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Motivos de fondo para la reunión del Concilio

Plenario de América Latina de 1899

por Antón M. Pazos

Abstract. – In 1899 a Plenary Council of bishops from the new Latin American republics
gathered for the first time. This paper analyses the purposes which the Holy See wished
to reach with the Council. The main goals were to improve the religious situation of the
continent and to increase the number of the local clergy. These objectives are evidenced
by the preparatory sessions of the roman experts previous to the Council. They reflect
the following issues: nationalism and state intervention, freedom of expression, influen-
ce of European immigration, liberalism and masonry, and the difficult circumstances of
the secular and regular clergy. The sources of this paper are mainly from the Vatican
Archives (Affari Ecclesiastici Straordinari).

El Concilio Plenario de América Latina de 1899 parece aceptado en


la historiografía reciente como el punto de partida1 de la actual
organiza-

1
Con motivo del centenario ha resultado costumbre presentar el Plenario como el
inicio de lo que serían las conferencias generales del episcopado latinoamericano del si-
glo XX. Sin embargo, no parece muy adecuado plantear esa relación de un modo tan li-
neal, habida cuenta que en su momento el Plenario se planteó como una reunión excep-
cional que no tenía porqué repetirse. Sin embargo, en sentido amplio sí puede afirmarse
que hay un antes y un después del Plenario respecto a la conciencia de unidad de los
episcopados americanos. De todos modos, la continuidad entre el XIX y el XX no es una
idea reciente. Ya se vio así desde que comenzó la actual organización unitaria de todo
el episcopado latinoamericano, tal y como hizo Pablo Correa León en su artículo sobre
“El Concilio Plenario Latinoamericano de 1899 y la Conferencia Episcopal Latinoame-
ricana de 1955”: Cathedra XI (Bogotá 1957), pp. 47–61. El entonces Obispo auxiliar de
Bogotá hace en su artículo un estudio comparado entre la legislación del Plenario, el Co-
dex Iuris Canonici de 1917 y los acuerdos de la Conferencia de Río de Janeiro. Y no tie-
ne reparo en concluir que la nueva etapa conecta con el Plenario, ya que “la Iglesia en
nuestro continente está ya suficientemente estructurada y organizada en sí misma, lo que
fue la obra del Concilio Plenario, y ahora entra en una etapa ulterior de vitalidad expan-
siva.” (Ibidem, p. 61).

Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas 38


© Böhlau Verlag Köln/Weimar/Wien
2001
246 Motivos de fondo para la reunión
Antóndel Pazos Plenario de América Latina 246
M.Concilio

ción de la Iglesia en América Latina.2 Sin embargo, pensamos que


hay diferencias fundamentales entre el Plenario y las conferencia
genera- les de episcopado latinoamericano que hacen difícil
considerarlo sin más como el primer eslabón de éstas, aunque desde
luego fue un hito imprescindible para la concepción unitaria de
América Latina.
Por un lado hay que tener presente que su convocatoria fue excep-
cional – no estaba previsto un segundo plenario – y por otro, más im-
portante, hay que destacar que la Santa Sede no lo reunió por motivos
organizativos como podría ser coordinar la acción del episcopado
lati- noamericano – como sucederá con la CELAM en el siglo XX –
sino que tuvo mucho que ver con los deseos romanos de atajar los
proble- mas del continente y, sobre todo, de mejorar – en número y
calidad – la situación del clero. Ya en otros lugares3 hemos
desarrollado con de- talle la génesis del Plenario, desde la inicial
petición de convocarlo, que surgió de América Latina,4 hasta su
reunión y desarrollo. Aquí vamos a analizar con algún detalle y
citando sobre todo los textos ori-

2
De todos modos hay que destacar que el desarrollo historiográfico del Plenario es
muy reciente, impulsado en gran medida por la celebración del centenario. Aunque han
ido apareciendo trabajos a lo largo de las últimas décadas, los trabajos más amplios y la
difusión en revistas ha tenido lugar en los años noventa. Entre los trabajos más signifi-
cativos en ésta década habría que citar la tesis doctoral inédita de Diego R. Piccardo, El
Concilio Plenario Latinoamericano (Roma 1899) (Pamplona 1991), basado en docu-
mentación vaticana.
3
Sobre la génesis del Plenario lo más reciente es Antón M. Pazos, “Celebración y
desarrollo del Concilio Plenario de América Latina”: Pontificia Comisión para América
Latina (ed.), Los últimos cien años de evangelización en América Latina (Città del Vati-
cano 2000), pp. 149–184. Un estudio amplio sobre el Plenario – preparación, desarrollo
y puntos principales sobre documentación inédita en prensa – en Antón M. Pazos/Diego
R. Piccardo, Die Plenarkonzilien von Lateinamerika (Paderborn en prensa). Pueden ver-
se, también de Antón M. Pazos, “El iter del Concilio Plenario Latino Americano de 1899
o la articulación de la Iglesia latinoamericana”: Anuario de Historia de la Iglesia 7
(Pamplona 1998), pp. 185–206 y “Preparación y convocatoria del Concilio Plenario de
la América Latina”: Revista del Instituto de Historia Eclesiástica Ecuatoriana 19 (Qui-
to 1999), pp. 131–177.
4
La idea fue de mons. Mariano Casanova, arzobispo de Santiago de Chile, en car-
ta a León XIII en 1888: Lettera di Mons. Arcivescovo di S. Giacomo del Chili al S. Pa-
dre sula convocazione di un concilio per l’America del Sud, 26 ottobre 1888, en Archi-
vo de la Sacra Congregazione degli Affari Ecclesiastici Straordinari, America, 1894,
positio 61, fascicolo 6, folios 871–878.
ginales, la visión de la curia romana sobre la situación continental,
que fue en definitiva la causa que decidió la convocatoria. 5

UN TERRITORIO NECESITADO DE “ATENCIONES ESPECIALES”

¿Estaba la convocatoria del Plenario dentro de un plan general de ac-


ción latinoamericana de la Santa Sede? Actualmente no sabemos, o al
menos hasta ahora no parece que se haya estudiado, si existió un pro-
yecto global, más allá de la convocatoria conciliar. Los datos de los
que podemos partir son escasos. Quizá el más significativo sea la
carta programática que escribió León XIII a Rampolla en 1887, tras
nom- brarle Secretario de Estado y en la que citaba las repúblicas
america- nas como un conjunto unitario bien definido al que pensaba
dedicar atención en el futuro. Para León XIII era claro que esos
países forma- ban un bloque geo-religioso, podríamos decir, bien
definido por ori- gen, lengua y religión al que pensaba dedicar
especiales cuidados.6
No parece que esto sea suficiente para decir que León XIII tuvo un
plan de acción sobre América Latina, pero sí que tenía claras las líne-
as de actuación.7 Como sabemos, el papa era muy cuidadoso en la
pla-

