una forma de demencia senil. La demencia senil
es la pérdida de las funciones mentales, memoria, lenguaje, capa-
cidad de razonar… se altera la conducta y la vida social/ Y lo de
senil se usa porque suele ser más habitual en edades avanzadas, es
muy característica la pérdida de la memoria reciente, sin embargo
la memoria pasada sigue funcionando bien. En parte es por eso por
lo que los mayores hablan sólo del pasado.
232
y oscuros. El ritmo de las viñetas está marcado por la búsqueda de
una cura imposible que ayude Jean-Christophe a sacar los monstruos
internos que lo obligan a retorcerse con terribles espasmos convul-
sos. Así dibuja David B. el infierno que vive su hermano. Lo mira con
tristeza, lo ve indefenso frente a médicos y psiquiatras que quieren
experimentar con él, con el alma de ese niño cada vez más frágil. Un
niño poseído por dragones serpenteantes que se enroscan y atormen-
tan su existencia varias veces al día.
David al igual que Gallardo siente la rabia de la incomprensión de
las personas que les rodean y ven a su hermano como un ser diferente
y problemático. Estos cómics enriquecen el género y ofrecen nuevas
texturas de representación donde el pensamiento y la narración se
desmenuzan otorgándole un aliento distinto a las imágenes. A veces
el ensimismamiento se funde en el olvido de la vejez, en la profun-
didad de una niñez eterna o con la fragilidad de los largos instantes
llenos de ausencias convulsas. Estos cómics se atreven a evocar es-
pacios mentales paralelos a la realidad pero que también redefinen
nuestra propia existencia cotidiana.
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Web de autores <http://www.miguel-gallardo.com/home.html>
<http://www.pacoroca.com>
233
III. Creadoras
11. — Y tú, ¿qué eres?
— Pintamonas
Carla Berrocal
Recoge tu habitación.
Esto parece una leonera.
Mi padre
Prólogo
E l criterio señalado para esta publicación prefiere “historieta” a “cómic”. Supongo que
a estas alturas del libro ya está todo más que explicado, pero me gustaría expresar mi
opinión al respecto.
Como autora que forma parte de la industria de la historieta creo que, a pesar de que
“cómic” es una palabra de origen anglosajón con ciertas connotaciones humorísticas, es un
término que con el tiempo se ha adaptado perfectamente a la lengua castellana. El “humor”
del término se ha perdido.
Defiendo la seriedad de esta palabra en competencia con las nuevas que tratan de dar-
le seriedad y snobismo a través de un marketing salvaje, como puede ser: novela gráfica.
Todo “cómic”, “historieta”, “tebeo”,1 “fumetti”… es novela gráfica, este género no existe en sí
mismo, si no que es una forma elegante de decir tebeo. Pretendemos (me incluyo) darle se-
riedad a un medio a través de un nombre, cuando, el medio por sí mismo ya debe de tener el
respeto que se merece independientemente de la “etiqueta” que le pongamos. Los autores se
acomplejan al decir que dibujan historietas, suena mejor decir que están dibujando una “no-
vela gráfica”. Liberémonos de las palabras. Demostremos el valor de este lenguaje creando.
1 En las siguientes notas pondré el significado de la palabra marcada en España con respecto a México.
1 “tbo” era una revista española de historietas. Con el tiempo la gente para referirse a los cómics empezó a decir “tebeo” y la
237
Introducción
2 En España una papelería es una tienda de productos de oficina y normalmente suele tener
un apartado de prensa y revistas.
3 Quiosco en España es una tienda especializada en prensa diaria, revistas e historietas.
4 Casa, puesto o lugar donde se venden al público cualquier clase de artículos de comercio al
por menor.
5 La selectividad es la prueba de acceso que se hace para entrar en la universidad.
238
toria, pero de pronto oí a mi madre hablar sobre las “Escuelas de Artes
y Oficios” que ella conoció en Chile: “Si allí hay de eso, seguro que en
España también existen”. Gracias a la oportuna ocurrencia de mi ma-
dre, acabé estudiando ilustración y un año después, la diplomatura de
Diseño Gráfico. Así empezó todo.
Hay autores que buscan la perfección gráfica, dibujar bien los coches,
los edificios, dotar del máximo realismo a sus personajes, movimien-
tos y gestos. Hay autores que buscan esa misma perfección con his-
239
torias de género, de acción de evasión. Pero hay otros, quizás una mi-
noría, que empieza a crecer con más fuerza debido a que sus lectores
han madurado, que quieren narrar bien sus historias, sin importar el
realismo de sus dibujos, abstrayendo esas formas para conseguir un
estilo personal, sin referencias reales y procurando, además, trabajar
su guión para transmitir alguna reflexión interesante al lector. En ese
grupo es en el que me siento más cómoda.
Al principio buscaba pura entretención. Sin más ánimo que con-
tar una buena historia de género con un estilo más o menos personal.
Pero, a medida que he madurado creo que lo más importante de una
historieta es un guión que, combinado con una narración de corte ex-
perimental puede conseguir que el lector quede impactado. Es como
cuando ves una película de Bruce Willis y piensas “no está mal, es
divertida, hay tiros y explosiones, hay acción…” pero no transciende
eso. Busco lo que busca una película de corte independiente, dejar al
espectador pensando un buen rato después de verla, que diga “¿Qué
ha querido decir con esto?”, que reflexione, que quede realmente im-
pactado y además, intentar experimentar plásticamente, combinan-
do técnicas, colores y formas narrativas que ayuden al dramatismo
de la historia. Quizás es ambicioso, no lo niego, pero sin esa ambición
por transgredir e intentar cambiar algo que lleva siendo muchos años
igual no hay valor artístico y es en ese delicado punto de altura don-
de creo que los autores deberían de moverse. Con esto no desprecio
ni minusvaloro el trabajo de otros autores, cada uno se mueve en lo
que se siente cómodo y satisfecho y cada ilustrador valora sus prio-
ridades de acuerdo a lo que busca cuando trabaja en una historieta.
