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La medida del
mundo
El meridiano
ePub r1.0
Titivillus 24.08.15
Título original: La Méridienne - La
Mesure du monde
Denis Guedj, 1997
Traducción: Manuel Serrat Crespo
Ilustración de cubierta: Retrato de
Delambre, por Henri Coroênne
«ULTIMÁTUM DEL
JEFE DE LOS
EJÉRCITOS
PRUSIANOS.
¡Las increíbles amenazas
de Brunswick!».
Bellet intentó leer con calma:
someterse de inmediato… venganza
ejemplar… casas demolidas e
incendiadas… París entregado a una
ejecución militar y a una subversión
total. Agarró el periódico como si
quisiera romperlo. Si somos vencidos,
Francia será destruida, pensó con rabia.
Conocía el poderío de los ejércitos
extranjeros. Sabía también que la
mayoría de los oficiales franceses
habían desertado, que los soldados
carecían de armas, de municiones.
Conservaba todavía en su memoria las
palabras del funcionario municipal:
todos pueden ir al combate con su ropa
de trabajo. ¡Lo que significaba que ni
siquiera tenían uniformes! Viendo a los
voluntarios que habían partido, el
resultado de la guerra no era dudoso:
ninguno de ellos había empuñado nunca
un sable o disparado un cañonazo, e
iban a enfrentarse con soldados
profesionales. Al pensar que todo
aquello en lo que había creído y
esperado podía quedar aniquilado,
Bellet sintió que el corazón se le
oprimía. Lágrimas de impotencia
acudieron a sus ojos.
Mientras se alejaba, escuchó de
nuevo al hombre arengando a la
muchedumbre:
—¿Y sabéis quién es el jefe de los
emigrados que se alían con Brunswick?
—Bellet se dio la vuelta—. ¡Louis
Joseph, el actual príncipe de Condé! —
gritó el hombre remachando sus
palabras—. ¡El propio conde
Dammartin, de nuestro pueblo!
Todos conocían al conde. No hacía
demasiado tiempo, apenas cuatro años,
reinaba sobre el paraje y cuando,
dirigiéndose a su castillo, la carroza
cruzaba la aldea, las espaldas se
doblaban y todos se quitaban el
sombrero. Se alzaron gritos de furor. De
furor, de rabia, de despecho y de
vergüenza. El propio nombre de
Dammartin estaba vinculado a Condé
desde hacía siglos, el oprobio caería
sobre el pueblo y sus habitantes.
Eran necesarias cinco horas para llegar
a París. Cuando Bellet subía a su
berlina, oyó una voz que le interpelaba:
—¿Vais a París? —le preguntó un
hombre al que había visto, algunas
veces, en el albergue.
—Debo estar en Montmartre antes
de que anochezca.
—Se dice que los barrios se
dirigirán en cortejo a las Tunerías para
decirle cuatro palabras al rey. Quisiera
estar allí, pero me sería muy penoso ir a
pie.
El hombre se sentó junto a Bellet. El
coche arrancó. Una mujer corrió hacia
ellos.
—Toma esto, Louis —gritó
tendiéndole al pasajero una hogaza de
pan—. Al parecer, en París no tienen
comida.
El hombre se asomó y tomó la
hogaza.
—No te preocupes, mañana estaré
de regreso. —Luego, dirigiéndose a
Bellet—: Ella es Louise y yo Louis:
estábamos hechos el uno para el otro.
¿Qué voy a hacer ahora con semejante
nombre? No voy a cambiarlo porque el
rey se llame del mismo modo. ¿Cuál es
vuestro oficio?
—Soy ingeniero.
—Pues yo talabartero —permaneció
pensativo unos instantes y, luego—: Una
albarda resistente, una silla o un arnés
fuertes… lo nuestro son las bestias de
tiro y tardarán en desaparecer. En Senlis
había tres guarnicioneros, ahora sólo
queda uno. Se creían la flor y nata; lo
suyo eran los caballos de lujo.
Le interrumpió una especie de
chasquido acompasado. Por un campo,
junto a la carretera, avanzaba una
extraña máquina, envuelta en una nube
de pajas. Era una especie de molino
accionada por una única bestia. Bellet
detuvo la berlina.
El armatoste estaba lleno de
pequeñas hojas cortantes, colocadas en
dos grandes cilindros que giraban a toda
velocidad. Un chiquillo conducía la
bestia mientras, por detrás, un hombre
alimentaba una artesa, metiendo
regularmente enormes gavillas de paja.
