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Material elaborado por Fernando Ossa para sus estudiantes de la USB 1

PERSONALIDAD E IDENTIFICACION
CUARTO SEMESTRE
Fernando Ossa R.

EL APARATO PSÍQUICO SEGÚN EL PSICOANALISIS


Por Fernando Ossa

Freud formuló varios modelos o “tópicas” sobre la existencia de un


“aparato psíquico”= su primera tópica (posterior a su modelo neuronal),
hablaba de un psiquismo dividido entre= conciente, preconciente e
inconsciente (1900). Finalmente formuló su segunda tópica (1920-1923)=
en la cual su psiquismo se dividía en yo, superyo y ello; posteriormente
agregó dos instancias mas: el yo ideal y el ideal del yo.

Todos estos modelos buscaban explicar “espacialmente” una serie de


complejas expresiones humanos, intentando formalizarlas, dándoles un
“lugar en la realidad” (tópos= lugar); por ejemplo, para explicar la
dinámica de las emociones, la regulación de la excitación y el deseo
sexual, las dinámicas de lo considerado normal y anormal, y una serie de
“procesos”, “mecanismos” y “dinámicas” de los recuerdos, olvidos y
sueños que le permitieron a Freud explicar los síntomas y sufrimientos de
sus pacientes.

Lo anterior es importante decirlo pues palabras como “sistema”,


“aparato” psíquico, “mecanismo” defensivo o “proceso” subjetivo,
suelen crear la falsa impresión de referirse a “realidades empíricas”, pero
realmente son transposiciones a las disciplinas sociales de los modelos o
construcciones metafóricas tomadas, en la época de surgimiento del
psicoanálisis, de las denominadas “ciencias exactas” tales como la física
(mecánica, termodinámica, etc) que suelen cumplir un contundente efecto
persuasivo. Nada garantiza que hoy día “realmente” estemos gobernados
por los “procesos” y “aparatos” que la ciencia a pretendido “describir”
(sean respiratorios, circulatorios o bien, psíquicos).

Por tal razón, no pretendemos leer a Freud viendo en su aparato psíquico


el espejo de una realidad empírica o el mapa de una “naturaleza humana
universal”, pues solo es realmente lo que es: una valiosa propuesta
discursiva del siglo XX, un interesante esquema explicativo importante
para entender los fenómenos arriba mencionados, de una manera
particular y desde un paradigma particular, el psicoanalítico. Parodiando
a Lacan, no debemos olvidar que si hay algo “estructurado como un
lenguaje”, ¡¡es el psicoanálisis mismo¡¡. Cuando Freud propone sus
teorías del psiquismo como “tópicas” puede leerse esto como “lugares
donde ubicar determinados argumentos o desarrollos teóricos”.

Norbert Elias, estudioso de Freud, redobla la idea según la cual el ello, yo


y superyó, son construcciones discursivas históricas, originadas en la
modernidad y coherentes solo en el contexto social particular del proceso
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civilizatorio que al final del medioevo, comenzó a exigirle a los sujetos un


auto-control y una represión de prácticas hasta el momento generalizadas
y aceptadas socialmente, tales como los rituales sangrientos, las
violencias sagradas, las venganza por honor y la desmesura emocional.
Por tal razón el “modelo psicoanalítico” no puede ser generalizado para
explicar todo tipo de culturas humanas, ni ser extendido a todas las
épocas de la múltiple, difusa, larga y plural historia de la humanidad.

¿Tendrán ello, yo y superyo los hombres del futuro? No lo sabemos con


certeza; ante mundos cambiantes y provisionales, de cara al retorno de
las tribus, las adicciones, las nuevas formas de constitución de
identidades, los agrupamientos de públicos masivos, la virtualización de
la realidad y ante las cada vez mas sutiles y sombrías formas de
alineación y control social con los medios masivos y la sociedad de
consumo ¿quien puede prever lo que pasará en el futuro con los sujetos?
Por eso se nos hace necesario defender posiciones más relativas y
provisionales contra las pretensiones científicas objetivistas y
universalistas. En medio de tantas explicaciones de lo humano y su
psiquismo se debe reconocer que siempre estaremos en medio de
discursos relativos, narrativas limitadas y retóricas parcializadas, eso sí
unas mas acreditadas y con mas poder de convencimiento que otras, y
hegemonizadas como “la verdad oficial” en determinado grupo cultural.