Mi respuesta a qué busco es tratar de romper el medio en el que me
encuentro. Si lo he conseguido o no deberán juzgarlo los lectores, que
al fin y al cabo son los que deciden.
Influencias
240
en el que demuestra maestría y pasión por su oficio. Lo más destaca-
ble de este autor americano es su capacidad de síntesis y elipsis en
cada viñeta, lo que le convierte en un narrador muy interesante. Para
mí, es un clásico.
Hugo Pratt es la poesía. Creo que el personaje de Corto Maltés es
inolvidable. Algunos lo tachan de historietas “adolescentes”. No creo
que en ese término entre el personaje de Pratt. En una primera lectura
puede parecerlo, pero Maltés es la poesía dentro de la narración grá-
fica. El autor italiano supo dar a su personaje todo tipo de sutilezas
líricas, además de aventuras y algunos diálogos sobresalientes. No le
importaba tanto lucirse en sus dibujos, como transmitir la historia a
sus lectores. Es más, es curioso que en los libros de Pratt apenas hay
viñetas con planos enteros del personaje, abundan los planos medios
y los medios cortos, pero como lector no le das importancia, porque
su narrativa se desenvuelve de forma sutil y capta tu atención lo sufi-
ciente como para hacerte olvidar el resto.
También siento verdadera admiración por el trabajo de la “escue-
la” francesa de L’Association como Sfar o Trondheim, también del suizo
Frederik Peeters, y Robert Crumb, Gipi, Sam Hiti, Craigh Thompson…
241
“Big Culo Day” una propuesta en la que recogen viñetas en las que
aparezcan grandes caderas de féminas bien dotadas. Puede parecer
una gamberrada sin importancia, pero ¿por qué se celebra? ¿por qué
se hacen constantes referencias a bromas sexuales de carácter abso-
lutamente masculino? He visto miles de bromas sórdidas sobre la su-
puesta homosexualidad de algunos personajes de historietas. Bueno
¿y qué? ¿qué tiene de malo que Batman y Robin sean amantes? Ali-
mentan bromas homófobas y machistas a las que nunca he encontra-
do gracia y curiosamente son algunos de los blogs más visitados por
los lectores españoles. Entonces ¿estamos ante un sector igualitario
o descompensado?
He oído decir muy a menudo y por muchas compañeras, que el
mundo del cómic no es machista y no estoy de acuerdo. Lo es, pero
por una sencilla razón y es que se estamos rodeados de ellos. Son ellos
los que manejan los hilos editoriales, las publicaciones, los dibujos
y los guiones. Esto no está unido a que nos traten mal, o que sea una
profesión en la que seamos poco valoradas, pero es un hecho que per-
manecemos en un sector en el que no somos la misma cantidad de
hombres que de mujeres y eso refleja, en cierta medida, una carencia
importante que debería cambiar con el tiempo.
Proceso de trabajo
242
es verdad, porque pueden producirse ciertas incoherencias dentro de
la historia. Para que esto no se produzca suelo revisar varias veces
el trabajo en conjunto, apunto algunas correcciones y continúo. En
concreto, en este trabajo tan voluminoso, he procurado seguir todas
las recomendaciones de mis colegas, pero al mismo tiempo me doy
un amplio margen de libertad que me permita crear más a gusto.
Otro ejemplo de esta forma de trabajar es que no doy mucho detalle
a mis planificaciones de página. Hay autores que trabajan mucho esta
parte, yo la trabajo menos, sin embargo procuro darle importancia a
la composición de página y finalmente, cuando lo paso al papel, sé
dónde va cada viñeta, cada plano, pero al no dar detalles no me da
la sensación de estar repitiendo una y otra vez el mismo dibujo. Lo
hago así por mi inestabilidad creativa y por mi amor al azar. Conozco
otros métodos de trabajo muchísimo más profundos y sesudos que el
mío, mucho mejores, tal vez, pero es la única manera en la que creo
que funciono mejor. Sin esa libertad sería imposible que hiciera bien
una historieta, sería imposible que funcionara y lo peor de todo es
que creo que me ha llevado bastantes años entenderlo y aprender a
disfrutarlo. Soy demasiado impaciente, qué le voy a hacer.
Respecto a las técnicas, me gusta variar, volver a esa sensación in-
fantil de mancharte los dedos, de tocar y sentir lo que estás haciendo,
pero también utilizar la parte racional y trabajar algunas cosas más,
saber componer y optimizar el trabajo final. En la novela gráfica he
usado todo tipo de técnicas, de colores y de sensaciones y lo más váli-
do para mí es el simple hecho de haberme “divertido” trabajando. Las
historietas no son mi “trabajo”; yo trabajo ilustrando para agencias de
publicidad, diseñando, pero ellas son más un amor puro. Ahora mis-
mo no me gusta pensar en una como encargo, en cierto modo pierde
su verdadero valor, que para mí es comunicar emociones a través de
una historia. Comunicar, pero lo que yo siento para que el lector pro-
cure sentirlo. Empatía, supongo y también realización artística.
243
eso ya ha quedado demasiado lejos. Vivimos en una época donde lo
cultural es exclusivo y snob, frente a una amplia mayoría que, harta
de los conflictos sociales se esconde tras la banalidad y la ignorancia.
Vivimos en una época donde los atletas son seguidos como salvadores
del mundo, fomentando un absurdo que hace que perdamos lo poco
que nos ha hecho llegar hasta donde estamos: la inteligencia.
A los gobiernos tampoco les interesa en exceso alimentarlo. Es
más fácil controlar a la gente a través de los mass media que si leen:
eso es peligroso. Estamos ante la agonía cultural que, si no fuera por
la lucha de unos pocos, hace tiempo que habría muerto.
