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PRÓLOGO
1. CUANDO LA VIDA FLORECIÓ
1. El primer amor 11
2. La vida 11
3. La gaviota 12
4. Mi libertad 12
5. Los frutos del alma 13
6. Las religiones y la verdad 14
7. El ciprés 15
8. Las caretas 16
9. La lengua 17
10. Las vasijas del más allá 18
2. EL AMOR Y LA DUDA
1. La manzana de la felicidad 21
2. Amor sobrenatural 21
3. Del dolor a Dios 22
4. El fuego del mundo 23
5. Dar 23
6. La confidencia de Dios 24
7. El águila del gallinero 25
8. La respuesta 27
9. La vocación 27
10. Mis dos egos 28
11. La mujer 28
12. La flecha y el arquero 29
13. La mentira del amor 30
14. La duda 30
15. El amor matrimonial 31
16. La protesta 31
17. El prisionero 32
18. Los tres deseos 32
19. La hormiga 33
20. Abrir la puerta 34
21. El misionero 34
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5. LA SIEMBRA DEL PRECURSOR
1. La sabiduría 67
2. Desprendimiento 67
3. Los pecados 68
4. La comprensión del sacerdote 69
5. Libertad y buen espíritu 71
6. Hacerse niños 71
7. Arrepentimiento 72
8. Amar a Dios 73
9. El sabio 73
10. Generosidad 74
11. La paciencia 74
12. El horizonte de la felicidad 75
13. El rostro de Dios 75
14. Un torrente impetuoso 76
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7. MÁS ALLÁ DE TU VERDAD
1. Los tres árboles 93
2. El sufrimiento y la felicidad 94
3. El espíritu del fundador 95
4. La vocación del gusano 96
5. La canción de la rama 97
6. Lo verdaderamente importante 98
7. El enviado 99
8. El loco 100
9. El profesor y la paloma 100
10. El sacerdote 101
11. Vivir la realidad 102
12. La muerte amada 102
13. El hilo de la salvación 103
14. El bien del justo 104
15. Atravesar la montaña 105
16. El ave fénix 105
17. La esposa en el tejado 106
18. El agua de la eterna vida 107
19. La muerte 107
20. Capaces de vivir 109
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PRÓLOGO
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dejar un sencillo testimonio: que la verdad no pecara de
intolerancia con la mentira y que la mentira dialogara con los
argumentos de la verdad.
Cuando los habitantes de Subisán pusieron en práctica el
consejo, aquéllos que poseían parte de la verdad se convirtieron
a la mentira, y los que amaban la mentira abrazaron la verdad.
Por esta razón, distinguido visitante, nuestros hombres y
mujeres profesan una extraña confusión”.
Tras escuchar sus palabras en silencio me marché a
un templo cercano, donde pasé muchas noches meditando
cómo erradicar semejante enfermedad. Y escribí algunos
pensamientos sobre determinados principios: el nacimiento,
la vida, la muerte, el amor..., necesarios para que cada uno de
los habitantes de Subisán mirase más allá de su verdad. Así
enhebré los supremos designios del hombre y de la mujer con
los desolados páramos de la inmediatez terrenal, donde no
habita la luz ni alcanzan las energías del amor. Fue en aquel
templo cercano donde escribí este libro, que podría enriquecer
la experiencia personal de cada lector.
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1. CUANDO LA VIDA FLORECIÓ
1. EL PRIMER AMOR
El amor floreció en el corazón de la primera mujer, y la
duda en la inteligencia del primer hombre, para amar el placer
y evitar el dolor. Pero el engaño les dio a beber el néctar de la
vida en copas plateadas, y ellos lo gustaron: era dulce como la
miel en sus labios, pero terrible y amargo en sus entrañas. Así
quedaron seducidos.
Y transmitieron a sus descendientes un amor esclavizado
por la duda, que desde entonces es la causa del rechazo a la verdad.
2. LA VIDA
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3. LA GAVIOTA
4. MI LIBERTAD
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estaba, se detuvo; era muy hermosa, su presencia hechizaba. Le
pregunté su nombre y me dijo que se llamaba Libertad.
En la oscuridad de mi profunda esclavitud, creyendo
encontrar lo que buscaba, imploré con todas mis fuerzas
su ayuda. Ella accedió. Nos desnudamos e intercambiamos
nuestros vestidos. Yo cubrí mi cuerpo magullado con la seda
y adorné mi cuello y mis brazos con sus joyas; ella tomó mis
cadenas. Y cuando se hubo vestido, se marchó tan alegre y
sonriente como había venido.
También yo había alcanzado la plenitud, y me marché
sonriendo. Pero cuál sería mi asombro cuando al empezar a caminar
comprobé que continuaba esclavizado por mi propia libertad.
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6. LAS RELIGIONES Y LA VERDAD
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7. EL CIPRÉS
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La llegada del invierno también fue para mí una etapa
de esperanza: con la energía almacenada durante los meses
de quietud alcanzaría los objetivos primaverales que me
encumbrarían más de lo que estaba. Sin embargo, una oscura y
silenciosa noche se acercó a mi tronco un vagabundo en busca
de leña para calentarse, sacó un hacha y me cortó de raíz. Yo caí
estrepitosamente con mis sueños destrozados y la esperanza
marchitada, distanciándome de las estrellas bajo un horizonte
que nunca había querido contemplar.
Cuando mi padre, ya anciano, conoció el percance, se
acercó para sepultar mi ramaje. Pero como yo era muy fuerte
y espeso, apenas pudo moverme. Y se fue de allí con lágrimas
en los ojos abandonándome sobre el polvo sin remediar mi
desgracia. Durante el invierno me pudrí y mis ramas se secaron.
Una nueva primavera comenzó en el bosque, y sus
habitantes iniciaron las tareas de renovación. Las diminutas
plantas que vivían bajo mis pies robustecieron sus cuerpos
con el abono de mis podridas hojas, las hormigas trasladaron
su domicilio a los restos de mi desvencijado tronco y algunas
avecillas recogieron mis ramas secas para elaborar sus nidos.
Fue entonces cuando sonreí en mi desdicha.
