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El espectáculo como alienación absoluta, según Debord

Oscar Martínez Díaz


Facultad de Humanidades

TRABAJO FIN DE GRADO UPF / 2013-06-13

DIRECTOR DEL TRABAJO

Fernando Pérez-Borbujo Álvarez


ÍNDICE

Prólogo 2

CONSIDERACIONES SOBRE LO ESPECTACULAR

1. Introducción 6

2. Orígenes de lo espectacular 6

3. El espectáculo según Debord 10

4. Los medios de comunicación. El espectáculo es el mensaje 14

4.1 Internet 22

ALIENACIÓN Y LIBERTAD

1. Introducción 26

2. Alienación individual y colectiva 26

3. ¿Un espacio para la libertad? 36

NARCISISMO

1. Narciso 2.0 45

Conclusiones 50

Bibliografía 53

  1  
Prólogo

La lectura de “La société du spectacle”1 (1967) de Guy Debord despertó mi curiosidad sobre
las consecuencias que genera en el individuo la contemplación del mundo y como este, el individuo,
se transforma en objeto de sí mismo. El hombre moderno occidental, reconocido como único sujeto
capaz de toda significación consiguió liberarse de toda la religiosidad de sus antepasados
transfiriéndola, quizá sin saberlo, a una entidad abstracta conocida por Debord como “espectáculo”.
Mi intención no es la de Debord: no pretendo despertar las conciencias adormecidas ni alentar
el resurgimiento del comunismo para combatir el orden establecido. Ni siquiera me aproximo al
interés de Perry Anderson por revitalizar el socialismo2, sucedáneo aclimatado del comunismo.
Quizá, la intención de Debord tampoco era que su libro pasase a formar parte del museo que son las
bibliotecas, ni tan siquiera que estudiantes como yo hiciésemos un trabajo sobre el contenido del
mismo. Sin embargo, la realidad es que he querido reunir algunas voces críticas de la sociedad
posmoderna y, junto con Debord, establecer un discurso común en el que el individuo extrañado sea
el protagonista de este trabajo.
Tampoco es mi intención enaltecer una clase social en detrimento de otra ni fantasear con
comunidades o sociedades anteriores a la nuestra; no es buscar una alternativa al sistema vigente ni
ansiar un sistema revolucionario de proletarios u obreros, tampoco un superhombre. Ni siquiera es
un lamento a lo que se llama democracia.
El objetivo consiste en reflejar como el individuo se relaciona con el mundo y consigo mismo,
influenciado, obviamente, por lo que Debord entiende por espectáculo, y como ha convertido a la
humanidad y el mundo en una imagen de lo que no es. El trabajo gira en torno al concepto de
alienación en su sentido más marxista y pesimista que, a diferencia de cómo la concibe Hegel y su
radicalidad para ser lo que se es, para Debord consiste en la negación más absoluta de la humanidad
y en la destrucción de la esencia del hombre, si se entiende como un sujeto comunitario.
Allá por los años sesenta, Debord fue la cabeza visible de los situacionistas, ese grupo
revolucionario que pretendía derrocar al capitalismo y que, obviamente, fracasó. Este movimiento se
declaró como una especie de vanguardia artística para la construcción de una vida libre y
comunitaria, en definitiva, una contestación al capitalismo con un contenido teórico-práctico

                                                                                                               
1
Para este trabajo se ha utilizado la traducción al castellano a cargo de José Luis Pardo. DEBOR, GUY: La sociedad del
espectáculo. Editorial PRE-TEXTOS. Valencia, 2012.
2
Para ampliar esta información consúltese, ANDERSON, Perry: Los desafíos para una alternativa socialista, en El
Rodaballo. Revista cultural y política. Año 1, Nº 1, noviembre 1994.

  2  
absolutamente marxista. Dado que los situacionistas consideraban la alienación como el núcleo
principal de su ideología, todo lo que pertenecía a la sociedad espectacular, es decir, el mundo, era
una imagen falsa de la realidad, dividida y fragmentada en esferas separadas como el arte y la
filosofía. Para ellos, estas disciplinas de la humanidad, estas esferas separadas y, por lo tanto,
alienadas, había que superarlas mediante la realización de la vida en una clara batalla contra el
escéptico contemplativo que era el espectador. Debord quería superar el arte con su libro y que fuese
una obra impactante al modo vanguardista más que una obra contemplativa y, por lo tanto,
interpretada.
El fracaso de las obras de vanguardia en su intento por no se comprendidas e interpretadas, por
no ser piezas de museo, suponen también el fracaso de La sociedad del espectáculo como libro
destinado a la revolución, y este trabajo es su claro ejemplo. Para Debord, toda obra fracasada está
condenada a convertirse en objeto del espectáculo, no obstante, podríamos preguntarnos cual es la
necesidad que lleva a Debord a tener esa admiración por la revolución. Pues bien, los situacionistas
consideraban que las épocas revolucionarias no eran interrupciones de la historia sino justo todo lo
contrario: que eran las únicas en las cuales transcurría la historia, las únicas en las cuales la historia
era lo que debía ser, ya que el individuo en su pura acción se fundía con la historia formando parte de
ella, reproduciéndose en ella. Lo real era la revolución, y el resto no más que falsedad. Sin embargo,
las obras de vanguardia residen en salas, bibliotecas y museos como restos que han perdido su razón
de ser. A decir verdad, nos recuerdan su fracaso teórico como armas inofensivas y desgastadas por la
continua interpretación a la que se ven sometidas. Para Debord, toda obra fracasada está condenada a
convertirse en objeto del espectáculo
La teoría revolucionaria y la crítica feroz que se esconde en La sociedad del espectáculo tiene
un objetivo claro: restablecer el Consejo Obrero y derrocar, como una alternativa posible, al
capitalismo. Sin embargo, en una sociedad dirigida hacia una telecomunicación total y global, la
información implica cambios sustanciales y decisivos en la definición misma de lo humano. En este
trabajo no se pretende reducir las ideas de Debord a una teoría de los medios de comunicación, tal y
como critica Anselm Jappe a aquellos que pasan por alto las ideas marxistas de Debord; se trata de
comprender como los medios de comunicación y las nuevas tecnologías influyen en las conductas y
comportamientos. Es más, Debord vivió la floreciente Francia de la sociedad de consumo de masas y
el auge de la televisión, así que no es de extrañar que muchas veces se tenga la sensación de que
Debord se refiere a este medio audiovisual en especial. Con esto no quiero desmerecer la opinión
totémica de Jappe ni la evidente formación marxista-revolucionaria de Debord, pero si destacar la
importancia de los medios en La sociedad del espectáculo. No se trata de reducir, sino de
comprender una realidad en la que los medios juegan un papel fundamental en el ser humano.

  3  
Visto así, parecería que el trabajo se centra en los medios de comunicación de forma exclusiva,
estudiando sus efectos y repercusiones, sin embargo, lo que me ha motivado a llevar a cabo este
trabajo ha sido, especialmente, el concepto de alienación y las ideas que de él mismo se derivan. La
relación entre sujeto y objeto, entre el ser humano y el mundo, entre él y sí mismo, condicionada por
un sistema liberal que incita a la búsqueda de la propia identidad y en el que cada individuo es su
propia mercancía, su propia empresa, son ideas recurrentes que se irán tratando a lo largo del trabajo
hasta llegar a una conclusión crítica con el concepto mismo.

 
 
 

  4  
≈  CONSIDERACIONES  SOBRE  LO  ESPECTACULAR ≈

  5  
1. Introducción

Para exponer los fundamentos sobre los que Debord concibe La sociedad del espectáculo es
esencial recurrir a la raíz etimológica de una de las palabras que constituyen el título de su obra:
“espectáculo.”
El vocablo en cuestión proviene del apelativo nominal “spectaculum” que se deriva del verbo
“spectare”, es decir, mirar, contemplar, observar atentamente. Este, a su vez, derivó anteriormente
del vocablo griego “skep-”, del que provienen, por ejemplo, palabras como escéptico o escopo. El
joven Narciso, ahora veterano, que nunca antes había visto un espejo, contempló en el reflejo del
agua calma la imagen de alguien de quién se enamoró.
Creo que es necesario tener que reproducir las cuatro acepciones de la RAE sobre el vocablo
«espectáculo» para que, a medida que vayamos avanzando, tengamos una especia de guía semántica
orientativa y exacta a la que acudir para comprobar las sorprendentes similitudes que con Debord se
dan entre la sociedad postmoderna y las acepciones en cuestión.

1. Función o diversión pública celebrada en un teatro, en un circo o en cualquier otro edificio o


lugar en que se congrega la gente para presenciarla;
2. Conjunto de actividades profesionales relacionadas con esta diversión;
3. Cosa que se ofrece a la vista o a la contemplación intelectual y es capaz de atraer la atención
y mover el ánimo infundiéndole deleite, asombro, dolor u otros afectos más o menos vivos o
nobles;
4. Acción que causa escándalo o gran extrañeza. Dar un espectáculo.

2. Orígenes de lo espectacular

La gran mayoría de los manuales de historia3 del teatro hacen nacer la tragedia del ditirambo y
este de la materia mítica. Lo mítico, por tanto, precede a la tragedia.

El mito es un relato ya estructurado, universalmente válido […] De ahí que Aristóteles exija
4
que la tragedia se muestre en un lenguaje agradable, lleno de belleza.

                                                                                                               
3
Leáse, por ejemplo, VOLTES, Pedro: El teatro griego: historia y ontología. Vergara. Barcelona, 1958, p. 25.
4
OLIVA, Cesar / TORRES MONREAL, Francisco: Historia básica del arte escénico. Editorial Cátedra. Madrid, 2012,
p. 33.

  6  
Así que la tragedia es una forma de embellecer los mitos, de dramatizarlos. Es difícil dudar del
sentido religioso del teatro griego, y la oposición con uno profano y secular no habría tenido sentido
ya que el individuo se encontraba en continuo diálogo con la naturaleza. Para él, esta no era única y
exclusivamente natural. Divinizaba los fenómenos naturales y los asimilaba a sus héroes generando
relatos legítimos en cuanto a que no eran discutidos sino integrados.
Tal y como sospecha Eliade, «la oposición sacro-profano se traduce a menudo como una
oposición entre real e irreal o pseudorreal».5 Entonces, lo sagrado era lo real por excelencia. En la
actualidad, y según Lyotard, la sociedad posmoderna se ha desmitificado por su escepticismo ante las
grandes narrativas del pasado.6 Estos metarrelatos, generadores de cohesión ideológica, social y
cultural han desaparecido bajo la eterna luz un espectáculo de mirada científico-económica.
Qué etimológicamente “tragedia” tenga una estrecha relación con “macho cabrío” nos revela la
proximidad entre mito y ritual. «Platón llama al ditirambo el nacimiento de Dionisos. En este dios los
griegos personificaban todas las fuerzas misteriosas, bienhechoras y aterradoras de la Naturaleza»7,
así que no es de extrañar que se llevasen a cabo toda una serie de rituales embriagadores y sacrificios
en honor a Dionisos. Si «la tragedia surgió del coro trágico»8 o ditirambo, donde se señalaban los
sufrimientos de Dionisos, lo espectacular9 se entiende entonces como un acontecimiento sacro. El
mundo profano, asimilado con lo cotidiano, es el conjunto de fragmentos de un universo roto en el
que lo sagrado funda y establece la unicidad del mundo y el universo. Lo sagrado es como un
acontecimiento extraordinario en el que lo perdido, esto es, el individuo, se reencuentra consigo
mismo y le otorga un sentido y una orientación a la vida. En definitiva, lo sagrado establece un orden
del mundo.

                                                                                                               
5
ELIADE, Mircea: Lo sagrado y lo profano. Editorial Paidós. Barcelona, 1999, p. 16.
6
Véase LYOTARD, Jean-François: La condición postmoderna. Ediciones Cátedra. Madrid, 1994, p. 10. «Simplificando
al máximo, se tiene por “postmoderno” la incredulidad con respecto a los metarrelatos. Ésta es, sin duda, un efecto del
progreso de las ciencias. Al desuso del dispositivo metanarrativo de legitimación corresponde especialmente la crisis de
la filosofía metafísica, y de la institución universitaria que dependía de ella. La función narrativa pierde sus functores, el
gran héroe, los grandes peligros, los grandes periplos, y el gran propósito».
7
OLIVA, Cesar / TORRES MONREAL, Francisco, op. cit., p. 25.
8
NIETZSCHE, Friedrich: El nacimiento de la tragedia. Alianza Editorial. Madrid, 2004, p. 75.
9
El uso que se hace del vocablo “espectacular” hace referencia al acontecimiento fuera de lo cotidiano y ordinario, a lo
extraordinario. Para mayor información sobre lo cotidiano, consúltese, por ejemplo, la traducción de “#6 de
Internationale Situationiste” (1961), DEBORD, Guy: “Perspectivas de modificación consciente de la vida cotidiana” en
Internacional situacionista, vol. I: La realización del arte. Literatura Gris. Madrid, 1999.

  7  
Este individuo desorientado, nacido de la falta, se funde y cristaliza en lo trascendente; queda
religado a la Naturaleza por «la magia de lo dionisiaco»10 ya que «no solo renueva la alianza entre
los seres humanos: también la naturaleza enajenada, hostil, subyugada celebra su fiesta de
reconciliación con su hijo perdido, el hombre»11. Sea como sea, en el ditirambo y el culto a Dionisos
se va generando la principal característica de lo espectacular: lo que actúa y quien lo mira.
De alguna forma, los ditirambos pasaron a narrar acciones de héroes, a recordar el pasado a
través de los mitos en las fiestas religiosas. Según Nietzsche,

«para ese coro ha construido el griego los tinglados colgantes de un fingido estado natural, y en ellos
ha colocado fingidos seres naturales […] un mundo dotado de la misma realidad y credibilidad que para el
griego creyente poseía el Olimpo».12

De ahí que el teatro fuese un espacio sagrado, religioso, en cuanto a que unía lo trascendente
con el alma individual y colectiva en una especie de «consuelo metafísico»13 al fundir, no sólo los
abismos que separan al individuo de lo trascendente, sino también las barreras y límites de la
existencia, generando un potente sentimiento colectivo de unidad con la Naturaleza ya que «en el
interior del recinto sagrado queda trascendido el mundo profano»14.
De la tragedia surge un drama. Este resultado es un fenómeno que incide individual y
socialmente, pues el hombre es un ser social, pero también es un individuo. Digamos que el hombre
vive en grupo para garantizar y resolver su subsistencia, siendo al mismo tiempo la sociedad el otro
contra el que lucha y dramatiza, pero el drama de la tragedia tiene un efecto transformador:

La excitación dionisiaca es capaz de comunicar a una masa entera es don artístico de verse rodeada
por semejante muchedumbre de espíritus, con la que ella se sabe íntimamente unida. Este proceso del coro
trágico es el fenómeno dramático primordial: verse a uno transformado a sí mismo delante de sí, y actuar
uno como si realmente hubiese penetrado en otro cuerpo, en otro carácter […] aquí hay una suspensión del
individuo, debida al ingreso en una naturaleza ajena […] una muchedumbre entera se siente mágicamente
transformada de ese modo.15

                                                                                                               
10
NIETZSCHE, Friedrich, op. cit., p. 46.
11
Ibídem.
12
Ibid, p. 79.
13
Ibídem.
14
ELIADE, Mircea, op. cit., p. 24.
15
NIETZSCHE, Friedrich, op. cit., p. 86.