Así, el público se divide. Los consumidores que caen bajo las ga-
rras de lo comercial, que normalmente tienen el añadido de su baja
calidad cultural y, los consumidores de lo “diferente”. Pequeños pro-
ductos a pequeña escala que buscan la innovación y la calidad frente
a las ventas. Esto produce dos problemas.
Por un lado el sector del público interesado en lo comercial ataca
a las publicaciones a pequeña escala afirmando su baja calidad técnica
y su público snob. Por otro lado, el lector de cómic alternativo acusa al
comercial de plano y falta de criterio por caer en las redes de las gran-
des estrategias de venta de nombres sonoros y con cierta tradición.
A mí lo único que me disgusta de este público es una cosa: la mofa.
Me da igual lo que el público compre, el público elige lo que quie-
re o lo que quieren que quiera, pero lo que realmente apesta es el eli-
tismo de ciertos grupúsculos que se empeñan en dar un aire elevado
a su producto, cayendo, además, en la moda de la crítica sobre lo que
se debe o no se debe de leer. Como lectora leo lo que me apetece.
Aquello que como dibujante creo que me vaya a aportar algo, pero
me da igual que salga en el periódico. He dejado de leer a muchos au-
tores por su marketing y seguiré haciéndolo, pero sólo por una razón:
llevar la contraria.
No tengo ningún interés en complacer a nadie más que a los lec-
tores. El aura místico que se le da a ciertos dibujantes me apesta. ¿Eres
un buen autor porque has salido en una revista moderna? No. No
eres un buen autor por eso, sólo eres un buen autor si consigues co-
municar a tu público. Esta actitud ocasiona una cosa que me preocu-
pa todavía más: un autor vale más por lo que dicen de él que por el
verdadero análisis de la lectura de su obra. Aparece en medios y en
periódicos, pero ¿realmente esa obra tiene la calidad que se le asigna?
244
Lo primero, una mayor presencia en el ámbito cultural, más ayu-
das económicas a las editoriales, aparecer en los medios de comu-
nicación y en la prensa. Que se fomente por Ley al autor español, al
igual que se hace con el cine de producción española. A lo largo de un
año y en comparación, las obras realizadas por autores autóctonos si-
gue representando un mínimo porcentaje. Para las editoriales es más
factible publicar material extranjero porque se vende mejor y tiene
más proyección, sobre todo ahora que están saliendo tantas películas
basadas en historietas. El autor español, sin embargo, suele pasar por
las librerías sin pena ni gloria.
Recuperar los clásicos de nuestro país. Por fortuna hay un hom-
bre que está luchando mucho en este campo. Su nombre es Joan Na-
varro. A través de la Editorial Glénat España está reeditando material
histórico realizado por autores monumentales como Carlos Giménez,
Fernando Fernández, Manfred Sommer o Purita Campos. Un trabajo
admirable y poco reconocido, por desgracia. Joan Navarro represen-
ta el trabajo duro de recuperar una cultura perdida por los años que
gracias a unas buenas ventas en otras obras, puede seguir editando a
estos autores, tan necesarios en nuestro tiempo.
Dignidad. Quiero decir, reconocimiento laboral. Que nuestro tra-
bajo sea valorado y pagado acorde con nuestro esfuerzo, que como dice
la Ley Española de la Propiedad Intelectual podamos vivir de nuestra
creación, no de las miserias de un modelo de negocio enfermo y en-
clenque, que además parece olvidado por las instituciones culturales.
Educar para valorar. En el colegio no se estudia ni cine, ni historie-
ta. Es curioso cómo el sistema educativo no valora el arte más allá de lo
estrictamente conocido y valorado por los eruditos, quiero decir: litera-
tura y arte (escultura, arquitectura y pintura). Por desgracia nunca tuve
la oportunidad de descubrir las historietas a través de algún profesor.
Con el tiempo se ha ido demostrando el valor educativo de los tebeos y
su facilidad de lectura en comparación con las clases tradicionales. En
España se están realizando algunos experimentos educativos con éxito,
aunque habrá que esperar para ver los resultados.
Espero que las instituciones se involucren y ayuden a este sector
que tanto lo necesita, y deseo que en un futuro no muy lejano cuando
diga que me dedico a dibujar historietas la gente no piense lo mismo
de siempre: …que soy una pintamonas.
245
C reo que no soy muy original pero así fue: dibujo desde que me acuerdo. Me fui incli-
nando por la cuestión humorística influenciada por las lecturas familiares de Rius,
Helioflores, Naranjo, Quino, Fontanarrosa, Shulz y de la revista La Garrapata, mientras que
la colección de Ásterix de los geniales Goscinny y Uderzo, la descubrí yo solita. Se fue ha-
ciendo costumbre expresar mis ideas a través del dibujo, en él vuelco mi visión crítica del
mundo que me rodea. Su realización me produce una combinación de placer, terapia, rebe-
lión, exorcismo, etcétera.
Soy autodidacta, si bien iba a estudiar arte para dedicarme después a la caricatura, el
amor se cruzó en mi camino: me enamoré, me casé muy joven y tuve a mi hijo. A los 21 años
comencé, junto a mi esposo, haciendo ilustración y producción museográfica para la unam,
aunque también solía crear historietas sobre cuestiones políticas y humorísticas para nues-
tro consumo familiar. En el 96, a mis 26 años, mi esposo me convenció para que dibujara
caricatura política profesionalmente, por lo que agradezco mucho su impulso y visión (era yo
tímida sobre mi trabajo). Inicié en la revista El Chamuco (en su primera época, 1996-2000) vol-
cándome en temas políticos y con énfasis en cuestiones de mujeres que no era asunto aten-
dido por un gremio preponderantemente masculino, pero que dicha publicación, editada
por caricaturistas (Rius, Helguera, el Fisgón…), ofrecía mayor libertad para proponer temas.