ELLO, YO Y SUPERYO

EL ELLO (eso)
Concepto inventado por Nietzsche, en 1886, en “Mas allá del bien y del
mal” (Buenos Aires Alianza, 1986) y retomado por Groddeck quien se lo
propuso a Freud entre 1920 y 1923; en dicha época el ello designaba al
inconsciente, que en la primera tópica de 1900 convivía junto a lo
conciente y lo preconciente. El ello parece equivaler a las pulsiones en su
estado puro como la energía matriz del yo y del superyo.

El ello era para Freud una fuerza incontrolable, desorganizada o salvaje


que vivía a través de nosotros (tambien le llaman “eso”, o “lo viviente”),
como “un recipiente de dichas fuerzas indómitas”. Es tanto la parte, lugar
o “instancia” como el contenido mismo del psiquismo compuesto por una
diversidad de tendencias sexuales inconscientes del cuerpo erógeno. Sus
contenidos son la expresión y la impresión psíquica de las sensaciones o
excitaciones agradables o desagradables que se establecen en el cuerpo
desde la vida infantil.

El ello pervive en la edad adulta de un sujeto como el conjunto de las


escrituras o inscripciones corporales producto de goces, encuentros o
excitaciones de satisfacción y dolor. En el ello conviven tendencias
contradictorias, sin un orden jerárquico ni temporal y sin estar sometidas
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a la exclusión por contradicción lógica. El yo intenta intervenir


permanentemente sobre el ello intentando gobernarlo (como un jinete
carente de piernas que intenta guiar un potro indómito, pero termina en
muchos aspectos arrastrado por este, y conformándose con justificar las
andanzas del ello, para no hacer el ridículo).

Si hay algo que realmente “subyace” en un sujeto es su ello, luego el ello


es la expresión más auténtica y singular de una subjetividad. “En el
origen, todo era ello” (Freud). El ello es el fondo y el material originario
del psiquismo en donde no hay sujeto, ni persona. El ello es el reservorio
inicial de toda la energía pulsional del psiquismo. Para Freud inicialmente
sus procesos son regidos por un imperio salvaje de satisfacción
pulsional. El ello es la instancia psíquica mas antigua del psiquismo en
comparación al yo y al superyo, que serían posteriores en el tiempo, los
cuales surgirían como modificaciones y diferenciaciones de ello (playas
ganadas a un océano caótico) y luego entrarían en conflicto con este
posteriormente al ser organizadas por la represión como instancias
diferentes de ello.

En una lectura biologicista para Freud el ello es simultáneamente el lugar


donde se expresan las exigencias del orden somático, lo constitucional
biológico y filo-genético. En tanto expresión psíquica de lo pulsional y lo
sexual orgánico-biológico, el ello sería totalmente inconsciente. Pero de
manera ambigua Freud plantea también que el ello no es de origen
genético o instintivo y que no es tan caótico; en tanto relacionado
estrechamente con el inconsciente, es regido por sus mismos procesos
primarios (condensación y desplazamiento) y por sus propiedades. Lacan
posteriormente hace una propuesta lingüística para explicar el ello (“ello
habla”) y el inconsciente, “estructurados como un lenguaje”.

EL YO
Inicialmente, en la primera tópica (1900), Freud vio en el yo el lugar de la
conciencia coherente y del sistema de la percepción, en cierto aspecto
como el equivalente a la persona coherente, razonable y conciente de si
misma (en oposición a un “ello” lleno de pasiones); en tanto el yo es el
mediador protector entre el ello y la realidad, inicialmente se le asignó al
yo la función de adaptar al sujeto a la realidad mediante mecanismos
defensivos que neutralizaran los excesos de excitaciones (de placer o
sufrimiento), instaurando un principio de realidad y controlando el
pensamiento y la movilidad corporal.

A partir de 1920, Freud cambia algunos de los anteriores planteamientos


al proponer un solapado carácter inconsciente y reprimido del yo.
Muchas de las “buenas razones” que defendemos son de un origen
desconocido, como por ejemplo, los sentimientos de culpa por
nimiedades y las ensoñaciones diurnas.
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El yo es la instancia psíquica que representa nuestra imagen, la imagen


en la cual nos reconocemos y los otros nos reconocen (Freud llega a
decir que el yo es la superficie del cuerpo). Dicha imagen es producto de
las identificaciones con las imágenes de objetos amados u odiados
(padre, madre, tios, hermanos mayores, etc.) ya sea por atracción o por
repulsión hacia esos otros. El yo es también producto de identificaciones
con “las formas de relación” y las experiencias de encuentro con los
otros a lo largo de nuestra historia. En tanto a lo largo de nuestras vida
nuestras identificaciones son múltiples y cambiantes, es posible decir
que tenemos “múltiples yoes” que pueden entrar en conflicto (aquí el yo
se equivale al concepto de roles y personas).