5
Nos basaremos sobre todo en el amplio informe que citaremos con frecuencia ti-
tulado: America Latina, Vol. I., Maggio 1894. Sulle condizioni político-religiose delle
Repubbliche Americane del Centro e del Sud. Se conserva en el Archivo de la Sacra
Congregazione degli Affari Ecclesiastici Straordinari, America, 1894, pos. 61, fas. 6–9,
ff. 1–942. Lo citaremos en adelante como “Sulle condizioni”, indicando la página sin ha-
cer referencia a los fascículos en que se distribuye el informe en el archivo y que son las
siguientes: Fascicolo 6, pp. 1–225; fascicolo 7, pp. 229–448; fascicolo 8, pp. 449–688,
y fascicolo 9, pp. 689–942, incluyendo los índices finales.
6
“Le strette attinenze [con España] di origine, di lingua e di religione, come anco-
ra la fermezza medesima nell’avita fede, che uniscono alla Spagnuola le popolazioni de-
ll’America di mezzodi, Ci invitano a non disgiungerle nelle speciali cure che saremo per
rivolgere del pari a comune loro vantaggio.” (“Lettera di Sua Santità Papa Leone XIII al
Cardinale Mariano Rampolla suo Segretario di Stato”: Acta Sanctae Sedis XX (1887),
pp. 3–27, aquí: p. 8).
7
De hecho, cuando esté ya en marcha la preparación de Concilio Plenario de Amé-
rica Latina la indicación de León XIII sobre la “especial atención” que pensaba dedicar
a América Latina es la referencia básica del informe general de 1894: “Il Santo Padre
medesimo, nella sua lettera del 15 giugno 1887, si degno manifestare all’Emmo Sig.
Cardinale Rampolla del Tindaro Segretario di Stato la sua sovrana risoluzione di voler
rivolgere speciali cure a migliorare le sorti e tutelare gl’interesi religiosi di quei popoli,
i quali sono stretti fra loro da comunanza di origine, di lingua e di fede avita.” (“Sulle
condizioni” [nota 5], p. 5).
nificación de las directrices generales, que se reservaba muchas veces
personalmente, como sucedió con el relanzamiento de las misiones.8
Ciertamente, hasta ahora no tenemos noticia de algo similar para
Lati- noamérica, aunque no parece desmesurado hablar de un plan o
de unos principios orientativos – que podían muy bien ser de León
XIII – y que culminan en el concilio plenario de 1899. Tal plan
tendría mucho que ver con la visión – siempre desde la óptica
romana, no lo perda- mos de vista – de lo que era la cristiandad
americana, y de sus caren- cia, visión teñida además por el deseo de
presencia y conquista social católica en que se concretaba a fin de
siglo la acción católica.
Si hubiese que sintetizar esas convicciones vaticanas sobre Améri-
ca puede decirse que tendríamos como absolutamente seguras las si-
guientes: a) toda América Latina era vista como un único continente
claramente católico; b) la carencia fundamental era el clero, escaso e
ignorante; c) se requería, por tanto, aumentar, fortalecer y unificar la
jerarquía para mejorar el clero y así poder también organizar a los lai-
cos para influir intelectualmente – prensa y enseñanza – en la socie-
dad.
¿Sirve eso para poder hablar de un programa leoniano para Améri-
ca Latina? Probablemente sí, ya que al parecer se aplicaron esos crite-
rios y la consecuencia fue el mantenimiento de la unidad continental
– a pesar de las resistencias – y se buscó – y consiguió – la mejora
del clero, claramente romanizado y más espiritual – o si se quiere,
menos político – a principios del siglo XX. Desde luego, las
carencias que acabamos de señalar eran claras para quienes, desde
Roma, se encar- gaban de los asuntos latinoamericanos. No tenían
duda de la unidad continental y el concepto se mantuvo
inflexiblemente en todo el pon- tificado, como se afirma en la
conclusión9 de la ponencia romana a la que aquí nos referimos.

8
Es lo que plantea Claude Prudhomme, Stratégie missionnaire du Saint-Siège sous
Léon XIII, 1878–1903: centralisation romaine et défis culturels (Roma 1994).
9
“Sparsi sopra un continente vastissimo ed alla estremità di un altro, od abitanti so-
pra isole, per la estensione di circa venti milioni di kil. q., sembrano formare una sola fa-
miglia per comunanza spesso di origine, di linguaggio, sempre di fede, di tradizioni, di
sistemi governativi. Travagliati dagli stessi mali, provati alle stesse sventure, oggi tutti,
dopo lunghe guerre fratricide ed interne rivoluzioni, si sono sottratti ad ogni influenza di
governi stranieri, e, divenuti autonomi, si reggono con governi popolari.” (“Sulle condi-
zioni” [nota 5], p. 221).
De hecho, la Santa Sede no sólo utilizó ampliamente el término
América Latina sino que contribuyó a crearla. Un ejemplo claro lo te-
nemos en las consultas previas al concilio plenario latinoamericano.
Los episcopados de México, Haití y Brasil se opusieron en un primer
momento a incorporarse. Haití, con episcopado y clero francés lo hizo
argumentando que eran diferentes por origen, lengua y tradiciones. 10
Los brasileños, reunidos en un concilio nacional en 1890 e inician-
do la nueva etapa republicana y, para la Iglesia, libre del patronato,
op- taron por constituirse en un bloque autónomo en el continente,
bien di- ferenciados por la nacionalidad, la lengua y las
circunstancias. A la invitación enviada por el cardenal Rampolla para
convocar un conci- lio latinoamericano respondieron que ni parecía
conveniente, ya que no obtendrían provecho reuniéndose con el
resto de América, ni era posible por las estrecheces económicas que
padecían,11 algo difícil de creer, toda vez que estaban reunidos en un
concilio nacional. De hecho la respuesta se recoge en las actas de la
octava conferencia del conci- lio nacional brasileño reunido, además,
bajo la presidencia del inter- nuncio en Brasil.
También los mexicanos optaron por aislarse del concilio. Según
ellos, por razones de oportunidad y falta de libertad política, no sólo
era impensable que asistiesen a un concilio continental, sino que sería
difícil reunir uno mexicano debido a la presión que ejercía la masone-

10
“Je suis convaincu que ce concile ferait un bien immense, et donnerait aux Evê-
ques une grande force dans l’exercice de leur charge pastorale [...] Cependant, je dois le
déclarer à Votre Eminence, l’été d’Haïti, bien que contenue au point de vue geographi-
que dans l’Amérique centrale n’a aucune relation avec les provinces voisines. Nous n’a-
vons rien de commun avec les contrées de l’Amerique, ni la langue, ni la legislation ni
les coutumes. Nous sommes plus ètrangers á ce qu’y se passe, qu’on ne l’est en Europe”.
(L’Arcivescovo di Porto-Principe si dichiara anche a nome dei suffraganei contrario a
prendere parte al proposto concilio, 25 giugno 1889 en “Sulle condizioni” [nota 5], pp.
904–905).
11
“[...] componendosi l’America Meridionale di varie nazioni ed essendone diversi
i costumi e la lingua, non conseguirebbe l’Episcopato brasiliano i risultati pratici che
sarebbero a desiderarsi; inoltre che sarebbe impossibile ai Vescovi brasiliani di prender
parte al detto Concilio a motivo della deficienza dei mezzi necesarii per fare lunghi e
dispendiosi viaggi”. (Atti delle conferenze dell’Episcopato Brasiliano, celebrate nella
Capital di S. Paolo sotto la presidenza dell’Eccmmo e Revmmo Monsig. D. Antonio de
Macedo Costa, Arcivescovo de Bahia e Primate del Brasile, Ottava conferenza, 18 agos-
to 1890, en “Sulle condizioni” [nota 5], pp. 409–410.).
ría ante cualquier intento de fortalecimiento de la Iglesia.12 A pesar de
estos argumentos, quizá realistas, en el fondo podía estar el afán de
desentenderse de Sudamérica – de hecho intentaron un concilio
nacio- nal, antes de ir al Plenario –13 y su tendencia natural a
orientarse al norte.14
Lo cierto es que en ningún caso la Santa Sede admitió que estas
na- ciones se excluyesen del mundo latinoamericano. El plan de
unidad continental parece por tanto, que era claro en las autoridades
de curia.
Respecto al clero, su reforma aparece como una verdadera necesi-
dad y puede decirse que es habitual ya a final de siglo distinguir entre
clero viejo y clero nuevo. El primero político, concubinario y
materia- lista y el segundo más espiritual y parroquial, más
romanizado si se quiere. Hay por tanto en todo el pontificado
leoniano un esfuerzo renovador: revitalización de viejas órdenes
religiosas – en situación critica en Brasil – introducción de otras
nuevas, sobre todo orientadas a la educación, creación de seminarios,
envío de jóvenes al Colegio Pío Latino Americano, todo ello con
miras a la constitución de un cle- ro local cultivado y apostólico del
que pudieran salir obispos adecua-