8. LAS CARETAS
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Cuando las aguas devoraron semejante maldición y se
aquietaron, volví a mirar la imagen de mi nuevo rostro. Entonces
nuevamente me horroricé, porque sobre él persistía otra careta
deforme. Era la del egoísmo, que me impedía amar la belleza de
la vida reconociéndole su gran ternura. Y, enojado, la arranqué,
y también la precipité a los fondos del pozo de donde jamás
pudiera renacer.
Cuando se hizo la calma en el agua, volví a mirarme;
pero igualmente apareció otra careta; era la del orgullo, este
impertinente tirano que nos distancia de nuestra realidad
más auténtica y refrena nuestra grandeza. Y como las veces
anteriores la arranqué, arrojándola muy lejos de mí, porque no
la quería. Y así fui haciendo con todas las caretas que, cada vez
más tenues, iban apareciendo.
Tras quitarme todas las caretas, miré el reflejo de mi
rostro en la quietud del agua de mi pozo y vi que no había nada.
9. LA LENGUA
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10. LAS VASIJAS DEL MÁS ALLÁ
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2. EL AMOR Y LA DUDA
1. LA MANZANA DE LA FELICIDAD
2. AMOR SOBRENATURAL
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Amor que ni atas ni esclavizas, enamoras. Y esto es una
dicha, una liberación que expande hacia lo eterno, haciendo
entrever el más allá, lo que existe de amplio y de sublime pero
que, como el éter, no se deja tocar.
5. DAR
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Y aquel a quien todos reconocían como Mesías calló unos
instantes, eternos como lo que acababa de pedirle; permanecía
en la intensa calma del mar del silencio, hasta que por fin
abrió sus labios y respondió: “Si quieres ser perfecto renuncia
a la herencia del pasado, edifica tu futuro sobre la nada y ven y
sígueme”.
En aquellos momentos el vacío de la amargura extinguió
las canciones del mar que como un cortejo de felicidad
acompañaban siempre mi vida, y amablemente decliné la
proposición. Besé su rostro, como me habían enseñado mis
antepasados, y me marché.
Sin embargo, todavía perdura en mí la tristeza de aquel
histórico encuentro, a pesar de que vivo en la eternidad desde
hace muchos siglos.
6. LA CONFIDENCIA DE DIOS
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“Adán, hijo mío, cuando ofrecía entre los hombres un
sentido a la esperanza, quisieron encontrar un tesoro en sus
alforjas; y cuando proponía los misterios de mi amor, sintiéronse
atraídos por el deleite del placer; mis esfuerzos por liberar a los
oprimidos del yugo y la miseria fue seguido por unos pocos
indigentes, mientras los poderosos sacerdotes atesoraban
bienes; por estos motivos voy a jugar al escondite con los
hombres. Quiero que me busquen para amarme y que los que
así actúen terminen encontrándome.
Un distinguido arcángel ha sugerido que me esconda
tras el velo de las cumbres, otro en la profunda quietud de
los mares, y un tercero, conocido por su perspicacia, en la
más inalcanzable de las estrellas. Y tú Adán, que me conoces
bien y me quieres con ternura, ¿dónde piensas que debería
esconderme?”
Y Adán elevó su voz tímida diciendo: “Señor mío, el lugar
más digno y majestuoso donde debes ocultarte para que te
encuentre quien te busque por amor es en el corazón del hombre.
Los codiciosos de sabiduría escalarán las cumbres para negar tu
infinitud, pero no te encontrarán; bajarán a los silencios del mar
ambicionando desentrañar tus misterios, pero no te encontrarán;
crearán teorías de cálculos difíciles sobre el límite del universo
estrechando tu morada, pero no te encontrarán. Solo quien
movido por amor te busque en su corazón allí te hallará, y juntos
gozaréis la dicha del amor”.
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Días después eclosionó un pollo de extraño aspecto:
aceradas uñas como su curvo pico, plumón oscuro, aguda
mirada y otros rasgos exclusivos que lo diferenciaban de
los demás neonatos, principalmente porque, a pesar de ser
aceptado en el gallinero como uno más, era un águila real.
Pasaron los años y el águila creció feliz entre la suciedad
del gallinero, donde encontraba lo necesario para calmar su
existencia: alimento y vida fácil, un recinto donde sestear y el
horizonte para mirar; sin embargo, jamás pensó en el sentido de
su existencia ni quiso extender sus magníficas alas capacitadas
para desplegar el poder de su vuelo. En el fondo, estaba bien allí,
donde la supervivencia carecía de riesgos y era más fácil revolver
los escombros y el estiércol que afrontar la incertidumbre de
cualquier confusa aventura.
Pero antes de morir divisó en la lejanía a un ser
majestuoso que volaba silenciosamente con la silueta recortada
por los rayos del sol. “¡Qué espectáculo aquel!, gritaba. “¡Mirad,
amigas, mirad la gloria del firmamento sobre los árboles, las
montañas y las mismas nubes!”. “¡Jamás voló algo semejante!”. Y
sobrecogida de envidia y admiración, el águila, envejecida como
los desconchones del corral, preguntó a una anciana gallina
sobre la enigmática silueta del horizonte. Ésta le respondió: “Es
la reina de las aves, el águila real”. Y con las fuerzas debilitadas
por la envidia murmuró para sus adentros contra la suerte de las
criaturas elegidas para ser águilas reales.
A su muerte, todos los habitantes del lugar elogiaron la
paradigmática vida de su inestimable compañera, desarrollada
tranquilamente entre los escombros de un patio vulgar.
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8. LA RESPUESTA
9. LA VOCACIÓN
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10. MIS DOS EGOS
En lo más profundo de mi ser se alzó un ego impetuoso
que desveló la canción de mi sueño y con ardentísima voz
disipó la etérea neblina de mi bienestar. “Deberías avergonzarte
-me increpó- deÍ no haber alcanzado los ideales sublimes que
cautivaron tu voluntad y encendieron tu juventud; en semejante
estado tus diminutas ambiciones tiranizan a un esclavo que
soporta sin pausa el sofocante peso del calor”. Y prosiguió con
palabras que reprochaban mi conducta.
Cuando terminó su discurso, la amargura humedeció mis
sentimientos. En aquel instante mi otro ego levantó su voz como
un amable susurro diciendo: “Hijo mío, no apartes tu corazón de
estos plácidos valles donde reina la calma de la conformidad,
pues la pasividad también alienta el crecimiento de los brotes
y el curso de las estaciones transcurre sin que el tiempo les
interfiera; deberías, por tanto, serenar el agitado despertar de
tus emociones”. Y continuó con palabras que tranquilizaban mi
conciencia.
