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BLOQUES 3 y 4 (25%)
Tras el matrimonio de los RR.CC y su posterior acceso a sus respectivos tronos se consuma la unión
dinástica entre la Corona de Castilla y la de Aragón. En principio se trata sólo de una unión
dinástica, de carácter personal, pero no institucional, ya que los distintos reinos aunque están
gobernados por los mismos monarcas, conserva cada uno sus fueros y leyes, sus instituciones y lengua,
sus costumbres, fronteras y monedas…De hecho no se autoriza a los aragoneses a participar en el
comercio americano.
No se trata por tanto de una unión territorial o nacional ni siquiera una fusión de reinos, sin
embargo esta unión meramente dinástica llegará a ser mucho más que una reversible y vulnerable unión
personal, poniéndose en marcha importantes proyectos en común. Castilla desempeñará desde el
principio un papel hegemónico debido a su tamaño, población y recursos, y se iniciará un paulatino
proceso de castellanización de todos los territorios. De ella los reyes obtienen la mayor parte de los
recursos fiscales y militares para levar a cabo sus conquistas y expediciones, tanto la americana como
otras.
En 1475 Isabel y Fernando habían llegado a un acuerdo –la Concordia de Segovia- en el que fijaron
las bases de un sistema de gobierno conjunto. En Castilla Fernando sería rey consorte y, aunque los
dos tendrían capacidad de tomar decisiones políticas y las órdenes reales irían firmadas por ambos,
Isabel tendría en exclusiva los derechos sucesorios. En Aragón sólo Fernando podía ostentar el título de
rey, pero mediante un decreto firmado en 1481 se concedía a Isabel la corregencia.
Por otra parte, los RR.CC. no adoptaron el título de reyes de España; se titulaban “rey e reyna de
Castilla, de León, de Aragón, de Sicilia, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de
Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras e de Gibraltar e
de Guipúzcoa, conde e condesa de Barcelona, e señores de Vizcaya e de Molina, duques de Atenas y
Neopatria, condes de Rosellón y de Cerdeña, marqueses de Oristán e de Gociano”.
Una muestra de la provisionalidad de esta unión entre ambas Coronas es que estuvo a punto de
desaparecer a la muerte de Isabel en 1504 cuando surgieron importantes problemas. Castilla quedó
bajo el gobierno de su hija Juana y Fernando pasó a ser exclusivamente rey de Aragón. Pero la muerte
de Felipe el Hermoso, marido de Juana, y la pérdida de la razón de esta, convirtió a Fernando
nuevamente en regente de Castilla, pero nada más. Además Fernando se había vuelto a casar llegando
incluso a tener un hijo con Germana de Foix, hijo que falleció pero que de no haber ocurrido es posible
que hubiese sido rey de Aragón. Estos hechos permitieron que ambas coronas recayesen en un mismo
heredero: Carlos, hijo mayor de Juana y Felipe, nieto de los RR.CC. y futuro Carlos I de España y V
de Alemania.
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Su política institucional se orientó a crear una monarquía autoritaria y fuerte tratando de limitar el
poder político de la nobleza y controlar a la Iglesia y a las ciudades. Los RR.CC. no pretenden debilitar
a la nobleza en el terreno social y económico pero si someter políticamente a los nobles más díscolos.
Para ello atrajeron hacia la Corte a la alta nobleza generando una nobleza cortesana cuyo poder,
influencia y prestigio dependía de la Corona. En definitiva, van imponiendo el modelo de Monarquía
autoritaria (al menos en Castilla), que pervivirá durante los siglos XVI y XVII como etapa de
transición, hacia la monarquía absoluta a partir del S.XVIII.
De este modo, cuando en 1484 se reavivó en Cataluña el conflicto de los campesinos de remença
contra los nobles (es la 2ª guerra remença), Fernando derrotó a los payeses y se comprometió a
mediar entre los dos bandos. Así en la Sentencia Arbitral de Guadalupe de 1486 estableció la
eliminación de la remença y los malos usos, pero respetó los derechos económicos de los nobles. Así
mismo, en Castilla afianzaron su posición económica consolidando el mayorazgo con las leyes de Toro
de 1505.