  8  
El teatro se convierte en una fiesta religiosa, en una transformación, en una reactualización del
pasado en la que «los participantes en la fiesta se hacen contemporáneos de los dioses y de los Seres
semidivinos»16 o míticos. La experiencia sacro-espectacular es una especie de eterno retorno que
permite a los individuos revivir periódicamente en presencia de lo divino la unión o «religación»17
con el origen. La existencia separada del individuo de la duración profana queda restituida en lo
espectacular con el Tiempo Absoluto, con la Eternidad.
Nietzsche dirá que «el espectador sin espectáculo es un concepto absurdo»18 en una crítica al
«espectador ideal»19 de Schlegel ya que considera que el coro, origen de la tragedia, no es en modo
alguno «un compendio y extracto de la masa de los espectadores», sino que la tragedia «fue en su
origen sólo coro»20, nacido para aislarse del mundo real. Podríamos decir que el espectador es un
añadido posterior, «un único observador, el observador del mundo visionario de la escena»21 siendo,
en todo caso, ideal o perfecto en el sentido de que el mundo reproducido sea capaz de transformarlo
empíricamente.
Los espectadores están hechos de la misma masa que los personajes de la tragedia; unos se ven
transformados a sí mismos y actúan como si fuesen otros en otros cuerpos; y otros que se ven
transformados a sí mismos porque sienten como sí fuesen otros. La emoción que el hombre
experimenta ante la reproducción de la desgracia, ya sea la compasión o la piedad, recibe el nombre
de catarsis y es la finalidad que persigue la tragedia.
Como venimos observando, el espectáculo es un acto social donde se implica al individuo. El
espectador no es un ser pasivo ausente de juicios ante la Naturaleza reproducida y reducida. El
espectáculo logró que el observador estableciese comparaciones entre lo que vio y la realidad
objetiva, cotidiana, y que él mismo se incluyese en las comparaciones.
El espectáculo es una síntesis de fragmentos de la realidad en el que se pone el mundo como
escenario y al individuo social como espectador. Lo que se representa tiene la virtud de parecer como
algo viviente ante la comunión del público, algo que liga en un alma colectiva; no son películas, ni
sucesiones fotográficas que, elaboradas de una vez fuera de la vista del público pueden ser
proyectadas sobre una pantalla cuantas veces se quiera, siempre idénticas, inalterables e insensibles a

                                                                                                               
16
ELIADE, Mircea, op. cit., p. 24.
17
Léase SOLARI, Enzo, cap. 4 “La religación” en La raíz de lo sagrado: contribuciones de Zubiri a la filosofía de la
religión. RIL Editores. Chile, 2010, pp. 143-194.
18
NIETZSCHE, Friedrich, op. cit., p. 77.
19
Ibid, 76.
20
Ibídem.
21
Ibid, p. 84.

  9  
la presencia de quienes las contemplan. Lo que no quiere decir que la repetición de esto último no
sea espectacular, ni que tampoco deje de generar cohesión, que no sea sagrado y que, ni mucho
menos, adolezca de generar transformaciones individuales. Lo espectacular artificial, provocado por
el individuo, integra el espectáculo natural por algún tipo de interés utilitario y económico.

3. El espectáculo según Debord

El concepto «espectáculo», tan extendido en la actualidad, fue utilizado por Debord para
designar a una sociedad calificada como postmoderna o postindustrial en la que, según él mismo, la
humanidad, la naturaleza, sus gestos y fenómenos se convirtieron en espectáculo de sí mismos. Para
Debord, esta sociedad ha transformado toda experiencia individual, colectiva y natural en una
representación.

Las imágenes desprendidas de cada aspecto de la vida se fusionan en una corriente común en la cual
resulta ya imposible restablecer la unidad de aquella vida. La realidad, considerada parcialmente, se
despliega en su propia unidad general como un seudomundo aparte , objeto de la mera contemplación. La
especialización de las imágenes del mundo puede reconocerse, realizada, en el mundo de la imagen
autónoma, en donde el mentiroso se engaña a sí mismo. El espectáculo en general, como la inversión
concreta de la vida, es el movimiento autónomo de lo no vivo.22

Cuando las imágenes han sido desprendidas de cada aspecto de la vida estas se unen para ser
mostradas en un continuo que fluye bajo diferentes formatos.23 Esta separación ya no puede ser
restablecida; la realidad se divide con un mundo artificial y autónomo que es contemplado por unos
espectadores que creen como real ese mundo de imágenes.
Los espectadores adquieren conocimientos de una realidad que consideran verdadera cuando
no es más que falsa, en cuanto que no es vivida en su totalidad, sino contemplada en su parcialidad.
Son mentirosos porqué creen conocer la realidad en su totalidad; se mienten a sí mismos y a los
demás; confían en su conocimiento cuando en realidad procede de una falsa realidad. El espectador
puede conocer las llanuras donde habitan los leones sin necesidad de moverse de su asiento, no
obstante, si decidiese ir a un zoo podría ver una exposición descontextualizada de leones

                                                                                                               
22
DEBORD, Guy, op. cit., p. 37.
23
Piénsese que en 1967 Debord tenía en mente la televisión como principal difusor de la imagen.  

  10  
encerrados24. Ya sea en movimiento o en reposo el espectáculo falsea el estado natural de la
naturaleza misma.
Para Debord, las imágenes de la vida han sido fotografiadas por el espectáculo, y ofrece a estas
un movimiento autónomo, como si tuviesen vida propia: es el movimiento autónomo de lo no
viviente, una vida sin vida que se mueve y es vista por vida que vive lo que ve, esto es, la
transformación de una sociedad compuesta por unos individuos que son lo que contemplan, es decir,
que los espectadores «nos convertimos en lo que contemplamos».25 Sin saberlo, somos adoradores de
lo no viviente.
Debord considera que «el espectáculo se presenta como la sociedad misma y, a la vez, como
parte de la sociedad y como instrumento de unificación».26 Lo que muestra el espectáculo es una
pequeña franja de la sociedad, una parte de la misma, y que tiene la facultad de atraer todas las
miradas y todas las conciencias, esto es, la imagen de una parte de la sociedad es vista por toda una
sociedad consciente que opina y valora lo que ha sido mostrado como si de una totalidad se tratase.
Cuando Debord menciona el «lugar de la mirada engañada»27 hace referencia a esa escisión entre
imagen y realidad, donde esa parte de la sociedad mostrada no es más que parte de algo particular
que se presenta como totalidad y ante la que el observador es engañado por eso, porqué está separada
y crea la falsa conciencia de creer que es un todo.
El espectáculo, al igual que lo sagrado, consiste en la recomposición de los aspectos y
fragmentos separados, profanos. Todo lo que le falta a la vida se reencuentra en ese cúmulo de
representaciones independientes que es el espectáculo.
La nueva situación existencial, dominada por el valor de lo útil y la eficacia, conlleva que el
hombre moderno se haya convertido en un ser arreligioso28; un individuo que se empeña en vaciarse
de toda religiosidad y de todo mundo trascendente. La Naturaleza se ha desacralizado a cambio de
una seudosacralización espectacular: Dios y la Naturaleza han sido secularizados. La existencia en
los tiempos espectaculares se reconoce como purificada de las supersticiones de los antepasados y
liberada de los «metarrelatos» o grandes narrativas legitimadoras generadoras que menciona Lyotard.
La realidad ya no es capaz de mostrar más que aquello que lo que única y exclusivamente es; o, más

                                                                                                               
24
Obsérvese la sed espiritual actual y la sustitución de una experiencia real por una contemplativa en los safaris y reality
shows.
25
McLUHAN, Marshall: Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano. Ediciones Paidós.
Barcelona, 2009, p. 44.
26
DEBORD, Guy, op. cit., p. 38.
27
Ibídem.
28
Para ampliar la información consúltese ELIADE, Mircea, op. cit., pp. 148-150.  

  11  
bien, la sociedad postmoderna, incapaz de ver más allá, es la responsable directa de que lo
trascendente haya descendido de los cielos. Lo sagrado resulta incómodo y genera malestar entre lo
postmoderno.
La identificación entre lo sagrado y lo espectacular es para Debord la certificación de que el
espectáculo posmoderno es el claro heredero de la religión: el espectáculo es separación, como lo es
el Estado; una realidad ausente y abstracta a la cual se le han ido añadiendo poderes humanos hasta
que se ha independizado del hombre. Añade Jappe que «cuanto mayor poder atribuye el hombre a los
dioses que él ha creado, tanto más siente su propia impotencia; y del mismo modo se comporta la
humanidad frente a esas fuerzas que ha creado»29 y que se le han escapado, pero que «se nos
aparecen con toda su potencia».30
En tal espectáculo, la figura de Sófocles y del Escenógrafo que ordena, han sido sustituidas por
la producción de mercancías y el «fetichismo de la mercancía»31 , del mismo modo, el espectáculo ha
ocupado el puesto vacante de la religión. Pero aún sin religión, el espectáculo reúne en sí mismo la
capacidad para crear una mistificación lo suficientemente potente y verosímil como para que la
sociedad pueda mantenerse unida en su separación mediante una confusión general. Somos
semejantes en cuanto a que desconocemos la realidad. Si como manifestó Marx que «la religión es el
opio del pueblo»32 en cuanto a que adormece al explotado, provocando su resignación en este mundo
y depositando sus esperanzas en un más allá, Debord dirá que «el espectáculo es una permanente
guerra de opio cuyo objetivo es conseguir la aceptación de la identificación […] entre la satisfacción
de necesidades y la supervivencia ampliada»33, en cuanto a que el espectáculo, «al haber obtenido el
monopolio de su satisfacción»34, crea y manipula unas necesidades ampliadas respecto a las naturales
y que condicionan su supervivencia generando falsas ilusiones y «seudonecesidades que remiten a la
gran seudonecesidad: el mantenimiento de su imperio»35, esto es, la conservación del espectáculo.
Pero tras estas consideraciones, ¿qué oculta Debord tras la noción de espectáculo?

                                                                                                               
29
JAPPE, Anselm: Guy Debord. Editorial Anagrama. Barcelona, 1998, p. 22.
30
DEBORD, Guy, op. cit., p. 49.
31
Término que Marx utiliza en su obra El capital. Para más información véase MARX, Karl, cap. “La forma del valor”
en, El capital. Crítica de la economía política. El proceso de producción del capital. Libro I, Vol., 3. Siglo XXI editores.
Argentina, 2005, pp. 1017-1030.
32
MARX, Karl: Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Editorial Grijalbo. México, 1962. P. 21.
33
DEBORD, Guy, op. cit., p. 56.
34
Ibid, p. 57.
35
Ibid, pp. 59-60.

  12  
Es importante destacar la influencia que ejercieron sobre Debord pensadores como Hegel,
Marx o Feuerbach, en relación a conceptos como «mercancía», «alienación» y «religión», si bien, los
tres conceptos mantienen una estrecha relación entre sí y con el espectáculo, siendo este el refugio
que los integra y los hace desaparecer.
Para Marx, la mercancía y su fetichismo pasan a ser el núcleo de toda la producción capitalista.
Pará él esta tiene un doble carácter; en primer lugar de utilidad, es decir, su valor de uso como
mercancía; en segundo lugar, el valor de la mercancía determina su intercambio con otras
mercancías, esto es, la relación por la cual se intercambian. 36 Todas las mercancías son
esencialmente intercambiables y almacenan en su estructura el punto de vista cuantitativo. Deben
tener un valor de uso y satisfacer alguna demanda, y su difusión, efectivamente, es un fenómeno
propio de la sociedad capitalista.
El espectáculo no se encuentra supeditado a ningún sistema económico «sino que es la
traducción del triunfo de la categoría de la economía en cuanto tal en el interior de la sociedad».37
Para Debord, el espectáculo está en todo y lo es todo. A los países dominados por una burocracia
estatal e identificados con un líder poco flexible los integrará dentro de lo que llama «espectáculo
concentrado», y que se caracteriza porque:

La mercancía característica de la burocracia es el trabajo social, y lo que la burocracia revende a la


sociedad es supervivencia en bloque. La dictadura de la economía burocrática no puede dejar a las masas
explotadas ningún margen significativo de elección ya que debe elegirlo todo ella misma, pues cualquier
otra elección distinta […] sería su destrucción total. En este espectáculo, la imagen impuesta del bien […]
se concentra en un solo hombre, el garante de su cohesión totalitaria.38

Por otro lado, el «espectáculo difuso» 39 designa a los países capitalistas desarrollados y
productores masivos de mercancías. Estos acompañan «al desarrollo imperturbable del capitalismo
moderno»40 en su idea de la abundancia de mercancías independientes generadoras de placer. La
imagen del bien se encuentra difusa y cada mercancía reclama su interés, así que la satisfacción del
espectador corresponde al consumo de las mercancías producidas, las cuales pretenden imponerse en
una lucha por reconocerse como únicas.

                                                                                                               
36
Consúltese MARX, Karl, op. cit., pp. 1017-1030.
37
JAPPE, Anselm, op. cit., p. 25.
38
DEBORD, Guy, op. cit., pp. 67-68.
39
Ibid, p. 68.
40
Ibídem.

  13  
Para Debord, a diferencia de Marx, la producción de mercancías ya ha dejado de medirse en
función de la acumulación de riquezas; las diferencias de clase se han equilibrado gracias a la
homogeneización de la sociedad41 y, en consecuencia, la producción se ha trasladado a un ámbito
que atraviesa todos los espacios de la vida humana. El espectáculo, producto de la sociedad
posmoderna, se ha especializado-objetivado hasta tal grado, que se ha convertido en una realidad
autónoma con sus propios objetos sagrados de culto: el fetichismo religioso se ha trasladado al
mundo de la mercancía espectacular. Como anota Debord:

En esta lucha ciega, cada mercancía, siguiendo sus inclinaciones, realiza inconscientemente algo en
efecto más grande: la conversión de la mercancía en mundo, que es también la conversión del mundo en
mercancía.42

El espectáculo es lo que se ha mezclado con lo real, contaminándolo con su razón mercantil.

4. Los medios de comunicación. El espectáculo es el mensaje

Una vez que el espectáculo se ha encargado de reducir el mundo en un flujo continuo de


imágenes separadas de la realidad del mundo43, los medios de comunicación se erigen entonces
como los portadores y exportadores de lo separado y, por tanto, de lo falso. «Allí donde el mundo
real se transforma en meras imágenes, las meras imágenes se convierten en seres reales, y en eficaces

                                                                                                               
41
«¡La doctrina de la igualdad!... Pero no hay absolutamente ningún veneno más venenoso que ella: pues parece predica
por la justicia misma, mientras que es el final de la justicia… “Igual a los iguales, desigual a los desiguales, este sería el
verdadero discurso de la justicia: y, lo que se sigue de ahí, no igualar nunca lo desigual”. El hecho de que alrededor de
esa doctrina de la igualdad las cosas hayan marchado de forma tan horrible y sangrienta, ha dado a esta “idea moderna”
“par excellence” una especie de gloria y de reflejo de fuego, de modo que la revolución como espectáculo ha seducido
incluso a los espíritus más nobles. En último término, esta no es una razón para respetarla más. Veo solo a uno que la
percibió tal y como tiene que ser percibida, con repugnancia: Goethe». (NIETZSCHE, Friedrich: El crepúsculo de los
ídolos. Editorial EDAF. Madrid, 2002, pp. 165-166)
42
DEBORD, Guy, op. cit., p. 69.
43
Véase Ibid, p. 39: «El espectáculo, entendido en su totalidad, es al mismo tiempo el resultado y el proyecto del modo
de producción existente. No es un suplemento del mundo real, una decoración sobreañadida. Es el núcleo del irrealismo
de la sociedad real». El espectáculo, entonces, no es una realidad ajena al mundo sino la verdadera realidad de este: es
el resultado de la estructura productiva principal. No hay que ir en busca de un mundo trascendente e invertido en otro
mundo, sino que se encuentra presente en este mundo, esto es, es él mismo y su otro separado.