12
“Tengo la satisfacción de decir a Vuestra Eminencia [...] que, como le anuncié en
mi última, aproveché la venida de los diez Obispos que se reunieron aquí con motivo de
mi jubileo sacerdotal para tratar sobre la conveniencia y oportunidad de celebrar un Con-
cilio, si no en toda la América española, al menos en esta República: y todos estuvimos
de acuerdo, no sólo en su conveniencia, sino en su absoluta necesidad: pero utrum sea
oportuna, o mejor dicho, realizable sin grandes e insuperables obstáculos y fecunda en
algunos bienes, todos lo dudamos, [...] fundados [...] en la profunda aversión y continua
guerra que hace, no tanto el Gobierno, sino la Masonería [...]”. (L’Arcivescovo di Messi-
co significa il propio parere e quello di altri dieci Vecovi, negandosi di prendere parte
al progettato concilio, 12 settembre 1889, en “Sulle condizioni” [nota 5], pp. 906–909).
13
Puede verse ese intento, curiosamente estimulado por el Visitador apostólico Nic-
colà Averardi y cortado por Rampolla, en la tesis doctoral de Rómulo Eduardo Chávez
Sánchez, La Iglesia en México hacia el Concilio Plenario latinoamericano (1896–1899)
(Roma 1986).
14
La solución que propusieron fue la celebración de un concilio nacional aprove-
chando la presencia de obispos norteamericanos a la coronación de la Virgen de Guada-
lupe. Según ellos, los norteamericanos servirían como escudo frente a la masonería. Pe-
ro el hecho de invitarles, nos indica también con quienes tenían interés en vincularse
para una ceremonia tan significativa para el país: “Pendiente la Coronación de la Saga-
da Imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe esperamos que podrá verificarse dentro
de un año [...] A esa Solemnidad verdaderamente Nacional concurrirán sin duda todos
los Arzobispos y Obispos de México, y aún muchos de los Estados Unidos, cuya pre-
sencia servirá para que nuestras juntas sean respetadas.” “Sulle condizioni” (nota 5), pp.
908.
dos. Las referencias son abundantísimas: de hecho, puede decirse que
el concilio plenario fue pensado en Roma para unificar la acción epis-
copal y dar pautas claras para mejorar la formación de clero. 15
Respecto al tercer punto es también claro que hay un gran interés
en lanzar una acción católica americana de corte más cultural que
político, que pudiese oponerse al liberalismo, al librepensamiento, al
positivismo y a las sectas masónicas, los grandes males sociopolíticos
de las naciones americanas, desde el punto de vista de la curia roma-
na.16 Tales líneas de fuerza de la Santa Sede en América son conse-
cuencia de su visión del continente.
Y esa visión dependía de los informes recibidos en Roma, a donde
llegaban constantes informaciones sobre la situación de la Iglesia.
Unas eran oficiales, de los delegados apostólicos y de los obispos,
bien espontáneamente, bien requeridos por algún asunto o en las visi-
tas ad limina, pero había otras muchas que procedían de informadores
inesperados, de buena fe o interesados, que enviaban a Roma todo ti-
po de documentación, desde relaciones de viajes a opiniones persona-
les, pasando por recortes de prensa, folletos o denuncias. Todo se re-
cogía, se valoraba y se estructuraba para ser utilizado en las sesiones
de cardenales o expertos que debían tomar decisiones. Para nuestro
ca- so, el conjunto más abundante y coherente de información sobre
la si- tuación de América Latina a final de siglo podemos encontrarla
en la

15
Sobre esto remito a los trabajos ya citados en nota 3. Es muy claro que el objeti-
vo del concilio – en la mente romana – era el aumento y mejora del clero. Así aparece
claramente indicado en la carta que escribió en enero de 1895 Felice Cavagnis, pro-se-
cretario de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios al consultor P. José de Calasanz de Lle-
vaneras. Estaba ya prácticamente decidida la reunión del concilio, pero se había recha-
zado el esquema enviado por el chileno Rafael Fernández Concha, por lo que le pide un
nuevo esquema para el Plenario y como indicación fundamental le encarece: “Perchè
serva di norma a V. E. Rma. nel compilare l’indice dei capi che devonsi trattare nel Con-
cilio dell’America latina, le faccio sapere che il frutto principale che si vuol ottenere, è
la formazione d’un buon clero. Questo è il punto importante e lo scopo direi unico; per-
ciò deve essere l’oggeto di studii particolari e di efficaci e pratiche resoluzioni, senza
pregudizii degli altri capi”. Archivo de la Sacra Congregazione de Affari Ecclesiastici
Straordinari, America, 1894–1895, positio 70, fascicolo 18, folio 3r.
16
Aunque esa visión era en parte la recibida del clero o de los diplomáticos de la
Santa Sede, no hay que perder de vista las abundantes quejas sobre la acción de la ma-
sonería o la presencia del librepensamiento en la enseñanza oficial que se recibía en Ro-
ma de informadores locales y que podrían estar más acostumbrados al estado de cosas
que denunciaban.
Sacra Congregazione degli Affari Ecclesiastici Straordinari, en rela-
ción con la puesta en marcha del Concilio Plenario. 17
De entre el conjunto de informes reunidos en esos años, el docu-
mento que nos parece más significativo – y uno de los más amplios,
si no el que más – es el preparado en 1894 para que lo estudiase la
co- misión de cardenales que debían adoptar medidas para mejorar la
situación religiosa en América Latina y decidir si un concilio era la
op- ción adecuada. Los oficiales de Affari Ecclesiastici Straordinari
pre- pararon un informe de 942 páginas impresas, analizando el
conjunto del continente y la situación en cada país, con un anexo de
103 docu- mentos que había llegado a la Santa Sede entre 1881 y
1893.18 El in- forme preparado es significativo no sólo para conocer
la situación de la Iglesia latinoamericana – ya que se apoya en
información de prime- ra mano recibida en Roma, que además recoge
el apéndice – sino tam- bién para ver lo que pensaba la curia en aquel
momento. Aunque no es un documento oficial, sino un texto de
trabajo para los cardenales y, por tanto, secreto19 permite conocer
cuál era la idea que se aceptaba como válida sobre la situación del
continente. Y cuáles eran las cues- tiones que preocupaban. Así, no
se mencionan problemas ya normales en Europa a fines de siglo –
relaciones laborales, p.ej. –, pero, en cam- bio, surgen con fuerza
prevenciones políticas y culturales sobre la ar- ticulación de la
sociedad que se iba perfilando.
No eran muchos los informadores que pudieran enviar a la Santa
Sede datos equilibrados y, sobre todo, globales sobre la situación reli-
giosa. Quizá podrían destacarse dos para el período que nos interesa.
El primero fue Mariano Soler, vicario general de Montevideo, que re-