En Castilla, fue donde pudieron aplicar de manera más eficaz su política autoritaria y centralizadora,
siendo relativamente fácil el fortalecimiento del estado y el poder real, ya que las Cortes castellanas
hacía tiempo que no constituían un serio obstáculo para la autoridad de los reyes. Por ello, Castilla
consolidará su hegemonía sobre el resto de reinos peninsulares con esta nueva Monarquía Hispánica; de
hecho, los monarcas en raras ocasiones se ausentaron de Castilla.
Sin embargo en la Corona de Aragón el poder real continúa limitado por los fueros en cada uno de
sus reinos, aunque también aquí se llevaron a cabo importantes reformas políticas. En estos reinos,
y motivado por los largos periodos de ausencia del rey, se crea la figura del lugarteniente general o
virrey, con funciones políticas, militares y judiciales muy amplias ejercidas en nombre del rey. En 1494
se crea el Consejo Supremo de Aragón con similares atribuciones al castellano. En lo que respecta a la
administración municipal, se introduce la elección de los cargos por insaculación (se elegían a suerte,
extraídos de un saco o bolsa, los nombres de los regidores locales entre los candidatos escogidos por el
monarca), primero en Barcelona y más tarde se aplicará en las otras ciudades, como forma de reducir el
poder de las oligarquías municipales.
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Por otra parte, la toma de Granada no fue sólo un triunfo glorioso para España sino también para
toda la cristiandad, ya que con esta victoria se equilibró la pérdida de Constantinopla tomada por
los turcos casi medio siglo antes en 1453.
La frontera con el reino nazarita de Granada era un foco constante de conflictos y fricciones a pesar de
que sus emires se declarasen vasallos de Castilla y tributasen por ello. Uno de estos múltiples incidentes,
la toma de Zahara por los nazaritas en 1481, desencadenó una guerra intermitente que duró diez años
(1482-1492) terminando con la toma de Granada en la que, además de las operaciones militares, fueron
también decisivas para la victoria final de los castellanos las luchas internas en el reino de Granada
entre bandos nobiliarios rivales, e incluso entre los miembros de la propia familia real, llegando a estar
enfrentados el emir Muley Hacen, su hermano Muhammad el Zagal y su hijo Boabdil el Chico. En esta
guerra se distinguen tres fases:
1ª fase: Conquista y defensa de Alhama (1481-1484): los frecuentes conflictos entre cristianos y
musulmanes en la frontera del reino nazarí fueron el pretexto para conquistar la fortaleza de
Alhama (1482) a medio camino entre Granada y Málaga. Los reyes refuerzan esta conquista
inicial con el asedio a otras plazas fuertes de la vega granadina.
2ª fase: Toma de Málaga (1485-1487): fue la etapa más dura y decisiva en la que Málaga sufre
un durísimo asedio, y una vez conquistada, su población es sometida a esclavitud.
3ª fase: Rendición de Granada (1488-1492): previamente se fueron rindiendo, sin apenas
resistencia, las plazas próximas a la capital del reino, siendo Granada entregada por el último rey
nazarí Boabdil tras firmar unas capitulaciones con los Reyes Católicos, el 2 de enero de 1492.
Con ello desaparece Al-Ándalus y su territorio se incorpora a la Corona de Castilla, poniéndose
fin a la Reconquista y a casi ocho siglos de ocupación musulmana.
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1.3 Los conflictos exteriores
Tan vasto Imperio pronto se vio envuelto en conflictos exteriores que ocasionaron enormes gastos y
esfuerzo militar, absorbiendo gran parte de la riqueza económica de Castilla. Todos ellos fueron
consecuencia de las pretensiones imperiales y religiosas de Carlos I, que obedecían a su ideal de una
monarquía universal y cristiana, concepto más propio de la Edad Media que de los tiempos modernos.