Ahora que ambos han terminado de hablar, mi alma
inquieta se pregunta cuál de los dos tiene razón.
11. LA MUJER
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Así gocé de aquella mujer, hija de las gracias y el encanto,
adornada con un halo de belleza invisible, durante un espacio
intemporal. Al declinar la tarde, retornamos veloces entre
las vigilantes sombras que custodiaron nuestra dicha, y nos
despedimos”. Había oscurecido. Hakim interrumpió la lectura
pensando: “Jamás conocí a una mujer así; eres, amada mía,
inalcanzable; pero siempre estaré contigo y cada noche me
sonreirás”.
Hakim volvió a su casa, rezó las últimas oraciones de la
noche y cayó dormido, soñando con el amor que un día arrebató
su corazón.
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13. LA MENTIRA DEL AMOR
14. LA DUDA
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15. EL AMOR MATRIMONIAL
16. LA PROTESTA
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17. EL PRISIONERO
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Antes de pronunciar la última petición apareció la duda:
¿qué pedir?, la riqueza es superflua si falta la salud, la fama fluye
vaporosa como el aire, una vida larga está condicionada por la
escasez... Finalmente suplicó a su amigo: “Por favor, aconséjame
qué debo pedir”. Y el amigo le contestó: “Pide contentarte con lo
que Dios te dé, sea lo que sea”.
19. LA HORMIGA
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20. ABRIR LA PUERTA
21. EL MISIONERO
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3. LA PLENITUD SE HIZO SILENCIO
1. AUTENTICIDAD
2. LA LLAMA DE LA FE
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Y cada día, cada mes, cada año, lo eterno se acercaba y,
purificados como una rama desnuda, mis anhelos sucumbían;
mientras tanto, la llama devoradora se expandía. Cuando mi
cuerpo ardió y sus cenizas se perdieron disipadas por el viento,
fui yo una gigantesca hoguera fundida con mi Dios.
3. LAS LLAGAS
4. EL TESTIMONIO
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Sin embargo, el sexo, incitante y sugestivo, desnuda
todos los días ante nuestros ojos a una virgen llamada castidad,
exhibiendo su cuerpo marchitado por lo obsceno; el dinero
se ha convertido en el valor primordial, y los ateos difunden
valientemente su terca experiencia.
Vivimos en un mundo de contrastes donde el error se
disfraza de verdad y la verdad se oculta en la mentira.
5. EL LIBRO ÁUREO
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6. SANTIDAD Y SENCILLEZ
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extranjero le respondió que debía su fortuna a una poderosa
oración compuesta para el trabajo por un oculto monje llamado
Yunus Emré: quienes la recitaban tenían asegurada la más alta
contemplación, la prosperidad en la labor y una quietud de
espíritu inalcanzable por ningún otro procedimiento.
El suceso produjo tal convulsión espiritual en el interior
de Yunus que volvió a la casa del prestigioso maestro, recogió
la escoba abandonada y abrazó el místico silencio de aquella
sencilla tarea.
7. EL MANTRA SECRETO
8. IGUALDAD
Si todos los humanos, igualmente indefensos e
inocentes se abren a la vida, si todos respiramos el mismo aire y
muchos creemos en el mismo Dios, si todos poseemos la vida y
perecemos, abandonando las riquezas, los amores y los sueños...
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¿Por qué son entonces tan grandes las diferencias
económicas que distinguen a la humanidad y la marginan?,
¿por qué no compartimos dando, no de lo que nos sobra, sino
de lo que carecemos, de lo que nos falta o nos cuesta?, ¿por
qué vivimos con las máscaras de la mentira encubriendo el
misterio más profundo de nuestro ser?, ¿por qué no estamos
convencidos de que ascender hacia la cima del anhelo es más
costoso cuando llevamos adherida a nuestros cuerpos alguna
carga de egoísmo?
Si todos nacemos iguales e igualmente perecemos,
busquemos la grandeza en la amorosa entrega a nuestros
semejantes, en el desprecio del dinero y de los egoístas intereses...
Y, luchando, soñemos despiertos por un mundo más justo y
auténtico donde Cristo viva sonriendo en muchos corazones.
9. EL MONASTERIO DE CONTEMPLATIVAS
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La joven lo agradeció verdaderamente, pero en lugar
de probarlas se las ofreció a otra monja, y ésta lo llevó a otra, y
todas hicieron lo mismo, hasta que el racimo de uvas deleitosas
llegó a la religiosa del principio. No cabía duda de que aquella
era una comunidad verdaderamente contemplativa.
10. LA POBREZA
11. COHERENCIA
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12. EL OASIS DEL BIEN
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13. BUENA SUERTE, MALA SUERTE, ¿QUIÉN SABE?
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14. EL CANTO DE LA LECHUZA
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Irritado el sabio rico al percibir que las palabras no
eran correctamente pronunciadas, alquiló un bote y se dirigió
a la choza vecina para remediar la deficiencia. “Me incumbe
corregirte -habló-, pues más mérito hay para el que enseña,
especialmente si el consejo es certero. Deberás pronunciar
correctamente las palabras; de lo contrario, me veré obligado a
denunciarte”. “Gracias”, asintió humildemente Agarvala.
De vuelta su rica mansión, orgulloso de haber defendido
la verdad y la justicia, que muy pocos estaban capacitados
para ejercitar, Pandya Day volvió a oír equivocadamente
las sagradas palabras. Preso por la ira, volvió para maldecir
semejante insensatez, mientras su vecino se acercaba hacia
su bote caminado sobre el agua. “Disculpa, hermano, siento
molestarte, pero debo preguntarte de nuevo la forma correcta
de pronunciar las palabras sagradas, pues me resulta difícil
recordarlas y temo perjudicar su verdadera significación”.
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Entendiendo que el más joven de los príncipes era el
más profundo, el rey le cedió su poder.
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4. LAS HERIDAS DE LA EXISTENCIA
1. LA PROPIA CONDENA
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bajó a su morada y posó el dedo índice sobre el corazón del
prelado, volviendo sonriente al Cielo.