He sido más historietista que cartonista por lo cerrado de los espacios en diarios, y aun-
que es más difícil hacer historieta que cartón, la primera me parece un vehículo más noble y
con más posibilidades. Sin embargo, he publicado portadas y cartones e ilustrado artículos
en La Jornada (2000-2006), particularmente en los suplementos Masiosare, “La Jornada en
la Economía”, “La Jornada Semanal” y “Triple Jornada”. En 2001 participé en Uno más Uno
como cartonista; de 2001 a 2004 colaboré en Milenio (ciudad de México) y Milenio Diario
de Monterrey, cabe destacar que en estos diarios fue en donde más trabajo personal me
publicaron: historieta a plana entera, tira cómica, ilustración, etcétera. Sin embargo, no hay
permanencia pues ésta depende del gusto editorial y éste, como se sabe, vive pendiente de
que los temas no socaben el sistema ni propicien la salida de publicidad. Actualmente, los
247
blogs están facilitando la autopublicación que permite superar esa de-
pendencia con lo que se favorece una mayor autenticidad en los pro-
yectos creativos. Por eso fundé el mío: http://purasevas.blogspot.com
Situación que tiene sus pro y sus contras, pero dos grandes virtudes:
una decide qué publicar, y no hay censura.
Mi historieta Puras Evas nació en 2001 y la he realizado desde
entonces como un espacio para tratar todos los temas habidos y por
haber desde el punto de vista de una mujer. En ese momento tenía
ya cinco años publicando historieta política y de género, por lo que
decidí que era hora de darle un nombre a la serie. Aunque yo soy más
del tipo de Lilith, el título de la serie con el nombre de Eva, es una
respuesta a la imagen de la mujer en la biblia: ella, la maligna, la gran
culpable de “la caída del hombre”, acarreadora de nuestra desgracia
Imagen III. 1. Puras Evas 1a con su desobediencia al hombre y a dios (mega sic). Imagen inserta-
Fuente: www.purasevas.blogspot.com da en los genes de nuestra sociedad por una iglesia corrupta. En sus
inicios dibujé la serie en blanco y negro, en capítulos de una página;
ahora la elaboro en capítulos de varias páginas –según el tema que
trate– y a color. Mi Puras Evas más personal es el capítulo “Una vida
sin dios”, que es una especie de narración vital de mi paracatolicismo.
En la primera Puras Evas, titulada “Somos todo, menos esto”, expreso
mi punto de vista sobre lo que somos las mujeres... Al tratarse de mi
serie favorita de historietas, le he dado su nombre a mi blog.
En 10 años de dibujar Puras Evas, las cosas no han cambiado gran
cosa a favor de los derechos de las mujeres, y a cada paso –como lo
es la interrupción legal del embarazo en la Ciudad de México– se dan
varios atrás, por ejemplo, las reformas antiaborto en más de 18 estados
Imagen III. 2. Puras Evas 1b del país. Las políticas públicas siguen afectando nuestras vidas al de-
Fuente: www.purasevas.blogspot.com cidir sobre estilos de ídem, por lo que desde luego son más los asuntos
de género que trato en la serie. En México no tenemos las mujeres las
mismas oportunidades de desarrollo ni en el ámbito privado ni en el
público, y las cifras de violencia doméstica, de género, o las de la lla-
mada feminización de la pobreza –por mencionar algunas– aumentan
cada año. Para transformar una sociedad tenemos que transformar-
nos primero en lo individual; será necesario que las mujeres reconoz-
camos nuestro femenino machismo también, pues somos parte del
problema debiendo ser parte de la solución, y aunque sé que no cam-
biaré el mundo, es tonificante la práctica de exorcizar a pincelazos y
plumillazos a algunos demonios sociales, que aquí sobran.
La historieta es un medio con un gran poder –el de la imagen, en
un país en donde no se lee– para transmitir conocimiento –del incó-
Imagen III. 3. Puras Evas 1c modo al stablishment, sobre todo–, y al tocarme nacer con el amor al
Fuente: www.purasevas.blogspot.com dibujo, al humor y a la crítica en un país con una cultura machista tan
arraigada como lo es mi México amado, me parece que vamos a tener
Puras Evas por un buen rato.
Como buen país latino, en México tenemos una cultura machista
muy arraigada que se apuntala y refuerza en los medios (electróni-
248
cos e impresos), y como esta tara cultural afecta nuestro desarrollo
como sociedad, hago mi trabajo con la intención de que esta crítica
sana nos ayude a todos y todas a hacer una reflexión respecto sobre
qué tanto contribuimos a que estos frenos continúen (también hay
machismo entre nosotras, a veces inconsciente –por la cuestión edu-
cativa– y a veces muy consciente, para avanzar complaciendo al sta-
blishment, sobre todo en política). Curiosamente hay quien me perci-
be como una feminista ultra (?), cuando considero importante hacer
una crítica hacia hombres y mujeres por igual. Yo no creo en el ideal
amazónico ni creo en la superioridad femenina. Sigo viviendo mi vo-
cación, aunque sí es muy difícil porque es necesario derribar barreras
añejas pero, afortunadamente, cuento con el apoyo absoluto de mi
esposo, de mi hijo y de la familia que también me hace fuerte en este
nadar contra la corriente, pues la cuestión cultural pesa.
Dedicarte como mujer a hacer humor a costillas del poder no es
bien visto: acá se nos educa a servir al otro, a ser para el otro, y a ser
solemnes, incluso. La caricatura es un género incómodo por natura-
leza, subversivo. Entonces, es muy difícil mantener un espacio por la
renuencia de los medios hacia el humor femenino. No es la calidad,
sino ir contra el sistema, no sólo el político. Ser mujer y dedicarte a
esto se traduce en tener los espacios por corto tiempo, en que te pa- Imagen III. 4. Interrupción embarazo
guen menos, en que no tengas contrato ni prestaciones, en que te pro- Fuente: www.purasevas.blogspot.com
249
Tengo la fortuna de ser invitada constantemente a participar en
eventos internacionales, en 2009 me invitaron a cerca de doce expo-
siciones, y en 2010 la cuenta inició en Francia y Suiza. Como dice
el refrán, “nadie es profeta en su tierra”, y todavía falta un poco para
que aquí se nos reconozca a las caricaturistas en lo profesional y en
lo laboral y tengamos los mismos derechos laborales que nuestros
colegas varones como el disfrutar entre otros, de un espacio perma-
nente en los diarios.