  14  
motivaciones de un comportamiento hipnótico»44. Es importante tener presente este efecto opiáceo
de lo espectacular en relación a los medios de comunicación y su capacidad para generar pasividad
reflexiva45 ante la incesante reproducción de imágenes, impidiendo cualquier emoción duradera.
Para Debord, los medios de comunicación tenían un profeta: Marshall Mcluhan, al que
consideraba como «el primer apologeta del espectáculo»46 y «que parecía el imbécil más convencido
del siglo»47 ya que no fue capaz de reconocer los efectos irracionales que provocaban los medios de
comunicación hasta pasados unos años. La crítica de Debord se centra principalmente en el
fenómeno que Mcluhan acuñó como «aldea global» y que, obviamente, escondía el proceso conocido
como globalización48. Sin embargo, y a pesar de su enfrentamiento, el apocalíptico y el apologeta,
muchas veces se complementaban.

[…] a medida que la línea entre la realidad y la ficción se volvía tan irrelevante como difícil de
percibir, las artes liberales se fundieron en la amalgama conocida ahora como medios de comunicación.
49
Las noticias se convirtieron en espectáculo y los espectáculos, en noticias.

Ambos reconocen entonces la capacidad absoluta del espectáculo en cuanto a usurpador de lo


real y difusor de lo irreal junto a la incapacidad del individuo social de discernir lo verdadero de lo
falso; no está claro que es la historia real y donde se establecen sus límites. Los medios de
comunicación tienen un pernicioso impacto sobre los individuos, especialmente la televisión, ya que
lo que se traslada al exterior es la presentación total de la realidad, cuando en realidad no dejan de
ser más que un conjunto de escenas escogidas en forma realidad absoluta.
                                                                                                               
44
Ibid, p. 43
45
La aparición de un nuevo ambiente tecnológico genera un cambio sensorial y una especie de sonambulismo en el
observador-espectador que puede generar una obsesiva e inconsciente identificación con la nueva forma. «Esta
conformación sonambulística del observador a la nueva estructura hace a aquellos más profundamente inmersos en una
revolución tanto menos conscientes de su dinámica». (MARSHALL, McLuhan: La Galaxia Gutenberg. Ediciones
Aguilar. Madrid, 1972, p. 376.) Debord consideró al espectáculo como soporífero al afirmar que «el espectáculo es el
mal sueño de la sociedad moderna encadenada, que no expresa en última instancia más que su deseo de dormir. El
espectáculo vela ese sueño» (DEBORD, Guy, op. cit., p. 44.)
46
DEBORD, Guy: Comentarios sobre la sociedad del espectáculo. Editorial Anagrama. Barcelona, 2003, p. 45.
47
Ibídem.
48
Para un estudio más amplio sobre las consecuencias consúltense, por ejemplo, Ulrich: La paradoja de la globalización,
en: El País, Madrid (5/12/2002) o TAIBO, Carlos: La globalización y sus consecuencias; preguntas sobre el nuevo
desorden. http://www.upf.edu/materials/fhuma/etfipo/eticaa/docs/2.pdf. extraído de Cien preguntas sobre el nuevo
desorden mundial. Una mirada lúcida sobre la globalización y sus consecuencias. Punto de Lectura. Madrid, 2002.
49
McLUHAN, Marshall, op. cit., p. 20.

  15  
En La sociedad del espectáculo, Debord destaca «la vista» 50 como «el sentido humano
privilegiado»51 en un mundo de imágenes en el que la realidad fragmentada aparece como un todo.
La asimilación de la información se basa entonces en imágenes, en un procedimiento pasivo en el
cual desaparece la imaginación en cuanto a que no existe la posibilidad de un diálogo con lo que se
ve. Lo que se ve es indiscutible52 y al mismo tiempo falso. La sucesión de imágenes impide
reflexionar, tomar un respiro; el comportamiento se modula hipnóticamente ya que se aprende por el
simple y puro acto de ver. En relación a esta consideración escribirá Bauman:

Si lo que uno sabe del mundo procede de la televisión más que de cualquier otra fuente, el mundo
conocido será, muy probablemente, un mundo consistente en cuadros instantáneos […] episodios
encapsulados.53

El espectáculo es lo opuesto al diálogo, y por lo tanto a la reflexión, ya que no se permite la


intervención del que mira. La realidad es mostrada y aceptada sin discusión como en un acto de
poder y sumisión, como en una dictadura visual en la que no se permite dudar. Es la sustitución de
Dios por el espectáculo y de los apóstoles por los medios de comunicación.
El lenguaje con el que se interpreta el espectáculo es también espectacular en cuanto lo
describe. Todo lo que ocurre en el mundo es susceptible de ser transformado, digerido y expresado a
través de los medios de comunicación, esto es, el mundo es información de lo que no es.54 El
espectador contempla una realidad objetivada que asimila como verdadera; se reconoce en ella, pero
de forma contraproducente, es sometido a vivir deseos ajenos y a sentir la extrañeza de su propia
existencia. Efectivamente, los medios de comunicación transforman, reconfiguran y construyen la
imagen de uno mismo y del mundo. Siempre distanciados del espectador, ocasionan la
transformación del discurso cotidiano.
Con el descubrimiento de la imprenta se pone fin a la etapa del manuscrito, del mismo modo

                                                                                                               
50
DEBORD, Guy, La sociedad del espectáculo, op. cit., p. 43.
51
Ibídem.
52
Considérese la posibilidad que ofrecen actualmente los medios de comunicación de poder participar en el espectáculo a
través de diferentes medios.. La información ha dejado de ser patrimonio exclusivo de los periodistas y los medios donde
escriben; ahora los individuos pueden dar cierto tipo de noticias en una aldea global interconectada.
53
BAUMAN, Zygmunt. Libertad. Editorial Alianza. Madrid, 1992, p. 125.
54
Piénsese en como la absolutización de la economía ha convertido la tierra en un mercado mundial. El mundo
fragmentado en imágenes y una economía basada en la mercancía cuantitativa, se traduce en el momento espectacular
donde la totalidad objetivada se torna visible y consumible.

  16  
que el manuscrito había puesto ya punto y final a la magia de las culturas orales.55 Podríamos decir
que si la escritura sustituyó la palabra hablada de su espacio auditivo, insertándola en el campo
visual, la imprenta la incrustó en es espacio, es decir, leemos y pensamos sobre una superficie visual.
Las copias que se producían del texto original eran exactas y libraban de un enorme trabajo a las
personas que se dedicaban a copiar. Pero los escritos ya no son humanos, sino que son datos fríos
hechos por una máquina; el libro, por lo tanto, se asemeja más a una cosa que a un enunciado.
Las nuevas tecnologías, así como las viejas y los medios de comunicación, son ampliaciones o
extensiones de las facultades humanas físicas o psíquicas y, como añade Mcluhan:

Toda innovación tecnológica es literalmente una amputación de nosotros mismos, a fin de que pueda ser
ampliada y manipulada en pro de la fuerza y la acción social. Naturalmente, tal amputación va acompañada
de un dolor.56

Debord, así como Sócrates respecto a la escritura o Baudelaire con la fotografía, es uno de los
atormentados por ese dolor. Toda nueva tecnología provoca divergencias: a unos les agrada y seduce,
a otros no. Una tecnología creada por y para individuos siempre produce reacciones sociológicas
positivas o negativas en cuanto a que ocasiona una especie de melancolía cultural. En relación a la
novedad, veamos, por ejemplo, lo que escribe Castells sobre Internet, es decir, sobre una innovación
tecnológica:

La aparición de Internet como un nuevo medio de comunicación ha generado una fuerte controversia
sobre el surgimiento de nuevos patrones de interacción social. Por un lado, la formación de comunidades
virtuales […]; nuevos y selectivos modelos de relaciones sociales sustituyen la forma de interacción
humana limitada territorialmente. Por otro, los críticos de Internet […] defienden la idea de que la
expansión de internet esta conduciendo hacia un aislamiento social y una ruptura de la comunicación social
y la vida familiar, porque los individuos se refugian en el anonimato y practican la sociabilidad aleatoria,
abandonando la interacción personal cara a cara en los espacios reales.57

En medio de toda esta discusión sobre Internet, la red de redes se ha convertido en el tejido de
nuestras vidas y «constituye actualmente la base tecnológica de la forma organizativa que caracteriza
                                                                                                               
55
Véanse, por ejemplo, las textos de CASTELLÀ, Josep M.: Oralitat i escriptura: dues cares de la complexitat en el
llenguatge. Curial-Publicacions de l’Abadia de Montserrat. Barcelona, 2004, y ONG, Walter J.: Oralidad y escritura:
tecnologías de la palabra. Fondo de Cultura Económica. México, 1997.
56
AGEL, Jerome; FIORE, Quentin; McLUHAN, Marshall: Guerra y Paz en la Aldea Global. Ediciones Martínez Roca.
Barcelona, 1971, p. 81.
57
CASTELLS, Manuel: La Galaxia Internet. Edit. Plaza & Janes Editores. Barcelona, 2002, p. 137.

  17  
a la era de la información»58 en la que, por primera vez, es posible «la comunicación de muchos a
muchos en un tiempo escogido y a una escala global».59 El protagonista principal de la obra maestra
espectacular entró en escena en la década de los noventa, siendo contemplada por todo un mundo de
espectadores.
Pero no nos adelantemos. Para Mcluhan, los medios de comunicación suponen, además de una
amputación, una ampliación de alguna de nuestras facultades psíquicas o físicas. Por poner un simple
ejemplo: la invención de la rueda es una extensión de nuestras piernas, pero al mismo tiempo
también las sustituye. Sin embargo, y volviendo a los medios de comunicación, la electricidad, la
tecnología eléctrica60, es para Mcluhan una extensión de nuestro sistema nervioso central «hasta
abarcar todo el globo, aboliendo tiempo y espacio»61. Así, toda la humanidad queda conectada e
integrada bajo los medios de comunicación, bajo lo espectacular, en un tiempo cíclico de renovación
constante, eterno, en el que «nunca se pone el sol del espectáculo»62. Todo el planeta bajo la
omnipresente luz constante, eterna y absoluta del espectáculo.
El exceso de los medios de comunicación provoca que toda la humanidad está integrada en cada
individuo y «participamos necesaria y profundamente de las consecuencias de todos nuestros
actos»63 convirtiéndonos en responsables de todo lo que sucede o pueda suceder en el mundo.64
Evidentemente, esta interconexión de tiempo y espacio global nos conduce a lo que Mcluhan
denominó como aldea globlal, esto es, una relación entre el mundo y los individuos a nivel global,
de forma instantánea, y que se concibe, en su relación con el espectáculo, como una relación de la
vida con la no-vida que se mueve por sí misma de forma independiente.

                                                                                                               
58
CASTELLS, Manuel, op. cit., p. 15.
59
Ibid, p. 16.
60
Piénsese en la importancia y dependencia de la electricidad en los medios de comunicación, donde la actualidad
electrónica e informática queda subordinada a la corriente eléctrica. Podemos afirmar que la electricidad es la columna
vertebral de la sociedad industrial.
61
McLUHAN, Marshall, op. cit., p. 27.
62
DEBORD, Guy, op. cit, p. 132. Debord considera que el desarrollo del capitalismo ha unificado mundialmente el
tiempo irreversible propio de una sociedad lineal especialmente judeo-cristiana. «Esta situación posmoderna nos acerca a
sociedades precristianas […] Las aceleradas tecnologías del futuro electrónico nos llevan de vuelta a la luz parpadeante
de la hoguera en las cuevas del pasado Neolítico». (McLUHAN, Marshall, op. cit., p. 21.)
63
Ibid, p. 28.
64
Pensemos que una tarea cotidiana y habitual como el reciclaje se convierte en un acto de irresponsabilidad si se evita
ya que se niega la humanidad de la que se es responsable. McLuhan considera que «esta es la edad de la Edad de la
Ansiedad, a causa de la implosión que empuja al compromiso y a la participación» (McLUHAN, Marshall, op. cit., p.
29.)

  18  
En esta aldea, las diferencias se eliminan en cuanto a que la vida posee diferentes formas
mientras que la muerte solo una. Se disfraza bajo imágenes y formas de lo real, surgiendo una falsa
igualdad global cuando es falsa ya de por sí y en sí misma. Así habla el espectáculo en los medios de
comunicación, que son su medio y, por lo tanto, su mensaje: «El carácter fundamentalmente
tautológico del espectáculo se deriva del hecho simple de que sus medios son, al mismo tiempo, su
fin».65
Estos medios, lejos de ser contenedores desechables de imágenes desprendidas de lo real, se
convierten en la «relación social entre las personas mediatizada por las imágenes»66. El antiguo
teatro religioso que escenificaba inundaciones, catástrofes míticas y tragedias celestiales, toma al
mundo como escenario en alta definición, y las celebridades y famosos del espectáculo se
transforman en actores y modelos de referencia para los espectadores. Como señala Mcluhan:

Así como los griegos atribuían poderes a los árboles y a las personas, vientos y piedras […] los
67
modernos atribuyen poderes similares también a los individuos señalados por la aureola de la fama.

Los anuncios televisivos, las películas, las series, los carteles y medios de demás índole
convierten en ninfas y sátiros de la antigua mitología a las estrellas de lo espectacular. Estos nuevos
representantes de lo sagrado se reúnen bajo una figura general que «aglutina toda la banalidad
concentrada en su imagen»68 en cuanto a que «es la representación de la especialización de la
vivencia aparente, objeto de la vida aparente y sin profundidad».69

El representante del espectáculo unificado (la estrella del espectáculo) es lo contrario del individuo, el
enemigo del individuo tanto para sí mismo como para los demás. Al desplazarse hacia el espectáculo como
modelo de identificación, el individuo ha renunciado a toda cualidad autónoma para identificarse con la ley
70
general de la obediencia al curso establecido de las cosas en cuanto tal.

                                                                                                               
65
DEBORD, Guy, op. cit., p. 41.
66
Ibid, p. 38.
67
McLUHAN, Marshall, op. cit., p. 20. Piénsese en la importancia social del actor griego; era distinguido, respetado y
condecorado, incluso reverenciado debido a la importancia religiosa del teatro, convirtiéndose en una especie de
sacerdote del rito religioso.
68
DEBORD, Guy, op. cit, p. 64.
69
Ibídem.
70
Ibid, p. 65.

