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1. Los sacramentos al servicio de la comunidad.

El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía son los sacramentos de la iniciación cristiana.


Fundamentan la vocación común de todos los discípulos de Cristo, que es vocación a la santidad
y a la misión de evangelizar el mundo. Confieren las gracias necesarias para vivir según el Espíritu
en esta vida de peregrinos en marcha hacia la patria. Otros dos sacramentos, el Orden y el
Matrimonio, están ordenados a la salvación de los demás. Contribuyen ciertamente a la propia
salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión
particular en la Iglesia y sirven a la edificación del Pueblo de Dios.
En estos sacramentos, los que fueron ya consagrados por el Bautismo y la Confirmación (LG 10)
para el sacerdocio común de todos los fieles, pueden recibir consagraciones particulares. Los
que reciben el sacramento del orden son consagrados para "en el nombre de Cristo ser los
pastores de la Iglesia con la palabra y con la gracia de Dios" (LG 11). Por su parte, "los cónyuges
cristianos, son fortificados y como consagrados para los deberes y dignidad de su estado por
este sacramento especial" (GS 48,2).1

El sacramento del Orden


El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue
siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio
apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.2
Orden indica un cuerpo eclesial, del que se entra a formar parte mediante una especial
consagración (Ordenación), que, por un don singular del Espíritu Santo, permite ejercer
una potestad sagrada al servicio del Pueblo de Dios en nombre y con la autoridad de Cristo.3
El pueblo elegido fue constituido por Dios como "un reino de sacerdotes y una nación
consagrada" (Ex 19,6; Cf. Is 61,6). Pero dentro del pueblo de Israel, Dios escogió una de las doce
tribus, la de Leví, para el servicio litúrgico (Cf. Nm 1,48-53); Dios mismo es la parte de su herencia
(Cf. Jos 13,33). Un rito propio consagró los orígenes del sacerdocio de la Antigua Alianza (Cf. Ex
29,1-30; Lv 8). En ella los sacerdotes fueron establecidos "para intervenir en favor de los
hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados" (Hb 5,1).4
Instituido para anunciar la palabra de Dios (Cf. Ml 2,7-9) y para restablecer la comunión con Dios
mediante los sacrificios y la oración, este sacerdocio de la Antigua Alianza, sin embargo, era
incapaz de realizar la salvación, por lo cual tenía necesidad de repetir sin cesar los sacrificios, y
no podía alcanzar una santificación definitiva (Cf. Hb 5,3; 7,27; 10,1-4), que sólo podría alcanzada
por el sacrificio de Cristo. No obstante, la liturgia de la Iglesia ve en el sacerdocio de Aarón y en
el servicio de los levitas, así como en la institución de los setenta "ancianos" (Cf. Nm 11,24-25),
prefiguraciones del ministerio ordenado de la Nueva Alianza.5

1
Catecismo de la Iglesia Católica
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Catecismo de la Iglesia Católica
3
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica
4
Catecismo de la Iglesia Católica
5
Catecismo de la Iglesia Católica
El único sacerdocio de Cristo
Todas las prefiguraciones del sacerdocio de la Antigua Alianza encuentran su cumplimiento en
Cristo Jesús, "único mediador entre Dios y los hombres" (1 Tm 2,5). El sacrificio redentor de
Cristo es único, realizado una vez por todas. Y por esto se hace presente en el sacrificio
eucarístico de la Iglesia. Lo mismo acontece con el único sacerdocio de Cristo: se hace presente
por el sacerdocio ministerial sin que con ello se quebrante la unicidad del sacerdocio de Cristo.6