Bellet nunca había visto algo semejante.
El ruido era intenso. Bajo aquel sol de
plomo, el hombre parecía un maniquí de
mimbre, con el cuerpo cubierto de paja,
restos de rastrojos y vello del pecho
entremezclados. Arrastrada hacia los
cilindros, la gavilla fue devorada por
aquellas mandíbulas e inmediatamente
desmenuzada. Por debajo, un chorro de
granos cayó, crepitando, en un molino
que iba pulverizándolos.
—Es una trilladora —explicó Louis
cuando Bellet volvió a la berlina—. Le
tendió la hogaza, ya empezada. —Es
algo nuevo, al parecer viene de
Inglaterra. La máquina trabaja sobre una
antigua tierra de los Condé.
Al oír de nuevo aquel nombre, el
furor de Bellet renació. Rabiaba por
haber escuchado a Delambre y no
haberse alistado.
—¿Vos tampoco habéis partido con
los voluntarios? —preguntó bruscamente
—. Louis respondió, agachando la
cabeza:
—Lo hubiera hecho de buena gana,
pero tengo tres retoños y la mujer no
quiso. ¿Y tú?
—Lo mismo —balbuceó Bellet.
Se encendió un fulgor en los ojos de
Louis.
—¿Tu mujer tampoco quiso?
—En cierto modo —respondió
Bellet sonriendo.
Al abandonar el bulevar de la
Madeleine, Condorcet, Sophie y Eliza
acudieron a las Tullerías. En el patio del
palacio pasaron ante los arriates recién
removidos en los que se atareaban unos
jardineros. En vez de claveles y
camelias reales, la Convención había
hecho sembrar legumbres: zanahorias,
coles, nabos y las recientes patatas de
Parmentier.
Eliza echó a correr, Condorcet quiso
alcanzarla pero se le escapó. La
persiguió gritando:
—¡Ven aquí, reina mía!
Sophie se reunió con ellos fingiendo
miedo:
—¡Shtt! —dijo mirando hacia todos
lados; podrían oírnos.
La niña había llegado al joven
álamo, plantado pocos días antes de la
marcha de Delambre y Méchain. Dos
mujeres de los arrabales estaban
rodeando el tronco con unas balas de
paja. Advirtiendo la mirada de la niña,
una de ellas le explicó que lo hacían
para protegerlo del frío. Eliza se volvió
hacia su padre y, enseñándole las manos
heladas, dijo:
—Papá, ¿por qué no me ponéis
también paja alrededor de los dedos?
Ficciones auténticas
La historia de las ciencias exige del
investigador un rigor que le obliga a
evitar tapar los «agujeros» que no han
podido colmar documentos y
testimonios. Debe limitarse a lo que
éstos le permiten asegurar. Sólo de este
modo el material mostrado ofrece la
seguridad de ser auténtico; puede ser
utilizado, pues, por otros, para una
«puesta en ficción» por parte del
novelista.
Este tiene entonces a su disposición
un material fidedigno. Pero que le
obliga. El novelista puede colmar los
agujeros, hacer ficción y, entre dos
hechos demostrados, trazar una línea
continua que es sólo creación suya. Crea
en los «márgenes» y hace lo que le
piden, y por eso se desea leerlo: inventa
un universo. Pero lo inventa con
conocimiento de causa, de acuerdo con
lo que se sabe.
Ficciones verdaderas. Ficciones
porque son fruto de la imaginación del
autor, verdaderas porque se adecúan a la
verdad científica e histórica.
La verdad inabarcable
El relato de ficción científica
plantea al autor algunos problemas
específicos. En tanto que se trata de
ciencia, hablamos de verdad.
¡Veámoslo! ¿Puede tratarse una verdad
científica como cualquier otra verdad
histórica? ¿Cómo tratar a un personaje
científico en un mundo abierto en que la
verdad que busca aún no ha salido
realmente a la luz? ¿Cuál es la libertad
del personaje científico ante la verdad?
¿Qué supone poner en escena a esos
«actores no humanos» que son los
objetos científicos?
¿Y la emoción? ¿Dónde está la
emoción en la ciencia? ¿Cómo se
manifiesta? ¿Qué la atestigua? En una
palabra, ¿qué relaciones mantiene la
verdad con la emoción?
La medida de las luces
¿Qué exigía el pueblo en 1789? La
uniformización de los pesos y medidas.