  19  
Se produce entonces una personificación del sistema en los personajes admirados y que «son
bien conocidos por no ser lo que son».71 El cine, la televisión, los teléfonos y los ordenadores
permiten a los espectadores ensayar la construcción de su identidad. Se procura que los guiones de
las historias posibilitadas y dominantes coincidan con el embrujo de las estrellas del espectáculo y
que las tramas de las películas se mantengan asociadas con la realidad absolutamente falsa de los
periódicos, de los noticieros, de los documentales y demás medios de proyección de lo falso.
Los medios de comunicación de masas ejercen una fuerte influencia sobre el pensamiento y la
acción del individuo. Se apoderan de toda la vida social y, al mismo tiempo, de toda actividad, ya sea
urbanismo, arte, ciencias, restaurantes, deseos. La sustitución de la realidad por su imagen se
reproduce por doquier. Y en este proceso la imagen acaba siendo real, siendo causa de un
comportamiento real.
Lo que se ofrece de forma espectacular, es decir, la forma de vida seleccionable, produce que
el individuo de la sociedad del espectáculo tenga al mismo espectáculo como referente. Si el
espectáculo tiene en su origen la pérdida de unidad del mundo, si la realidad sufre una escisión, el
problema que surge de esta asimilación de lo separado con el individuo es que «cuanto más
contempla menos vive y cuanto más acepta reconocerse en los modelos que ve menos comprende su
propia existencia y su propio deseo»72.
Cuando Debord habla de «las imágenes dominantes de la necesidad»73 se refiere a que los
medios de comunicación difunden y establecen unas necesidades creadas por y para el espectáculo
con el objetivo de satisfacer «la supervivencia ampliada»74, esto es, la conservación y supervivencia
sometida a la falsa naturaleza se liquida consumiendo las pseudonecesidades. El mundo es creado y
puesto en circulación por el sustituto de Sófocles; no se refleja a la sociedad en su conjunto, sino que
se estructura conforme a los intereses del gran Escenógrafo o de una mínima parte de la sociedad.
En los medios se monopoliza la definición de la buena vida y las necesidades que se requieren
para satisfacerla. Desde los medios de comunicación se presiona para consumir75 la mercancía que
ha sido producida y que oculta la unidad separada. La presión de las compañías comercializadores se
genera a través de la sugestión publicitaria mediante la difusión de anuncios en los medios:

                                                                                                               
71
Ibid, p. 66.
72
Ibid, p. 49.
73
Ibídem.
74
Ibid, p. 134.
75
«De modo que la actual liberación del trabajo, el aumento del tiempo de ocio, no es en modo alguno una liberación en
el trabajo» (Ibid, p. 48)

  20  
Se invierten más esfuerzos e ingenio en un anuncio que en cualquier escrito para diarios o revistas.
Los anuncios son noticia. Lo que pasa es que siempre son buenas noticias. Para contrarrestar el efecto y
vender las buenas noticias, hacen falta muchas malas noticias […] las noticias de verdad son malas
noticias. 76

Es como en la literatura: las historias felices no gozan del más mínimo interés. Así que el
mundo real se convierte en un drama repetido y escenificado por los medios. Los acontecimientos
solo pueden suceder una vez, son irrepetibles e irreversibles. El drama aparece como un evento real
que puede repetirse a voluntad. Las noticias se presentan como un mezcla apetitosa de historias
dramatizadas, de luchas espectaculares de las formas rivales del poder (entiéndase, por ejemplo, las
campañas publicitarias sobre un producto cualquiera capaz de satisfacer una determinada y única
necesidad ampliada) donde, según Debord:

Lo que se despliega como contradicción oficial (pero que pertenece de hecho a la unidad real) es una
lucha entre los poderes que se han constituido para gestionar el mismo sistema socio-económico, y ello
77
tanto a escala mundial como en el interior de cada nación.

Los medios de comunicación pasan a ser recursos disponibles para las distintas sociedades y
accesibles a todo tipo de personas; traspasan los límites territoriales, así como los distintos modelos
económicos, produciendo una especie de contracción global: «el globo no es más que una aldea»78
que comparte el mismo tiempo: el presente en el que todo lo fragmentado del mundo como imagen
de lo real puede transferirse a la velocidad de luz, en un instante. Por tanto, la información que se
transmite en la aldea global no es lo realmente importante sino como llega y se distribuye
eléctricamente. Las dimensiones del mundo se reducen en un dramático conflicto que afecta la
perspectiva general y que McLuhan identifica con el cubismo:

El cubismo sustituye simultáneamente todas las facetas de un objeto por el punto de vista o faceta de
ilusión en perspectiva […] El cubismo instaura una interacción de planos y contradicciones […] al rendir
en dos dimensiones todo lo de dentro, fuera, arriba, abajo, delante, detrás y todo lo demás, abandona la

                                                                                                               
76
McLUHAN, Marshall, op. cit., p. 244.
77
DEBORD, Guy, op. cit., p. 62.
78
McLUHAN, Marshall, op. cit., p. 28.

  21  
ilusión de la perspectiva por una percepción sensorial instantánea del conjunto. El cubismo, al capturar la
recepción instantánea y total, anunció de repente que el medio es el mensaje.79

La similitud de la definición de McLuhan con el espectáculo que concibe Debord no deja lugar
a dudas. La cantidad de medios existentes no hace más que reforzar el cómo en detrimento del qué.
El espectáculo, así como el cubismo, es él mismo en cuanto a que «no conduce a ninguna parte salvo
a sí mismo».80 No quieren decir otra cosa que lo que son: mensajes ornamentados sensualmente
destinados al consumo.

4.1 Internet

Este apartado sobre el espectáculo y los medios quedaría incompleto si no se mencionase,


aunque sea brevemente, a Internet, si bien, añadiré más detalles en el apartado sobre la libertad.
Si McLuhan consideraba que los medios, «como extensiones de los sentidos, establecen nuevas
proporciones, no solo entre sentidos por separado, sino también en conjunto, en sus interacciones»81 ,
es decir, que los medios se modifican unos a otros, y que al mismo tiempo se contienen82, Internet es
el medio de comunicación que ha modificado al resto de medios dotándolos de nuevas proporciones
mientras los contiene. Internet es una mezcla de radio, televisión y prensa escrita que extiende sus
inmensas redes sobre todo el mundo.83
En clara relación a la Galaxia Gutenmberg de McLuhan, y al impacto que provocó la difusión
de la imprenta, Castells considera en su libro Galaxia Internet, que hemos entrado en un nuevo
mundo de la comunicación y, por lo tanto, en un nuevo mundo espectacular. 84 Internet ha
transformado la forma en como el ser humano se relaciona con el mundo, consigo mismo, y con sus
semejantes, alterando el sentido del tiempo y el espacio en un ahora y aquí en cualquier lugar y
momento, permitiendo una comunicación instantánea a nivel global. De forma similar a lo sagrado,
Internet extiende su red luminosa, omnipresente y de ondas constantes a lo largo y ancho del planeta,

                                                                                                               
79
Ibid, p. 37. Debord tratará los motivos del arte de vanguardia, así como sus efectos sobre la cultura y la sociedad. Léase
ibid, pp. 155-159.
80
DEBORD, Guy, op. cit., p. 42.
81
McLUHAN, Marshall, op. cit., p. 80.
82
Léase, ibid, p. 83.
83
Léase GARCÍA, Carolina: Google usará globos para llevar Internet a todo el planeta en: El País, Washington
(15/06/2013)
84
Véase CASTELLS, Manuel, op. cit., pp. 15-17.

  22  
sumergiéndonos en un presente continuo en el que todos participamos de todo lo que acontece o
pueda acontecer. Internet se convierte entonces en la máxima expresión de la aldea global al
contraer el mundo en una especie de aldea, en la que los aldeanos somos semejantes en cuanto a
fieles espectadores. Sea pobre o rico, el espectador contempla la falsedad como un realidad absoluta
a través de los medios, esto es, del espectáculo.
Castells no duda, en absoluto, de los beneficios que aporta Internet y de las extraordinarias
ventajas de la red de redes por su «flexibilidad y adaptabilidad, características imprescindibles para
prosperar en un entorno que cambia a toda velocidad».85 Evidentemente, nuestro entorno cambia a
una velocidad de vértigo desde que la economía y la producción lo dominan todo, dado que
transforman el mundo en una mercancía abstraída del «tiempo irreversible»86. Dirá Debord: «La
realidad del tiempo ha sido sustituida por la publicidad del tiempo».87
Internet ha conseguido que los mercados financieros se integren y funcionen como una unidad
en tiempo seudoreal en todo el planeta. Internet ha sido supeditada a la economía y todo lo que
aparece es objeto de consumo sustraído como imagen de la realidad. Podríamos decir que Internet ha
sido el medio indispensable para la formación de la «nueva economía» 88 y que se conoce como «e-
business».89 Una vez agotado el mundo real, Internet ofrece un mundo paralelo con un sin fin de
oportunidades para las nuevas empresas electrónicas.

Lo que se hacía y se hace es vender ideas a los capitalistas de riesgo consiguiendo así recursos para
transformar dichas ideas en empresas. Una vez transformadas en empresas se vendía a los inversores por
medio de la venta pública de acciones de bolsa. Este mecanismo, además de tener extraordinarias
consecuencias en la nueva lógica económica, determina a su vez el tipo de cultura que se encuentra en la
base de la innovación empresarial. Es una cultura en la que la cantidad de dinero que se gana y la velocidad
a la que se hace, constituyen el valor supremo.90

Es lo que Debord conoce como «la ideología materializada»91 y que «comporta el particular
éxito de la producción económica autonomizada bajo la forma del espectáculo».92

                                                                                                               
85
Ibid, p. 15.
86
DEBORD, Guy, op. cit., p. 133.
87
Ibid, 137.
88
CASTELLS, Manuel, op. cit., p. 19.
89
Ibídem.
90
Ibid, p. 72.
91
DEBORD, Guy, op. cit., p. 171.
92
Ibídem.

  23  
El espectáculo es la ideología materializada por excelencia, porque expone y manifiesta la esencia de
todo sistema ideológico: empobrecimiento, servidumbre y negación de la vida real.

Queda claro que la ideología actual es la lógica económica que propone la necesidad del dinero
y la velocidad en como se genera, y es por esto que los emprendedores venden sus ideas para
materializarlas en empresas con el objetivo de innovar y diferenciarse del resto de innovaciones
anteriores. Así que ganar dinero se convierte en un punto de partida hacia el éxito.93
Internet se transforma en el medio mediante el cual, los nuevos emprendedores quieren
conquistar el mercado y, por lo tanto, el mundo invertido al que todos nos vemos empujados se
convierte en una especie de cárcel contra la vida real. Tal y como afirma Debord: «La necesidad del
dinero es, pues, la verdadera necesidad producida por la economía política, y la única necesidad que
ella sola produce»94, así que la estrategia a seguir por el espectáculo y los medios consiste en
modificar el mundo mediante tecnologías con la intención de recibir una recompensa monetaria y de
poder, es decir, de influencia. Ese es el mensaje de este medio, máxima expresión de lo espectacular
y principal motor de una nueva economía que concibe el mundo real en clave económica y comercial
bajo la fachada de la libertad online. El contenido de Internet lo es todo y el espectador no se
pregunta de que trata o que se puede interpretar del mismo: su forma de actuar es el fin que persigue,
es la mascara que mediatiza el mensaje del sistema productivo, esto es, generar consumo de las
mercancías producidas del mundo.

                                                                                                               
93
En su poema “If” escribe Kiplin: «Si puedes conocer al triunfo y la derrota / y tratar de la misma manera esos dos
impostores».
94
Ibid, 173.

  24  
≈  ALIENACIÓN  Y  LIBERTAD ≈

  25  
1. Introducción

Hasta el momento hemos podido comprobar como los orígenes del espectáculo se
entremezclan con lo sagrado en la representación del mito y como se transforma en una entidad
abstracta capaz de someter a todo aquel que lo contempla. Hemos visto como se apropia del mundo
fragmentándolo en imágenes y desacralizando la naturaleza en un fluir continuo que pasa a ser
considerado como absoluto y real, y como los medios de comunicación se encargan de difundirlo por
todo el mundo por una cuestión puramente económica. También hemos podido apreciar como el
espectáculo establece una especie de solidaridad entre la globalización y la aldeanización en un
intento por homogeniezar el mundo, sin embargo, de ahora en adelante el protagonismo recaerá
sobre el individuo de esta función mundial que es el espectador, un individuo extrañado con el
mundo, consigo mismo y que ansía poderosamente la libertad. En una sociedad en la que se le
requiere constantemente, en la que lo trascendente ha desaparecido, en la que se le incita al consumo
como medio para ser feliz, el sujeto se encuentra desorientado con aquello que lo rodea y su propia
vida. Se sumerge en una búsqueda profunda y constante de la propia identidad para ser capaz de
garantizarse el reconocimiento de los demás, y, por lo tanto, para conseguir la libertad de ser cómo se
es.

2. Alienación individual y colectiva

El espectáculo es para Debord la máxima expresión de la alienación, y no es casualidad que el


primer capítulo de la Sociedad del espectáculo se inicie con esta cita de Feuerbach.

Nuestra época, sin duda alguna, prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a
la realidad, la apariencia al ser […] Para ella, lo único sagrado es la ilusión, mientras que lo profano es la
verdad. Es mas, lo sagrado se engrandece a sus ojos a medida que disminuye la verdad y aumenta la
ilusión […]95

La relación que establece entre espectáculo-alienación-religión tiene su punto de partida en las


profundas especulaciones marxistas, con Marx incluido, así como también la crítica que Feuerbach
hace sobre la religión y la creación de Dios como proyección del hombre. Debord considera que el
espectáculo es el heredero de la religión ya que en ambos «la humanidad contempla sus propias
                                                                                                               
95
DEBORD, Guy, op. cit., p. 37.

  26  
fuerzas separadas»96, y así como Internet incorpora en sí otros medios, el espectáculo da cobijo a
todas las alienaciones posibles, ya sean el Estado, el dinero, los medios de comunicación, la religión,
e incluso la misma escritura. Como Dios, el espectáculo es omnipresente; todo lo gobierna y todo lo
somete bajo su presencia permanente y cuanto más se lo contempla más aumenta la enajenación.
Es importante tener en cuenta que entendemos por alienación.

