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La eterna espera de siempre

Son las siete en punto de la mañana, y suena el despertador, Sergio abre los ojos con pesada
resignación, sabe que hoy tiene que ir al hospital, tiene hora con el médico a las ocho y quince
minutos, al menos eso dice la citación, eso no importa, de todas maneras él sabe que tiene que ir
con bastantes minutos de anticipación pues la espera para concretar la cita médica no es para nada
corta y por supuesto nunca es puntual. Se levanta de la cama con desgano, a regañadientes, la sola
idea de ir al hospital ralentiza todos sus movimientos, como si cuerpo se resistiera, se ducha, toma el
desayuno y guarda la citación en su bolsillo, antes de salir susurra con molestia: - “¡otra vez! Tener
que ver a esa tonta maleducada, por lo menos si fuese más amable o no tuviese que tratar con ella,
todo esto sería más llevadero”. Efectivamente cada vez que iba al hospital tenía que tratar con ella:
“La” enfermera, una mujer de más de cuarenta años, mofletuda, de pequeña estatura y cuerpo
compacto como un cilindro, de ojos saltones y un peinado cola de caballo muy apretado a la
cabeza que resaltaban la redondez de su rostro, mujer de trato hosco, palabras cortantes y mirada
arrogante. La enfermera era odiada por todos los pacientes pero muy querida entre en sus colegas
de trabajo, pues prestaba más atención a las conversaciones que mantenía con ellas mientras se
formaba una deformada fila de pacientes esperando la ansiada cita con el doctor. La enfermera se
entretenía llenando formularios, timbrando papeles, moviéndose de aquí allá, a veces todo ello
mientras tarareaba una que otra canción. Así era ella. Una enfermera común y corriente.

Al llegar al hospital, Sergio fue rápidamente al estante donde se encontraría ella: la enfermera, pero
para sorpresa suya no estaba ella, si no otra mujer, esta era más amable, risueña y joven. Sergio le
pasó la citación médica con extrañeza, espero extensos minutos (como era costumbre) y luego fue
llamado por el doctor. Fue atendido en poco tiempo y al salir de la oficina se despidió de él y de la
muchacha del estante, pero justo cuando se disponía a retirarse, tuvo mucha curiosidad y se
devolvió a preguntarle a la muchacha qué había pasado con “La” enfermera pues era muy raro no
encontrarla allí sentada entre cientos de papeles, la joven muchacha cambió su sonrisa por una
mueca de incomodidad y tristeza, lo miró a los ojos y finalmente le dijo que ella sería la nueva
enfermera, y en tono de susurro le dijo que la anterior había muerto hacía un par de días, un
accidente de la que estaba impactada. Sergio no dijo nada se despidió, dio media vuelta, esbozó
ligera sonrisa pensando que tal vez la espera sería menos ingrata.

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