Dos modos de participar en el único sacerdocio de Cristo


Toda la comunidad de los creyentes es, como tal, sacerdotal. Los fieles ejercen su sacerdocio
bautismal a través de su participación, cada uno según su vocación propia, en la misión de Cristo,
Sacerdote, Profeta y Rey. Por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación los fieles son
"consagrados para ser... un sacerdocio santo" (LG 10)7
El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, y el sacerdocio común
de todos los fieles, "aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno
al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo" (LG
10). ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la
gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio
ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal
de todos los cristianos. Es uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de
conducir a su Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del
Orden.8
En la Persona de Cristo
En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente a su Iglesia
como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, sumo sacerdote del sacrificio redentor,
Maestro de la Verdad. Esta presencia de Cristo en el ministro no debe ser entendida como si
éste estuviese exento de todas las flaquezas humanas, del afán de poder, de errores, es decir
del pecado. No todos los actos del ministro son garantizados de la misma manera por la fuerza
del Espíritu Santo. Mientras que en los sacramentos esta garantía es dada de modo que ni
siquiera el pecado del ministro puede impedir el fruto de la gracia, existen muchos otros actos
en que la condición humana del ministro deja huellas que no son siempre el signo de la fidelidad
al evangelio y que pueden dañar por consiguiente a la fecundidad apostólica de la Iglesia.9
Este sacerdocio es ministerial. "Esta Función, que el Señor confió a los pastores de su pueblo, es
un verdadero servicio" (LG 24). Está enteramente referido a Cristo y a los hombres. Depende
totalmente de Cristo y de su sacerdocio único, y fue instituido en favor de los hombres y de la
comunidad de la Iglesia. El sacramento del Orden comunica "un poder sagrado", que no es otro
que el de Cristo. El ejercicio de esta autoridad debe, por tanto, medirse según el modelo de
Cristo, que por amor se hizo el último y el servidor de todos (Cf. Mc 10,43-45; 1 P 5,3). "El Señor

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Catecismo de la Iglesia Católica
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Catecismo de la Iglesia Católica
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Catecismo de la Iglesia Católica
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Catecismo de la Iglesia Católica
dijo claramente que la atención prestada a su rebaño era prueba de amor a él" (S. Juan
Crisóstomo, sac. 2,4; Cf. Jn 21,15-17).10
En nombre de toda la Iglesia
El sacerdocio ministerial no tiene solamente por tarea representar a Cristo –Cabeza de la Iglesia–
ante la asamblea de los fieles, actúa también en nombre de toda la Iglesia cuando presenta a
Dios la oración de la Iglesia (Cf. SC 33) y sobre todo cuando ofrece el sacrificio eucarístico (Cf. LG
10). "En nombre de toda la Iglesia", expresión que no quiere decir que los sacerdotes sean los
delegados de la comunidad. El sacerdocio ministerial puede representar a la Iglesia porque
representa a Cristo.11
¿De cuántos grados se compone el sacramento del Orden?
El sacramento del Orden se compone de tres grados, que son insustituibles para la estructura
orgánica de la Iglesia: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.12
¿Cuál es el efecto de la Ordenación episcopal?
La Ordenación episcopal da la plenitud del sacramento del Orden, hace al Obispo legítimo
sucesor de los Apóstoles, lo constituye miembro del Colegio episcopal, compartiendo con el
Papa y los demás obispos la solicitud por todas las Iglesias, y le confiere los oficios de enseñar,
santificar y gobernar.13
¿Cuál es el oficio del obispo en la Iglesia particular que se le ha confiado?
El obispo, a quien se confía una Iglesia particular, es el principio visible y el fundamento de la
unidad de esa Iglesia, en la cual desempeña, como vicario de Cristo, el oficio pastoral, ayudado
por sus presbíteros y diáconos.14
¿Cuál es el efecto de la Ordenación presbiteral?
La unción del Espíritu marca al presbítero con un carácter espiritual indeleble, lo configura a
Cristo sacerdote y lo hace capaz de actuar en nombre de Cristo Cabeza. Como cooperador del
Orden episcopal, es consagrado para predicar el Evangelio, celebrar el culto divino, sobre todo
la Eucaristía, de la que saca fuerza todo su ministerio, y ser pastor de los fieles.15
¿Cómo ejerce el presbítero su ministerio?
Aunque haya sido ordenado para una misión universal, el presbítero la ejerce en una Iglesia
particular, en fraternidad sacramental con los demás presbíteros que forman el «presbiterio» y
que, en comunión con el obispo y en dependencia de él, tienen la responsabilidad de la Iglesia
particular.16

