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DANIEL ROPS HISTORIA DE LA IGLESIA DE CRISTO i Vil LA REFORMA CATOLICA Esta edic esta reservada a LOS AMIGOS DE LA HISTORIA HISTORIA DE LA IGLESIA Vol. VII Nihil Obstat: Vicente Serrano Madrid, 24-9-70 Imprimase: Ricardo, Obispo Aux. y Vicario General Arzobispado de Madrid-Alcalé © Luis de Caralt-Librairie Artheme Fayard Edicién especial para CIRCULO DE AMIGOS DE LA HISTORIA Valportillo Primera, 81 - Poligono Industrial Alcobendas (Madrid) EL DESPERTAR DEL ALMA CATOLICA: SAN IGNACIO DE LOYOLA. 9 I. EL DESPERTAR DEL ALMA CATOLICA: SAN IGNACIO DE LOYOLA “Renacimiento” verdadero, y no “Contra-Reforma” Una terrible sacudida conmovié los funda- mentos mismos de la Cristiandad: partes ente- ras del viejo edificio de la Iglesia se precipita- han en la herejia; los responsables de esa Iglesia acudianse entonces su mortal indiferencia, de- ndose, contra el protestantismo y bajo su amenaza, a tomar medidas indispensables desde hacia tiempo. Asi, de un modo general, se re- presenta la serie de acontecimientos que a me- diados del siglo XVI caracterizan la historia del catolicismo. Bajo este esquema se sobreentiende la expresidn « se adhieren a 41; la Universidad de Palencia se erige en centro del movimiento, al que pronto se afiade, imitan- dola la de Sevilla. En el Flandes espaiiol, prime- ro en Lovaina y después en Brujas, uno de los talentos de mas alta calidad, Luis Vives (1492- 1540) que va a ser uno de los iniciadores de la ciencia pedagégica, es, mas que un disefpulo de Erasmo, su émulo. El Enchiridion militis Christi (La daga del soldado de Cristo) lleva su influen- cia por todas partes, y aparecerd hasta en la obra de Fray Luis de Leén y de Juan de la Cruz, que lo debieron conocer en la eélebre y prudente tra- duccidn de Alonso Fernandez. Aquel manifiesto del cristianismo interior, hostil a cualquier for- malismo, arrebaté de alegria a numerosas al- mas. Franciscanos y dominicos se preocuparon muy justamente por posibles desviaciones y la Inguisicidn hubo de intervenir. Diego de Zitiiga lanza contra las ideas del Holandés su panfleto Blasfemia e impiedad; pero, puede negarse que el erasmismo inquietante en cierto sentido haya sido un fermento de renovacién espiritual? Tes- tigos de ello son el buen Maldonado y los dos hermanos Vargas. Mas he aqui otro movimiento que llega. no tanto a los intelectuales universitarios, sino ala masa sencilla y fervorosa, sacerdotes, frailes, monjas y aun ciertos espiritus elevados, como Juan de Valdés antes de su huida a Napoles, 0 Miguel Servet, futura victima de la hoguera de Calvino, movimiento al que mostré cierta incli- LA REFORMA CATOLICA nacién incluso un cardenal como Carranza. Se trata de iluminismo, que también tiende a un cristianismo interior, con un llamamiento al sentimiento vivo de la gracia. Su principio, en Jo que tiene de mas moderado, viene expuesto en el Tercer Abecedario, del franciscano Osuna: hacer en el alma el vacio absoluto, para que el Sefior entre solo en ella y la llene de «luz». Pero, en el limite de esta doctrina de recogimiento interior esta la del abandono, en la que se nos persuade que el alma y la conciencia humana, iluminada por Dios, ya no peca —lo que roza bastante con el luteranismo—. ;Qué tipos tan extraiios destilan entre estos Alumbrados e ilu- minados! Maria de Santo Domingo que per- manece en éxtasis durante horas, como muerta ¥ que. ignorante y casi analfabeta, se enfrenta con los més altos tedlogos; la clarisa Magdalena de la Gruz, jque bace un pacto con el diablo Alguunos erasmistas como Jos Vergara se dejan tentar por semejantes doctrinas y Maria Caza~ Na, Hamada por sus beaterias «la beata», habla de Lutero con singular indulgencia. El movi- miento. en ciertos casos Hega a la aberracién espiritual. Por otros, parece promover una doc- trina esotérica, a la manera de ciertos altos ini- ciados. Y sin embargo, ¢no pretende también la renovacidn de las almas? ¢No contribuye a