La alienación es la evidencia, visible y patente, que nos convence de la presencia objetiva de una
realidad. Es mostrarse y, al mismo tiempo, expresar la exterioridad de una presencia, el signo o la forma
de exponer que una cosa existe. Como para existir es necesario manifestar, la alienación realiza, desde su
origen, la unidad de exterioridad e interioridad que constituye el secreto de una Totalidad visible.97

Esta definición de Gurméndez nos revela el secreto de la alienación: la unidad de una presencia
objetiva que se manifiesta como una realidad visible ante el asombro del individuo. Podríamos decir
que la alienación es la relación contemplativa y dialéctica entre sujeto-objeto, entre la subjetividad y
la objetividad. Es un permanecer quieto ante aquello extraño que se nos manifiesta que es lo otro;
una sumisión objetiva ante aquello que se exterioriza, «pero esta situación de reposo obligado y
forzoso, le impulsa a moverse para liberarse de la sujeción de su estado».98
Si la sumisión es quietud, la libertad es entonces movimiento; sí la contemplación es
alienación, la acción es desalienación. He aquí la razón por la cual «la filosofía, en cuanto poder del
pensamiento separado, no ha podido nunca superar por sí sola la teología».99 Por eso el sujeto de La
sociedad del espectáculo es espectador: porque no es actor. La pasividad de los espectadores que
asisten al espectáculo resulta, al mismo tiempo, condición y consecuencia de ese espectáculo.
Dado que «la Teoría de Marx es inseparable del método hegeliano» 100 creo que es
conveniente repasar la opinión de Hegel y que entiende por alienación. En sus coplas decía Jorge
Manrique eso de: “cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado, fue mejor.” Es imposible
concebir la alienación sí anteriormente no hubo un período de unidad, un tiempo mítico. 101 Sin

                                                                                                               
96
JAPPE, Anselm, op. cit., p. 178
97
GURMÉNDEZ, Carlos: El secreto de la alienación y la desalienación humana. Editorial Anthropos. Barcelona, 1989,
p. 11.
98
Ibid, pp. 13-14.
99
DEBORD, Guy, op. cit., p. 44.
100
Ibid, p. 78.
101
Compárese la escisión del hombre original y el concepto de alienación. La alienación esconde la escisión del hombre;
aquello que estaba unido ahora no lo está: está separado. La perfecta armonía con que se residía en el jardín del Edén
junto a Dios desapareció fruto de la tentación de conocimiento. Fuimos expulsados del Paraíso y se nos condenó a errar y

  27  
embargo, este tiempo mítico idealizado por su grandeza y unidad, «representante de una comunidad
de pasiones coparticipadas»102, tiene también su origen en la alienación. El mito, Dios, «es la
alienación trascendida y olvidada. Por el mito el hombre se desentiende de su alienación para
representarse en los otros»103 idealizados. En definitiva, es importante la historia, si bien, la esencia
del mito es «anti-histórica»104 en cuanto a que siempre está presente.
Para Hegel,

el sujeto vivía en un estado de unidad consigo mismo y de serenidad, pero comienza a inquietarse y
a separarse de sí. Entonces se escinde, se divide, se hace otro dentro de sí, puede verse y reflejarse. Es
una conciencia. El sujeto es el movimiento de sí mismo, la experiencia de la conciencia.105

Sujeto, unidad, movimiento, división106, lo otro, contemplación, conciencia y experiencia. El


sujeto es un ser que progresa hasta tener consciencia de su otro mismo, es decir, tiene experiencia de
sí. Todo este movimiento se da en la consciencia107; la dualidad es subjetiva, es un movimiento

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 
trabajar. Aprendimos a cultivar, y de la misma agricultura nació la división de clases. El castigo divino, la separación de
Dios, fue el punto de partida para que el resto de alienaciones ocupasen ese espacio vacío. La religión no existiría sin la
sensación de pérdida, sin la contemplación de lo otro separado. El principio era unidad, y una vez quebrado, el individuo
se evade creyendo sustituir la seguridad mediante falsas ilusiones. Así como la religión, el espectáculo es el lugar donde
los individuos separados se reencuentran en la falsa consciencia de unidad, en cuanto a que ambos, religión y
espectáculo, guardan ciertas formas de fetichismo entre los objetos y los productos modernos, al mismo tiempo que
despersonalizan. Son la falsa unidad de lo escindido, aunque reales, y sus objetos se valoran como sagrados.
102
GURMÉNDEZ, C., op. cit., p. 130.
103
Ibídem.
104
Ibídem.
105
Ibid, p. 17. Este sujeto o “hombre total” de Hegel, condensa en sí mismo todo lo pasado, es consciente y actúa gracias
a una herencia transmitida. Para Debord, el espectáculo da un significado y una dirección histórica al tiempo -cuando la
historia siempre ha existido- para someterlo a la fragmentación: es un tiempo mercancía producida y consumible que ha
paralizado la historia y, por lo tanto, el tiempo. «El tiempo, como mostró Hegel, es la alienación necesaria, el medio en el
cual el sujeto se realiza perdiéndose a sí mismo, alterándose para convertirse en la verdad de sí mismo». (DEBORD,
Guy, op. cit., p. 139.) El espectador del espectáculo está separado de su propio tiempo; no puede realizarse como sujeto
total ya que la historia espectacular le resulta extraña, ajena. No goza de su propio tiempo porque le ha sido arrebatado
por un presente ajeno que domina en todas partes. Es una seudohistoria consumible construida sobre una historia que
elimina. La reacción del individuo es la indiferencia ante la verdad y ante sí mismo.
106
Es la división interior del sujeto en cuanto a que su otro lo contempla y lo analiza objetivamente.
107
Jappe considera que para Debord «la recomposición de lo escindido no puede llevarse a cabo en el plano del mero
pensamiento: solo la actividad supera la contemplación, y el hombre conoce verdaderamente sólo aquello que ha hecho».
(JAPPE, Anselm, op. cit., p. 39.)

  28  
interior en el que se manifiesta lo otro como una realidad. El acto de extrañarse como otro es un acto
de negarse; así que la negatividad es entonces la base positiva creadora de la conciencia. Cuando te
niegas te desarrollas y, por lo tanto, para Hegel, «la alienación es la realización completa y absoluta
del sujeto mismo. El ser es lo que llega a ser»108 porque se niega espiritualmente; la a alienación es,
entonces, la manifestación del hombre como espíritu.109 El proceso de ser comporta y significa una
pérdida de sí mismo.
Como vemos, la alienación es para Hegel un proceso fundamental para que el ser sea lo que
es, para que tenga experiencia y consciencia de sí mismo; es un concepto completamente optimista y
también universal –inherente a todo sujeto-, sin embargo, también es doloroso puesto que «el sujeto
es el objeto de sí mismo»110, es decir, al ser consciente de sí mismo como objeto se separa del
mundo, cuando «es condición de todo sujeto depender de los objetos».111 La consciencia está tan
sujeta a su mismo objeto que le cuesta, y no sin sufrimiento, reconocer su relación con los objetos,
con el mundo.112 Pero tras esta experiencia, la conciencia adquiere un conocimiento fundamental: «la
certidumbre inmediata de que se vive en una relación constante y sensible con los objetos»113 donde
la subjetividad se objetiva en los objetos y estos retornan la subjetividad en cuanto a que se
reconocen como propios.
La fluidez y el movimiento del ser espiritual para la propia creación de sí representa para
Marx que la esencia del hombre es el trabajo, acción mediante la cual se le presenta la alienación de
forma negativa y pesimista. A diferencia de Hegel, Marx tiene una visión pesimista de la alienación,
y es la que transmitirá a Debord.

                                                                                                               
108
GURMÉNDEZ, Carlos, op. cit., p. 18.
109
Para Hegel, «la alienación es espiritual porque existe un principio que permanece […] el sujeto se mantiene invariable
[…] eterno porque es absoluto». (Ibídem) Podríamos decir entonces que para Hegel el sujeto es también objeto, así como
abstracto a la vez que humano y real. El ser es una dualidad.
110
Ibid, p. 19.
111
Ibídem.
112
«Al tener conciencia de sí mismo como algo distinto a la naturaleza y a los demás individuos, al tener conciencia –aun
oscuramente– de la muerte, la enfermedad y la vejez, el individuo debe sentir necesariamente su insignificancia y
pequeñez en comparación con el universo y con todos los demás que no sean él». (FROMM, Eric: El miedo a la libertad.
Editorial Paidós. Argentina, p. 47)
113
Ibid, p. 20.

  29  
La alienación es una paulatina destrucción del hombre. Este principio negativo […] no se
transforma en positivo, como sostiene Hegel, sino que permanece realmente lo que es: la negación del
hombre. 114

Marx pasa a estudiar al individuo desde en vertiente social y la relación colectiva entre sí como
trabajadores oprimidos. El concepto de individuo se sacrifica en nombre de la sociedad. Este deja de
existir bajo una teoría puramente materialista y objetiva en la que la acción se dirige hacia el mundo
exterior, si bien, el verdadero sujeto es para Marx el hombre en su existencia sensible y concreta, no
dualista tal y como lo concibe Hegel.
Marx considera que la alienación se da cuando aquello que ha sido creado por los seres
humanos aparece como autónomo, como un sujeto o entidad independiente. El hombre se aliena
cuando es predicado de un sujeto que ha creado, y este se la aparece subordinándolo. Así, la sociedad
productora capitalista estará alienada porque aquello que produce, llámense mercancías, somete a la
sociedad, siendo el hombre incapaz de reconocerse en ellas como propias. Se rompe la reciprocidad
entre el sujeto y el objeto, entre la subjetividad y la objetividad.
Los productores u obreros que elaboran un objeto, fruto de su esfuerzo, como una cosa física,
una vez terminado ya no les pertenece, a pesar de estar representados en él. Así, para Marx, la
alienación se manifiesta cuando aquello que pertenece al trabajador no es suyo: «al no poseer el
trabajador lo que produce, no es suyo lo que le pertenece».115 Se produce una inversión en la que el
objeto producido se transforma en sujeto autónomo dado que el obrero ha depositado su vida,
perdiendo la suya y su subjetividad. El hombre ya no está en sí, sino inmerso en los objetos,
provocando la perdida del sentido de su existencia. Pero,

no solamente en el acto de producir se aliena, sino que el mismo fruto de su trabajo es la expresión
de una objetividad total del hombre en la que la individualidad desaparece. Así nos encontramos ante una
sociedad cuyo eje es la mercancía, y representa el triunfo de la objetividad sobre la subjetividad
humana.116

La mercancía y su forma son el núcleo de la producción capitalista; todas tienen una esencia
común, a pesar de sus diferentes formas, y es que son intercambiables en relación al valor que
contengan, que más que cualitativo es cuantitativo. La clave de la alienación que concibe Marx
reside en que el obrero ya no atiende a sus auténticas necesidades, sino que su vida ha quedado
                                                                                                               
114
GURMÉNDEZ, Carlos, op. cit., p. 30.
115
Ibid, p. 40.
116
Ibid, p. 38.

  30  
sometida bajo el poder de la mercancía, y todo, incluso las relaciones sociales y los hechos, se
objetiva transformándose en cosas, mercancías.
En calidad de miembro de una comunidad obrera, el individuo o trabajador se aliena en dos
abstracciones creadas por él mismo y que adquieren vida propia. Estos son el Estado y el dinero, si
bien, Marx también considera que la alienación, como hemos visto, aparece en el trabajo manual. Sin
embargo, aparece también a un nivel intelectual, especialmente en aquellos casos en los que el
individuo escoge una forma de vida solitaria.
La alienación solitaria significa negar la sociedad y no establecer correspondencia ni diálogo
con el resto de hombres; se evita el contacto. Supone la negación absoluta y permanente de sí ya que
«solo se tiene como objeto único y personal».117 En un mundo en el que las relaciones entre los seres
humanos no es natural, el individuo vive una insignificancia individual carente de rumbo. Esta
desamparado y solo, y buscándose a sí mismo no hace más que alejarse de las raíces humanas. Su
relación es alienada con el resto, en cuanto a que los contempla como objetos, no en su realidad
personal y concreta: la verdad subjetiva carece de interés. Unos y otros se ven como medios, como
cosas. Todos hablan y nadie se escucha.
Llegados a este punto deberíamos distinguir entre los dos tipos de alienación que se dan, tanto
a nivel individual como social. Por un lado, la alienación subjetiva, en cuanto a que acontece en el
interior del individuo; por otro, la alienación objetiva, esto es, las creaciones del hombre, ya sean
ideas, instituciones y productos, que satisfacen necesidades, que son autónomas y que someten al
individuo que las ha producido.
En la sociedad del espectáculo, los individuos están sometidos a un poder autónomo
producido y creado por el hombre; este es el espectáculo. Los espectadores de esta sociedad forman
parte de una masa que comparte su misma alienación. Cada integrante de esta masa alienada forma
parte al mismo tiempo de varias masas con las que se identifica, es decir, el ser humano se divide en
diferentes comunidades según el grado de afinidad con aquello que comparte y que diferencia a una
comunidad de otra. Comparten un tipo de psicología colectiva.
Para Freud, el inicio de la psicología de masas o colectiva tiene su origen en la familia, al
igual que la individual. El individuo se encontraba en una unidad familiar sometido al poder del
padre. Los derechos de cada uno de los miembros suponían al mismo tiempo los límites de la
libertad. Así que un día «el descontento provocado por estas privaciones pudo decidir entonces a un
individuo a separarse de la masa y asumir el papel de padre».118 Esta escisión del individuo de la

                                                                                                               
117
Ibid, p. 54.
118
FREUD, Sigmund: La psicología de las masas. Editorial Alianza. Madrid, 1978, p. 72.

  31  
unidad familiar supone para Freud dos cosas: el nacimiento de la psicología individual y la creación
del mito, o dicho de otra forma, «el mito constituye el paso con el que el individuo se separa de la
psicología colectiva».119 Esta hazaña de la separación se narra como heroica al sustituir la figura
hegemónica y poderosa del padre. ¿Pero quién lo narra? El mismo que se separa y suplanta la figura
del padre «es el primer poeta épico»120, el que «transformó la realidad en el sentido de sus deseos»121
narrando de forma fantasiosa su acometido. Aunque las leyendas pueden conservar en sí mismas
situaciones reales son desfiguradas por la fantasía poética.
Con el paso del tiempo, los poetas narradores van añadiendo y atribuyendo cualidades nuevas
al héroe, fruto de la capacidad inventiva, incitando a los oyentes a identificarse con el héroe, a que la
masa de individuos reemplazase el ideal del yo en un mismo objeto. De modo que «la mentira del
mito heroico culmina en la divinización del héroe»122 y en la identificación de una amplia comunidad
con él mismo. Las causas y efectos del mito nos permiten encontrar cierto paralelismo entre este, la
religión y el espectáculo.
Para Freud, el sujeto abandona la psicología colectiva, esto es, se transforma en individuo,
porque las reglas de la sociedad le oprimen, lo domestican. Así, el individuo es un ser
fundamentalmente antisocial: ve en los demás a sus propios enemigos. Se convierte en un átomo
aislado, separado, cuya existencia depende de la satisfacción o frustración de sus necesidades.
Fromm considera que las relaciones entre individuos que percibe Freud «son similares a las de orden
económico, características del individuo de una sociedad capitalista. Cada persona trabaja ante todo
para sí misma, de un modo individualista, a su propio riesgo, y no en cooperación con los demás».123
A decir verdad, esta crítica de Fromm hubiese sido válida si el capitalismo no hubiese extendido sus
redes a todo el mundo; hubiese sido válida si la economía, y por lo tanto el espectáculo, hubiese
permitido la realización individual en calidad de ser auténtico y no modificado. Para Fromm el
principal problema de la psicología no es la satisfacción o frustración de las necesidades instintivas,
sino la relación que el individuo establece con el mundo. El individuo es un ser social que tiene «la
necesidad de relacionarse con el mundo exterior, la necesidad de evitar el aislamiento. Sentirse
completamente aislado y solitario conduce a la desintegración mental, del mismo modo que la
inanición conduce a la muerte».124 La observación de Fromm es totalmente acertada, e incluso
                                                                                                               
119
Ibid, p. 73.
120
Ibid, p. 72.
121
Ibídem.
122
Ibid, 73.
123
FROMM, Erich, op. cit., p. 36.
124
Ibid, p. 45.

  32  
coincide con Marx en los problemas que genera la soledad. Somos seres sociales, y la soledad es
demoledora, sin embargo, el espectáculo nos han convertido en lobos irreconocibles, ya que «todos
los bienes seleccionados por el sistema espectacular constituyen el refuerzo constante de la
condiciones de aislamiento de las muchedumbres solitarias».125
El hecho de reconocerse a uno mismo, el de ser consciente de la propia subjetividad, esto es
autoconsciente, el sentirse como algo aparte y apartado, a menos que se pertenezca a algo, el ser
experimenta la insignificancia de su individualidad. Sin embargo, la pertenencia al espectáculo, fruto
del dominio de la economía sobre todo, no nos libera de la insignificancia sino que la acentúa y la
agrava.
El capitalismo liberó al hombre de sus vínculos tradicionales, no obstante los efectos
negativos de esta libertad han sido, y como venimos observando, dos: que el individuo está solo y
aislado, alienado en cuanto a que no participa de una relación natural con los demás integrantes del
mundo, y que la sociedad está presa de su propio liberador. La opresión continúa, pero falsificada
por un espectáculo que amplía las necesidades y que somete a una irrevocable fidelidad enajenada de
forma generalizada; imposibilita la capacidad, en este caso, del espectador, de sentirse plenamente
realizado, de sentirse en casa. Lo que pretende liberarnos de las fuerzas naturales se muestra en toda
su potencia gracias a las fuerzas que se nos escapan. Así, la soledad no es solamente individual, sino
colectiva y universal, en cuanto a que somete a todos los espectadores a la soledad. El espectáculo
obliga a la auto-alienación individual.