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Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica
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Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica
¿Cuál es el efecto de la Ordenación diaconal?
El diácono, configurado con Cristo siervo de todos, es ordenado para el servicio de la Iglesia, y
lo cumple bajo la autoridad de su obispo, en el ministerio de la Palabra, el culto divino, la guía
pastoral y la caridad.17
¿Cómo se celebra el sacramento del Orden?
En cada uno de sus tres grados, el sacramento del Orden se confiere mediante la imposición de
las manos sobre la cabeza del ordenando por parte del obispo, quien pronuncia la
solemne oración consagratoria. Con ella, el obispo pide a Dios para el ordenando una especial
efusión del Espíritu Santo y de sus dones, en orden al ejercicio de su ministerio.18
¿Quién puede conferir este sacramento?
Fue Cristo quien eligió a los apóstoles y les hizo partícipes de su misión y su autoridad. Elevado
a la derecha del Padre, no abandona a su rebaño, sino que lo guarda por medio de los apóstoles
bajo su constante protección y lo dirige también mediante estos mismos pastores que continúan
hoy su obra (Cf. MR, Prefacio de Apóstoles). Por tanto, es Cristo "quien da" a unos el ser
apóstoles, a otros pastores (Cf. Ef 4,11). Sigue actuando por medio de los obispos (Cf. LG 21).19
Corresponde a los obispos válidamente ordenados, en cuanto sucesores de los Apóstoles,
conferir los tres grados del sacramento del Orden.20
¿Quién puede recibir este sacramento?
Sólo el varón bautizado puede recibir válidamente el sacramento del Orden. La Iglesia se
reconoce vinculada por esta decisión del mismo Señor. Nadie puede exigir la recepción del
sacramento del Orden, sino que debe ser considerado apto para el ministerio por la autoridad
de la Iglesia.21
¿Se exige el celibato para recibir el sacramento del Orden?
Para el episcopado se exige siempre el celibato. Para el presbiterado, en la Iglesia latina, son
ordinariamente elegidos hombres creyentes que viven como célibes y tienen la voluntad de
guardar el celibato «por el reino de los cielos» (Mt 19, 12); en las Iglesias orientales no está
permitido contraer matrimonio después de haber recibido la ordenación. Al diaconado
permanente pueden acceder también hombres casados.22
¿Qué efectos produce el sacramento del Orden?
El sacramento del Orden otorga una efusión especial del Espíritu Santo, que configura con Cristo
al ordenado en su triple función de Sacerdote, Profeta y Rey, según los respectivos grados del
sacramento. La ordenación confiere un carácter espiritual indeleble: por eso no puede repetirse
ni conferirse por un tiempo determinado.23

