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27 de agosto de 1935.

Querido tío Jim,



Después de cenar, la Abuela nos
dijo que me invitaste a vivir contigo
en la ciudad hasta que las cosas mejoren.
Papá está sin trabajo desde hace tiempo
y ya nadie le pide costuras a Mamá.
Todos lloramos, incluso Papá. Pero
entonces Mamá nos hizo reír contán-
donos historias de cuando era niña.
¿De verdad la perseguías hasta que
se trepaba a los árboles?
Soy pequeña, pero fuerte, y te
ayudaré en todo lo que pueda. Pero la
Abuela me hizo prometer que siempre
haré primero mis tareas de la escuela.
Tu sobrina,
Lydia Gracia Finch
3 de septiembre de 1935.
Querido tío Jim,
En mi última carta no te dije tres
cosas muy importantes que me da
vergüenza decirte cuando nos veamos:
1. Sé mucho sobre jardinería, pero
NADA de hacer pan.
2. Quiero aprender a amasar, pero
¿hay en tu casa algún lugar donde
plantar semillas?
3. Me gusta que me llamen “Lydia
Gracia”, como la abuela.
Enviaré esta carta desde la estación
del tren.
Tu sobrina,
Lydia Gracia Finch
En el tren,
4 de septiembre de 1935.
Querida Mamá,
Me siento tan bonita con tu vestido,
éste que arreglaste para mí; espero que
no lo eches mucho de menos.
Querido Papá,
No me he olvidado de lo que me
dijiste para reconocer al tío Jim: “¡Busca
la cara de mamá, pero con una gran nariz
y bigote!”. Te prometo no decírselo.
(¿Le gustarán las bromas al tío Jim?)
Y queridísima Abuela,
Gracias por las semillas. El vaivén del
tren me adormece y cada vez que cierro
los ojos, sueño con jardines.
Abrazos a todos,
Lydia Gracia
5 de septiembre de 1935.
Queridos Mamá, Papá y Abuela,
¡Estoy tan emocionada!
¡Hay jardineras en las ventanas!
Es como si me hubieran estado
esperando.
Y, Abuela, el sol ilumina la esquina
donde voy a vivir y trabajar.
Abrazos a todos,
Lydia Gracia
P.S. El tío Jim no sonríe.

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