En efecto, al determinarse el hombre a existir como particularidad, rompe todos los lazos que le
unen a los otros hombres y se niega todas las posibilidades de llegar a ser un individuo completamente
humano […] se sitúa objetivamente en el mundo. El solitario vive para existirse y substituye la
universalidad human por la suya personal […] de esta manera los solitarios, al renunciar al entendimiento
subjetivo, crean la alienación colectiva que es la de una sociedad exteriorizada o comunidad de
individualidades solitarias. No son unos para todos, sino ajenos entre ellos, extraños unos a otros, lejanos
aunque estén próximos y cercanos. 126

La alienación es social y, al mismo tiempo, individual e interior. Si se llega a ser por medio
de la soledad, y el individuo se apropia de su forma subjetiva, se priva de su propia realidad que es la
social: se aliena objetivamente en cuanto a que se convierte en objetivo de su consciencia. Y a la
inversa, si el ser llega a ser en una cosa exterior pierde su interioridad y personalidad, esto es, se
aliena subjetivamente ya que cede su poderes.
                                                                                                               
125
DEBORD, Guy, op. cit., p. 29.
126
GURMÉNDEZ, Carlos, op. cit., p. 55.

  33  
No es pues el dilema el uno o el otro, en el sentido de sacrificar al uno para que el otro exista, sino
que ya no se puede concebir el uno sin el otro […] Estas relaciones humanas básicas, aunque sean
externas, sociales y ajenas al individuo, influyen su subjetividad hasta determinar su alienación
individual. Pero no se puede comprender la alienación colectiva básica sino en el proceso de una
individual […]127

Establecer un concepto unívoco sería reducir el mismo concepto de alienación, ya que sí es


social, como el Estado, Dios o el espectáculo, la recibimos desde fuera al ceder nuestra subjetividad,
y sí es interior, esto es, la búsqueda de la soledad, el hombre la genera por sí mismo al ser objeto y la
emite en todo y para todo.
La alienación es extrañeza, y una de las características que parecen identificar al ser humano
es la de hallarse gobernado y dirigido por poderes invisibles y abstractos que no llegan a comprender
al individuo aislado y particular. Para Feuerbach, Dios es la proyección de los mejores atributos del
individuo. Dudamos siempre de la realidad que no vemos y trascendemos la de aquí, y así, como
producto del hombre, Dios es productor de ilusiones en cuanto a que no es cosa sino abstracción.
Hay una desvalorización de la vida en favor de abstracciones. Dios es la imagen objetiva de las
ilusiones de perfección, que llega a ser autónoma e independiente y que domina a su propio
productor, lo somete. Las abstracciones convertidas en sujeto sagrado «no se presentan ya como
cosas, sino que se han vuelto más abstractas todavía, transformándose en imágenes»128 Así, «el
espectáculo es la reconstrucción material de la ilusión religiosa»129 ; la relación con aquello ajeno y
sagrado se transforma y materializa en simples imágenes hipnóticas.
La desacralización del mundo por la mirada científica «no ha disipado las tinieblas religiosas
en las cuales los hombres depositaron sus propios poderes para separarse de sí mismos: se ha
limitado a proporcionar a esas tinieblas una base terrestre»130 , esto es, el espectáculo ha trasladado el
cielo a la tierra y el paraíso es ahora un lugar insufrible.
Para Debord, el espectáculo es una actualización de la mercancía de Marx y de la crítica de
Feuerbach a la religión. Comparten la característica de reducir la multiplicidad de lo real a una sola
forma abstracta e igual. El espectador, así como el religioso y el capitalista practican la no

                                                                                                               
127
Ibid, p. 188.
128
DEBORD, Guy, op. cit., p. 27.
129
Ibid, p. 44.
130
Ibídem.

  34  
intervención, es decir, su actividad principal es la contemplación. Según Debord, la contemplación es
lo contrario de vivir, y la vida es acción:

No puede haber libertad fuera de la actividad, y en el marco del espectáculo toda actividad está
negada, exactamente igual que la actividad real ha sido enteramente absorbida por la obra de edificación
global de ese resultado. De modo que la actual liberación del trabajo, el aumento del tiempo de ocio, no
es en modo alguno una liberación en el trabajo, ni una liberación del mundo, conformado por ese trabajo.
La actividad enajenada en el trabajo no puede nunca recuperarse mediante la sumisión a los resultados de
131
ese mismo trabajo alienado.

El espectáculo, la contemplación del mismo, acomoda al espectador frente al fluir de falsas


imágenes de la realidad. Se niega la actividad. Para Marx, el individuo estaba enajenado en el
trabajo, pero Debord amplía su alienación. No solo está alienado mientras trabaja, sino que fuera del
trabajo, en el tiempo de ocio, también lo está. El tiempo libre no es la recomposición de lo escindido;
no es el tiempo ni el espacio donde combatir la extrañeza que sufren los espectadores: es el lugar
donde se consume la alienación. La enajenación sufrida por la explotación de los trabajadores se
amplía al falso tiempo libre, en cuanto a que no es libre, sino orientado hacia el consumo. La
alienación para Debord ya no se centra en el tiempo de trabajo: se extiende al tiempo total de vida de
los seres humanos. El espectáculo nos convierte en una masa de consumidores alienados
indiferentes: asistimos a nuestra propia enajenación sin oponer resistencia alguna, pero la sufrimos
sin encontrar respuestas.
La soledad genera pánico y desafección: el individuo es apátrida de sí mismo y del mundo. La
angustia con la que vive en un mundo extraño provoca la ruptura de los lazos que le unen a una
comunidad o masa. Los espectadores conforman una masa de fieles descontentos y neuróticos
asociales.

La neurosis posee un contenido muy rico, pues entraña todas las relaciones posibles entre el yo y el
objeto, tanto aquellas en las que el objeto es conservado como aquellas en las que es abandonado o
erigido en el yo, y por otro lado, las relaciones emanadas de conflictos entre el yo y el ideal del yo.132

Así que, en un mundo dominado por las cosas y los objetos, el espectador es un neurótico
alienado indiferente consigo mismo y con el mundo, pues nada ni él le pertenecen. Su esencia

                                                                                                               
131
Ibid, p. 48.
132
FREUD, Sigmund, op. cit., p. 80.

  35  
humana no puede realizarse ya que vive una historia falseada sobre una historia natural. En
definitiva, «la alienación demuestra que no es posible la armonía consigo mismo».133

3. ¿Un espacio para la libertad?

Como venimos observando, el espectáculo es un proceso racional e independiente al cual


hemos cedido nuestros atributos y poderes humanos, siendo sometidos por él mismo; se ha
convertido en un nuevo mito y en una nueva religión, a consecuencia de la objetivación del mundo y
del ser humano, esto es, de una radicalización racional y del punto de vista científico sometido al
poder de la economía. Podríamos decir que es una forma de organizar la vida social.
El espectáculo es reductor y totalitario; reduce el mundo en fragmentos consumibles y
engendra imágenes para ser contempladas como reproducción del mundo. Contiene su tiempo, su
historia134, su espacio y su cultura, y, sin embargo, el individuo parece expropiado de su tiempo y de
su historia natural. Participa de forma real en el interior de la vida invertida y organizada por el
espectáculo: «En el mundo realmente invertido, lo verdadero es un momento de lo falso».135 Sí lo
real se convierte en falso, ¿no puede ser la libertad una falsedad espectacular?
Las sociedades liberales garantizan dos principios universales y esencialmente contradictorios:
la libertad y la igualdad.136 Recordemos que para Nietzsche no existe mayor veneno que la igualdad;
para Freud, es la opresión necesaria para generar las ansias de libertad. Las desigualdades sociales
son los síntomas evidentes de esta tensión entre libertad e igualdad.
A mayor libertad, desigualdad; si hay mucha igualdad existe poca libertad. El espectáculo
regula esta fricción eliminando las desigualdades naturales de cada individuo, sumiéndolo en una
masa global de clase media. El espectáculo es homogeneizador y, en cierta manera, reconcilia las
contradicciones que surgen entre la libertad y la igualdad ¿o no? Pero, ¿qué es la libertad como
experiencia humana ¿es el deseo de libertad algo inherente a la naturaleza de los seres humanos? ¿es

                                                                                                               
133
GURMÉNDEZ, Carlos, op. cit., p. 188.
134
En su libro El fin de la historia y el último hombre, Fukuyama propone la idea, como bien dice el título, del fin de la
historia tras la caída del comunismo en 1989. Evidentemente, este fin supone la victoria del capitalismo. Si la historia es
entendida como fuerzas e ideologías divergentes en fricción, en las que los destellos son los momentos históricos, la
ausencia de una alternativa al capitalismo, la aniquilación del comunismo, supone el fin de la historia.
135
DEBORD, Guy, op. cit., p. 40.
136
Se ha creado toda una fantasía espectacular en torno al equilibrio constante entre ambos extremos como solución
trascendente a una contradicción siempre enfrentada en la realidad.

  36  
igual en todas las culturas, o se caracteriza de acuerdo al grado de personalización o individualismo
dado en una sociedad determinada?
La democracia137 nació y se desarrolló a pesar de las críticas de Platón y Aristóteles. Escribe
este último:

El fundamento básico del sistema democrático es la libertad (pues esto suelen decir, en la idea de que
sólo en este régimen se participa de libertad, pues este es, como dicen, el objetivo al que tiende la
democracia). Una característica de la libertad es gobernar y ser gobernado por turno. De hecho la justica
democrática consiste en tener lo mismo según el número y no según el mérito, y siendo esto lo justo, la
muchedumbre forzosamente debe ser soberana, y lo que apruebe la mayoría, eso tiene que ser el fin y lo
justo. En efecto, dicen que todo ciudadano debe tener lo mismo, de modo que en las democracias resulta
que los pobres son más poderosos que los ricos, ya que son más, y la opinión de la mayoría es la autoridad
soberana […] Otra característica es vivir como se quiere, pues dicen que esto es obra de la libertad […] y
de ahí vino el no ser gobernado preferentemente por nadie, y si es posible, por turno. Y de esta manera se
contribuye a la libertad fundada en la igualdad.138

El aire descriptivo con que Aristóteles describe las bondades de la democracia no esconde su
auténtica opinión, esto es, que la democracia es un sistema injusto y desigual. A Platón le molestaba
el pluralismo y la cantidad de charlatanes que proclamaban la libertad. La democracia se establecía
en función de los intereses individuales, multiplicando el caos y la anarquía hasta el punto de que
nadie fuese capaz de aguantar algún tipo de orden, en otra palabras, la igualdad, como fundamento
principal de la democracia, es el motor generador de las ansias de libertad.
«Así que si la historia de la ciudad es la historia de la libertad ha sido también la de la
tiranía».139 Lo que en un principio parece residir en la soberanía popular acaba convirtiéndose más
tarde, o más temprano, en el poder de unos pocos: los mayores beneficiados son los pocos
administradores.
La democracia actual, extraída de la original ateniense, se ha convertido en la falsa imagen de
lo imprescindible: es el sistema político que mejor se adapta a las necesidades vitales e instintivas del
ser humano cuando en su interior no alberga más que aberraciones. Se defiende como único sistema
posible, cuando en su nombre se han derramado los mayores ríos de sangre. Lo cierto es que resulta
desconcertante que los que se han erigido como defensores del sistema democrático sean los
principales responsables contra los mismos principios de libertad e igualdad.

                                                                                                               
137
Su origen procede de la unión de los vocablos “demos”, que significa pueblo, y “kratos”, es decir, poder.
138
ARISTÓTELES: Poética. Gredos, Madrid, 1999 (VI, 1, 1317a), p. 370.
139
DEBORD, Guy, op. cit., p. 148.

  37  
La reproducción del sistema capitalista se logra, por tanto, mediante la libertad individual y no a
través de su supresión […] en este sentido, la libertad es para el individuo moderno un destino al que no
puede escapar, excepto retirándose a un mundo fantástico a través de desórdenes mentales.140

Es la apariencia de lo bello; es la principal exportación espectacular a los territorios profanos.


Garantiza la libertad de consumo y define la libertad misma como la habilidad para guiar el
comportamiento propio únicamente basándose en cálculos de medios y fines, sin preocuparse por
otras consideraciones, y, si lo hace, es falsamente. Somos prisioneros de la libertad; gozamos de una
libertad forzada, y una vez arrebatada la historia natural del ser, ser uno mismo sobre la base de la
fuerza de la libre elección significa una vida llena de dudas y temores a equivocarse.
¿Con qué se alterna el espectáculo? ¿y la economía capitalista? El turno del que habla
Aristóteles, en el espectáculo es un movimiento en falso, pues cada alternativa está limitada y
supeditada a la economía y el mercado. En el espectáculo no existe la libertad política sin la libertad
económica, y esta encuentra su opresión en los límites naturales del mundo al que falsea.

Se sospecha que la constitución de los seres humanos como individuos libres tiene algo que ver con
las características peculiares de este tipo de sociedad […] Si esa sospecha es verdadera, entonces la libertad
individual aparecería como una creación histórica, en gran medida como la sociedad a la que pertenece.141

Bauman pone en entredicho la libertad como un atributo universal de la especie humana y la


sitúa como una creación histórica, así como la identidad de los individuos está constituida por la
sociedad en la que vive.142.
Para ser libre es necesaria la existencia de dos condiciones sociales antagónicas: el ser libre y
el no serlo. La diferencia entre ser uno u otro reside en el poder, el sometimiento y la opresión. Es
requisito indispensable para la existencia de la libertad la presencia de lo otro, es decir, debe al
menos haber dos sujetos sostenidos gracias a una relación dialéctica. Para Bauman «la libertad
significa una relación social, una asimetría de condiciones sociales: esencialmente implica una
diferencia social»143 entre condiciones superiores e inferiores, esto es, entre libres y oprimidos. El

                                                                                                               
140
BAUMAN, Zigmund, op. cit., p. 100.
141
Ibid, p. 15.
142
Los pensamientos y deseos del individuo son suyos en cuanto los siente, pero no proceden de él, sino de la sociedad
en la que vive.
143
Ibid, p. 20.

  38  
que tiene poder goza de libertad. Si consideramos la libertad como el privilegio de unos pocos, el no
serlo es la condena de muchos.