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Resumen24
• S. Pablo dice a su discípulo Timoteo: "Te recomiendo que reavives el carisma de Dios
que está en ti por la imposición de mis manos" (2 Tm 1,6), y "si alguno aspira al cargo de
obispo, desea una noble función" (1 Tm 3,1). A Tito decía: "El motivo de haberte dejado
en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros
en cada ciudad, como yo te ordené" (Tt 1,5).
• La Iglesia entera es un pueblo sacerdotal. Por el bautismo, todos los fieles participan del
sacerdocio de Cristo. Esta participación se llama "sacerdocio común de los fieles". A
partir de este sacerdocio y al servicio del mismo existe otra participación en la misión
de Cristo: la del ministerio conferido por el sacramento del Orden, cuya tarea es servir
en nombre y en la representación de Cristo-Cabeza en medio de la comunidad.
• El sacerdocio ministerial difiere esencialmente del sacerdocio común de los fieles
porque confiere un poder sagrado para el servicio de los fieles. Los ministros ordenados
ejercen su servicio en el pueblo de Dios mediante la enseñanza (munus docendi), el culto
divino (munus liturgicum) y por el gobierno pastoral (munus regendi).
• Desde los orígenes, el ministerio ordenado fue conferido y ejercido en tres grados: el de
los Obispos, el de los presbíteros y el de los diáconos. Los ministerios conferidos por la
ordenación son insustituibles para la estructura orgánica de la Iglesia: sin el obispo, los
presbíteros y los diáconos no se puede hablar de Iglesia (Cf. S. Ignacio de Antioquía,
Trall. 3,1).
• El obispo recibe la plenitud del sacramento del Orden que lo incorpora al colegio
episcopal y hace de él la cabeza visible de la Iglesia particular que le es confiada. Los
Obispos, en cuanto sucesores de los apóstoles y miembros del colegio, participan en la
responsabilidad apostólica y en la misión de toda la Iglesia bajo la autoridad del Papa,
sucesor de S. Pedro.
• Los presbíteros están unidos a los obispos en la dignidad sacerdotal y al mismo tiempo
dependen de ellos en el ejercicio de sus funciones pastorales; son llamados a ser
cooperadores diligentes de los obispos; forman en torno a su Obispo el presbiterio que
asume con él la responsabilidad de la Iglesia particular. Reciben del obispo el cuidado
de una comunidad parroquial o de una función eclesial determinada.
• Los diáconos son ministros ordenados para las tareas de servicio de la Iglesia; no reciben
el sacerdocio ministerial, pero la ordenación les confiere funciones importantes en el
ministerio de la palabra, del culto divino, del gobierno pastoral y del servicio de la
caridad, tareas que deben cumplir bajo la autoridad pastoral de su Obispo.
• El sacramento del Orden es conferido por la imposición de las manos seguida de una
oración consecratoria solemne que pide a Dios para el ordenando las gracias del Espíritu
Santo requeridas para su ministerio. La ordenación imprime un carácter sacramental
indeleble.
• La Iglesia confiere el sacramento del Orden únicamente a varones (viris) bautizados,
cuyas aptitudes para el ejercicio del ministerio han sido debidamente reconocidas. A la
autoridad de la Iglesia corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a uno a
recibir la ordenación.

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• En la Iglesia latina, el sacramento del Orden para el presbiterado sólo es conferido
ordinariamente a candidatos que están dispuestos a abrazar libremente el celibato y
que manifiestan públicamente su voluntad de guardarlo por amor del Reino de Dios y el
servicio de los hombres
• Corresponde a los Obispos conferir el sacramento del Orden en los tres grados.

El sacramento del Matrimonio


"La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda
la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y
educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre
bautizados”25
La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y
semejanza de Dios (Gn 1,26- 27) y se cierra con la visión de las "bodas del Cordero" (Ap 19,7.9).
De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su "misterio", de su institución y
del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la
historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación "en el Señor"
(1 Co 7,39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (Cf. Ef 5,31-
32).26
¿Cuál es el designio de Dios sobre el hombre y la mujer?
Dios, que es amor y creó al hombre por amor, lo ha llamado a amar. Creando al hombre y a la
mujer, los ha llamado en el Matrimonio a una íntima comunión de vida y amor entre ellos, «de
manera que ya no son dos, sino una sola carne» (Mt 19, 6). Al bendecirlos, Dios les dijo: «Creced
y multiplicaos» (Gn 1, 28).27
¿Con qué fines ha instituido Dios el Matrimonio?
La alianza matrimonial del hombre y de la mujer, fundada y estructurada con leyes propias
dadas por el Creador, está ordenada por su propia naturaleza a la comunión y al bien de los
cónyuges, y a la procreación y educación de los hijos. Jesús enseña que, según el designio
original divino, la unión matrimonial es indisoluble: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre» (Mc 10, 9).28
¿De qué modo el pecado amenaza al Matrimonio?
A causa del primer pecado, que ha provocado también la ruptura de la comunión del hombre y
de la mujer, donada por el Creador, la unión matrimonial está muy frecuentemente amenazada
por la discordia y la infidelidad. Sin embargo, Dios, en su infinita misericordia, da al hombre y a
la mujer su gracia para realizar la unión de sus vidas según el designio divino original.29