En mi trabajo se puede ver la inequidad social de todo signo,
el machismo, el amor, el sexo, la soledad, la muerte, la ciencia-fic-
ción…y hasta el fútbol soccer aparece en las páginas de mi visión
humorística. Una veta interesante de mi trabajo ha sido la partici-
pación en campañas como la organizada por unicef en la cual creé
una historieta de 16 páginas sobre emigración adolescente a eua:
guión, personajes, diseño e ilustración realizada a color, cuadernillo
tamaño carta. Se distribuyó a ambos lados de la frontera, y basada
en este guión se realizó una radionovela en Radio Educación (df).
Igual, con Oxfam México participé en una campaña contra el cam-
bio climático rumbo a Copenhague 2009, con la serie de cartones
“Anticlimático” a color, publicados en su sitio oficial y en el suple-
mento La Jornada del Campo.
Con Greenpeace México, para su campaña de Energía Limpia,
colaboré con cartones para el diario (R)evolución, y con otros a color
para las campañas de transgénicos, cambio climático y otras, publica-
dos en su sitio oficial y editados en el mencionado diario y en su revis-
ta gpmx. Otra experiencia importante fue la creación de “La Píldora”,
historieta de cuatro páginas a color sobre la píldora anticonceptiva
y su relación con México, publicada por la revista El Chamuco y que,
con su guión, se crearon cápsulas informativas en Radio Tepoztlán,
a invitación del maestro Eduardo del Río Rius. La lista sigue y espero
seguir por ese camino. En un país como el nuestro, considero impor-
tante aprovechar el humor como medio de divulgación de temas de
importancia general, referidos a la salud, sexualidad, recursos natura-
les y similares.
La historieta en México está en crisis, no por falta de talentos
sino de espacios. Los diarios han cerrado los suplementos de humor,
prácticamente no publican sino algunas tiras cómicas. Yo soy colabo-
radora de la revista El Chamuco –de sátira política y netamente oposi-
tora– que se ha mantenido desde el 2007 (ahora en su segunda época)
a pesar de la crisis editorial, y es la única en su tipo, de circulación
Imagen III. 5. Píldora nacional. La revista la fundaron y dirigen moneros importantes del
Fuente: www.purasevas.blogspot.com gremio mexicano por lo que me han publicado sin censura cuanto
tema les he propuesto, sin importar nuestras diferencias políticas o
personales, cosa que les reconozco y agradezco. No es fácil encontrar
libertad para los temas que trato en la prensa mexicana, entonces pu-
blico historieta en la revista y he dejado un tanto de lado la caricatu-
250
ra; cuando hago cartones para las exposiciones internacionales suelo
publicarlos en el sitio web CartónClub, que ha creado y dirige el colega
cubano-mexicano Boligán.
¿Por qué me gusta este oficio que impone lidiar con el dibujo y
la palabra? Porque me parece una profesión libertaria, con un fuerte
compromiso social que obliga, según lo entiendo, a comprometerse
con la verdad, con la libertad, con la equidad y con la justicia. Si se
trata de la caricatura política, se requiere empatía con la sociedad en
que se vive y decisión para no perpetuar los prejuicios ni incitar a la
formación de nuevos.
Por otro lado, el trabajo humorístico es, paradójicamente, cosa
seria. Una se divierte bastante y sirve de catarsis, pero al mismo tiem-
po se tiene una gran carga de responsabilidad pues siento que a quie-
nes andamos por ese camino nos toca ser la voz de la reflexión que
invite al lector o lectora a enriquecer su punto de vista, sin incitar al
odio o a la descalificación fácil. No es sencillo. Por su parte, la cari-
catura política es, por naturaleza, un género incómodo que juega un
papel importante como válvula de escape, ante las sinrazones con las
que debemos lidiar diariamente.
Personalmente, valoro más las ideas que el propio dibujo. Y con
respecto al debate que se suscita en el gremio sobre el humor, a mí me
parece más importante la crítica que el humor en sí: que sea válida
(la crítica), aún cuando el cartón (tira, historieta, etc.) pudiera ser no
tan chistoso. Donde quizás la mayoría concordemos, es que el esti-
lo es fundamental porque es lo que hace único a un trabajo, y se va
desarrollando con el tiempo. Algunos afortunados logran desarrollar
varios estilos, pero no es común.
A propósito del estilo, me han señalado que mi “sello inconfundi-
ble”, mi firma por así decirlo, está constituido principalmente por las
bocas que salen de los rostros de las y los personajes y la tipografía.
Sobre la manera en que me gusta dibujar las bocas –ha sido la pre-
gunta obligada desde hace tiempo–, aclaro que más que una cuestión
freudiana –con aquello de los labios y nuestro sexo femenino–, es so-
cial. Mis monas y monos, tienen esa necesidad de decir, decir y seguir
diciendo cosas. Por esto, poco a poco sus labios fueron extendiéndose
por todo su rostro hasta desbordarlo rotundamente.
Sobre la tipografía, si bien ha sido uno de mis sellos distintivos,
ahora que en 2010 he cambiado la técnica a pincel y acrílicos, la aplico
sólo en los títulos de las historietas, en textos especiales y, desde lue-
go, en mi firma. Sobre las técnicas digitales, aún no he sentido la ne-
cesidad de utilizarlas en mi trabajo, pues sigo disfrutando hacer mis
dibujos con medios naturales y sobre todo, me gusta tener originales.