17
No es la única fuente, lógicamente. Interesan también los datos que conservan los
archivos de la Secretaría de Estado, especialmente en las informaciones diplomáticas y
en las instrucciones a nuncios, así como los informes temáticos que Rampolla pidió a to-
dos los representantes pontificios a fines de siglo para analizar globalmente la situación
de la Iglesia en sus puntos neurálgicos: política, seminarios y clero, órdenes religiosas,
prensa y acción católica. Hemos recogido los correspondientes a América Latina y esta-
mos preparando un trabajo sobre los datos que ofrecen, de indudable interés para hacer-
se una idea, sobre todo cuantitativa, de la situación de la Iglesia americana a final de si-
glo.
18
Las referencias de archivo en nota 5.
19
En la primera página se indica, como era habitual en este tipo de documentos in-
ternos: “Con segreto pontificio”.
sumió a Roma su visión del continente en una carta escrita tras reali-
zar un viaje por toda América Latina para recaudar fondos para el
Colegio Pío Latino Americano. Es una de las primeras alertas, con in-
formación amplia y de primera mano. Escribe al cardenal Laurenzi,
rogándole que se interese y haga interesar al Papa por el “estado su-
mamente decadente del Catolicismo en América Latina”.20 De algún
modo planteaba que la situación era peor que en los países de misión,
pero el remedio más fácil:
“La mitad de los esfuerzos que se han hecho por el Oriente hubiera salvado América
Latina, que se pierde por el abandono y por obra de la masonería, del liberalismo y
de la propaganda protestante en muchas partes, así como por la llegada de Europa de
lo más perverso e impío de cada secta [...] La Religión es perseguida en todos los as-
pectos, y con todos los medios, hipócritas o manifiestos, empobrecida, esclavizada,
sin influencia social, y sin clero a la altura de las exigencias actuales, falto de celo y
en su mayor parte corrupto. Mientras el Catolicismo florece en los Estados Unidos
del Norte, donde el Clero y los fieles despliegan una energía heroica [...] en América
Latina al contrario la indiferencia y la postración moral y religiosa es casi increíble,
si no la hubiese visto con mis propios ojos”.21

La carta un tanto alarmista de Mariano Soler, aunque no proponía re-


medios aplicables, sin duda contribuyó a que se pensase en posibles
medidas prácticas.
Más significativa – precisamente por su carácter eminentemente
práctico – fue la carta, de ese mismo año 1888 enviada por Mariano
Casanova, arzobispo de Santiago de Chile,22 que además ofrecía una
solución. Su carta es el primer documento de apoyo que recoge el in-
forme que estamos comentando. Casanova describe –como Soler –
una dura situación para la Iglesia americana, cercada por los
gobiernos y las sociedades secretas. Según él, muchos de los
máximos gober- nantes estaban imbuidos del espíritu del siglo,
seguían las normas que suponían vigentes en Europa e imponían
consecuentemente el matri-

20
Lettera di Mariano Soler, Vicario generale di Montevideo, Roma, II–1888, en Ar-
chivo Segreto Vaticano, Spogli, Card. Mariano Rampolla del Tindaro, Busta I, (A–D).
21
Ibidem.
22
Lettera di Mons. Arcivescovo di S. Giacomo del Chili al S. Padre sula convoca-
zione di un concilio per l’America del Sud, 26 ottobre 1888, en “Sulle condizioni” (nota
5), pp. 871–878.
monio civil o la separación de la Iglesia y el Estado, pero reforzando
el daño con el recurso al regalismo heredado de España. 23
Lo que tuvo éxito fueron las soluciones que propuso como sistema
de defensa, centradas en la reunión de un concilio general americano
para que las distintas diócesis dispusiesen así de unas normas de
actuación comunes y de criterios doctrinales claros, hasta entonces in-
existentes.24
Esta carta, y quizá también la de Soler, puede decirse que pusieron
en marcha los mecanismos curiales que llevarían a convocar el Plena-
rio, pensado en gran medida para hacer frente a los graves peligros
espirituales que afligían al continente, como se dice en las primeras
líneas del informe.25

CAUSAS PRINCIPALES DE LA DIFÍCIL SITUACIÓN


DE LOS PUEBLOS AMERICANOS

Las dos cartas que acabamos de citar fueron atendidas, y el análisis


de la situación confirmó la alarmante situación esbozada en 1888,
que exigía actuaciones claras en casi todos los países. Los problemas
de América Latina venían de antiguo y se habían ido agravando con
el tiempo. No hay que olvidar que desde la independencia hasta la
mitad del siglo hubo en muchos países largos períodos de
indefinición polí-

23
“Catholici omnes, qui has incolimus Australis Americae vastissimas regiones, in-
numeris imminentibusque, tum a Civili Gubernio tum a societatibus illis, quae Loggiae
Massoniche vulgo vocantur, premimur periculis. Summi enim omnium nostrarum Rem-
publicarum Moderatores, hoc seculi spiritu imbuti, quem toties anathemate damnarunt
Summi Pontifices, rati se facilius popularem auram consecuturus, ac summum servatu-
ros imperium cum Ecclesiae eiusque praeceptis adversentur, omnia, quae dilectae huic
Matri nostrae officere possunt, excogitant [...]” (Ibidem, p. 871–872).
24
“Quibus omnibus undequaque irrepentibus malis palamque imminentibus Eccle-
siis nostris periculis, quae obiiciantur remedia mecum ipse recolens, nihil mihi magis
idoneum visum est, quam in regionale (ita dicam) Concilium omnes convocare huius
Meridionalis Americae Archiepiscopos atque Episcopos: qui in unum [...] nostrarum
Ecclesiarum exagitemus necessitates.” (Ibidem, p. 872).
25
El primer párrafo del informe de 1894 es taxativo sobre la alarma romana ante la
situación de América Latina: “I gravi bisogni spirituali, che al presente affligono le
popolazioni cattoliche dell’America Latina, ed i più grandi pericoli, da cui la loro fede,
come puó facilmente prevedrsi, é minacciata per l’avvenire, già da vari anni formavano
oggeto di constante preocupazione da parte della Santa Sede.” “Sulle condizioni” (nota
5), pp. 4–5.
tico-religiosa o de malentendidos a la hora del reconocimiento de los
derechos de los estados nacidos de la Emancipación. De hecho, mu-
chas diócesis carecieron de obispo durante décadas, las misiones in-
dias se habían hundido, el clero había disminuido y, de algún modo,
puede decirse que grandes masas de población vivieron con un catoli-
cismo sin la suficiente estructuración eclesiástica.26 Eso seguía pre-
sente a final de siglo y así se analizó globalmente de cara al posible
Plenario, destacando las causas de los males tal y como los presenta-
mos a continuación con las propias palabras de los redactores de la
congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios.

Nacionalismo y patronato
La causa principal de la triste condición moral en que se encontraban
los pueblos americanos había que buscarla en el excesivo espíritu de
libertad e independencia que, desde hacía medio siglo predominaba en
todas las repúblicas. Las hacía celosas las unas de otras porque ningu-
na quería ser menos. De ahí que en muchas ocasiones, la actuación de
un representante pontificio resultase ineficaz sólo porque residía en la
capital de un estado distinto de aquel con cuyo gobierno debía tratar.
Por una parte, las naciones americanas imitaban en los aspectos
ne- gativos todo lo que se hacía en Europa, pero por otra, rechazaban
has- ta la más mínima sombra de influencia extranjera. Así,
deseaban que los obispos fuesen nombrados entre el clero local,
aunque fuese tal que no permitiese una elección adecuada. No
escuchaban ninguna instruc- ción ni norma, aunque viniese de la
Santa Sede, si no estaban conven- cidos de que no lesionaba para
nada su independencia. En cambio, se rendían con facilidad a quien
reconociese la superioridad de cada na- ción frente a las otras y
parangonase su desarrollo como parejo a las naciones europeas.
Este rechazo ante toda influencia exterior hacía que los gobernan-
tes, incluso aquellos que estaban en buena relación con la Iglesia in-
tentasen evitar toda injerencia de Roma y recurriesen con tenacidad
hasta el exceso, a veces llegando al ridículo, a hacer uso del patrona-
to. Un ejemplo eran los nombramientos eclesiásticos, que no se limi-
taban a los obispos y dignidades, sino hasta los canónigos honorarios