Eso era todo. Y era mucho. Si se hubiera
aceptado sólo esta exigencia y se
hubiera adoptado, por ejemplo, la toesa
del Perú como patrón, el curso de los
acontecimientos hubiera sido muy
distinto. Pero los círculos científicos y
los actores políticos de los años 1790
no deseaban solamente ofrecer a Francia
un «buen» sistema. Tenían otras
ambiciones.
Unos querían asentar el nuevo
sistema sobre bases científicas, otros
querían legitimarlo con principios
filosóficos y políticos, los de las luces.
Los deseos de unos y otros coincidieron
de un modo sorprendente. Por razones
distintas, sabios y políticos deseaban la
universalidad.
Pocas veces se ha podido asistir a
tan total coincidencia de intereses entre
los círculos políticos y los designios de
los medios científicos. Pocas veces
historia de las ciencias e historia se han
entremezclado hasta tal punto.
La mayor medición
geodésica jamás efectuada
Para hacer sus mediciones, los
astrónomos deben subir a las cumbres
más elevadas. Esta expedición al
corazón del territorio nos hace
participar en un doble viaje, viaje «por
las alturas» y viaje a ras de suelo. El
silencio de las montañas y la paz de los
campanarios se alternan con la agitación
y las pasiones que inflaman la época.
Sorprendente distancia que separa el
campanario de la iglesia, desde donde la
aldea vista de tan arriba parece
minúscula, y la plaza de esa misma
aldea vivida a la altura de los hombres,
donde se enfrentan los actores de la
historia.
Travesía de un territorio que es una
travesía de la historia. Iniciada con los
funerales de la monarquía, la medición
concluye al alba del Consulado; habrá
durado tanto como la República. ¡Siete
años que «miden» 551.584 toesas! El
metro y el kilogramo llevan,
legítimamente, el nombre que le
atribuyeron las Asambleas: las medidas
de la República.
Mucho después de haber escrito este
libro me hice una pregunta incongruente:
¿cuántos peldaños subió Delambre
durante esos siete años? Del cupulino
del Panteón al pelícano de la iglesia de
Saint-Etienne, en Bourges; de la aguja
de la iglesia de Sainte-Croix de Orleans
a la de Notre-Dame de Amiens; del
campanario de la torre del reloj de Dun
al de la abadía de Evaux. ¡Decenas de
miles! ¡Aquel astrónomo debía de tener
un magnífico aliento!
La pasión de Méchain
Entonces, el drama de un individuo
acompañará al drama de una época.
¿Por qué desea incesantemente Méchain
regresar a Barcelona y rehacer las
mediciones que todos sus colegas
consideran excelentes? Hay algo en sus
cálculos que le obsesiona… ¿Un error?
O sólo la inmensidad de la tarea que le
abruma: ¡dar al mundo una medida para
todo el mundo! «¡Para todos los
tiempos, para todos los hombres!»,
había proclamado Condorcet en la
Asamblea. Siete años para ganar tres
minutos de ángulo. ¡Imposible
perfección!
Podría decirse…
que se trata de un drama con seis
personajes: una época, un lugar, dos
hombres, un procedimiento científico, un
instrumento de medida. La Revolución,
el territorio de la República, Méchain y
Delambre, el método de triangulación, el
círculo de Borda. Y ese encuentro dio a
luz el metro, patrón universal de
medida.
Intervención de
Prieur de la Côte
d’Or en la Asamblea
nacional
9 de febrero de 1790
19 de marzo de 1791
La idea de refundir todas las
medidas en una unidad de longitud
tomada de la naturaleza se presentó a
los matemáticos en cuanto conocieron
la existencia de semejante unidad & la
posibilidad de determinarla. Vieron que
era el único modo de excluir cualquier
arbitrariedad del sistema de medidas &
de estar seguros de conservar siempre
el mismo, sin que ningún otro
acontecimiento, ninguna revolución en
el orden del mundo, pudiera introducir
incertidumbre; sintieron que semejante
sistema, al no pertenecer
exclusivamente a nación alguna, podría
alardear de verse adoptado por todas.
En efecto, si tomáramos como
unidad una medida ya utilizada en un
país, sería difícil ofrecer a los demás
motivos de preferencia capaces de
barrer la especie de repugnancia, si no
filosófica al menos muy natural, que
sienten los pueblos por una imitación
que parece siempre el reconocimiento
de una especie de inferioridad: habría
pues tantas medidas como grandes
naciones. Por otra parte, aunque todas
hubieran adoptado una de esas bases
arbitrarias, mil acontecimientos fáciles
de prever podrían hacer nacer
incertidumbres sobre la verdadera
magnitud de esta base; & como no
existiría en absoluto medio riguroso de
verificación, se establecerían a la larga
diferencias entre las medidas. La
diversidad hoy existente entre las que
están en uso en los diversos países
tiene por causa no tanto una diversidad
original que se remonta a la época de su
establecimiento como las alteraciones
producidas por el tiempo. En fin, poco
se ganaría, incluso en una sola nación,
conservando una de las unidades de
longitud ya utilizadas; no dejaría de ser
necesario corregir los demás vicios del
sistema de medidas, & la operación
acarrearía una incomodidad casi igual
para la mayoría.