Tampoco me parece que exista base para debatir sobre las técnicas, Imagen III. 6. Selfcaricature
pues no puede hablarse de superioridad de una sobre las otras; me Fuente: www.purasevas.blogspot.com
251
Tuve un magnífico 2010, con cerca de diez exposiciones en el ex-
tranjero –invitaciones de Cartooning for Peace/Dessins pour la Paix,
y de distintos salones de humor en Latinoamérica y Europa–, comple-
mentadas con participaciones en dos libros europeos y encuentros de
historieta y exposiciones en México. Igual, he recibido dos invitacio-
nes: la primera, a exponer individualmente en la Comisión de Dere-
chos Humanos del df, y la segunda, desde Nueva York, a integrarme
al grupo de cartonistas de la sección World Ink del portal Dscriber, en
donde estoy publicando desde diciembre.
252
IV. Reseña
13. La historieta: entre el arte, el oficio
y la cultura de masas
1 Pero sí se emplea como formato expresivo de temas históricos, tal el caso de la publicación de El Colegio de México, la pres-
tigiosa institución que este 2010 cumplió 70 años de vida y que festejó este acontecimiento publicando, entre otras aporta-
ciones importantes, la Nueva historia mínima de México, en formato de historieta para ampliar la gama de lectores a niños y
jóvenes; si bien la edición clásica lleva vendidos siete millones de ejemplares, 15 traducciones y una versión en braille.
255
no en donde las botas militares retumban en su marcha destructiva
de personas, instituciones y esperanzas.2
Construido en dos partes y siete capítulos, el contenido se abre
con un antecedente indispensable: los años dorados. Época que incluye
“las décadas del cuarenta y cincuenta [donde] la historieta no sólo se
posiciona como un producto masivo en la industria de cultura, sino que
consigue conformar su público, consolidar su sistema profesional, im-
poner una ideología y definir una estética gráfica propia.” Se destaca el
salto de la serie de entregas continuadas al álbum de historietas, cam-
bio que buscaba captar el interés de lectores de mayor capacidad eco-
nómica presentándoles ediciones más cuidadas de historias completas
y, también, para enfrentar la competencia externa representada por
las historietas de Editorial Novaro3 de México, situación que encauza
un esfuerzo por reivindicar la producción nacional y reforzar una línea
representativa de la “idiosincrasia nacional”. En esta etapa se precisa
la importancia del guionista Héctor Germán Oesterheld, creador de El
Eternauta4 y de la editorial Frontera; el proceso de la configuración pro-
fesional de historietista mediante la relación estrecha entre maestros y
aprendices que configuran un particular modo de producción que re-
percute en el tipo de reclutamiento de dibujantes y guionistas; el papel
Imagen IV. 1. El oficio de las viñetas. La industria de la de publicaciones como Dibujantes (revista informativa y de orientación)
historieta argentina y, particularmente, de la Escuela Panamericana de Arte en la formación
Fuente: Laura Vazquez, El oficio de las viñetas, Paidós, 2010 profesional de dibujantes; y, la importancia de desarrollar una técnica
2 El 12 de octubre de 1963 Arturo Umberto Illia de la Unión Cívica Radical del Pueblo asumió
la presidencia del país, el 28 de junio de 1966 es derrocado por militares liderado por el gene-
ral Juan Carlos Onganía que lo sustituye en el poder y a quien le siguen los generales Levings-
ton y Lanusse. El descontento obrero y estudiantil crece y se generaliza, el 29 de mayo de
1969 en la ciudad de Córdoba, miles de obreros de las fábricas automotrices abandonan sus
tareas y se dirigen al centro de la ciudad, se suman estudiantes, se los reprime, esta protesta
es conocida por el Cordobazo y tuvo un efecto multiplicador de manfiestaciones violentas
contra el gobierno miliar y la burocracia sindical. El triunvirato militar decide llamar a elec-
ciones con la participación del proscripto peronismo, pero sin Perón. El 25 de mayo de 1973,
Héctor José Cámpora asume la presidencia; el 20 de junio regresa Juan Domingo Perón de
su exilio en España, una multitud lo recibe en el aeropuerto de Ezeiza donde se produce un
encuentro cruento entre los sectores peronistas de izquierda contra los de derecha. Cámpo-
ra renuncia, se convocan nuevas elecciones y gana Perón y en la vicepresidencia su tercera
esposa, la obscura ex-bailarina María Estela Martínez de Perón; él muere el 1º de julio de
1974, ella asume la presidencia pero es derrocada por un nuevo golpe militar el 24 de marzo
de 1976; así se da origen al “Proceso de Reorganización Nacional” y a una de las páginas más
terribles de la historia argentina. En abril de 1982, el gobierno militar desata la “Guerra de
Malvinas” contra el Reino Unido, el fracaso precipita su caída. La cuarta junta llama a elec-
ciones, el 30 de octubre de 1983 triunfa el candidato de la Unión Cívica Radical, Raúl Ricardo
Alfonsín (1927-2009), iniciando el regreso a la democracia.
3 La Organización Editorial Novaro inició a principio de los años 50 del siglo xx la publicación de
los principales títulos del mercado estadounidense, de los cuales tenía exclusividad en caste-
llano. Durante tres décadas y media dominó el mercado de la historieta en los países hispano
hablantes. Vid., Alfons Moliné, Novaro (El globo infinito), Madrid, Sinsentido, 2007, 74 pp.
4 Este referente de la historietística argentina fue publicado inicialmente en Hora Cero Sema-
nal de 1957 a 1959, con dibujos de Francisco Solano López; en 1969 el autor creo una versión
nueva con Alberto Breccia como dibujante y posteriormente El Eternauta II nuevamente
con Solano López. Oesterheld, nacido en Buenos Aires el 23 de julio de 1918, fue “desapare-
cido” en 1977 durante el Proceso de Reorganización Nacional; también lo fueron sus cuatro
hijas –Estela, Beatriz, Diana y Marina–, y sus dos yernos, todos militantes de Montoneros.
