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Dedicatoria a la mujer.

Y sonreíste, con el brillo honesto que solo habita en tu boca, me observabas mientras llovían
sentimientos en tu rostro, acariciando mi cara con la suavidad frágil y delicada con la que
descubriste mi vida, me abrazaste con la promesa de tu diaria presencia, me susurraste “Mi hijo, mi
bebe” Y yo llore de felicidad. El tiempo me llevo gateando a tu cuerpo, me llevo a despedirme de ti
en la escuela, me llevo a llorar de nervioso de todo y darme cuenta que estabas
incondicionalmente para hacerme sentir que no pasaba nada, me llevo a darme cuenta que eres
más que un ángel, más que mi madre, más que mi vida. 

Y me viste con hambre e insiste en alimentarme, aunque quedara satisfecho para ti no era
suficiente, me viste con frio y corriste a por sabanas, ropa, a veces por algo caliente, a veces de
nuevo por comida, sin embargo, tu atención intensa y constante casi a un nivel exagerado, no era
más que el amor único e incomparable que en tu viejo corazón, latía fuerte, llevando consigo el
pasado de tu experiencia, la sonrisa a veces ignorante de este presente que tus viejas costumbres
no entendían, pero estabas ahí, con las cicatrices de tu historia, tratando de entendernos, siempre
preocupada, siempre atenta, siempre una bella abuela.

Y te burlabas, no con el afán de lastimarme si no de reír cuando estaba triste, para cambiar mi
melancólico estado para que se me olvidara el dolor, se me fueran los dilemas en los brazos de tu
compañía, enfadada a veces por las tonterías de mis pensamientos pero aun así pendiente y
escuchando esos cuentos tristes que tú, en tus bromas y ánimos, los cambiabas a finales felices.
Me aconsejabas, me decías la verdad, me decías, querida amiga, que todo era por nuestra
amistad.

Y te vi, una explosión de química sacudió mi corazón, luego la implosión de esa ocasión, me puso
pálido y torpe, nervioso por tenerte al lado, como un niño dulce enamorado. Me besaste y el mundo
se detuvo, luego continúo para no ser igual, me besaste para hacer de mi vida un camino más
especial. Corrían las mañanas apresuradas por mis ansias, aceleraba las horas emocionado por el
próximo encuentro, comprobando así, que esa explosión interna al fondo de mi corazón, se repetía
cada vez que te aparecías en mi mirada. Tu amor fue y es mi luz, tu cariño rebasa los límites de la
piel tocando la fragilidad de mi alma, tus besos llegan al lugar de mis sueños, tu fe en mi me
motiva, tu, amor mío, eres mi alegría.

Y se liberaron mis lágrimas del encierro del orgullo, al verte llegar del color elegido para ese altar,
con tus ojos fijos a mi elegancia, emocionada, linda y nerviosa, decorada con la dulzura de un
futuro que nos promete la felicidad de vivir en el regazo de tu cuerpo, en el calor de tus labios, en la
unidad de nuestros mundos, en una nueva vida a tu lado. Llegas con tus manos a sujetar las mías,
me miras enfocada en mi boca que no sabe cómo sonreír, y yo repaso toda nuestra historia en tus
ojos. El primer beso, el primer mes, el primer año, las discusiones, los regalos, los momentos, las
locuras y aventuras, el dolor, las alegrías…Todo hasta este momento, a esta decisión, a esta
familia que crearemos los dos. Mi compañera, mi musa, mi esposa. ¿Aceptas ser feliz conmigo?

Gracias a todas ustedes por existir, por ser la joya sublime del mundo, el pilar de muchos sueños, y
la razón de muchas vidas

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