En tanto la imagen, que “yo creo mía”, viene de los otros, hay algo de
engaño, máscara y desconocimiento en nuestro yo. El yo es imaginario
en tanto es una ilusión, una mera creencia narcisista: ¡¡vivimos de
apariencias¡¡ Realmente un sujeto no sabe del todo “quien soy yo”, y solo
se conforma creyendo ser la imagen que ve en el espejo o la que algunos
amigos le devuelven. Las imágenes y discursos que aparecen en
nuestros sueños, aunque extrañas, también nos pertenecen, como la
certera opinión que podría tener de nosotros algún enemigo; de hecho,
sin darnos cuenta, lo que mas detestamos de las otras personas, son las
propias tendencias, actitudes y comportamientos velados de nuestro
propio yo. Por esto Lacan, irónicamente ve el yo como una especie de
“síntoma defensivo”.

El yo es el mediador entre las reivindicaciones contradictorias del ELLO


SEXUAL y el SUPER YO MORAL. El yo es el encargado de mantener
nuestra unidad psíquica intentando permanentemente hacer una síntesis
entre dichas demandas contradictorias. Por esta razón se dice que la
libertad, o libre albedrío del yo, solo es una ilusión, ya que se encuentra
en estado de "servidumbre permanente" ante la presión ejercida por
procesos inconscientes (la libido del ello y la severidad del superyo) así
como por amenazas del mundo externo (“el yo no es amo de su casa”).

El yo moviliza además una serie de MECANISMOS DE DEFENSA o de


protección ante la irrupción de excitaciones de dolor o placer o
tendencias que puedan producirnos angustia o estados de desequilibrio.
Algunos de los mecanismos de defensa son: la transformación de una
tendencia en su contrario, la sublimación, la regresión, el aislamiento, la
anulación, la proyección, la introyección, etc.

EL SUPER YO.
Se le considera un despiadado juez vigilante que despliega una censura
moral interior contra el deseo, visible en auto-reproches, auto-críticas,
culpa o remordimientos o la necesidad de ser castigados por cosas que
se hicieron o por cosas que simplemente se desearon hacer. Nace de las
identificaciones inconscientes con las figuras parentales que nos obligan
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a renunciar a ciertas satisfacciones no solo por la amenaza de un castigo


o agresión, sino también por el miedo a perder el amor de estos (por si
mismo un niño no poseería mayores “inhibiciones instintivas”).

Para Freud, el superyo es el resultado de la identificación con el padre, de


tal manera que cuando crecemos ya no le tenemos “miedo” a nuestros
padres, sino a nuestro superyo, como si fuera una voz ajena interiorizada.
El superyo Freudiano es visto entonces como la interiorización de las
tradiciones sociales en forma de “voces de la conciencia moral”,
defensora de modelos ideales y valores del denominado bienestar social,
es decir que el superyo a la vez de prohibir (¡¡ no seas así ¡¡), esconde
promesas y esperanzas denominadas como ideales del yo (¡¡ se así ¡¡). El
superyo, en tanto “voces sociales” al interior de nuestro psiquismo, se
liga a la palabra, por lo cual se dice que pertenece a lo simbólico.

Lacan cuestiona la herencia paterna del superyo (Freud), diciendo que el


superyo es mas bien una herencia materna y dice que el superyo es
realmente la inscripción de una imagen materna, por la cual un hijo
heredaría el superyo del padre de su madre. Hay que aclarar entonces que
el superyo no es producto de una identificación con la imagen manifiesta
y conciente de dichos padres, sino la identificación con el superyo latente
de estos, heredado de forma inconsciente de generación en generación.
Este malabar le permite a los psicoanalistas explicar de que manera un
niño, educado permisivamente, puede desarrollar un superyo ciego y
feroz como especie de suplencia cuando fallan las prohibiciones
simbólicas.