Cuando sonó esta vez el despertador, más tarde de lo
habitual, el obispo se levantó pausadamente, dio gracias a Dios
por el nuevo día y comenzó a ver con una luz nueva tantas cosas
que antes pasaban velozmente delante de su mirada. Pero
“¡qué sorpresa!”, exclamó. “¡Veo! ¡Ahora veo! ¡He recobrado la
visión!”. Y lo que antes fueran lágrimas tornáronse en profundo
agradecimiento.
Cuentan los feligreses que después de recuperar la vista,
el señor obispo era muy distinto: se levantaba sereno cada
mañana y, tras agradecer el nuevo día, abría la ventana de su
habitación para contemplar con la luz del corazón aquella grey
a él confiada. Concluidas sus oraciones desayunaba tranquilo,
y en el trabajo de pastor seguía los consejos de sus auxiliares.
Todo el día era una continuidad serena de la oración, hasta tal
extremo que sus feligreses notaban una mayor eficacia en sus
almas después de la ceguera del prelado.
Cuando al final de su copioso gobierno volvió el ángel
para recogerlo, el obispo agradeció verdaderamente haber
aprendido a vivir la vida con la luz del corazón.
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Engañada la cabeza izquierda, comió de las hierbas del
prado venenoso y enfermó; pero el mal se transmitió a la otra, y
a todo el cuerpo, y el hombre de las dos cabezas murió.
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A los pocos días volvió nuevamente el primer profeta
con el problema sin resolver. “Querido compañero, mi discípulo
ha practicado cuanto aconsejaste, pero no posee determinación
en su camino y el curso de los santos esfuerzos no tiene efecto
visible sobre su grave inquietud”.
“Entonces, cubre su mente y su corazón con amuletos,
somételo a un régimen intenso de gimnasia, seguido de un
período de silencio, viste su cuerpo con ropas especiales e
instrúyelo en la práctica de las técnicas secretas de los maestros”.
No obstante, al término de estos ejercicios las luchas interiores
del discípulo aumentaron.
Con desesperanza en el rostro, el profeta vio venir a su
amigo y se adelantó diciéndole: “¿Deseas nuevas ideas para tu
discípulo?”.
“No, respondió, mi aventajado alumno ha muerto en mis
brazos mientras practicaba uno de los secretos ejercicios que
recomendaste”.
“¿Pero no dijo nada antes de morir?”, volvió a preguntar.
“Sí, antes de que la diosa del amor y de la belleza abandonara
su cuerpo joven, abrió por primera vez sus labios delicados para
cerrarlos definitivamente al término de esta frase: “¿Pero cuándo
recibiré algo de comer?”.
Varias décadas después, los dos monasterios, amantes
del espíritu y enemigos del cuerpo, perdieron a todos sus monjes.
El último, antes de cerrar la puerta de un puntapié, escribió con
un punzón sobre la madera esta sencilla inscripción: “Durante
muchos siglos aquí se veneró el espíritu sobre el desprecio del
individuo, hasta que uno devoró al otro”.
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4. EL MATRIMONIO VACÍO
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5. MI HERIDA EXISTENCIA
6. LAS RATAS
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Entonces, los dueños del edificio decidieron emplear trampas
tradicionales con suculentos trozos de queso como cebo.
A la mañana siguiente apareció intacto el queso; las ratas
no lo tocaron. Finalmente, pensando que por algún misterioso
proceso las ratas habrían desarrollado gusto por el veneno y
aversión hacia el queso, rociaron veneno sobre los trozos de queso.
Un día después, las trampas estaban repletas de
saludables y fuertes ratas.
Todavía nadie se explica cómo se ha podido producir
esta transformación en el gusto del hombre moderno hacia los
valores morales que orientan la conducta.
7. LA INJUSTICIA
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8. EL PELIGRO DE LAS IMPRESIONES
9. EL ALMA Y EL FUTURO
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10. EL BASTÓN
11. DEMOSTRACIÓN
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12. LA METAMORFOSIS DE LA CIGARRA
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13. LA HUIDA
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los cultivos. Por este motivo estalló una guerra entre los dos
países, una sangrienta guerra que duró diez largos años.
Nadie consiguió explicar cómo a partir de una pequeña
discusión se produjo tan penosa contienda, donde perdieron la
vida muchos seres inocentes.
15. EL OCULTAMIENTO
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Podía decirse que la igualdad también alcanzaba sus
alegrías y tristezas, aunque una diferencia se desarrollaba en
lo más íntimo de cada niña: mientras una descubría siempre lo
bello y hermoso de las desgracias diseminadas por la vida, la
otra captaba exclusivamente la turbación, la tristeza o la agonía.
A los ciento tres años murieron las hijas del loto: una con
el pensamiento agradecido por tantos dones recibidos en vida,
la otra entristecida por la contradicción, anegada en amargura.
17. LA TIBIEZA
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5. LA SIEMBRA DEL PRECURSOR
1. LA SABIDURÍA
2. DESPRENDIMIENTO
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Cuando el ladrón fue detenido y confesó sus numerosos
delitos, Khamir fue llamado a declarar. “¿Conoce usted a este
hombre?”, preguntó la policía. “Desde luego que sí; un día vino
a mi iglesia, le hice un regalo y me dio las gracias antes de
marcharse”.
La declaración del monje impresionó al ladrón, quien
le dio nuevamente las gracias llorando profundamente
emocionado. Esto supuso para él una revolución interior.
3. LOS PECADOS
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vidente contestó: “Que no podía contarme sus pecados porque
los había olvidado, y que su mayor defecto consiste en estar
siempre pensando en sus pecados”.
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terminó de hablar, el primer ángel escribió sobre el azul del
cielo: “Recuerda: estás siendo juzgado por tus buenas obras, las
que hiciste o las que dejaste de hacer”.
No obstante, el sacerdote no podía recordar el bien que
hizo ni el que dejó de hacer. Entonces el segundo ángel escribió:
“El bien de los sacrificios”. Y el tercer ángel: “El bien de la oración”.
Y el cuarto: “El bien de la fidelidad”. Los siete ángeles dijeron
algo bueno que omitió y algo malo que realizó.