sa- tisfacer el deseo de un Cristianismo mas préximo a Cristo? La Inguisicién podrd herir a este ilu- minismo —no sin justicia— pero no es menos cierto que sin sus mal coherentes tentativas, no Negaria un San Juan de la Cruz a ser lo que fue, al lograr superarlo, Tales fendmenos, al mismo tiempo que ha~ cen sentir la presidn ejercida por tantas almas fervorosas sobre la Iglesia para obligar a sus jefes a obrar y Hevar a cabo la Reforma, nos muestran cudntas tomas de posiciones claras y categéricas son indispensables. En el momento cn que Lutero y demas reformadores protestan- tes dan comienzo a su ofensiva contra la Iglesia catolica y romana, no es tinico el peligro en que la ponen. Si Roma permanece muda e inerte, si la autoridad no se decide a tomar en sus manos 1. De aqui procede el sentido peyorativo de esta palabra. todos aquellos complejos movimientos y a pro- poner a tantas almas que se buscan a s{ mismas una regla que fije las relaciones entre la fe y la vida, gen qué extrafias fragosidades no se extra- viarén tantas excelentes voluntades? Que la Iglesia hable y todo se hard claro, todo entrara en orden. Nociones que originariamente podian prestarse a confusiones, una vez tamizadas y definidas por la Iglesia, dejardn de ser peligro- sas. Llegaré a su fin la confusién de lo verda- dero y lo falso. Erasmo lo proclamard en voz alta cuando grite después de su ruptura con Lutero: «Yo no fundo mi certeza mas que en los seguros juicios de la Iglesia» Aquellos que con toda su alma y con todas sus fuerzas «sienten con la Iglesia», tomarén la suprema decisién. Y tan grande agitacién espiritual acabard por re- solverse en un acto de obediencia y fidelidadt. Pero precisamente, de esta confusa fermen- tacién, surgen hombres que piensan y sienten plenamente con la Iglesia y cuya aspiracién es- piritual es poderosa, que no intuyen ni un ins- tante que la Reforma pueda hacerse de otro modo que «cambiando los hombres y no Ia reli- 1. Por esta razén, de ciertat férmulas pare cidas entre s{ extraordinariamente, unas son conde- nadas y otras aceptadas por la Iglesia, segtin la ac- titad de quien las sostenga. Por ejemplo, se leen en la décimocuarta Regla para sentir con la Iglesia, de San Ignacio de Loyola, estas palabras: Dado que sea mucha verdad que ninguno se puede salvar sin ser predestinado y sin tener fe y gracia», pala bras que, tomadas a la letra, hacen pensar en Cal- vino y su doctrina de la predestinacién; pero el contexto muestra con bastante claridad que el fun- dador de los jesuitas, que siente plenamente con la Iglesia, evita los excesos y errores del tedlogo de la Institucién Cristiana. Igualmente Seripando, gene- ral de los agustinos desde 1539 a 1551 y mds tarde cardenal y legado, expone sobre el papel de la fe tesis que, en sus términos, recuerdan.a las de Lu- tero. El canénigo Pasquier en su Diccionario de Teologia catdlica escribe a este propésito: «La ma- nora tan fuertemente opuesta con que la Iglesia ha tratado a estas ideas y a esos hombres no debe es- candalizar... (se refiere a Seripando y Lutero). En todas las épocas de la vida de la Iglesia, al mezelar- se entre si determinadas teorias han recibido trata- miento muy distinto.» 'NTAR DEL ALMA CATOLIC. Aline Inox desean permanecer fieles del todo lw Madre Iglesia, aun cuando ofrezca momen- {Auenmente un aspecto poco halagiteiio. San Iqnucin nerd el ejemplo mas ilustre de esta clase ‘lv hunbres; y un Adriano VI, de haber vivido ids tivmypo'y de haber sido més habil, hubiera wulid elovar ese ejemplo al solio pontificio. 10 existen otros muchos, y precisamente por #1 titimero de semejantes hombres, la aspiracién aque we eleva del fondo del alma cristiana arras- {vard consigo a toda la Iglesia y, al fin, se lleva- 14. weal la Reforma. 