26
Una visión general de la situación de la Iglesia en América Latina a fines del XIX
puede verse en Antón M. Pazos, La Iglesia en la América del IV Centenario (Madrid
1992).
y los encargados del servicio material de la iglesia. De hecho, se dice,
los presidentes se consideraban como Vicarios Apostólicos en todas
las provisiones eclesiásticas.27
En la misma línea estaba la oposición de todos estos gobernantes a
la celebración de sínodos, si no iban precedidos de la autorización del
ministro o presidente, argumentando que era un derecho heredado de
la corona española.28
En este esquema ya rancio de patronato, los delegados apostólicos
eran difícilmente asimilables. Son muy frecuentes los informes de
delegados apostólicos, manifestando la desconfianza con que era reci-
bido todo representante de la Santa Sede.29 Situación más difícil aún
si tenemos en cuenta el papel que León XIII pretendía para los
nuncios en la construcción de la cristiandad.

Libertad de expresión
De todos modos, lo que más se destaca, como consecuencia del afán
de libertad tan típicamente latinoamericano, es la falta de referencias
morales en la enseñanza y en la educación. Se llegaba – se dice – has-
ta pretender que un profesor no debía tener ninguna restricción, nin-
gún límite en la enseñanza sino su propio talento. En consecuencia, se
enseñaba todo el materialismo, el deísmo, el panteísmo desde las
cáte- dras de las instituciones públicas: todo el esfuerzo se ponía en
promo- ver la enseñanza, no en cuidar sus contenidos. Que un
director de es- cuela fuese protestante, ateo, católico, o inmoral nadie
lo investigaba: bastaba con que fuese hombre considerado docto y
que supiese man-

27
“Voglino nominare i Vescovi non solo e le dignità capitolari, ma financi i canoni-
ci onorari e gli adetti al servizio materiale delle chiese, stimandosi quasi Vicari Aposto-
lici in tutte le provviste ecclesiastiche.” (“Sulle condizioni” [nota 5], pp. 9–10).
28
“Ed è ben noto il fatto di essere sempre opposti quei governi alla celebrazione dei
sinodi diocesani o provinciali, cui no fosse preceduto il consenso del proprio ministero
o Presidente, sotto pretesto di esercitare un diritto ereditato dalla corona di Spagna.” (Ibi-
dem, p. 10).
29
“Con ció s’intende quanto trovasi spesso riferito in pregevoli ed accurati rapporti
di vari Delegati Apostolici; che cioè allorquando arriva un Inviato della S. Sede vien ri-
cevuto con una certa aria visibilissima di difidenza. Goberno, Vescovi, Clero fantastica-
no lungamente, con mal celata curiosità sulle istruzioni ricevute, sul vero scopo della
missione di lui: ne supongono sempre uno nascosto. E solo quando, dopo vari mesi, si
son convinti della lealtá, delle oneste intenzioni del Delegato, facilmente gli si rendono
non solo non ostili, ma benevoli; e se si sa consigliare gli si affidano con sufficiente fran-
chezza.” (Ibidem, p. 10).
tener su cargo con prestigio. Incluso los religiosos y las monjas – es-
casos por otra parte – que habían abierto escuelas o colegios estaban
obligadas a ser muy tolerantes a causa de tales prejuicios, y tenían
que permitir a los alumnos la libertad de frecuentar las familias y, a
veces, de asistir a las clases, de los profesores oficiales. 30
A la libertad de enseñanza habría que añadir los daños de una in-
moderada libertad de prensa, para tener un cuadro bastante exacto del
estado deplorable en que se encontraban, según el informe, los pue-
blos americanos a causa del desmedido amor a la libertad nacional y
personal. El informe destaca que la libertad de prensa en América
Latina era mayor que en los países más permisivos de Europa. 31

Excepcional influencia de la inmigración europea


Los inmigrantes pueden considerarse desde dos puntos de vista. Uno
positivo, podríamos decir, ya que con frecuencia ejercían una influen-
cia determinante en el desarrollo de la vida social en muchas de aque-
llas regiones. El otro sería si no negativo, al menos desestabilizador,
ya que era frecuente que añadieran dificultades de atención pastoral,
dignas de ser estudiadas por la Santa Sede, en zonas ya de por sí des-
asistidas. Probablemente la inmigración fue el problema social católi-
co fundamental para Latinoamérica en el cambio de siglo, al que no
se pudo hacer frente con mucha eficacia, aunque en Roma había con-
ciencia del problema.32 Y que no se ha estudiado aún suficientemente.
En los años noventa, desde luego, no había reparo en “afirmar con
cer- teza que los inmigrantes y los extranjeros eran causa de
escándalo pa-

30
“Un altro effeto, e sventuratamente più esiziale alla vita religiosa, di questo ecce-
sivo spirito di libertà, è quello che si sperimenta nella educazione e nell’insegnamento.
Si arriva financo a pretendere che un professore no debba avere alcuna restrizione, alcun
limite nell’insegnare quello che più gli talenti. S’insegna tutto: il materialismo, il deis-
mo, il panteismo, dalle catredre dei pubblici istituti; [...] Se un direttore di scuole sia pro-
testante, ateo, cattolico, immorale, nessuno investiga, basta che sia uomo ritenuto dotto
e sapia mantenere il prestigio della sua carica.” (Ibidem, p. 11).
31
“La liberta di stampa, basti questo solo, s’intende in modo molto più ampio che
non sia oggi in Italia ed in Francia.” (Ibidem, pp. 11–12).
32
Basta ver las iniciativas de obispos italianos como Scalabrini o la Obra de San Ra-
fael o las medidas adoptadas por la curia romana tal y como se recogen en Graziano
Tas- sello/Luigi Favero (eds.), Chiesa e mobilità umana. Documenti della Santa
Sede dal
1883 al 1983 (Roma [1984]). Con todo, en el cambio de siglo no puede decirse que se
llegara más allá de meras medidas preventivas, y que la emigración casi siempre era vis-
ta como un mal, y no como una posibilidad recristianizadora.
ra los naturales”.33 Si se exceptuaban los agricultores, que emigraron
con sus familias, empujados sólo por la necesidad, los demás eran ca-
lificados con gran dureza como “gentes perdidas”.
El problema se veía como acuciante, ya que incluso los mismos
agricultores, si no conseguían organizarse en núcleos fuertes, y no re-
cibían ayuda espiritual, no tardaban en volverse cuando menos indife-
rentes en lo tocante a la religión: algunos llegaban a convencerse de
que en América no estaban obligados a aquellas prácticas de piedad a
las que eran tan asiduos en la propia patria. Era frecuente escuchar es-
ta respuesta de boca de un campesino emigrado: “Yo en casa era muy
cumplidor, pero ahora bien sabe Dios que estoy en América”.34
Para los países americanos esta inmigración era deseada y resulta-
ba ventajosa para los intereses materiales, pero para la religión – se
afirma taxativamente – era siempre perjudicial. No parecía fácil de
re- solver ya que el mismo hecho de emigrar, tal como lo hacían los
lati- nos, impedía trasladar a América las estructuras sociales de
origen. Para el informe resultaba grave que hombres de todas las
naciones, de las sensibilidades más dispares, de todas las religiones,
cismáticos, protestantes, hebreos, católicos, ateos, se uniesen
formando como una misma tribu. El panorama conjunto era
francamente negativo: con las personas honradas se mezclaban
fugitivos de la justicia de los tribuna- les europeos. La blasfemia no
se conocería sin el ejemplo de los euro- peos. La inmoralidad en las
costumbres, a la que se abandonaban con gran facilidad los
americanos, se volvía más desenfrenada por el con- tacto con los
extranjeros, los cuales, sintiéndose desconocidos, se lan- zaban a
todos los excesos.35
Un aspecto peculiar de las oleadas migratorias finiseculares, que se
reflejaba muy duramente en la pastoral y en el derecho canónico eran
los matrimonios ultramarinos. El informe llega a afirmar que el con-
cubinato había llegado a generalizarse tanto en algunos países que ca-