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Compendio de la Iglesia Católica
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Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica
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Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica
¿Qué enseña el Antiguo Testamento sobre el Matrimonio?
Dios ayuda a su pueblo a madurar progresivamente en la conciencia de la unidad e
indisolubilidad del Matrimonio, sobre todo mediante la pedagogía de la Ley y los Profetas. La
alianza nupcial entre Dios e Israel prepara y prefigura la Alianza nueva realizada por el Hijo de
Dios, Jesucristo, con su esposa, la Iglesia.30
¿Qué novedad aporta Cristo al Matrimonio?
Jesucristo no sólo restablece el orden original del Matrimonio querido por Dios, sino que otorga
la gracia para vivirlo en su nueva dignidad de sacramento, que es el signo del amor esponsal
hacia la Iglesia: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo ama a la Iglesia» (Ef 5, 25)31
¿Es el Matrimonio una obligación para todos?
El Matrimonio no es una obligación para todos. En particular, Dios llama a algunos hombres y
mujeres a seguir a Jesús por el camino de la virginidad o del celibato por el Reino de los cielos;
éstos renuncian al gran bien del Matrimonio para ocupase de las cosas del Señor tratando de
agradarle, y se convierten en signo de la primacía absoluta del amor de Cristo y de la ardiente
esperanza de su vuelta gloriosa.32
¿Cómo se celebra el sacramento del Matrimonio?
Dado que el Matrimonio constituye a los cónyuges en un estado público de vida en la Iglesia, su
celebración litúrgica es pública, en presencia del sacerdote (o de un testigo cualificado de la
Iglesia) y de otros testigos.33
¿Qué es el consentimiento matrimonial?
El consentimiento matrimonial es la voluntad, expresada por un hombre y una mujer, de
entregarse mutua y definitivamente, con el fin de vivir una alianza de amor fiel y fecundo. Puesto
que el consentimiento hace el Matrimonio, resulta indispensable e insustituible. Para que el
Matrimonio sea válido el consentimiento debe tener como objeto el verdadero Matrimonio, y
ser un acto humano, consciente y libre, no determinado por la violencia o la coacción.34
¿Qué se exige cuando uno de los esposos no es católico?
Para ser lícitos, los matrimonios mixtos (entre católico y bautizado no católico) necesitan la
licencia de la autoridad eclesiástica. Los matrimonios con disparidad de culto (entre un católico
y un no bautizado), para ser válidos necesitan una dispensa. En todo caso, es esencial que los
cónyuges no excluyan la aceptación de los fines y las propiedades esenciales del Matrimonio, y
que el cónyuge católico confirme el compromiso, conocido también por el otro cónyuge, de
conservar la fe y asegurar el Bautismo y la educación católica de los hijos.35

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¿Cuáles son los efectos del sacramento del Matrimonio?
El sacramento del Matrimonio crea entre los cónyuges un vínculo perpetuo y exclusivo. Dios
mismo ratifica el consentimiento de los esposos. Por tanto, el Matrimonio rato y consumado
entre bautizados no podrá ser nunca disuelto. Por otra parte, este sacramento confiere a los
esposos la gracia necesaria para alcanzar la santidad en la vida conyugal y acoger y educar
responsablemente a los hijos.36
¿Cuáles son los pecados gravemente contrarios al sacramento del Matrimonio?
Los pecados gravemente contrarios al sacramento del Matrimonio son los siguientes: el
adulterio, la poligamia, en cuanto contradice la idéntica dignidad entre el hombre y la mujer y
la unidad y exclusividad del amor conyugal; el rechazo de la fecundidad, que priva a la vida
conyugal del don de los hijos; y el divorcio, que contradice la indisolubilidad.37
¿Cuándo admite la Iglesia la separación física de los esposos?
La Iglesia admite la separación física de los esposos cuando la cohabitación entre ellos se ha
hecho, por diversas razones, prácticamente imposible, aunque procura su reconciliación. Pero
éstos, mientras viva el otro cónyuge, no son libres para contraer una nueva unión, a menos que
el matrimonio entre ellos sea nulo y, como tal, declarado por la autoridad eclesiástica.38
¿Cuál es la actitud de la Iglesia hacia los divorciados vueltos a casar?
Fiel al Señor, la Iglesia no puede reconocer como matrimonio la unión de divorciados vueltos a
casar civilmente. «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella;
y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio» (Mc 10, 11-12). Hacia ellos la
Iglesia muestra una atenta solicitud, invitándoles a una vida de fe, a la oración, a las obras de
caridad y a la educación cristiana de los hijos; pero no pueden recibir la absolución sacramental,
acercarse a la comunión eucarística ni ejercer ciertas responsabilidades eclesiales, mientras dure
tal situación, que contrasta objetivamente con la ley de Dios.39
¿Por qué la familia cristiana es llamada Iglesia doméstica?
La familia cristiana es llamada Iglesia doméstica, porque manifiesta y realiza la naturaleza
comunitaria y familiar de la Iglesia en cuanto familia de Dios. Cada miembro, según su propio
papel, ejerce el sacerdocio bautismal, contribuyendo a hacer de la familia una comunidad de
gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y cristianas y lugar del primer anuncio de la fe
a los hijos.40