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2.2 La política interior: absolutismo y ortodoxia católica
Felipe II residió en España la mayor parte de su reinado y acabó con el carácter itinerante de la Corte al
establecer en 1561 la capital en Madrid. Si su padre se consideró un emperador europeo, él en cambio
pensaba y actuaba como un monarca castellano.
Su política interior se apoyó en dos bases: el poder casi absoluto de la monarquía y la defensa a
ultranza de la ortodoxia católica. El principal instrumento de control religioso fue la Inquisición, que
logró extinguir las minoritarias comunidades protestantes de Sevilla y Valladolid (1558), severamente
castigadas en autos de fe, ceremonias públicas en las que se dictan las sentencias de la Inquisición
contra los penitenciados que en ese mismo acto eran entregados al brazo secular para aplicar las
sentencias establecidas. Los autos de fe se celebran en las plazas públicas con gran solemnidad y una
vez terminados los condenados a muerte eran conducidos al quemadero.
Pero Felipe II adoptó también toda una serie de medidas para preservar a España de la herejía: se
prohibió cursar estudios en universidades extranjeras y la importación de libros extranjeros, se publicó
un “índice” de libros prohibidos y se exigió licencia del Consejo de Castilla para editar libros
religiosos.
La intervención en Francia
Otra vez la cuestión religiosa y el problema de Flandes provocaran nuevas tensiones con Francia.
Hugonotes y católicos franceses luchan por el poder y al contar los católicos con el apoyo español,
los hugonotes deciden ayudar a los rebeldes flamencos. El hecho de que a partir de 1584 hubiese
posibilidades de que en el trono francés se instalase un monarca protestante, Enrique de Borbón, hizo
que España se aliase con la Liga de los Católicos franceses ayudándolos financiera y militarmente
(Duque de Guisa). Al morir Enrique III (1589), Enrique de Borbón (primo y sucesor) inicia la guerra
para hacerse con el trono francés a lo que Felipe II envía tropas desde Flandes a Paris al mando de
Alejandro Farnesio proponiendo como reina de Francia a su hija Isabel Clara Eugenia (hija de Isabel de
Valois). Sin embargo el conflicto se solucionó con la repentina conversión al catolicismo de Enrique
de Borbón y con el tratado de Vervins (mayo de 1598) firmado entre ambas naciones.
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La ofensiva contra los turcos (1570-71)
Los dominios en Italia obligaban a estar vigilantes ante la amenaza de la expansión turca por el
Mediterráneo, cuyos ataques en la zona eran constantes. Por ello, la monarquía hispánica, Venecia y la
Santa Sede formaron en 1570 la Liga Santa y organizaron una flota que se enfrentó a los turcos en las
costas griegas de Lepanto (1571), victoria que frenó el avance turco, pero que no supuso en absoluto su
derrota definitiva, ni el fin de la piratería musulmana en el Mediterráneo.
a) El Consejo de Indias, con jurisdicción sobre todos los territorios y organismos americanos, y entre
cuyas funciones estaban la de elaborar la legislación de Indias, nombrar cargos y fiscalizar los
asuntos económicos relativos a América.
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b) La Casa de Contratación de Sevilla, fundada por los Reyes Católicos y cuyo cometido era
organizar, registrar y controlar el comercio y la navegación con América.
Aunque América pertenecía a la Corona de Castilla, sus peculiaridades y lejanía explican el que las
instituciones de la administración territorial allí establecidas adquiriesen rasgos propios, destacando:
a) Los virreinatos eran la circunscripción de rango superior. Existían dos al principìo: el de Nueva
España, con capital en México, creado en 1535; y el de Perú, con capital en Lima, creado en 1544.