33
“In generale, può assolutamente affermarsi che gl’immigranti e gli stranieri sono
di grave scandalo agli indigeni. Se si eccetuano gli agricoltori, che emigrarono con le lo-
ro famiglie, spinti per la necessità [...] può dirsi che sono gente perduta.” (“Sulle condi-
zioni” [nota 5], p. 12).
34
Ibidem, p. 12.
35
“La immoralità dei costumi, a cui si abbandonano facilissimamente gli americani,
vien ressa più sfrenata pel contatto degli stranieri, i quali, perchè non conosciuti arriva-
no ad ogni eccesso.” (Ibidem, p. 13).
si no causaba escándalo; los emigrados, bien por la dificultad de con-
seguir los documentos necesarios para contraer regularmente matri-
monio, bien porque ya estaban obligados por otros vínculos en la pa-
tria de origen, preferían realizar uniones ilícitas y condenables,
aunque simulando matrimonio, para evitar un posible rechazo social.
Esto creó bastantes problemas prácticos y denuncias – tanto por
parte de los cónyuges europeos como de los americanos – en los
casos en que se descubría la bigamia. La Santa Sede tuvo que dirigir
una cir- cular en 1893 a todos los ordinarios de América Latina para
que se cerciorase del estado libre de los inmigrantes que solicitaban
matri- monio religioso.36
El problema migratorio, sin embargo, no se reducía a comporta-
mientos prácticos por muy graves que fuesen. Resultaban también
especialmente perniciosas las ideas y teorías que difundían entre el
pueblo y en los centros obreros.37
De hecho, el informe destacaba que era entre los inmigrantes don-
de encontraban sus mejores colaboradores los partidos subversivos y
antirreligiosos.

Liberalismo y masonería
Esencialmente, las ideas liberales y sus medios se presentan en Amé-
rica con las mismas características que en Europa: alianza de las aso-
ciaciones antirreligiosas con el liberalismo para atacar a la Iglesia
bajo capa de objetividad histórica y progreso, pero produciendo en
Améri- ca mucho mayor daño que en Europa, por la escasa capacidad
de re- acción – y de formación – de los fieles y de la jerarquía. Los
efectos,

36
“La Santa Sede ha cercato sempre apportar rimedio a questo grave male [del con-
cubinato], causa precipua della irreligione ed immoralittà di moltissimi; ma non pertan-
to non si è riuscito a estirparlo. In data del 10 Giugno 1893 fu diretta una circolare a tut-
ti gli Ordinari dell’America Meridionale per assicuraren lo stato libero degli emigrati,
che dimandano di celebrar matrimonio. Furono richiamate le costituzioni generali e le
risoluzioni presse nei singoli casi; e precipuamente si esortarono i Vescovi a fare ese-
guire nella propria diocesi le regole prescritte dalle istruzioni date dal S. Officio sotto
Clemente X nel 1670 e specialmente i numeri 7 e 14.” (Ibidem, p. 14, nota 1).
37
“In quanto alle false teoriche, che si diffondono da questi nuovi venuti nel popo-
lo, nei centri operai, non è a dire nemmeno. Non vi è errore, non vi è teoria, per quanto
empia, di cui non tentino elevarsi a maestri. E l’opera loro riesce tanto più funesta in
quanto si svolge fra un popolo desideroso di progresso e presochè ignorante, non conos-
cendosi dai più nemmeno le verità più elementari in fatto di religione.” (Ibidem, pp.
14–15).
sin embargo, eran vistos como mucho más negativos que en Europa,
precisamente por esa falta de estructuración social y de
desarticulación de la Iglesia,38 algo que será una constante
preocupación en el cambio de siglo por parte de Roma, que se
esfuerza en crear en América unas asociaciones laicales con
influencia social y cultural.
Era una batalla pendiente, ya que, a final de siglo, quien tenía una
extraordinaria influencia para los eclesiásticos italianos era la maso-
nería, que se presenta como omnipresente – al menos en ambientes
cultivados – y muy tolerada socialmente. Estaba presente en las ciu-
dades más cultas, actuaba con libertad y se la veía como un “Estado
dentro del Estado”.39
Sin embargo, se ofrece una nota peculiar, que la diferencia de la
eu- ropea, y es su conexión con el espíritu sincretista, tan presente en
mu- chos lugares de América. Los delegados apostólicos pintan con
fre- cuencia una masonería que tiene carácter religioso de alguna
manera, hasta el punto de presentar rasgos de cofradía católica:
participación en procesiones con los atributos masónicos, presencia
de sacerdotes en algunas de sus ceremonias, capillas financiadas por
logias, celebración de la fiesta de San Juan Bautista, etc.40
La masonería contribuía además mucho a crear inestabilidad – ya
crónica – en los gobiernos. Apenas un partido llegaba al poder, los
ma- sones empezaban a favorecer a la oposición, y así obtenían
favores de

38
“Le associazioni condannate dalla S. Sede, alleate col liberalismo, producono in
verità incalcolabili danni; e maggior che in Europa. La tattica de guerra è la medesima:
si propagono di tutta specie errori col pretesto di lasciar libero il pensiero: si divulgano
le più insensate accuse contro la Chiesa, apellandosi alla independenza e veridicità della
storia: si tende insomma allo stesso fine con gli stessi mezzi. Ma gli effetti sono più fu-
nesti; perchè quando gli apostoli del liberalismo, i quali quasi sempre confesanno esser
cattolici, ed i settari pervengono al potere, non trovano alcuna resistenza in nessuna cla-
se della societtà, no essendo che rari ed isolati esempî i centri di azione cattolica nel lai-
cato, sia indigeno, sia immigrato.” (Ibidem, p. 15).
39
“Fra tutte [las organizaciones condenadas] poi la più estesa è la Massoneria. Essa
nella maggior parte delle città più civili, delle assemblee legislative domina sovrana. Il
più delle volte è uno stato nello stato, e non sente il bisogno nemmeno di nascondersi.
[...] ammonisce i cattolici più zelanti; fa intimazioni ai ministri, ai parlamentari.” (Ibi-
dem, p. 15).
40
La masonería “[...] per meglio affermarsi spesso fa delle manifestazioni religiosi,
come avvenne pochi anni or sono in San Domingo, ove a cura della loggia massonica
venne edificata una cappella a San Giovanni Battista, che un prete benedisse, indossan-
do le insegne del suo grado rituale. Anzi può dirsi che la festività di San Giovanni è ce-
lebrata in moltissimi paesi a cura dei massoni.” (Ibidem, pp. 15–16).
los que gobernaban, que temían ser abatidos, y conseguían promesas
de los que aspiraban a gobernar, que después eran forzados a
cumplir- las, al menos en parte, cuando alcanzaban el poder.
Esa agitación de los partidos no era la menor causa de la pésima
le- gislación vigente en la casi totalidad de las repúblicas americanas,
por- que todo el que llegaba al poder no dejaba de aportar su
innovación, casi siempre a peor, en las leyes en uso. De todos modos
– se dice con un sentido muy realista – el mismo carácter personalista
y provisional de la vida pública hacía que la mala legislación no
siempre fuese per- judicial, ya que muchas veces dejaba de aplicarse
sin problema lo que estaba legislado.