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Resumen41
• S. Pablo dice: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia... Gran
misterio es éste, lo digo con respecto a Cristo y la Iglesia" (Ef 5,25.32).
• La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima
comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador.
Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges, así como a la generación y
educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor
a la dignidad de sacramento (Cf. GS 48,1; CIC, can. 1055,1).
• El sacramento del matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos
la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento
perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los
santifica en el camino de la vida eterna (Cf. Cc. de Trento: DS 1799).
• El matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes, es decir, en la
voluntad de darse mutua y definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor fiel y
fecundo.
• Dado que el matrimonio establece a los cónyuges en un estado público de vida en la
Iglesia, la celebración del mismo se hace ordinariamente de modo público, en el marco
de una celebración litúrgica, ante el sacerdote (o el testigo cualificado de la Iglesia), los
testigos y la asamblea de los fieles.
• La unidad, la indisolubilidad, y la apertura a la fecundidad son esenciales al matrimonio.
La poligamia es incompatible con la unidad del matrimonio; el divorcio separa lo que
Dios ha unido; el rechazo de la fecundidad priva la vida conyugal de su "don más
excelente", el hijo (GS 50,1).
• Contraer un nuevo matrimonio por parte de los divorciados mientras viven sus cónyuges
legítimos contradice el plan y la ley de Dios enseñados por Cristo. Los que viven en esta
situación no están separados de la Iglesia, pero no pueden acceder a la comunión
eucarística. Pueden vivir su vida cristiana sobre todo educando a sus hijos en la fe.
• El hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso
la casa familiar es llamada justamente "Iglesia doméstica", comunidad de gracia y de
oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana.

2. Otras celebraciones litúrgicas.

"La santa Madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Estos son signos sagrados con los
que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales,
obtenidos por la intercesión de la Iglesia.42
Los sacramentales son signos sagrados instituidos por la Iglesia, por medio de los cuales se
santifican algunas circunstancias de la vida. Comprenden siempre una oración acompañada de
la señal de la cruz o de otros signos. Entre los sacramentales, ocupan un lugar importante las

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bendiciones, que son una alabanza a Dios y una oración para obtener sus dones, la consagración
de personas y la dedicación de cosas al culto de Dios.43
Los sacramentales proceden del sacerdocio bautismal: todo bautizado es llamado a ser una
"bendición" (Cf. Gn 12,2) y a bendecir (Cf. Lc 6,28; Rm 12,14; 1 P 3,9). Por eso los laicos pueden
presidir ciertas bendiciones (Cf. SC 79; CIC can. 1168); la presidencia de una bendición se reserva
al ministerio ordenado (obispos, presbíteros o diáconos, en la medida en que dicha bendición
afecte más a la vida eclesial y sacramental.44
Los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero
por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con a ella. "La liturgia de
los sacramentos y de los sacramentales hace que, en los fieles bien dispuestos, casi todos los
acontecimientos de la vida sean santificados por la gracia divina que emana del misterio pascual
de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, de quien reciben su poder todos los sacramentos
y sacramentales, y que todo uso honesto de las cosas materiales pueda estar ordenado a la
santificación del hombre y a la alabanza de Dios" (SC 61).45
Diversas formas de sacramentales
Entre los sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones (de personas, de la mesa, de
objetos, de lugares). Toda bendición es alabanza de Dios y oración para obtener sus dones. En
Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre "con toda clase de bendiciones espirituales"
(Ef 1,3). Por eso la Iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo
habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo. 46
Ciertas bendiciones tienen un alcance permanente: su efecto es consagrar personas a Dios y
reservar para el uso litúrgico objetos y lugares. Entre las que están destinadas a personas - que
no se han de confundir con la ordenación sacramental -figuran la bendición del abad o de la
abadesa de un monasterio, la consagración de vírgenes y de viudas, el rito de la profesión
religiosa y las bendiciones para ciertos ministerios de la Iglesia (lectores, acólitos, catequistas,
etc.). Como ejemplo de las que se refieren a objetos, se puede señalar la dedicación o bendición
de una iglesia o de un altar, la bendición de los santos óleos, de los vasos y ornamentos sagrados,
de las campanas, etc.47
Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona
o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla
de exorcismo. Jesús lo practicó (Cf. Mc 1,25s; etc.), de él tiene la Iglesia el poder y el oficio de
exorcizar (Cf. Mc 3,15; 6,7.13; 16,17). En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración
del Bautismo. El exorcismo solemne sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso
del obispo. En estos casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las
reglas establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o liberar del
dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia. Muy
distinto es el caso de las enfermedades, sobre todo síquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia

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médica. Por tanto, es importante, asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de
una presencia del Maligno y no de una enfermedad (Cf. CIC, can. 1172).48

La religiosidad popular
El sentido religioso del pueblo cristiano ha encontrado en todo tiempo su expresión en formas
variadas de piedad, que acompañan la vida sacramental de la Iglesia, como son la veneración de
las reliquias, las visitas a santuarios, las peregrinaciones, las procesiones, el «Vía crucis», el
Rosario. La Iglesia, a la luz de la fe, ilumina y favorece las formas auténticas de piedad popular.49
Estas expresiones prolongan la vida litúrgica de la Iglesia, pero no la sustituyen: "Pero conviene
que estos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos para que estén de
acuerdo con la sagrada liturgia, deriven en cierto modo de ella y conduzcan al pueblo a ella, ya
que la liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de ellos" (SC 13). Se necesita un
discernimiento pastoral para sostener y apoyar la religiosidad popular y, llegado el caso, para
purificar y rectificar el sentido religioso que subyace en estas devociones y para hacerlas
progresar en el conocimiento del Misterio de Cristo (Cf. CT 54). Su ejercicio está sometido al
cuidado y al juicio de los obispos y a las normas generales de la Iglesia50

Resumen51
• Se llaman sacramentales los signos sagrados instituidos por la Iglesia cuyo fin es
preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas
circunstancias de la vida.
• Entre los sacramentales, las bendiciones ocupan un lugar importante. Comprenden a la
vez la alabanza de Dios por sus obras y sus dones, y la intercesión de la Iglesia para que
los hombres puedan hacer uso de los dones de Dios según el espíritu de los evangelios.
• Además de la liturgia, la vida cristiana se nutre de formas variadas de piedad popular,
enraizadas en las distintas culturas. Esclareciéndolas a la luz de la fe, la Iglesia favorece
aquellas formas de religiosidad popular que expresan mejor un sentido evangélico y una
sabiduría humana, y que enriquecen la vida cristiana.
Las Exequias Cristianas
Todos los sacramentos, principalmente los de la iniciación cristiana, tienen como fin último la
Pascua definitiva del cristiano, es decir, la que a través de la muerte hace entrar al creyente en
la vida del Reino. Entonces se cumple en él lo que la fe y la esperanza han confesado: "Espero la
resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro" (Símbolo de Nicea-Constantinopla).52
El sentido cristiano de la muerte es revelado a la luz del Misterio pascual de la muerte y de la
resurrección de Cristo, en quien radica nuestra única esperanza. El cristiano que muere en Cristo
Jesús "sale de este cuerpo para vivir con el Señor" (2 Co 5,8). El día de la muerte inaugura para
el cristiano, al término de su vida sacramental, la plenitud de su nuevo nacimiento comenzado
en el Bautismo, la "semejanza" definitiva a "imagen del Hijo", conferida por la Unción del Espíritu