Cuando el tribunal terminó de escucharlos a todos, le
pareció que no había nada suficientemente importante como
para vestirlo con la túnica blanca de las almas gloriosas, y mientras
dudaba sobre su destino, se apareció un ángel más blanco que
todos los anteriores, con ojos de topacio y un cinturón de oro,
que cambió el color de aquellos cielos. Tenía la misión de asistir
al sacerdote durante su peregrinación en el cosmos. Y con una
espada de doble filo en la lengua cinceló sobre una nube dorada
el mayor bien que efectuó: “La comprensión”. A continuación
dejó un pergamino enrollado en la mesa del tribunal.
Los jueces leyeron detenidamente el pergamino del
ángel, dictaminando para el sacerdote un lugar muy importante
en el cielo. Entonces todos los asistentes al polémico encuentro
se sorprendieron por la sentencia.
El sacerdote del año diez mil, aturdido, preguntó al juez
el porqué de tanta generosidad. Éste le contestó que había
sido premiado por su capacidad de comprender a las almas
neutrales, desamparadas sin pastor, y de proporcionarles la
riqueza de la verdadera caridad: perdonar la terquedad de los
humanos. Por eso recibía el distinguido galardón con el que se
vestía de blanco como uno de aquellos santos que penetrados
por los refulgentes rayos de la divinidad se movían como el
soplo de la brisa. Y el sacerdote hizo el propósito de hablar más
en lo sucesivo con el ángel que todavía le cuidaba.
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5. LIBERTAD Y BUEN ESPÍRITU
6. HACERSE NIÑOS
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Retirado en las montañas habitaba un conocido ladrón
que jamás había escuchado sus enseñanzas. Extrañado por el
caso, se marchó, decidido a reconducirlo al buen camino.
Tras oír atentamente la predicación, el ladrón dijo: “Su
moral es muy sencilla; yo no creía que los grandes sabios fueran
tan simples”.
Fue así como el fundador de una de las más grandes
religiones de la humanidad se retiró sin éxito; la lección había
sido para él.
7. ARREPENTIMIENTO
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8. AMAR A DIOS
9. EL SABIO
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10. GENEROSIDAD
11. LA PACIENCIA
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12. EL HORIZONTE DE LA FELICIDAD
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buscaron ansiosamente su imagen. ¿Pero dónde encontrarla si
había vivido pobre? Por fortuna el artista recordó el cuadro y lo
llevó a la iglesia; allí todos comprobaron asombrados que sobre
el lienzo estaba plasmado el rostro de Dios.
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6. ESCLAVOS DE SUS AMBICIONES
1. LOS ANACORETAS
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2. AMOR Y CONFIANZA
3. JUICIOS HIRIENTES
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empezó? ¿Tu padre o tu madre?”, el muchacho respondió: “No
puedo afirmar si fue solamente mi madre o solamente mi padre”.
4. EL DESCONTENTO DE UN LÍDER
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5. EL ERMITAÑO Y EL BANDIDO
6. EL MENDIGO
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Cuando su esposa vio al pordiosero sumido en la
miseria, lo introdujo en el palacio, ordenando que preparasen
lo necesario para el aseo y que le vistieran con las ropas de
su marido, el rey. Al desprenderse de aquella ficticia imagen,
apareció el señor con toda su realeza. De esta manera
comprendió que solo poseen un espíritu grande quien es capaz
de hacerse uno con los pequeños.
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8. NO SOMOS
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Dolido por las palabras, el monje escribió con un pincel
en el muro de la casa: “En la limitada profundidad del corazón
humano abunda el egoísmo; pero existe algo superior más
extenso. El agua del pozo se vende por vino, y la mujer se queja
de no tener cáscaras para sus cerdos”. Concluido el mensaje, el
monje se marchó, y del pozo solo volvió a salir agua.
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11. EL PARAÍSO PERDIDO
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Inmediatamente golpeó Dios una puerta y dos demonios
horrendos se abalanzaron sobre Nakusband, lo aplastaron con
sus garras y lo llevaron a un recóndito lugar de fuego abrasador.
Condenado al tormento por él mismo, se dirigió a Dios por
última vez: “Si este lugar es el infierno, ¿cuál me mostraste
anteriormente?”. Entonces Dios le contestó: “Aquel no es el
infierno para los residentes permanentes, sino el que se muestra
a los visitantes”.
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16. EL OLVIDO
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7. MÁS ALLÁ DE TU VERDAD
1. LOS TRES ÁRBOLES
Había una vez un árbol que soñaba. Cierta noche
cálida miró la hondonada del valle y, creyéndose elegido para
un destino eximio, gritó mientras todos dormían: “Cuando
despierte, seré un cofre de tesoros, de oro y preciosas piedras
de valor incalculable custodiado por guardianes”.
Al oírlo, otro árbol contestó: “A mí me labrarán cual
valiosa embarcación de ébano para llevar a reyes y señores a los
recónditos lugares del mundo”.
Entonces, un tercer árbol, herido por la arrogancia de
sus compañeros, clamó: “Pues yo seré el mayor de todos los
árboles del bosque. Sobre la montaña tocaré al Dios del cielo y
me recordarán con devoción”.
Cayó la noche, vinieron las primeras luces de la aurora y
los tres árboles oraron durante mil días para que el Creador les
concediera sus sueños. Y así sucedió.
Cierto día, vino un leñador y cortó los tres árboles. El
primero, para el carpintero de la aldea vecina; el segundo, para
el embarcadero del puerto, y el tercero sería clavado en la cima
de la montaña.
El carpintero acogió con cariño la madera virgen, la
cortó con brío, cual maestro de la gubia y el formón, e hizo un
pesebre; lo llenó de paja y lo depositó en una gruta del valle.
“¡Ay, dolor de mi propia realidad, tan lejana de cuanto soñé en
mi juventud!”, se lamentaba el primer árbol.
Los constructores del embarcadero hicieron una barca
débil con prisa y sin cuidado, y la echaron al lago, lista para que
los pescadores echaran las redes.
“¡Señor, acaso mis oraciones fueron baldías y tu existencia
una quimera!”, lloraba el segundo árbol.
Y al tercer árbol lo trocearon sin forma ni sentido,
tirándolo en un sucio pajar. No había más lágrimas en el mundo
que consolaran tamaña desdicha.
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Años después, llegaron José y María, y depositaron a su
hijo Jesús en el pesebre de la cueva del valle, porque no había
sitio para ellos en la posada. El pesebre lloró de emoción y
agradecimiento por haber contenido al tesoro más infinito del
universo.