Pueden reducirse a tres las unidades
que parecen más aptas para servir de
base; la longitud del péndulo, un cuarto
del círculo del ecuador y, finalmente,
un cuarto del meridiano terrestre.
Discurso de
Condorcet a la
Asamblea
el 26 de marzo de
1791
Señores administradores
del departamento de Puy de Dôme
Salud
Al municipio de Lacaune
Alby, 17 de Fructidor del año VI
»Salud».
Parte norte:
Por haber firmado una carta de
apoyo a Lavoisier, redactada por Borda,
Delambre es destituido:
23 de diciembre de 1793
«El Comité de salvación pública,
considerando cuánto importa para la
mejora del espíritu público que quienes
se encargan del gobierno sólo deleguen
funciones o den misiones a hombres
dignos de confianza por sus virtudes
republicanas y su odio hacia los reyes,
tras haberse puesto de acuerdo con los
miembros del Comité de instrucción
pública especialmente ocupados de la
operación de pesos y medidas, decreta
que Borda, Lavoisier, Laplace,
Coulomb, Brisson y Delambre dejen, a
partir de este día, de ser miembros de la
Comisión de pesos y medidas y
entreguen de inmediato, con inventario,
a los restantes miembros, los
instrumentos, cálculos, notas, memoria
y, en general, todo lo que esté en sus
manos referente a la operación de las
medidas […]».
C. A. Prieur, B. Barrère, Carnot, R.
Lindet, Billaud-Varenne.
Saint-
Mailly Puy Violan
Germain
Vignacourt Torfou La Bastide
Bayonvillers Melun Aubassin
Villers-
Lieursain Monsalvy
Bretonneux
Arvillers Chaumont Rieupeyro
Sourdon Vouzon Saint-Mam
Lamotte-
Coivrel Rodez
Beuvron
Noyers La Courdieu Albi
Clermont Soême Montredon
Saint- Sainte-
Christophe Montaine Montalet
Jonquières Ennordre Saint-Pons
Saint-
Martin-du Oizon Thomiere
1790
9 de enero. Méchain descubre un
cometa en la
constelación de Piscis.
Es su octavo cometa.
15 de marzo.
Supresión de los
derechos feudales
referentes a los pesos
y medidas.
8 de mayo. La Asamblea nacional
«suplica al Rey que
escriba a S. M.
británica para rogarle
que incite al
Parlamento de
Inglaterra a cooperar
con la Asamblea
nacional en la fijación
de las medidas y los
pesos».
12 de mayo. Auguste Savinien
Leblond propone la
palabra metro para la
unidad de medida fija
y universal. La
proposición no es
atendida.
27 de octubre. Una Comisión de la
Academia de ciencias
hace un informe
favorable a la escala
decimal.
1791
26 y 30 de marzo. Verdadera
partida de nacimiento
del sistema métrico.
La Asamblea nacional
adopta el cuarto de
meridiano como base
del nuevo sistema de
medidas, así como el
uso exclusivo de la
escala decimal.
Decide medir el
meridiano entre
Dunkerque y
Barcelona.
19 de junio. Luis XVI recibe a los
comisarios encargados
de las operaciones.
Entre ellos, Méchain,
Borda y Cassini.
1792
Fines de mayo. Delambre,
miembro reciente de la
Academia de ciencias,
sustituye a Cassini y
Legendre en la
medición del
meridiano. Lenoir
termina la
construcción de tres de
los cuatro círculos de
Borda.
Junio. Salida de Méchain hacia
España.
Julio. Delambre, ayudado por
Bellet, comienza sus
mediciones en la
región parisina.
4 de agosto. Delambre termina su
primer triángulo.
Fines de octubre. En poco más de
tres meses Méchain ha
concluido la
triangulación en
territorio español.
1793
7 de marzo. Francia declara la
guerra a España, unida
a la coalición
monárquica.