1 Se desean ejemplos? Pues he aqui uno sin- qularmicnte seductor. Gaspar Contarini (1470- I"v12), senador de Venecia y uno de los dirigen- tw de la Serenisima, a la que represent como suuhujador en Roma y en la Corte de Carlos V. Iiumunista notable, inteligente helenistd, ami- uw dle todo lo que representaba algo en la Euro- de las letras, era al propio tiempo un alma ona de Dios, que practicaba la piedad y Ja ca~ vidad con una delicadeza que hace pensar anti- ‘Jjudamente en San Francisco de Sales, y que ‘al mismo tiempo, espoleado por el deseo de reno- 7 Cristianismo se pone en contacto con un Vali¢s igual que con un Sadolet, con Reginaldo Vale, lo mismo que con el buen obispo Giberti. Mejor que nadie ha visto de cerca la corrupcién «le Homa, la decadencia hacia Ja que resbala la aillu de San Pedro: pero es un hijo de la Iglesia y desea ver desarrollarse en el marco de Ja tradi- tién el impulso espiritual que reclama; es la Iglesia [a Hamada a hacer la necesaria Reforma. Cuando quede viudo y sea creado cardenal, se vonvertiré en uno de los mas eficaces abogados dees Reforma, Y ahora un nuevo ejemplo: es esta vez un nwupo de cristianos fervorosos 0, mejor dicho, two un conjunto de grupos, en los que es ext io el dnimo espiritual, preparado en un entu- sinsino febril de grandes renovaciones. Su titulo tx: Oratorio del Amor Divino. Fijémonos en esos adinirables cristianos, en una pequefia iglesia del ‘Transtévere, en Roma, en los Santos Silves- Ire y Dorotea, en los afios de 1510 a 1520. En exe medio ambiente, hay de todo: clérigos y lai- tos, burgueses piadosos y humanistas. La idea uriginaria que asi les congrega, procede de las SAN IGNACIO DE LOYOLA = Hermandades del Amor Divino a las que vimos nacer en el siglo XV, especialmente bajo la ac- cién de Santa Catalina de Génova. Han toma- do por patrono a San Jerdnimo, alma ardiente, letrado insigne, traductor de la Biblia, Cayetano de Thiene, Juan Pedro Garaffa, Lippomano, Giuliano Dati, cura de la modesta iglesia en que se reiinen, son sus principales cabezas. Hombres que rezan, meditan en comtin, estudian la Es- critura y los Padres de Ja Iglesia: més que de reformar a la Iglesia, se cuidan de la propia re- forma, de hallar en si mismos las mas propicias tierras para que germine el grano de Cristo. Su ejemplo cunde pronto por todas partes: surgen Oratorios semejantes en Venecia, Brescia y Ve- rona. De estos grupos ardientes van a salir los fundadores de Ordenes, como San Cayetano, los reformadores como cl futuro Papa Caraffa y Lippomano, llamado a presidir el Concilio de Trento. Nada muestra mejor que el ejemplo de esta sociedad sin estatutos y de esta corriente sin reglas fijas, hasta qué punto la Reforma pro- piamente dicha ahondé sus rafces por el fervor de las almas. Asi, San Jerénimo Emiliano, fun- dador de Ja orden de Soriasca, enyo tiico fin es hacer reinar la fe y la caridad, pone en labios de los nifios huérfanos, esta sublime plegaria que tiene todo el valor de un programa: «Dulce Padre, Sefior nuestro Jesucristo, os rogamos por yuestra infinita bondad que volvais a todo el Cristianismo al mejor estado de santidad que pueda agradar a vuestra divina Majestad.»t Obispos reformadores «Volver al Cristianismo, al mejor estado de santidad>, tal fue, en efecto, bastante antes del Coneilio de Trento y de las decisiones de los Pa- pas, la mayor preocupacién de un gran mimero de hombres, no solamente entre aquellos que no posefan otras armas que la oracidn, sino aun en- 1. En el siglo XV se imprimieron gran miimero de tratados sobre el ideal del obispo, como los de Enrique de Haguenau, Gerson, Dionisio el Cartu- jo, Lorenzo Justiniano y Antonino de Florencia. LA REFORMA CATOLICA tre quienes en sus propias funciones se empefia- ban en poner por obra aquellos propésitos. Asi surgicron, precediendo a la Reforma oficial ro- mana, reformas episcopales, abaciales, priorales, Hamadas a preparar a la otra el camino, y con frecuencia los medios. Reforma esporadica, limi- tada muchas veces a las dimensiones de una didcesis, y por excepcién a las de un reino, liga da a la existencia de un hombre, y por esto mis- mo frdgil, pero que, como indicio, tiene una gran