El superyo impone todo tipo de prohibiciones, tanto las necesarias para


convivir en comunidad (por ejemplo, prohibir deseos asesinos,
incestuosos o perversos) pero en el caso de ciertas neurosis, el superyo
también impone prohibiciones agobiantes y crueles sobre los mas
mínimos deseos o iniciativas de un sujeto (susceptibles de producir
alguna excitación en un sujeto). En dichas situaciones el superyo termina
actuando como un tirano al servicio de una exagerada moralidad social
que puede incluso paralizar a un sujeto (con inhibiciones) o bien
conducirlo a realizar actos peligrosos (pasos al acto). Por esto el superyo
puede defender una “ley organizadora” y simultáneamente ser una
censura loca o insensata que distorsiona y destruye las leyes simbólicas,
o ser un imperativo agobiante, cuando el superyó oculta una orden:
¡¡goza¡¡.

TRES FUNCIONES DEL SUPERYO=


a- PROHIBIR. El superyo ordena renunciar al goce dándole al sujeto una
personalidad severa y disciplinada. Las prohibiciones se interiorizan en
nuestro psiquismo en forma de severidad contra los demás o también en
severidad contra nosotros mismos.
b- PROTEGER. El superyo nos protege de lo amenazante, por ejemplo
cuando un goce se nos vuelve amenazante, genera en nosotros miedo,
culpa e incluso inhibición.
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c- INCITAR. Mantener el deseo en la dirección de su realización o


aspiración a ideales, tales como el amor. De manera mas radical el
Superyo puede convertirse en un instigador o tentador escandaloso (ver
los temores de los padres en torno a lo que sus hijos “podrían hacer”).

EL SUPERYO SE CONVIERTE EN UNA EXIGENCIA INCITANTE (tentador)


Las prohibiciones o separaciones vividas a lo largo de la vida infantil
establecen limitaciones, separaciones o pérdidas de satisfacción o
perdida de goces inmediatos; dichos goces son vividos por el superyo
como tendencias amenazantes (pensemos por ejemplo en tendencias
vividas como omnipotentes, asesinas, sádicas o incestuosas). Dado que
paradójicamente son las prohibiciones las que instauran nuestros
deseos, el ser humano queda dividido entre el deseo y la prohibición.

EL SUPERYO INTRODUCE UNA DIVISION PSIQUICA


Una parte de nuestra personalidad se identifica con las figuras que nos
prohiben, mientras otra parte de nuestra subjetividad continua deseando.
El establecimiento de una prohibición es a la vez, y paradójicamente, el
motor que impulsa a un ser humano a desear. Es decir, se desea algo que
está prohibido; pero dicha prohibición termina espoleando dicha
búsqueda (“lo prohibido es deseado”). Búsqueda finalmente vana, de
cara a algo radicalmente perdido, que solo puede ser compensado con
substitutos. El superyo se convierte en un imperativo opresivo que no
proviene de la propia voluntad del sujeto sino que es una orden de otro
inconsciente (un discurso ajeno en nuestra interioridad).

SUPERYO Y PATOLOGIA.
El superyo puede desarrollar una conciencia moral de auto-observación
casi hasta volverse delirante y persecutorio. Cuando el niño enfrenta
experiencias traumáticas (por ejemplo, situaciones vividas como
imposiciones o privaciones brutales y desgarradoras, o por el contrario
en forma de satisfacciones, fantasías desbordantes desequilibrantes), el
papel organizador del superyo en el psiquismo, adquiere una dirección
patológica o enfermiza, es decir, el superyo se convierte en un tirano
(cercano al sadomasoquismo) que empuja a buscar el goce por otros
caminos, incluso al precio del dolor. El superyo puede ser patológico:
1- Prohibiendo todo, o casi todo.
2- Empujandonos a romper límites (mandato o imperativo: ¡¡goza¡¡).
3- Protegiéndonos del riesgo o el peligro hasta conducirnos a la
inhibición.