El límite entre uno y otro estaba en Panamá. Los virreyes, como en el resto de la monarquía
hispánica, tenían amplísimos poderes en su calidad de representantes del rey.
b) Las gobernaciones y las capitanías generales eran circunscripciones equivalentes a provincias,
regidas por gobernadores o capitanes generales, subordinados a los virreyes. La diferencia esencial
entre unas y otras era, que las capitanías generales se encontraban en las zonas fronterizas o donde la
presencia militar era más necesaria.
c) Los corregimientos eran similares a las gobernaciones en cuanto a funciones, pero de menor
dimensión, generalmente una ciudad y su territorio circundante y estaban a cargo de un corregidor.
d) Las Audiencias eran, como en otras partes de la monarquía, los tribunales superiores de justicia. Pero
en América tenían además importantes funciones gubernativas al servicio de los virreyes. En el siglo
XVI se crearon diez Audiencias, a las que se añadieron posteriormente otras tres. Sus límites
jurisdiccionales coinciden a grandes rasgos con los de los nuevos países que surgirán tras el proceso
de independencia del siglo XIX.
Por último, la unidad administrativa más básica lo constituía los cabildos o ayuntamientos de las
ciudades, en las que residía la población blanca y cuya organización era similar a la de los municipios
castellanos.
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3.- El crecimiento demográfico y la revolución de los precios
El siglo XVI coincidió con una fase de expansión económica, favorecida por el crecimiento de la
población y por el aumento de la circulación monetaria, consecuencia de la abundancia de oro y
plata procedente de América, lo que desencadenó en España y en toda Europa, un proceso inflacionario
conocido como la revolución de los precios.
1) La llegada a Europa, a través de Sevilla, de una gran cantidad de metales americanos (oro y plata)
permitió la acuñación masiva de monedas, de las que Europa andaba escasa por su deficitario
comercio con Oriente.
2) El aumento de la masa monetaria, unido a una mayor demanda derivada del crecimiento de la
población y la colonización americana, provocó una inflación continua –subida generalizada de los
precios- cuya magnitud no tenía precedentes en la historia de Europa.
3) Por otra parte, la perspectiva de vender las mercancías cada vez más caras estimuló a los productores
para aumentar su producción, lo que hizo que toda Europa viviese a lo largo del siglo XVI una fase
expansiva de fuerte crecimiento económico.
Estos y otros abusos desataron una enardecida polémica en torno a la legitimidad de la conquista y el
empleo de la fuerza contra los indios, aspecto que constituye un rasgo peculiar del colonialismo
español, más sorprendente aún por la extraordinaria modernidad de algunos de los planteamientos
defendidos. Entre los personajes que intervinieron en este debate, sobresalieron tres:
a) Bartolomé de las Casas, fraile dominico y apasionado defensor de los indios, sostenía que eran
seres libres con plenitud de derechos como súbditos del rey de Castilla, y que la colonización solo se
podía justificar como una empresa exclusivamente evangelizadora y siempre que fuera pacifica.
b) Juan Ginés de Sepúlveda se situaba en el polo opuesto a Las Casas. Para él los hombres más sabios
debían imponerse sobre los más ignorantes para civilizarlos, empleando la fuerza con moderación si
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fuera necesario. En consecuencia, defendía como legitima la guerra de conquista emprendida por los
españoles en América. Sepúlveda, por tanto, es para algunos el primer teórico del imperialismo
moderno.
c) Francisco de Vitoria, también dominico como Las Casas, defendía el derecho de todas las naciones
a comerciar de forma pacífica en cualquier lugar del mundo, pero consideraba falsas las
justificaciones con que se había pretendido legitimar hasta entonces la guerra de conquista contra los
indios. No obstante, había otras razones que si podían justificar la guerra y la conquista, como la de
acabar con las practicas contrarias a la ley natural (sacrificios humanos y otras barbaridades) de
ciertos pueblos, sobre los que gentes civilizadas deberían imponer una tutela paternal y bondadosa
para 1 sacarlos del error. La doctrina de Vitoria destacó por su carácter universal, su perfecta
sistematización y su modernidad, por lo que se le considera el precursor del derecho internacional.