Dos bebés nacieron en cautiverio y aún las Abuelas de la Plaza de Mayo buscan su paradero.
256
para archivar materiales visuales que sirvieran como modelos para di-
bujos cercanos a lo real. Así “la fotografía estuvo presente en los talleres
como recurso compositivo y herramienta para sobrellevar los requeri-
mientos de la industria: acelerar los tiempos de entrega y superar las
dificultades en la precisión del dibujo”.
El segundo apartado de la Parte i, comienza con la referencia al
acontecimiento que abre el periodo de estudio: la Bienal Internacio-
nal de la Historieta en el Instituto Di Tella.5 Del 15 de octubre al 15 de
noviembre de 1968, se llevaron a cabo las acciones en reconocimien-
to del “noveno arte” tal como lo hicieron exposiciones europeas que
le precedieron a las que la Bienal superó en cuanto al número de re-
presentaciones de países.6 Bajo la batuta de Oscar Masotta (Buenos
Aires 1930-Barcelona 1979), se despliegan las historietas en un afán de
presentarlas con “cualidades de avanzada [que dan lugar a una crono-
logía] sistematizada a la manera de una historia del arte”. Así, Masotta,
reconocido crítico de arte y psicoanalista lacananiano, como semiólo-
go introduce la historieta como objeto de estudio de la cultura de ma-
sas; además, crea y dirige la revisa ld (Literatura Dibujada).7 Por el otro
lado, los creadores presentan su propia versión del valor y la función
de su objeto de trabajo que muchas veces, pese a la magistral hechura
de sus obras, apenas si les reportaban medios económicos para vivir.
Así, desfilan con sus propias palabras Héctor Germán Oesterheld (Bue-
nos Aires, 1919-desaparecido en 1977) y Alberto Breccia (Montevideo
1919-Buenos Aires 1993), guionista y dibujante respectivamente, quie-
nes muestran su asombro por la intelectualización de su trabajo.
Precisamente, en las secciones tercera y cuarta se desglosa el tra-
bajo de Oesterheld, en un trazo que parte de la versión original de “El
Eternauta” dibujada por Francisco Solano López (Buenos Aires, 1928),
y la segunda a dueto con Breccia (revista Gente, 1969), unión que se
repite en la biografía ilustrada sobre la vida del Che Guevara, editada
por Jorge Álvarez8 en enero de1968, en la cual se inició el joven Enrique
257
Breccia (hijo de Alberto). Se continúa con la trayectoria del guionista
que “lleva adelante una escritura selectiva: en determinados medios
publicaba sus guiones militantes, y en otros, los de entretenimiento
y producción ligera”. Los primeros fueron radicalizándose a medida
que aumentaba su compromiso con la lucha armada protagonizada
por el peronismo de izquierda nucleado en Montoneros;9 se trata de
producciones que persiguen el adoctrinamiento y están dirigidas a un
lector concientizado en la lucha militante y, por ende, alejado de las
masas, aunque éstas fueran peronistas.
La Parte ii se inicia con el capítulo 5, “Mercado internacional,
trabajo y exportación”, dedicado a señalar los avances en el campo
de la historieta, con nuevos lectores o antiguos que son reconquis-
tados por propuestas nuevas o por la modernización y revisión de
éxitos pasado. En este último sentido, destaca la producción de edito-
rial Récord que se “autoerige como una empresa de construcción de
un canon” al revivir productos de décadas pasadas y recuperar series
clásicas de las primeras décadas del siglo xx y, para ello, convoca a la
crema y nata de los autores de la vieja y la nueva ola. Otra acción es-
timulante fue la decisión del importante diario Clarín de reemplazar
las tiras de los sindicatos estadounidenses por producción local. En
esa etapa convulsa de 1974-1978, se cuentan revistas que sucumben
ante prohibiciones y persecuciones de los gobiernos del convulso pe-
riodo 1974-197810 que, además, obligó a diversos profesionales a salir
del país y, a otros, a vender su trabajo a publicaciones extranjeras. Se
tratara de exilio político, laboral o interno, lo cierto es que se produjo
un “quiebre en sus trayectorias profesionales”.
En el capítulo 6, “Novelas gráficas, telefilmes y lectores”, se ana-
liza el discurso sustentado por la editorial Columba en el periodo
más cruento de la dictadura. Se trata de la empresa más longeva
(1928-2001) y popular de la Argentina, “un gigante […] que no sólo
era editorial, sino que tenía una estructura que contemplaba todos
los procesos de producción: edición, provisión de papel, impresión y
distribución. Una estructura que sólo Editorial Atlántida y los diarios
más importantes tenían”.11 Su persistencia en el gusto del público es
estudiada con detalle para explicar la fórmula que permitió semejan-
te prodigio. Como buena fábrica de imágenes estaba obligada a man-
tener un ritmo acelerado que exigía una dedicación completa de sus
creativos. Sus publicaciones, “ideadas para la venta a gran escala [se
estructuraban según] una estratificación de los lectores de acuerdo
con el género, la edad y la clase social”.
258
La séptima sección, “Experimentación y canon”, se ocupa del
último tramo de la delimitación temporal de este estudio –1980 a
1984– que, como los anteriores, está marcado por acontecimientos
nacionales categóricos que dieron como resultado el fin de los go-
biernos militares. Durante el periodo de transición la nacionalización
de la historieta alcanza su clímax y es cuando salen a luz dos revistas
representativas de ese momento: Superhumor: suplemento mayor de
Humor (1980) y Fierro. Historieta para sobrevivientes (1984). La pri-
mera, ofrece a sus lectores “una combinación de arte e información
mediante su oferta de humor, ciencia ficción, notas de divulgación,
entrevistas y, finalmente, historietas de autor”; ante la apertura de-
mocrática los contenidos introducen referencias críticas al contexto
inmediato en lugar de las referencias veladas de la etapa dictatorial.
