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1. En 1892 el botánico Dimitri A.

Ivanowski trabajaba en la enfermedad


denominada mosaico del tabaco. Demostró que la savia de una planta
enferma podía transmitir la enfermedad a una planta sana, pero también
demostró que lo hacía aún haciéndola pasar por un filtro bacteriológico.
La causa de la enfermedad, pues, era lo suficientemente pequeña para
atravesar los poros de porcelana. Observaciones similares realizó de
forma independiente el holandés Martinus Beijerinck. El mismo año
Loeffler junto con Paul Frosch, descubrió que la fiebre aftosa o
glosopeda estaba causada por un virus que atravesaba filtros
bacteriológicos. Por tanto, las enfermedades de este tipo podían afectar
tanto a plantas como a animales.
Loeffler y Frosch llegaron a la conclusión de que el agente infeccioso
podía reproducirse en los animales infectados, descartándose de esta
manera la posibilidad de que se tratara de una toxina, y concluyeron que
se trataba de un microbio muy pequeño. 

2. Continuamos con Reed que su mayor contribución fue resultado de sus


trabajos en 1900 como director de una comisión que debía estudiar las
causas y transmisión de la fiebre amarilla en Cuba. En 1881, el médico
cubano Carlos Finlay había propuesto la teoría de que el vector
transmisor de la enfermedad era el mosquito Aedes aegypti. Walter
Reed confirmó de forma concluyente esa teoría, ya que tras muchas
investigaciones y experimentos realizados en soldados voluntarios,
demostró en 1901 que la fiebre amarilla solo se propaga por medio de la
picadura del mosquito Aedes. No existe tratamiento conocido para la
fiebre amarilla. En 1937, el médico sudafricano Max Theiler desarrolló
una vacuna que confiere inmunidad ante la enfermedad. En la
actualidad, sigue siendo necesaria la vacunación para todas las personas
que viajan a zonas endémicas en esta enfermedad y otras partes del
mundo.

3. El primer investigador que incursionó en el campo del cáncer en una


forma meticulosa y con un enfoque revolucionario fue Francis Rous. Este
investigador inició los primeros estudios sobre un tumor maligno del tipo
de los sarcomas y que ahora lleva su nombre, el sarcoma de Rous. Lo
detectó gracias a que un granjero le trajo a su laboratorio una gallina
que tenía un tumor en el pecho. Desde un principio, Rous tuvo buen
éxito en trasplantar el sarcoma en forma seriada a nuevos individuos, de
tal modo, que fue el primero en trasplantar tumores en aves pero
siempre que pertenecieran a un “grupo de raza pura”. Esto contribuyó a
que se tomara en cuenta el empleo de animales de laboratorio
homogéneos para el estudio del cáncer.
4. Alexis Carrel cultivó fibroblastos (células de tejido conjuntivo)
procedentes de embriones de pollo, alimentándolos con suero y otros
nutrientes. Logró mantenerlos en vida durante 34 años, mucho más de
lo que vive una gallina. Carrel anunció que las células animales así
cultivadas se dividían ilimitadamente, por lo que eran potencialmente
inmortales, como las bacterias. Sin embargo, cuando Leonard Hayflick
trató de reproducir sus experimentos bajo condiciones más estrictas de
control, se encontró con que las células de embrión de pollo se dividían
sólo 25 veces, tras lo cual se morían. El suero de pollo con que Carrel
alimentaba sus cultivos no estaba bien filtrado y contenía nuevas células
de embrión, que rejuvenecían el cultivo. Eliminada esta aportación
externa de nuevas células, todas las del cultivo alcanzaban pronto su
límite de 25 divisiones y morían. Repetido el experimento con
fibroblastos de embriones humanos, se dividen 50 veces y luego se
mueren también. En general, cada especie animal tiene un número
característico de divisiones celulares tras el que sus células se suicidan.

5. En 1915, el inglés Frederick Twort publicó un artículo en la revista


médica The Lancet, en el cual describió un curioso fenómeno observado
en ciertos cultivos de micrococos bacterianos que después de
incubaciones prolongadas desarrollaban regiones transparentes, las
cuales examinadas al microscopio mostraban la ausencia de células
bacterianas y la presencia de minúsculos gránulos cristalinos. El material
cristalino podía ser pasado por filtros de porcelana y una gota de ese
filtrado era suficiente para destruir un nuevo cultivo de micrococos.
Twort sugirió que el fenómeno podía ser explicado por la existencia de
un virus bacteriano o por la producción de una enzima bacteriana capaz
de degradar a las propias bacterias.

6. En 1933, los investigadores británicos Wilson Smith, Christopher


Andrews, y Patrick Laidlaw fueron capaces de transmitir influenza a los
hurones, y el virus de la gripe se adaptó posteriormente a los ratones.
En 1941, el científico americano George Hirst encontró que el virus de la
gripe crecido en los tejidos del embrión de pollo podría ser detectado por
su capacidad de aglutinar (reunir) los glóbulos rojos.

7. La fiebre amarilla es una enfermedad que solía ser bastante común y se


cobró muchas vidas en los trópicos. Max Theiler tuvo éxito en la
transmisión del virus a los ratones, lo que allanó el camino para una
mayor investigación en profundidad. Cuando el virus se transmite entre
los ratones, se obtuvo una forma debilitada del virus que podría hacer a
los simios inmune. En 1937 Max Theiler tuvo éxito en la obtención de
una variante aún más débil del virus. Esta variante, 17D, llegó a ser
utilizado como una vacuna humana.

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