Este debate ideológico tuvo algunos resultados, como la promulgación de las Leyes Nuevas de 1542 y
1543, que entre otras disposiciones mejoraban las condiciones de los indios y prohibían determinadas
prácticas abusivas. Sin embargo, su grado de cumplimiento fue relativo, ya que en América las
distancias y las dificultades de comunicación propiciaban más que en ninguna otra parte la aplicación de
la vieja formula castellana de «se obedece, pero no se cumple”.
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Proyecto de creación de un banco estatal: la red nacional de erarios
Olivares pretendía crear una red nacional de erarios que liberase a la Corona de su dependencia de
la banca extranjera. La idea no era nueva, pero si sus características.
Estos erarios actuarían como bancos: pagarían un interés a quienes depositaran su dinero en ellos y
concederían prestamos a la Corona, que así obtendría la ayuda de sus súbditos y no se endeudaría con
extranjeros. Pero para constituir la red de erarios se necesitaba un capital fundacional, que debían
aportar obligatoriamente y en proporción a su riqueza todos los súbditos, cuya fortuna superase una
cierta cantidad (2.000 ducados).
Las Cortes se opusieron a la obligatoriedad de esta aportación inicial, ya que habría supuesto una
investigación sobre las fortunas privadas y a cambio aceptaron el aumento de un impuesto que gravaba
productos de primer a necesidad. De este modo fracasó un proyecto innovador y se sustituyó por un
recurso tradicional de efectos limitados.
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que habían atacado Brasil y ocupado algunas plazas, mostrándose España incapaz de garantizarles una
defensa adecuada.
La rebelión portuguesa tuvo desde el principio un marcado carácter nobiliario, anticastellano e
independentista, que condujo a la proclamación del duque de Braganza como rey con el nombre de
Juan IV.
Esta inesperada rebelión sorprendió a Felipe IV y a Olivares, que, ante la incapacidad de atender dos
frentes simultáneos, optaron por concentrar sus esfuerzos en la rebelión catalana, tal vez convencidos de
que Portugal sería más fácil de recuperar dado su aislamiento geográfico. Pero la nueva monarquía
portuguesa se consolidó con la ayuda de Francia e Inglaterra, y España tuvo que reconocer finalmente
su independencia en 1668, ya bajo el reinado de Carlos II.
Casi todo el siglo XVII, hasta 1680 aproximadamente, fue una fase de depresión para toda Europa,
salvo en Inglaterra y Holanda, que mantuvieron una excepcional prosperidad económica gracias a su
comercio a larga distancia con América y Oriente.
Los factores específicos de la crisis española fueron fundamentalmente dos, que se reforzaron entre sí:
el descenso demográfico y el agotamiento económico debido a las 'continuas guerras.
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En realidad se trataba de suspensiones de pagos de la Corona a sus acreedores por falta de medios. A
ellas seguía siempre una negociación con los banqueros afectados, que solía consistir en sumar a la
deuda principal los intereses no pagados y alargar en el tiempo su devolución, con lo que el
endeudamiento de la monarquía era cada vez mayor.
Como ya se ha señalado, Olivares quiso resolver tan caótica situación emprendiendo reformas
profundas, como el proyecto de la red de erarios o la Unión de Armas, pero las dificultades y los
imperativos de la guerra le obligaron a buscar con urgencia nuevas fuentes de ingresos -algunas de
ellas ya utilizadas en el siglo XVI-, que afectaron sobre todo a Castilla, como: la alteración del valor de
las monedas, la creación de nuevos impuestos, la exigencia de donativos a la nobleza, la venta de cargos
públicos y de títulos nobiliarios, la conversión de tierras de realengo en nuevos señoríos para su venta,
etc.
No obstante, ni siquiera todos estos recursos sirvieron para atender las necesidades inmediatas (gastos
militares, pago de intereses a los banqueros), siendo insuficientes para atajar el progresivo
endeudamiento de la Hacienda Real.