La libertad nació como un privilegio y así ha permanecido desde entonces. La libertad divide y
separa. Separa a los mejores del resto. Obtiene su atractivo a partir de la diferencia: su presencia o
ausencia refleja, marca y cimenta el contraste en lo alto y lo bajo, lo bueno y lo malo, lo codiciado y lo
repugnante.144

La economía del espectáculo se ha encargado de desdibujar y difuminar esta diferencia. Si


antiguamente el poder no consideraba al individuo trabajador más que en su trabajo, sin tener en
cuenta su tiempo libre y de ocio, en la actualidad espectacular esto ha cambiado, se ha invertido. El
poder sigue dominando, pero la abundancia de productos exige la implicación del obrero. Escribe
Debord:

Este obrero, repentinamente liberado del total desprecio que hacia él manifestaban ostensiblemente
todas las modalidades de organización y control de la producción, se encuentra diariamente a salvo de ese
desprecio y aparentemente tratado como una persona relevante, con una atenta gentileza, bajo su disfraz de
consumidor. En este punto, el humanismo de la mercancía se hace cargo del ocio y la humanidad del
trabajador, simplemente porque la economía política puede y debe ahora dominar estas esferas en cuanto
economía política. Así, la perfecta negación del hombre ha alcanzado la totalidad de la existencia
humana.145

El espectáculo domina entonces las esferas olvidadas o libres de lo espectacular. Esta sociedad
se caracteriza, a diferencia de sus predecesoras, por el fuerte mantenimiento del orden social y por la
contención de la conducta humana dentro de un número limitado de parámetros con el fin de
predecir el comportamiento para salvaguardar su seguridad. Para el espectador, ser libre significa
estar controlado. La libertad como control social por medio del estímulo a consumir y la prevención
de ciertas conductas son las formas con las que el espectáculo perpetúa el orden social y el estado
adecuado de las cosas.
Las leyes, desiguales para todos, extendidas a modo de mandamientos divinos, se encargan de
controlar los desordenes, pero la paz perpetua puede llegar a aburrir. Como anota Debord: «el
espectáculo es absolutamente dogmático, pero al mismo tiempo no puede desembocar en ningún
dogma sólido. Para él nada se detiene, tal es su estado natural; y, sin embargo, es también el estado

                                                                                                               
144
Ibid, p. 19.
145
DEBORD, Guy, op. cit., p. 56.

  39  
más contrario a sus inclinaciones».146 Se disimula la inamovilidad mediante el cambio tecnológico
incesante.
El espectáculo lo conoce todo de los individuos en cuanto a que genera los gustos y
comportamientos: la realidad se convierte en imagen consumible y el hombre es libre de consumirla,
de ahí que los liberalismos lo sean en cuanto al consumo de lo que de ella se produce. El poder
espectacular ve sin ser visto y, de forma jerarquizada, como si de una religión o Estado se tratase, se
delegan las libertades. Respecto a esta jerarquía, Bauman anota que «quienes gobiernan son libres;
quienes son libres, gobiernan. Quienes son gobernados, no son libres; quienes no son libres, son
gobernados».147 Para él, la libertad se intuye como un acto y no como una condición; un acto
mediante el cual los poderosos, posiblemente, liberasen a algún sujeto de su esclavitud o cautiverio.
Tal liberación era conocida como manumisión; un acto de humanización y no de libertad en el que el
liberto adquiría una posición intermedia entre ser humano y objeto.

La historia de la libertad consiste entonces en una serie de reformulaciones, redefiniciones,


recapitulaciones, así como descubrimientos o invenciones intelectuales. Las ideas nacen de las ideas, se
fertilizan con ideas, engendran otras ideas […] Como resultado se escribe la historia de la libertad como la
historia de cualquier historia. 148

Con el paso del tiempo el concepto de libertad ha ido modificándose en relación al contexto.
No goza del mismo significado en culturas y épocas distintas. Por ejemplo, para un místico como el
Maestro Eckhart, la libertad puede significar la máxima pobreza, el vacío más absoluto y la
condición más solitaria. 149 Para un neoliberal cualquiera, la libertad es la posibilidad de elegir entre
todas aquellas mercancías producidas; es consumo y enriquecimiento material. Si algo tienen en
común las diferentes formulaciones acerca de la libertad, si comparten un núcleo básico esencial,
este es el individualismo. El ser consciente de la existencia de mi ser y el de otras personas, el ser
autoconsciente del propio yo como un objeto que se puede cuidar y transformar parece ser una
característica propia de las culturas alfabetizadas, es decir, alienadas. El individuo consciente de su
autenticidad como ser, responsable y dueño de su propia vida era:

                                                                                                               
146
Ibid, p. 72.
147
BAUMAN, Zigmund, op. cit., p. 38.
148
Ibid, p. 50.
149
«La libertad completa solo puede imaginarse (si bien no practicarse) como soledad completa: una total abstención del
comunicación con las demás personas. Un estado tal es insostenible, incluso en teoría». (Ibid, p. 83) Evidentemente,
Bauman considera al individuo como un ser social y a ese estado de aislamiento y soledad como un tipo de enajenación.

  40  
[…] un ser esencialmente no social, o al menos alguien que existía fuera de la sociedad. El camino
hacia la individualidad quedaba por tanto abierto sólo a unos pocos elegidos. Llegaba a través de la
inmersión mística, del refinamiento religioso, de la extrema piedad religiosa. Quien siguiera ese camino
tenía que estar preparado para terminar como “sannyasin”, un mendigo filósofo al estilo Diógenes, un
estilita o un anacoreta del desierto.150

Si algo caracterizaba a estos seres no sociales, individuales y libres era el concepto de


«extramundidad» 151 en la medida en que era un ser con una individualidad acentuada y
autoconsciente de sí mismo; un individuo que se apartaba de la algarabía cotidiana y que residía en
los límites de la sociedad, del mundo. Así, el camino hacia la individualidad quedaba reservado para
unos pocos elegidos: en la actualidad lo somos todos.
El espectáculo, a diferencia de los modelos anteriores, establece una relación genética entre la
libertad y el espectador, entre el mundo-mercado y el capitalismo. Si el cielo se vio forzado a bajar a
la tierra, al individuo apartado le impusieron formar parte de una masa atomizada. Por lo tanto, el
espectáculo se caracterizó, no por su extramundidad, sino por su intramundidad «vinculada al modo
único y moderno de libertad».152
Dios ya no es necesario y en su ausencia solo se exige libertad recuperada. Nos hemos liberado
del Opresor, pero en una sociedad tan compleja y dividida la necesidad de calor, de pertenecer a un
grupo determinado se convierte en una fuente de opresión en la que todo son gritos de salvación.
El individuo espectacular se ha liberado de las autoridades tradicionales y ha llegado a ser un
individuo aislado e impotente, extrañado de sí mismo y de los demás. No existe nadie a quien rezar,
a quien echar las culpas. Nuestra vida está en nuestras manos y la angustia se dirige hacia uno
mismo, y esa opresión del espectáculo genera el sueño de una comunidad libre pasada o futura.

Estos sueños frecuentemente se interpretan falsamente como manifestaciones de nostalgia y se


descartan por su inexactitud histórica […] lo cual explica por qué las comunidades ilusorias nos ayudan a
entender mejor las contradicciones reales encarnadas en la vida social moderna.153

El deseo de libertad se genera por la experiencia de la opresión; el sentimiento de que no es


posible realizar lo deseado genera frustración al individuo del espectáculo. La misma sociedad le
ofrece multitud de elecciones, lo convierte en un individuo libre, sin embargo, también genera la

                                                                                                               
150
Ibid, p. 61.
151
Ibídem.
152
Ibid, p. 62.
153
Ibid, p. 87.

  41  
experiencia masiva de la opresión. Es cierto, la sociedad capitalista actual ofrece un espacio mayor a
la libertad humana y su reproducción no se logra por la supresión de la misma sino por su
estimulación. No se elimina la capacidad de elección, se incentiva. Sin embargo, requiere un cierto
nivel de riqueza por parte del consumidor, por lo tanto, la libertad del consumidor, la del espectador,
sigue siendo un privilegio y una distinción.
El espectáculo nos ha liberado de los vínculos exteriores, de la imprevisibilidad natural; ahora,
el hombre puede actuar según su propia voluntad, solo que no lo sabe. Su voluntad ha sido, y es,
dirigida hacia lo artificial como si fuese hacia lo natural, ya que:

El espectáculo invierte lo real […] la realidad vivida se halla invadida por la contemplación del
espectáculo […] la realidad surge en el espectáculo y el espectáculo es real. Esta alienación es la esencia y
el sustento de la sociedad actual.154

En la sociedad del espectáculo la libertad individual y la comunicación abierta son


fundamentales. Ganar dinero, como hemos visto, se convierte en lo principal para conseguir el éxito;
es la única manera posible de enfrentarse al poder capitalista, pero se acaba sometido. Castells anota
que «la única manera que tenían los emprendedores para librarse del capital era consiguiendo atraer a
dicho capital por sí mismos». 155 De esta forma, también podemos vincular «la capacidad
emprendedora con la libertad individual».156
Internet nació como un medio para la libertad. Un sistema como el actual, en el que se defiende
sin paliativos la libertad individual como valor supremo, la defensa de la privacidad se convierte en
un frente de batalla perdido. Si Internet hacía presagiar una época de liberación absoluta capaz de
generar una comunicación más allá de las fronteras políticas y geográficas, culturales y sociales, las
técnicas de control han echado por la borda las esperanzas de los libertos. Los intereses compartidos
de empresas, comercios y gobiernos generan unas tecnologías de control, como contraseñas, cookies
y procesos de autentificación, que restringen la libertad que se supone para Internet. En relación al
control ejercido, escribe Castells:

Las redes de Internet proporcionan una comunicación global y libre que se ha hecho esencial en todos
los campos. Pero la infraestructura de las redes puede ser apropiada privadamente, el acceso a las mismas
puede ser controlado y sus usos pueden estar sesgados o incluso monopolizados por intereses comerciales,

                                                                                                               
154
DEBORD, Guy, op. cit., p. 40.
155
CASTELLS, Manuel, op. cit., p. 73.
156
Ibídem.

  42  
ideológicos y políticos. A medida que Internet se va convirtiendo en la infraestructura dominante en
nuestras vidas, la propiedad y el control del acceso a ella se convierten en el principal caballo de batalla por
la libertad.157

Como vemos, la privacidad, un tipo de libertad rebajada, es vulneraba por la intromisión de


otros individuos, empresas e incluso autoridades por el afán controlador.
En la actualidad, se reclama la libertad por doquier como ese don natural de todo ser humano,
no obstante, y a mi modo de ver, se desconoce el amplio significado de la palabra y sus
remodelaciones en cuanto a idea o concepto. El uso que se hace de la misma deriva del significado
acuñado por el espectáculo, y, por lo tanto, creado y motivado para el mantenimiento del mismo. Las
quejas no provienen por la libertad, sino por su exceso y obligatoriedad. La oferta es excesiva.
El individuo sigue persiguiendo metas, las elige libremente, pero estas no son más que
imágenes o ejemplos de motivos, esperanzas y ambiciones que se repiten incesantemente por el
interés espectacular, de modo que la libertad no es totalmente aleatoria, sino vehículo de integración
social para que el individuo se convierta en un átomo aislado dentro de una masa de aislados.
La libertad es la condición primordial para la reproducción y mantenimiento del sistema
espectacular, tanto en las áreas de producción como de consumo; esta depende del mercado y de sus
expertos para que los individuos puedan ser individuos capaces de elecciones libres.

                                                                                                               
157
Ibid, p. 306.

  43  
≈  NARCISISMO ≈

  44  
1. Narciso 2.0

Para la sociedad espectacular se ha desarrollado una nueva manera de organizar la sociedad, un


nuevo modo de gestionar los comportamientos: un control social a través de la imagen. Como diría
Debord:

El espectáculo se presenta como una enorme positividad indiscutible e inaccesible. No dice más que
esto: lo que aparece es bueno, lo bueno es lo que aparece. La actitud que por principio exige es esa
aceptación pasiva que ya ha obtenido de hecho gracias a su manera de aparecer sin réplica, gracias a su
monopolio de las apariencias.158

Si consideramos el sentido de la vista como el más mistificable, siendo aquello que aparece lo
bueno en cuanto a que aparece, la imagen, que es imagen de lo real, se convierte en el ser real de lo
que es bueno. Así habla el espectáculo, consigo mismo, sin diálogo, monopolizando las apariencias,
y, por lo tanto, lo superficial. Se sacraliza lo superficial de la imagen ya que lo sagrado es el
obstáculo que se opone a la libertad individual. Una vez que el hombre moderno ha eliminado las
entidades superiores, lo trascendente, ya que no acepta ningún modelo de humanidad fuera de la
misma condición humana, la idea de la libertad se despliega con todo su poder para el desarrollo de
la personalidad íntima. Eliade considera que «el hombre se hace a sí mismo y no llega a hacerse
completamente más que en la medida en que se desacraliza y desacraliza el mundo»159 y añade que
el individuo «no será verdaderamente libre hasta no haber dado muerte al último dios».160
Ahora se reconocen las peticiones singulares, está legitimado el placer y se incita y permite la
consecución de las aspiraciones individuales. En la sociedad del espectáculo es fundamental la
realización personal, el respeto a la singularidad subjetiva y el derecho a ser como se es. El
liberalismo exige un individuo libre, vacío de todo contenido histórico y entusiasmado con la
novedad constante.
El individualismo es la ideología nuclear del capitalismo, nada que ver con la subordinación de
lo individual a las reglas colectivas. Ninguna ideología política es capaz de entusiasmar y los ídolos
son tantos que aborrecen al más religioso. La libertad es un privilegio, hoy de muchos, pero de
aburridos que huyen del sentimiento y el compromiso por el exceso de los mismos.

                                                                                                               
158
DEBORD, Guy, op. cit., p. 41.
159
ELIADE, Mircea, op. cit., p. 148.
160
Ibídem.

  45  
Narciso, aquel loco enamorado, se encuentra perdido ante la infinidad de imágenes que
parecen ser de él. Tiene dudas sobre su identidad porqué la unidad del mundo se ha quebrado para él.
Ya no vive en las alturas ni en los límites de la sociedad; ahora está rodeado de iguales, de seres que
no tienen ningún punto firme en el que orientarse más que en la infinidad de imágenes producidas.
Para Debord, «el sistema debe recomponer a los mismos individuos a quienes aísla en cuanto a
individuos, debe mantenerles aislados y juntos».161

El joven Narciso confundió su reflejo en el agua con otra persona. Esa extensión suya insensibilizó
sus percepciones hasta que se convirtió en el servomecanismo de su propia imagen extendida o repetida.
La ninfa Eco intentó cautivar su amor con fragmentos de sus propias palabras pero fue en vano. Estaba
entumecido. Se había adaptado a su extensión de sí mismo y se había convertido en un sistema vacío.162

Narciso no estaba enamorado de sí mismo, sino de lo que el reflejo del agua proyectaba sobre
sus ojos, esto es, una extensión de sí mismo como objeto contemplado. Al contemplarse como
imagen se objetivó su subjetividad; se separó de lo social embrujado por la belleza y bondad de lo
que aparentaba la imagen. Se debilitó su auténtico yo, si lo entendemos como uno social. Inició así
una relación alienada, es decir, una relación social con su propio yo. Se produce en su interior una
separación entre el sujeto pensante y el objetivo inerte invirtiendo el valor de los mismos. Esto
genera un sistema vacío profundamente insatisfactorio. Narciso intensifica la experiencia de ser un
yo y tener un yo al mismo tiempo. Cuanto más invierte en su yo, como objeto de atención e
interpretación, mayor es la incertidumbre y la interrogación.
El individuo del espectáculo, una especie de Narciso mediatizado, sufre también de una
experiencia intensa del yo, sin embargo, su acción está destinada a encontrarse consigo mismo. Si el
reflejo de Narciso fue uno, el suyo, el espectador se contempla en un millón de espejos vacíos. En
esta sociedad que impulsa al bienestar y a la realización personal, los individuos están desesperados
por encontrarse en un infierno de identidades. Para Lipovetsky, estamos inmersos en un nueva etapa
individualista en la que:

el narcisismo designa el surgimiento de un perfil inédito del individuo en sus relaciones con él mismo
y su cuerpo, con los demás, el mundo y el tiempo, en el momento en que el capitalismo autoritario cede el
paso a un capitalismo hedonista y permisivo, acabada la edad de oro del individualismo, competitivo a