Cuando el niño creció, se convirtió en Profeta. Un día,
estando dormido en la barca de sus discípulos, estalló una
tormenta. Ellos, asustados, lo despertaron. Entonces, mientras el
Maestro desplegaba un poder insólito y maravilloso calmando
la tempestad, la barca notó sobre sus tablas los pies desnudos
del Señor. Así, el segundo árbol se supo portador del Rey de los
reyes y del Señor de los señores.
Tiempo después, el profeta fue condenado a morir en
la cruz. Entonces, un soldado romano fue al pajar, clavó dos
tablones e hizo una cruz. El árbol de la cruz se levantó sobre
una colina como lecho y dulce abrazo de Jesús. Nadie como
él tocó jamás el corazón de la divinidad, incluso la sangre del
Cordero empapaba su madera, convirtiéndola en la reliquia más
preciada de la humanidad. Incluso sintió la frente de la Madre
de Dios reclinada sobre ella, musitando palabras de esperanza.
Los tres árboles comprendieron los planes de Dios. Cada
uno obtuvo lo que pidió, aunque no como esperaban. Si los
caminos de Dios no coincidieron con los suyos, sí fueron los
mejores.
2. EL SUFRIMIENTO Y LA FELICIDAD
Cierto día, Buda, sentado sobre la flor de loto, enseñaba
sobre la necesidad de suprimir el sufrimiento para alcanzar la
felicidad. El dolor, al oírlo, se entristeció, porque ya nadie le
querría.
Poco después, pasó por allí un joven lleno de caridad,
y, viendo llorar al dolor, se le enterneció el corazón, lo tomó de
la mano y lo convirtió en su amigo inseparable. Ese joven se
llamaba Jesús.
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Por primera vez en la historia, el dolor supo que podía
dar fruto, pues Jesús decía que no había felicidad sin cruz. Y
lo demostró muriendo abrazado al madero de la cruz con el
corazón lleno de paz.
Buda se asombró al constatar que Jesús y él transmitían
lo mismo: la felicidad. Sin embargo, mientras Buda eliminaba
el sufrimiento con la renuncia y la meditación, Jesús lo asumía
para sanar el pecado y traer la salvación.
Al final, ni uno ni otro erradicaron el dolor del mundo.
Buda no pudo; Jesús no quiso, pero mostró en su carne el
camino para comprenderlo y transformarlo.
Hoy, la felicidad da la mano al sufrimiento para evitar su
soledad; por eso, los místicos sonríen, sin importar lo que pase.
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de tu partida: “Te quise, y me otorgaste tu sabiduría; te obedecí,
y recibí comprensión; te cuidé, y comprobé tu grandeza; y así yo
soy como tú, y tú eres como yo”.
El fundador abrió sus labios y exclamó: Muero consolado
gracias al menor de mis hijos, porque él perpetuará mi espíritu.
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5. LA CANCIÓN DE LA RAMA
Todos los atardeceres, cuando el viento se despertaba
sobre la colina, Gumsur, el roble centenario, movía
armónicamente sus ramas al compás de la brisa, provocando la
conocida melodía de la montaña. Gumsur estaba muy orgulloso,
pues durante los cuarenta últimos años de su vida había
sometido a todas sus ramas a una inconsecuente obediencia.
Cierto atardecer, Layla Idris, uno de los renuevos de la
última primavera, descubrió que tenía su propia voz. Y, sin el
consentimiento de Gumsur -que le hubiera sido radicalmente
denegado-, Layla comenzó a cantar en solitario.
Ya se había dormido el sol bajo las colinas, las aves
guardaron sus celosos trinos y toda la campiña permanecía en
silencio. Y en aquel sobrecogedor ensueño, Layla Idris expresó
la armonía de su corazón, los lamentos de sus entrañas, los
proféticos pensamientos de su sabiduría, las delicadezas de
un corazón virginal. Y cantó y cantó sin cesar... Era un canto
hermoso, un suave canto de amor...
Todo el bosque despertó. Las aves abrieron sus ojos
sorprendidas por una música increíblemente bella; y Gumsur
gritó: “¡¿Quién está cantando en mis ramas?! ¡¿Quién entona esa
melodía no prevista en mi programa?!”. Convulsionado por la ira,
comprobó que una rama desarrollaba su propia personalidad
alejada del compás de sus deseos. Y, sin importarle la grandeza
de aquella virginal voz ni su eco en el corazón de los oyentes del
campo, arrancó de su tronco a Layla Idris y la arrojó al suelo.
Cuando vinieron las lluvias y los vientos cubrieron con
tierra la rama herida, Layla resucitó. Desde entonces había
en la colina dos árboles: un roble centenario que al atardecer
evocaba las monótonas melodías de antaño, y una joven rama
que diariamente entonaba una sublime melodía cuando el sol
caía tras las montañas y la brisa acariciaba la vertiente.
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6. LO VERDADERAMENTE IMPORTANTE
Cierto día, el maestro reunió a todos sus discípulos,
porque tenía para ellos una disertación importante. En el
templo, los jóvenes albergaban inquietudes sobre su futuro;
algunos procuraban ser aceptados por los mayores mientras
otros recitaban oraciones que les garantizasen la perseverancia.
Y no pocos temían, creyéndose rechazados por los sacerdotes
del monasterio.
De pie, delante de todos, el maestro mostró un recipiente
de cristal completamente vacío, y dijo: - Así es el espíritu en los
primeros momentos de la vida. Así es ahora el recipiente de
vuestro corazón, les dijo. Después, llenó el frasco con algunas
piedras elegidas en la ribera del río.
- ¿Está lleno el frasco?, preguntó a los aspirantes.
Unánimemente respondieron que sí. Después, el
maestro vació un saquito de trigo sobre el mismo recipiente,
agitándolo para que el trigo rellenara los huecos que habían
dejado las piedras.
- ¿Está lleno ahora?, volvió a interpelar a los discípulos.
- Sí, dijeron todos, asombrados por la sagacidad de su
interlocutor. Entonces, el maestro tomó del suelo un puñado de
tierra y fue vertiéndola en el recipiente.