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Santo y la participación en el Banquete del Reino anticipado en la Eucaristía, aunque pueda
todavía necesitar últimas purificaciones para revestirse de la túnica nupcial. La Iglesia que, como
Madre, ha llevado sacramentalmente en su seno al cristiano durante su peregrinación terrena,
lo acompaña al término de su caminar para entregarlo "en las manos del Padre".53
El Ordo exequiarum (OEx) o Ritual de los funerales de la liturgia romana propone tres tipos de
celebración de las exequias, correspondientes a tres lugares de su desarrollo (la casa, la iglesia,
el cementerio), y según la importancia que les presten la familia, las costumbres locales, la
cultura y la piedad popular. Por otra parte, este desarrollo es común a todas las tradiciones
litúrgicas y comprende cuatro momentos principales:54
• La acogida de la comunidad. El saludo de fe abre la celebración. Los familiares del
difunto son acogidos con una palabra de "consolación" (en el sentido del Nuevo
Testamento: la fuerza del Espíritu Santo en la esperanza; Cf. 1 Ts 4,18). La comunidad
orante que se reúne espera también "las palabras de vida eterna".
• La Liturgia de la Palabra. La celebración de la Liturgia de la Palabra en las exequias exige
una preparación, tanto más atenta cuanto que la asamblea allí presente puede incluir
fieles poco asiduos a la liturgia y amigos del difunto que no son cristianos. La homilía, en
particular, debe "evitar" el género literario de elogio fúnebre (OEx 41) y debe iluminar
el misterio de la muerte cristiana a la luz de Cristo resucitado.
• El Sacrificio eucarístico. Cuando la celebración tiene lugar en la Iglesia, la Eucaristía es el
corazón de la realidad pascual de la muerte cristiana (Cf. OEx 1). La Iglesia expresa
entonces su comunión eficaz con el difunto: ofreciendo al Padre, en el Espíritu Santo, el
sacrificio de la muerte y resurrección de Cristo, pide que su hijo sea purificado de sus
pecados y de sus consecuencias y que sea admitido a la plenitud pascual de la mesa del
Reino (Cf. OEx 57).
• El adiós ("a Dios") al difunto es "su recomendación a Dios" por la Iglesia. Es el "último
adiós por el que la comunidad cristiana despide a uno de sus miembros antes que su
cuerpo sea llevado a su sepulcro" (OEx 10). La tradición bizantina lo expresa con el beso
de adiós al difunto.

a. LA VOCACIÓN DEL HOMBRE: LA VIDA EN EL ESPÍRITU.


“Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza divina, no
degeneres volviendo a la bajeza de tu vida pasada. Recuerda a qué Cabeza perteneces y de qué
Cuerpo eres miembro. Acuérdate de que has sido arrancado del poder de las tinieblas para ser
trasladado a la luz del Reino de Dios” (San León Magno).55
El Símbolo de la fe profesa la grandeza de los dones de Dios al hombre por la obra de su creación,
y más aún, por la redención y la santificación. Lo que confiesa la fe, los sacramentos lo
comunican: por “los sacramentos que les han hecho renacer”, los cristianos han llegado a ser
“hijos de Dios” (Jn 1,12 ;1 Jn 3,1), “partícipes de la naturaleza divina” (2 Pe 1,4). Los cristianos,
reconociendo en la fe su nueva dignidad, son llamados a llevar en adelante una “vida digna del

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Evangelio de Cristo” (Flp 1,27). Por los sacramentos y la oración reciben la gracia de Cristo y los
dones de su Espíritu que les capacitan para ello.56

1. La dignidad de la persona humana.


La dignidad de la persona humana está enraizada en su creación a imagen y semejanza de
Dios; se realiza en su vocación a la bienaventuranza divina. Corresponde al ser humano llegar
libremente a esta realización. Por sus actos deliberados, la persona humana se conforma, o no
se conforma, al bien prometido por Dios y atestiguado por la conciencia moral. Los seres
humanos se edifican a sí mismos y crecen desde el interior: hacen de toda su vida sensible y
espiritual un material de su crecimiento. Con la ayuda de la gracia crecen en la virtud, evitan el
pecado y, si lo han cometido recurren como el hijo pródigo (Cf. Lc 15, 11-31) a la misericordia
de nuestro Padre del cielo. Así acceden a la perfección de la caridad.57

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