Comienzos de abril. Accidente de
Méchain en la
propiedad de su amigo
Salvá, en los
alrededores de
Barcelona. Permanece
una semana en coma
con las costillas y los
hombros rotos.
29 de mayo. La medición de los
tiempos y los ángulos
se efectuará sobre una
base decimal.
1 de agosto. La Convención
instituye un sistema
métrico provisional
cuya longitud se fija en
36 pulgadas, 11,46
líneas de la toesa del
Perú.
8 de agosto. Supresión de las
academias.
14 de agosto. Ayudado por
Tranchot, Méchain
reanuda sus
mediciones en los
Pirineos. Tranchot es
detenido por los
migueletes.
5 de octubre. Adopción del
calendario
republicano.
Noviembre. Debido a
la guerra, Méchain se
ve obligado a residir
en Barcelona. Se le
prohíbe el acceso al
fuerte de Montjuïc.
28 de noviembre. Lavoisier es
ejecutado.
23 de diciembre. Delambre y
Borda son destituidos
por el Comité de
salvación pública por
haber firmado un texto
de apoyo a Lavoisier.
1794
La operación de medición del
meridiano queda
interrumpida tanto en
la parte norte por la
destitución de
Delambre, como en la
parte sur por la
imposibilidad en la
que se halla Méchain
de pasar a Francia
para proseguir la
triangulación. Méchain
embarca hacia Italia.
Delambre pasará un
año en su casa-
observatorio de
Bruyères-le-Châtel.
1795
7 de abril. La Convención decreta
«que habrá un solo
patrón de pesos y
medidas para toda
Francia; será una regla
de platino en la que se
trazará el metro».
Invita a los ciudadanos
«a dar una prueba de
su afecto por la unidad
e indivisibilidad de la
República utilizando,
a partir de ahora, las
nuevas medidas».
22 de julio. Tratado de Basilea que
pone fin a la guerra
entre Francia y
España.
Septiembre. Méchain reanuda sus
mediciones en la
región de Perpiñán.
25 de septiembre. «El 1 de Nivoso
próximo, el uso del
metro sustituye al del
alna en el municipio
de París».
1796-1798
Prosiguen las mediciones, de
Bourges a Rodez para
Delambre, de los
Pirineos a Rodez para
Méchain.
Otoño de 1798. Llegada de los
sabios extranjeros de
la Comisión
internacional.
Fines de noviembre de 1798.
Llegada de Méchain a
París. Regresa a su
casa tras seis años de
ausencia. Última
medición de la
operación: se
determina la latitud del
Panteón.
1799
4 de Mesidor del año VII.
Presentación de los
patrones del metro y el
kilogramo a los
Consejos.
1800
4 de noviembre. Un decreto de los
Cónsules autoriza el
empleo de los nombres
de medidas antiguos.
1803
26 de abril. Méchain sale de París
hacia España; le
acompaña su hijo
Augustin. Prolonga la
medición del
meridiano más allá de
Barcelona.
1804
20 de septiembre. Méchain muere
en España.
1840
1 de enero. El sistema métrico se
hace obligatorio en
territorio francés.
1849
19 de julio. España declara
obligatorio el sistema
métrico decimal.
El metro mide 3 pies
11 líneas 296 de la
toesa del Perú a la
temperatura de
160 ¼
Tú, querido Delambre,
dirigirás mi ruta;
tú que sabes reunir, con un
doble poder,
las bellas artes con el cálculo
y la afición con el saber.
Al estruendo de los vientos que
soplaban sobre nosotros,
cuando la muchedumbre
reclamaba públicas
tormentas,
cuando la tierra estremecida
se abría bajo nuestros
pies,
Delambre y Méchain, provistos
de sus compases,
de las arenas de Dunkerque a
las orillas del Ebro
marcaban en la tierra la
célebre línea
que del desigual globo mide
los grados.
J. Delille, Les Trois Règnes de la
nature, París, A. Nicolle, 1808.
DENIS GUEDJ (Sétif, 1940-París, 24
de abril de 2010)1 fue un matemático
francés, divulgador de las matemáticas e
historiador de la ciencia. Fue profesor
en la Université de Paris VIII (conocida
antes como Universidad de Vincennes),
además de actor y guionista. Ha sido
responsable de matemáticas en la
Enciclopedia Larousse. Entre sus obras
destacan La Révolution des savants,
L’Empire des nombres, La gratuité ne
vaut plus rien y las novelas La Medida
del mundo: El meridiano y muy en
especial El teorema del loro, un éxito
espectacular en Francia, traducida en
una veintena de países.