importancia, Reformas episcopales. Se ha hablado dema- siado de obispos indignos, preocupades por las prebendas, de vidas poco ejemplares, para no sentir ahora un gran placer al afirmar que no todos los jefes de la jerarquia catdlica fueron segin aquel modelo, y que, al contrario, se sabe de muchos que, fundando en su fe un alto senti- miento de sus deberes, trataron de conducir a su clero y a sus files a una religién ms depura- da. De estos obispos —cuya enumeracién seria larga— los bubo en todos los paises, pactficos o violentos, segiin sus temperamentos, dichosos 0 desgraciados en sus resultados, pero que en con- junto constituyen la vanguardia de quienes en Trento trasladaran sus excelentes intenciones reformadoras a las instituciones de la Iglesia. He aqui un precursor: el oélebre cardenal Francisco Ximénez de Cisneros (1435-1517), al que hemos vistot acompaiiar a los soberanos en Ia expedicién de Granada —le gustaba decir: «Me agrada tanto el olor de la pélvora como el del incienso»—, pero sobre quien nos equivoca- riamos representéndolo Yinicamente como un prelado armado, Muerto en 1517, el mismo afio en que Lutero comenzaba su carrera y mas de veinticinco antes del Concilio de Trento, habla consagrado gran parte de su vida y de su incan- sable actividad a restaurar a la Iglesia en su santidad propia. Hecho sorprendente: este hom- ‘bre no llegé por razones teolégicas a su puesto de reformador, sino después de una experiencia interior, de un intimo despertar del fervor reli- gioso, semejante al observado en tantos contem- pordneos snyos. :Por qué este sacerdote secular, administrador del obispado de Sigiienza, renun- 1 Cf. tI, cap. 1V. ciando a todo a los cuarenta y ocho afios, toms en la més severa observancia el habito francis cano en el convento de Castafiar? Durante m de diez afios, sediento de penitencia, retirado en una cabaiia de ramas que se habia construido separada del convento, parecié que no iba a ser més que un ermitaiio modelo, cuyas virtudes no tardarian en ser conocidas en los alrededores. Sacado de su retiro por voluntad de la reina, que Ie hizo su confesor y le dio el arzobispado de To- ledo, se adapté inmediatamente a sus nuevas funciones, y puso su autoridad, répidamente acrecentada, al servicio de la causa de Dios, Vi- sitados por él mismo en persona, los monaste- rios de Castilla fueron uno tras otro invitados a reformarse. Empeiidse en hacer del de su didce- is un clero modelo. Al mismo tiempo, conven~ cido de que la Iglesia no podia hacer nada eficaz en el mundo que empezaba a nacer, si no utili- aba sus medios, trabajé en lograr que el huma- nismo y la cultura fueran aliados del Cristia- nismo. La Universidad de Alcal4, fundada por éLy que tuvo hasta diez mil estudiantes, fue en- cargada de preparar la seleccién catdlica de Es- paiia. La Biblia Poliglota, en seis voliimenes, realizada por un grupo de especialistas guiados de cerca por el Arzobispo —Lépez de Ziviiga, Nitiiez de Guzman-, antes que las biblias pro- testantes y los trabajos de Erasmo, erigié un mo- numento de erudicién catélica, Llegado a Car- denal, Gran Inquisidor, Primado, Gobernador de Castilla, Vicario del Imperio, hasta mas all de los ochenta afios, Cisneros lev a cabo la misma accién infatigable. Pero no consiguié en todos los terrenos llegar a la meta; por ejemplo, cuando para obligar a sus canénigos a vivir en comin les hizo construir casas cerca de la Cate- dral, las moradas permanecieron vacias y los candnigos, rebelados contra la autoridad episco- pal, llegaron a encerrar al nuncio Ortiz, venido para excomulgarlos. Pero Espafia debié a su influencia, sobre todo, la resistencia opnesta ala penetracién protestante y el severo cardenal de Toledo mostré un camino a toda Ja Iglesia, No iban a perderse tales ejemplos. En la misma Espaiia, la corriente reformadora, cuyo hontanar habia sido Cisneros, continué fluyen- do después de su muerte. En aquella Andalucia

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