El super yo, portador de ideales de goces prohibidos, se conecta con el


ello, incitando a violar prohibiciones mediante fantasías o acciones
desmesuradas contra otros o contra si mismo. Esto es palpable
clínicamente en diversas formas de masoquismo moral o auto castigo,
auto reproches, actos suicidas, sufrimientos, enfermedades, sentimientos
de culpa y desasosiego de origen desconocido, temor a ser castigado
severamente por alguna falta leve, sentir culpa por no haber conseguido
un deseo o ideal, o también, sentir culpa por haberlo realizado o estar
próximo a conseguirlo.
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IDEAL DEL YO
Aunque Freud finalmente lo equivalía al superyo, en tanto ambos son
herederos de la identificación con el padre, otros autores, como Lacan, se
ven obligados a diferenciarlo del superyo, planteado que el ideal del yo
enfatiza, entre todos los valores morales y éticos impuestos por el
superyo, en aquellos que corresponden a los ideales sociales, búsquedas
y aspiraciones sublimes de un sujeto (ejemplo tratar de perfeccionarse de
acuerdo a las cualidades de un modelo o líder idealizado).

El ideal del yo sería una especie de conciliador o regulador entre las


exigencias pulsionales y las exigencias culturales; mientras el superyo
reprime el deseo sexual, el ideal del yo promueve su sublimación
mediante la desviación del fin original por los caminos de las
identificaciones culturales, promoviendo ideales de perfección, e
identificaciones con patrones o conductas valoradas socialmente y
valiosas para determinado orden simbólico. En tanto promotor de
proyectos y aspiraciones culturales, el ideal del yo parece promover una
especie de “evolución optimista” del sujeto hacia la conquista de la
“verdadera madurez”.

ADVERTENCIA
Sin embargo autores como Michel de M’Uzan (“Del arte a la muerte”,
Icaria, 1977) cuestionan dichos supuestos ideales de madurez y
perfección a los cuales aspira el ideal del yo, planteando que no están
exentos de problemas y de críticas. M’Uzan nos advierte que ningún ideal
social, ni ningún orden simbólico por mas que sea compartido por un
gran grupo de sujetos, está libre de promover proyectos omnipotentes e
ideales a veces nefastos para los sujetos y los grupos (por ejemplo, el
culto exagerado al trabajo y el exceso de bondad y pasiva en situaciones
crueles).

La colonización de los pueblos denominados “bárbaros”, los programas


del desarrollo sobre los “atrasados”, ciertos pedagogías educativos
(Caso Schereber) y los gobiernos totalitarios, se erigieron sobre la
interiorización de “ideales del yo” compartidos por casi toda una
comunidad, ocultando bajo la máscara de determinado “orden simbólico”
la sumisión de sujetos y colectivos enteros a las aspiraciones
omnipotentes de un padre o una madre loca; con ello se han justificado
prácticas de matanza y exterminio de grupos humanos, bajo ideales tales
como “la solución final”, “la depuración racial”, “la dictadura del
proletariado”, o bien “la refundación de la patria” y toda suerte de lemas
“nazionalistas”.
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YO IDEAL (ESTADIO DEL ESPEJO)

El yo ideal es la primera forma imaginaria o anticipatorio del yo


producida, según Lacan, en el Estadio del Espejo, caracterizada por ser
una vivencia totalizante por la cual se ve al otro y a si mismo como un
todo unificado y omnipotente (hay una ilusión de dominio total de los
eventos de la realidad). En tanto anticipación del yo, dicho “yo ideal”
actúa “salvadoramente” para el sujeto como una promesa de una
pretendida totalidad y unidad futura.

Este yo ideal se origina a partir de la vivencia o reconocimiento


alucinante, de la imagen de mi propio cuerpo a partir de los 6 meses de
vida. Realmente dicha experiencia especular de unidad es obtenida como
una especie de “préstamo” recibido en la percepción de la imagen de un
otro cargado de deseo hacia mí (la madre para el bebe o bien el amante
para el enamorado). Hay que resaltar que el yo ideal y el estadio del
espejo son realmente experiencias de alienación inevitables y necesarias
para que el niño ingrese al orden simbólico de los adultos. Sin embargo
dicho estado de alienación debe ser puesto también bajo análisis, en
tanto resulta discapacitante.

El término “yo ideal” aparece por primera vez en 1914 en “Introducción al


narcisismo” para hablar del niño como resultado de la proyección del
propio narcisismo de los padres. Inicialmente para Lacan, el yo ideal se
producía a partir de los 6 meses y terminaba a los 18 meses, lapso de
tiempo en el cual el bebé, con un sistema perceptual lo suficientemente
maduro, reconoce un rostro materno y queda fascinado por dicha imagen,

Dicha imagen, como en un espejo, es asumida por el bebe como si fuera


su propia imagen corporal (omnipotente y unificada). Para que se
produzca dicha asunción de la imagen del otro como si fuera propia, es
necesaria la presencia del deseo del otro, y el asentimiento o
reconocimiento por parte de este; de allí que como un bebé, el enamorado
inseguro esté permanentemente pidiéndole al otro, “pruebas de amor”,
hasta el cansancio (“dime que me amas”).

