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Las más grandes tienen tres kilómetros de longitud en la base, y un


kilómetro de altura; son mucho mayores que las pirámides de Sumer,
Egipto o México en la Tierra. Parecen erosionadas y antiguas, y quizás se
trata solamente de pequeñas montañas sometidas durante eras a las
tempestades de arena. Pero creo que se merecen que las examinemos de
cerca. <<
progresos espectaculares en el desarme nuclear y «convencional».
Incluso
en este caso es probable que haya necesidades más urgentes en la Tierra.
Pero no dudo que si evitamos la autodestrucción, más tarde o más
temprano
llevaremos a cabo estas misiones. Es casi imposible mantener una
sociedad
estática. Hay una especie de interés sicológico compuesto: basta una
pequeña tendencia a las economías, a volverle la espalda al Cosmos, para
que el resultado sumado al cabo de muchas generaciones sea una
decadencia señalada. Y a la inversa, basta un ligero compromiso para
aventurarse más allá de la Tierra en lo que siguiendo a Colón podríamos
denominar la empresa de las estrellas para que se acumule al cabo de
muchas generaciones y dé una presencia humana señalada en otros
mundos,
Thomas Wright, de Durban, e Immanuel Kant, de Kónigsberg, tuvieron
separadamente la premonición de que las exquisitas formas luminosas
espirales que se veían a través del telescopio eran otras galaxias. Kant
sugirió explícitamente que M31 en la constelación de Andrómeda era
otra
Vía Láctea, compuesta por un número enorme de estrellas, y propuso dar
a
estos objetos la denominación evocativa e inolvidable de universos islas.
Algunos científicos jugaron con la idea de que las nebulosas espirales no
eran universos islas distantes sino nubes cercanas de gas interestelar en
condensación, quizás en camino de convertirse en sistemas solares. Para
comprobar la distancia de las nebulosas espirales, se necesitaba una clase
de
estrellas variables intrínsecamente mucho más brillantes que
proporcionara
una nueva candela estándar. Se descubrió que estas estrellas,
identificadas
en M31 por Edwin Hubble en 1924, eran alarmantemente débiles, y que
por
lo tanto M31 estaba a una distancia prodigiosa de nosotros, distancia que
hoy se calcula en algo más de dos millones de años luz. Pero si M31
estaba
a tal distancia no podía ser una nube de simples dimensiones
interestelares,
tenía que ser mucho mayor: una galaxia inmensa por derecho propio. Y
las
demás galaxias, más débiles, debían estar todavía a distancias mayores,
un
centenar de miles de millones de ejemplares esparcidas a través de la
oscuridad hasta las fronteras del Cosmos conocido.
el placer de participar en el Cosmos.
Hace unos 3,6 millones de años, en lo que es actualmente el norte de
Tanzania, un volcán entró en erupción; la nube resultante de cenizas
cubrió
la sabana de los alrededores. En 1979 la paleoantropóloga Mary Leakey
descubrió en estas cenizas huellas de pies, huellas de pies que según ella
son de un primitivo homínido, quizás de un antepasado de todos
nosotros,
habitantes de la Tierra actual. Y a 380.000 kilómetros de distancia, en
una