                                                                                                               
161
DEBORD, Guy, op. cit., p. 146.
162
McLUHAN, Marshall, op. cit., p. 67.

  46  
nivel económico, sentimental a nivel doméstico, revolucionario a nivel político y artístico, y se extiende un
individualismo puro, desprovisto de los últimos valores sociales y morales […]163

Así que el narcisismo aparece como una nueva forma de relación social en la que el individuo
se aísla esperando encontrar su identidad a través de una relación inédita con el cuerpo, la salud y el
placer. Lo que importa es ser uno mismo de forma absoluta, independientemente de los criterios del
otro. Ha retirado su amor a los otros dirigiéndolo, aparentemente, hacia sí mismo; en realidad, tras
esa apariencia de gran estima se esconde la realidad: la carencia de amor hacia sí mismo.
Narciso inicia una búsqueda caprichosa e indiferente entre semejantes. Evidentemente, los
medios de comunicación, el lenguaje del espectáculo, intensifican los sueños narcisistas de fama,
popularidad y riqueza, y animan al espectador a identificarse con las estrellas y a rechazar el
anonimato y la banalidad de la existencia cotidiana simple. Podríamos aplicar aquello de “antes
muerta que sencilla.”
El espectáculo obliga a ser uno mismo, a disfrutar al máximo de la ideología individualista y a
«vivir libremente sin represiones, a escoger íntegramente el modo de existencia de cada uno».164 Por
todas partes asistimos a la búsqueda de la propia identidad: Narciso está desorientado porqué no ve
su reflejo, y en aquello que ve no se reconoce, pues «la verdad del espectáculo lo descubre como la
negación visible de la vida, como una negación de la vida que se ha tornado visible».165
Para el individuo actual, la libertad contiene signos de indiferencia y huida del compromiso
con el resto de seres ya que «la relación con las cosas debe primar sobre la relación entre los seres y
por último debe predominar la ideología del individuo que le confiera un estatuto innato de libertad e
igualdad».166 En el momento en el que el cielo terrenal se vuelve infernal solo queda replegarse sobre
uno mismo soñando con la libertad y la igualdad.
La lógica individualista, inherente al sistema de producción capitalista, nos introduce en un
proceso de personalización en el que las posibilidades de elección son múltiples y muy diversas, sin
embargo, al eliminar los puntos de referencia, tales como la historia167, los mitos y Dios, pone el
                                                                                                               
163
LIPOVETSKY, Gilles: La era del vacío. Editorial Anagrama. Barcelona, 2010, p. 50.
164
Ibid, p. 8
165
DEBORD, Guy, op. cit., p. 40.
166
LIPOVETSKY, Gilles, op. cit., p. 215.
167
Recuérdese la insistencia del espectáculo en vivir en el presente y no en función del pasado. Su carácter
revolucionario se asemeja al movimiento de vanguardias, sin embargo también se ocupa de oscurecer el futuro, el cual
parece estar lleno de incertidumbres, si bien, sus defensores, bajo distintos formatos, se encargan de distribuirlo para el
consumo. «Los intereses económicos inmediatos priman sin duda sobre la preocupación por las generaciones futuras.
Mientras se desarrolla el espectáculo de las protestas y los encantamientos virtuosos, la destrucción del entorno

  47  
marcha una cultura personalizada, a la carta, en la que la extrañeza ante los gustos del otro, provoca
el deseo de estar solo, y eso provoca dolor y angustia.
El capitalismo crea sin cesar necesidades artificiales que jamás han sido deseos y que impiden
la realización auténtica del ser. ¿Cuántas familias sin hijos? ¿y familias? La economía actual gestiona
directamente la fabricación de los hábitos.
Debord observa que «en una sociedad en la cual nadie puede ser reconocido por los demás,
cada individuo termina siendo incapaz de reconocer su propia realidad»168, y esta no es otra que su
realidad social, espacio donde reside la auténtica fuerza unificadora, según Debord. El individuo ha
dejado de tener fe en sí mismo, en los demás, y en todo aquello que no tenga que ver con los
métodos de la mirada científica.
En este estado de búsqueda de la identidad, de un proceso de personalización, existen dos tipos
de Narcisos. Por un lado, el Narciso conformista, es decir, el que se conforma con ser aquello se le
presenta como real y que goza con el reconocimiento de sus iguales; por el otro, el Narciso
inconformista, esto es, el que se rebela contra la igualdad y quiere ser reconocido como un ser
superior. Ambos viven preocupados por la salud y la seguridad de su individualidad. Si el primer
Narciso corresponde a la mayoría que se burla de lo religioso, de la moral y de la filosofía, y que se
preocupa exclusivamente de su salud y seguridad por encima de todo, el segundo es el que no se
conforma con ser como los demás. Es más, considera que nunca alcanzaría sus propios límites si se
conformara con ser igual a los demás, ya que nunca sería superior a sí mismo. Poco o nada cuesta ser
uno más. Es importante destacar este deseo de reconocimiento que se produce en ambos casos: unos
por ser iguales y otros por ser superiores.
El deseo de reconocimiento de la subjetividad individual también es controlada por el
espectáculo. En torno a este mismo deseo, se han levantado grandes revoluciones, así que su labor
principal, como poseedor de la realidad invertida, y por lo tanto falsa, es la de controlar el resurgir de
los ideales por los cuales vivir y morir. El capitalismo no ha eliminado el deseo de reconocimiento,
sino que lo ha transformado, canalizándolo, por ejemplo, en los deportes de competición. Así se
protege el espectáculo de que las fuerzas se dirijan contra él.
El proceso de personalización provoca que Narciso sea un tipo absorto en la búsqueda de su
identidad, lleno de dudas por el porvenir y que intenta satisfacer sus deseos ampliados a costa de
aniquilar su auténtico yo. Experimenta con la construcción de su identidad y la imagen personal que,

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 
continúa: máximo de llamadas a la responsabilidad de todos, mínimo de acciones públicas. » (LIPOVETSKY, Gilles: Lo
tiempos hipermodernos. Editorial Anagrama. Barcelona, 2006, pp. 72-73)
168
DEBORD, Guy, op. cit., p. 174.

  48  
curiosamente, coinciden con el encanto de las estrellas y las historias fantásticas. Somos hijos de
nuestro tiempo más que de nuestros padres.
Narciso se recluye en su cuarto sin darse cuenta de que su aislamiento se revela como la forma
de control social más eficaz. Si todo el mundo está en su casa, la seguridad del espectáculo se antoja
duradera gracias la deserción social y del espacio público. Lipovetsky opina que «el narcisismo ha
abolido lo trágico y aparece como una forma inédita de apatía hecha sensibilización epidérmica al
mundo a la vez que de profunda indiferencia hacia él».169 Su sentimiento de pertenencia se erosiona
a medida que se identifica con la imagen de lo vacío, de lo falso. Se sumerge en Internet, que es el
medio que integra y recompone a quienes aísla para mantenerlos aislados y juntos bajo «la falsa
conciencia de reunión».170 La red se instala en la rutina de la vida cotidiana ofreciendo materia prima
para la construcción de la imagen del yo reflejado sobre una pantalla de ordenador.
¿Qué extraña Narciso? ¿la libertad, la unidad comunal? Para Debord, la libertad, o lo que es lo
mismo, la desalienación, solo puede darse en la acción revolucionaria del trabajador. A diferencia de
Hegel, esta no puede darse en la consciencia, sino en la praxis.

La misión histórica de instaurar la verdad en el mundo no pueden realizarla ni el individuo aislado ni la


muchedumbre atomizada sumisa a la manipulación, sino, hoy como siempre, la clase capaz […] de
devolver todo su poder a la forma desalienada de la democracia realizada, el Consejo obrero, en el cual la
teoría práctica se controla a sí misma y que quiere su acción […] 171

                                                                                                               
169
LIPOVETSKY, Gilles: La era del vacío, op. cit., p. 50.
170
DEBORD, Guy, op. cit., p. 174.
171
Ibid, p. 176.

  49  
Conclusiones

A lo largo del trabajo se ha recurrido con frecuencia al espectáculo como un ente abstracto
autónomo que somete al individuo y la sociedad. Hemos visto los orígenes de lo espectacular y su
estrecha relación con los rituales representados y la reconstitución del mundo fragmentado y profano
en lo sagrado. Se ha comparado el espectáculo con la religión para ver las sorprendentes similitudes
que presentan; como sacralizan los objetos, el poder hipnótico que atesoran y la capacidad de formar
comunidades identificadas por su sumisión a un ente superior.
Hemos procurado conjugar las opiniones de Debord y McLuhan en una especie de discurso
común y parejo en el que parecen coincidir en muchos aspectos relacionados con el espectáculo y los
medios de comunicación. Me sorprendió quedar en desacuerdo con el desprecio que Debord mostró
hacia Mcluhan a través del insulto por proponer una simple comprensión de los medios. Esta
situación me generó desconfianza hacia él, así como el dogmatismo del discípulo totémico Jappe
Anselm. Me da que su intento por ser reconocido no va más allá del lanzamiento de una piedra sin
esconder la mano. No es como el pobre Hölderlin, que joven amante de la Ilustración y pastor de las
musas, quedó decepcionado por la sangría revolucionaria que se extendía en nombre de la libertad y
de la unión del pueblo. Sin embargo, sí que reúne semejanzas con Platón y su desprecio por este
mundo.
Donde quiera que dirija la vista, Debord solo sospecha y ve mentira, falsificación y sumisión.
Para él, como venimos observando, el mundo en el que vivimos no es el auténtico ya que la realidad
del hombre reside en su ser comunitario y no en una existencia individual como la actual. A decir
verdad, Debord da la sensación de ser un auténtico resentido carente de toda belleza lingüística, hasta
el punto de ser contagioso en extremo. A diferencia de los poetas que tanto repelía Platón por ofrecer
a la vista copias del mundo, Debord será recordado, muy posiblemente, por ser un cegato irritado
contra la belleza, un ansioso por establecer esferas y actividades separadas.
El resentimiento de Debord encarna al típico filósofo aguafiestas, tipo Diógenes de Sinope, que
incapaz de afrontar estoicamente los avatares de la vida se resigna a un intento puramente narcisista y
lleno de odio contra sí mismo y contra el mundo, pero no se escapa de él, sino que lo necesita para
coquetear con otra realidad cuyos atributos idealiza. ¿Qué pasado es ese tan glorioso en el que las
comunidades vivían armoniosamente? ¿No es esa esencia comunitaria un espejismo de su
imaginación, una proyección de sus deseos? La metafísica de la que nos habla Debord, tan deudora
de Platón como de Marx, es, a mi modo de ver, la religión de los filósofos que consideran que la vida
no puede ser vivida sin “que” ni “para que”.

  50  
¿Por qué ese ensañamiento contra la mercancía y el mundo de los objetos? Debord recoge el
testigo depositado por Marx y considera que la alienación es una relación diabólica con las
mercancías y el mundo mismo ya que representan «la separación perfecta»172. ¡Qué dos teólogos de
la divina comunidad! Como los sacerdotes jesuitas de la España colonial, promulgan el mensaje del
ser auténtico sobre la tierra profana y fragmentada por la adoración a falsos dioses. Esta experiencia
negativa del presente, en detrimento de un comunismo primitivo idealizado, considera que la
verdadera naturaleza del hombre, su humanidad, es la comunidad, y que la mercancía típica de la
sociedad capitalista no es más que un objeto separado de su finalidad natural, de su ser, de su esencia,
en cuanto a que queda ligada a un valor mercantil. Los hombres producían según sus necesidades y
compartían lo producido hasta que el intercambio mercantil, es decir, de valor, rompió los cimientos
comunitarios y las necesidades se volvieron artificiales, ampliadas posteriormente por el espectáculo,
provocando las desigualdades sociales. Esta mercancía devuelve una humanidad extraña que, sin
embargo, tiene poder y domina a medida que se contempla. Este esquema de la alienación lo toma
prestado de Feuerbach, como hemos visto anteriormente. La mercancía, al estar separada de su
auténtica finalidad, es un objeto que desacraliza el mundo, es un objeto profano y fragmentado de la
unicidad natural ser humano que necesita ser religado por la acción de los obreros.
Estos obreros, así como los prisioneros de Platón, viven encadenados y confundidos por el
reflejo mismo de la realidad: están hechizados por la mercancía. Los espectadores viven sometidos a
una falsa experiencia de la realidad, aún siendo su experiencia de realidad. El espectáculo, así como
las sombras de la caverna, es el lugar de la mirada engañada y donde se fabrica la falsa conciencia del
mentiroso de sí mismo. Que la verdadera vida esté ausente convierte a Debord en un metafísico
generador de alienaciones pues todo lo de este mundo es falso y, por lo tanto, una imagen de la
realidad. Su odio hacia la imagen y la sociedad espectacular lo convierten en una especie de
inquisidor religioso de lo profano con una misión restablecedora y, al mismo tiempo, destructora por
resentimiento.
Los teóricos de la mercancía y de su fetichismo, como Marx y Debord, en su crítica hacia la
religión y la sociedad, no han hecho otra cosa que reforzar el arcaico sentimiento cristiano según el
cual, tener equivale a pecar. A este respecto, me gustaría rescatar este breve fragmento de Eliade en
el que considera que:

“La mayoría de los hombres sin religión se siguen comportando religiosamente sin saberlo. No solo
de la masa de supersticiones o de tabúes del hombre moderno, que en su totalidad tienen una estructura o
un origen mágico-religioso. Hay más: el hombre moderno que se siente y pretende ser arreligioso dispone
                                                                                                               
172  DEBORD, Guy, op. cit., p. 37.  

  51  
aún de toda una mitología camuflada y de numerosos ritualismos degradados […] a veces […] hasta la
caricatura , y por esta razón difícilmente reconocible.173

Este empeño insistente demostrado por Debord en la búsqueda de la inexistencia de


Dios, lejos de convertirlo en un ser libre lo convierte en un teólogo que pretende revelar el
secreto metafísico de la imagen, y por lo tanto, de la mercancía. Cualquier disfrute
experimentado en este tiempo presente falseado por el espectáculo se convierte en un placer
inferior al que se podría obtener en el paraíso social.
Para finalizar, creo que el concepto negativo de alienación extendido por Marx hasta
Debord, no es algo que se pueda superar mediante la acción, ya que es inevitable la relación
entre el sujeto y el objeto, es decir, que la relación entre el individuo y el mundo siempre se va
a producir en el exterior de forma objetiva, y por lo tanto, contemplativa, sin embargo, el
punto de vista optimista de Hegel en torno a la alienación, partiendo de su inicio negativo en
cuanto a la extrañeza que sufre el sujeto que contempla, y dado que el crecimiento del ser solo
se puede dar en la consciencia en cuanto a superar aquello que se desea superar
intelectualmente como algo duradero para el espíritu, de alguna forma me parece más
acertado como reflejo del ser respecto a lo otro y, por lo tanto, de ser lo que se es como
dualidad, que en definitiva es lo que somos, esto es, autoconscientes de nosotros mismos,
ciertamente, en un mundo espectacular.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

                                                                                                               
173
ELIADE, Mircea, op. cit., pp. 149-150.

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