La depresión económica
La crisis demográfica y los apuros fiscales de la Corona contribuyeron también a agudizar aún más la
depresión económica del siglo XVII, cuyas manifestaciones más evidentes fueron las siguientes:
a) La caída de la producción agraria, debido en gran parte a la disminución de la mano de obra
campesina por las pérdidas demográficas.
b) La disminución de la ganadería ovina, en especial la trashumante a pesar de que la escasez de
mano de, obra propiciaba la explotación ganadera, como ya ocurrió en el siglo XIV a raíz de la peste
negra.
c) La crisis de la industria textil castellana. Centros como Segovia, Toledo, Cuenca o Soria
disminuyeron su producción o en algunos casos se dedicaron a la elaboración de paños de menor
calidad para el consumo popular, incapaces de competir con los textiles de lujo fabricados en el
extranjero.
d) El acaparamiento por extranjeros del comercio con América, por medio del contrabando, o de
agentes españoles que actuaban por cuenta de extranjeros y burlaban así el impedimento legal que
estos tenían para comerciar con América. Según el Consejo de Indias, en 1608 las dos terceras partes
del valor de las mercancías enviadas a América eran extranjeras.
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ESTÁNDARES RELACIONADOS CON EL BLOQUE 4
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DETALLA LAS CARACTERÍSTICAS DEL NUEVO ORDEN EUROPEO SURGIDO DE LA
PAZ DE UTRECH Y EL PAPEL DE ESPAÑA EN ÉL
La paz de Utrecht
Se denomina genéricamente Paz de Utrecht a una serie de tratados bilaterales entre los contendientes
de la Guerra de Sucesión, El primero y fundamental fue el tratado de paz y amistad francobritanica
firmado en dicha ciudad holandesa en el año 1712.
Inglaterra fue la gran vencedora del conflicto e inició un imparable ascenso como nueva potencia
mundial. A través de diferentes tratados, obtuvo todo tipo de ventajas:
a) Militares, como la demolición de la base naval francesa de Dunquerke.
b) Mercantiles, como el asiento de negros -monopolio para introducir esclavos negros en la América
española durante treinta años- y el navío de permiso -autorización para enviar a América un navío al
año con 500 toneladas de mercancías para su venta-:. Ambas concesiones fueron utilizadas por
Inglaterra para camuflar un amplísimo contrabando con el nuevo Mundo.
c) Territoriales, como la obtención de Gibraltar y Menorca, que facilitaban la penetración inglesa en el
Mediterráneo, y Terranova, cedida por Francia, de gran importancia pesquera y estratégicamente
situada para la posterior adquisición de Canadá.
España, por el contrario, fue la gran perdedora, ya que, a cambio del reconocimiento de Felipe V como
rey, tuvo que ceder sus territorios europeos: a Saboya se le adjudicó Sicilia; al emperador Carlos de
Austria, los Países Bajos, el ducado de Milán, Nápoles y Cerdeña. Posteriormente Austria y Saboya
intercambiaron Sicilia y Cerdeña. Portugal se anexionó la colonia de Sacramento (Uruguay).
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DEFINE QUÉ FUERON LOS DECRETOS DE NUEVA PLANTA Y EXPLICA SU
IMPORTANCIA EN LA CONFIGURACIÓN DEL NUEVO ESTADO BORBÓNICO
La reorganización político-administrativa del nuevo Estado fue obra de los tres primeros Borbones
(Felipe V, Fernando VI y Carlos III), que establecieron una monarquía fuerte, centralista y unificada,
según el modelo francés. En base a esto, tras la guerra de Sucesión se promulgaron los llamados Decretos
de “Nueva Planta”.
De esta forma se consiguió en gran medida la monarquía unitaria a la que había aspirado el conde duque
de Olivares en la centuria anterior; aunque por el contrario, se mantuvieron los fueros e instituciones
vascos y navarros, por la fidelidad de estos territorios al bando borbónico durante la Guerra de
Sucesión.