nuestros experimentos de laboratorio. Quizás la evolución de formas


avanzadas de vida sea improbable. O quizás las formas de vida compleja
evolucionan fácilmente pero la inteligencia y las sociedades técnicas
requieren un conjunto improbable de coincidencias: del mismo modo que
la
evolución de la especie humana dependió del fallecimiento de los
dinosaurios y de la recesión de los bosques en la era glacial; de aquellos
árboles sobre los cuales nuestros antepasados se rascaban y se
sorprendían
vagamente de algo. O quizás las civilizaciones nacen de modo repetido e
inexorable, en innumerables planetas de la Vía Láctea, pero son en
general
inestables; de modo que sólo una pequeña fracción consigue sobrevivir a
su
tecnología y la mayoría sucumben a la codicia y a la ignorancia, a la
contaminación y a la guerra nuclear.
Es posible continuar explorando este gran tema y hacer una estimación
basta de N, el número de civilizaciones técnicas avanzadas en la Galaxia.
Definimos una civilización avanzada como una civilización capaz de
tener
radioastronomía. Se trata desde luego de una definición de campanario,
aunque esencial. Puede haber innumerables mundos en los que los
habitantes sean perfectos lingüistas o magníficos poetas pero
radioastrónomos indiferentes. No oiremos nada de ellos. N puede
escribirse
como el producto o multiplicación de unos cuantos factores, cada uno de
los
cuales es un filtro y, por otro lado, cada uno ha de tener un cierto tamaño
para que haya un número grande de civilizaciones:centro, o que el
universo es finito pero ilimitado. ¿De qué están hablando?
Imaginemos que habitamos un país extraño donde todos somos
perfectamente planos. De acuerdo con Edwin Abbott, un estudioso de
Shakespeare que vivió en la Inglaterra victoriana, le llamaremos Flatland.
Algunos somos cuadrados; algunos son triángulos, algunos tienen formas
más complejas. Entramos y salimos muy atareados de nuestros edificios
planos ocupados en nuestros negocios y nuestras diversiones planas.
Todo
el mundo en Flatland tiene anchura y longitud pero carece de altura.
Conocemos la derecha izquierda y el delante atrás, pero no tenemos ni
idea,
ni pizca de comprensión por el arriba abajo. Pero los matemáticos planos