Clero secular y regular


La única posibilidad que se veía de mejorar la situación era a través
del clero, tanto secular como regular. En la Santa Sede se consideraba
que
“[...] el único que podría hacer más llevadera la dura condición de la vida cristiana
era el clero. Y en alguna ocasión, en que se había conseguido oponer a los plantea-
mientos antirreligiosos una acción conjunta y enérgica de los obispos, se habían con-
seguido buenos resultados. Pero el clero, desgraciadamente, casi nunca podía ser un
elemento corrector de tantos males”.41

Ciertamente, puede decirse que la visión que se da del clero local – es


decir, autóctono – es muy negativa, aunque empieza ya a notarse el
es- fuerzo de renovación finisecular, e incluso puede atisbarse ya la
pre- sencia de un nuevo clero en la línea buscada por Roma.
El punto de partida más seguro eran sin duda los obispos, especial-
mente los elegidos en los últimos años, es decir, básicamente en el
pontificado de León XIII, que – se dice – en general tenían cualidades
y celo, pero carecían de clero que les secundase. 42

41
Ibidem, pp. 16–17.
42
“I Vescovi in generale non mancano di ottime qualità e di zelo, specialmente gli
eletti in questi ultimi tempi, ma avvertiva a questo proposito l’Emo Card. Di Pietro, nel
suo accuratto rapporto del’anno 1881, sono come capitani con pochi soldati, e questi pi-
gri, senza prudenza e senza disciplina.” Ibidem, p. 17. La relación a que hace referencia
se recoge en: Brano di un rapporto scritto intorno alle repubbliche americane dall’Emo
Card. Di Pietro allora Internuncio nel Brasile, in data del 10 agosto 1881, en: ibidem,
pp. 229–234.
Probablemente al resaltar los defectos del clero local, lo que se
ma- nifiesta también es que los que lo juzgan son normalmente
italianos, muy críticos con las costumbres latinoamericanas. Quizá
por ello, aun- que los datos son también objetivos, el informe abunda
en una lamen- table opinión del clero, tan mal formado y tan aislado
que, se pregun- ta, “¿Habría que sorprenderse si fuesen arrastrados
por el torbellino de las pasiones y los errores?” Se presentan como
rarísimas excepciones a los párrocos que predicaban el Evangelio y
enseñaban el catecismo al pueblo. De ahí que la fe, aunque persistía
en las masas, languidecía cada vez más; y las misiones populares que
enviaban los obispos de tiempo en tiempo no podían producir sino
efectos momentáneos, que se esfumaban apenas marchaban los
misioneros.43
Dentro del clero, quizá donde más se carga la mano es en la carac-
terización de los sacerdotes emigrados.44 Para los autores, los
sacerdo- tes inmigrados colmaban toda desventura posible. Salvo
pocas excep- ciones iban a América con el único deseo de
enriquecerse y actuaban en consonancia con este objetivo. Era una
vieja batalla. En 1886 la Sa- grada Congregación del Concilio había
dictado ya varias disposiciones contra ellos sin éxito. En 1890 se
dispuso que los obispos americanos procedieran sumarísimamente
contra los sacerdotes delincuentes, y se prohibió a los obispos
italianos autorizar a sus sacerdotes a pasar a diócesis americanas.
Pero también la vida privada de los párrocos autóctonos dejaba
mu- cho que desear, incluso en los niveles más elementales de
respeto al celibato sacerdotal, descuidado a veces abiertamente. Y, lo
que causa-

43
“[...] formano rarissime eccezioni quei curati che dichiarano il Vangelo ed inseg-
nano il catechismo al popolo. […] Onde la fede, per quanto viva nelle masse, viene a
languire ogni giorno di più.” (Ibidem, p. 18).
44
Como en todo lo que estamos comentando, son necesarios los matices. No pocas
opiniones contemporáneas, incluso documentos recogidos en el apéndice del propio in-
forme, suavizan la mala opinión del clero, o al menos distinguen entre las varias repú-
blicas. Lo mismo habría que decir de los emigrantes. Algunos trabajos recientes ponen
algo en duda la visión estereotipada, pero admitida, del sacerdote emigrante de tipo mer-
cenario, en busca sólo del beneficio económico. Valga como ejemplo el riguroso trabajo
de Óscar Álvarez Gila, Euskal Herria y el aporte europeo a la Iglesia en el Río de la
Plata (Vitoria 1999), que destaca “el bajo número de sacerdotes problemáticos que en-
contramos en Río de La Plata, [pudiendo decirse que es] un porcentaje virtualmente nu-
lo comparado con el total de la corriente” de sacerdotes vascos emigrados (p. 81). Tra-
bajos similares contribuirían a delimitar los casos. De todos modos, las prevenciones
romanas eran casi todas contra sacerdotes italianos.
ba más perplejidad en Roma, era que esos casos, ciertamente anóma-
los, no causaban escándalo en las parroquias en que ejercían su
minis- terio, donde la familia del párroco era conocida y aceptada
con nor- malidad.45
Los religiosos indígenas salvaban quizá los problemas de celibato,
pero desde el punto de vista eclesiástico no resultan mejores: eran po-
quísimos y sin disciplina. De religiosos – se llega a decir – no tenían
sino el nombre y, en ocasiones, el hábito. Aquí, como en otros
ámbitos de la vida religiosa, las persecuciones del siglo habían
posibilitado re- crear la institución:
“Afortunadamente – se dice crudamente – quedan pocos, las continuas leyes des-
amortizadoras los han dispersado y pronto se podrá decir que ya no existen. Y los po-
cos supervivientes, no quieren depender, o no dependen de hecho, de los superiores
generales de las respectivas órdenes”.46

Sólo medidas excepcionales podrían insuflar en los restos de esas co-


munidades religiosas un nuevo vigor y conducirlas a la observancia,
pero esas medidas tendrían que enfrentarse con resistencias casi insu-
perables. En efecto, el problema no eran todos los religiosos, sino es-
pecialmente los nativos. Aquí sucedía lo contrario que en el clero se-
cular. Los religiosos europeos llegados a América eran excelentes y
suponían la única esperanza de reforma. De hecho la Santa Sede con-
sideraba que
“[...] el único grupo del que se podía esperar mejora y al que había que atribuir lo po-
co de bueno que se conserva entre aquellos desgraciados pueblos era el de los reli-
giosos europeos, tanto hombres como mujeres, que allí se habían establecido”.47

Como se partía, como ya vimos, de unas poblaciones naturalmente


cristianas pero desatendidas, la llegada de buenos religiosos era un
fer- mento de vida cristiana que daba resultados muy llamativos. De
he- cho, bastaba la fundación de un convento o un colegio con
religiosos europeos para mejorar notablemente la vida religiosa de
una pobla- ción:

45
“Affermando che il concubinato trova esca e stima nella vita di molti ecclesiasti-
ci, che pubblicamente vivono mantenendo illecite relazioni, non si dice niente di esage-
rato. In alcune parrocchie si conosce e si addita, senza prenderne scandalo la famiglia del
parroco!” (“Sulle condizioni” [nota 5], p. 19).
46
Ibidem, p. 19.
47
Ibidem, p. 20.
“Resulta evidente – se insiste – la transformación que se produce en la moral públi-
ca y en el sistema educativo nada más llegar un grupo de estos benefactores a una
ciudad o una parroquia. Con los colegios, con las escuelas, con las misiones fre-
cuentes, con la práctica de la predicación y la administración de los sacramentos y,
sobre todo, con las conversaciones privadas y con su edificante conducta, producen
efectos sorprendentes. Parece como si la gracia del Señor fecundase sus trabajos de
un modo admirable”.48