En cuanto a las diferentes Cortes, se convirtieron en Cortes únicas o Generales del Reino (salvo en
Navarra, que mantuvo las suyas propias), con representantes también de las ciudades aragonesas,
catalanas, valencianas y mallorquinas. Pero el absolutismo borbónico redujo su papel prácticamente a la
nada: durante el siglo XVIII solo fueron convocadas dos veces y solo para ratificar decisiones de la
monarquía o para jurar al heredero de la Corona.
Muchos de los antiguos Consejos fueron suprimidos, sólo se mantuvieron con las atribuciones muy
reducidas, el Consejo de Estado y el de Indias y solo el Consejo de Castilla mantuvo rango de máximo
órgano político, con funciones de Consejo de Estado (redactaba las leyes y actuaba como Tribunal
Supremo de Justicia), siendo su presidente el cargo político más importante después del rey. Las
funciones de los Consejos suprimidos fueron asumidas por las denominadas Secretarías de Estado y de
Despacho.
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EXPLICA LA POLÍTICA INDUSTRIAL DE LA MONARQUÍA Y LAS MEDIDAS
ADOPTADAS RESPECTO AL COMERCIO CON AMÉRICA.
Los nuevos monarcas se propusieron potenciar la producción industrial española, que adolecía de
graves problemas derivados en parte del sistema gremial que coartaba la libertad, de una escasa
innovación y de mala competencia económica, predominando el pequeño taller y métodos de trabajo
arcaicos y rutinarios. Para ello llevaron a cabo una política económica que básicamente, y dentro de la
corriente mercantilista del momento, se puede resumir en tres medidas:
a) Aplicación de un fuerte proteccionismo sobre la industria española, por el que entre otras medidas se
prohibía por ejemplo, la importación de telas de Asia.: Esto favoreció sobre todo a la industria textil
catalana más que a ninguna otra.
b) Creación de manufacturas reales de artículos de lujo, acorde al modelo aplicado en Francia por
Colbert, ministro de Luis XIV. Se trataba de fábricas fundadas por el Estado en las que se contrataba a
especialistas extranjeros para que enseñaran las nuevas técnicas de producción. Su control corría a
cargo de representantes estatales y el objetivo era satisfacer la demanda de la monarquía, la nobleza o
el clero de artículos de lujo (tapices, cristal, etc.), con productos fabricados en el país, e incluso,
exportarlos. De este modo se dejarían de importar del extranjero y el dinero no saldría de España. Sin
embargo, estas manufacturas acabaron fracasando por resultar sus productos demasiado caros debido
al excesivo control burocrático y a la aplicación de técnicas poco productivas.
c) Fomento de la construcción naval en astilleros reales (Cádiz, El Ferrol, Cartagena), para facilitar el
comercio por mar y dotarse de una buena flota de guerra que lo protegiese. Esta actividad sí se vio
coronada por el éxito, ya que España llegó a tener la tercera flota de guerra del mundo, imprescindible
para asegurar su imperio colonial.
Como resultado de estas medidas el comercio con América aumentó notablemente a lo largo del siglo,
pero aquel continente era un mercado demasiado grande para la escasa capacidad productiva de la
industria peninsular. En consecuencia, la mayoría de las manufacturas enviadas a América eran
extranjeras, predominando en la exportación propiamente española, sobre todo, los productos agrícolas.
Por otra parte, el volumen del contrabando era muy elevado; en opinión de algunos, incluso superior al
del comercio legal.
Cataluña representaba, dentro del conjunto de la economía española del siglo XVIII, un caso particular,
pues en esta centuria experimentó un despegue económico que la convirtió en la zona más dinámica y
avanzada de España, y la única encaminada con una trayectoria firme hacia la revolución industrial.
La explicación radica en parte en la situación especial del campo catalán. Desde la Edad Media, los
propietarios feudales catalanes habían cedido el disfrute de la tierra a los campesinos mediante contratos
perpetuos o de muy largo plazo a cambio de una renta fija (censos enfitéuticos). Con el paso del tiempo
y la inflación, dicha renta había quedado reducida a una cantidad simbólica, lo que convertía al
campesino catalán en propietario de hecho de la tierra que trabajaba teniendo, por tanto, incentivos para
realizar mejoras en ella, como plantar vides para la comercialización de vinos u otros cultivos. Pero el
efecto beneficioso de la enfiteusis no acababa solo en el campo, puesto que repercutía también en la
producción industrial y en el comercio.