La fina arena se introdujo por los entresijos hasta
colmatarlo. Los alumnos quedaron estupefactos, luego, el
maestro añadió: “Así son vuestras vidas, así es vuestro espíritu,
y semejantes deben ser vuestros intereses. Las piedras elegidas
en la ribera es lo importante donde se asienta la voluntad: Dios,
la familia, los amigos..., porque cuando lo demás se pierde, ellas
permanecen con vosotros. Los granos de trigo representan
las cosas menos importantes: el trabajo, las diversiones, los
caprichos... Y la arena es todo lo demás, que, por insignificante y
efímera, carece de valor”.
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“Cuando os angustiáis llenando vuestro espíritu de
arena, no habrá espacio para las piedras preciosas, por lo que
vuestra vida quedará inacabada y el alma insatisfecha. Formad
criterios, estableced prioridades y la felicidad encontrará el
recipiente donde florecer”.
7. EL ENVIADO
En un tiempo muy remoto, Dios envió a su Hijo al mundo
para que su Palabra alimentara a los hombres; y lo depositó en
las manos del hombre.
El hombre sembró la Palabra en la tierra. Entonces, los
pájaros comieron un grano tierno y gustoso al paladar. Perros,
gatos, ardillas, ratones, búhos y otros muchos animales se
presentaron donde había caído la Palabra, hecha trigo de
Dios. También las hormigas llenaron sus despensas, y aquella
primavera no floreció absolutamente nada en la campiña de los
hombres.
Al cabo de algún tiempo, Dios, enfadado, interrogó al
hombre: “¿Dónde está mi Hijo, el enviado hecho Carne y Palabra,
dónde está?”.
El hombre replicó: “Señor, yo he sembrado tu Palabra
como me dijiste; pero el Hijo ha muerto en el campo y alguien
lo ha sustraído”.
Durante la primavera siguiente, los pájaros alumbraron
numerosos polluelos, los animales proliferaron, las semillas de
las hormigas cuajaron en gruesas espigas y hubo alimento para
los hombres. El Hijo había muerto vivificando la creación, y
muchos comieron gracias a su oblación; el hombre jamás sintió
hambre y Dios vio cumplido su deseo.
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8. EL LOCO
9. EL PROFESOR Y LA PALOMA
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del libertinaje. Sin embargo, sus lecciones oprimieron mi
alma con miedos y temores.
Al concluir, entré en la otra clase. Había allí un
hombre que me asignó una paloma, enseñándome a
criarla con esmero. Cuando la paloma creció, la tomé en
mis manos con amor y la lancé al firmamento... La paloma
voló con poderoso batir de alas.
Nunca volví a visitar al profesor; sin embargo, todas
las noches retornaba la paloma para acurrucarse al calor de
mi corazón.
10. EL SACERDOTE
Tras años de trabajo, un sacerdote meditaba sobre el
devenir de su vida sin llegar a ninguna conclusión. De pronto,
se le acercó un niño, y, sintiendo compasión por tan tierna edad
y desconocimiento, le orientó.
Más tarde, tropezó con un joven que deseaba encontrar
a Dios en su amada. El sacerdote le contó un pasaje del Evangelio
donde Jesús hablaba del amor esponsal.
Luego acudió un prestamista frustrado, una mujer
enferma y dos ancianos temerosos por la incertidumbre de su
destino; y también confortó sus espíritus.
Al terminar, el sacerdote volvió a reflexionar sobre
su llamada y el sentido de sus obras. Meditó durante largo
tiempo sin que nadie le ayudara a comprenderse ni acudiera a
consolarlo. Tan solo La Mujer, desde lo alto, lo miraba sonriendo.
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11. VIVIR LA REALIDAD
En cierta ocasión topé con un grupo de tristes hombres
sentados en una pared. Inmóviles, se lamentaban porque no
sabían qué sería de sus vidas.
Caminando, encontré más adelante otro grupo de
personas que cíclicamente se contaban unas a otras los errores
del pasado, circunstancias irrepetibles que atribulaban sus
espíritus y les impedían avanzar.
Continuando la ruta me crucé con hombres y mujeres
alegres y sonrientes, sin nada en los bolsillos; iban a combatir
en una gran batalla, después de haber perdido otras muchas.
Ellos me dijeron: “Estamos alegres porque esperando en Dios,
vivimos cada día en el presente y conquistamos el futuro”.
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“No, le contestó la muerte; ellos tienen su momento
oportuno. Has sido tú el preferido para cambiar estos yermos
por los vergeles del paraíso; es necesario que aceptes la llamada
predilecta”.
“No, -replicó- aparta de mí esta agonía prematura,
crepúsculo anticipado de mi dicha; no puedo aceptar; en mi
lugar toma lo más preciado para mí: un hijito de corta edad;
tómalo y llévatelo también, pero no me atormentes más”.
La muerte, acostumbrada al llanto y al dolor, se
estremeció ante el egoísmo del elegido y, abandonando la
mansión, musitó: “No eres rico, sino inmensamente miserable”.
Y encomendó a los ángeles la ardua tarea de corregirlo.
Saliendo de las tinieblas de la noche se detuvo ante la
más humilde de las casas de un barrio pobre. Y de la mano del
crepúsculo entró en la única estancia de una casa donde dormía
un joven. Se contuvo ante él, besó su frente y se abrieron los
ojos del durmiente.
Entonces, el joven habló: “¡Oh, muerte amada; tantas
veces te invoqué disponiendo mi vida para ofrecerla en
holocausto; abrázame, volaré contigo al reino del Viviente.
Llévame y no me desdeñes!”
La muerte envolvió con sus alas el alma pura del joven y
la condujo a la divinidad.
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y constató que era una cuerda de plata muy fuerte por donde
podía ascender y liberarse del sufrimiento.
Y comenzó a subir lentamente, despacio, haciendo
grandes esfuerzos para no resbalar. Ilusionado por su fortuna
y viendo cerca la salvación, miró detrás para ver los distantes
infiernos; sorprendido, observó que tras él subía también una
multitud de personas.
En ese instante, el miedo se apoderó de su corazón y
la esperanza del éxito comenzó a dispersarse: el hilo no sería
lo suficientemente fuerte para aguantar el peso de tantas
personas.
Enojado, Shamir deseó la muerte para cuantos le seguían.