Lógicamente los religiosos más solicitados – y más eficaces para los


fines romanos – eran los que se dedicaban a la enseñanza, que eran
extraordinariamente bien acogidos por el pueblo. Bastaba – se dice –
con que los jesuitas, los salesianos u otros regulares abriesen una casa
de educación, tomasen la dirección de un colegio o de una iglesia, pa-
ra que inmediatamente el favor de todo el pueblo, sobre todo de las
clases mejores se volcase con ellos. Además de los anteriores, eran
también muy solicitados los capuchinos y los lazaristas, los primeros
especialmente en las misiones y en las parroquias rurales. 49 De hecho
hay muchos documentos en los que los obispos locales piden a la
San- ta Sede que influya ante los superiores de esas congregaciones
para que envíen religiosos, casi siempre con fines educativos y,
especial- mente, para hacerse cargo de los seminarios. También eran
solicitados por los gobiernos para establecer así avanzadas misioneras
en territo- rios indios, que estaban al margen de todo control del
Estado.50
Entre las religiosas destacaban las Hermanitas de la Caridad, con
una excelente labor en hospitales, en asilos, en orfelinatos y en escue-
las, donde actuaban – se dice – “como verdaderos apóstoles de la reli-
gión”, contando además con un absoluto apoyo social.51
Un terreno clave de esa influencia positiva de los religiosos eran
los seminarios. Casi todas las diócesis tenían sus seminarios, pero
desgra-

48
Ibidem, p. 21.
49
“Basta che i gesuiti, i salesiani od altri regulari aprano una casa di educazione,
prendano la direzione di un collegio o di una chiesa, che subito il favore di tutto il po-
polo, delle classi migliori si rivolge a loro vantaggio. I cappuccini, ed i lazaristi, sono
desideratissimi, i primi specialmente nelle missioni e nelle parocchie di campagna”. (Ibi-
dem, p. 21).
50
Es, por ejemplo, el caso de Venezuela, donde “finalmente si è rivolto nuovamen-
te lo studio alla fondazione delle missioni cappuccine e di un vicariato apostolico, des-
iderata vivamente dal Governo”. (Venezuela, en ibidem, p. 210). Va en la línea de recu-
peración misionera de fines del XIX.
51
“Poco è a dire del bene che operano le Suore di Carità. Negli ospedali, negli asili,
negli orfanatrofi, nelle scuole sono veri apostoli della religione; non vi è alcuno che lo-
ro neghi il suo favore.” (Ibidem, p. 21).
ciadamente – se valora en el informe – eran bastante deficientes en
cuanto a instrucción, disciplina y piedad. Sólo en aquellos en que la
dirección estaba confiada a los jesuitas y lazaristas se apreciaba tal
mejora que hacía suponer lo conveniente que sería aumentar su
núme- ro.
Se veía como necesario un plan especial para mejorar los semina-
rios latinoamericanos, pero analizando cada nación por separado y
viendo sus posibilidades. Este era un aspecto esencial para la creación
de un nuevo clero, y el informe no deja de señalar en esta línea que
“[...] los obispos de aquellas regiones, especialmente los de nombramiento reciente,
han comprendido bien la necesidad de establecer seminarios adecuados y han reco-
nocido lealmente la pésima organización de todos los existentes. Algunos incluso
han trabajado ya mucho en este intento”.52

De todos modos, aunque la mayoría de los seminarios requerían me-


joras, la situación era diferente en cada república, por lo que para po-
ner en marcha un plan global se esperaba utilizar las informaciones
so- bre seminarios pedidos a todos los representantes pontificios por
el Secretario de Estado en 1891.53
Por último se recordaba el bien que se obtenía de la existencia del
Colegio Pío Latino Americano del Sur en Roma. Aunque no bastaba
para cubrir todas las necesidades de las diócesis, resultaba un instru-
mento clave para mantener en aquel clero el espíritu eclesiástico y el
amor a la Santa Sede. Se había hecho una propuesta de ampliarlo a
fa- vor del Brasil pero aún no se había conseguido. En este punto,
Brasil sí consiguió mantenerse independiente de la comunidad
hispanopar- lante americana.

52
Ibidem, p. 22.
53
“E forse protrà procedersi a più vantaggiosi provvedimenti allorché saranno per-
venute alla S. Sede le relazioni speciali delle Rappresentanze Pontificie intorno ai semi-
nari ed agli ordini religiosi, richieste con le lettere circolari del 30 Gennaio 1891 n 365
del 1 Febbraio 1892 n. 5617.” Ibidem, p. 22. Se refiere a los informes que sistemática-
mente pidió Rampolla a las delegaciones diplomáticas de la Santa Sede en esos años pa-
ra poder tener visiones globales de los principales problemas de la Iglesia. Los de Amé-
rica Latina son desiguales, dependiendo en muchos casos de los redactores –
normalmente el auditor de la delegación apostólica – y de los temas. Con todo, ofrecen
datos imposibles de obtener de otro modo sobre órdenes religiosas, acción católica, pren-
sa, seminarios o relaciones Iglesia-Estado. Como ya hemos indicado, esperamos poder
publicar en breve alguno de esos informes así como la visión general sobre la Iglesia la-
tinoamericana que puede deducirse de ellos.
Hasta aquí la valoración de la situación americana hecha por la
Congregación que llevaba los asuntos latinoamericanos. Con estos
da- tos – avalados, como ya hemos dicho – por la documentación que
los respaldaba, decidió la comisión de cardenales54 que se pusiese en
mar- cha el Plenario. En principio todos eran conocedores de primera
mano de la vida religiosa en América y muy próximos a León XIII,
por lo que hay que suponer que ésta era la visión que se aceptaba en
el Vati- cano si tales cardenales la admitían. Desde luego, a ellos y a
otros eclesiásticos – no muchos – con experiencia latinoamericana55
se debe la preparación del concilio latinoamericano de 1899,
planteado para hacer frente a los problemas que acabamos de
exponer, según la visión romana del momento.

54
Participaron en las deliberaciones que lanzaron el concilio, teniendo como refe-
rencia el documento de 1894 que aquí analizamos, los cardenales Mariano Rampolla,
Secretario de Estado y ex Nuncio en España; Serafino Vannutelli, antiguo Delegado
apostólico en Ecuador; Vincenzo Vannutelli, ex Nuncio en Portugal y Angelo Di
Pietro, ex Delegado apostólico en Argentina, Paraguay y Uruguay, ex Internuncio en
Brasil y ex Nuncio en España. Todos ellos, como se ve, conocedores de primera mano
de los asun- tos latinoamericanos o hispanos.
55
Es el caso de algunos consultores que tuvieron un papel relevante en la prepara-
ción del concilio, como Fray José de Calasanz de Llevaneras, nombrado Cardenal Vives
y Tutó al tiempo de celebrarse el Plenario, que fue quien ultimó los esquemas que dis-
cutieron los obispos. Otros consultores significativos con experiencia latinoamericana
fueron el chileno Pedro Valenzuela, Ministro General de los Mercedarios,
considerado en su tiempo “el sacerdote más ilustrado de toda la América española”
(Pedro Pablo Figueroa, Diccionario biográfico de Chile, [Santiago de Chile 1901]) o el
P. Felipe Sot- tovia, jesuita, conocedor de la situación por sus relaciones como rector del
Colegio Pío Latino Americano.

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