El campesinado, al orientar su producción al mercado y no al autoconsumo, disponía de más ingresos y
compraba en los mercados aquello que necesitaba y no producía. Esta demanda campesina estimulo la
producción industrial catalana que fue reinvirtiendo parte de sus beneficios en la creación de nuevas
industrias, iniciándose así un crecimiento continuo. Por otra parte, la industria catalana,
fundamentalmente la textil se vio favorecida también por la política proteccionista de la Corona, que
prohibió la importación de ciertos productos extranjeros, como las telas de Asia, para evitar que pudieran
hacer la competencia a las españolas.
Por último, la liberalización del comercio con América resultó también especialmente beneficiosa para
Cataluña, ya que desde el puerto de Barcelona se exportaban a América productos locales en su gran
mayoría (vinos, aguardientes y textiles).
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COMENTA LAS IDEAS FUNDAMENTALES DE LA ILUSTRACIÓN Y DEFINE EL
CONCEPTO DE DESPOTISMO ILUSTRADO
El despotismo ilustrado
En relación con el propósito de racionalizar la aplicación política del Antiguo Régimen a los principios
de la Ilustración, pero sin destruirlo, se impuso en la Europa del siglo XVIII, como ideal político el
despotismo ilustrado, que en definitiva se puede definir como el intento de adaptar el absolutismo
monárquico y su práctica a las ideas de racionalidad y orden natural de la Ilustración, cuyo programa y
filosofía se resume en una frase: «todo para el pueblo, pero sin el pueblo», en base a dos principios
fundamentales:
a) El poder absoluto de la monarquía, lo que no suponía ninguna ruptura con la tradición política
anterior.
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b) El ideal del rey filósofo que era una consecuencia lógica del carácter aristocrático del pensamiento
ilustrado. Solo un rey filósofo, asistido por las minorías ilustradas del país, sabía lo que convenía a sus
súbditos y estaba en condiciones de impulsar la reforma racional de la sociedad en todos los aspectos
necesarios para el progreso y la felicidad de su pueblo: especialmente en la educación (para que fuera
útil), en la economía (para que aumentara la producción y la riqueza), en la política respecto a la
Iglesia (para que cumpliera su función con moralidad y eficacia), etc.
La Ilustración llegó a España con cierto retraso respecto a Europa, constituyendo los reinados de
Felipe V y de Fernando VI una etapa previa y preparatoria, en la que el espíritu de cambio se
canalizó esencialmente a través de dos grupos minoritarios:
a) Los novatores, término despectivo empleado contra quienes, desde finales del siglo XVII, aspiraban a
una cierta renovación en el panorama intelectual.
b) Los proyectistas, nueva denominación que se aplicó en el siglo XVIII a quienes, como los arbitristas
del siglo anterior, pretendían ofrecer remedios a los problemas del país.
Pero por encima de todos ellos, en la primera mitad del siglo destacaron dos figuras que representan el
espíritu crítico de los comienzos de la Ilustración española: el benedictino Benito J. Feijoo, autor del
Teatro crítico universal, y el erudito valenciano Gregorio Mayans. Sin embargo, el pleno desarrollo de
la Ilustración en España se produjo en la segunda mitad del siglo, con Carlos III, que, como se ha visto
en el apartado anterior, fue uno de los monarcas europeos que mejor encarnó los ideales ilustrados.
Durante su reinado tuvieron un gran protagonismo, además de los ministros ya citados (Aranda, Flo-
ridablanca y Campomanes), grandes intelectuales de la talla de Jovellanos y Olavide, cuya colaboración
en algunos de los proyectos de reforma del monarca fue muy destacada.
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