lo entienden. Ellos nos dicen: Todo es muy fácil. Imaginad el derecha
izquierda. Imaginad el delante atrás. ¿Seguís? Imaginad ahora otra
dimensión que forma ángulo recto con las otras dos.
Y nosotros decimos: ¿Pero de qué nos hablas? ¿Cómo puede formar
ángulo recto con las otras dos? Sólo hay dos dimensiones. Enséñanos
esta
tercera dimensión. ¿Dónde está? Y los matemáticos, desanimados, se
largan. Nadie escucha a los matemáticos. Todo ser plano de Flatland ve a
otro cuadrado como un corto segmento de línea, el lado del cuadrado que
está más cerca de él. Para poder ver el otro lado del cuadrado ha de dar
un
corto paseo. Pero el interior del cuadrado permanece eternamente
misterioso, a no ser que algún terrible accidente o una autopsia rompa los
lados y deje expuestas las partes interiores.
Un día un ser tridimensional, por ejemplo en forma de pera, llega a
Flatland y se queda mirándolo desde arriba. Al ver que un cuadrado
especialmente atractivo y de aire sociable entra en su casa plana, la pera
decide en un gesto de amistad interdimensional saludarlo. ¿Cómo estás?,
le
dice el visitante de la tercera dimensión. Soy un visitante de la tercera
dimensión. El desgraciado cuadrado mira por toda su casa que está
cerrada
y no ve a nadie. Peor todavía: se imagina que el saludo que entra desde
arriba es una emanación de su propio cuerpo plano, una voz de su
interior.
La familia ha estado siempre algo chalada, piensa quizás para darse
ánimos.
La pera, exasperada al ver que la toman por una aberración psicológica,
desciende a Flatland. Pero un ser tridimensional sólo puede existir
parcialmente en Flatland, sólo puede verse una sección de él, sólo los
puntos de contacto con la superficie plana de Flatland. Una pera
deslizándose por Flatland aparecería primero como un punto y luego
como
rodajas cada vez mayores y aproximadamente circulares. El cuadrado ve
que aparece un punto en una habitación cerrada de su mundo
bidimensional
que crece lentamente hasta formar casi un círculo. Un ser de forma
extraña
y cambiante ha surgido de la nada.
La pera, desairada, irritada por la obtusidad de los muy planos da un
golpe al cuadrado y lo proyecta por los aires revoloteando y dando
vueltas
por esta misteriosa tercera dimensión. Al principio el cuadrado es
incapaz
de entender lo que está sucediendo: es algo que escapa totalmente a su
experiencia. Pero al final se da cuenta de que está viendo Flatland desde
una perspectiva especial: desde arriba. Puede ver el interior de
habitaciones
cerradas. Puede ver el interior de sus congéneres planos. Está
contemplando
su universo desde una perspectiva única y arrolladora. El viaje por otra
dimensión ofrece como una ventaja adicional una especie de visión con
rayos X. Al final nuestro cuadrado desciende lentamente hasta la
superficie
como una hoja que cae. Desde el punto de vista de sus compañeros de
Flatland desapareció inexplicablemente de una habitación cerrada y
luego
se materializó penosamente de la nada. «Por Dios», le dicen, «¿qué te ha
pasado?». «Me parece, contesta él mecánicamente», «que estuve arriba».
Le dan unos golpecitos en los costados y le consuelan. La familia
siempre
tuvo visiones.
En estas contemplaciones interdimensionales no tenemos que limitarnos
a las dos dimensiones. Podemos imaginar, siguiendo a Abbott, un mundo
de
una dimensión, donde cada cual es un segmento de línea, o incluso el
mundo mágico de los animales de cero dimensiones, los puntos. Pero
quizás
sea más interesante la cuestión de las dimensiones superiores. ¿Podría
existir una cuarta dimensión física?
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Podemos imaginar que generamos un cubo de la siguiente manera:
Tomemos un segmento de línea de una cierta longitud y desplacémoslo
una
longitud igual en ángulo recto a sí mismo. Tenemos un cuadrado.
Desplacemos el cuadrado una longitud igual en ángulos rectos a sí
mismo y
la Tierra. Luego, hace menos de un siglo, las ondas de radio que salen de
la
Tierra se habrán vuelto más potentes, más intensas, menos parecidas a
ruidos y más semejantes a señales. Los habitantes de la Tierra han
descubierto al final la comunicación por radio. Hoy en día hay un vasto
tráfico de comunicaciones internacionales por radio, televisión y radar.
En
algunas frecuencias de radio la Tierra se ha convertido con mucho en el
objeto más brillante, la fuente de radio más potente del sistema solar,
más
brillante que Júpiter, más brillante que el Sol. Una civilización
extraterrestre
que siguiera la emisión de radio de la Tierra y recibiera estas señales no
podría dejar de pensar que algo interesante está ocurriendo aquí en los
últimos tiempos.
A medida que la Tierra gira, nuestros transmisores de radio más
potentes barren lentamente el cielo. Un radioastrónomo en un planeta de
otra estrella estaría en disposición de calcular la longitud del día en la
Tierra
a base de los tiempos de aparición y desaparición de nuestras señales.
Algunas de nuestras fuentes más potentes son transmisores de radar;
unos
cuantos se utilizan para la astronomía de radar, para sondear con dedos
de
radio las superficies de los planetas cercanos. El tamaño del haz de radar
proyectado contra el cielo es mucho mayor que el tamaño de los planetas,
y
gran parte de la señal se va más lejos, fuera del sistema solar y hacia las
profundidades del espacio interestelar, a disposición de cualquier
receptor
sensible que pueda estar a la escucha. La mayoría de las transmisiones de
radar sirven objetivos militares; rastrean los cielos temiendo
constantemente un lanzamiento masivo de misiles con cabezas nucleares,
un augurio con quince minutos de adelanto del fin de la civilización
humana. El contenido informativo de estos pulsos es negligible: una
sucesión de formas numéricas sencillas codificadas en forma de bips.
En general la fuente más difundida y perceptible de transmisiones de
radio procedentes de la Tierra son nuestros programas de televisión.
Puesto
que la Tierra gira, algunas emisoras de televisión aparecerán en un

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