Fierro, por su parte, se encamina a reforzar los contenidos “naciona-
les” de la historieta vinculando tradición y experimentación; en sus
74 páginas se desplegan historietas unitarias y series ambientadas en
lugares identificables por el lector y tratando temas relacionados con
experiencias temporalmente cercanas como Sudor Sudaca y La Ba-
talla de Malvina: se trataba de “recomponer la identidad a través de
la ficcionalización de la historia”. Igual, se motivaba al lector a ir más
allá del simple entretenimiento para observar críticamente los conte-
nidos. Una publicación que con su contenido diverso –secciones de
opinión, divulgación, entrevistas, cartas de lectores, concursos y un
suplemento con trabajos de aficionados–, aspiraba a ser un producto
cultural para una comunidad selecta de lectores.
Después de leer la última página se aquilata en toda su exten-
sión el valor de la investigación de campo llevada a cabo por Vazquez,
para contrastar las opiniones vertidas por coleccionistas y expertos,
con las revistas de historietas originales encontradas en hemerote-
cas, bibliotecas públicas, librerías de viejo o mesas de saldo. Igual im-
portancia asumen las cuidadosas referencias a entrevistas realizadas
con guionistas y dibujantes –sus nombres se enlistan en los agradeci-
mientos–, que no sólo aceptaron pacientemente largas horas inquisi-
tivas sino que algunos de ellos le permitieron acceder a sus archivos
privados. Es destacable el rescate contínuo de las voces de los propios
actores (guionistas, dibujantes, críticos, periodistas), que externan
sus opiniones y relatan sus recuerdos y experiencias personales, citas
que otorgan frescura a la exposición y que, además, constituyen la
historia oral de esta particular industria.
La importancia de esta obra para lectores argentinos es obvia,
mientras que para los demás países de habla castellana que han te-
nido contacto en mayor o menor medida con la producción histo-
rietista argentina resulta un esclarecedor panorama del proceso de
producción editorial que cimentó una industria ligada estrechamente
a las prácticas de la cultura de masas y al imaginario urbano; además,
constituye un referente histórico que permite y obliga a estudios com-
259
parativos para trazar un mapa latinoamericano que, por otro lado,
debe incluir la producción brasileña sin la cual la geografía que nos
identifica en el “nuevo mundo” quedaría trunca. Es de esperarse que
pueda ser traducida a otros idiomas para revertir la tendencia inversa
y para dar a conocer que El oficio de las viñetas tiene su historia en
esta parte del mundo.
260
Notas biográficas
263
Art, Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta, Mundaiz,
Quevedos, Criminoticias, Erebus, Yellow Kid, Trama, Diálogos de la Co-
municación, Literatura, etc. Entre los libros en los que ha colaborado
destacan: Alan Moore. El señor del tiempo (Global, Valencia, 1996), Ba-
rry Windsor-Smith. La Mirada Infinita (Planeta, Barcelona, 2000), Víctor
de la Fuente. Homenaje (Recerca, Mallorca, 2003), El terror en el cómic
(Comunicación Social, Sevilla, 2003), Enciclopedia General de Andalucía
(C&T, Málaga, 2004), Tebeosfera (Astiberri, Bilbao, 2005), Morfología del
humor (Padilla, Sevilla, 2007), Violencia desenfocada (Corchea69, Sevi-
lla, 2008), Cultura y entretenimiento en los medios. Actas (Universidad de
Málaga, 2009), La risa periodística: Humor y sátira, de la prensa a Inter-
net (Tirant lo Blanch, Valencia, 2010).
264
de 2009; representa a México en …De ellas, proyecto de historieta fe-
menina en España y, desde 2006, en el movimiento internacional Des-
sins pour la Paix/Cartooning for Peace de la onu. Desde 2008 es parte
del Jurado del Premio Nacional Rostros de la Discriminación Gilberto
Rincón Gallardo. Colabora en las revistas: El Chamuco (primera épo-
ca), United Nations Chronicle (eua), Revista Quevedos (España), emory,
Universidad Emory (Atlanta, eua), Fórum, Milenio semanal, Conozca
más, Expansión, Vértigo, Correo Sindical de la uam y periódico Zócalo.
En 2010, colaboró con el cartón “Parto” para la portada de la revista
argentina de historietas Clítoris, en interiores con una entrevista y el
capítulo “Medio México, medieval” de la serie Puras Evas.
Su trabajo es parte de libros compilatorios y de estudio sobre la
caricatura política y la historieta. Ha participado en cuadernillos es-
peciales y campañas. Actualmente publica su trabajo en las revistas
El Chamuco, Dfensor (cdhdf), y en su blog personal <www.purasevas.
blogspot.com>
265
Gómez Carro, Carlos (Ciudad de México, 1955)
266
la comunicación social de la iglesia católica, las comunidades cristia-
nas de base, la ordenación sacerdotal de las mujeres y mujeres en la li-
teratura y la historia. Co-coordinadora del dossier “La historieta gráfica:
cómic, tebeo, historieta y similares. Aspectos técnicos y de contenido en
casos particulares”, de la Revista Fuentes Humanísticas núm. 39.
267
Narrativa gráfica. Los entresijos de la historieta,
de la Dirección de Publicaciones y Promoción Editorial
de la Coordinación General de Difusión de la Universidad Autónoma Metropolitana,
se publicó electrónicamente en julio de 2012.
Cuidaron la edición Ana María Pepino Barale, Santiago Sánchez Cuaxospa y Paola Castillo.
En su composición se utilizaron tipos Kepler Std Light, Joanna MT Std y Gill Sans MT Pro.