En ese preciso instante, el hilo de plata cedió exactamente por
encima de sus manos, y se precipitó al tenebroso abismo.
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15. ATRAVESAR LA MONTAÑA
Al norte de las montañas de Hebail vivía un anciano
de amplias sienes y barba plateada por los avatares de la vida.
Su casa estaba rodeada por montañas de heladas cumbres, lo
que dificultaba enormemente entrar o salir de ella. Cierto día,
cansado de tantos obstáculos, reunió a toda su familia y le
propuso abrir en la montaña un camino hacia el sur, donde el
río bañaba los valles despoblados de una inmensa región.
Todos estuvieron de acuerdo; tan solo su mujer esbozó
una leve duda: “Sin la fuerza necesaria para desmontar un cerro,
¿cómo podremos mover esa montaña y dónde vaciaremos la
tierra?”. El anciano mostró sus manos y su voluntad, y con toda
la familia emprendió un trabajo insólito.
En el margen del río un campesino se burlaba de sus
esfuerzos, intentando disuadirlos con estas palabras: “¡Qué
absurdo, un anciano débil para arrancar un puñado de pasto
intentando remover tanto terreno!”.
El anciano contestó: “Aunque yo muera, quedarán mis
hijos, y los hijos de mis hijos; y, trabajando generación tras
generación, conseguiremos desmontar la montaña”.
Veinte años después, un espacioso sendero comunicaba
las frías tierras del norte con las fértiles vegas del sur. Esto
permitió el enriquecimiento de las regiones y muchas familias
prosperaron. El trabajo perseverante en lo pequeño produjo un
bien importante.
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Una vez terminado, el fénix lucía un maravilloso
penacho de color esmeralda que se erguía vaporosamente
sobre la cabeza; sus patas bermellones producían reflejos
deslumbrantes, y las plumas tornasoladas parecían hechas del
brocado que tejen las nubes en el crepúsculo.
Y al oprimir un resorte oculto, el pájaro sagrado alzó el
vuelo con poderoso batir de alas y voló sin descanso durante
cincuenta años. Cuando este período terminaba, el fénix se
quemaba por completo. Sin embargo, de sus cenizas resurgía
vigoroso para volver a volar durante otros cincuenta años. Y
cuantos habían criticado anteriormente al artesano no cesaban
ahora de elogiarlo.
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18. EL AGUA DE LA ETERNA VIDA
Un rey muy poderoso conquistó la ciudad que custodiaba
el sagrado manantial de la eterna vida, para beber el precioso
don de la inmortalidad.
Una vez coronado rey, se acercó a la caverna del
manantial. Cuando se disponía a beber, una voz ronca
estremeció sus entrañas:
“¡Detente, no cometas el mismo error que yo!”. Era el
quejido de un cuervo horrendamente envejecido. “Mírame,
hace dos mil años bebí el agua de la eterna vida, y ahora, casi
ciego, sin uñas, con el pico roto y escasas plumas que me aíslan
del frío, mi único deseo es morir y no puedo”. El conquistador se
incorporó abandonando inmediatamente la caverna.
19. LA MUERTE
Un día cualquiera visitó al Maestro un anciano temeroso
que deseaba prolongar la brevedad de su vida, próxima ya al fin.
El Maestro había pronunciado muchos discursos sobre la muerte
y la vida, y en numerosas ocasiones enseñó la necesidad de la
inmortalidad; por otra parte, en las aldeas vecinas todo el mundo
conocía sus ocultos poderes para dilatar la existencia.
El anciano, rebosante de una egoísta esperanza le dijo:
“Maestro, tengo ochenta años y mi vida se apaga como la luz de
los campos cuando se cierne el crepúsculo; si tú pudieras limitar
esta angustia, te estaría profundamente agradecido”.
El Maestro respondió: “Eres joven todavía. Un proverbio
antiguo dice que la niñez perdura hasta los cincuenta años, y que
entre los sesenta y los ochenta es cuando hay que amar”. “Pues
entonces deseo vivir hasta los cien años”, replicó.
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“Tu deseo no es difícil de alcanzar; hasta los cien años
solo faltan veinte. Conseguiré que mueras exactamente el
primer día del año cien”, contestó el Maestro. “No, por favor, haz
que muera a los ciento cincuenta años”.
El Maestro le dijo: “Como tienes ahora ochenta años, has
vivido la mitad de tu deseo. Escalar una montaña exige muchos
esfuerzos y largo tiempo, descenderla es rápido; desde ahora,
tus setenta últimos años pasarán como un sueño”. Y el anciano
contestó: “No, por favor, no. Concédeme trescientos años de vida”.
“¡Qué pequeño es tu deseo! -comentó el Maestro-
¡Solamente trescientos años! Un proverbio de la época antigua
dice que las grullas viven mil años y diez mil las tortugas; si unos
animales pueden vivir tanto, ¿cómo es que siendo humano
no deseas vivir más que trescientos años?”. “Pues siendo así
las cosas, dijo el anciano, ¿hasta dónde alcanza tu poder para
mantenerme con vida?”.
Y el Maestro, con una voz que flotaba sobre el viento y se
depositaba como la verdad sobre cuantos escuchaban, sonrió:
“Lo que tú deseas es no morir; es una actitud impotente, que no
conduce al camino de la verdad. No obstante haré que todavía
permanezcas entre nosotros algún tiempo; pero tendrás que
visitarme cuantas veces sean necesarias”.
Así, el anciano recibió diariamente las enseñanzas del
Maestro, meditando sobre el auténtico sentido de la vida, abierta
con el sol del amanecer y disipada con el declinar del día. De esta
suerte fue llenando su alma de un amor divino que le preparó
para vivir largamente sin ninguna inquietud una vez que el breve
caminar por los campos del mundo hubiera tocado su fin.
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20. CAPACES DE VIVIR
La última mujer traía una mano herida. Fue a mostrarla
a su marido y este descubrió que aún permanecía clavada la
espina del conocimiento. Pero por más que intentaron sacarla no
lo consiguieron, porque estaba muy profunda y era complicada.
Entonces purificaron su conocimiento en la luz de la
verdad, e inmediatamente experimentaron el placer: era la
duda alejándose de la inteligencia del último hombre y el amor
purificándose en el corazón de su mujer.
Y cuando fueron a sacar la espina ya no había sangre y
todo estaba curado.
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