Hoy día se sostiene que el yo ideal, al igual que el Estadio del espejo no
son meras “etapas históricas” iniciales en el desarrollo de un bebe, sino
una experiencia que se vive permanentemente incluso en la edad adulta;
de allí que se diga que un enamorado (y en general un sujeto preso de
una relación pasional como el adicto y el jugador) parezca un ser
“capturado en un espejismo” o cautivado hipnóticamente, casi sin
voluntad propia y sin mayor valoración autónoma frente al objeto de su
pasión o de su adicción.

UNA PERSONA ESTA LOCA SI SE CREE NAPOLEON AUNQUE LO SEA.


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Pero el yo ideal se manifiesta no solo en las experiencias patológicas


pasionales (amor, droga, juego), sino que también se pone en juego en
cualquiera de nuestras creencias cotidianas acerca de lo que somos o de
lo que “creemos ser”, o de lo que “otros nos hacen creer que somos”:
inteligentes, agradables, varoniles, competentes, gentes prestantes de
buena clase, buenos profesores o alumnos, buenos mozos, etc. Dichas
aparentes “convicciones” (promovidas por determinado ser querido)
acerca de nosotros, son realmente “frágiles imágenes” que pueden ser
puestas en cuestión, desertificadas o derribadas por cualquier otro punto
de vista, contratiempo o tropiezo, duelo o pérdida afectiva. De allí que no
podemos decir con ligereza que a determinada edad ya hemos
“superamos el estadio del espejo”. Por lo anterior Lacan sospechó tanto
de los psicólogos y psicoanalistas que se han dedicado a “reforzar el yo
fuerte” del paciente mediante inyecciones interpretativas (ver criticas de
lacan en el Seminario 1 “los escritos técniocos de Freud” a la
egopsicología de Ana Freud, Michel Balint y otros).

Las imágenes o convicciones omnipotentes del yo ideal provienen


siempre del reconocimiento o el rechazo que los otros nos otorgan, y que
pueden hacernos entran en contradicción o en contraste con la propia
vivencia de minusvalía, sentimiento de imperfección o reconocimiento de
los límites de nuestro propio cuerpo. Por esta razón, el yo ideal y el
estadio del espejo producen a su vez una experiencia de rivalidad,
insatisfacción y tensión agresiva entre dichas imágenes. Para solucionar
dicha tensión o rivalidad, el sujeto intenta identificarse con alguna de las
imágenes idealizada prestadas por los otros, asumiendo dichas imágenes
como si fueran su propia realidad, produciendo el denominado “yo ideal”.
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(YO IDEAL)
El yo ideal según Lacan, en el Estadio del Espejo
caracterizada por ser una vivencia por la cual se ve al otro y a
sí mismo como un todo unificado y omnipotente (hay una
ilusión de dominio total de los eventos de la realidad). Es la
imagen reflejada de uno mismo, precisamente es cuando el
niño se mira al espejo y se ver por sí mismo. El yo ideal es el
sustento de las imágenes secundarias imaginarias o ilusorias.
Estas imágenes en el propio cuerpo a partir de los 6 meses de
vida.
El yo ideal y el estadio del espejo son realmente experiencias
de alienación inevitables y necesarias para que el niño ingrese
al orden simbólico de los adultos.
“yo ideal” aparece por primera vez en 1914 en “Introducción
al narcisismo” para hablar del niño como resultado de la
proyección del propio narcisismo de los padres.
Como conclusión el sujeto intenta identificarse con alguna de
las imágenes idealizada prestadas por los otros, asumiendo
dichas imágenes como si fueran su propia realidad,
produciendo el denominado “yo ideal”.

Es aquello que idealizamos en una fantasía que a su vez nos


identificamos con aquello que creemos.

EL PSICONANLISIS: ES LA IDENTIFICACION DE LA
METAFORA Y EL SIMBOLISMO QUE EL INDIVIDUO
EXPRESA EN SU CONVERSACION EN LA
COTIDIANIDAD

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